Capítulo 10 - La vuelta al trabajo
Se pueden hacer muchas cosas cuando llega el momento de volver a trabajar. Y no se puede decir de forma absoluta que unas sean mejores que otras, porque hay muchos factores a tener en cuenta. Todos queremos lo mejor para el bebé, claro; pero también lo mejor para la madre, para toda la familia, para la economía doméstica... Nadie puede decidir por usted, porque nadie conoce sus circunstancias.
Por eso es útil asistir a un grupo de apoyo a la lactancia (pág. 75), y también hablar con otras madres fuera del grupo. Pregúnteles qué hicieron, qué resultado les dio, qué harían ahora si pudieran volver atrás. Medite, háblelo con su esposo, y torne una decisión.
Cuestiones prácticas
El permiso de maternidad
De momento, en España, es de sólo dieciséis semanas. Que se amplían a dieciocho en caso de gemelos y a veinte en caso de trillizos (tampoco les hubiera costado tanto poner dieciséis semanas por niño y ya está, que ni hay tantos gemelos ni la gente los tiene a propósito para no trabajar).
Si ha estado de baja durante el embarazo por motivos médicos, sigue teniendo dieciséis semanas después del parto.
La ley permite que hasta diez de las dieciséis semanas de permiso las emplee el padre en vez de la madre. Salvo en circunstancias excepcionales, no creo que eso pueda favorecer la lactancia ni ser lo mejor para el bebé.
La hora de lactancia
Hasta los nueve meses tiene derecho a una hora diaria de reducción, con sueldo completo. Puede ser un periodo de una hora, o dos periodos de media hora.
Aunque se le llama de lactancia, no es necesario estar dando el pecho; la madre que da el biberón tiene el mismo derecho. También puede optar por entrar a trabajar más tarde o por salir más pronto, pero en ese caso, por motivos que nadie me ha podido explicar, ya no es una hora, sino sólo media. Como una hora de ausencia en medio de la jornada suele ser más molesta para el empresario que entrar más tarde o salir más pronto, si a usted también le conviene más esto último es probable que pueda negociar: «Si me concede la hora entera, me voy una hora antes. Si no, cogeré la hora de lactancia de once a doce, cuando hay más trabajo, para fastidiar» (eso es lo que usted estará pensando, y lo que su empresario pensará que está usted pensando. Por supuesto, conviene expresarlo de forma más diplomática).
Tiene derecho a elegir el momento más oportuno para su hora de lactancia; una maestra a la que quisieron obligar a aprovechar los recreos acudió a los tribunales y ganó. En otra sentencia, una doctora obtuvo el reconocimiento de que la hora de lactancia corresponde a una jornada de ocho horas, y en una guardia de veinticuatro horas se tiene derecho a tres horas de lactancia.
La hora de lactancia, a veces unida a la pausa para el bocadillo, se puede aprovechar de varias maneras. Si trabaja cerca, puede ir a casa a dar el pecho. Si trabaja lejos, puede buscar una guardería que esté cerca de su empleo, y no cerca de su casa; así podrá dar el pecho en el autobús al ir y al volver, y pasará menos tiempo separada de su hijo. También puede quedar con la abuela u otra persona que cuide a su hijo para encontrarse a cierta hora en un parque o una cafetería junto a su trabajo; así puede aprovechar para descansar y charlar con su madre mientras da el pecho... o bien su madre puede aprovechar para hacer sus compras mientras usted da el pecho. Otras madres usan la hora de lactancia para sacarse leche.
También es posible acumular las horas de lactancia, cambiándolas por cuatro semanas más de permiso de maternidad.
Reducción de jornada
Hasta que el niño cumpla los seis años, tanto el padre como la madre (o ambos a la vez) pueden pedir una reducción de entre un tercio y un medio de la jornada laboral (con la correspondiente reducción del salario). Usted tiene derecho a decidir cómo organiza la jornada; algunas madres prefieren trabajar dos o tres horas menos cada día, otras prefieren faltar un día de la semana (por ejemplo, el día que nadie más puede quedarse con el niño).
Recuerde que no es un favor que le hacen, sino un derecho, y que lo está pagando muy caro, perdiendo una parte de su sueldo. Se supone que, con lo que le deja de pagar a usted, el empresario puede pagar a un sustituto que trabaje esas horas. Por tanto, no los está dejando colgados, y no tiene que esforzarse para acabar en seis horas el trabajo de ocho. La reducción nene que afectar también al tiempo de trabajo efectivo, no pueden suprimirle sólo las horas de formación, reuniones de coordinación o tiempos de descanso.
Excedencia sin sueldo
El padre o la madre o ambos pueden solicitar un permiso sin sueldo de duración variable, hasta la edad de tres años. Durante el primer año le tienen que reservar su puesto y turno de trabajo; a partir de ahí, dependerá de la benevolencia de sus jefes, que si desean fastidiarla sin duda encontrarán la manera.
No hay necesidad de fijar con antelación la duración del permiso. Simplemente, cuando quiera volver al trabajo tiene que avisar con dos semanas de antelación.
Desde luego, eso de no cobrar es un gran inconveniente. A veces insalvable.
Pero no lo vea corno un dinero perdido, sino como un dinero gastado. Mucha gente se gasta un mes de sueldo en irse de vacaciones, o quince meses de sueldo en comprarse un coche, o 200 meses de sueldo en comprarse un piso. ¿Qué tal gastarse dos, diez, o veinte meses de sueldo en cuidar a su hijo? Al fin y al cabo, es una o dos veces en la vida, muy pocos españoles tienen ya el tercer hijo.
Un análisis económico completo también ha de tener en cuenta otros factores.
Además de tiempo para estar con su hijo, está comprando también otras cosas.
Tiempo para usted misma, para la familia, para los amigos; tiempo para leer, para pasear, para pensar, para vivir... («Poco voy a leer con un niño pequeño», estará pensando. Pues es verdad, poco. Pero menos todavía iba a leer trabajando ocho horas, y luego cuidando a su hijo en los ratos libres.) Compra la tranquilidad de ver a su hijo, frente a las preocupaciones de tenerlo lejos (»¿Qué estará haciendo ahora? ¿Llorará mucho? ¿Habrá vuelto a vomitar? Tenía que haberle puesto el termómetro esta mañana...»). Compra, en muchos casos, la salud mental (o, como se decía antes, la paz de espíritu) de perder de vista el trabajo, los jefes, los compañeros, las envidias, los objetivos evaluables, las horas extras, las malas caras cada vez que falta un día porque su hijo está malito... Y junto a los ingresos disminuyen los gastos: guardería, canguro, transportes, comidas (la diferencia entre comer cada día de restaurante o cocinar en casa)...
