6
Dos meses más han pasado. Donald y yo estamos juntos; claro que a escondidas. Me he vuelto una mentirosa profesional desde que estoy con él. Les miento a todo el mundo… a mis tíos, diciéndoles que me quedaré en casa de alguna compañera; le miento a nana, ocultándole mi noviazgo con Donald; y le miento a Damián. Mientras él esta tan ocupado preparando, buscando, y escogiendo lugares para la ceremonia en compañía de mi madre; yo estoy en casa de Donald amándonos de todas las maneras.
*******
Estaba alistándome para una clase más de ballet, tenía presentación a fin de mes y estaba más que ansiosa porque Donald iría a verme. Siempre me decía que le encantaría saber cómo bailo y todo eso y; por vergüenza, jamás le permitía ir, pero ya llevamos alrededor de cuatro meses juntos en total así que debo dejar la cohibición de lado.
Todo ha marchado muy bien, nadie sospecha nada de nosotros y mucho menos notan algo raro en mí, aunque la verdad, es que yo si me siento extraña. Hace un poco más dos meses, he comenzado a sentir malestares: mareos, náuseas, cansancio y uno que otro momento de vomito en el baño.
¿A qué se debe? En realidad no lo sé.
¿Me habré contagiado de algo? No lo creo.
Hay días en los cuales estoy concentradamente danzando y me viene un mareo tan enorme que me provoca desmayos. –Debe ser el estrés–. Dice mi vocecita interior. Además no me he estado alimentando bien debido a que quiero que mi presentación salga perfecta y el traje me quede impecable.
Recordé dicha presentación y me puse a bailar quitando todo pensamiento de mi mente.
La clase concluyó bien, excelente me atrevo a decir y Donald pasó por mí al final de ésta como solía hacerlo diariamente.
Estábamos hablando de cosas triviales mientras él fumaba su cigarro. El olor era un tanto asqueroso y dejaba el aire más que pesado pero, el simple hecho de que él lo provocara, me hacía aceptarlo.
– ¿Algún día me llevarás a esos lugares donde tocas con tu banda? –Le pregunté mientras me servía un vaso de jugo.
–Me encantaría pero eres menor de edad, nena, y en esos sitios no puedes entrar.
– ¿Te molesta eso?
– ¿Qué cosa?
-Andar con una bebé.
–No digas tonteras, Annabelle. Yo estoy contigo porque quiero. Nadie me obliga a estar a tu lado, y nada me impide dejarte.
– ¿Qué quieres decir?
–Lo que escuchaste… me refiero a que si estoy contigo es porque te amo, sin importar la edad que tienes. Si bien me gustaría salir contigo, llevarte a mis presentaciones y poder visitarte libremente; me conformo con esto, con tenerte en mi vida, aunque eso signifique llevar una relación a escondida de los tuyos.
–Sé que es difícil, sobre todo por la situación en la que nos encontramos. Si bien ahora soy sólo tuya, dentro de un tiempo no muy lejano seré de alguien más y lo nuestro llegará a su fin.
– ¿Por qué estás diciendo todo esto? –Preguntó con un toque de ira en su voz.
–Porque es la realidad. Yo voy a casarme y ningún hombre aceptará llevar una relación con una mujer casada.
–Yo no soy como los demás.
–Lo sé. Pero me amas, y en cuanto ese momento crucial se lleve a cabo, comenzarás a celarme y los celos no llevan a nada bueno. Por las noches cuando yo no esté a tu lado, te preguntarás qué es lo que estoy haciendo; acaso me estaré entregando a él esa noche, o cualquier otra; comenzarás a pasarte rollos, a imaginar cosas y eso, al final de cuenta, terminará con todo lo que existe hoy.
–Vámonos de aquí. –Soltó sin más.
– ¿Qué? –Pregunté congelada.
–Lo que oíste. Vente conmigo a Estados Unidos, dejemos atrás todos estos obstáculos, creemos una vida juntos.
