La Revolución Bolivariana

LA RELACIÓN DEL MOVIMIENTO REVOLUCIONARIO EN VENEZUELA CON LOS MILITARES PROGRESISTAS/ EL EJÉRCITO FOMENTÓ UN SENTIDO DE PATRIA/ EL ENCUENTRO CON HUGO CHÁVEZ/ LA REBELIÓN DEL 4 DE FEBRERO DE 1992/ CONTRA LA POLÍTICA DE ABSTENCIÓN DEL MOVIMIENTO BOLIVARIANO/ TRASCENDENCIA DE LA LLEGADA DE CHÁVEZ AL PODER/ EL GOLPE DEL 11 DE ABRIL DE 2002/ AL FRENTE DE PDVSA/ EL PARO PETROLERO/ EL CASO INTESA/ ALÍ DIPLOMÁTICO

Estoy convencido de que hay solamente un camino para eliminar estos graves males: el establecimiento de una economía socialista, acompañada por un sistema educativo orientado hacia metas sociales.

Albert Einstein79

El tipo de relación que logró establecer el movimiento revolucionario en Venezuela con los militares, e incluso la posibilidad de que apareciera una figura como Hugo Chávez, es muy excepcional en América Latina de la década del 70, de experiencias dictatoriales tan feroces. Quisiera que habláramos más detenidamente de esta circunstancia, sin la cual no se puede entender la Revolución Bolivariana.

Intervinieron dos factores. Primero, la Fuerza Armada de Venezuela es heredera de fuertes tradiciones patrióticas, particularmente del legado de Bolívar que indudablemente ha marcado profundamente a los militares progresistas, quienes lo han estudiado, no por lo que dicen sus intérpretes, sino por lo mucho que de él quedó, tanto en sus discursos como en su abultada correspondencia, pues fue un gran cultor de la epístola. Esto incluyendo a quienes no han sido partidarios de la revolución, aunque veo muy difícil que alguien que lea y entienda a Bolívar, no sienta nacer en sí el espíritu revolucionario e internacionalista.

Segundo, y creo que es lo más significativo, como ya te lo he comentado en alguna parte, consiste en que el grueso de la Fuerza Armada Nacional, tanto de las tropas como de la oficialidad, proviene mayoritariamente de sectores populares y mantiene un estrecho contacto con su origen. A eso se suma que los partidos políticos hicieron su trabajo para mantener el control de esta fuerza, un factor decisivo en la vida política del país.

Rómulo Betancourt, por ejemplo, propició el estudio de bachillerato de muchos jóvenes que luego ingresaron en las escuelas militares. A esto obedeció, en buena medida, el control que él mantuvo en la Fuerza Armada Nacional hasta que aquellos militares pro adecos se fueron retirando. COPEI hizo lo propio. Y, por supuesto, el Partido Comunista.

¿Dice usted el Partido Comunista?

Muy intensamente. El Partido Comunista llegó a tener una gran influencia en la Fuerza Armada, en la Marina de Guerra y en la Aviación, pero principalmente en el ejército. En menor grado, en la Guardia Nacional. Los alzamientos en Carúpano y en Puerto Cabello son frutos de esa influencia. La incorporación de oficiales en la guerrilla es también resultado de esos factores.

El capitán de navío Manuel Ponte Rodríguez, fue el jefe de la Fuerza Armada de Liberación Nacional. El teniente coronel Juan de Dios Moneada Vidal, un hombre que al comienzo tenía posiciones reaccionarias, después terminó identificándose con nosotros y llegó a presidir el FLN.

En Venezuela, el ejército nunca fue clasista. No quisiera mencionar otros países, pero sabemos que en algunos, para entrar a la Armada y en la Aviación, por ejemplo, hay que ser de piel blanca, con una presencia y una estatura determinadas. A los altos cargos de la Fuerza Armada solamente llegaban representantes de la oligarquía de esos países. En Venezuela nunca fue así. Yo incluso iba a ingresar en la Marina estando en bachillerato.

¿Cómo fue? ¿Por decisión de la Juventud Comunista?

No estaba militando todavía en la Juventud Comunista, aunque tenía contactos, pero no militaba. Yo llegué a la Juventud por la vía de las lecturas e inquietudes intelectuales propias de los jóvenes. Por mi origen pobre siempre tuve vínculos fuertes con la gente de mi clase, aun cuando por mi crianza no podría decir que sufrí de la pobreza, como muchos de mis compañeros de infancia y aun de mis propios hermanos. Pero en el liceo Lisandro Alvarado, la gran mayoría de mis compañeros teníamos el mismo origen, solo algunos de clase media acomodada. Los ricos iban a los colegios privados. Pero, por contraste, los mejores alumnos estábamos en el Lisandro Alvarado. Allí había mucha ebullición intelectual, al menos en un grupo de cierta importancia.

Ahora bien, hasta tercer año siempre enfrenté problemas con las matemáticas y, cuando ya había tomado la decisión de irme a la Escuela Militar, tuve el percance de ser reprobado en esa materia. A partir de ese año tomé como un reto superar esa limitación y puedo decirte que lo logré. Recuerdo que en mi empeño, resolví todos los problemas del Álgebra de Baldor y de cuanto texto de matemáticas caía en mis manos. Esto, unido a clases particulares por unos meses del excelente profesor Juan Pedro Meléndez, se tradujo en que nunca más fui reprobado en matemáticas ni en ninguna otra materia.

¿El petróleo también modeló a la Fuerza Armada Nacional?

Definitivamente, sí. Y en un muy alto grado. Gracias a la renta petrolera Juan Vicente Gómez propicia la organización, equipamiento, preparación y modernización del ejército nacional. Con el auge del ingreso petrolero, se crea la Escuela de Aviación y se adquieren los primeros aviones, se moderniza el ejército a la par de la modernización del país. Por un tiempo se ironizaba al incorporar en la creación del Ministerio de Guerra otro componente con lo que se tituló Ministerio de Guerra y Marina. Pero apenas existía una fragata. Los bromistas hablaban del Ministerio de Guerra y Fragata. Pero, poco a poco, se fueron adquiriendo nuevas unidades hasta conformar una fuerza naval de cierta importancia.

En el ámbito político territorial, se inició el proceso de integración nacional en un país dislocado en distintas regiones, generalmente dominadas política y militarmente por caudillos locales, suerte de señores de la guerra en que devinieron algunos de los héroes de la independencia trocados en grandes terratenientes, terminando por conformar una variedad doméstica del sistema feudal con el que entraban en pugna los sectores que ya se asomaban como los primeros capitalistas de Venezuela.

Por ello, en la fase inicial, la oligarquía caraqueña y en general la oligarquía venezolana, sentía mucha aprensión tanto contra Cipriano Castro como contra Gómez, mientras que la oficialidad, con muy honrosas excepciones, apoyó masivamente a Gómez. Esto también influyó en la selección de los componentes del ejército. Fue la época de los andinos en el poder, después de haber dominado todos los alzamientos locales, tanto en los Andes como en oriente y en Falcón. Ello contribuía a cierto desprecio y burla por parte de la oligarquía caraqueña, hacia aquella gente que venía de las sierras andinas, montañeses incultos muchos de ellos, pero muy curtidos en la dureza del campo y en la guerra. No olvidemos que Cipriano Castro, quien dirigió esa rebelión, prácticamente copió en audacia, duración y éxito, la memorable Campaña Admirable de Simón Bolívar.

El reclutamiento y el nombramiento de los oficiales se hacía entre gente de confianza de los gobiernos de entonces. Desde el punto de vista de clase, eso le dio un carácter popular a la Fuerza Armada Nacional y propició la permeabilidad de las ideas revolucionarias, por el contacto que mantienen los oficiales con sus orígenes.

La inmensa mayoría de ellos provenía del campo, de los pueblos del interior que vivían con más rigor el drama de la pobreza que caracterizó a Venezuela durante muchos años, aun después del auge petrolero.

Como te decía antes, el ejército fomentó un sentido de patria que en algunos de los militares más lúcidos significó entender por patria no solo a Venezuela, sino a América Latina, como Bolívar.

