ESCENA IV

EUDOSIA. Luego Conesa

EUDOSIA: ¡Qué hombres!... ¡Hay que ver la alegría que le ha dao a ese granuja cuando le he dicho que podía subir! ¿Y too pa qué? Pues por el puntillo de poder decir «una más»; porque si una no supiá defenderse de estos tíos, la honra de una «adiós y que usté lo pase bien...» ¡Pero menudo chasco se lleva! Ahora, que la verdá, es lástima que este Conesa sea tan sinvergüenza pa las mujeres; porque como simpático .. ¡Amos!, que es un tío que yo le tengo una rabia tan rara, que hay días que yo no sé si romperle las narices o si regalarle un tapabocas... (Llaman.) ¡Ya está ahí ese ladrón! (sale a abrir.) Pasa, bandolina.

CONESA: (Con sombrero ancho, una capa y la bandurria bajo el brazo. En la mano un paquete. Se asoma embozado.)¿No correrá peligro esta tontería bípeda?

EUDOSIA: Pasa sin miedo. ¿No te ha visto entrar nadie?

CONESA: Ni un roedor, vulgo rata. ¿Estamos solos?

EUDOSIA: Solos, Conesa.

CONESA: Y dime, flor de un día, ¿qué arranque ha sido este que has tenío de invitarme a que te convidase a cenar?

EUDOSIA: Ná, que los amos no vendrán hasta la una, y yo he dicho, pos de andar hablando por las esquinas, más vale que suba.

CONESA: Ni que decir habernos. Has dao en la tachuela, espuerta de gloria.

EUDOSIA: Ahora, que yo creo que me respetarás, Conesa.

CONESA: ¿Quién, respetarte yo?... Hazte cuenta que has convidao a cenar a un primo de Guzmán, no digo yo el Bueno, el mejor que haya.

EUDOSIA: Ya lo sé, Quintín. ¿Y los comestibles?

CONESA: Ahora los traerá el chico de la tienda, que a mí, con la bandurria, no me ha quedao espacio más que pa el transporte de este pollo asao. (Se lo da.)

EUDOSIA: Lo pondré en el aparador. ¿Y has traío la bandurria?

CONESA: Te traigo un foxtrote con incrustaciones de tango que lo baila un anacoreta.

EUDOSIA: ¡Qué gusto!

CONESA: Y oye, Udosia, entre paréntesis, ¿aquí se podrá estar tranquilo eh?

EUDOSIA: ¿Estás tranquilo en tu casa?

CONESA: Regular, porque debo cuatro meses y tengo siempre al casero detrás de las orejas.

EUDOSIA: Pues aquí pues estar como en tu casa cuando estés al corriente.

CONESA: Entonces, ancha Castilla; afuera la pañosa, afuera el sombrero, y ¡vivan los encantos rurales de mi morena! (Le da un azote.)

EUDOSIA: Oye, tú, no pegues tan fuerte, que te vas a hacer daño.

CONESA: No me importa. Soy muy sufrido. (Aparte) Esta pasa hoy al haber.

EUDOSIA: ¡Ladrón!

CONESA: ¿Me quieres, Udosia?

EUDOSIA: ¡Me muero por tus pedazos, so canalla, granuja! (Le da un zarandeo y varios puñetazos.)

CONESA: Oye, reina, que si das tan fuerte no te vas a morir por mis peazos, te vas a morir por una masa informe.

EUDOSIA: ¡Ay, cómo m'has chalao, pelagatos!

CONESA: Oye, serón de preciosidades.

EUDOSIA: ¿Qué quieres, locura?

CONESA: ¿Te parece que pa entretenernos en algo honesto y recreativo, mientras nos traen los comestibles, hagamos la escena de Don Juan Tenorio apellidada del sofá, que me la sé de corrido? (Aparte.) Aquí es donde caen todas.

EUDOSIA: ¿Y qué es eso?

CONESA: Pues una escena en que doña Inés se arrellana en una chaslón y don Juan, embriagao de amor, la llama ángel, paloma y dos o tres volátiles más, y pa postre la enajena.

EUDOSIA: ¿Y yo qué tengo que hacer?

CONESA: Pues sentarte en ese sofá, enajenarte, abandonarme una mano, como si no fuera tuya, y escuchar unos versos que yo te diré.

EUDOSIA: ¿Son muy largos?

CONESA: Bastante largos; ahora, que yo los acorto, porque con una señora en el sofá y con una mano cogida, a mí me sobran versos.

EUDOSIA: Bueno, vamos a ver; encomienza.

CONESA: Perfectamente. (Se arrodilla y la coge por la cintura.) ¿No es verdá, ángel d'amor?...

EUDOSIA: (Levantándose.) ¿Pero qué haces? ¡Suelta, suelta!

CONESA: Mujer, es que como doña Inés es monja y lleva tocas, hay que cogerla por aquí.

EUDOSIA: Bueno, pero es que yo no llevo.

CONESA: Ya sé que tú no llevas tocas...

EUDOSIA: Por eso, ni yo tocas ni tú tampoco. Conque las manos quietas.

CONESA: Entonces, cuando te se caen las dos líquidas perlas invitándome a bebérmelas, ¿cómo me las bebo?

EUDOSIA: Bébetelas a chorro.

CONESA: Qué antidramática eres, Udosia.

EUDOSIA: Oye, pues si tién que agarrarse así, ¿cómo acaba la escena?

CONESA: Pues acaba en que cuando más enajenaos están, tras, tras, llaman a la puerta.

EUDOSIA:¿Quién?

CONESA: Don Luis Megía. (Llaman a la puerta.)

EUDOSIA: (Aterrada.) ¿Quién?

CONESA: ¡Mi madre! ¿Han llamao aquí?

EUDOSIA: Aquí. Ay Conesa; ¿quién será?

CONESA: ¿Qué sé yo? Porque don Luis no me figuro yo que... Pero, oye, ahora que caigo, no te asustes, que pué que sea el chico de los ultramarinos.

EUDOSIA: Es verdá. Voy a ver. (sale.)

CONESA: ¡Dios mío, que sea el chico, porque si es alguien de la casa y me sorprenden, allanamiento de morada, nozturnidaz, alevosía bandurria y traída de víveres...

EUDOSIA: (Entra despavorida.) ¡Ay, Quintín!

CONESA: ¿Quién es?

EUDOSIA: ¡El amo!... ¡Ay, que es el amo!

CONESA: ¡Mi madre!... ¡Dame la capa, el sombrero, la bandurria. (Vuelven a llamar.)

EUDOSIA: Pronto, que estamos perdidos.

CONESA: ¿Pero por dónde huyo? (corre de un sitio a otro.)

EUDOSIA: ¡Qué se yo!... Veas el balcón...

CONESA: (se asoma.) Son diez metros y una castañera debajo.

EUDOSIA: No digo pa tirarte, es pa esconderte.

CONESA: No, que me verían. Prefiero un armario, un baúl, algo hueco.

EUDOSIA: Hueco no tenemos.

CONESA: ¡Pues un cuarto!... ¿Tú no tienes un cuarto?

EUDOSIA: Yo no tengo un cuarto.

CONESA: ¡Qué ruina! (Llaman de nuevo.) ¡Mi madre!

EUDOSIA: Pronto, ven a la despensa. Allí hay una cuba. Te meteré dentro.

CONESA: ¡Dios mío! ¡Yo en cuba!... ¡Me voy a ver negro!

EUDOSIA: Vamos. (Llaman fuerte.) ¡Ya voy, ya voy! (vanse segunda izquierda y en seguida sale Eudosia sola.) ¡Ay, Dios mío!... (Sale puerta derecha.)