Capítulo 5

El batallón de Reserva Policial 101

Cuando Alemania invadió Polonia en septiembre de 1939, el Batallón de Reserva Policial 101, con base en Hamburgo, fue uno de los primeros batallones que se unieron a un grupo del ejército alemán y fueron enviados a Polonia. Al cruzar la frontera desde Oppeln en Silesia, el batallón pasó por Czestochowa de camino a la ciudad polaca de Kielce. Allí se dedicaron a reunir a los soldados polacos y el equipo militar tras las líneas alemanas y a hacer guardia en un campo de prisioneros de guerra. El 17 de diciembre de 1939, el batallón regresó a Hamburgo, donde cerca de un centenar de sus policías profesionales fue trasladado para formar unidades adicionales. Los reemplazaron reservistas de mediana edad llamados a filas en otoño de 1939.[1]

En mayo de 1940, tras un período de entrenamiento, el batallón fue enviado de Hamburgo a Warthegau, una de las cuatro regiones del oeste de Polonia que estaban anexionadas al Tercer Reich al igual que los territorios incorporados. Primero se instalaron en Poznan (Posen) hasta finales de junio y luego en Lódz (al que los victoriosos alemanes pusieron el nuevo nombre de Litzmannstadt), y llevaron a cabo «acciones de reasentamiento» durante un período de cinco meses. Como parte del plan demográfico de Hitler y Himmler para «germanizar» esas regiones recién anexionadas, es decir, poblarlas con alemanes «de pura raza», todos los polacos y otros de los llamados indeseables (judíos y gitanos) tenían que ser expulsados de los territorios incorporados y enviados al centro de Polonia. Según las disposiciones de un acuerdo entre Alemania y la Unión Soviética, las personas de etnia germánica que vivían en territorio soviético tenían que ser repatriadas y reasentadas en las recientemente evacuadas granjas y pisos de los polacos expulsados. La «purificación racial» de los territorios incorporados que Hitler y Himmler deseaban nunca se logró, pero con su búsqueda de una Europa del Este reorganizada desde un punto de vista racial, empujaron de un lado a otro a cientos de miles de personas como piezas sobre un tablero de ajedrez.

En el breve informe del batallón se hace alarde de su entusiasta participación en el “reasentamiento”:

En las acciones llevadas a cabo día y noche sin descanso, el ciento por ciento de las fuerzas del batallón se emplearon en todas las zonas del Warthegau. Como media, cada día fueron evacuadas unas 350 familias de campesinos polacos […] En el punto culminante de la fase de evacuación no pudieron [los miembros del batallón] regresar al cuartel durante ocho días y ocho noches. Los hombres sólo tenían ocasión de dormir cuando viajaban en camión por la noche […] Durante la acción más grande, el batallón evacuó a 900 familias […] en un día sólo con sus propias fuerzas y 10 traductores.

En total, el batallón evacuó a 36.972 personas de las 58.628 previstas. Cerca de 22.000 personas huyeron y escaparon de las evacuaciones».[2]

Un reservista llamado a filas, Bruno Probst*, recordaba el papel del batallón en esas acciones:

Durante el reasentamiento de la población nativa, sobre todo en los pueblos pequeños, fue cuando viví los primeros excesos y asesinatos. Siempre ocurría que, cuando llegábamos a los pueblos, la comisión de asentamiento ya estaba allí […] La llamada comisión de asentamiento estaba formada por miembros de los [uniformes] negros de las SS y de la SD, así como de civiles. De ellos recibíamos unas tarjetas con unos números. Las casas del pueblo también estaban señaladas con los mismos números. Las tarjetas que nos daban designaban las casas que teníamos que desalojar. Al principio de ese período nos esmeramos en sacar a todo el mundo de las casas, sin tener en cuenta si eran viejos, enfermos o niños pequeños. La comisión pronto encontró defectos en nuestro procedimiento. Objetaron que teníamos que esforzarnos mucho con la carga de los viejos y enfermos. Para ser precisos, al principio no nos dieron la orden de matarlos allí mismo, más bien se contentaron con dejarnos claro que no se podía hacer nada con gente como ésa. Recuerdo dos ocasiones en las que personas así fueron asesinadas en el punto de reunión. El primer caso era un hombre mayor y el segundo una anciana […] a ninguno de los dos les dispararon soldados, sino suboficiales».[3]

