Petróleo: No sólo de renta vive el hombre
UN CAPITALISMO ATÍPICO/ TRASPASO A MANOS VENEZOLANAS DE LA PROPIEDAD DE sus RECURSOS PETROLEROS/ LA CREACIÓN DE LA OPEP/ PDVSA, DE EMPRESA NACIONAL A CORPORACIÓN INTERNACIONAL/ ALÍ, PARLAMENTARIO DE LA TENDENCIA REVOLUCIONARIA Y LA CAUSA R/ EL CARACAZO/ BATALLA EN EL PARLAMENTO CONTRA LA "APERTURA PETROLERA"/ LA COMISIÓN "ERRANTE" DEL CANDIDATO HUGO CHÁVEZ/ MINISTRO DE ENERGÍA Y SECRETARIO GENERAL DE LA OPEP
Si de esa fabulosa riqueza que han extraído de nuestro subsuelo no nos ha quedado sino una economía desfigurada, grandes rascacielos, autopistas impresionantes, mucha chatarra y graves males sociales, la culpa no es de que en nuestro subsuelo, por siglos de siglos, se haya estado acumulando petróleo, sino de la forma en que esa misma riqueza ha sido explotada y administrada. No es tarde todavía para que nos salvemos.
Salvador de la Plaza56
Este tema, por sí solo, bastaría para varios libros, algunos de los cuales ya han sido escritos por usted. De todas formas, intentemos un recuento lo más apretado posible, empezando desde el principio. Decía Arturo Uslar Pietri, que "si por arte de magia alguien quitara bruscamente el petróleo de la vida venezolana, sería como si quitaran el esqueleto de una persona, o el sistema nervioso".57 ¿Por qué?
Esa afirmación no deja de ser cierta, dado el profundo impacto que ha provocado el ingreso petrolero, no solo en la economía, sino en el conjunto de la sociedad y, particularmente, en la cultura e idiosincrasia de los venezolanos. El fenómeno petrolero es algo que define el carácter de la sociedad venezolana del siglo xx. La comprensión de su naturaleza nos conduce directamente al problema de la renta de la tierra, entendida esta como el derecho que tiene el propietario de un lote de terreno o de cualquier otro recurso natural (minas, bosques, etcétera) a obtener un pago por el acceso de todo aquel que quiera beneficiarse de tal recurso (cultivar, hacer un camino para transportar sus productos, construir una instalación, etcétera). No importa que el propietario sea público o privado, este siempre cobrará una renta bajo la forma de canon de arrendamiento, precio o cualquiera otra forma jurídica.
La renta es, pues, la expresión del derecho de propiedad sobre un recurso natural, así como la ganancia es la expresión típica del capital y el salario del trabajo. Renunciar a la renta es, literalmente, renunciar al ejercicio de ese derecho de propiedad sobre el recurso natural, cosa que nunca haría el capitalista con su ganancia, ni el trabajador con su salario.
En nuestro caso, los hidrocarburos, luego de un largo proceso, son hoy propiedad de la nación, como en la casi totalidad del mundo, aunque muchas veces en forma relativa, dadas las leyes que establecen la propiedad pública de los recursos naturales. Tal es la universalidad de ese derecho soberano, que ha sido declarado como un principio en resoluciones de las Naciones Unidas (por ejemplo, la resolución 523, de 1952; la 626, de ese mismo año; la 1515, de 1960; la 2386 de 1968, entre otras).
Ahora bien, aquellos países que no han logrado suficiente desarrollo de sus fuerzas productivas, la posibilidad de disponer de medios financieros para invertir y particularmente de tecnología, dependen en un muy alto grado de la mera explotación primaria de sus recursos naturales. Dependen enteramente de los dueños del capital y la tecnología, y de la simple explotación de materias primas.
Tal fue el caso de Venezuela en su período inicial con el petróleo —y en menor grado en casos como el hierro y el aluminio, y otras materias primas. De manera que si a un país, cualquiera que sea, se le priva súbitamente de un ingreso generado por esa fuente tan determinante, sin contar con otras que la compensen, el resultado será ciertamente catastrófico, más aún cuando esa fuente enerva a todo el conjunto de la sociedad. De ahí la razón que le reconozco, en ese aspecto específico a Uslar Pietri, pues en muchos otros tengo claras discrepancias, particularmente en cuanto a la distribución que él consideraba que debía dársele a ese ingreso.
Por esa simple razón, como ya lo dije, este país no se puede entender sin la comprensión del problema petrolero, tarea absolutamente ineludible para quien pretenda la transformación de la realidad actual, cualquiera que sea su signo ideológico y político. Y esto que afirmo tiene evidencias históricas pues, aun con regímenes que no se podrían calificar como revolucionarios, se vivió un proceso que, con sus avances y retrocesos, estuvo dirigido al establecimiento de la propiedad nacional sobre el recurso natural.
Hagamos un breve recuento. Venezuela, dado el bajo desarrollo económico y político de comienzos del siglo pasado —viviendo la enorme pobreza que generaron las grandes guerras de Independencia y de la Federación, que asolaron la economía del país y que implicaron la desaparición de más de la mitad de nuestra población, a todo lo cual se sumaron la multitud de montoneras que le sucedieron, en una situación de reproducción simple de su economía, viviendo a duras penas de sus actividades agrícolas bajo un régimen feudal dictatorial—, se transforma súbitamente en un país minero petrolero, lo cual representa literalmente un corte histórico en el proceso de la sociedad venezolana.
Se reconoce a Gumersindo Torres como el primero de todos los personajes que intervienen en esta historia.
Efectivamente, Juan Vicente Gómez designó en 1917 como ministro de Fomento al doctor Gumersindo Torres. Bajo este cargo estaba el control en materia de hidrocarburos. Con tal competencia, dictó una reforma de la Ley de Minas mediante la cual se redujo la duración de las concesiones a 30 años, la reversión a tres años si no se procedía a la explotación de los yacimientos y la entrega al Estado del 50% de las áreas en concesión, destinadas a formar reservas propias, bajo la figura de reservas nacionales. Procedió, además, a plantear la anulación de las concesiones otorgadas a la Caribbean Oil Company y a la Venezuelan Oil Concession. Una verdadera herejía en aquel entonces. Las empresas petroleras reaccionaron de inmediato, presionando y provocando la inmediata destitución de Torres. Un ejemplo muy ilustrativo del grado extremo de sometimiento de la dictadura a los mandatos de las compañías.