Más adelante, los oficiales fueron a las universidades y entraron en contacto con los estudiantes, entonces mayoritariamente de izquierda, lo que les permitió adquirir una visión más acabada de país. Otros hicieron cursos en el exterior, adquiriendo una perspectiva aún más amplia.

Influyó también el Plan Andrés Bello que, a partir de 1971, incorporó asignaturas humanísticas, particularmente de la Historia, en los planes de estudio de la Academia Militar.

Sí, incluso se crea la Licenciatura en Ciencias Militares. Los viejos oficiales, quienes no habían tenido esta oportunidad, veían como unos señores muy finos a los oficiales que adquirían esta instrucción. No es un factor, sino varios, los que propician la singularidad de la Fuerza Armada venezolana.

Otra cosa: cada graduación, y al parecer no solo en la FAN, se adhiere a un prócer o a una figura histórica. La promoción de Chávez fue la "Simón Bolívar"; la suya, en la Universidad Central de Venezuela, fue la "Fidel Castro".

La "Simón Bolívar" no es tan extraña, por la gravitación que ejerce cada vez más nuestro Libertador.

Pero la "Fidel Castro", la suya, debió ser herética en 1961.80

Esto da una idea de lo que estaba ocurriendo en Venezuela. Mi graduación en Derecho se llamó "Fidel Castro", y la de Economía, del mismo año 1961, se llamó "Carlos Marx". Era una decisión que tomaban los propios estudiantes, quienes también nombraban un padrino, que podían ser también profesores muy comprometidos o muy queridos de los estudiantes. Cuando me gradué, se vivía todavía el auge revolucionario que hemos venido comentando en buena parte de esta entrevista. Nuestro grupo, sin embargo, se dividió. Una parte de los graduados suscribieron el nombre de un profesor de Derecho y de derecha, y otro grupo, mayoritario, tomamos el de Fidel Castro. En nuestro caso, se expresaba la completa identificación con la Revolución Cubana y la admiración a quien tan brillantemente la ha encarnado.

Corrían tiempos en los cuales todavía se mantenía en las universidades el aliento que había dejado la lucha contra la dictadura y una vida intensamente democrática que terminó languideciendo hasta convertir las universidades nacionales en ambiente reticente a todo lo que signifique pueblo. La universidad se particularizó, dejó de ser universidad, es decir, abierta a todos los sectores sociales y al pensamiento universal. Poco ha faltado para que propongan su privatización que, aún sin formalizarse, se ha cumplido en buena parte dado los finos filtros impuestos para condicionar el ingreso a los nuevos bachilleres. Para eso ha servido la autonomía universitaria en Venezuela, para encarecerla y hacerla clasista.

Ahora bien, volviendo al tema de la Fuerza Armada, quería comentarte que no hay que sublimar, ni convertir en absoluto, el tema de la influencia de la historia en su formación, porque hubo sectores del ejército que fueron sumamente represivos, entre ellos los que fueron entrenados como cazadores para operaciones antiguerrilleras. Esos protagonizaron crímenes horribles. Se habían entrenado en los Estados Unidos y en Panamá, en la Escuela de las Américas.81 Igual o peor rol cumplió el llamado Servicio de Inteligencia de la Fuerza Armada (SIFA) donde se aplicaba el más variado, cruel y cobarde sistema de torturas por verdugos entrenados por la CIA y el FBI.

William Izarra82 en su libro En busca de la Revolución83 asegura que la lucha antiguerrillera en Venezuela fue un polígono para probar la tecnología militar más avanzada que estaban produciendo los Estados Unidos.

La alianza de Gómez con el imperio yanqui, se extendió, mucho más allá del petróleo, a todos los ámbitos de la vida política y cultural del país. El ejército asumió entonces, las formas, las estructuras, la doctrina, los manuales, sus voces de mando, los uniformes y el armamento y las prácticas del ejército estadounidense en los lugares que ocupa o integran sus áreas de influencia. Prácticas que han ido sofisticando cada día más, haciéndose, si cabía, mucho más crueles y cobardes.

En cuanto al armamento, en tanto que se mantuvo la estrechísima alianza entre los gobiernos proyanquis y el imperio, Venezuela fue equipada con armamento tan moderno como los F-16. Ahora, tan pronto llegó Hugo Chávez, vino un embargo completo, que incluye hasta los repuestos para los equipos que se habían comprado. No me extraña que hayan utilizado tecnología avanzada en la lucha antiguerrillera, como lo hicieron en El Salvador y seguramente lo hacen en otros países.

Izarra cuenta que prácticamente el último avión que se estaba fabricando en los Estados Unidos, venía directamente a Venezuela. En uno de esos aviones, él trasladó el cuerpo sin vida de Antonio Briones Montoto.84

Los Estados Unidos tenían todo un plan de posible intervención en Cuba que comprendía la participación de Venezuela. Por eso facilitó que el ejército venezolano se dotara de esa tecnología, incluyendo los poderosos aviones ¥-16. Estos reforzaron en poder de fuego y performance a las escuadrillas de Mirages provistas por Francia. Esto no lo perdía de vista el grupo de oficiales patriotas que también estaba presente en la fuerza aérea, como Luis Reyes Reyes y Wilmar Castro, para solo mencionar dos entre muchos, que mantuvieron siempre una actitud patriótica. William Izarra, que estuvo en la Fuerza Aérea, es testigo de excepción para abordar estos temas tan específicos.

¿Es verdad que en la zona guerrillera en ocasiones se movían en los carros de algunos miembros del Ejército?

Sí, eso ocurrió. En automóviles que manejaban oficiales que tenían ideas revolucionarias y en alguna ocasión trasladaron a dirigentes nuestros.

¿Puede citar algún nombre de esos oficiales que los ayudaron?

William Izarra, por ejemplo, trasladó en varias oportunidades a Douglas Bravo. Conmigo trabajó un oficial, José Ramón Briceño, quien ya murió. Pero todo eso estaba compartimentado. Otros compañeros de la Fuerza Armada también ayudaron.

¿Cuándo conoció usted a Chávez?

En 1988, no recuerdo bien en qué mes. Nos encontramos en una reunión en el estado Carabobo. Me impresionó de él una expresión que tuvo en un momento que analizábamos la situación política. En esa reunión estuvimos Chávez, otros dos oficiales, Roger Capella, Pablo Medina y yo.

Pablo argumentaba que había que tener mucho aplomo, mucha paciencia para esperar el momento favorable en que las cosas pudieran cambiar. Recuerdo que Chávez, en un momento del debate que siempre hacíamos, con emoción creciente, señaló que había que esperar, ciertamente, pero que no podía pasar mucho tiempo, porque: "Si esta vaina sigue así, ¡yo prefiero morir combatiendo montado en un tanque o en la guerrilla, en una montaña!". Una expresión que uno puede utilizar simplemente para enfatizar un argumento, pero que adquiere otra connotación en momentos como en el que discutíamos qué hacer y las decisiones que había que tomar.

Lo que me impresionó en esa ocasión no fue la expresión misma, sino la fuerza, la forma, la convicción y la decisión profunda que sentí en quien apenas estaba conociendo personalmente. De ahí que se me haya quedado muy grabada esa reunión y lo que sentí, que iría profundizándose en los tiempos subsiguientes, es decir, de quien es impulsado por un ideal y un compromiso muy profundos, donde lo menos que se apuesta es la vida misma. Eso explica que cada día se haya fortalecido mi relación integral con él y su liderazgo.

¿Cómo usted se involucra en la rebelión del 4 de Febrero?

A mí se me designó como enlace con el Comandante Hugo Chávez, para lo cual mudé mi residencia a Maracay, donde estaba su comando. Junto con El Cabito y otras veces con Pablo Medina, o Roger Capella, en ocasiones yo solo, realizamos reuniones en los lugares más variados. Siempre analizábamos la situación, los planes e intercambiábamos informaciones. En esta misma tarea viajé a Maracaibo, donde conocí a Francisco Arias Cárdenas (Pancho). Eran los días previos al 4 de febrero de 1992.