Otros miembros del batallón también se acordaban de las acciones de reasentamiento, pero nadie más recordó o admitió esa violencia.[4] Un policía sí que se acordaba de que el batallón había proporcionado pelotones de fusilamiento a la Policía de Seguridad para la ejecución de 100 a 120 polacos durante su estancia en Poznan.[5]

Después de su campaña de reasentamiento de cinco meses, el batallón llevó a cabo «acciones de pacificación». Peinaron pueblos y bosques y cogieron a 750 polacos que habían escapado a las evacuaciones anteriores.

Su labor se les hizo más difícil porque hasta los recién llegados miembros de etnia germánica no siempre informaban de la presencia no autorizada de los polacos a los que habían desplazado, pues esperaban con esto aprovecharse de la mano de obra barata.[6]

El 28 de noviembre de 1940, el batallón se hizo cargo del servicio de guardia alrededor del gueto de Lódz, que había sido sellado siete meses antes, a finales de abril de 1940, cuando a los 160.000 judíos de Lódz se les aisló del resto de la ciudad con una alambrada de espino. Hacer guardia en el gueto se convirtió entonces en la principal obligación del Batallón Policial 101, que tenía la orden permanente de disparar «sin más preámbulos» a cualquier judío que hiciera caso omiso de los carteles de advertencia y se acercara demasiado a la alambrada. Esta orden se obedeció.[7]

Sin embargo, ninguno de los hombres del Batallón 101 recordaba excesos como los ocurridos cuando la primera compañía del Batallón 61 vigilaba el gueto de Varsovia. Allí, el capitán de la compañía alentó abiertamente los fusilamientos en los muros del gueto. A los tiradores más conocidos no les hacían alternar con otros servicios, sino que los mantuvieron permanentemente en el cometido de guardia del gueto. La sala de recreo de la compañía estaba decorada con consignas racistas y había una estrella de David colgando sobre el bar. Se hacía una marca en la puerta del bar por cada judío fusilado y, según se informa, se llevaban a cabo «celebraciones de la victoria» los días en que se alcanzaban los mejores resultados.[8]

Los miembros del batallón, ubicados fuera de la alambrada del gueto, tenían más contacto con la población no judía que con los judíos encarcelados. Bruno Probst recordaba que los guardias que estaban en la calle que dividía en dos el gueto de Lódz, de vez en cuando se divertían adelantando sus relojes como pretexto para detener y golpear a los polacos que supuestamente violaban el toque de queda. También que los guardias, borrachos, al intentar matar a un polaco la víspera de Año Nuevo, dispararon a una persona de etnia germánica por error y encubrieron el asunto cambiando la tarjeta de identificación de las víctimas.[9]

En el mes de mayo de 1941 el batallón regresó a Hamburgo y «prácticamente se disolvió». Todos los reclutas que quedaban de antes de la guerra con rango inferior a suboficial fueron distribuidos entre otras unidades y esos puestos se ocuparon con reservistas llamados a filas. El batallón se había convertido, según las palabras de un policía, en un «puro batallón de reserva».[10]

El año siguiente, de mayo de 1941 a junio de 1942, el batallón se reformó y fue sometido a un entrenamiento exhaustivo. De ese período, sólo unos pocos incidentes quedaron en la memoria de los soldados. Uno fue el bombardeo de Lübeck en mayo de 1942 porque a algunas unidades del batallón las mandaron hacia la ciudad destrozada inmediatamente después.[11] Otro estaba relacionado con la deportación de judíos de Hamburgo.

