Capítulo 3
La Policía del Orden y la Solución Final:
Rusia, 1941
La primera participación de la Policía del Orden en la Solución Final (el asesinato en masa de los judíos europeos a manos de los nazis) no tuvo lugar en Polonia, sino en Rusia, en el verano y otoño de 1941. Durante los preparativos para la invasión de Rusia y la «guerra de la destrucción» que Hitler tenía la intención de llevar a cabo allí, a finales de la primavera de 1941 se formaron y entrenaron cuatro unidades móviles especiales de las SS conocidas como Einsatzgruppen. El núcleo de esas unidades provenía de la Policía de Seguridad de Heydrich (Gestapo y Kripo) así como de su aparato de los servicios de espionaje (Servicio de Seguridad o SD). Tenían como complemento pequeñas unidades de Waffen-SS (la rama militar de las SS de Himmler). Pero, además, las tres compañías del batallón número 9 de la Policía del Orden fueron distribuidas entre tres de las cuatro Einsatzgruppen.[1] De esa manera, los miembros de la Policía del Orden constituían unos 500 soldados del total de 3.000 que fueron asignados a las cuatro Einsatzgruppen.
Las Einsatzgruppen sólo fueron la vanguardia de las unidades alemanas que se vieron involucradas en matanzas políticas y raciales en Rusia. A primeros de julio, una quinta Einsatzgruppe formada para la ocasión con personal de la Policía de Seguridad del Gobierno General fue enviada a Rusia. Muchos de esos hombres se convirtieron en el contingente permanente de la Policía de Seguridad en los territorios de la zona de ocupación soviética de 1939 a 1941 en la antigua Polonia oriental, mientras que las cuatro Einsatzgruppen iniciales se adentraron en lo más profundo de Rusia tras los ejércitos alemanes que avanzaban.
Para la ocupación de Rusia, Himmler había nombrado tres altos mandos de las SS y la policía para las regiones del norte, central y del sur. Esos hombres se encargaban de coordinar todas las operaciones de las SS en la Rusia ocupada. En los días eufóricos de mediados de julio de 1941, cuando la victoria final parecía ya atisbarse tras los primeros formidables éxitos militares de Alemania, Hitler ordenó que se intensificara el programa de pacificación tras las líneas de avance alemán. El 16 de julio anunció que Alemania nunca se retiraría de sus recién conquistados territorios del este; en lugar de eso iba a crear «un Jardín del Edén» y tomaría todas las medidas necesarias para llevarlo a cabo. Hitler dijo que era una suerte que Stalin hubiera dado la orden para la guerra partisana porque «nos da la oportunidad de exterminar a cualquiera que nos sea hostil. Naturalmente, la vasta zona debe pacificarse lo más pronto posible; esto se conseguirá mejor si disparamos a cualquiera que nos mire con recelo».[2]
Himmler no tardó en responder a tales exhortaciones por parte de su señor. En una semana ya había mandado refuerzos al HSSPF central, el SS-Obergruppenführer Erich von dem Bach-Zelewski, y al HSSPF del sur, el SS-Obergruppenführer Friedrich Jeckeln: dotó a cada uno con una brigada adicional de las SS, con lo que sumó de esta manera más de 11.000 hombres a la campaña asesina de las SS.[3] Además, se distribuyeron al menos 11 batallones policiales (nueve de ellos tenían alrededor de 300 hombres y estaban formados por nuevos voluntarios jóvenes) entre los tres HSSPF de Rusia, lo que añadió así otros 5.500 hombres de la Policía del Orden a los 500 que ya estaban destinados a las Einsatzgruppen.[4] Entre finales de julio y mediados de agosto, Himmler recorrió el frente del este, instando personalmente a sus hombres a que llevaran a cabo el asesinato en masa de los judíos rusos.
