La prueba del Pastelero

J. R. Blackwell

Si estuviésemos caminando juntos por la playa cogidos de las manos, y encontrásemos a nuestros pies un pastel alemán de chocolate, sin duda que nos sorprenderíamos. Nuestra extrañeza al encontrar este seductor dulce provendría de nuestro innato conocimiento de que los pasteles no surgen de la arena espontáneamente. Un pastel debe tener un pastelero. Entendemos que los pasteles no aparecen aleatoriamente de la nada por su forma y complejidad. Si le quitamos el glaseado, o cambiamos la mantequilla por ensalada de atún, lo que tenemos no es esa deliciosa pieza horneada que llamamos pastel. Sería atún quemado y sin descongelar, y sería muy desagradable. Debe haber un Pastelero para nuestro pastel, y además, ya que es un reluciente y jugoso pastel alemán de chocolate, también debe haber alemanes.

También por las mismas sabemos que, como el pastel, el chocolate no se da en la naturaleza. El chocolate tiene que ser creado por alemanes, un pueblo que posee el poder alquímico sobre la sustancia en bruto que es el cacao para convertirlo en el divino elemento que conocemos como chocolate. El proceso para hacer chocolate es místico, como sin duda debe ser cualquier proceso que cree tal delicioso producto. Los creadores del chocolate son casi tan complejos como el propio chocolate, y siguiendo esta lógica empezamos a comprender que los hacedores de chocolate (los alemanes) deben tener también un Pastelero. La majestuosa naturaleza del chocolate apunta claramente a un origen místico, y ya que el mundo está lleno de majestad, comprendemos de repente que este Pastelero debe ser también la fuente de un gran poder espiritual.

Este mundo, que es infinitamente más complejo que un pastel, incluso si es alemán y de chocolate, no puede ocurrir por puro azar: debe haber un divino Pastelero. Hay formas y sentidos a distintos niveles que no se dan sin la intervención de un Pastelero, y el mundo está lleno de tales formas mixtas y con distintos ingredientes. La más sorprendente de estas formas es la de un Pirata.

Nada sino lo divino podría haber creado una tan gloriosa criatura como el Pirata, ¡no digamos ya un barco lleno de Piratas! Los Piratas solo pudieron haber sido creados por el divino Pastelero, quien, en Su sabiduría, aplicó distintos niveles de lógica y organización a todo elemento vivo de la existencia. Un Pirata está compuesto de varios elementos distintivos: su amor por el mar, su colorido atuendo, su inagotable búsqueda de botín, y su loro. Su amor por el mar es algo complicado, pues, aunque ame a la señora del mar, rompiendo su doncellez con cada golpe de proa, también la engaña, lo que hace que ella le envíe tormentas y peligros. Un Pirata tiene un traje pintoresco: cintas y anillos de oro que no son porque sí, sino que tienen una forma y función creadas específicamente para el cuerpo de los Piratas. Su ansiosa búsqueda de botín raya con la obsesión, siempre en pos de islas ocultas que se rumorea contienen un tesoro maldito. Parece contradictorio que un Pirata pueda buscar tesoros malditos, pero eso en sí mismo es prueba del plan divino del Pastelero.

Incluso el loro que reposa en el hombro del Pirata está conformado magistralmente, una criatura capaz de imitar las mismas palabras del Pirata, confiriéndole un ominoso peso a su significado. Tal pájaro no se podría haber creado en un proceso en los que de los elementos de una sopa primordial en la joven Tierra al pasar corrientes eléctricas en un proceso en el que los estimulase para formar una variedad de moléculas, incluyendo una molécula auto replicante, que, con el tiempo, produjo variedades que compitieron con otras por los recursos, volviéndose incluso más compleja a través de la competición y la mutación, algunas de ellas desarrollasen estrategias que incluyesen la cooperación como ventaja en el proceso de replicación, una ventaja que produjo un todo interactivo que pudo haber desarrollado miembros para el movimiento, células sensibles a la luz que terminarían por ser ojos, y brillantes plumajes de colores para atraer a las parejas y así continuar el proceso de replicación originado en esas moléculas básicas auto replicantes de la sopa primordial. ¡No! Esa explicación es de lejos demasiado compleja para ser acertada y, sobre todo, no entiendo ni yo lo que acabo de escribir, así que debe estar equivocada.

Lo que yo entiendo es lo del pastel. El pastel, especialmente el alemán, está buenísimo, y lo hizo un Pastelero. La teoría de la ciencia especula que para la creación de todas las cosas hubo un Big Bang, una Gran Explosión. ¿No podemos ver que esto es un Gran Explosión del Sabor del Pastelero? ¿Qué pasa con el Pastelero? ¿Quién, al principio del tiempo, horneó todas las cosas, hizo la mezcla, y pasó el rodillo al mundo, dándole un centro caliente y una cubierta crujientita? ¿Quién fue el Pastelero, esa divinidad elemental que creó el mundo? Nuestra única explicación para este Pastelero es el Monstruo de Espagueti Volador, la criatura que místicamente horneó el mundo y le dio ser. Hombres santos con el don de la visión han sido capaces de discernir las enseñanzas del Monstruo de Espagueti Volador. Y estos hombres santos son buenos tipos porque te dejan un billete de diez o te invitan a una cerveza. Decir que están equivocados, que su predicación no es un hecho contrastable, es decir que son unos mentirosos y unos malvados, cosa que no voy a consentir que diga usted ni nadie sobre nuestros hombres santos.

Los científicos aseguran que la creación de la Tierra tuvo algo que ver con las matemáticas o la química. Yo encuentro irritantes a las ciencias físicas, y a esos científicos, ninguno de los cuáles me ha dejado nunca un billete de diez, son unos capullos arrogantes ciegos a la verdad del Monesvol. ¿Cuántos elefantes tendrán que morir para sus torres de marfil? Gilipollas…

Las pruebas del Santo Pastelero están en el mundo, en el pastel y en el chocolate. Los científicos nos dicen que el mundo era una sopa, cuando yo creo que es claramente un pastel con varias capas. Ellos tienen la idea de la sopa, y yo tengo una teoría que apoya un pastel. ¿Quién, sino el divino, que realmente estuvo allí, podría decir quién tiene la razón? Los pasteles los hacen pasteleros mortales, el chocolate lo hacen los alemanes divinamente, y los Piratas son inexplicablemente complejos. Todos estos factores nos llevan a la conclusión de que nuestro mundo fue creado por el Monstruo de Espagueti Volador, quien, en Su sabiduría, nos horneó a todos.

El Evangelio del Monstruo de Espagueti Volador
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