La última reunión previa al levantamiento, nos reunimos en un edificio de la urbanización El Paraíso, donde vivía uno de mis compañeros de mayor confianza. Desde allí se apreciaba muy claramente la situación dominante sobre todo el oeste de la ciudad y sobre Miraflores. En ese emplazamiento había funcionado durante muchas décadas el Ministerio de la Defensa. Se trata del Cuartel de La Planicie ubicado en las muy pobladas barriadas del 23 de Enero en Caracas. Le recomendé instalar allí el puesto de mando. Chávez se quedó parado en el lugar por un buen rato, contemplando esa vieja edificación para ese entonces ya transformada en Museo Militar y, ahora, en Comandancia de las Milicias. Finalmente, fue el lugar seleccionado para conducir las operaciones.

Acordamos que, con dos días de anticipación, me informaría el momento de la orden de abrir operaciones para preparar a nuestra gente en Caracas. Antes de entrar en acción, yo lo esperaría en la entrada de la ciudad, en un lugar conocido como Tazón, donde lo acompañaría hasta el Museo Militar y, desde allí, entregarles armas a los compañeros previamente seleccionados.

Habíamos realizado reuniones, analizábamos el mejor momento para la acción hasta que el propio Chávez dijo que no se podía contener la situación por mucho tiempo. Él estaba preocupado por la posible detección del movimiento pues, entre otros factores, ya se habían producido hechos que volcaban la atención de los aparatos de inteligencia sobre él. La ultraizquierda, por su lado, lo acusaba de demorar la insurrección e incluso, como lo ha referido el propio Chávez, Bandera Roja hizo planes para asesinarlo, mientras se corría el riesgo de que se filtrara la conspiración dentro del seno de la Fuerza Armada. Hecho que finalmente ocurrió por la delación de un oficial arrepentido. Esto obligó a precipitar los acontecimientos sin contar con todas las fuerzas comprometidas y sin la suficiente coordinación operativa con alguna de las unidades. A todo lo cual se agregó el inconveniente, entre otros, de que los tanques movilizados por las fuerzas revolucionarias, habían sido despojados de munición, luego de la denuncia mencionada.

Mi contacto con el Comandante Hugo Chávez era una compañera de mucha experiencia, que había militado con nosotros en el PRV, Iris García. Ella vivía en La Victoria, ciudad próxima a Maracay. Sin embargo, tropezábamos con dificultades en las comunicaciones telefónicas. Como yo sabía de la proximidad de las operaciones, sin conocer con exactitud el día y la hora, decidí trasladarme a Maracay junto con un compañero, Wilson, pues había hecho muchos intentos de comunicarme telefónicamente desde Caracas, sin resultados. Ya en Maracay, después de llamar repetidas veces, cerca de las nueve de la noche del 3 de febrero, me responde Iris con las claves convenidas. Me comunicó que debía estar una hora después en el lugar preestablecido. Para colmo de males, yo manejaba un auto Renault cuyo encendido automático fallaba y había que empujarlo. Fue lo que con toda la premura del caso hicimos el negro Wilson y yo. Tan pronto logramos encenderlo, salimos a toda velocidad hacia Caracas sin poder alertar ni siquiera a los compañeros de Aragua.

Ya, acercándonos a Caracas, observamos el convoy que identifiqué de inmediato pues, aunque no eran transportes militares, conocía el plan de tomar los vehículos de transporte colectivo que llegaban a la terminal de transporte interurbano que se encontraba frente al Cuartel Páez, sede del Comando del Batallón de Paracaidistas de Maracay. La caravana de autobuses de los más variados colores, no ocultaban del todo la cara de los soldados allí transportados. El Negro y yo nos estrechamos las manos, emocionados, pues era la certeza de que las operaciones estaban a punto de comenzar y que, como diría Julio César al cruzar el Rubicón, "la suerte está echada", ya no hay vuelta atrás. Logramos adelantar todo el convoy, tomar cierta ventaja y colocarnos en el lugar de espera. Sin embargo, pasó el último vehículo sin que se produjera el encuentro previsto.

Esperamos un buen rato, pues como posible reserva, habíamos acordado que si no pasaba el Comandante Chávez, me recogería un oficial con una clave convenida, pero al transcurrir suficiente tiempo sin resultados, finalmente decidí llegar hasta Caracas para convocar a la gente a una reunión y prepararnos para la acción. Al mismo tiempo, buscar a Pablo, quien no se encontraba en su casa y a Rafael Uzcátegui, quien estaba al tanto del posible levantamiento. A Pablo no logré ubicarlo sino un par de horas después, muy tarde, andaba acompañado del negro Zabala. A Uzcátegui lo recogí en su casa, fui a la reunión convocada en casa de Jacobo Torres y envié a un compañero a tratar de hacer contacto en el Museo Militar con una clave previamente acordada con el Comandante Chávez. Mientras tanto, salí de nuevo a localizar a Pablo. Tiempo después lo logré, pero perdí el contacto con el compañero que envié a La Planicie, quien se encontró con tropas del gobierno que ya se dirigían al mismo lugar, sin poder hacer el contacto final de reserva.

A todas estas, ya se habían producido los enfrentamientos en Miraflores donde nos correspondía reforzar y, al mismo tiempo, tomar algunas plantas de radio y TV. La carencia de armas nos impidió actuar conforme a lo planeado. Así transcurrió un tiempo desesperante hasta que logré restablecer el contacto con Albert, encargado de llegar a La Planicie, quien me informó que no pudo hacerlo pues los accesos estaban tomados por fuerzas del gobierno que avanzaban hacia allá.

Desde el sitio donde trataba de organizar con Pablo Medina la forma de acceder a Chávez, oímos al amanecer su ya famosa presentación con el impactante "por ahora". Para mí, las horas que transcurrieron sin saber de él fueron de una angustia que no te puedo narrar, pues temía que lo hubieran liquidado. En verdad que su sobrevivencia en estos hechos y, años después, durante los dramáticos momentos del golpe de Estado de 2002, es como para que quienes creen en la predestinación, fortalezcan su creencia. Carlos Andrés Pérez había ordenado el bombardeo de La Planicie para liquidar a Chávez y los compañeros que allí se encontraban con él, donde yo mismo debería haber estado de haber funcionado los fallidos planes de contactos.

A partir de tales sucesos, surgen crecientes conflictos internos en La Causa R que se van agudizando cada vez más. Un sector mantenía una posición que si bien era ambigua al comienzo, después del levantamiento del 4 de Febrero de 1992, se fue definiendo más claramente, aunque todavía, durante los preparativos del nuevo alzamiento militar del 27 de Noviembre de ese año, se nos designó a Tello Benítez y a mí, para concurrir a una reunión con el capitán de navío Rodríguez Chacín y otros oficiales.85 Yo había mantenido la relación con los almirantes Hernán Grüber Odremán y Cabrera Sifontes, así como con el general Francisco Visconti,86 los tenientes coroneles Wilmar Castro Soteldo, Luis Reyes Reyes, Garrido y otros. Este movimiento también fue muy fuerte, pero lo desbarató la delación de un oficial de la Marina de apellido Manrique.

¿Cuál era el plan para este nuevo alzamiento?

Según el plan original, el alzamiento se iniciaría en las unidades de la Infantería de Marina que asegurarían el Puerto de La Guaira, el Aeropuerto Internacional de Maiquetía y subirían a Caracas para entregarnos armas en la avenida Sucre que nos permitieran incorporarnos a la toma de Miraflores. Se había decidido también la intervención de la radio y la TV. Este objetivo se cumplió en parte con la toma del Canal 8 de la televisión. Estaba previsto el silenciamiento de los otros canales a través de operaciones que preparamos con técnicos en una reunión conjunta con el comandante Wilmar Castro Soteldo. La operación consistía en tomar las antenas de los otros canales e impedir las transmisiones; no se pudo realizar del todo y desde el Canal 4, que tenía proyección satelital, lograron organizar la alocución de Carlos Andrés Pérez al país.

Por fallas en la coordinación, una grabación previamente elaborada por los almirantes y el general Visconti, así como de otros oficiales, se extravió y la que se colocó fue una que también había enviado el comandante Chávez por dos compañeros que no eran los designados para hacer la presentación.