Pero, en realidad, la Policía del Orden inauguró su carrera asesina en Rusia antes de esa concentración de tropas de finales del mes de julio. El escenario fue la ciudad casi medio judía de Bialystok. La víspera de la invasión alemana de Rusia, apodada «Operación Barbarroja», el mayor Weis, del Batallón Policial 309, se reunió con los jefes de su compañía. Como en cualquier otra unidad del ejército y de la policía alemanes que se adentraran en Rusia, reveló varias órdenes que tenían que comunicarse a los hombres verbalmente. La primera era la conocida Kommissarbefehl u orden «del comisario político», según la cual a todos los denominados comisarios políticos (todos los funcionarios comunistas del ejército así como aquellos miembros de la administración civil que fueran sospechosos de ser anti-alemanes de alguna manera) se les tenía, que negar la condición de prisioneros de guerra y debían ser ejecutados.[5] La segunda orden fue el «decreto Barbarroja» según el cual las acciones de los soldados alemanes contra los civiles rusos se excluían de la jurisdicción de los tribunales militares y se aprobaban de manera explícita las represalias colectivas contra pueblos enteros.[6] En realidad, era una «licencia para matar» contra los civiles rusos. Entonces, el comandante Weis fue más lejos. La guerra, dijo, era una guerra contra los judíos y los bolcheviques, y quería que quedara claro que el batallón debía proceder de manera implacable contra los judíos. Según su punto de vista, el significado de las órdenes del Führer era que los judíos tenían que ser destruidos sin importar su edad o sexo.[7]
El 27 de junio, después de entrar en la ciudad de Bialystok, el comandante Weis ordenó a su batallón que peinara el barrio de los judíos en busca de varones, pero no especificó qué era lo que tenían que hacer con ellos. Por lo visto, eso se dejaba a la iniciativa de los capitanes de compañía, que habían sido orientados en su manera de pensar en la reunión previa a la invasión. La acción empezó como un pogromo: golpes, humillaciones, barbas quemadas y disparos a discreción mientras los policías conducían a los judíos hacia el mercado o la sinagoga. Cuando varios líderes judíos aparecieron en el cuartel general de la División de Seguridad 221 del general Pflugbeil y se arrodillaron a sus pies suplicando la protección del ejército, un miembro del Batallón Policial 309 se bajó la bragueta y orinó encima de ellos al tiempo que el general se volvía de espaldas.
Lo que empezó como un pogromo creció rápidamente hasta convertirse en un asesinato en masa más sistemático. A los judíos que reunieron en el mercado los llevaron a un parque, los alinearon contra una pared y los fusilaron. La matanza duró hasta el anochecer. En la sinagoga, donde habían agrupado al menos a 700 judíos, vertieron gasolina en la entrada. Lanzaron una granada al edificio y se prendió fuego. La policía disparaba a cualquiera que intentara escapar. El fuego se extendió hacia las casas cercanas donde estaban los judíos que se escondían, y ellos también fueron quemados vivos. Al día siguiente se llevaron 30 carretadas de cadáveres a una fosa común. Se calcula que habían sido asesinados de 2.000 a 2.200 judíos aproximadamente. Cuando el general Pflugbeil mandó un mensajero al comandante Weis para informarse sobre el incendio, el comandante estaba borracho. Afirmó no saber nada de lo que estaba ocurriendo. Posteriormente, Weis y sus oficiales presentaron un falso informe de los acontecimientos a Pflugbeil.[8]
Si la primera masacre de judíos en Bialystok el 27 de junio a manos de la Policía del Orden fue el trabajo de un solo comandante que de forma correcta intuyó y anticipó los deseos de su Führer, la segunda, a mediados de julio, implicó una instigación clara y sistemática por parte de los jefes superiores de las SS, concretamente Erich von dem Bach-Zelewski, Kurt Daluege y Heinrich Himmler. El Batallón Policial 309 se trasladó hacia el este y los batallones 316 y 322 entraron en Bialystok tras él. El registro oficial del día o diario de guerra (Kriegstagebuch) y varios informes y órdenes del Batallón Policial 322 se encuentran entre los escasos documentos conservados de la Policía del Orden que llegaron al oeste desde los archivos soviéticos. Ellos nos permiten trazar los acontecimientos posteriores en Bialystok.
La orientación que antes de la invasión tenía el Batallón Policial 322 al parecer no era tan sanguinaria como la del Batallón 309, pero no hay duda de que había recibido una exhortación ideológica. El general de división Retzlaff pronunció un discurso de despedida al batallón el 10 de junio en Varsovia. Aconsejó a cada uno de sus miembros que procurara «aparecer ante las gentes eslavas como amo y mostrarles que él era alemán».[9] Antes de partir hacia Rusia el 2 de julio, a los soldados se les informó de que «tenían que disparar a cualquier comisario político» y de que debían ser «duros, resueltos e implacables».[10]
El batallón llegó a Bialystok el 5 de julio y dos días después; se le ordenó llevar a cabo un «minucioso registro de la ciudad en busca de comisarios bolcheviques y comunistas». La entrada del día siguiente en el diario de guerra deja claro lo que eso significaba: «un registro del barrio judío», supuestamente en busca de objetos robados de los que se habían apropiado los judíos antes de la llegada de los alemanes. En realidad, la policía alemana se llevó 20 carretadas de botín durante el registro. Hacia el 8 de julio el batallón había matado a personas. «Era un asunto casi exclusivamente con los judíos».[11]
Esa misma tarde del 8 dé julio, el batallón recibió una visita sorpresa del Reichsführer de las SS y jefe de la policía alemana, Heinrich Himmler, y del comandante de la Policía del Orden, Kurt Daluege. El comandante del batallón, el mayor Nagel, fue invitado a la cena que daba esa noche el HSSPF del centro, Bach-Zelewski, en honor de Himmler. A la mañana siguiente, Daluege pasó revista a los batallones policiales de Bialystok en presencia de Himmler. En su discurso Daluege puso énfasis en que la Policía del Orden «podía estar orgullosa de haber participado en la derrota del enemigo del mundo, el bolchevismo. Ninguna otra campaña había tenido tanta trascendencia como la presente. El bolchevismo sería al fin destruido a beneficio de Alemania, de Europa y sí, del mundo entero».[12]
Dos días después, el 11 de julio, el coronel Montua, del Regimiento de Policía del Centro (que incluía los batallones policiales 316 y 322) dictó la siguiente orden:
¡Confidencial!