Sería magnífico que todos los niños (tanto si toman el pecho como si toman el biberón) pudieran estar con sus padres hasta más o menos los tres años. Es la edad (por supuesto, variable) a la que los niños suelen dejar de llorar cuando se separan de sus padres, y empiezan a ir contentos a la escuela. Y, antes de que se enfaden las feministas, obsérvese que no he dicho con su madre, sino con sus padres. No estoy sugiriendo que la madre deje de trabajar durante tres años. También el padre tiene derecho a librarse de la tiranía del trabajo y a disfrutar de sus hijos. A partir del año o año y medio (incluso antes, con un poco de suerte), los niños se quedan bastante a gusto con su padre. La lactancia materna deja de ser un problema cuando el bebé empieza a comer otras cosas. Muchas familias se turnan, la madre coge un año de permiso sin sueldo, y luego el padre coge otro año (o más, o menos, según las posibilidades económicas). No es lo mismo un año cada uno que dos meses cada uno. Durante los primeros nueve o doce meses, los bebés necesitan muchísimo a su madre.
Luego, hasta los tres años o así, necesitan muchísimo a cualquiera de los dos, madre o padre. Y luego, entre los tres y los treinta años, siguen necesitando a cualquiera de los dos, pero ya no muchísimo, sino sólo mucho.
Si su economía no le permite tres años, ni uno, ni medio, sin cobrar, piense si al menos puede permitirse uno o dos meses. Los cuatro meses de baja maternal se quedan realmente un poco cortos, porque se supone que el bebé no toma papillas hasta los seis meses. Con un niño que toma papillas, todo es más sencillo; ya no hace falta sacarse leche, dejarla en la nevera, volverla a calentar... cuando la madre no esté, puede comer arroz, plátano, pollo...
Llevar al niño al Trabajo
En España tenemos una ley pomposamente titulada «de conciliación de la vida familiar y laboral». Pero por más que me la leo del derecho y del revés, no veo la conciliación por ninguna parte. Básicamente te dan a elegir: o vida familiar o vida laboral. Si optas por la vida familiar, puedes cogerte un permiso sin sueldo; si optas por la vida laboral, puedes llevar al niño a una guardería.
Conciliar entiendo yo que sería poder hacer las dos cosas a la vez. Como se ha hecho a lo largo de toda la historia de la humanidad. Porque nos engañaríamos pensando que el trabajo de la mujer es un fenómeno nuevo; las mujeres han trabajado desde siempre.
9 Sí -dirá alguno-, se ocupaban de las tareas domésticas, pero no trabajaban fuera de casa, con un trabajo remunerado.» Bueno, es que trabajar fuera de casa con un trabajo remunerado sí que es un fenómeno relativamente nuevo. Con la revolución industrial, el marido iba a trabajar a la fábrica o a la oficina, y la mujer se quedaba en casa limpiando y cocinando. Pero antes, durante siglos, los campesinos y los artesanos han trabajado en su casa o al lado de su casa, y la diferencia entre las tareas masculinas y femeninas estaba bastante difuminada. Ni la madre ni el padre se separaban de sus hijos para ir a trabajar. Hace apenas dos siglos que los padres fueron mayoritariamente arrebatados de los hogares; hace apenas medio siglo que nuestro sistema de producción abdujo también a la madre para dejar al niño en una guardería.
Todavía hoy, en gran parte del mundo, una madre puede labrar un campo, caminar kilómetros con una carga de agua o de leña, vender (o comprar) en un mercado, tejer o cocinar, con su hijo a la espalda. Por supuesto, una mujer cava más despacio cuando lleva a su hijo a cuestas, y tiene que hacer frecuentes pausas para atenderle. Su productividad disminuye. Pero eso no es un problema en muchas sociedades, porque tienen bien clara la lista de prioridades: al niño se le atiende al 100%, y de trabajo se hace lo que se puede. En cambio, el lema de nuestra sociedad parece ser: en el trabajo se rinde al 100%, y al niño se le atiende como se puede.
Podemos volver a cambiar. Es más, estoy bastante seguro de que cambiaremos.
Nuestra actual organización económica es demasiado estresante, choca demasiado con nuestras necesidades biológicas. Por supuesto, hay muchos puestos de trabajo en los que sería peligroso o inviable llevar a un bebé. Pero en muchos otros los niños están prohibidos por la costumbre, no por ningún motivo racional. Algún día la recepcionista del hotel, la funcionaria de hacienda, la taquillera del cine o la agente de viajes nos atenderán con un bebé en brazos.
Decirle a una madre: «Aquí puede entrar, pero sin su bebé» será tan absurdo como decirle a una embarazada: «Aquí puede entrar, pero sin su útero». Algún día nuestros nietos se asombrarán de ver en las películas antiguas que la gente iba a muchos sitios sin sus hijos. Y sólo será el primer paso, porque algún día también a los padres nos será concedido el conciliar, de verdad, nuestro trabajo y nuestra vida. Algún día los niños corretearán por las oficinas y por los comercios, como antaño correteaban por los campos y por los talleres de los artesanos.
¿Quién cuidará a mi hijo?
Tanto si es la jornada entera como reducida, tanto si es a los cuatro meses como a los veinte, alguien tendrá que cuidar de su hijo cuando se separe de él. Es una decisión muy importante. Mucho más importante, por ejemplo, que la elección de escuela para un niño mayor.
En primer lugar, las necesidades afectivas de los bebés y niños pequeños son mucho mayores. No basta con una persona que cuide o vigile al niño; el bebé tiene que establecer un fuerte vínculo afectivo con su cuidador. En segundo lugar, la confianza que deposita en ese cuidador es mucho mayor, porque sus posibilidades de supervisarlo o controlarlo son mucho menores. Un niño de seis años puede contarle que le han pegado; uno de dos años no puede.
Creo que todos los padres estaríamos de acuerdo en que nuestros hijos son nuestro mayor tesoro. Actúe en consecuencia. ¿Le dejaría a esa persona las llaves de su coche, o de su piso? ¿Le entregaría su tarjeta de crédito y le diría su número secreto? Si no es así, ¿cómo se atreve a confiarle a su hijo?
Lo ideal, por supuesto, es que el padre se ocupe del niño mientras la madre está ausente. Si el padre se involucra decididamente en el cuidado de su hijo desde el principio (si le dedica tiempo y atención), la relación puede ser tan fuerte que el bebé lo aceptará como sustituto de la madre a todos los efectos.
Es decir, que no va a llorar ni a angustiarse por la ausencia temporal de su madre. Algunos matrimonios consiguen, trabajando con distintos horarios y tal vez con alguna reducción de jornada, turnarse en el cuidado de sus hijos.
Otros familiares (generalmente las abuelas) constituyen la siguiente mejor opción. Son personas de su plena confianza, a las que el bebé probablemente ya conoce, con experiencia probada en la materia (usted es la prueba de que la abuela no lo hizo tan mal...). Además, son familiares para toda la vida; el vínculo afectivo que su hijo establece con ellas se mantendrá para siempre, no van a desaparecer de su vida como el personal de una guardería.
Algunas madres dudan en recurrir a las abuelas por temor a estar abusando.
