Mami se va a la calle
«Mamá» me vestía para salir.
—¿Ya te vas?
—Sí, hija; ya me voy.
—¿Estarás cuando yo vuelva del colegio?
—No sé, pero creo que no.
—¿Por qué te vas todas las tardes?
—No seas preguntona. Voy de compras, de visitas, a tomar el té. ¡Qué se yo!
—¿Y todas las mamás se van de casa por la tarde?
—No sé qué harán las mamás, hija mía. Lo que sé es que las niñas no son tan preguntonas como tú.
Yo me quedo triste y con deseo de seguir preguntando. Al fin, dije:
—¡Si volvieras antes de anochecer!…
—No podré. Anochece muy pronto.
—¡Qué rabia!
—Mira, hija no seas absurda. ¿Por qué «qué rabia»?
—Porque cuando vengo del colegio estoy siempre sola.
—No estás sola. Estás con Juana y la cocinera en el cuarto de la costura.
—¡Que está frío y lleno de trapos por el suelo!
—Pero te cuentan cuentos y te ríes mucho.
—No me río. Ellas sí que se ríen de cosas que no tienen gracia. Y además, no saben hablar y dicen «diferiencia» y «haiga»… Ayer me llamaron mocosa…
—Vamos vamos, criatura. ¿A que vas a llorar? Todas las noches cuando vuelvo te encuentro con papá…
—Sí; cuando está muy oscuro sale papá del despacho y me llama porque tiene miedo.
—¡Jesús! ¿Serás boba?
—Sí; tiene miedo, y yo también. Por eso encendemos la luz del recibimiento y nos paseamos cogidos de la mano.
—¿Por el pasillo?
—Sí, por el pasillo. Vamos desde el rincón del tapiz hasta la puerta de la escalera, después volvemos al tapiz y luego a la puerta… Y siempre que sube el ascensor, papá abre la mirilla para ver si eres tú.
Mamá se quedó pensativa y un poco triste.
—Pues no me ha dicho nada…
—Papá nunca dice nada; pero algunas veces paseamos tan de prisa, que parece vamos corriendo, y otras muy despacio, y me aprieta la mano…
—¡Válgame Dios! ¡Qué criaturas sois! ¡Si yo lo hubiera sabido!
—Y Juana también tiene miedo. Se va a poner la mesa al comedor y no hace más que correr hasta la cocina, porque no quiere estar sola.
—Vamos hija, vamos; no digas más tonterías. Papá está encantado de que yo me distraiga un rato por la tarde.
—Sí; pero tiene miedo y suspira cuando tardas… ¡Si volvieras temprano!
Mamá reflexionó muy satisfecha.
—Hija mía, creo que me queréis demasiado.
—Entonces…, ¿no sales ya?
—No sé que haré.
—Mamita, no te vayas siempre de casa al anochecer, que a todos nos da miedo estar sin ti.