Ese mismo año, en 1917, Gómez lo expulsó del cargo, pero 12 años más tarde, en un momento de dificultades económicas, llamó de nuevo a Torres para que se ocupara del Ministerio de Fomento. Torres procedió a crear el Servicio Técnico de Hidrocarburos para la Fiscalización y Supervisión de la Industria, a lo cual se agrega su Reglamento de la Ley de Hidrocarburos, dictado en 1930. De nuevo se desató la ira de las compañías petroleras. ¿Difícil imaginar lo que pasó? En absoluto. Gumersindo fue despedido nuevamente y esta vez para siempre.
Si bien al comienzo no había comprensión de lo que comenzaba a ocurrir, a pesar de esa dictadura tan feroz/según las investigaciones de Bernard Mommer, el dueño del Banco de Venezuela, Vicente Lecuna, le presentó a Gómez un estudio que demostraba que en las tierras públicas de los Estados Unidos de Norteamérica, se cobraba un 15,15% de regalías como promedio, mínimo al cual debería aspirar Venezuela, lo cual terminó incluyéndose como una guía en la legislación venezolana, aunque con variantes. Este hecho quiero destacarlo de manera muy marcada para que veamos un poco después, hasta qué grados de abyección se llegó en los días de la "Apertura Petrolera". Pero no nos adelantemos a los acontecimientos.
No podemos soslayar en esta historia la importantísima intervención de Medina Angarita.
Años después, en 1943, el presidente Isaías Medina Angarita, aprovechando las circunstancias favorables que le brindaba la Segunda Guerra
Mundial y la altísima demanda del petróleo venezolano, realizó lo que llamó La Gran Reforma Petrolera. Consistió básicamente en la unificación del sistema de regalías para todas las concesiones existentes, en un mínimo de un sexto, pagadero en dinero o en especie ya que, hasta el momento, se pagaban distintos montos por los diversos lotes otorgados, lo que quiero decir es que cada concesionario pagaba una regalía diferente. Medina establece que todos paguen la misma regalía de un sexto. Además, unifica la extensión de los lotes de diversas áreas de concesiones y establece su duración en 40 años.
Pero uno de los hechos más trascendentes fue la introducción de la Ley de Impuesto sobre la Renta que se convirtió en adelante en la principal herramienta para incrementar la participación de Venezuela en el ingreso petrolero. Un avance notable que rompe el sistema colonial imperante hasta el momento y establece la soberanía tributaria del Estado sobre las ganancias generadas en la explotación de lo que era ya su principal exportación y fuente de recursos.
Tal política le permitió incrementar el ingreso petrolero y comenzar a introducir una serie de mejoras sociales, como distribución de tierras a los campesinos y otras reivindicaciones sociales importantes.
¿Cómo reaccionaron las grandes empresas?
Esto no podía pasar con el beneplácito de las empresas petroleras que veían afectadas las superganancias obtenidas durante décadas y que les permitieron recuperar sus inversiones a gran velocidad. Así, Medina Angarita fue derrocado mediante un golpe de Estado, donde se combinaron sectores del ejército y el naciente Partido Acción Democrática, encabezado por Rómulo Betancourt, quien es designado para presidir una Junta de Gobierno que convoca a elecciones, donde obtiene una amplia victoria el conocido escritor Rómulo Gallegos. Este asume el gobierno para ser derrocado nuevamente en 1948 por los cómplices de Betancourt, quienes implantaron una dictadura que duró diez años y contra la cual nos levantamos los jóvenes a finales de 1950.
Pero lo importante a destacar es que, durante todo ese período, hubo avances, aunque zigzagueantes, en la reivindicación de los derechos soberanos de propiedad del Estado venezolano sobre su principal recurso natural.
Ahora bien, todo este proceso fue cortado de un tajo con la aplicación de las políticas neoliberales, cuyo centro político de operaciones se instaló en PDVSA, en perfecta coordinación con los grandes consorcios petroleros. Esta empresa, a través de un proceso abstruso, pero muy bien montado, invadió y asumió el control de las actividades petroleras que debían estar por ley en manos del Estado, sustituyendo al Ministerio de Petróleo, órgano del Ejecutivo Nacional en el cual radicaba legalmente la propiedad del recurso natural.
La apertura manejada por PDVSA se trazó como un objetivo inocultable, tal como yo mismo lo denuncié en el ya fenecido Congreso Nacional, la reprivatización de todas las actividades petroleras, abatiendo la contribución fiscal, que no es otra cosa que la contribución del sector petrolero al sector no petrolero, es decir, al pueblo. Llegaron al descaro de proponer la total eliminación de las regalías en el caso de los crudos extrapesados y condicionarlas a la tasa interna de retorno en las áreas de crudos livianos.
Yo, por supuesto, armé el escándalo correspondiente, hablé con el presidente del Congreso y le mostré la Exposición de Motivos de la vigente Ley de Hidrocarburos, que establecía como un mínimo el 16,6% de esa regalía. Muy patrióticamente la alianza de Acción Democrática, COPEI, con el apoyo del MAS de Teodoro Petkoff, la llevaron al 1%. Bajaron la participación mínima de PDVSA, en las asociaciones que comenzaron a formarse, lo que implicaba simultáneamente la pérdida del control operativo y la caída en la participación de los dividendos para la nación. Con políticas de expansión irracional de la producción nos metieron en una virtual guerra de precios con Arabia Saudita y convirtieron a PDVSA en un instrumento para la destrucción de la OPEP.
¿Qué consecuencias trajo todo esto?
La más importante: una abrupta caída en el ingreso petrolero. Para ilustrarte lo que ocurrió, voy a narrarte algo que viví con gran contrariedad. Cuando me correspondió recibir el Ministerio de Energía y Minas, en febrero de 1999, el barril de petróleo estaba en siete dólares. En esas circunstancias el director de finanzas de PDVSA me informa que, de mantenerse esos precios, no se podría pagar ningún impuesto sobre la renta, no se pagarían dividendos y la contribución por regalía bajaría dramáticamente. Por tal razón PDVSA planteaba la contratación inmediata de un empréstito por 3.000 millones de dólares.
Así pueden resumirse los desastrosos resultados de la llamada "Apertura Petrolera". Pero no se detenía ahí el desastre, sino que en contra de lo establecido en la misma Constitución de 1961, que tenía plena vigencia una disposición —ya consagrada desde la Ley de Minas de 1910— según la cual, todas las dudas y controversias derivadas de contratos de interés público debían resolverse en los tribunales venezolanos y de acuerdo con las leyes venezolanas. Violando esa disposición, en las condiciones establecidas para la 'Apertura Petrolera", se estableció que esas dudas y controversias, se resolvieran mediante arbitraje internacional, según las normas de la Cámara de Comercio Internacional de París y en tribunales norteamericanos o europeos.