Desde luego, los abusos existen. Algunas abuelas están auténticamente explotadas. ¿Desea ella atender a su hijo; no tendrá que renunciar por ello a otras aficiones, o descuidar otras obligaciones? ¿Su edad y su estado de salud le permiten realmente hacerse cargo? En un extremo hay abuelas explotadas; en el otro, abuelas deseosas de cuidar a un nieto, que disfrutarían haciéndolo, que se sentirían más alegres, más útiles, más vivas... y niños que acaban en la guardería por un exceso de escrúpulos, por no aparecer aprovechados, por no quedar mal en relación con otros hermanos. Tal vez se sentiría mejor si el dinero que hubiera gastado en guardería se lo paga a la abuela; así no se está aprovechando, y al mismo tiempo la ayuda económicamente sin ofenderla (algunas pensiones son tan escasas...). Claro que en otras familias la ofensa sería ofrecer o aceptar dinero; estas cosas del orgullo son muy variables.
Otro presunto inconveniente de las abuelas es el mito de que malcrían a los niños y se lo consienten todo. No haga ningún caso. Ninguna abuela (ninguna madre, ningún padre) puede consentirlo todo. Claro que no permitirán que su nieto prenda fuego a la casa, se tire por la ventana o juegue con un cuchillo.
Tampoco permitirán que rompa jarrones, pinte las parceles o destroce los libros. ¿A qué se refieren entonces los que hablan de consentir y malcriar? ¿A que la abuela va a prestar demasiada atención a su nieto, contarle demasiados cuentos, cantarle demasiadas canciones, jugar con él, sonreírle, hacerle cosquillas...? Pues eso es precisamente lo que su hijo necesita. Es imposible darle a un bebé demasiada atención, porque necesitan atención continua.
«Pero si se acostumbra a que estén por él todo el rato, luego nosotros no vamos a poder prestarle tanta atención, y lo va a pasar mal», dicen algunos padres. Un argumento doblemente erróneo. Primero, ¿cómo que no podrá prestarle atención? Si el problema es que ambos padres trabajan (por eso lo dejan con la abuela), seguro que estarán deseando jugar con su hijo cuando lleguen a casa.
Segundo, si de verdad no pudieran prestarle atención por las tardes, pues menos mal que la abuela sí que pudo hacerlo por la mañana, porque lo único que le faltaría al pobre niño es que nadie le preste atención en todo el día.
Aunque las abuelas son las niñeras más habituales, cada vez hay más abuelos que no se asustan ante un pañal. Y piense también en otros familiares: una hermana o un primo en paro, una cuñada que está cuidando a su propio hijo...
A veces, dos o tres amigas se ponen de acuerdo: una se toma un permiso sin sueldo y cuida a los bebés de todas, mientras las otras trabajan y comparten las ganancias.
En otras ocasiones hay que recurrir a una persona extraña a la familia. Puede ser una guardería, o una niñera que venga a casa a estar con el niño, o puede llevar al niño a casa de la niñera. Las guarderías tienen la ventaja de que hay un cierto control oficial, y normalmente son más baratas que una niñera.
Pero el precio favorable se debe a que hay demasiados niños por cuidadora.
La Academia Americana de Pediatría propone, entre otros, los siguientes criterios de calidad para las guarderías:
Menores de doce meses: tres niños por cuidadora. Trece a treinta meses: cuatro niños por cuidadora.
'Treinta y uno a treinta y cinco meses: cinco niños por cuidadora. Cuatro o cinco años: ocho niños por cuidadora.
En España, la ley permite ocho bebés menores de un año por cuidadora. ¿Cómo cree que una sola persona puede cuidar a ocho bebés? ¡Si a usted ya le cuesta cuidar a uno! Sólo en cambiarles el pañal y darles de comer se pasa el tiempo, cuando acabas con el último ya le vuelve a tocar al primero. Y lo más gracioso es que mucha gente insiste en que lleves al niño a la guardería porque allí lo estimulan o así espabila. ¡Suerte tendrá si lo sacan de vez en cuando de la cuna!
Otro de los criterios de calidad que recomienda la AAP es que los padres puedan observar por sí mismos el cuidado que se presta a sus hijos. En este sentido, una de las cosas que siempre me ha sorprendido de las guarderías es su secretismo. En muy pocas permiten entrar a los padres, ni siquiera al dejarlo o al recogerlo. Una amable señorita entra y saca al niño, y los padres se quedan en la calle. ¡Por favor, que los padres siguen siendo ustedes, que nene menos de tres años, que no lo han enviado al servicio militar! Lo normal sería que los padres pudieran entrar en cualquier momento de la mañana, sin previo aviso, y estar en el aula con su hijo el tiempo que quisieran. Este elemental derecho se niega con argumentos absurdos: que el niño se pone nervioso, que interfiere con el trabajo de la clase... Pues en los hospitales sí que dejan a los padres entrar y salir cuando quieran, y eso que allí se hace un trabajo bastante más delicado y el niño tiene más motivos para ponerse nervioso. Incluso en la UVI puede entrar la madre, aunque con algunas limitaciones; pero la guardería le está vedada. Y que no vengan con visiones apocalípticas de ocho padres y ocho madres y dieciséis abuelas compartiendo toda la santa mañana el limitado espacio con los ocho niños; cuando llevas a tu hijo a la guardería es precisamente porque no puedes estar con él todo el rato; ¿qué hay de malo en que un día que tengas tiempo pases unos minutos a visitarlo? Ante una guardería que no deja entrar a los padres siempre me pregunto: ¿qué será lo que no quieren que veamos?
¿Cómo elegir entre varias guarderías? Es importante saber cuántos niños hay por cuidadora, y es más importante aún saber cómo atenderán a su hijo, y eso en último término depende del carácter de una persona concreta. Visite las instalaciones, ¿tienen los niños de uno a tres años espacio para moverse y juguetes divertidos, o pretenden tenerlos sentados trabajando con actividades educativas? Los niños de esa edad no necesitan aprender formas ni colores; lo que necesitan es atención y cariño. ¿Le parecen amables y cariñosas las señoritas? ¿Puede ir en hora de clase y ver a los niños y a su cuidadora en acción, aunque sea desde lejos y a través de un cristal? En muchas guarderías llevan a los niños cada día al parque, puede aprovechar para ver cómo los tratan.
Una niñera se ocupa sólo de su hijo (o tal vez de dos o tres, si deja a su hijo en casa de la niñera), pero resulta más cara. Algunos ayuntamientos, como el de San Feliú de Guixols (Gerona), promueven este servicio, formando y supervisando a mujeres que aceptan niños en su casa (
www.memcat.org/quefem/formacio/simposis/03/St.Feliu%20Guixols.doc). En muchos otros casos, la selección y supervisión les corresponde exclusivamente a los padres, y ésta es una tarea delicada. No dude en hacerse pesada, en pedir informes y referencias, en hablar con las madres de otros niños a los que haya cuidado. En una guardería pueden recomendarle a alguna estudiante de puericultura que haya hecho allí sus prácticas.