1. Por orden del alto mando de las SS y la policía […] todos los judíos varones de edades comprendidas entre los diecisiete y cuarenta y cinco años que fueron condenados por saqueadores tienen que ser fusilados según la ley marcial. Los fusilamientos deben realizarse lejos de las ciudades, pueblos y vías públicas.
Las tumbas deben ser allanadas de tal manera que no se conviertan en un lugar de peregrinación. Prohíbo las fotografías y que se permitan espectadores en las ejecuciones. Las ejecuciones y el emplazamiento de las tumbas deben mantenerse en secreto.
2. Los comandantes de batallón y compañía tienen que ofrecer especialmente asistencia espiritual a los soldados que participen en esta acción. Las impresiones del día tienen que borrarse mediante la celebración de acontecimientos sociales por las tardes.
Además, los soldados tienen que ser informados continuamente de la necesidad política de estas medidas.[13]
El diario de guerra mantiene un extraño silencio sobre lo que ocurrió en Bialystok tras la orden de las ejecuciones por parte de Montua, pero procedimientos judiciales posteriores en Alemania revelaron el curso de los acontecimientos.[14] Por supuesto, no hubo ninguna investigación, ni juicio, ni condena de los supuestos saqueadores para ser fusilados según la ley marcial. A los judíos varones que aparentaban estar entre los diecisiete y los cuarenta y cinco años simplemente se les reunió y se les llevó al estadio de Bialystok el 12 de julio. Cuando el estadio estuvo casi lleno, Back-Zelewski visitó el lugar y se recogieron los objetos de valor de los judíos. Era un día muy caluroso, durante el cual a los judíos ni se les dio agua ni se les permitió ir al servicio.
El mismo día o a la mañana siguiente, los camiones de la flota automovilística de ambos batallones policiales empezaron a transportar a los judíos a las zanjas antitanque que había en una zona arbolada en las afueras de la ciudad. Casi todo el Batallón 316 y una compañía del Batallón 322 vigilaban el lugar de las ejecuciones y fueron formados en pelotones de fusilamiento. Bach-Zelewski apareció de nuevo en escena e hizo un discurso de justificación. Los disparos duraron hasta la caída de la noche y entonces los policías intentaron llevar a cabo las ejecuciones bajo la luz de los faros de sus camiones. Al no resultar satisfactorio, la acción se detuvo y se completó al día siguiente. Los tribunales alemanes concluyeron que al menos 3.000 judíos habían muerto fusilados (aunque debe tenerse presente que, por conveniencia judicial, esas cifras siempre representan una estimación mínima no rebatida del número de víctimas y no la cantidad más probable, para así excluir ese asunto de la discusión judicial).