De este antecedente se han derivado demandas que exigen sumas demenciales como compensación por actos soberanos del Estado venezolano en el rescate de su plena soberanía petrolera, por cierto con una inocultable solidaridad de sectores de la oposición que sueñan con volver a aquellos tiempos de humillación y vergüenza nacional.
Tal como lo demostré en los discursos del Congreso, en una serie de artículos que aparecen en mi libro El proceso de privatización petrolera en Venezuela, y en una demanda que presentamos un grupo de personalidades ante la Corte Suprema de Justicia, para la "Apertura Petrolera" no hubo principio legal ni constitucional que se dejara de violar. Aun así un Congreso obsecuente y una Corte Suprema de Justicia totalmente de espaldas al país, terminó legalizando tales aberraciones, creando las condiciones para tratar de pasar progresivamente el total control de la industria petrolera venezolana a los grandes consorcios internacionales. No se trataba, pues, de una simple privatización, sino de la extranjerización, si vale el término, de la propiedad del recurso y de las operaciones correspondientes.
De ahí vinieron las rebeliones populares, por supuesto.
Las consecuencias de esa política no se hicieron esperar. Pronto se tradujeron en un veloz empobrecimiento de la población que estimuló muchas de las grandes protestas conocidas en ese entonces, dentro de las cuales quedó sellada en la historia la rebelión popular del 27 de febrero de 1989. íbamos en un veloz y evidente retroceso en relación con las conquistas alcanzadas, incluso por gobiernos que de ninguna manera podrían calificarse de revolucionarios, pero que tenían un sentido del interés nacional.
A las rebeliones populares le siguieron las rebeliones de un nutrido grupo de jóvenes oficiales patriotas/ todo lo cual terminó desmantelando el ya enclenque liderazgo de la vieja clase política y el de una nueva clase abiertamente neoliberal que pugnaba por sustituir a la anterior.
Es así como surge un nuevo liderazgo con Hugo Chávez a la cabeza. Con su victoria en 1998, y el inicio de su gobierno en 1999, se inicia un nítido proceso que colocó como primera prioridad, recuperar la unidad de la OPEP, lo cual se logra en marzo de 1999, luego de una negociación de dos días realizada en la embajada de Argelia en La Haya. Los acuerdos allí suscritos, en perfecta coordinación con el Presidente Chávez, permitieron restablecer la disciplina en el cumplimiento de las cuotas de producción de cada uno de los países miembros, así como la estabilización de la producción e incremento de los precios. Hay que tomar en cuenta que uno de los principios rectores de la organización es evitar una competencia dañina entre sus miembros, como clave para garantizar la estabilidad de los precios en el mercado.
A esa primera acción exitosa le siguió un conjunto de medidas en lo interno que han permitido el restablecimiento de la plena soberanía petrolera por parte del Estado venezolano.
¿Qué resultados inmediatos tuvieron estas medidas?
Esta política liderada por Hugo Chávez tuvo resultados exitosos, que pueden observarse en los hechos. Al contar con un significativo incremento del ingreso petrolero, acompañado de una equitativa distribución del ingreso, ha permitido reducir drásticamente la pobreza y dedicar grandes inversiones, tanto en la solución de los grandes problemas sociales del país como en la instalación progresiva de las bases para el despegue industrial. Desde el punto de vista cuantitativo pueden medirse los efectos si se toma en cuenta que esa política ha permitido invertir unos 500.000 millones de dólares solamente para enfrentar el problema social del país (educación, salud, alimentación, viviendas y otros).
¿Cuándo comienza el auge migratorio interno en Venezuela asociado al boom petrolero?
En las tres décadas que van desde el 40 al 70 del siglo xx, aunque ya en años anteriores ese proceso había comenzado. Hay que agregar que la migración no fue solamente venezolana. Hubo un incremento de la población proveniente de otros países, de Europa, Sudamérica y el Caribe, básicamente, atraídos por la notable mejoría de las condiciones de vida, los mejores salarios y oportunidades que se presentaban en Venezuela.
Con todo lo positivo que ha tenido el incremento en el ingreso petrolero en los distintos aspectos de la vida venezolana, los sistemas de distribución de ese ingreso favorecieron la expansión del mercado interno, pero sustentado básicamente en el estímulo del consumo directo de la población. Las actividades productivas no petroleras se vieron muy menguadas, principalmente por la declinación de la producción agrícola y sus exportaciones, como consecuencia de la revaluación del bolívar que llegó de 5,20 a 3,09 bolívares por dólar en 1934.
Este hecho provocó, por un lado, el encarecimiento de las exportaciones de café y cacao, restándole competitividad internacional, y provocando la ruina de las plantaciones. Con ello se creó un serio obstáculo al desarrollo de la producción industrial que permitiera el abastecimiento de maquinarias y demás equipos e insumos para el mantenimiento de la productividad agrícola, y con ello establecer un progresivo equilibrio entre ingreso rentístico e ingreso productivo.
Pero el fenómeno social más notable, fue, sin duda, la masiva migración de los campesinos a los centros urbanos, creando, a la vez, un verdadero ejército industrial de reserva, sin encontrar ocupación precisamente por no haber mayor actividad productiva industrial. Surgió así el crónico problema de los llamados cordones marginales que bordean los grandes centros urbanos.
Sin embargo, esta migración que, como te dije, tuvo su auge entre las décadas del 40 al 70, provocó una fuerte demanda en la actividad de la construcción que permitió un notable desarrollo económico del país, sustentado principalmente en la construcción de viviendas y en las vías de comunicación. Con el agotamiento de ese impulso, Venezuela entró en un prolongado período de estancamiento económico y con la comentada extrema dependencia del ingreso rentístico. Una vez saturada la demanda de vivienda se inició un estancamiento que ha perdurado hasta la última década, tal como lo ha demostrado en distintos trabajos el doctor Asdrúbal Baptista58 de quien hemos hablado y hablaremos seguramente varias veces en este libro.
Esto explica el fenómeno gráficamente descrito por Uslar Pietri y que tú has citado literalmente antes.
¿Cómo podría transformarse esta realidad?
En Venezuela, por obra y gracia de esta riqueza del subsuelo, el proceso de acumulación capitalista, a diferencia de lo ocurrido en otros países, se sustentó, no tanto en la extracción de plusvalías en el proceso productivo interno sino, principalmente, en la captación de la renta de la tierra, la pregunta que surge aquí es: si la renta de la tierra es apropiación de parte de la plusvalía generada en el proceso productivo, ¿cómo se explica el origen de esa renta que fluye a los fondos del Estado?
La respuesta radica en que esa renta no se cobra dentro del país, sino que se capta en el mercado petrolero internacional, mediante el ejercicio de ese poder soberano del Estado, fortalecido por la importantísima alianza estratégica intergubernamental que representa la existencia de la OPEP.