Es importante que la niñera de su hijo asuma un compromiso a medio plazo, al menos por un año, idealmente hasta que su hijo entre en la escuela. Por supuesto, pueden surgir imprevistos, y en todo caso no le puede obligar a quedarse. Pero compruebe que al menos tiene la intención de atender a su hijo durante un tiempo. A un bebé no le conviene pasar de mano en mano cada pocos meses. Una persona que sólo quiere algo para tres meses, mientras busca un trabajo mejor, debería cuidar niños mayores, no bebés.
American Academy of Pediatrics Committee on Early Childhood, Adoption, and Dependent Care. Quality early education and child care from birth to kindergarten. Pediatrics 2005;1 15:187-191
http://aappolicy.aappu blications.org/cgi/reprint/pediatrics;115/ 1/ 187.pdf
Conocimiento mutuo
Es importante que su hijo conozca con antelación a la persona que lo va a cuidar. Si es la abuela u otra familiar, normalmente ya la conoce. Pero no siempre, y recuerde que no existe la llamada de la sangre. Si sólo la ha visto de uvas a peras, la abuela es tan desconocida para su hijo como cualquier otra persona.
Intente conseguir un periodo de transición antes de empezar a trabajar. Si va a contratar a una niñera, contrátela un par de semanas antes. Si va a llevarlo a la guardería, empiece un par de semanas antes. Pero, ojo, no se trata de dejarlo media hora con la niñera o en la guardería e irse, y al día siguiente una hora, e ir aumentando. Eso no es más que un cambio gradual, que puede ser un poco menos malo que un cambio brusco, pero sigue estando muy lejos de lo ideal. Y para hacerlo gradual ha tenido que adelantar la separación en dos semanas, así que no ha ganado nada.
Se trata de estar los tres juntos, madre, bebé y cuidadora, durante cierto tiempo. Se trata de que usted pueda pasar unas horas cada día en la guardería con su hijo, o de que la niñera venga unas horas cada día a casa o la acompañe al parque con su hijo. Ya hay guarderías que permiten entrar a la madre durante este periodo, y es de esperar que pronto todas se den cuenta de que no sólo pueden permitirlo, sino que les conviene hacerlo.
Cuando el bebé ve a su cuidadora junto a su madre, en cierto modo la clasifica como amiga de mamá y le transmite parte de su confianza. Además, como está contento y feliz (porque está con su madre), está más dispuesto a conocer gente nueva y ambientes nuevos, y la experiencia le resulta agradable. En cambio, el niño al que dejan solo por vez primera en la guardería se pone a llorar, y es llorando y angustiado como conoce personas y lugares. Les coge manía. Acaba acostumbrándose, claro, pero le cuesta mucho. En su recuerdo, el comienzo del tole se asocia para siempre al llanto y al sufrimiento.
Al comenzar el colegio, con tres años, suelen ser precisamente los niños que nunca han ido a la guardería los que menos lloran. A esa edad, los niños normalmente están preparados para separarse de sus madres durante varias horas. No están sufriendo en ese momento; pero muchos de los que fueron a la guardería tienen el recuerdo de cómo sufrieron en otro primer día del año anterior.
Este periodo de transición también le sirve para comprobar si ha acertado en la elección de la niñera. Si observa algo que no le gusta nada, aún está a tiempo de cambiar.
¿Qué comerá cuando yo no esté?
Las posibilidades son muy variadas. Podrían darle, por ejemplo, biberones de leche artificial. Ojo, no los menciono en primer lugar porque los considere la mejor opción, sino sólo para que vea que esa posibilidad existe. Porque he visto a muchas madres destetar antes de volver al trabajo (a veces, destetar un mes antes de volver al trabajo), porque: «Cuando trabaje, no le podré dar el pecho». Incluso he conocido a alguna madre que no ha dado el pecho nada, ni un día, porque corno iba a trabajar, total, por cuatro meses...
Pues bien, no podrá dar el pecho durante la jornada laboral (hasta que le permitan llevarse al niño al trabajo); pero sí que podrá dar el pecho el resto del día, y por la noche, y los fines de semana. Si de todas maneras piensa darle leche artificial, ¿por qué no darle también el pecho por las tardes? Le evitará un disgusto a su hijo (a los niños no les gusta que mamá se vaya, y tampoco les gusta que les desteten. Destetarles e irse a trabajar es un pato después de otro). La leche materna le hará más resistente (no resistente del todo, que eso es imposible, pero un poco más resistente) a los muchos virus que le acechan en la guardería. Usted se sentirá mejor, después de pasar toda la mañana lejos de su hijo, si al volver a casa puede darle el pecho.
Puede sacarse leche. Corno es un poco largo de explicar, lo dejaremos para el siguiente apartado.
Pueden darle otras cosas que no sean leche. Recuerde que la comida alimenta lo mismo a cualquier hora. Lo digo porque existe una costumbre tan arraigada de dar a los bebés fruta por la tarde y verdura por la noche que muchas madres se sacan leche y la dejan en la nevera para que la abuela se la dé a su hijo, y luego cuando vuelven a casa le dan ellas la fruta. Con lo fácil que sería que la abuela le dé fruta, pollo, lentejas, albóndigas y lo que haga falta, y la madre cuando esté en casa le dé teta y más teta. Por eso le decía antes que unos meses de permiso sin sueldo son de mucha utilidad; porque a partir de los seis meses el bebé ya puede comer otras cosas, y todo es mucho más fácil.
Si vuelve a trabajar entre los cuatro y los seis meses, y no quiere, o no puede, o no le resulta práctico sacarse leche, es mejor adelantar un poco las papillas que darle leche artificial. Porque la leche (y sus derivados, incluyendo cereales con leche y yogures) es la primera causa de alergia alimentaria en niños pequeños. Es menos peligroso darle arroz hervido o plátano machacado (he puesto estos dos ejemplos porque son alimentos con bastantes calorías; si se trata de que el niño pase unas cuantas horas sin pecho, no va a ser a base de verduras hervidas o de manzana, que son casi todo agua). Hasta los seis meses, los domingos y festivos dele sólo pecho.
Papillas, sólo las imprescindibles.
Y ahora viene lo más divertido. Después de tanto estrujarse el cerebro para ver si el niño comerá esto o aquello o lo de más allá, tengo que informarla de que lo más probable es que el niño no coma nada.
Los bebés mayorcitos, que ya estaban comiendo una cantidad apreciable de papillas, probablemente seguirán comiendo cuando su madre se vaya a trabajar.
Pero los de cuatro o seis meses (y muchos de ocho y diez), que (casi) sólo toman pecho, es muy probable que se nieguen a comer. No quieren biberón, ni con leche materna ni (menos aún) con leche artificial. No vieren la leche en vaso ni con cuentagotas. No quieren plátano ni arroz hervido. No quieren nada de nada. Si tiene reducción de jornada y sólo está ausente cinco o seis horas, lo más probable es que su hijo no coma en ese tiempo. Pero incluso cuando la madre trabaja ocho horas (que son nueve con las idas y venidas), muchos niños no quieren comer. Simplemente se pasan la mañana sin comer, y gran parte del tiempo durmiendo, y luego recuperan mamando como fieras por la tarde y por la noche. Por eso, muchas madres que trabajan deciden meterse al niño en su cama; es la única manera de seguir durmiendo mientras el bebé mama todo lo que quiere.