–Tú perdiste la razón.
–Tú me la has robado. –Agregó–. Por favor, Annabelle, arriésgate por mí, apuesta por lo nuestro. –Suplicó.
–No puedo hacerlo, no puedo dejar mis estudios a medias, mi futura carrera de bailarina de lado, no puedo dejar a mis tíos.
– ¿Estás segura que es sólo por eso?
– ¿De qué hablas?
–De que a lo mejor las constantes visitas de ese idiota han surgido efectos.
–Se más claro, Donald. –Dije al borde de perder la paciencia.
– ¿Quieres que sea más claro, mi amor? –Dijo con cierta cantidad de ironía en su voz. Yo sólo asentí–. Tal vez Damián te gusta.
– ¿Te das cuenta de la estupidez que estás diciendo? –Grité.
–No es una estupidez.
–Tienes razón, no lo es. Es una ENORME estupidez lo que acabas de decir.
– ¿Has dejado que te toque? –Escupió las palabras.
–No puedo crees lo que acabo de escuchar. –Me volteé y traté de alejarme pero él me lo impidió.
–Respóndeme, maldita sea. –Tomó fuertemente de mi muñeca izquierda.
–Me estás lastimando, Donald.
–Responde de una vez, Annabelle. –Gruñó.
– ¡NO! –Grité–. Nadie aparte de ti me ha acariciado, nadie más que tú ha sido dueño de mi cuerpo. No puedo tan siquiera digerir tus palabras. –Me solté de un solo tirón de él al borde las lágrimas.
–Anna, mi amor yo…
– ¿Te das cuenta? –Lo interrumpí–. Aun no me he desposado y tú ya estás haciéndome esto.
–No… No sé lo que me pasó.
–Dudas de mí, eso es lo que pasa. ¿Piensas que me acosté con él? ¿En serio crees que lo haría?
–No lo sé.
–Piensa lo que quieras.
Me disponía a irme de allí con un corazón destrozado. El hombre que amaba no confiaba en mí. ¿Acaso me creía una puta que se acuesta con todo el mundo? Dolorosamente caí en cuenta; Donald, dudaba de mí, de mi amor. Enfadada atravesé la sala de estar y un mareo invadió mi tembloroso cuerpo. Fui rápidamente al baño, me miré al espejo y me sorprendí de mi reflejo. Mi cara estaba pálida, mis ojos hinchándose a medida que caían las salinas gotas de ellos, rojos, debido a ese acto. Mi cuerpo temblaba por los constantes escalofríos de lo recorrían, un fuertísimo dolor en el vientre hizo que me retorciera, grité, grité desgarradamente y no aguanté más… perdí la conciencia.
*******
Al momento de reaccionar me encontraba nuevamente allí… en un hospital. ¿Qué ha pasado? ¿Por qué estoy aquí? Mi cabeza me arde, mi cuerpo está brutalmente dolorido, y apenas puedo moverme.
–Anna. –Susurró Donald al darse cuenta de mis ojos abiertos–. ¿Cómo te sientes?
– ¿Qué hago aquí otra vez, Donald? –Su expresión se volvió seria.
– ¿Por qué no me lo dijiste?
– ¿Decirte qué?
–Lo del bebé.
– ¿Bebé? ¿De qué bebé me estás hablando?
–Del hijo que hospedaba en tu vientre, de tu embarazado.
– ¿Emba… embarazo? No, no es posible.
–Sí lo es.
–O sea que… ¿Vamos a ser padres? –Pregunté asustada–. No puede ser, Donald. –Grité histérica–. No puedo estar embarazada…
–Anna…
– ¿Qué le diré a mi familia? ¿A mis tíos? Dios mío. –Solté en llanto–. Mamá va a matarme y mi tía se sentirá decepcionada de mí. –Seguí diciendo, ignorando que él me hablaba.