Por eso el conflicto capital-tierra está planteado en un escenario internacional, lo que genera cada día invasiones violentas de territorios ricos de petróleo y gas por las grandes potencias, cuyas reservas se ven cada vez más menguadas, al punto de considerar el acceso a las fuentes energéticas como un asunto de su propia seguridad nacional, según documentos oficiales norteamericanos. Se explica así la ocupación de Iraq, Libia, y las amenazas contra Siria, Irán y otras naciones petroleras, al igual que el actual conflicto de las reservas petrolíferas que se presumen en las Malvinas argentinas.
No pasará mucho tiempo sin que estos conflictos estén motivados por el acceso a otros recursos naturales, como minerales estratégicos, agua, etcétera.
De manera que la transformación de esta realidad impone un vigoroso desarrollo de la fuerza productiva nacional, que permita en el mediano y largo plazo ir equilibrando el impresionante desnivel que existe entre el ingreso generado por el petróleo como actividad rentista, incrementar la actividad petrolera como actividad productiva y el despliegue de actividades productivas en otros sectores de la economía, que sirvan al mismo tiempo a las demandas de consumo tanto industrial como directo de la población.
En mi opinión, esto último requiere de dos grandes motores de impulsión, que son: un segundo proceso de reurbanización del país, buscando romper con la enorme paradoja de un país despoblado y al mismo tiempo superpoblado en un muy reducido espacio. Este proceso ya comenzó con buen pie, con el plan de construcción masivo de viviendas.
El otro factor es la solución al ya crónico problema de la producción de alimentos, lo cual compromete tanto la seguridad como la soberanía alimentaria del país. Dado el despoblamiento de los espacios territoriales, el bajo nivel de fuerza laboral campesina, esto implica un esfuerzo de grandes proporciones en el incremento de la productividad agrícola, mediante la aplicación de las nuevas formas de organización y las más avanzadas tecnologías hoy existentes en el mundo y que han permitido multiplicar el producto por hectárea cultivada.
Estos dos factores representarán la mayor expansión de la base productiva nacional y crear las condiciones para convertir a Venezuela, aprovechando los otros grandes potenciales — agua, electricidad, acero, aluminio, oro, etcétera—, en la mediana potencia que viene proponiendo el Comandante Presidente Hugo Chávez, definida en primer lugar por la plena satisfacción de las necesidades materiales y espirituales del pueblo venezolano.
Si quieres cuantificar la dimensión del problema, te repito las cifras de un estudio realizado por el doctor Asdrúbal Baptista en su trabajo Teoría económica del capitalismo rentístico:
[...] para sustituir el promedio de la renta internacional (1997-2008) [...] la economía venezolana tendría que producir un PIB adicional equivalente a 89,8 millardos de dólares. Ello significará el esfuerzo laboral de 890.000 trabajadores, cuya productividad tendría que ser la propia del mercado mundial, a saber 100.000 dólares por año. O empléese la información relativa al 2008. El PIB no rentístico de Venezuela para este año fue algo cercano a 150 millardos de dólares en precios corrientes [...] para sustituir el promedio de la renta captada a lo largo del periodo 1997-2008, que representa esencialmente una masa de bienes antes que de servicios debe contarse con un acervo adicional cercano a 272 millardos de dólares.59
Esto lo conduce a una conclusión pesimista: la sustitución de la renta internacional del petróleo a estas alturas del desarrollo social de Venezuela solo puede acaecer a costa de una muy drástica disminución del consumo colectivo, es decir, una caída de los estándares de vida hacia niveles más extremos.
Pero aquí hay que tomar en cuenta, primero, el factor tiempo, el equilibrio entre el estímulo a la producción para satisfacer las necesidades de la población, mantener una equilibrada distribución del ingreso, todo lo cual depende de las estrategias, planes y políticas que en general trace y materialice el Estado. Al final del día, esto es un problema esencialmente político.
Como puedes ver esto no es un objetivo que se va a lograr en el corto ni en el mediano plazo. Plantea décadas de esfuerzos bien dirigidos.
Hay un hecho importantísimo que no podemos soslayar, en el que fue esencial el papel de Venezuela: la creación de la OPEP.60
La OPEP, creada el 14 de septiembre de 1960, representa sin discusión alguna la más resonante victoria de cualquier país del Tercer Mundo en la defensa de sus derechos soberanos sobre sus recursos de hidrocarburos. Fue el resultado de un proceso que se cumplió en un plazo relativamente corto.
Venezuela, por haber sido el primer país en conquistar la independencia política, entre los que se integraron más tarde en la OPEP, como ya te lo comenté, terminó jugando un rol de liderazgo en su creación, que estuvo encarnado en la personalidad de Juan Pablo Pérez Alfonzo.61
En la conducta del gobierno venezolano influyó de manera decisiva la política de cuotas de importación que había comenzado a aplicar el gobierno estadounidense.
¿Qué significaba esta medida?
Durante un siglo, la producción de los Estados Unidos, por tratarse de la más grande en el mundo, había determinado el piso de los precios petroleros. Este país era, además, el principal exportador. El mercado petrolero mundial estaba bajo el total control de los grandes consorcios internacionales, conocidos como Las Siete Hermanas. Pero, a partir de 1947, los Estados Unidos se convirtieron en importadores netos, pues su producción había tocado techo y comenzaba un descenso que se mantiene hasta nuestros días.
En tales circunstancias, el gobierno de Dwight Eisenhower introdujo un mecanismo de cuotas de importación, que afectaba las exportaciones venezolanas hacia su principal mercado. Hasta ese momento, el gobierno de Rómulo Betancourt había pugnado por negociar lo que llamó un Trato Hemisférico con el gobierno norteamericano que comprendería a Canadá, los Estados Unidos y Venezuela, por ser los principales productores del hemisferio occidental. Ante el rechazo del gobierno norteamericano, Betancourt se veía ante un muy serio peligro, de lo cual hablamos antes.
La caída de la dictadura de Marcos Pérez Jiménez el 23 de enero de 1958, había desatado un verdadero torrente de masas que reclamaban, en la ciudad y en el campo, todas las justas reivindicaciones que les habían sido negadas.
Rómulo Betancourt no se encontraba ante una situación muy favorable desde el punto de vista político y social. La amenaza de una violenta caída de precios, unida a una reducción de las exportaciones, sería una verdadera catástrofe económica cuando apenas iniciaba su gestión. Circunstancias externas vendrían en su ayuda.