Conviene que deje a su hijo con el depósito lleno antes de salir. Ponga el despertador con tiempo suficiente para darle una toma en la cama; y tras asearse, vestirse y desayunar, vuelva a darle de mamar justo antes de salir.
O, si lo lleva a la guardería, intente encontrar una cerca del trabajo, y dele el pecho en el autobús.
Otros niños, desde luego, sí que comen cuando su madre trabaja. Comen papillas, beben leche, toman biberones, lo que sea. Lo malo es que no podemos saber con antelación qué niño querrá comer y cuál no. Por tanto, siempre hay que tener algo previsto, y la persona que cuida al niño ha de tener instrucciones claras: cómo calentar la leche, cómo aplastar el plátano... Pero también hay que advertirle que a lo mejor el bebé no quiere comer, o sólo toma dos cucharadas, y que no se preocupe, no se espante y no intente obligarlo.
Acostumbrarse a la comida
Es muy útil acostumbrarlo a la persona que le va a cuidar, pero acostumbrarlo al biberón, o a la cuchara, días antes de volver al trabajo, es perder el tiempo.
Si ese biberón contiene leche artificial, o si adelanta la papilla más a de lo que ya la estaba adelantando, la nutrición de su hijo empeora. I estar todavía con lactancia materna exclusiva.
Pero incluso cuando el biberón es de leche materna, o cuando intenta darle leche materna con un vaso, el esfuerzo es inútil y perjudicial (por la gran angustia que causa a todo el mundo).
Cuando a un niño le dan un biberón por primera vez, pueden pasar dos cosas: que se lo tome o que lo rechace. (Por cierto, es más fácil que se lo torne cuando usted no está en casa que cuando sí que está.) Si un mes o quince días antes de volver al trabajo le da un biberón a su hijo, y se lo roma encantado, ¿qué ha ganado? Igualmente se lo habría tomado quince días más tarde. Lo único que ha conseguido es sustituir una toma de pecho, que es algo hermoso y relajante, por sacarse leche y meterla en un biberón, que es mucho más engorroso.
Si, por el contrario, le da el primer biberón y lo rechaza, lo escupe y se enfada, ¿qué puede hacer? ¿Taparle la nariz para que abra la boca y enchufárselo a la fuerza? Sólo conseguirá que las dos últimas semanas de estar en casa sean un infierno para ambos, en vez de aprovecharlas para disfrutar juntos. Y que le coja verdadera manía al biberón. ¿Irse de casa durante ocho horas para que el niño vea que no hay teta y acepte el biberón de manos de la abuela? Pues en ese caso, ¿de qué sirve tener dieciséis semanas de permiso, si a las catorce o a las doce semanas se va a ir de casa y va a dejarlo con la abuela? Para estar ocho horas en la calle, perdiendo el tiempo, más vale que se vaya a trabajar, que al menos hace algo útil.
Pase de acostumbrar a su hijo. El día que empiece a trabajar ya veremos lo que ocurre. Si su hijo duerme tranquilo, que lo dejen en paz. Si se despierta y está contento, que jueguen con él. Si se despierta y parece que tiene hambre, que prueben a darle lo que haya previsto, el vaso, el biberón o la cuchara. Si come, bien, y si no come, también; señal de que no tiene mucha hambre y prefiere esperar a que mamá vuelva.
Sacarse leche
Sacarse leche es un arte. ¿Piensa que sería usted capaz de ordeñar una vaca?
Pues ordeñar a una mujer (aunque sea una misma) no tiene por qué ser más fácil. Es algo que se puede hacer rápida y cómodamente cuando se sabe, pero que cuesta un poco aprender. Conviene que empiece a practicar al menos par de semanas antes del día D.
Puede sacarse la leche a mano o con un sacaleches. Hacerlo a mano tic-es ventajas: no tiene que comprar el sacaleches, ni lavarlo. Puede hacerlo en cualquier sitio. Las madres que conocen los dos métodos suelen decir que a mano es mas fácil y duele menos que con el sacaleches. El único inconveniente es que hay que aprender, y que en nuestra sociedad tecnificada parece que un aparato es más serio, y mucha gente se asoma con temor a esto de sacarse la leche a mano.
Cuando lea codo esto de sacarse leche, probablemente lo encontrará bastante complicado. Recuerde que todo será mucho más fácil si se toma un tiempo de permiso sin sueldo y vuelve a trabajar cuando su hijo ya sea un poco mayor y coma otras cosas.
Aquí estamos ha blando de madres que van a trabajar, y por tanto de bebés sanos de varios meses de edad, y que van a seguir haciendo directamente al pecho la mayor parte de las tomas. La situación es un poco distinta cuando se trata de un prematuro o de un bebé enfermo y hospitalizado; si ése es su caso, haga las cosas como le hayan explicado en su hospital.
La extracción de leche
Lávese las manos. No hace falta lavarse el pecho, a no ser que esté especialmente sucio por algún motivo.
Primero conviene hacer un masaje suave por todo el pecho, desde la base hacia el pezón. Algunas mujeres con el pecho grande se inclinan hacia adelante y los sacuden con la mano. Tocando el pezón (mejor por encima de la ropa, que el dedo, incluso lavado, tiene muchos más microbios que el pezón) se estimula el reflejo de eyección. Si no tiene a su hijo cerca, puede ser útil mirar una foto de su bebé o alguna prenda de ropa que se lo recuerde, eso contribuye a estimular el reflejo.
Para sacarse leche a mano, sitúe el pulgar y los otros dedos, formando una C, a un par de centímetros de la base del pezón (lo que en muchas mujeres quiere decir fuera de la areola, pero en otras no, porque tienen la areola enorme).
Apriete con los dedos primero hacia atrás (hacia las costillas) y luego juntándolos, comprimiendo el pecho entre el pulgar y el índice. No es conveniente deslizar los dedos sobre la piel (acabaría con la piel irritada).
Vaya cambiando los dedos de sitio, todo alrededor del pecho, y repita la maniobra mientras vaya saliendo leche. Cuando ya salga muy poca, cambie de pecho. A través de un grupo de madres o de su comadrona es probable que pueda conocer a otra madre que ya sepa sacarse leche y pueda hacerle una demostración.
Si prefiere usar sacaleches, hay varios tipos. Hay unos manuales, que son como una jeringa gigante con un émbolo que entra y sale, otros a pilas, otros eléctricos pequeños que se alquilan en muchas farmacias o en los grupos de madres. En los hospitales a veces tienen unos modelos eléctricos grandes, que no se usan en casa porque son carísimos. Y de cada tipo podrá encontrar varios fabricantes. Pregunte a otras madres cuáles han usado y si les han funcionado bien. Léase las instrucciones que vienen con el sacaleches; también es útil hablar con una madre que haya usado ese mismo modelo.
