Introducción
Celia ha cumplido siete años. La edad de la razón. Así lo dicen las personas mayores.
Celia es rubia; tiene el cabello de ese rubio tostado que con los años va oscureciéndose hasta parecer negro.
Tiene los ojos claros y la boca grande. Es guapa. Mamá se lo ha dicho a papá en secreto, pero ella lo ha oído.
No se envanece por tal cosa. Es seria, formal y reflexiva, razonadora… Porque ¿de qué serviría haber alcanzado la edad de la razón si no sirviera para razonar?
Así pensando y pensando, ha entendido que siendo los mayores tan grandes y tan ásperos, tan diferentes en todo a los niños, no pueden comprender nada de lo que los niños piensan o hacen.
¡Pero vaya usted a quitarle de la cabeza a una persona mayor que es ella la que debe mangonear!
Que se queda Celilla con los ojos muy abiertos, contemplando los leños que arden en la chimenea, pues dice mamá: «Juana, acueste usted a la niña, que se está durmiendo». Que al coger una porcelana de la vitrina se cae y se rompe. ¡Dios mío, qué escándalo y qué regañina!… Como si ella no lo sintiera más que nadie.
Algunas veces está triste (¡le dan tantos disgustos!) y tiene tanta pena que, aunque haya llorado mucho, los sollozos la ahogan todo el día. Entonces los mayores dicen: «¡Dios quiera que nunca tengas que llorar por algo más grande!» Y en seguida: «¡Feliz edad!… ¡Qué dichosos son los niños!» ¡Dichosos! Ellos sí que lo son, que se van a la calle cuando quieren, se acuestan cuando les parece bien, comen lo que les gusta y rompen lo que se les cae, sin que nadie acuda a darles azotes.
¡Y qué tono se dan! «Cuando las personas mayores hablan, los niños no rechistan». «A los mayores no se les contradice nunca». En la mesa: «A comer y a callar». No sé adónde llegarían las cosas si hubiera que callarse siempre.
Felizmente, ella tiene siete años.
¡La edad de la razón! ¿Será por haber pasado de esa edad por lo que los mayores no comprenden las cosas más sencillas?
¡Y es inútil explicárselas! Sin embargo, Celia siente la necesidad de decirlo todo, y va a contar todos los menudos incidentes de su vida inquieta, que para los que tengan su edad serán claros y transparentes, y un poco absurdos para las personas mayores, tan intolerantes e injustas casi siempre.
Escuchad.