Para mayor complicación, hubo problemas para decidir la orden de operar a la Aviación que, de todas maneras, inició la acción al amanecer. Pero esta sola no podía hacer mayor cosa si no se garantizaban las operaciones en tierra. Los pilotos revolucionarios actuaron con decisión. Hubo combate aéreo con la consecuencia de un avión que cayó en el aeropuerto de La Carlota al ser impactado por un F-16 enemigo, gracias a la pericia de su piloto que lo dirigió hasta allí para evitar víctimas inocentes de haberse estrellado en la ciudad poblada.

La mencionada ambigüedad afectó severamente la posibilidad de que La Causa R tuviera un rol importante el 4 de Febrero y el 27 de Noviembre. Determinó incluso que la fuerza principal que teníamos en Guayana estuviera confundida con respecto a este movimiento de los militares revolucionarios.

¿Había tensiones en La Causa R entre los que venían de la guerrilla y los demás?

En La Causa Radical siempre hubo un problema muy serio al respecto, pero no porque algunos vinieran de la guerrilla y otros no. Lucas Matheus, por ejemplo, había formado parte de la Comandancia del Frente Manuel Ponte Rodríguez cuando Maneiro lo dirigía. Parecía que todos estaban de acuerdo con la insurrección cívico-militar, actuando conjuntamente militares revolucionarios, trabajadores, el movimiento popular, algunos intelectuales y el Partido. Tal fue la concepción de Alfredo Maneiro que todos, al parecer, acompañaban. Sin embargo, el sector que tenía el mayor control de la organización abrigaba muchos prejuicios acerca de los militares. Salvo Pablo Medina, Roger Capella y yo, que era casi un recién llegado a esa organización, los demás tenían reservas. Eso provocó que La Causa no acompañara en bloque al movimiento. Y fue factor determinante para la posterior división de la organización.

Después del 4 de Febrero tuvimos muy fuertes discusiones. Pablo Medina, que era el secretario general, fue increpado muy duramente en una reunión secreta de la Dirección Nacional realizada en Ciudad Bolívar. Yo esperaba ser expulsado por cumplir el compromiso con los militares revolucionarios y, muy particularmente, con Hugo Chávez. Pero en esa misma reunión se produjo una valiente intervención, muy enérgica y categórica, de Roger Capella, quien le recordó a la Dirección que había un compromiso y "no nos podíamos hacer los pendejos con lo que había ocurrido", como si tal compromiso no existiera. Esto acalló a los más severos críticos. El problema se mantuvo, pues en realidad lo que estaba en discusión era si nos definíamos en una posición revolucionaria o no. De allí que, sin que pasara mucho tiempo, se consumaría la división de La Causa R, a través de una declaración pública de Andrés Velásquez, quien anunciaba la expulsión de Pablo Medina, Aristóbulo Istúriz, el general Alberto Müller Rojas, Alí Rodríguez Araque y otros dirigentes del Partido.

La mayor parte de la militancia se reagrupó en un nuevo partido político, Patria Para Todos (PPT), que tiempo después se incorporó a la plataforma electoral de Chávez, el Polo Patriótico.

La gran paradoja es que en este contexto se produce el triunfo electoral a La Causa R en 1993, justo cuando se estaba gestando la división dentro de la organización por la participación de un grupo de sus líderes en las rebeliones militares.

Así es. El 4 de Febrero tuvo mucho que ver en el triunfo electoral de La Causa R en 1993. Sin esta rebelión militar no habría llegado Aristóbulo Istúriz a la Alcaldía de Caracas, ni La Causa hubiera alcanzado tantos escaños en el Parlamento, incluyéndome a mí. El 4 de Febrero marcó la ruptura del clima político de conciliación en el país, rompió todo el esquema de alternancia política que había en Venezuela y abrió una nueva era, sin duda alguna. Hecho que reforzó la rebelión militar de noviembre, que fue como una continuación de la del 4 de febrero.

Yo, particularmente, estoy convencido, como muchos, de que La Causa R ganó las elecciones nacionales de ese mismo año 1993. Hubo muchas pruebas de un descarado fraude electoral, pero el partido no tomó la decisión de defender el triunfo. Personalmente, pude verificar gran parte de lo ocurrido. Con una fiscal del Ministerio Público, estuve en la Unidad de Transferencia del Aseo Urbano de Caracas, en Las Mayas. Allí todavía aparecían muchas cajas con miles de votos regados por el piso a favor de Andrés Velásquez.

Luego, en otra inspección realizada en el gran vertedero de basura de Caracas, La Bonanza, encontramos que se había arrojado contenedores repletos de votos válidos a favor, también de Andrés Velásquez. La mayor parte ya estaba descompuesta. Hubo que remover la tierra que los cubría con máquinas que operan para mezclar las miles de toneladas de basura que allí se vierten diariamente. Aunque uno no debería especular sobre eso, pero creo que si La Causa R hubiera objetado los resultados, se habrían podido crear mejores condiciones para lo que vino después.

En lugar de esto, en una reunión celebrada entre Lucas Matheus y Andrés Velásquez con el fiscal general de entonces, Ramón Escobar Salón y el empresario Andrés Sosa Pietri, el candidato ganador, echaron el triunfo por la borda. Aceptaron reconocer a Rafael Caldera como el candidato triunfador. Una vez más, para que Alfredo Maneiro se revolcara en su tumba, unos revolucionarios entregaban el triunfo a la derecha. A partir de entonces, La Causa R, desgraciadamente, fue degradándose a tal punto que hoy está haciendo orquesta con la extrema derecha venezolana a la cual se ha pasado con armas y bagajes, tratando de lograr el objetivo de la alianza criolla con el imperio, la derrota de Hugo Chávez y la revolución venezolana por la cual, un día cada vez más lejano, juraron luchar.

La muerte de Alfredo Maneiro privó a La Causa R del gran aliento teórico, político, creador y moral que la inspiró por varios años y que dio impulso en sus orígenes y la premió con grandes éxitos entre los trabajadores de Guayana y del país a los que él tanto se consagró.

¿Tuvo contactos con Chávez en la cárcel?

Sí. Teníamos un contacto permanente. Yo mismo fui a visitarlo en una oportunidad en Yare. Y después, cuando ya lo iban a poner en libertad, en el Hospital Militar, en una comisión que designó la dirección de La Causa R integrada por Pablo Medina, Lucas Matheus, Tello Benítez y yo. Por cierto que esa entrevista no tuvo el mejor ambiente pues Chávez, evidentemente molesto, enfatizó que había muchas cosas que explicar, refiriéndose a la actitud de la dirección de La Causa R el 4 de Febrero e inmediatamente después.

A su salida de la prisión, Chávez planteó la política de abstención, a la que nos oponíamos. Después de su viaje por todo el país, reconsideró esta postura y llegó a la conclusión de que había que ir a las elecciones.

Para mí ya estaba claro que él debía participar en el proceso electoral. Yo militaba todavía en La Causa y estaba convencido de que era un error abstenerse. Claro, es perfectamente explicable su actitud de entonces. Chávez venía del ejército y acababa de salir de la prisión. No tenía todavía un contacto tan intenso como el que tuvo posteriormente con los sectores populares. Viajando por todo el país le dio una visión más real de la situación y la posibilidad de llegar al gobierno, en un proceso inédito en Venezuela, dada la enorme atracción que provocó su actitud aún después de la derrota del 4 de Febrero, al asumir la plena responsabilidad de la acción.

Como te decía, la posibilidad de ganar una elección y que la reconocieran, se trataba de un hecho tan inédito que, durante décadas, ninguno de nosotros creía posible romper el férreo control que ejercía la clase política sobre los mecanismos electorales, los medios de formación de la opinión pública, el poder económico y la poderosa capacidad de manipulación que habían desarrollado durante 40 años. Además del rol en la cúpula de la Fuerza Armada.