Hay un modelo de sacaleches que no recomendamos en absoluto: el que parece una trompeta o bocina de bicicleta, con una pera de goma que hay que apretar y soltar. Casi todas las madres coinciden en que hace mucho daño y sale poca leche.
Tanto a mano como con un sacaleches, lo normal es que el primer día no se saque nada. Sobre todo, que no cunda el pánico. A alguna madre he oído decir:
«No tengo leche, porque probé con el sacaleches y no salía nada», y a su lado el bebé rollizo como un pequeño buda, demostrando claramente que algo ha comido. Si no sale leche, no quiere decir que no tiene, sino que no sabe sacársela; por eso hay que empezar un par de semanas antes.
No se machaque el pecho. Es mejor hacerlo varias veces al día (cinco, ocho, las que pueda), y cada vez estar sólo cinco o diez minutos, que estarse una hora seguida (que es lo que probablemente ocurriría si el primer día dice: «Yo de aquí no me muevo hasta que me saque 100 mililitros»... y al final de la hora tampoco se los habría sacado). No, el primer día el único objetivo razonable es sacarse unas gotas, con suerte unos pocos mililitros; si por casualidad le sale mucha leche y con gran facilidad, magnífico, suerte que tiene. La facilidad con que una mujer se saca más o menos leche no tiene nada que ver ni con la cantidad de leche que tiene ni con la facilidad con la que saca la leche su hijo mamando (su hijo lo hace mil veces mejor que usted, no lo dude).
Los primeros días, las cuatro gotas que van a salir las puede tirar (o echárselas en el café). Cuando empiece a sacarse una cantidad respetable, 40 o 50 mililitros cada vez, puede irla congelando.
Normalmente se funciona con la leche de hoy para mañana. Esa leche se guarda en la nevera, sin congelar. La leche que no piense usar al día siguiente se guarda congelada para emergencias (por si un día no consigue sacarse suficiente, o su hijo se despierta con un hambre de lobo y se lo acaba todo).
Si tiene que echar mano de la reserva congelada, puede rehacerla con la que se saque el viernes y el sábado.
¿En qué momento sacarse? Cuando le sea más cómodo. Algunas madres se sacan la leche en el trabajo y la llevan a casa cada día. Para eso necesita tener un lugar limpio y agradable donde sacarse leche, tiempo para hacerlo (puede usar su hora de lactancia, repartida en dos medias horas), una nevera o nevera portátil en la que dejar la leche que se ha sacado (con garantías de higiene, que no sea una nevera que abren y cierran docenas de personas, o donde se guardan cosas que no le gustaría a usted ver mezcladas con la comida), y una nevera portátil para llevar la leche a casa, especialmente en tiempo cálido (normalmente bastará con una de esas bolsas para congelados, en las que meterá la leche junto a una bolsa de hielo).
Otras madres no pueden o no quieren sacarse la leche en el trabajo, o sólo se sacan un poco si los pechos se les hinchan demasiado, pero la tienen que tirar porque se la tienen que sacar en el lavabo, y la verdad... No se preocupe, también puede sacarse la leche cada día en casa. En principio, es indiferente que sea antes o después de mamar el niño, o entre toma y toma. Lo que a usted le resulte más eficaz y más cómodo. Si ya domina la técnica y se aclara con las manos, lo más fácil puede ser sacarse de un pecho mientras el niño mama del otro; así se aprovecha el reflejo de la oxitocina y la leche sale rápidamente. Luego cambia de lado; puede darle a su hijo el pecho del que se acaba de sacar (siempre queda algo, y precisamente es la leche con más calorías), y puede intentar sacarse leche del pecho que su hijo acaba de mamar (normalmente, también sale algo).
Si se saca leche justo después de mamar el bebé, seque primero la saliva del pecho.
Algunas mujeres se sacan de un tirón toda la leche que necesitan. Otras necesitan repetir la operación dos, tres o más veces a lo largo de la tarde.
Recuerde que sacarse leche funciona igual que dar el pecho: cuantas más veces lo haga, más leche saldrá. Si le salen digamos 50 mililitros con facilidad, pero para llegar a 100 tiene que apretar mucho y estar mucho rato, no vale la pena; es mejor sacarse ahora 50 y dentro de una o dos horas otros 50.
No es necesario hervir o esterilizar el sacaleches o los recipientes donde guarde la leche. Sólo hay que limpiarlos normalmente, igual que limpia los platos, vasos y cubiertos con que come su hijo y el resto de la familia. Si el sacaleches tiene tubos o recovecos que no pueda limpiar con el estropajo, es importante aclararlos con agua abundante inmediatamente después de su uso, para que no queden restos de leche seca.
Conservación de la leche
Se ha discutido mucho sobre si es mejor conservar la leche materna en recipientes de plástico o de cristal. Leerá que si las células se adhieren aquí y las inmunoglobulinas se adhieren allá. En realidad, no tiene ninguna importancia; aunque la leche materna pierda una parte de sus inmunoglobulinas, sigue siendo mucho mejor que la leche artificial, que nunca ha tenido ninguna. Use vidrio o plástico, lo que tenga a mano. Lo importante es que sean recipientes de fácil limpieza, con tapa, y que si son de plástico sean de uso alimentario (llevan grabado el símbolo de la copa y el tenedor). Conviene que el tamaño sea suficiente para una toma, unos 150 a 200 mililitros. Si son más pequeños, tampoco importa, puede juntar varios; pero si son demasiado grandes no los llenará y le ocuparán mucho espacio en la nevera. Póngales una etiqueta con la fecha de extracción.
La leche materna se puede guardar en la nevera, sin congelar, hasta cinco chas. De hecho, durante ese tiempo es mejor tenerla sin congelar, porque así las inmunoglobulinas y otros factores van atacando a los microbios, y éstos, en vez de aumentar, disminuyen. Pero normalmente sólo la guardará un día o dos. Lo habitual es sacarse cada día, de domingo a jueves, la leche para el día siguiente, y tener una pequeña reserva congelada por si algún día no se pudo sacar suficiente o el bebé tiene más hambre. Esa reserva se acumula durante el periodo de prácticas, antes de empezar a trabajar. Si consume la reserva congelada, puede reponerla con lo que se saque el viernes y el sábado.
Si se saca leche varias veces al día, puede juntarla en el mismo recipiente, añadiéndola a la que ya está en la nevera o a la que ya esta congelada. Pero sólo la del mismo día; empiece un frasco nuevo cada día. Si es para congelar, conviene hacerlo en frascos aún más pequeños, de menos de 100 mililitros, aunque tenga que llenar dos o más frascos el mismo día. Precisamente porque es para emergencias, se supone que no va a necesitar mucha cantidad de golpe. Si su hijo se toma 150, como siempre, y se queda con hambre, no va a tomar 150 más, sino sólo un poquito más. Y si tuviera que descongelar un recipiente grande, tendría que tirar (o tomarse usted) la leche que sobrase.
La duración de la leche congelada depende de la potencia de su congelador.