Desde mediados de octubre de 1941 a finales de febrero de 1942, 59 transportes llevaron más de 53.000 judíos y 5.000 gitanos del Tercer Reich «hacia el este», en este caso hacia Lódz, Riga, Kovno (Kaunas) y Minsk. Toda la gente de los cinco transportes hacia Kovno y la del primero hacia Riga fue aniquilada al llegar.[12] A la del resto de transportes no la «liquidaron» inmediatamente, sino que al principio los deportados fueron encarcelados en los guetos de Lódz (donde fueron enviados los 5.000 gitanos austríacos), Minsk y Riga.

Cuatro de esos convoyes que se salvaron de la muerte inmediata venían de Hamburgo. El primero, con 1.034 judíos a bordo, partió el 25 de octubre de 1941 hacia Lódz. El segundo, con 990 judíos, salió en dirección a Minsk el 8 de noviembre. El tercero, con 408 judíos provenientes de Hamburgo y 500 de Bremen, partió hacia Minsk el 18 de noviembre. El cuarto salió de Hamburgo en dirección a Riga con 808 judíos a bordo el 4 de diciembre.[13]

Los soldados del Batallón de Reserva Policial 101 participaron en varias fases de las deportaciones de Hamburgo. El punto de recogida para las deportaciones era la casa de la logia masónica en el Moorweide, que había sido confiscada por la Policía de Seguridad. Flanqueada por la biblioteca de la universidad y un bloque de pisos, a varios cientos de metros de la muy utilizada estación de ferrocarril de Dammtor, el punto de recogida era un lugar que apenas llamaba la atención, fuera de la vista de los ciudadanos de Hamburgo. Algunos miembros del Batallón 101 de la Policía del Orden realizaron el servicio de guardia en el edificio de la logia masónica donde los judíos eran reunidos, registrados y cargados en camiones hacia la estación de ferrocarril de Sternschanze.[14] Otros hombres del Batallón 101 vigilaban la estación, donde los judíos eran cargados en los trenes.[15] Y, por último, el Batallón 101 proporcionó la escolta de al menos tres de los cuatro transportes: el primero, el 15 de octubre, hacia Lódz; el segundo, el 8 de noviembre, hacia Minsk, y el último, el 4 de diciembre, hacia Riga.[16] Según Hans Keller*, el servicio de vigilancia en los transportes de los judíos era «muy codiciado» porque daba la oportunidad de viajar y sólo se le asignaba a unos pocos «privilegiados».[17]

Bruno Probst, que acompañó al convoy que se dirigió hacia Minsk el 8 de noviembre, recordaba:

En Hamburgo, a los judíos se les dijo entonces que se les asignaría todo un nuevo territorio para establecerse en el este. Se les hizo subir en vagones de pasajeros normales […] acompañados por dos vagones con herramientas, palas, hachas, etcétera, así como con gran cantidad de utensilios de cocina. Se unió otro vagón de segunda clase para el comando de escolta. No había guardias en los vagones donde iban los judíos. El tren tenía que ser vigilado por ambos lados sólo en las paradas. Después de unos cuatro días de viaje llegamos a Minsk a última hora de la tarde. Nos enteramos por primera vez durante el viaje de que éste era el destino, tras haber pasado ya Varsovia. En Minsk, un comando de las SS estaba esperando nuestro transporte. Entonces, de nuevo sin guardia, los judíos fueron cargados en unos camiones que esperaban. Sólo que su equipaje, que se les había permitido traer desde Hamburgo, tenían que dejarlo en el tren. Les dijeron que lo mandarían después. Entonces nuestro comando fue conducido finalmente a unos barracones rusos, en los cuales se alojaba un batallón policial alemán activo [esto es, no de reserva]. Había un campo de concentración de judíos cerca […] Conversando con miembros del batallón policial antes citado, nos enteramos de que, unas semanas antes, esa unidad ya había disparado a los judíos en Minsk. A partir de este hecho, llegamos a la conclusión de que a nuestros judíos de Hamburgo también los iban a matar a tiros allí.

