ESCENA VI
MANOLO, Raimunda y Bibiano
BIB.: ¡Hijo mío!
RAIM.: ¡Gloria de tu madre! (Le besan.)
MANOLO: Hola.
BIB.: ¿Solo?
MANOLO: Si, señor.
BIB.: ¿No ha pareció entavía la... la niña esa?
MANOLO: No, señor. Toavía es temprano.
BIB.: Pa los serenos. ¡Como no s'haiga sentao en Recoletos, a esperar que se acabe la guerra, no me explico este retraso.
RAIM.: (Aparte a Bibiano.) Yo Sí. (A Manolo.) ¿Has cenao, encanto?
MANOLO: Toavía no.
RAIM.: ¡Oyes, la perla de mi alma sin cenar a estas horas!... ¿Quiés que vaya tu madre a casa por una taza de caldo, hijo mío? (casi llorando.)
MANOLO: No, señora... ¡no faltaba más! Gracias.
RAIM.: ¡La muy galocha!... ¡A estas horas por ahí de jota!..
MANOLO: Madre. Eso de jota...
BIB.: Tómalo como aire nacional, hijo mío. Tu madre no lo dice a mal decir.
RAIM.: Que lo tome como quiera; pero es un cargo de conciencia tener al marido a las nueve de la noche esperando, muerto de hambre...
MANOLO: Deje usté. Muchas veces me ha esperao ella a mí.
BIB.: ¡Pero qué vas a ponerte!... Tú eres un hombre, y el hombre es un animal soberano y libre, dueño de su voluntaz y pué hacer lo que le dé la gana; pero esa mequetrefa no vale un bostezo tuyo.
RAIM.: ¡Qué va a valer ese escuerzo!... ¡Qué va a valer, comparao con este hijo tan rico... (Le abraza llorando.) ¡Qué lástima de hijo!
MANOLO: Lástima, ¿por qué?...
RAIM: ¡Nada, hijo, nada!
MANOLO: Pero, ¿qué la pasa a usté pa llorar de esa forma?
BIB.: A tu madre le pasa en húmedo lo que a mí en seco, Manolo; que se nos recome el corazón de ver lo que está haciendo contigo esa mujer.
MANOLO: Pero, ¿qué está haciendo?... Hablemos claro. ¿Es que puén ustés señalar en la Petra algo contra mi dinidá? ¿Es que saben ustés algo? ¿Es que alguien dice algo de mi mujer?
RAIM.: Yo no necesito que nadie diga ná, hijo mío. Me basta lo que veo.
BIB.: Tu mujer no es la misma, Manolo. Ella huele, que la Perfumería Kloralia es una alcantarilla a su lao. Nunca ha ido vestida como ahora... lleva unas medias que son una tela de cebolla, la faldita a media pierna y el escote casi a media pierna también...
RAIM.: Callejear, ¿qué vamos a decirte? ¡Ya ves la hora y sin dar señales!... ¿Es eso bonito? ¿Es eso decente?
BIB.: Y nosotros, hijo mío, lo que estamos viendo es que va a llegar pa tí de un momento a otro... ¡la hora del redículo!
MANOLO: ¡Padre!
BIB.: Sí, la hora del redículo. ¡Hay que hablar claro!... ¡La hora del redículo!