Pero la práctica y la perseverancia nos enseñaron unas cuantas cosas, entre otras, la de abrir cauce al movimiento popular, a través de su alianza con la Fuerza Armada y al hecho de que, de esta misma fuerza, surgiera un líder profundamente compenetrado en su seno y con una impresionante capacidad de comunicación con el pueblo, cada día con mayor claridad en cuanto al rumbo que debe imprimírsele a los cambios en este país. Se trata de algo que él ha comprendido totalmente: proceso revolucionario que no avanza, que no se radicaliza en el sentido de ir a la raíz de los problemas para poder materializar cambios esenciales en la sociedad, está condenado a estancarse. Y estancarse es retroceder. De allí el fracaso de muchos procesos que se han quedado a medio camino y terminan siendo absorbidos por el gran poder del capital. Pero más importante aún es el hecho de que millones de venezolanos igualmente lo han comprendido. Esto obedece en gran medida a la sistemática labor pedagógica de Chávez en su extraordinario y persistente contacto con el pueblo.

¿Cuál es la trascendencia de la llegada de Chávez al poder?

Creo que lo dicho ilustra bastante esa trascendencia. Pero podría agregar mucho más. Lo más resaltante es que se estableció definitivamente un antes y un después. Como lo ha dicho Fidel con mucha propiedad: "El genio se salió de la botella y ya no hay nadie que pueda regresarlo".

El genio es el pueblo que ha saboreado el ejercicio del poder, su capacidad para decidir, cada vez más sobre sus propios asuntos, aun cuando esto es un proceso que apenas está en sus comienzos. Solo cuando los Consejos Comunales y las Comunas estén plenamente asentadas en la geografía nacional y se articulen orgánicamente en todo el país, podremos afirmar que hemos dejado atrás el modelo estatal que fue vaciado en los moldes de la Cuarta República y que, en mi opinión, es el mayor obstáculo a vencer para poder avanzar con soltura hacia los grandes objetivos en los cuales tanto insiste diariamente el Presidente Chávez y tanto reclaman los sectores más conscientes de nuestro pueblo.

Por eso he afirmado, y lo reitero, que el proceso socialista en Venezuela será un hecho irreversible, cuando este cambio ocurra. Pero esto, como también lo he afirmado, no es una cuestión formal de agrupar a la población en asambleas para la toma de decisiones. Es, sí, un paso muy importante, pero no suficiente. Todo depende del grado de conciencia democrática del pueblo organizado en las bases. Como sería un gravísimo error idealizar estos procesos —no olvidemos que los conflictos por el poder siempre están presentes y que, en Venezuela, la presencia de la renta incorpora, mucha veces, disputas por su distribución—, se requiere una fuerte presencia de control, en todos los órdenes, por la base popular organizada y su permanente ejercicio del poder de decisión. Y esto lleva tiempo, perseverancia, paciencia y mucho trabajo para lograrlo a plenitud, pues comprende, además, resolver el problema de la participación popular organizada en el proceso productivo.

Lo repito, no hay que olvidar aquella máxima de que son "las condiciones materiales de existencia las que determinan la conciencia social" y no al revés, aún cuando la explicación, la educación popular, contribuya a la formación de una conciencia en el pueblo. En nuestro caso, basta con detenerse a pensar un momento en lo que se requiere para ir sustituyendo una conciencia donde predomina el reparto de renta por una conciencia del trabajo y el esfuerzo productivo, que es lo mismo.

Como me preguntas por la trascendencia de Chávez en el poder, quizás lo más importante entre tantos logros, como el restablecimiento de la independencia y la soberanía en la toma de las decisiones políticas del país, es que ese proceso de cambios cualitativos en el ejercicio del poder, todavía con muchas imperfecciones, ya ha comenzado. La tarea es avanzar, avanzar, avanzar, en esa dirección, aun con todas las dificultades que haya que vencer. En la medida en que las bases adquieran aún mayor conciencia y esta se transforme en organización viva, activa y eficaz, este proceso cobrará una fuerza indetenible e irreversible.

Cualquiera puede preguntarse si el pueblo venezolano estaría dispuesto a aceptar impasible que le arrebataran sus conquistas, no solo en lo que se refiere a la mejoría notable en sus condiciones de vida, de salud, de educación, de alimentación, sino esa conquista de participar activamente en las decisiones y criticar abiertamente a sus dirigentes, sin que por ello sean reprimidos. Se ha llegado a tal grado de democratización que en la Constitución Bolivariana se consagró el derecho revocatorio de los cargos de elección popular; cada vez que el pueblo decida que sus mandatarios no están cumpliendo con el mandato otorgado por el voto, recoge una cantidad de firmas y pide la convocatoria de referéndum. Ya la oposición lo hizo para revocar el gobierno de Chávez, pero perdió. El pueblo ratificó su mandato en el Comandante. Dime en qué país que se diga democrático existe este derecho consagrado en su Carta Magna.

Los primeros avances en el desarrollo del Poder Comunal indican que, en la medida en que ese proceso definitorio de un sistema socialista, avance, esta revolución se irá haciendo cada día más irreversible, hecho que todavía no se puede dar por realizado. El único que puede hacerlo es el pueblo consciente y organizado ejerciendo la plenitud del poder. Por ello creo que esta es la más grande apuesta que ha hecho este proceso y que, en su éxito o fracaso, se juega la suerte del socialismo venezolano.

En la sociología política existe el término de "ruptura del clima". La toma de París por los revolucionarios de la Comuna fue una ruptura de ese tipo, aun cuando fuera derrotada. La insurrección popular de Moscú en 1905, pese a ser derrotada, abrió el camino para la triunfante de 1917. La derrota de la Primera República en Venezuela, abrió el rumbo para el proceso de Independencia de América. El 26 de Julio en Cuba abrió la brecha para todo lo que ha ocurrido después. Y es exactamente lo que ocurrió en Venezuela con el 4 de Febrero, fue el gran catalizador del haz de contradicciones que cada día se hacían más críticas en la sociedad venezolana. De ello ya existen para estos tiempos, sobradas evidencias.

Fue un factor determinante en el triunfo electoral de Chávez, en su liderazgo y, una vez en el ejercicio del poder, la realización consecuente y sin vacilaciones de las transformaciones planteadas.

Resumiendo podría decir que la trascendencia de Chávez radica en: haber retomado por la raíz el verdadero ideal bolivariano y haberlo llevado de manera muy pedagógica a la gran masa de venezolanos y latinoamericanos; haber asumido las banderas del socialismo cuando muchos ya lo daban por muerto; haber planteado una nítida política antiimperialista y, por tanto, de defensa intransigente de nuestra independencia y de nuestra autonomía para tomar nuestras propias decisiones sin aceptar interferencia externa alguna, de allí su decisión, desde un comienzo, de estrechar las relaciones con Cuba revolucionaria y con Fidel, rompiendo en parte el bloqueo criminal contra el pueblo cubano; su profunda convicción en la necesidad de la unión de Nuestra América, de la cual ha sido un apasionado propulsor; haber roto la dicotomía entre la Fuerza Armada y el pueblo que se miraban mutuamente como factores extraños y muchas veces contradictorios; y lo último en orden, pero de ninguna manera en importancia, haber despertado la esperanza en las grandes masas de que otro mundo es posible, de haber creado las condiciones para que, progresivamente, se eduquen en el ejercicio del poder para que este sea verdaderamente democrático. Hoy la conciencia del pueblo venezolano lo ha colocado en tal posición que aquel que quiera arrebatarle los derechos conquistados se va a encontrar con una resistencia nunca vista. Y me atrevo a decir que esto va más allá de nuestras fronteras.

Ahora veamos la participación de los militares desde la perspectiva de la derecha. ¿Cuál es su reflexión sobre el golpe de Estado del 11 de abril de 2002?

Que fue un golpe petrolero. Difícilmente, por no decir imposible, los poderosos sectores dominantes, externos e internos, aceptan en forma impasible que se afecten sus intereses para favorecer al pueblo. Pero más que las posiciones y acciones emprendidas por la oligarquía venezolana, existe una importante porción de la clase media que, sin conformar lo que puede caracterizarse como burguesía — por eso, cuando hablo de burguesía venezolana, siempre me notarás un dejo de ironía—, asume sus valores y su conducta y, peor aún, los valores de la sociedad norteamericana. He aquí una de las expresiones de la distribución de la renta. Esos factores internos se han visto siempre muy identificados con el american way of life y han visto en la sociedad norteamericana el modelo a seguir y lo siguen, como su sistema de valores. Copian no solo su modelo de vida, sino también su cultura, su manera de pensar y actuar. Se trata de un verdadero fenómeno de transculturación pues nada tiene que ver con nuestra historia, nuestra propia cultura y nuestros valores como latinoamericanos y venezolanos.