–Anna. Mírame. –Lo hice–. No vamos a ser padres. –Dijo con la voz entrecortada y contendiendo las lágrimas.
–No entiendo. –Seguí sollozando.
–Has perdido al bebé. Ya no seremos padres. –Y dejó salir esas lágrimas amenazadoras.
–Se… Se ha… Se ha muerto. –tartamudeé.
–Lo siento mi amor. –Me abrazó–. El doctor dice que se debió a tu mala alimentación y a tu constante entrenamiento con el ballet.
–Mi hijo. –Lloré acariciando mi vientre–. Nuestro bebé, Donald. –Si bien no quería un bebé en estos momentos, y el susto me puso histérica con la noticia; enterarme de que lo había perdido fue todavía peor… Al final de cuentas era mío, mío y del hombre que amo…
–Tranquila, nena. –Comenzó a consolarme acariciándome el cabello-. Saldremos adelante de esto.
– ¿Cómo puedes estar tan sereno? –Pregunté entre lágrimas.
–Porque uno de los dos debe estarlo, mi amor. Debo ser fuerte para trasmitirte esa fuerza a ti.
–Era nuestro, Donald… Una creación que ambos hicimos, era lo que siempre me mantendría unida a ti.
–Y siempre será así, Annabelle. Es nuestro pequeño ángel.
– ¿Vas a dejarme verdad? –Pregunté sin más.
– ¿Por qué piensas eso? –Cuestionó alejándose de mí lo suficiente para mirarme a los ojos.
–Maté a nuestro hijo. Soy una asesina. –Volví a cubrir mis ojos ocultando las lágrimas.
–No, no mi amor. –Me acurrucó en sus brazos nuevamente-. No es tu culpa, no es culpa de nadie, tú no lo sabías.
–Tenia síntomas extraños, debí haberme dado cuenta, creí que era el estrés, nunca pensé que… –Rompí en llanto otra vez–. Soy tan estúpida.
–Córtala, Annabelle. –Me regañó Donald–. Deja de culparte, lo desconocías y punto.
Saldremos adelante.
Y así fue… Nos costó. Diablos, demasiado. Pasamos por centenares de altos y bajos en nuestra relación, más bajos que altos me atrevo a decir. Donald tuvo que lidiar conmigo cuando caí en estado de shock al reaccionar de la pérdida de mi bebé; una enorme depresión me invadió, que me tuvo al borde de la muerte… Era tanto el grado de mi tristeza que nani me forzó a contarle absolutamente todo lo que sucedía conmigo.
Fue de esa manera como Donald terminó viviendo conmigo… claro, haciéndose pasar por un sobrino extranjero de nana; solo ella sabía de nuestra relación y de la perdida de mi bebé.
Poco a poco fui recuperándome de esa traumante pérdida, Donald aún seguía viviendo en casa de mis tíos. Era realmente increíble tenerlo ahí, tan cerca para tocarlo y besarlo en cuanto pudiera.
Amaba que mis tíos estuvieran en época de viajes, eso nos facilitaba aún más las cosas. De repente me pongo a pensar que es probable que mi tía se haya dado cuenta de lo que estaba pasando, pero como siempre no se metía más allá. Solo me decía “Cuídate, Anna, ten cuidado” y yo le ponía cara de confusión.
*******
Habían transcurrido varios meses y se suponía que yo debía haberme casado ya con Damián pero increíblemente logré persuadirlo para que lo aplazáramos un año más; de primera no quería aceptar, después que me pedía que fuera suya para así demostrarle no sé qué cosa; pero también logré librarme de eso diciéndole que quería llegar virgen al matrimonio.
Vaya mentira. Estaba dispuesta a inventar cualquier cosa con tal de ganar más tiempo lejos de él. Además, si me casaba, debía ir a vivir con el de inmediato y dejaría de ver a Donald así que puse mi mejor cara de niña convincente y gané el juego.