La campaña de asesinatos contra los judíos rusos se aceleró a finales de verano y en el otoño de 1941, y el diario de guerra del Batallón Policial 322 pone de manifiesto que continuaba participando en ella. El 23 de julio, se rompió la subordinación formal del batallón al comandante de la retaguardia. «Para desarrollar las tareas inminentes, el batallón se sitúa directamente bajo las órdenes del HSSPF Gruppenführer von dem Bach.»[15] Mientras las tres compañías del Batallón Policial 322 se trasladaban de Bialystok a Minsk durante el mes de agosto, la tercera compañía del teniente Riebel se distinguió especialmente por seguir ejecutando a los judíos que encontraba a su paso. Sobre sus redadas posteriores a través de las zonas boscosas de los alrededores de Bialowieza el 2 de agosto, en el diario de guerra se anotaba: «Antes de partir, la tercera compañía debe llevar a cabo la aniquilación de los judíos».[16] Posteriormente, Riebel informó de que «a primera hora de la mañana del 10 de agosto, la tercera compañía llevó a cabo la eliminación de los judíos alojados en el campo de concentración de prisioneros de Bialowieza. 77 varones judíos de entre dieciséis y cuarenta y cinco años fueron fusilados. La acción se realizó sin el menor incidente. No hubo ni un solo caso de resistencia».[17]
Esa no fue una acción aislada, ya que cinco días después, Riebel informaba de que «la acción judía en Narevka-Mala la llevó a cabo la tercera compañía el 15 de agosto de 1941. En esa acción se trasladaron a Kobrin 259 mujeres y 162 niños. Todos los varones de entre dieciséis y sesenta y cinco años de edad fueron fusilados. El 15 de agosto de 1941 se fusiló a un total de 232 judíos y a un polaco por saqueo. La ejecución de los judíos se realizó sin complicaciones ni contratiempos».[18]
A finales de agosto el batallón estaba en Minsk, donde Bach-Zelewski y Daluege se encontraron el día 29.[19] Al igual que anteriormente en Bialystok, su reunión fue el preludio de la participación de la Policía del Orden en otra importante matanza de judíos. El 30 de agosto, el comandante del batallón, el mayor Nagel, fue citado para discutir «una acción judía esencial» que estaba prevista para el 31 de agosto y el 1 de septiembre. El batallón tenía que facilitar dos compañías.[20]
El 31 de agosto, las compañías primera y tercera del Batallón Policial 322 (que habían cambiado su nombre por el de compañías séptima y novena del Regimiento de Policía del Centro) se desplazaron al gueto de Minsk, donde detuvieron a unos 700 judíos, entre ellos 74 mujeres. Al día siguiente, la novena compañía de Riebel tomó parte en la ejecución de más de 900 judíos, incluyendo todos los arrestados el día anterior. El autor del diario de guerra sintió la necesidad de proporcionar una justificación para este primer fusilamiento de gran número de mujeres judías. Fueron ejecutadas, explicó, «porque se las había encontrado sin la estrella judía durante la redada […] En Minsk también se descubrió que las mujeres judías en particular se quitaban las marcas de su ropa».[21] Muy ansioso por que se reconociera el recuento de cuerpos de su compañía, Riebel informó con diligencia: «En la acción judía del 1 de septiembre fueron ejecutados los judíos detenidos el 31 de agosto. La novena compañía fusiló a 290 hombres y 40 mujeres. Las ejecuciones se desarrollaron sin problemas. Nadie se resistió».[22]
En una acción posterior en Mogilev, a principios de octubre, ya no se tuvo la necesidad de explicar la matanza de mujeres judías. El 2 de octubre, el diario registraba lo siguiente: «novena compañía. Desde las 15:30 la compañía entera. Acción judía en el gueto de Mogilev conjuntamente con el personal del alto mando de las SS y la policía en Rusia central y la policía auxiliar ucraniana: detenidos 2.208 judíos de ambos sexos, 65 tiroteados allí mismo al intentar escapar». Al día siguiente: «séptima y novena compañías conjuntamente con el personal del alto mando de las SS y la policía en Rusia central: ejecución de un total de 2.208 hombres y mujeres judíos en las afueras de Mogilev, no muy lejos del campamento del bosque (séptima compañía, 378 fusilados; novena compañía, 545)».[23]
La participación de los batallones policiales en la zona de Rusia central no fue algo excepcional. La escasa documentación que se conserva pone de manifiesto la existencia de una participación similar tanto en el sur como en el norte. El HSSPF del sur de Rusia, Friedrich Jeckeln, que estaba al mando de un total de cinco batallones policiales (el 304 y el 320 además del Regimiento de Policía del Sur, compuesto por los batallones 45, 303 y 314; de ellos, todos menos uno estaban integrados por nuevos voluntarios jóvenes), en sus informes diarios tenía cuidado de reconocerle el mérito a quien se lo merecía. Las anotaciones que siguen proceden de una recopilación incompleta de esos informes:[24]
19 DE AGOSTO: El Batallón 314 mató a 25 judíos. El Batallón 45 en Slavuta mató a 522 judíos.
22 DE AGOSTO: El Batallón 45 mató a 66 y 471 judíos en dos acciones.
23 DE AGOSTO: El Batallón 314 mató a 367 judíos en una «acción de limpieza».
24 DE AGOSTO: El Batallón 314 mató a 294 judíos, el Batallón 45 mató a 61 judíos y el «escuadrón policial» (policía montada) a 113 judíos.