El rechazo de Eisenhower al Trato Hemisférico que proponía Rómulo Betancourt y una seria amenaza de explosión social para el gobierno venezolano, fueron factores que impulsaron a Betancourt a enviar la representación al Primer Congreso Árabe de Petróleo realizado en El Cairo, en el año 1959 y firmar el conocido Pacto de Caballeros con Irán, Iraq, Kuwait y Arabia Saudita. Un año después, en septiembre de 1960, como resultado de ese Pacto de Caballeros, se produjo la creación de la OPEP.
Vayamos por partes, ¿qué fue el Pacto de Caballeros?
Como te dije, Venezuela había sido por años adalid de las políticas nacionalistas en el sector petrolero. Fue de este país donde salió una misión en 1949 a los países del Medio Oriente para buscar la unidad en torno a estos temas y coordinar políticas entre los países productores, particularmente los árabes, que convocaron, como ya referí, el Primer Congreso Árabe de Petróleo, en El Cairo, en abril de 1959.
Venezuela fue incorporada a este encuentro en reciprocidad a la invitación que nuestro país había extendido a Arabia Saudita, Irán, Iraq, Siria y Egipto, para que concurrieran a nuestro Primer Congreso Nacional de Petróleo, realizado en Caracas en 1951.
Al Congreso realizado en El Cairo en 1959, también habían sido invitadas las compañías petroleras, factor este que influyó en la realización de una reunión confidencial, paralela a las labores del mismo, a la cual concurrieron representantes de Venezuela, Arabia Saudita, Iraq, Kuwait y un representante de la República Árabe Unida (RAU) que en ese entonces integraban Egipto y Siria. La representación venezolana estuvo integrada por Juan Pablo Pérez Alfonzo y Manuel Pérez Guerrero.
En esa reunión confidencial, se firmó un documento secreto que luego se ha identificado como el Pacto de Caballeros de El Cairo. El objetivo era la formación de una Comisión Petrolera de Consulta a fin de encontrar soluciones a los distintos problemas planteados, particularmente los referentes a los precios petroleros, tomando en cuenta la coincidencia de intereses de los países allí presentes.
Esta reunión se constituyó a la luz de los hechos inmediatamente posteriores, en una especie de acuerdo preliminar que dio origen a la formación de la OPEP. Desde la misma fundación de la organización, en su Resolución 1.1, se introdujo el mecanismo del control de producción para la estabilización de los precios. Aunque inicialmente ese control no representaba un interés mayor para países que durante esos días estaban más interesados en incrementar la producción que en los precios, no pasaría mucho tiempo antes de que se impusiera como el medio más eficiente para la estabilización del mercado petrolero.
La experiencia negativa de la volatilidad de los precios, que los colocaba en una verdadera montaña rusa, terminaría convirtiendo el problema de su estabilización en una prioridad, tanto para los productores como también para los consumidores.
La mejoría que se operó en los precios internacionales del petróleo resultaría uno de los factores más importantes para neutralizar el auge de masas que se había desatado desde los días finales de la dictadura en 1957 y que arreció a partir de enero de 1958, con el derrocamiento de Marcos Pérez Jiménez. A ello se sumaron otros factores muy importantes como fue la errática conducción de las políticas por parte del liderazgo revolucionario de esos años, con las severas consecuencias a las cuales sería sometida la población venezolana durante las cuatro décadas siguientes.
La fundación de la OPEP representó, sin duda alguna, una victoria de un pequeño grupo de países del llamado Tercer Mundo en la defensa de sus legítimos derechos de propiedad sobre los recursos de hidrocarburos. Fue, además, expresión del despertar del sentido nacional que se alzaba contra un sistema colonial que entraba en franca decadencia. Puede decirse que su fundación misma aceleró aún más ese proceso.
Es tal la fuerza centrípeta que representa la comunidad de intereses que la une, que ha hecho posible la coincidencia de los más disímiles regímenes políticos y su sobrevivencia, aun durante las dramáticas pruebas que representaron los conflictos armados entre algunos de sus miembros. Y ha soportado también los ataques externos, como el Plan de Henry Kissinger, que dio lugar a la formación de la Agencia Internacional de Energía (AIE).
Además de la prueba tremenda que ha debido ser la relación entre los actores que participan en ese intercambio económico.
Claro. Hay que tomar en cuenta que en el escenario petrolero mundial, participan cuatro grandes actores: los países propietarios como nosotros; los países consumidores — principalmente los países más industrializados, y de manera muy particular los Estados Unidos que, como consumidor, absorbe el 25% del total de la energía que se produce en el mundo—; los empresarios capitalistas; y los Estados, que después de las nacionalizaciones entraron con mucha fuerza. Tanto los Estados donde se asientan los grandes consumidores, como los Estados propietarios, representan fuerzas muy importantes enfrentadas por sus intereses específicos, unos como dueños del capital, otros como dueños del recurso natural.
Entre esos cuatro actores hay una relación contradictoria que se ilustra claramente con lo que ocurrió en 1974. Ese año, Henry Kissinger62 funda la AIE, cuyo objetivo fundamental —como él mismo lo narra en sus memorias- era "romper el poder de la OPEP".63 A la larga, esta estrategia provocaría una fuerte caída de los precios petroleros, hasta el punto de que Ronald Reagan64 expresara con aire triunfal: "Hemos puesto de rodillas a la OPEP".
Ya lo dije, la existencia de la OPEP se basa en la defensa de los derechos de propiedad. Al agruparse y coordinar sus políticas, ha logrado no solo defender lo que ha denominado "precios justos" en el mercado internacional, sino también una participación creciente en los ingresos que genera su explotación, además de garantizar un suministro adecuado a ese mercado y "una remuneración razonable" para los consorcios petroleros.
Su política dirigida a la estabilización del mercado mediante la regulación de la producción de acuerdo con la demanda, condujo a la introducción de un sistema de cuotas a fin de evitar una competencia dañina entre sus miembros. Esto se logró, por supuesto, después de múltiples experiencias y errores de adolescencia incluso, como el de 1973, cuando las naciones árabes, agrupadas en la OPAEP (Organización de Países Árabes Exportadores de Petróleo) provocaron un fuerte disparo de los precios del petróleo con consecuencias muy graves. Con los altos precios, fuentes como el carbón, que había sido desplazado en un alto porcentaje por el petróleo, retornaron para ocupar nuevos espacios en el mercado energético, y la energía nuclear, de muy alto costo, se hizo rentable. Del mismo modo, provincias petroleras con altos costos de producción, se hicieron comerciales, como ocurrió con el Mar del Norte y Alaska.
Es decir, cuando esa regla de oro se ha roto — me refiero a la regulación de la producción para mantener la estabilidad del mercado—, han sobrevenido momentos de gran inestabilidad en los mercados con una fuerte volatilidad de los precios y sus efectos dañinos para las economías, no solo de los países petroleros, sino a la larga, también, de los mismos consumidores.