Como no quería verse involucrado, el comandante de la escolta, el teniente Hartwig Gnade, no se quedó en los barracones. En lugar de eso, él y sus hombres regresaron a la estación, tomaron un tren a última hora de la noche y salieron de Minsk.[18]

No tenemos una descripción del servicio de escolta desde Hamburgo a Riga, pero el informe Salitter sobre la escolta de la Policía del Orden del transporte de judíos del 11 de diciembre de Düsseldorf a Riga nos brinda una evidencia gráfica de que allí los policías sabían tanto como los policías de Hamburgo en Minsk. Tal como observó Salitter:

Riga tenía unos 360.000 habitantes, que incluían unos 35.000 judíos. Los judíos dominaban en todas partes dentro del mundo de los negocios. No obstante, tras la entrada de las tropas alemanas, se les cerraron y confiscaron los negocios de forma inmediata. Los judíos fueron alojados en un gueto del Düna [Dvina] que se rodeó con alambre de espino. Se dice que en estos momentos en el gueto sólo hay 2.500 varones judíos que se utilizan para trabajar. A los demás, o los han enviado a otros lugares con un empleo similar o los han matado los letones […] Ellos [los letones] odian a los judíos en especial. Desde los tiempos de la liberación hasta hoy en día, han participado de manera muy amplia en el exterminio de estos parásitos. Sin embargo, lo que no pueden comprender, como pude saber especialmente a través del personal letón del ferrocarril, es por qué los alemanes traen a sus judíos a Letonia en lugar de acabar con ellos en su propio país».[19]

En junio de 1942, al Batallón de Reserva Policial 101 se le asignó otro período de servicio en Polonia. Por aquel entonces, sólo quedaban unos pocos suboficiales que hubieran estado en la primera acción polaca, y menos del 20 por ciento de los soldados había estado en la segunda en el Warthegau. Unos cuantos de ellos habían sido testigos de lo que ellos llamaban «excesos» en Poznan y Lódz. Unos cuantos más habían acompañado a uno de los transportes de judíos de Hamburgo hasta Lódz, Minsk o Riga. En estos dos últimos destinos, como hemos visto, fue difícil no enterarse de algo sobre el asesinato en masa de los judíos en Rusia. Pero, en su mayor parte, el Batallón de Reserva Policial 101 estaba formado entonces por soldados sin ninguna experiencia en los métodos de ocupación alemana en Europa del Este ni, en realidad, a excepción de los mayores, que eran veteranos de la primera guerra mundial, en ninguna clase de servicio militar.

El batallón estaba formado por 11 oficiales, 5 funcionarios administrativos (que se encargaban de los asuntos financieros relacionados con las pagas, el aprovisionamiento, el alojamiento, etcétera) y 486 suboficiales y soldados.[20] Para alcanzar el número total de efectivos, en el último minuto se le añadieron algunos contingentes que no eran de Hamburgo, sino de las poblaciones cercanas de Wilhelmshaven y Rendsburg (en Schleswig-Holstein) y del lejano Luxemburgo. Aun así, la gran mayoría de los miembros de la tropa había nacido y se había criado en Hamburgo y sus alrededores. El grupo hamburgués era tan dominante y los valores y actitudes del batallón tan provincianos, que no sólo los luxemburgueses, sino también los contingentes de Wilhelmshaven y Rendsburg se sentían como intrusos.[21]

El batallón estaba dividido en tres compañías, cada una de aproximadamente unos 140 hombres con los efectivos al completo. Dos de las compañías estaban al mando de capitanes de policía y la tercera la comandaba el teniente de reserva con más antigüedad en el batallón. Cada compañía se dividía en tres secciones, dos de ellas a las órdenes de tenientes de reserva y la tercera bajo mando del sargento más antiguo de la sección. Cada sección estaba dividida en cuatro pelotones, dirigidos por un sargento o un cabo. Los soldados iban equipados con carabinas y los suboficiales con metralletas. Cada compañía tenía también un destacamento de ametralladoras pesadas. Aparte de las tres compañías, estaba el personal del estado mayor del batallón, que incluía, además de los cinco funcionarios administrativos, un médico y su ayudante así como varios conductores, oficinistas y especialistas en comunicaciones.