25 DE AGOSTO: El Regimiento de Policía del Sur mató a 1.324 judíos.
27 DE AGOSTO: De acuerdo con el primero de dos informes, el Regimiento de Policía del Sur mató a 549 judíos y el Batallón 314 a 69 judíos. El segundo informe atribuía al Regimiento de Policía del Sur el fusilamiento de 914 judíos.
28 DE AGOSTO: El Regimiento de Policía del Sur mató a 369 judíos.
29 DE AGOSTO: El Batallón 320 efectuó el «cordón» mientras los miembros de la compañía del HSSPF mataban a 15.000 judíos en Kamenets Podolsky los días 26 y 27 de agosto y a otros 7.000 el 28 de agosto.
31 DE AGOSTO: El Batallón 320 mató a 2.200 judíos en Minkovtsy.
1 DE SEPTIEMBRE: El Regimiento de Policía del Sur mató a 88 judíos; el Batallón 320 mató a 380.
2 DE SEPTIEMBRE: El Regimiento de Policía del Sur mató a 45 judíos.
4 DE SEPTIEMBRE: El Regimiento de Policía del Sur mató a 4.144 judíos.
6 DE SEPTIEMBRE: El Regimiento de Policía del Sur mató a 144 judíos.
11 DE SEPTIEMBRE: El Regimiento de Policía del Sur mató a 1.548 judíos.
12 DE SEPTIEMBRE: El Regimiento de Policía del. Sur mató a 1.255 judíos.
5 DE OCTUBRE: El Batallón Policial 304 mató a 305 judíos.
Los interrogatorios judiciales que tuvieron lugar después de la guerra en la República Federal de Alemania, producto de esa escasa documentación, revelaron más información sobre cómo la guadaña criminal de los batallones policiales 45 y 314 segó la Unión Soviética en otoño de 1941. Cuando el Batallón Policial 45 llegó a la ciudad ucraniana de Shepetovka el 24 de julio, su comandante, el mayor Besser, fue requerido por el jefe del Regimiento Policial del Sur, el coronel Franz. Franz le dijo a Besser que, por orden de Himmler, los judíos de Rusia tenían que ser destruidos y que su Batallón Policial 45 tenía que participar en esa labor. En pocos días el batallón había aniquilado a los varios centenares de judíos que quedaban en Shepetovka, mujeres y niños incluidos. En agosto, siguieron las masacres de tres cifras en varias ciudades ucranianas. En septiembre el batallón facilitó cordón, escolta y tiradores para la ejecución de miles de judíos en Berdichev y Vinnitsa. Las brutales actividades del batallón alcanzaron su punto culminante en Kiev los días 29 y 30 de septiembre, cuando los policías proporcionaron de nuevo cordón, escolta y tiradores para asesinar a más de 33.000 judíos en la quebrada de Babi Yar. El batallón siguió llevando a cabo ejecuciones menores (Jorol, Krementschug, Poltava) hasta finales de año.[25] El Batallón 314 también empezó con matanzas de tres cifras relativamente pequeñas, que comenzaron el 22 de julio. Luego se unió al Batallón Policial 45 en la ejecución de varios miles de judíos en Vinnitsa en septiembre de 1941, y asesinó entre 7.000 y 8.000 en Dnepropetrovsk del 10 al 14 de octubre. El último fusilamiento descubierto en la investigación está fechado a finales de enero de 1942 en Jarkov.[26]
La documentación del sur de Rusia brinda una vaga perspectiva general de la extensa y continua participación de las unidades de la Policía del Orden en el fusilamiento masivo de judíos, pero carece de detalles; la información del norte de Rusia es todo lo contrario. En ella no tenemos una visión general, sino una descripción extraordinariamente vivida de una operación llevada a cabo por el Batallón 11, que había sido destinado a la región de Kovno desde principios de julio de 1941, con su tercera compañía encargada de vigilar el gueto de Kovno.[27] A mediados de octubre, el comandante del batallón fue enviado a Minsk con dos compañías del Batallón 11 y dos de la policía auxiliar lituana. El oficial de operaciones de la División de Seguridad 707 les asignó su primera tarea a los policías (los cuales afirmaron luego que fue la primera de dos únicas acciones similares): la ejecución de todos los judíos del pueblo de Smolevichi, al este de Minsk, como una pretendida medida de disuasión y advertencia a la población civil para que no ayudara a los partisanos. El comandante del batallón afirmó que él protestó, pero el oficial de operaciones se limitó a decirle que la policía alemana podía efectuar el cordón y dejar las ejecuciones a los lituanos. La masacre de los judíos de Smolevichi se llevó a cabo tal como había sido ordenada.