Como norma, dura más de lo que duraría un bistec de ternera en el mismo congelador. La carne está muerta, lleva varios días muerta, y la ha tocado mucha gente en el matadero, en el camión, en el almacén, en la tienda... para cuando la congela, ya estaba llena de microbios. En cambio la leche se la saca y la congela, y está cargada de inmunoglobulinas.
La leche de algunas mujeres se altera cuando lleva unos días congelada, y tiene un olor extraño, como a grasa rancia. Se debe a que la lipasa (una enzima digestiva, que viene en la misma leche para ayudar al bebé a hacer la digestión) actúa sobre las grasas de la leche y empieza a digerirlas. Eso no es malo, pero puede que al bebé no le guste. El problema se puede evitar escaldando la leche justo después de sacársela (caliéntela al fuego hasta que empiece a hacer pequeñas burbujitas por los lados del recipiente, pero sin hervir, y vuélvala a enfriar inmediatamente. Se supone que eso la habrá puesto a unos 80
°C).
Pardou A, Serruys E, Mascart-Lemone F, Dramaix M, Vis HL. Human milk banking: influence of storage processes and of bacterial contamination on some milk constituents. Biol Neonate. 1994;65:302-9
Cómo calentar la leche
En algunos libros recomiendan descongelar la leche de manera lenta, sacándola desde el día anterior del congelador y dejándola en la nevera. Nunca me ha parecido muy razonable; en primer lugar, eso hace que durante un día entero la leche esté medio descongelada, y por tanto la conservación no es tan perfecta; en segundo lugar, si la leche congelada es para emergencias. ¿cómo puede preverlo el día antes?
Para descongelar la leche rápidamente, algunos libros recomiendan poner el frasco bajo el grifo abierto, primero con agua fría y progresivamente cada vez mas caliente. Descongelar de ese modo requiere tener el grifo abierto durante mucho tiempo, y consumir una cantidad tal de gas y sobre todo de agua que es un auténtico delito ecológico.
Habíamos recomendado descongelar al baño María, pero con el fuego apagado. Es decir, calentar agua en un recipiente, y cuando esté caliente pero no demasiado (que pueda meter la mano dentro sin quemarse) apagar el fuego y sumergir el frasco con la leche. Si el agua estuviera demasiado caliente, un frasco de cristal helado podría romperse por el cambio brusco de temperatura.
Este método es eficaz, rápido y ecológico, pero ya no lo recomendamos por temor a accidentes. Puesto que la madre por definición no está, la descongelación suele hacerla la abuela (que ya no tiene los mismo reflejos) o el padre (un manitas en la cocina), muchas veces mientras el bebé llora de hambre y le pone nervioso. A veces intentando consolar al bebé con una mano mientras calienta la leche con la otra. El bebé puede quemarse con el agua caliente, o tocar el fogón apagado pero que aún quema...
Por todo ello, el método que ahora se recomienda, rápido, ecológico y a prueba de accidentes, es descongelar con agua caliente del grifo, sin encender el fuego. Llene un recipiente grande de agua caliente, sumerja el frasco con la leche y espere. Si el agua se enfría, cámbiela las veces que haga falta.
También es posible descongelar o calentar la leche con el microondas. Algunos libros dicen que no, porque se destruyen las inmunoglobulinas; pero n se destruyen todas, y en todo caso la leche artificial tampoco tiene inmune globulinas. No pasa nada porque un niño grande, en una de las tomas del día, tome un poco menos (otra cosa sería un prematuro, que necesita mucho esas defensas y que hace todas las tomas descongeladas). Si la leche sólo s calienta a la temperatura adecuada, sin llegar a hervir, la alteración es mu pequeña. En realidad, el problema gordo del microondas no es que se alter la leche, sino que pueden producirse quemaduras.
El microondas es el único método de calentamiento que permite calentar más el centro de un objeto que su superficie, y además de forma irregular una parte puede estar mucho más caliente que otra. Concretamente, un biberón puede estar tibio al cogerlo con la mano, pero parte de la leche que con tiene puede estar casi hirviendo. Cuando aparecieron los microondas, y la gente no sabía muy bien cómo funcionaban, se produjeron varios casos de quemaduras en la boca y en el esófago, y los expertos recomendaron no calentar nunca un biberón en el microondas, ni con leche artificial ni con leche materna.
Pero si se usa el microondas con prudencia no hay ningún problema. Recuerde que, con la misma potencia y el mismo tiempo, cuanto más líquido haya, menos se calentará. Es mejor usar una potencia inedia o baja, porque así el tiempo es más largo y puede regularse mejor: Caliente poco tiempo, compruebe la temperatura, siga calentando si es preciso. Sobre todo, antes de darle la leche al niño, es importante agitarla bien durante un rato para que se ponga toda a la misma temperatura y comprobarla echándose unas gotas sobre el dorso de la mano, como se ha comprobado siempre la temperatura de los biberones.
Una vez descongelada, la leche se ha de usar antes de veinticuatro horas.
Cómo administrar la leche
Es normal que la leche materna se separe y la nata quede flotando. Basta con agitarla bien.
Algunos niños toman la leche de su madre con el biberón, y luego toman el pecho, y todo lo toman bien y sin problemas. Pero algunos, incluso después de tomar el pecho durante meses, se malacostumbran con el biberón y empiezan a mamar en mala posición, lo que puede producir rechazo del pecho, dolor en los pezones, grietas. Y también hay muchísimos niños que, acostumbrados al pecho, no quieren el biberón y lo rechazan de entrada.
Entre unas cosas y otras, el biberón no suele ser la mejor opción. Puede usarlo, si quiere, pero probablemente le será más fácil darle la leche con un vasito. Oirá también hablar de la cucharita, la jeringa o el cuentagotas; estos métodos pueden ser útiles para darle una pequeña cantidad de suplemento a un recién nacido; pero darle 150 mililitros o más de leche a un niño mayor con cucharita puede ser desesperante.
Darle de beber con un vasito a un bebé suena raro en nuestra cultura, y es probable que amigas y abuelas se queden patidifusas. Pero se puede hacer. En algunos países es habitual darle la leche con vaso a todos los niños hospitalizados, incluyendo a los prematuros. En algunos estudios, cuando las enfermeras conocen bien la técnica, los prematuros toman la leche más deprisa y desperdician menos con un vasito que con un biberón (en otros estudios es al revés, sospecho que porque las enfermeras no dominaban la técnica).
Lo ideal sería usar un pequeño recipiente con un pico curvado, como un cazo o como un exprimelimones pero mucho más pequeño. En la India usan un recipiente tradicional de este estilo, llamado paladai (fig. 15). Tal vez encuentre a la venta un recipiente similar, quizá un cazo de muñecas... Si no, un simple vaso pequeño, de los de vino o licor, puede servir.
Lo primero es sostener al bebé bien vertical. Si es usted diestra, probablemente lo más práctico será que lo sujete sobre su muslo izquierdo y lo sostenga con el brazo izquierdo mientras le da la leche con la mano derecha.