El batallón estaba al mando del mayor Wilhelm Trapp, de cincuenta y tres años, un veterano de la primera guerra mundial que recibió la Cruz de Hierro de primera clase. Después de la guerra se convirtió en un policía profesional y fue escalando grados. Hacía poco que lo habían ascendido de capitán de la segunda compañía y ésa era la primera vez que comandaba un batallón. Aunque Trapp se afilió al Partido Nazi en diciembre de 1932 y de esta manera técnicamente se le podía considerar un «antiguo luchador del Partido» o Alter Kämpfer, nunca se lo habían llevado a las SS y ni siquiera le habían dado un rango equivalente allí a pesar de que Heydrich y Himmler intentaban deliberadamente unir y entrelazar los componentes del Estado y del partido de su imperio policial y de sus SS. Evidentemente, Trapp no era considerado material para las SS. Pronto iba a entrar en conflicto con sus dos capitanes, ambos jóvenes soldados de las SS que, ni siquiera en su declaración más de veinte años después, hicieron intento alguno de disimular su desprecio por su comandante, a quien consideraban débil, poco militar y alguien que interfería demasiado en las responsabilidades de sus oficiales.[22]

Los dos capitanes de policía, que también poseían el rango equivalente en las SS de Hauptsturmführer, eran unos jóvenes de casi treinta años. Wolfgang Hoffmann, nacido en 1914, se había afiliado a la Asociación Nacional Socialista de Estudiantes (NS-Schülerbund) en 1930, cuando tenía dieciséis años, a las Juventudes Hitlerianas en 1932, cuando tenía dieciocho, y a las SS al año siguiente, todo ello antes de graduarse en el Gymnasium (un instituto de preparación para la universidad) en 1934. En 1936 se unió a las fuerzas policiales de Breslau y entró en el Partido Nazi en 1937, el mismo año en que terminó el entrenamiento de oficial y fue nombrado teniente de la Schutzpolizei. En la primavera de 1942 se unió al Batallón de Reserva Policial 101. En el mes de junio siguiente, a la edad de veintiocho años, fue ascendido a capitán.[23] Estaba al mando de la tercera compañía.

Julius Wohlauf, nacido en 1913, se graduó en el Gymnasium en 1932. En abril de 1933 se unió al Partido Nazi y a las SA. En 1936 entró en las SS y ese mismo año empezó el entrenamiento para convertirse en oficial de policía. Fue nombrado teniente de la Schutzpolizei en 1938. A él también lo asignaron al Batallón de Reserva Policial 101 a principios de 1942 y lo ascendieron a capitán en junio del mismo año, justo antes de salir hacia Polonia.[24] Comandaba la primera compañía y era el segundo comandante de batallón de Trapp. A diferencia de Trapp, que ya era mayor, Hoffmann y Wohlauf representaban exactamente la combinación de oficial de policía profesional bien educado, entusiasta precoz del nacionalsocialismo y joven miembro de las SS que constituía el ideal de Himmler y Heydrich para las SS y la policía.

El ayudante de Trapp era el teniente primero Hagen*, del cual se sabe poco excepto que lo mataron en la primavera de 1943. El batallón tenía además siete tenientes de reserva, es decir, hombres que no eran policías profesionales como Hoffmann y Wohlauf, pero que fueron seleccionados para recibir entrenamiento de oficiales tras ser reclutados en la Policía del Orden por su posición social de clase media, su educación y su éxito en la vida civil.

