Como una araña en el centro de su telaraña

La antropología monista y materialista

Cuando se compara con la pregunta fundamental de la antropología, ¿qué es el hombre?, Diderot tiene que enfrentarse de nuevo con los esquemas de pensamiento que habían influido toda la historia de la filosofía hasta el siglo XVII, así como hacer frente a las preguntas que continúan abiertas por la reflexión cartesiana. Sin embargo, de su parte tiene las investigaciones médico-científicas del siglo XVIII que tenían por objeto al hombre, en especial la anatomía y la fisiología desarrolladas por la antigua tradición de la escuela médica de Montpellier (fundada en la Edad Media, probablemente en el siglo XII, basada en el modelo de la escuela médica de Salerno). Sobre esta base, el filósofo se encamina hacia un estudio objetivo y experimental del ser humano en clave moderna, que tendrá mucho que enseñar a las sucesivas disciplinas psicosomáticas, pedagógicas, sociológicas y antropológicas. Sin romper completamente con el pasado, pero introduciendo un método nuevo que mantiene unidas filosofía y ciencia, Diderot se mueve al amparo de las reflexiones de Buffon y Condillac, sin llegar a estructurar una antropología acabada, sino aportando indicaciones útiles y originales.

Antes y al mismo tiempo que él, el conde Georges-Louis Leclerc Buffon había compuesto la monumental Histoire naturelle générale et particulière (40 volúmenes más los suplementos; 1749-1789), una suerte de enciclopedia en la que este «cartesiano heterodoxo», como lo ha definido Paolo Quintili, abordaba algunas cuestiones relativas a la antropología, obteniendo resultados ambiguos.

Por un lado, no cuestiona abiertamente la distinción entre sustancia extendida (cuerpo) y sustancia pensante (alma) —por miedo a la censura—, pero, por el otro, se aproxima en algunos puntos a una visión más materialista que pondría en duda la existencia del alma humana. Esta ambigüedad será destacada por Diderot, quien, no obstante, se apoyará en los postulados más claramente materialistas de Buffon.

Partiendo de una imagen dinámica y temporal de la naturaleza, Diderot llega a plantear la unidad de la misma naturaleza, desde los minerales al hombre. La que en el pasado era vista como una cadena vertical de los seres vivos (animales, hombre, Dios) se convierte para él en una evolución horizontal que se mueve en la dirección de una complejidad cada vez mayor de fenómenos orgánicos en los que, claramente, no queda espacio para el principio divino. La naturaleza asume así el aspecto de un conjunto unitario, pero en continua transformación, un todo único y en evolución. Para acreditar esta postura filosófica, especialmente en cuanto al hombre, el pensador utilizará sin cortapisas los hallazgos científicos de sus contemporáneos, comparando también los estudios sobre el hombre y sobre los animales.

¿Qué es el hombre?

Desde una visión aún muy cartesiana, la entrada de la Enciclopedia dice lo siguiente:

Hombre, s.m. es un ser consciente, reflexivo, pensante, que camina libremente sobre la superficie de la tierra, que parece estar a la cabeza de todos los demás animales sobre los que ejerce su dominio, que vive en sociedad, que ha inventado las ciencias y las artes, que tiene bondad y una maldad que le pertenecen, que se impone amos, que se da leyes, etc. Se le puede considerar bajo diferentes aspectos, entre los cuales los principales darán forma a los siguientes. Está compuesto de dos sustancias, una que se llama alma (Ver la entrada Alma), la otra conocida con el nombre de cuerpo. El cuerpo o la parte material del hombre ha sido muy estudiada. Se le ha dado el nombre de Anatomistas a los que se encargan de estos estudios importantes y difíciles (Ver la entrada Anatomía) […]). Se podrían haber multiplicado hasta el infinito los diferentes puntos de vista conforme a los cuales se podría haber tenido en cuenta el hombre. Enlaza con su curiosidad, con sus trabajos y sus necesidades y todas las partes de la naturaleza. No existe nada con lo que no se le pueda relacionar, y eso lo podemos comprobar al recorrer las diferentes entradas de esta Obra donde se verá o se conocerá a los seres que lo rodean, o trabajar para servirse de estos.

De su reflexión se suprimen por completo las ideas de un Dios creador y de un alma espiritual, llegando al más amplio materialismo ateo. Se saldan también las cuentas con la vexata quaestio heredada de Descartes: ¿Cómo es posible hacer interactuar el aspecto material con el racional del ser humano?

Diderot establece la solución en la sensibilidad, entendida como la energía que invade la materia en todas sus formas. Tal sensibilidad, que puede ser sorda o viva, permite interpretar la transformación natural a la luz de las fuerzas intrínsecas a la materia, sin tener que referirse ya a un principio transcendente de naturaleza divina. En consecuencia, esto hace que la idea diderotiana sea totalmente materialista y monista, es decir, unitaria desde el punto de vista de la sustancia. No hay espacio para una segunda sustancia de tipo espiritual, como todavía deseaba Descartes, porque incluso la racionalidad humana es fruto de la materia corpórea.