Esos sectores conforman un terreno fértil para la semilla fascista que allí se siembre, regada todos los días, hora tras hora, minuto a minuto, por las cascadas de odio y desprecio que se vierten por los medios de comunicación dentro y fuera del país, en los púlpitos y fuera de ellos, en las escuelas privadas, en las universidades donde aún ejercen su dominio, reforzados por la piara de renegados que los acompañan tratando de hacerse olvidar y perdonar su pasado de revolucionarios.

Pero lo más importante es el rol que cumplen las fuerzas externas. Se forma así una verdadera dialéctica, el factor externo actuando por medio de factores internos. El imperio con todo su poder y el de sus aliados, operando a través de los factores internos. Cuando las formas no armadas fracasan pues pasan a la acción armada. Eso ocurrió el 11 de abril. Yo me encontraba en Viena y, por las informaciones que recibía de Venezuela, directamente de compañeros y amigos, así como de lo que veía por los medios, pensé que íbamos a una confrontación armada. Así lo analizábamos con nuestro embajador en Viena, Gustavo Márquez. Y, en efecto, muy poco faltó para que esto ocurriera en una magnitud que nadie puede imaginar, si la situación se hubiera prolongado o, peor aún, si se hubiera consumado el asesinato del Presidente Hugo Chávez. No ocurrió esto, el país y toda la región, se salvaron de una verdadera tragedia que aún estarían padeciendo, pues las cosas han cambiado significativamente en el continente suramericano y, en general, en toda Nuestra América, para hablar en los términos de Martí. De manera que un conflicto armado de proporciones como las que se hubieran dado en

Venezuela, con seguridad hubiese tenido profundas repercusiones en el resto del continente. Hubiera estallado, como lo ha dicho Fidel, "la Guerra de los Cien Años".

Mi reflexión es que, si bien la reacción espontánea del pueblo en unión con sectores revolucionarios e institucionales de la Fuerza Armada pudo restablecer una situación de relativa estabilidad, el enemigo no cejará en sus intentos de revertir, por cualquier medio, el proceso bolivariano que se vive en nuestro país. Así como nosotros hemos hecho nuestro balance, ellos también lo han hecho. Y el peligro crece en relación directa a la recurrencia e incremento de la crisis sistémica del capitalismo mundial. Y así como nosotros estamos dispuestos a actuar con toda la energía ante cualquier nuevo intento, ellos no van a vacilar en anegar de sangre al país cuando vean alguna posibilidad de derrocar y liquidar a Hugo Chávez, como encarnación de este mismo proceso. Pero no solo a él, sino a todo aquel que se identifique con sus ideas y sus acciones, esto es, con la inmensa mayoría de nuestro pueblo. Y esto va a ocurrir hasta con los renegados, arrepentidos o no. La estrategia imperial está claramente definida: aislar internacionalmente y desestabilizar nacionalmente. No hay día en que esto no se haga más y más nítido. Hasta ahora han venido fracasando en uno y otro ámbito.

La clave del éxito está, como siempre, en acertar en las decisiones políticas, las que deben estar siempre identificadas con la gran mayoría de nuestro pueblo, de los pueblos de la región y del mundo. Pero, al mismo tiempo, contar con una formación de cuadros en todos los niveles del Partido y del Estado, capaces de responder a las diferentes demandas del pueblo, a su organización, al desarrollo de su conciencia y capacidad de lucha. Entre diversos factores, mi opinión cada día más profunda es que todo esto requiere de un partido con una unidad a toda prueba que solo puede garantizarse en una profunda comunidad de ideas, de propósitos, con el espíritu de sacrificio y entrega tantas veces demostrado por nuestros revolucionarios en distintas épocas de nuestra historia, capaces de plasmar la clave de todas las claves, el poder popular y la capacidad política, ideológica, organizativa y militar para preservarlo y poder dar los virajes oportunos que planteen los cambios de una situación política tan dinámica como la actual.

No olvidar nunca el amargo precio que han pagado por siglos nuestros pueblos como consecuencia de las divisiones, desde los mismos tiempos en que culminaba el proceso de independencia, hasta las mismas divisiones del siglo xx. Repetir errores de esa naturaleza, sería cuestión de irracionales y no de verdaderos revolucionarios profundamente identificados con sus pueblos, más aún cuando en esta gran nación, soplan vientos de unidad, de hacer realidad aquel extraordinario programa de unión que encarnaron Bolívar y todos los verdaderos libertadores.

¿Cómo se inserta en esta reflexión la experiencia del golpe petrolero?

El golpe petrolero desatado el 2 de diciembre de 2002, fue un fuerte coletazo del golpe de abril que también tuvo un componente esencialmente petrolero. En la industria, producto del intento por resolver las contradicciones por una vía no cruenta, se había mantenido intacta la fuerza reaccionaria que había propiciado, junto a los militares de derecha, el golpe de abril. Recuerdo que el Presidente Chávez, cuando me designó para presidir PDVSA, me comentó: "Tratamos de tomar la colina y no pudimos. Ahora habrá que hacerlo en unos tres años".

Como yo me encontraba en la situación de tener que manejar no solo una industria que agrupaba para ese momento más de cuarenta mil trabajadores con una altísima proporción de gerentes totalmente adversos, le propuse al Presidente la creación de un equipo que, sin estar oficialmente en la conducción, me sirviera de apoyo en esa labor. Una especie de "gabinete de sombra". Literalmente me sentí como un paracaidista lanzado a una colina totalmente dominada por el adversario. Así surgió el grupo que el mismo Presidente bautizó como "Equipo Colina", integrado por Rafael Ramírez, el general Carlos Eduardo Martínez Mendoza, el general Alí Uzcátegui, en ese entonces jefe de la DIM, Ángel Rodríguez, Nelson Núñez y yo, encargado de coordinarlo.

Puedo decirte que una de las etapas más difíciles que he experimentado en mi vida fue el período entre abril y diciembre de ese año 2002, pues la llamada "meritocracia", título con el cual se autoidentificaba la casi totalidad de los gerentes de PDVSA, envalentonada por lo que consideraban un triunfo, al lograr la renuncia de la anterior directiva de la empresa y, pese a un golpe de Estado que quedó sin castigo, actuaba con una arrogancia repugnante, convencida de que lograría imponer su voluntad sobre el Estado y sobre toda la nación. En alianza con los partidos políticos desplazados y la estructura sindical que aún mantenían con cierta fuerza, el apoyo de las organizaciones empresariales y, desde luego, del imperio, organizaron la paralización del país desde el 2 de diciembre de ese mismo año 2002.

A partir de ese día, pese al éxito inicial que tanto los entusiasmó al lograr abatir la producción petrolera y casi paralizar por completo al país, sentí un gran alivio, pues se estaba definiendo la situación, saliendo de una pastosa y muy irritante ambigüedad. La situación me hizo recordar una tesis de Andrés Bello, el maestro de Bolívar antes de Simón Rodríguez. En sus estudios filosóficos afirma que lo contrario de la afirmación, no es la negación. Lo contrario de SI, no es NO. Esta es, en fin, una afirmación, aunque negativa. Lo contrario de la afirmación, dice, es LA DUDA. Una vez que se despeja esta duda, ya queda definido un curso de acción para las partes: el de la reacción, acabar con la revolución. El de la revolución, derrotar a la reacción. Y eso fue lo que ocurrió. Triunfó la revolución.