Estos eran, del mayor al más joven, los siguientes:

HARTWIG GNADE, nacido en 1894, un agente aduanero y miembro del Partido Nazi desde 1937, comandante de la segunda compañía;

PAUL BRAND*, nacido en 1902;

HEINZ BUCHMANN*, nacido en 1904, propietario de un negocio maderero familiar, miembro del partido desde 1937;

OSCAR PETERS*, nacido en 1905;

WALTER HOPPNER*, nacido en 1908, importador de té, miembro del partido en 1930 por poco tiempo, aunque se volvió a unir a él en la primavera de 1933;

HANS SCHEER*, nacido en 1908 y miembro del partido desde mayo de 1933;

KURT DRUCKER*, nacido en 1909, vendedor y miembro del partido desde 1939.[25]

Por tanto, sus edades estaban comprendidas entre los treinta y tres y los cuarenta y ocho años. Cinco de ellos eran miembros del Partido, pero ninguno pertenecía a las SS:

De los 32 suboficiales de los que tenemos información, 22 eran miembros del partido y siete estaban en las SS. Sus edades iban de los veintisiete a los cuarenta años; la media de edad era de treinta y tres años. No eran reservistas, sino más bien reclutas de la policía de antes de la guerra. La inmensa mayoría de la tropa provenía de la zona de Hamburgo. Cerca del 63 por ciento era de clase trabajadora, pero había unos pocos trabajadores cualificados. Muchos de ellos tenían los empleos típicos de la clase trabajadora de Hamburgo: los más numerosos eran los trabajadores de los muelles y los conductores de camión, pero también había muchos obreros de almacenes y de la construcción, operarios de máquinas, marineros y camareros. Alrededor del 35 por ciento era de clase media baja, prácticamente todos trabajadores de oficina. Unas tres cuartas partes de ellos se dedicaban a algún tipo de venta, y el resto realizaba varios trabajos de oficina, tanto en el gobierno como en el sector privado. El número de artesanos independientes y pequeños empresarios era muy pequeño. Sólo unos pocos (el 2 por ciento) eran profesionales de clase media, muy modestos además, tales como farmacéuticos y profesores. La media de edad de los hombres era de treinta y nueve años; más de la mitad estaba entre los treinta y siete y los cuarenta y dos años, un grupo considerado demasiado mayor para el ejército pero que fue reclutada ampliamente para el servicio de reserva policial a partir de septiembre de 1939.[26]

Entre la tropa, alrededor del 25 por ciento (43 de una muestra de 174) eran miembros del partido en 1942. Seis de ellos eran Alte Kämpfer que se habían afiliado al partido antes de que Hitler subiera al poder; otros seis se unieron a él en 1933. A pesar de la prohibición interna entre 1933 y 1937 de admitir a nuevos miembros del partido, otros seis hombres que trabajaban a bordo de barcos fueron aceptados por la sección para miembros que vivían en el extranjero. 16 personas se afiliaron en 1937, cuando se levantó la prohibición de admisión de nuevos miembros. Los nueve restantes se unieron en 1939 o después. Los hombres de clase media baja eran miembros del partido en una proporción ligeramente más alta (30 por ciento) que los de las clases trabajadoras (25 por ciento).[27]

Los agentes del Batallón de Reserva Policial 101 provenían de las clases bajas de la sociedad alemana. No habían experimentado ninguna movilidad social o geográfica. Había muy pocos independientes económicamente. Aparte del aprendizaje o entrenamiento vocacional, casi ninguno de ellos había recibido ninguna educación tras dejar la Volksschule (escuela secundaria final) a la edad de catorce o quince años. En 1942, se habían convertido en miembros del Partido en un porcentaje sorprendentemente alto. Sin embargo, como los funcionarios de los interrogatorios no dejaron constancia de tal información, no sabemos cuántos habían sido comunistas, socialistas y/o sindicalistas con anterioridad a 1933. Es de suponer que no debió de ser una cantidad insignificante, dados sus orígenes sociales. En virtud de su edad, por supuesto, todos tuvieron su período formativo en la época anterior al nazismo. Eran unos hombres que habían conocido principios políticos y normas morales diferentes de las de los nazis. Muchos de ellos provenían de Hamburgo, que tenía la reputación de ser una de las ciudades menos nazificadas de Alemania, y la mayoría pertenecía a una clase social cuya cultura política había sido antinazi. No parecían formar estos hombres un grupo muy prometedor del cual reclutar asesinos de masas en nombre de la visión nazi de una utopía racial libre de judíos.