ESCENA XII

EUDOSIA y Conesa.

Sale Conesa, segunda izquierda, lívido, descompuesto, con el sombrero en el pescuezo arrastrándole la capa; el temblor de las piernas no le permite andar, y el desfallecimiento le obliga a llevar los brazos caídos y la bandurría arrastrando.

CONESA: ¡Ay, Udo... do...! ¡Ay, Udodo...! ¡Ay, Udo...sia!

EUDOSIA: ¿Lo has oído?

CONESA: ¡Todo!... ¡Ay, que rom... rom... rom...! ¡Ay, que me rom... rom... pen la cabeza! (Quiere huir y se cae.)

EUDOSIA: Huye, corre, vete...

CONESA: ¡No puedo!... ¿Ves lo que yo te decía?... Aliana... mi... miento de mo... mo... de mo... morada, nocturnidad, ale... ale... (intenta andar y se le doblan las piernas.)

EUDOSIA: Ale, hombre, vete.

CONESA: Alevosía... bandurria... traída de víveres... ¡Me mata!... ¡Me cogen!...

EUDOSIA: ¡Pero corre, por Dios!

CONESA: Si es que a mi cuando me asusto, me da un temblor en las piernas, que no me deja andar... (Anda y se cae.) ¿Lo ves? Se me torcen.

EUDOSIA: Pero, ¿y mi honra?

CONESA: Se me toreen. Es esta pierna...

EUDOSIA: ¡Anda, Conesa! (Empujándole.)

CONESA: ¡Pero con una sola cómo quiés que ande?

EUDOSIA: Yo te ayudaré... (Va a cogerle en brazos y suena la bandurria, que antes se la ha terciado.)

CONESA: ¡Ay, por Dios, no me toques la bandurria, que me delatas! Sácame al descansillo que yo cuando me veo en la escalera, reacciono.

EUDOSIA: (Haciendo esfuerzos inútiles.) ¡Si es que no puedo contigo!