Esto se manifiesta muy bien en una expresión que existe en Venezuela, atribuida a uno de nuestros héroes de la Guerra de Independencia, el general Pedro Zaraza, quien formaba parte de las fuerzas patriotas que habían sufrido varias derrotas ante el temible caudillo realista José Tomás Boves. Se encontraba acantonado en Maturín, estado Monagas, amenazado por un inminente ataque de Boves que había logrado controlar la mayor parte del territorio, incluyendo la capital, avanzando hacia el oriente del país. Entre los patriotas, concentrados en Maturín, existían diferencias sobre si se libraba combate contra una fuerza de Boves numéricamente superior. Corría diciembre de 1814. Una de las fuerzas patriotas se desprende del grueso en Maturín, dispuestos a librar batalla. Allí el todavía coronel Pedro Zaraza, acuñó una frase que se consagró para siempre en nuestro pueblo: "O se muere la bovera o se rompe la zaraza", indicando que o moría Boves, o moría Zaraza. En la Batalla de Urica, ocurrida el 5 de diciembre de ese año, pese a que los patriotas fueron derrotados, murió José Tomás Boves alanceado, no se sabe si por el mismo Zaraza u otro de los patriotas. Pero quedó la expresión para definir una decisión crucial que rompe la duda mediante una acción concluyente.

Y eso fue lo que ocurrió.

De alguna manera eso nos ocurrió. La producción petrolera que para el primero de diciembre de 2002 estaba en 3 millones de barriles diarios, ya el 24 del mismo mes había caído apenas a 25.000 barriles diarios. Habían paralizado las refinerías y los puertos así como la mayor parte de los buques de transporte de petróleo y derivados. Se llenaron los depósitos y hubo que parar la producción. Todos los días, mañana y tarde, observábamos una especie de partes de guerra que difundían a través de las televisoras los golpistas contumaces muy triunfalistas ellos. Sus caras reflejaban la convicción de que el Presidente Chávez tenía sus días contados. Él, bien consciente de la situación, organizó una sala situacional en Miraflores y un sistema de comunicaciones. Rápidamente designó como gerente para occidente a uno de los mejores cuadros petroleros, Félix Rodríguez y para oriente a Luis Marín, quienes comenzaron a actuar rápidamente, entrando en contacto con los trabajadores.

Por mi parte, desde la sede de la casa matriz de PDVSA en Caracas, coordinaba el esfuerzo por restablecer las operaciones y comprar varios cargamentos de combustibles a fin de garantizar el mínimo de abastecimiento, tarea muy difícil pues no eran muchos quienes estaban dispuestos a vendernos. Por ello, era de extrema importancia restablecer la operación de las refinerías.

Ello pasaba por asumir su completo control. En la refinería de El Palito, con el apoyo de un grupo de trabajadores dirigidos por José Arias y, luego de asumir la Gerencia Asdrúbal Chávez, comenzamos por restablecer la producción de gasolina, aprovechando importantes componentes que habían quedado allí. Luego se logró arrancar progresivamente la refinería.

Pero el principal reto era el gran Centro de Refinación de Paraguaná (CRP), en la península del mismo nombre, situada en el estado Falcón. Cuando me trasladé hasta allá a mediados de diciembre, las dos grandes unidades que tienen capacidad para procesar más de un millón de barriles diarios, estaban completamente paralizadas. Reinaba un silencio sepulcral donde normalmente existe un ambiente en el que se mezcla el ruido propio de los procesos y de miles de trabajadores en movimiento. El gerente de la planta era uno de los más rabiosos golpistas y contaba con el apoyo de toda la plana mayor. En esas condiciones me reuní con apenas 12 trabajadores y un pequeño grupo de oficiales de la Armada, la Guardia Nacional y el ejército.

Elaboramos un plan de recuperación de la planta que pasaba por la orden de captura del gerente si se negaba a salir de allí voluntariamente. Para ese momento yo había realizado alrededor de doce llamados por todos los medios de comunicación para que los gerentes y trabajadores se reincorporaran a las actividades. No existía absolutamente ninguna razón laboral para su paralización. A cada llamado, los grupos fanatizados, borrachos de triunfalismo, respondían: "¡Fuera, fuera, fuera!", refiriéndose no solo a mí, sino principalmente al Presidente Chávez. Las imágenes hacían recordar a los disciplinados y fanatizados camisas pardas fascistas en los días del ascenso de Hitler y Mussolini en Europa. Su gestualidad, moviendo los brazos al compás de sus gritos con ojos desorbitados por el odio y el desprecio, eran la viva imagen de lo que uno puede ver en las filmaciones de la época del gran reinado del fascismo europeo.

No había mucho ya que tratar de conciliar. Eran ellos o el pueblo. Según la Ley del Trabajo, la inasistencia a las labores por tres días continuos sin causa justificada, es causa de despido. Habían transcurrido ya más de veinte días de ausencia y activa campaña para mantener la total parálisis de la empresa con gravísimas pérdidas para el país e infiriendo toda suerte de penalidades a los millones de venezolanos. No se podía vacilar. Por lo que fue inevitable proceder a formalizar legalmente ese abandono al trabajo. En el caso de este centro de refinación, había que actuar con la mayor decisión. Durante varios días estuvimos publicando en la prensa los listados de quienes habían abandonado, voluntariamente, el trabajo en PDVSA y sus filiales, hecho que los colocaba fuera de la empresa. De manera que se trataba simplemente de formalizar lo que había ocurrido en los hechos.

Ya en la madrugada retorné a Caracas. Al llegar a la sede de PDVSA, recibí una llamada de uno de nuestros dirigentes sindicales en el CRP, Arciniegas, quien me había acompañado en la reunión con el pequeño grupo de trabajadores. Él me informó que habían hablado con uno de los mayores conocedores del CRP, quien fue su primer gerente, ya jubilado después de más de treinta años de trabajo y disfrutando del retiro con sus nietos. Su nombre, Iván Hernández. Agregaba Arciniegas que, aunque un poco dudoso, se mostraba inclinado a trabajar con nosotros. Ordené de inmediato que lo trasladaran a Caracas donde lo recibí esa misma madrugada. La conversación reflejó a un hombre compenetrado, no solo técnicamente con la refinería, sino muy indignado por su paralización, lo que siempre se consideró como una locura por parte de los trabajadores. Rayando el día, aceptó el compromiso de asumir el mando para la recuperación de las actividades, lo que se cumplió con el plan mejor elaborado y más perfectamente ejecutado que he podido ver en mi vida. Aún me asombro cuando recuerdo la precisión milimétrica con que actuó ese compañero. Por supuesto, fue necesario sacar a la fuerza al exgerente, convencer a algunos jubilados y a algunos dudosos, lo que unido al prestigio de Iván entre los trabajadores, permitió ir arrancando las distintas unidades, pese al sabotaje practicado por los golpistas que, mediante la alteración de sistemas, no solo querían impedir su normal funcionamiento, sino provocar accidentes. Unos tres días después, celebrábamos una asamblea con los trabajadores, bajo los gritos histéricos de los desplazados que, en nuestro regreso al aeropuerto, intentaron cerrarnos el paso con lo que estuvimos al borde de un enfrentamiento violento.

Afortunadamente, nuestros argumentos, nada amables, los obligaron a ceder paso y así pudimos llegar hasta el avión en medio de un concierto de puteadas y otras menudencias. Era ya su primera expresión de impotencia. Recuperado el principal centro de refinación, los depósitos comenzaron a bajar y la producción a fluir progresivamente.

Uno de los principales golpes psicológicos contra la paralización, lo representó la movilización del tanquero llamado hasta entonces, Pilín León, en honor a una de las reinas de belleza venezolana, quien con tanta belleza como escasez de conciencia, apoyaba a los golpistas. Ese tanquero, repleto de gasolina, había sido fondeado frente a la populosa ciudad de Maracaibo, obstruyendo el tránsito lacustre para impedir cualquier movimiento de otros barcos. La pericia y la decisión de nuestros capitanes y marinos leales, permitieron dar ese golpe a la moral. Fue un momento bastante emotivo que compartí por televisión con el Presidente durante una reunión que sosteníamos en Miraflores. Lo emotivo del asunto se acentuaba pues el ángulo en que el único canal de televisión que transmitía, daba la impresión de que el tanquero se podía estrellar contra una de las bases del puente sobre el lago de Maracaibo. No ocurrió así y la revolución se anotó una importante victoria.

Veamos ahora la guerra desde la perspectiva del control informático„ ¿Qué ocurrió con INTESA?