¿Por qué ocurre esto? ¿Qué pasa? ¿Podría explicarlo con más detalle?
Es muy sencillo. Si los precios suben excesivamente, los consumidores se ven obligados a sufragar el incremento, bien mediante subsidios, bien mediante incrementos de precios a los consumidores finales. Esto tiene un peso aún más acentuado en el caso de los países más pobres para los cuales resulta muy difícil cubrir la factura petrolera a menos que hagan sacrificios en otros gastos. Esto supone a su vez una caída significativa del ingreso. O hacen eso, o tienen que reducir el consumo, decretando una especie de "hambruna energética" con todas sus graves consecuencias.
Por eso la Venezuela bolivariana, bajo el liderazgo del Presidente Hugo Chávez, diseñó y aplicó un mecanismo dirigido a aliviar el peso agobiante de la factura a la mayoría de los países del Caribe y algunos otros, primero en el llamado Acuerdo Energético de Caracas, luego mediante el Acuerdo de Petrocaribe. El caso es que una subida muy fuerte de precios, como ocurrió en los 70, provoca reducción del consumo y, con ello, nueva caída de precios. De allí la necesidad de un mecanismo regulador de la producción y la oferta, como establece la Resolución 1.1 de la OPEP.
La OPEP, antes del embargo petrolero de 1973, controlaba dos tercios del mercado mundial. Después de toda esa crisis, bajó a un tercio, y ahora está alrededor de un 40%.
Estuvimos hablando de la década del 60 y las condiciones que deciden la lucha armada. ¿Cómo se valoró en este contexto la cuestión petrolera?
—El monopolio del Estado de los recursos naturales, el hecho de tener el control del ingreso y el poder de distribuirlo, le facilitó al gobierno de Betancourt, como a otros gobiernos de Acción Democrática y de COPEI, anestesiar las mayores reivindicaciones del pueblo.
La cuestión petrolera, sin lugar a duda, tuvo efectos muy significativos en el propio desarrollo de la conciencia de los trabajadores. Por ejemplo, ha habido luchas salariales en Venezuela, por supuesto, pero el grueso de los aumentos salariales en Venezuela se debe a decretos presidenciales. Y en uno o dos casos, por leyes aprobadas en el Congreso.
Esta realidad, unida a la represión y al gangsterismo, modeló un contexto inédito en la lucha política. Los gobiernos de Acción Democrática, por ejemplo, cuando se trataba de un sindicato vinculado a ellos, les facilitaban las cosas. Cuando eran sindicatos no comprometidos con sus gobiernos, pues les cerraban todas las posibilidades. A eso se sumaba una alianza sindical-patronal que venía de los tiempos del Pacto de Punto Fijo, que tuvo su versión en el llamado Pacto Obrero Patronal65 el cual incluyó, entre otros compromisos, el de no hacer huelgas por dos años, so pretexto de que había una crisis económica y se necesitaba recuperar las empresas y la economía nacional.
Se trataba de despojar a los trabajadores de su legítimo derecho a la huelga que, como se sabe, es también un instrumento de organización y de desarrollo de su conciencia de clase, que permite ganar experiencias en la confrontación entre el capital y el trabajo.
La alianza del puntofijismo permitió, con el Partido Comunista excluido, que continuamente se convocaran las llamadas fuerzas vivas del país a grandes eventos que eran transmitidos por la televisión y por la radio, con mensajes anticomunistas a la población. Esa campaña, además de propagandística, fue represiva. La capacidad de convocatoria del gobierno fue muy grande, y por supuesto, los empresarios estaban muy contentos porque eran favorecidos sobradamente.
Usted en su libro Servir al pueblo. El desafío socialista66 lo llama el triple carácter del Estado venezolano, pues además de su función como tal, actúa como propietario que cobra renta y como empresario que obtiene ganancias.
Efectivamente, al asumir el Estado el control monopólico sobre los yacimientos petroleros y mineros, ejerce el rol de cualquier propietario de la tierra. Es con ese carácter que cobra renta bajo la forma de regalías. No olvidemos que esta palabra proviene de "la parte del rey", cuando los monarcas actuaban como propietarios de los recursos naturales y los otorgaban a sus súbditos para que obtuviesen algún provecho, pero siempre cobrando una renta.
Pero el propietario puede realizar inversiones, como un capitalista cualquiera en sus propiedades, obteniendo, además de la renta, una ganancia o, para decirlo con más propiedad, un dividendo; finalmente, como Estado soberano, cobra impuestos. Esto, por supuesto, no ocurrió desde que se descubrieron los ricos yacimientos petroleros de Venezuela. Fue todo un proceso histórico a lo largo del cual los distintos sectores fueron adquiriendo una mejor comprensión del fenómeno petrolero.
Ahora bien, como consecuencia de la apropiación de una renta creciente que ha venido distribuyendo, apareció otro fenómeno de consecuencias muy importantes, dignas de un comentario.
En Venezuela, en lugar de ser el Estado el que depende de los tributos de las corporaciones privadas y de la población, es el capital privado el que depende y ha dependido siempre del Estado. Solo algunas empresas llegaron a un nivel en el cual pudieron caminar por sus propios pies. El capitalismo en Venezuela surge como decimos aquí, "tragándose la flecha", en dirección contraria a lo que indican las leyes del tráfico normal.
Es un fenómeno inédito que el Estado surja distribuyendo ingresos a la población y sobre todo creando, literalmente, un sector empresarial capitalista. Que sea el Estado el que, además, nutra al sector privado, lo cual le dio un alto grado de autonomía en sus decisiones frente a las clases pudientes.
Por ser una especie de anomalía y por querer obtener más de lo que ya generosamente obtenía del Estado, ese sector privado, en determinado momento, intentó — y lo logró — imponer pautas al Estado, colocando cuadros muy representativos tanto en posiciones claves del Estado como en el Banco Central. Para ello contaron con el apoyo de los partidos políticos dominantes. Desde allí fueron entusiastas ejecutores de las políticas neoliberales con lo cual terminaron por agudizar los desastres propios del capitalismo en Venezuela y, como consecuencia, los conflictos sociales.
Por eso es que las tesis neoliberales, donde el Estado debe retirarse y dejar todo al sector privado, aquí no funcionaron, ni pueden funcionar. En Venezuela no ha existido un sector privado entrenado para hacer cumplir el rol que han tenido las burguesías en los países de "capitalismo normal". Tenía que hacerlo el Estado, lo cual era la negación de la tesis fundamental de los neoliberales. Uno lee Camino de servidumbre, de Friedrich Hayek, o a Milton Friedman, o a Myron Lieberman, o a cualquiera de los grandes teóricos neoliberales, y la primera conclusión a la que llega es que hay que dejar al mercado que lo ordene todo por lo que el progreso siempre exigirá un cierto nivel de desempleo y, en consecuencia, de pobreza.
