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Su relató me dejó atónita. Nunca esperé que algo así sucediera. Parecía irreal, sacado de una película dramática. Lloré mientras él me narraba todo eso y nani me acompañaba en ello.

Estábamos absortas de todo lo que tuvo que vivir. Él sin memoria y yo creyéndolo muerto. Me lancé a sus brazos en un acto reflejo y lo sostuve ahí.

 

Él me miraba a los ojos, en silencio; estábamos solos, no sé en qué momento nani se alejó de nosotros. De seguro fue mientras nos apretábamos el cuerpo mientras nos abrazábamos, o tal fue cuando nuestros ojos se perdieron en los orbes del otro.

 

–Aun no has respondido a mi pregunta, Annabelle.

–Oh, lo siento. ¿Cuál era? –Pregunté confundida.

– ¿Me esperaste? ¿Me amas todavía? –Con sus ojos suplicaba que las respuestas fueran sí.

– ¿Cuál quieres que te responda primero?

–La que quieras.

–Bueno, la verdad es que a pesar de todo lo que sentí, de todo lo que he sufrido, yo jamás perdí la esperanza. –Sentí su mano tomar la mía–. Nunca se me pasó por la mente dejar de esperarte. Aunque estaba la posibilidad de que hayas muerto y yo no volviera a verte.

–Eso significa que tú…

–Así es, –Dije interrumpiéndolo–. Yo aún te amo, Donald. Creo que jamás podré dejar de hacerlo. –Le confesé. Y él sonrió, me brindó una sonrisa, regalándole yo una igual.