Es otra de las peores aberraciones que trajo la "Apertura Petrolera", y que logró desterrar el gobierno bolivariano. En 1997 se creó la empresa de servicios informáticos INTESA.

Esta empresa contó con 40% de capital accionario de PDVSA y 60% de SAIC (Science Applications International Corporation). SAIC es una empresa que ha instalado los sistemas de defensa y ataque aeroespacial mundial del Departamento de Defensa de los Estados Unidos y tiene como administradores a varios peces gordos de la CIA y del sistema militar de ese país.87 SAIC también presta sus servicios a otras empresas petroleras del mundo, incluyendo las competidoras de PDVSA.

INTESA terminó controlando desde los servidores con todos los datos financieros, presupuestarios, de instalaciones físicas operativas y de negocios de PDVSA. De esa manera, información que se califica como confidencial, y que es de importancia fundamental para la seguridad y defensa de nuestra soberanía, volvió a quedar en manos de una empresa transnacional.

Este fue uno de los famosos contratos de outsourcing aprobados durante la "Apertura Petrolera". Supuestamente el outsourcing es una modalidad mediante la cual se trasladaba a empresas privadas diferentes actividades de la industria petrolera, que la gerencia consideraba "no medulares". Uno fue la creación de INTESA, que manejó nada menos que toda la información y operaciones de la empresa petrolera venezolana. Llegó a tener prácticamente todo el control de las operaciones vitales de la industria petrolera.

Cuando INTESA se integra a la paralización de actividades, en mi esfuerzo por restablecer el control de los sistemas de informática y comunicaciones, conocí a la compañera Socorro Hernández. Bastó una simple conversación con ella para que asumiera la misión de agrupar a los especialistas que se oponían a la paralización, convirtiéndose en la lideresa y en una de las columnas más importantes para la recuperación de la empresa. Bajo su dirección, venciendo todo tipo de dificultades, fue posible retomar el control del sistema y, más aún, agrupar a un nutrido grupo de especialistas, tanto de la empresa como muchos otros que vinieron a sumarse a nuestro esfuerzo, trabajando largos y fatigosos días y noches, sin cobrar un céntimo. He ahí por qué fue posible realizar la hazaña. Dado el alto grado de tecnificación de una empresa moderna como PDVSA, la mayor parte de sus operaciones se realizan automáticamente y a control remoto. INTESA podía paralizar actividades a distancia, desde una simple laptop. Estas maniobras nos causaban no pocas dificultades, sobre todo para el bombeo de combustibles a fin de mantener el transporte del país. Pues la superación de esta dificultad consistió en la recuperación del cerebro de PDVSA y con ello la conquista de una de sus principales colinas.

Con la derrota sufrida en su intento por poner de rodillas al país con la paralización de la industria petrolera, perdieron uno de los bastiones que les sirvieron de apoyo durante la acción golpista del 11 de abril de 2002. La derrota de abril se tradujo en la pérdida del control que aún ejercían sobre una parte de la Fuerza Armada. Así que en apenas unos meses, perdieron dos importantes bastiones con los cuales soñaban poder controlar al país. No tomaron en cuenta la conciencia de los trabajadores, del pueblo y de la gran mayoría de la Fuerza Armada, claves para derrotar tanto el golpe de abril como el de diciembre de 2002.

Se dice que la diplomacia es la guerra por otros métodos, como parte esencial de la política, pero usted dio un salto muy brusco de PDVSA a la cancillería. ¿Cuál fue la razón?

Desde que me incorporé al PSUV, siempre le planteé al Presidente Chávez que mi mayor preocupación y vocación radicaba en contar con un Partido Revolucionario, capaz de dar continuidad al proceso revolucionario venezolano, más allá de la suerte que pudiera correr cualquiera de nosotros. Era además la actividad en la cual había adquirido la mayor experiencia. Luego de superada la crisis de PDVSA, le comuniqué además que mi sueño en la vida no era culminar mis días como gerente de una gran empresa, independientemente de que estaba consciente de la importancia que la misma tenía para Venezuela, pero la misma podía caminar por sus propios pies.

Él inmediatamente me preguntó: "¿Adónde quieres ir?". Le respondí sin vacilación: "Si tú me preguntas dónde está el Talón de Aquiles de este proceso, te respondo sin vacilar: la ausencia de un partido revolucionario, muy claro de sus objetivos estratégicos, con el más alto grado de organización y disciplina, de mística y desprendimiento, capaz de organizar y liderar a la gran masa de humildes, y de sectores de la clase media venezolana, en una fuerza que resulte invencible. Yo quiero contribuir en esa tarea".

A los pocos días de esta conversación, recibí una llamada del Presidente, planteándome su preocupación por las complicaciones cada vez más severas que estaban surgiendo en sus relaciones con Colombia y otros países, y que me necesitaba en la Cancillería. De inmediato le respondí como siempre: "Pese a lo que hablamos, yo soy un soldado de esta Revolución, y voy adonde me diga mi jefe, más aún cuando mi jefe es mi hermano de luchas". De inmediato asumí la responsabilidad, para encontrarme pocos días después con la crisis que engendró el secuestro de Rodrigo Granda, miembro de la dirección del secretariado de las FARC (Fuerza Armada Revolucionaria de Colombia), quien ejercía funciones semilegales, como representante de esa organización. Como se sabe, la operación fue realizada por agentes de inteligencia colombianos, que sobornaron a algunos oficiales venezolanos, y actuaron a plena luz del día.

Eso provocó una virtual ruptura de relaciones con Colombia y la interrupción de los flujos comerciales en las dos fronteras, afectando a sectores importantes de la economía comercial. Venezuela representaba entonces el segundo destino de las exportaciones colombianas.

La canciller colombiana Carolina Barco, una excelente diplomática, una persona muy accesible, tuvo una contribución muy importante, dada su personalidad. Por supuesto, la clave fundamental fue la firme y clara posición del Presidente Chávez de que no se podía violar groseramente la soberanía venezolana, práctica a la que siempre estuvo muy inclinado el señor Álvaro Uribe. Realmente esa parte de la crisis fue resuelta para ser seguida por otros momentos igualmente críticos: la actitud de Uribe se caracterizó y se sigue caracterizando por el odio y una manifiesta agresividad al proceso venezolano, incluyendo sus declaraciones cargadas de odio y desprecio hacia Venezuela, a lo que se une su no oculta complicidad con los planes conspirativos para derrocar al Presidente Chávez. Aunque en lo personal conmigo, siempre tuvo una actitud de aparente amabilidad.

Frente a los Estados Unidos, me correspondió también hablar frente al Consejo de la OEA, donde fijé la concepción del proyecto democrático venezolano.

Por supuesto. Pero entonces sobrevino el infarto, que lo lleva a Cuba.

En esos mismos días se me descubrió una obstrucción arterial que requería colocar un stent. Por eso, cuando sentí los primeros síntomas del infarto, mi esposa me trasladó a una clínica cercana donde fui atendido oportunamente, sin mayores consecuencias. Por las precauciones que se toman en estos casos, fui designado embajador en Cuba, donde permanecí casi dos años cumpliendo las funciones propias dentro de estas responsabilidades. En tanto aquí se realizaron las primeras elecciones internas del PSUV. Resulté elegido como integrante de la dirección, por lo que hube de regresar a Venezuela. Fui designado como vicepresidente para la dirección de los Andes, a donde me trasladé de inmediato, conformando los equipos de dirección en cada uno de los estados, para luego establecer el frente de dirección en Mérida.

Una noche, después de haber concluido una reunión con representantes de la región, recibí la llamada del Presidente. Me solicitaba que asumiera la responsabilidad del Ministerio de Finanzas, una materia por la que nunca sentí mucha simpatía. Me hizo recordar, parafraseando un poema del chino

Valera Mora: "Cómo habré amanecido hoy de mal, que en lugar de atracar un banco, abrí una cuenta corriente". Le comuniqué al Presidente mi poco dominio de la materia, pero ante su insistencia acordamos que hiciera una reunión con el equipo de dirección del Ministerio, lo que hicimos al día siguiente. Con el compromiso de todos de darme pleno apoyo, decidí asumir la responsabilidad, y así se lo comuniqué al Presidente.

Antes de que se me olvide
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