Pero en Venezuela, debido al fenómeno histórico de la renta petrolera y la distribución que debe hacerse a través del Estado, hubo una reacción muy fuerte a los paquetes neoliberales,, lo cual comporta de inmediato un problema político. Por eso hubo grandes reacciones de rechazo, a veces por la vía electoral y otras como la del 27 de febrero de 1989, conocida como el Caracazo,67 a través de la rebelión espontánea de grandes sectores populares.
¿Dónde usted ubicaría los antecedentes más directos del Caracazo?
Durante el primer gobierno de Carlos Andrés Pérez, se inició una política muy peculiar. El país adquirió una deuda enorme cuando más ingresos obtenía por el incremento espectacular que tuvieron los precios petroleros, y lo más grave de todo fue que, a partir de ese momento, se aplicó un nuevo esquema de distribución del ingreso nacional. Desde los días de Medina Angarita, las remuneraciones al sector trabajo fueron ascendiendo paulatinamente hasta superar las remuneraciones al sector capital. Puede decirse que había una distribución "popular" de la renta.
Pero con el primer gobierno de Carlos Andrés Pérez, se invierte totalmente la política de distribución, lo cual explica el tremendo empobrecimiento de la población. Nadie se dio cuenta en ese momento, porque en términos absolutos el ingreso subió para todos, aunque en términos relativos la gran mayoría del pueblo había salido severamente dañada.
Eso se vino a sentir con mucha fuerza cuando cayeron los precios del petróleo y se afectó el ingreso de Venezuela. Por supuesto, las remuneraciones de los trabajadores rodaron por el piso. Vino la reacción popular que tuvo una sangrienta respuesta represiva; las luchas por las mejoras salariales y de las condiciones de vida de la población y la violencia brutal desde el Estado. Y esto se agudizó aún más con el segundo gobierno de Carlos Andrés Pérez.
El primer gobierno de Carlos Andrés Pérez dictó la Ley de Nacionalización. ¿No resulta contradictorio que este proceso de apropiación estatal del principal recurso económico condujera precisamente a un mayor empobrecimiento de la gente?
Expliquemos primero cómo fue este peculiar proceso de nacionalización. Antes de su materialización, a mediados de los 70, las compañías petroleras se encontraban en un gran dilema. Por un lado, los precios habían subido mucho, lo que imponía una fuerte presión por parte de los consumidores en los países más industrializados. Del otro lado, los países propietarios, habiendo adquirido mayor conciencia sobre sus derechos, avanzaban en procesos como la fijación de precios, control de producción e incremento de su participación en las asociaciones que se habían conformado en las actividades petroleras. Se encontraban, como suele decirse, "entre la espada y la pared".
Para los consorcios petroleros llegó a plantearse en tales términos que era preferible su nacionalización en términos de una buena negociación. En el caso de Venezuela, fueron indemnizados muy generosamente y todavía mantuvieron contratos de comercialización y contratos de asistencia tecnológica con PDVSA, creada el 30 de agosto de 1975, en el mismo texto de la Ley de Nacionalización.
¿Cómo explica que PDVSA se convirtiera en el asiento de las políticas neoliberales en Venezuela?
Hay que tomar en cuenta que la plana dirigente de la nueva empresa nacional PDVSA estuvo constituida por la gerencia de las empresas extranjeras — Creóle, Shell, etcétera—, formadas en sus principios, en su visión del negocio, como empresas para obtener beneficios para sus accionistas, y no como empresas nacionales. De manera que el carácter de enclave que siempre tuvo la industria petrolera en Venezuela se mantuvo aun después de la nacionalización.
Por eso, entre otras razones, Pérez Alfonzo la calificó despectivamente como una nacionalización "chucuta", pues aún las compañías privadas mantenían contratos de comercialización y tecnología con la PDVSA recién creada. Chucuto le decimos en Venezuela a un perro al cual le han cortado la cola. Es decir, algo incompleto.
Esa nacionalización no representó mayor daño económico para las transnacionales que, además de obtener grandes indemnizaciones sobre capitales que habían recuperado de sobra. Sin embargo, desde el punto de vista político, el hecho de que el país asumiera el control de las actividades fundamentales, representó un paso histórico de indiscutible importancia, aun habiendo sido una nacionalización pactada, muy distinta, por ejemplo, a la de Lázaro Cárdenas en México.
La ley mediante la cual se produce la nacionalización se llamó Ley Orgánica que Reserva al Estado la Industria y el Comercio de los Hidrocarburos, y entró en vigor el primero de enero de 1976, hecho que fue celebrado con un acto en el sitio del pozo Zumaque 1, de Mene Grande, estado Zulia.
¿Todavía el pozo estaba activo?
Todavía hoy produce algunos barriles de petróleo, imagínate la riqueza original de ese yacimiento. Creo que va a llegar a los 100 años produciendo petróleo.
Hubo fuerte resistencia y críticas de Fedecámaras (Federación de Cámaras y Asociaciones de Comercio y Producción de Venezuela) y de sectores de la propia industria petrolera venezolana. Los partidos políticos reaccionaron, en general, apoyando la ley. Hay que tomar en cuenta que la nacionalización aparecía en los programas de todos los partidos políticos. Este era un sentimiento unívoco en el país. De hecho, ya anteriormente Rafael Caldera había nacionalizado el gas.
¿Por qué cree usted que se da este proceso de alguna manera contra natura en Venezuela?
Después de la nacionalización petrolera, que era la máxima reivindicación de todos los partidos políticos del país, estos quedaron virtualmente sin programa. Un escritor venezolano, Antonio Arráiz68 escribió una novela titulada Todos iban desorientados, título que hubiera resultado muy apropiado para describir la situación que caracterizó a los partidos políticos venezolanos, incluyendo a los de izquierda.
Porque bueno, nacionalizaron, ¿y qué? Ya en la misma ley, la noche anterior a su aprobación, Carlos Andrés Pérez logró introducir una suerte de enmienda al artículo 5o, con lo que dejó abierta la posibilidad para el retorno de los capitales privados extranjeros en casos especiales. Así pues, años más tarde veríamos ese retorno en condiciones que empeoraban, incluso, los términos en los cuales estaban redactados los viejos textos regulatorios de la actividad petrolera.