A finales de octubre, el ejército ordenó a las dos compañías de la Policía del Orden y a sus auxiliares lituanos que eliminaran a todos los judíos de Slutsk, al sur de Minsk, una ciudad de unos 12.000 habitantes de los que un tercio eran judíos. De nuevo la acción se justificó como medida disuasoria para proteger a las tropas alemanas. Lo que ocurrió en Slutsk el 27 de octubre fue el tema de un informe del jefe de la administración civil alemana de la ciudad a su superior en Minsk, Wilhelm Kube.
Slutsk, 30 de octubre de 1941
Inspector regional en Slutsk
Para: Inspector general en Minsk
Asunto: Acción judía.
Con relación a mi informe telefónico del 27 de octubre de 1941, le presento por escrito lo siguiente: Cerca de las ocho de la mañana del 27 de octubre, apareció un teniente primero del Batallón Policial 11 de Kovno (Lituania). Se presentó como el ayudante del comandante del batallón de la Policía de Seguridad [sic]. El teniente primero declaró que al batallón policial se le había asignado la tarea de llevar a cabo la eliminación de todos los judíos de la ciudad de Slutsk en dos días. El comandante del batallón se estaba aproximando con un contingente de cuatro compañías, dos de ellas formadas por auxiliares lituanos, y la acción tenía que iniciarse inmediatamente. Acto seguido, le contesté al teniente primero que, en cualquier caso, yo primero debía discutir la acción con el comandante. Al cabo de media hora llegó a Slutsk el batallón policial. Tal como solicité, la conversación con el comandante del batallón tuvo lugar inmediatamente después de su llegada. Antes que nada, expliqué al comandante que difícilmente se podría llevar a cabo la acción sin una preparación previa porque a todos [los judíos] los habían mandado a trabajar y habría una horrible confusión. Como mínimo, estaba obligado a avisar con un día de antelación. Entonces le pedí que pospusiera un día la acción. Él, sin embargo, no aceptó, aduciendo que tenía que realizar acciones en todas las ciudades de los alrededores y sólo disponía de dos días en Slutsk. Al final de esos dos días, Slutsk tenía que estar totalmente libre de judíos. Yo enseguida interpuse la más enérgica protesta contra eso, en la que recalqué que la aniquilación de judíos no era algo que pudiera hacerse de forma arbitraria. La mayor parte de los judíos que todavía estaban presentes en la ciudad eran artesanos y sus familias. Uno simplemente no podía pasar sin los artesanos judíos porque eran indispensables para el mantenimiento de la economía. Además, hice referencia al hecho de que los rusos blancos eran, por así decirlo, completamente imposibles de conseguir, que por lo tanto todas las empresas esenciales se paralizarían de golpe si se eliminaba a todos los judíos. Al final de nuestra discusión mencioné que los artesanos y especialistas, en la medida en que eran indispensables, tenían identificación a mano, y que esos judíos no debían sacarse fuera de los talleres. Se acordó además que todos los judíos que estaban todavía en la ciudad, especialmente las familias de los artesanos, a quienes yo tampoco quería que liquidaran, tenían que ser traídos al gueto antes que nada para organizarlos. Dos de mis funcionarios iban a ser autorizados para llevar a cabo la clasificación. El comandante no se opuso de ninguna manera a mi posición, así que creí de buena fe que la acción se realizaría de acuerdo con ella.
Varias horas después de que empezara la acción, ya se evidenciaban unas dificultades asombrosas. Descubrí que el comandante no estaba respetando en absoluto nuestro acuerdo. En contra de lo que se había estipulado, estaban sacando de las fábricas y talleres a todos los judíos sin excepción y se los llevaban. En cualquier caso, a algunos de ellos los llevaron por el gueto, donde yo agarré y seleccioné a algunos, pero a la mayoría los cargaron directamente en camiones y sin más preámbulos acabaron con ellos en las afueras de la ciudad. Poco después del mediodía ya llegaban quejas de todas partes de que los talleres ya no podían funcionar porque se habían llevado a todos los artesanos judíos. Como el comandante ya había salido hacia Baranovichi, tras una larga búsqueda contacté con el segundo comandante, un capitán, y exigí que la acción se detuviera inmediatamente porque no estaba teniendo lugar de acuerdo con mis instrucciones y el daño económico ya ocasionado no tenía remedio. El capitán pareció muy asombrado por mi punto de vista y explicó que él había recibido instrucciones del comandante para librar a la ciudad de todos los judíos sin excepción, tal como ya habían hecho en otras ciudades. La limpieza tenía que realizarse aduciendo motivos políticos y en ningún sitio habían tenido nada que ver los factores económicos. No obstante, haciendo caso de mi enérgica protesta, detuvo entonces la acción, hacia el atardecer.