El vasito, medio lleno, se mete bien en la boca del bebé, tocando las comisuras. No se limite a apoyar el borde del vaso en el borde del labio; así es más fácil que se salga todo por fuera. Una vez bien colocado, levante el vaso hasta que el nivel de la leche llega al borde. Algunos bebés beben como una persona mayor; otros beben como los gatos, con la lengua.
He descrito el truco como si lo hubiera de hacer usted; pero en realidad es otra persona quien lo va a hacer mientras usted trabaja. Lo mismo que comentamos más arriba sobre los biberones, no es necesario ni conveniente que acostumbre a su hijo al vasito antes de irse a trabajar, pero sí que es necesario que le explique bien el truco a la abuela o a quien le vaya a dar la leche.
Figura 15. Un paladai.
La cantidad es la que el bebé quiera. La leche que sobra en el biberón o en el vasito está mezclada con babas y es un cultivo de microbios, así que es mejor no guardarla. Por eso no es conveniente poner más cantidad de la que suela tomar; es mejor darle 50 y si se los acaba, 50 más, que intentar darle 200, que sólo tome 50, se ponga a dormir, tire la leche sobrante, y que al cabo de dos horas se despierte pidiendo más.
Si el niño parece hambriento, pero no le es fácil tomar ni el vaso ni el biberón, puede probar a espesar su leche con cereales y dársela con cucharita.
Este truco también sirve para alargar la leche si un día no hay bastante en la nevera. Si el niño no quiere ni vaso ni biberón, pero tampoco parece hambriento, recuerde que es normal, y que no hay que preocuparse ni insistir.
Cuestiones políticas
En España, el permiso de maternidad sólo dura dieciséis semanas. Bueno, en realidad, la ley sólo garantiza seis. El convenio C103 de la Organización Internacional del Trabajo de 1952 recomendaba un permiso de doce semanas, así que dieciséis no estaba tan mal. Pero el nuevo convenio C183 de 2000 (que el gobierno español todavía no ha ratificado) recomienda catorce, y la recomendación anexa 8191 indicaba que «los Miembros debe-dan procurar extender la duración de la licencia de maternidad, mencionada en el artículo 4 del Convenio, a dieciocho semanas, por lo menos». Pero en España, la ley de conciliación de la vida familiar y laboral, de 1999, estableció que sólo seis de las dieciséis semanas son obligatorias, y que las otras diez las podía tomar el padre en vez de la madre. Con lo cual, lejos de alcanzar las dieciocho semanas que casi todos los países europeos superan ampliamente, sólo tenemos seis semanas de permiso realmente garantizadas.
Claro, el invento se presentó (y al parecer fue aceptado) como un gran avance en la liberación de la mujer. Por fin seríamos todos iguales, y los padres compartirían el cuidado de los hijos.
Pero ¿cómo puede ser una liberación que te recorten los derechos? Porque la igualdad no consistió en darle dieciséis semanas de permiso al padre para que tuviera lo mismo que la madre, sino en quitarle a la mujer para dárselo a su marido. Se imitaba una medida similar que habían tomado los suecos unos años antes, pero en muy distintas circunstancias. En Suecia, el permiso de maternidad dura veintidós meses, ¡así sí que se puede repartir!
El que las dieciséis semanas ya no sean obligatorias no es ningún avance, ninguna liberación. Trabajador y empresario no negocian en igualdad de condiciones, el empresario tiene mucha más fuerza para imponer sus deseos. Por eso todos los derechos del trabajador tienen que ser derechos obligatorios, fijados por ley o por convenio: es obligatoria la jornada laboral, es obligatorio el salario, son obligatorias las vacaciones y las pagas extras. Si la jornada de cuarenta horas o el mes de vacaciones no fueran obligatorios, si el trabajador pudiera voluntariamente elegir una jornada de cincuenta horas (cobrando lo mismo) o unas vacaciones de sólo dos semanas, ¿se imagina las presiones que recibiría? Pues algunas mujeres ya reciben presiones: «No me digas que te vas a coger las dieciséis semanas enteras. Ya sabes cómo estamos de trabajo, no encuentro a nadie que te sustituya. Puedes volver en dos meses, y el resto que lo haga tu marido. Recuerda que tenemos que hablar de aquel posible ascenso...». Por su lado, el padre puede recibir las mismas presiones: (9 ¿Cómo que un mes de permiso de paternidad? ¡No me salgas con tonterías, eso es para las mujeres! Sí, ya sé, tienes derecho legal, pero luego no vengas pidiendo favores...».
Existe una campaña para conseguir en España los seis meses de permiso (y eso, por supuesto, sólo es un paso para llegar al año, y más). Puede firmar en www, fedalma.org/ www.petitiononline.com/6mesbaja/petition.html He explicado, según mandan los cánones, cómo sacarse la leche y dejarla en la nevera, cómo congelarla y descongelarla... Pero no acabo de quedarme convencido.
A veces se presenta el sacarse leche como la solución que permite compaginar el trabajo y la lactancia, que permite a la madre que trabaja seguir dando el pecho a su hijo. Tantas veces lo he leído, tantas veces lo he repetido... La importancia de una salita para sacarse leche en el centro de trabajo, una nevera, una guardería en la fábrica.
Hasta que un día se despertó mi indignación. ¿Qué solución es ésta? Más bien parece una burla. Es como decirle a la madre: «Usted deje aquí en la nevera su leche, que es lo que cuenta, y luego ya se puede ir, que su hijo estará perfectamente, alimentado con leche materna». Como si la leche fuera lo único (o lo más importante) que una madre le da a su hijo.
Pues no, señor. Se supone que soy un fanático de la lactancia; pero si yo fuera el niño, preferiría que mamá se quedase en casa y me diera el biberón a que mamá se fuese y otra persona me diera leche materna. Sacarse leche no es una solución, sólo un pequeño parche para un grave problema socioeconómico, para una organización del trabajo absolutamente desquiciada que ha puesto las necesidades de los niños y de sus madres en el último lugar de la lista de prioridades.
Por supuesto que en muchos casos no hay más remedio que separarse del niño; y por supuesto que en esos casos sacarse leche puede resultar útil. Pero no debemos decir que es una solución, porque entonces dejaríamos (y dejarían nuestros gobernantes) de buscar una solución de verdad. ¿Para qué ampliar el permiso de maternidad, si es mucho más barato repartir folletos explicando cómo sacarse leche?
OIT. C103. Convenio sobre la protección de la maternidad, 1952.
vwywilo.org/ilolex/cgilex/convds.pl?C103
OIT. C183. Convenio sobre la protección de la maternidad, 2000
www.ilo.org/ilolex/cgi-lex/convds.pl?C183
OIT. R191. Recomendación sobre la protección de la maternidad, 2000.
www.ilo.org/ilolex/cgilex/convds.pl?R191
Ley 39/1999, de 5 de noviembre, para promover la conciliación de la vida familiar y laboral de las personas trabajadoras.
www.porticolegal.con-Vint/int_Ley749.html