El análisis de las pasiones

La reflexión sobre el hombre y su definición en clave de materialismo sensualista llevan a Diderot a elaborar también un análisis de las pasiones, el cual se introduce en la larga historia de este tema. Antiguamente, para Platón y para los estoicos, las pasiones se interpretaban solo en sentido negativo, como enfermedades del alma. Para Aristóteles, en cambio, sufrir representaba una de las diez categorías del ser y se definía, en comparación con actuar, como una afección puramente pasiva de los sentidos. En la edad moderna, la reflexión más importante y que influye en mayor medida a Diderot es, una vez más, la de Descartes, que en 1650 escribe Las pasiones del alma. En esta obra, el filósofo francés parece partir del concepto aristotélico de pathos como correlativo (esta vez neutro) al actuar. Sin embargo, en realidad declara que quiere alejarse de todo lo que ha recibido de los antiguos, hasta el punto de escribir:

[…] la única esperanza que me queda para acercarme a la verdad es alejarme de los caminos que ellos siguieron. En consecuencia, me veré obligado a escribir como si se tratase de un tema que nunca nadie, antes que yo, hubiese tocado.

Descartes vuelve a partir de nuevo de la distinción entre res cogitans y res extensa y considera que el error principal de los antiguos fue confundir los fenómenos relativos a la máquina corporal con los relativos al pensamiento, que pueden ser tanto activos como pasivos. En este segundo caso se habla, exactamente, de pasiones del alma. Descartes escribe:

Tras haber considerado todas las funciones que corresponden únicamente al cuerpo, es fácil comprender que no queda nada en nosotros que debamos atribuir a nuestra alma, excepto nuestros pensamientos, los cuales son principalmente de dos tipos: unos constituyen las acciones del alma y los otros son sus pasiones. Llamo acciones del alma a todos nuestros actos voluntarios, porque con ellos experimentamos que vienen directamente del alma y que solo de esta parecen depender. En cambio, se pueden, por lo general, llamar pasiones del alma las percepciones o entendimientos de todo tipo que se encuentran en nosotros, por el hecho de que con frecuencia no es nuestra alma la que los hace como son, si bien los recibe de las cosas que representan.