En lo que concierne a esta acción debo enfatizar, con mi más profundo pesar, que a lo último rayó en el sadismo. Durante la operación la ciudad en sí ofrecía un panorama horrible. Con una brutalidad indescriptible tanto por parte de los policías alemanes como en particular por parte de los lituanos, los judíos y los rusos blancos fueron sacados de sus casas y reunidos. Había disparos en todas partes de la ciudad y en cada una de las calles se apilaban los cuerpos de los judíos a los que habían matado de un disparo. Los rusos blancos tuvieron muchísimos problemas para escaparse de la redada. Aparte del hecho de que los judíos, entre ellos también los artesanos, fueron cruelmente maltratados de una manera terriblemente brutal ante los ojos de los rusos blancos, éstos fueron igualmente golpeados con porras y garrotes. Uno ya no puede hablar de una acción judía, se parecía mucho más a una revolución. Tanto yo como todos mis funcionarios estuvimos en medio de eso todo el día sin descanso, a fin de salvar lo que todavía podía salvarse. En repetidas ocasiones tuve, literalmente, que hacer salir de los talleres a oficiales alemanes y lituanos con el revólver desenfundado. A mis propios gendarmes les habían asignado la misma tarea, pero a causa de los disparos desenfrenados a menudo tenían que salir de las calles para que no los mataran a ellos también. Toda la escena en conjunto era más que espantosa. Por la tarde, una gran cantidad de carretas tiradas por caballos y sin conductor andaban dando vueltas por las calles, por lo que tuve que ordenar a la administración de la ciudad que se hiciera cargo de ellas inmediatamente. Después resultó que eran carros judíos que habían sido destinados por el ejército al transporte de munición. A los judíos sencillamente los habían hecho bajar y se los habían llevado, sin que nadie se ocupara de las carretas.
Yo no estuve presente en los fusilamientos que tuvieron lugar en las afueras de la ciudad. Por tanto, no puedo decir nada acerca de su brutalidad. Pero basta con resaltar que, mucho después de haber sido arrojados a la tumba, algunos de los que habían sido disparados consiguieron salir otra vez. En lo que se refiere al daño económico, hago constar que la curtiduría fue el sector más terriblemente afectado. En ella trabajaban 26 expertos. De golpe, 15 de los mejores especialistas que había entre ellos fueron asesinados. Otros cuatro saltaron de las carretas cuando iban en marcha y escaparon, mientras que otros siete huyeron y evitaron que los atraparan. Había cinco hombres trabajando en la tienda del carretero, cuatro de los cuales fueron fusilados y ahora la tienda debe seguir funcionando con sólo un carretero. Otros artesanos han desaparecido, como ebanistas, herreros, etcétera. Hasta ahora no me ha sido posible hacerme una idea general precisa. Como ya he mencionado al principio, se suponía que las familias de los artesanos tenían que salvarse. Sin embargo, hoy parece que en casi todas las familias hay algunas personas desaparecidas. Llegan noticias de todas partes, a partir de las cuales se puede concluir que en algunas de esas familias ha desaparecido el propio artesano, en otras la mujer y en otras los niños. Por consiguiente, casi todas las familias han sido destrozadas. En estas circunstancias se deben albergar bastantes dudas de que los artesanos que quedan sean entusiastas con su trabajo y produzcan en consecuencia, y más cuando en estos momentos todavía andan con el rostro ensangrentado a causa de la brutalidad de los golpes. Los rusos blancos, cuya confianza habíamos ganado por completo, se quedaron allí aterrados. Aunque están intimidados y no se atreven a expresar su opinión con libertad, no obstante uno oye decir que este día no supone una página de gloria para Alemania y que nunca va a olvidarse. Soy de la opinión que mediante esta acción se han destruido muchas de las cosas que habíamos logrado en los últimos meses, y de que va a pasar mucho tiempo antes de que volvamos a obtener la confianza de la población.
