DECLARACIÓN DEL AUTOR

Carísimo lector:

Voy a entretenerte con la relación de mi primera salida de Madrid, a pie, y como se dice, sin dinero.

Pienso que ella vale la pena de que yo te la cuente y de que tú la leas, pues aprenderás conmigo muchas cosas de la España vieja y de la España nueva. No te importe acompañarte de un vago; sólo el ponerse bajo la protección de la santa curiosidad hace a los desarraigados, a los aventureros, a los filósofos trashumantes, nobles por el espíritu y por la fortaleza del corazón.

Verás también cómo el ambular vagamundo es asequible a artistas y excursionistas que gusten salir de las trilladas rutas férreas y polvorientas carreteras; y que bien puede uno lanzarse por estos andurriales españoles, o por curiosidad o para solaz del espíritu, sin miedo a robos, secuestros y puñaladas, como piensan muchos extranjeros y tantos otros conciudadanos nuestros, para quienes la vida andariega es cosa de bohemios y un lío de peligros y de sobresaltos.

Cierto que se pasan fatigas e incomodidades, pero ellas se reducen a cero al fin de la jornada, si uno sabe revestirse de ánimo y se acostumbra a ver las cosas por el lado alegre. De otra manera, se fatiga el cuerpo inútilmente y se aplana el espíritu. El hombre que no es observador —dice un refrán ruso— es como aquel que cruza el bosque y no encuentra leña para calentarse, o, como se dice en castellano, «mira el mar y no ve el agua».