Cordial

En el dedo cordial o mayor reposan las cualidades que definen o afirman discretamente una personalidad o una vida. Su posibilidad de entrar al paraíso, de relacionarse con los demás a través de la sangre y el corazón palpitante.

A diferencia de sus vecinos el anular y el índice, no presume anillos ni pretende adelantar o marcar caminos, no ata ni señala. Sin embargo está ahí como el dedo que simboliza la presencia.

Va más a fondo, es corazón amante que entra hasta el corazón de quien ama. Parece que se funde cuando acaricia.

Es el más adelantado de los dedos y por lo tanto se le atribuyen cualidades de búsqueda, tanto interna como externa. Es por eso también el dedo del espíritu, del alma.

A la vez es el dedo de la aventura, del riesgo, de la incertidumbre. Es el dedo de la música cuando llega la hora de los tambores y los panderos. Al frotarse con el dedo pulgar produce también ritmos que recuerdan los de las castañuelas.

Es símbolo de las pruebas, los obstáculos que el humano debe enfrentar y vencer para lograr su meta: tocar con el nudillo del dedo cordial las puertas del paraíso.

Es el dedo que convence a la mujer amada. Pero con su torpeza y su fuerza sabe que convencer no es vencer. Dicen que el dedo cordial hace más plena a esa que se conoce como «la sonrisa ayurvédica» de la persona amada, la más vital y que se lleva entre las piernas, pero que nunca puede ver quien la ejecuta en audaz y empinada entrega a su amante.

Dicen que este dedo, en algunas culturas entrenadas en el uso de los poderes de las manos, crea a su alrededor un ámbito, un espacio tenso e imantado, como lo hacen las garras de ciertos felinos cuando se despliegan.

Es un dedo que engaña hasta sin proponérselo y es por eso el dedo de la ilusión erótica. Es el centro cambiante de la mano. El único que es igual en la derecha como en la izquierda. En algunas culturas se relaciona al dedo cordial con Saturno, por lo tanto con un principio de concentración, de fijación y de inercia. Es también el dedo de la melancolía, de la reflexión, de la duda. Y de la memoria profunda: re-cordar es volver a tocar con el corazón. Volver a tocar la música de una voz añorada con las cuerdas del corazón.

Con frecuencia se piensa en este dedo como cuerpo de una mariposa nueva, recién salida de su capullo, que lleva a la mano entera en su vuelo.