Como conclusión, me veo obligado a señalar que durante la operación el batallón saqueó de una manera escandalosa, y, de hecho, no solamente en las casas judías, sino que hizo otro tanto en las casas de los rusos blancos. Se llevaron cualquier cosa de utilidad, como botas, cuero, telas, oro y otros objetos de valor. Según explican algunos miembros del ejército, a los judíos se les sacaban los relojes de las manos públicamente en las calles y se les quitaban los anillos de los dedos de la manera más brutal. Un oficial pagador informó de que a una chica judía la policía le ordenó que fuera a buscar inmediatamente 5.000 rublos y que entonces soltarían a su padre. Se dice que la chica fue corriendo por todas partes intentando conseguir el dinero. También, dentro del gueto, la policía entró y robó en los barracones individuales que habían sido cerrados con clavos por la administración civil, y provistos con pertenencias de los judíos. Hasta de los barracones donde se alojaba la unidad arrancaron las puertas y los marcos de las ventanas para echarlos a la hoguera del campamento. Aunque el martes por la mañana tuve una charla con el segundo comandante en relación con los saqueos y durante el curso de la conversación me prometió que en lo sucesivo ningún policía entraría en la ciudad, varias horas más tarde me vi obligado una vez más a arrestar a dos lituanos completamente armados porque los pillaron robando. La noche del martes al miércoles, el batallón abandonó la ciudad en dirección a Baranovichi. Cuando la noticia se difundió por la ciudad, la población se alegró de forma manifiesta.
Hasta aquí el informe. Iré a Minsk en un futuro próximo para discutir de nuevo el asunto de palabra. De momento no puedo continuar con la acción judía. Primero debe restablecerse la paz. Espero poder restaurar la calma lo más pronto posible y, a pesar de todas las dificultades, reactivar la economía. Ahora sólo pido que se me conceda una petición: “En un futuro manténgame alejado sin falta de ese batallón policial”.
Carl [28]
Aunque la documentación sobre la participación del batallón policial en las matanzas de los judíos rusos no es muy extensa, basta para desmentir más allá de cualquier duda razonable la principal coartada de los líderes de la Policía del Orden tras la guerra: concretamente, que Daluege había llegado a un acuerdo con Himmler por el cual la Policía del Orden ayudaría a la Policía de Seguridad realizando turnos de guardia y cualquier otro servicio antes de los fusilamientos, pero que se les prohibió ser los ejecutores. Este pretexto similar a lo que afirmaron las Waffen-SS después de la guerra acerca de que ellos eran soldados como los demás y no participaron en los programas fundamentados ideológicamente del resto de las SS, fue alegado con éxito ante al menos un tribunal alemán en el juicio del Batallón Policial 11. La defensa convenció al tribunal de que, tras sólo dos ejecuciones (bajo las órdenes del ejército en la región de Minsk), pudieron acogerse al acuerdo de Daluege para conseguir su retirada a Kovno.[29]
Tal como muestra la documentación, la participación directa de la Policía del Orden en las ejecuciones colectivas de judíos rusos durante el verano y otoño de 1941 fue generalizada y se dio en las jurisdicciones de los HSSPF del norte, del centro y del sur, así como en Bialystok. Además, la masacre de mediados de julio en Bialystok tuvo lugar justo después de que Daluege y Himmler se reunieran allí con Bach-Zelewski, y la matanza de Minsk del 1 de septiembre sucedió inmediatamente después de la visita que Daluege hizo con Bach-Zelewski a esa ciudad. Está claro que Daluege no prohibía, sino que más bien promovía la participación de la Policía del Orden en los asesinatos colectivos.
La participación de la Policía del Orden en los fusilamientos masivos que tuvieron lugar en Rusia pasado el otoño de 1941 no está bien documentada y con toda seguridad fue mucho menos frecuente. La gran excepción fue su amplia intervención en la ejecución de judíos en la región de Pinsk en el otoño de 1942.[30] Durante la crisis militar que tuvo lugar en el invierno entre los años 1941 y 1942, a muchos batallones policiales se les presionó para que actuaran en la línea de frente. Otros tuvieron que enfrentarse a una resistencia partisana cada vez mayor. Por otra parte, el número de soldados de las poblaciones autóctonas reclutados en unidades auxiliares bajo las órdenes de la Policía del Orden casi se multiplicó por diez en 1942, pasando de 33.000 a 300.000.[31] Existía una tendencia constante a asignar a estas unidades los verdaderos servicios de fusilamiento para trasladar la carga psicológica de la policía alemana a sus colaboradores. Este peso psicológico era importante y alcanzó al mismísimo Bach-Zelewski. El médico de las SS de Himmler, en su informe para el Reichsführer sobre la enfermedad que incapacitaba a Back-Zelewski en la primavera de 1942, señalaba que el líder de las SS sufría «sobre todo de visiones relacionadas con los fusilamientos de judíos que él mismo había dirigido y con otras experiencias difíciles que tuvo en el este».[32]