Cuando se enteraron de que yo la rondaba, mamá me contó su historia: Celia era más o menos de su edad, algo más joven; de muchachas habían ido juntas a coser al taller de doña Laura, a prepararse el ajuar para casarse, aunque Celia quería ser modista y su novio no estaba de acuerdo en que trabajara una vez casados. Un día llegó al pueblo un forastero, un hombre misterioso, decía mamá, un extraño salido de ninguna parte y a quien nadie conocía, educado y elegante, ya mayor, que la volvió loca en unos días. Celia dejó a su novio sin más explicaciones y durante unos meses se la vio en todas partes del brazo del forastero, un escándalo entonces, pasando por encima de la opinión de su madre viuda, de las amigas, de las vecinas, de todas las gentes de bien que temían por su reputación. Los desafió a todos por él y con él se rio del mundo, anunciando su boda en Santa María para el primer domingo de diciembre. Hasta que sucedió lo inevitable, lo que todo el pueblo estaba temiendo o esperando. El día de la boda, vestida de blanco a falta solo del prendedor de madreselvas que debía traer el novio, el forastero no se presentó. Nunca más supieron de él aunque más tarde se dijo que los dólares que había cambiado en el banco eran billetes falsificados. Desapareció como había venido y nadie volvió a acercarse a ella porque en el pueblo era notorio que una muchacha que no se había privado de dejarse tocar por su novio en público, un novio cincuentón y sin pasado conocido, que desaparece el día de la boda, no podía haber guardado la castidad necesaria para que un muchacho decente de Villasanta se animara a entablar con ella una relación formal.
«Yo creo que aún lo espera —dijo mamá al terminar su historia—. Ha rehecho su vida en cierto modo, ya lo sé. Ha salido al extranjero, ha leído mucho, cose unos vestidos que ya quisieran las mejores tiendas de la capital, pero nunca ha encontrado a un hombre como el que perdió. Y yo creo que, en secreto, en el fondo de su corazón, lo espera aún. Esa mujer no es para ti, hijo. Aparte de que podría ser tu madre, esa mujer tiene dueño. Y si te empeñas en lo que no puede ser, te matará.»