Ante la ausencia de un pensamiento propio, estos políticos asumían como suyo lo que venía de afuera. Recuerdo en los 90, cuando estaba de moda la película Parque Jurásico, cada vez que yo intervenía en el Parlamento para hacer un planteamiento en contra de esas posiciones absolutamente colonizadas, me acusaban de dinosaurio. Pocos años antes, Alfredo Maneiro tuvo una expresión muy apropiada frente a esta situación: "A tal punto hemos llegado que para avanzar basta con retroceder". Retroceder, en este caso, significaba regresar a las tesis nacionalistas que tradicionalmente se habían sostenido en Venezuela, instrumentando una serie de legislaciones que le permitieron a la nación tomar conciencia en torno a sus derechos en un negocio cada día más decisivo para su propia existencia.
¿Qué significa?
Cuando Maneiro decía que bastaba con retroceder, se refería al hecho de que con las nuevas políticas que se estaban introduciendo y que alcanzaron mucha mayor fuerza a partir de los 80, se estaba abandonando la política tributaria. Peor aún, las políticas progresivas de distribución de la renta, para sustituirlas por una tesis que predicaba el fin del petróleo como fuente energética y, en consecuencia, la urgencia de aprovechar lo que llamaban "una ventana de oportunidades" por la abundancia de capital sediento de inversiones en un negocio tan rentable como el petrolero. Argumentación bastante contradictoria, pero eran detalles en los que no se detenía la ofensiva neoliberal.
Una de sus grandes batallas como diputado se produce a inicios de la década del 90, contra la "Apertura Petrolera". ¿Qué fue exactamente este proceso?
Veamos los antecedentes que condujeron a la "Apertura Petrolera". Como ya lo comenté, la noche anterior a la aprobación de la Ley de Nacionalización Petrolera, Carlos Andrés Pérez introdujo una enmienda a su artículo 5o, con una figura jurídica que nunca estuvo contemplada en los debates del Congreso. Decía, y lo recuerdo literalmente: "En casos especiales y cuando así convenga al interés público, el Ejecutivo Nacional o los referidos entes podrán, en el ejercicio de cualquiera de las señaladas actividades, celebrar convenios de asociación con entes privados...".
Recuerdo el discurso de apoyo a esta tesis que pronunció Rómulo Betancourt, quien era senador vitalicio, un extraño privilegio establecido para quienes habían sido presidentes de nuestro país a partir de 1958. Aseguraba Betancourt que era necesario "dejar una ventana abierta" y que "había que prever la participación privada en un caso excepcional".
Esa ventana abierta se convirtió en el arco triunfal por donde posteriormente entrarían con toda su fuerza las tesis neoliberales en materia energética y, con estas, la más rastrera renuncia a todo aliento nacional.
Se trataba de la autorización para el retorno de los consorcios petroleros en casos especiales, bajo la figura de los convenios de asociación con entes privados. Rafael Caldera, quien se opuso a la aprobación de esa figura en 1975, fue mucho más allá durante su segundo gobierno, cuando dejó en manos de PDVSA llevar los contratos de "Apertura Petrolera" al Congreso Nacional. Por cierto, Caldera se opuso a todo eso, hasta su asistencia a la primera Cumbre de las Américas realizada en Miami en diciembre de 1994.
Los modelos de los contratos fueron redactados en inglés, con traducciones literales al castellano con evidentes errores, que cambiaban el sentido o el contenido de las expresiones. Algo inédito y que tiene que ver con la arrogancia del sector dominante en el Congreso al que le importaba un bledo el derecho venezolano y nuestra soberanía, menos le dio importancia al idioma castellano, aun siendo esta la lengua oficial de Venezuela. El propio consultor jurídico del Congreso hizo la observación de que los contratos estaban redactados con la construcción legal anglosajona, y que debían hacerse de acuerdo con nuestro sistema y "en un castellano decente".
En definitiva, el caso es que por el dominio aplastante que ejercían Acción Democrática y COPEI, con el apoyo del MAS, de Teodoro Petkoff, terminaron aprobando esos convenios que, en su esencia, implicaban: la reducción de las regalías desde el 16,2/3% vigentes desde 1943 al 1%; el impuesto sobre la renta, del 67,7% bajó al 34% en el caso de los crudos extrapesados y, en todos los casos, la participación del Estado quedó a un máximo del 35%. Todo acompañado de una fuerte expansión de la producción. A todo lo cual hay que sumar la llamada política de "internacionalización", que consistió en la adquisición de una cantidad de refinerías fuera del país.
Sin duda alguna, el mejor de los mundos para los consorcios petroleros y el peor imaginable para los intereses del pueblo venezolano. Todo apuntaba, finalmente, a la recuperación del pleno control de las empresas petroleras internacionales mediante la privatización de PDVSA sobre toda la actividad de hidrocarburos en nuestro país. Esa política generó, además, un fuerte conflicto en el seno de la OPEP, amenazando su propia existencia con las desastrosas consecuencias fácilmente imaginables.
La imposición de esta política fue dé una abyección difícil de igualar. Así, en lugar de ir a una reforma de la Ley de Hidrocarburos y de la Ley de Nacionalización para ordenar el sistema legal, pues había varias leyes rigiendo la materia petrolera, prefirieron lanzarse por la vía de hecho al firmar contratos que violaban de cabo a rabo la Constitución y las leyes, como lo demostré en innumerables ocasiones, tanto en intervenciones en el Congreso
Nacional, como en los artículos que podía publicar en libros y revistas, que luego recogí en mi libro El proceso de privatización petrolera en Venezuela.69
Una cosa totalmente absurda pues, entre los dos partidos dominantes, AD y COPEI, controlaban totalmente el Congreso de esos tiempos. Todo esto con el apoyo del MAS, todavía dirigido por Teodoro Petkoff. El viejo radicalismo convertido en mansedumbre obediente. De allí que en sus agudos comentarios, años antes, Alfredo Maneiro hubiera expresado con su tino e ironía característicos: "El MAS es un cordero disfrazado de lobo".
Tiempo antes, el presidente de PDVSA, a comienzos de los años 90, Andrés Sosa Pietri, se opuso a la inversión privada en los llamados campos marginales, abandonados o inactivos. Él argumentaba con toda razón que PDVSA contaba con la capacidad para realizar las actividades que el gobierno quería transferir al sector privado. Sin embargo, su ambición iba más allá: la expansión de la producción petrolera que pasaba por la salida de la OPEP y, más aún, por la incorporación de Venezuela en la Agencia Internacional de Energía, ¡nada menos!, al lado de los intereses de los grandes consumidores.
Uno de los grandes problemas que se presentaban allí era que, de acuerdo con la vieja Constitución de 1961, en todos los contratos de interés público nacional, aunque no apareciera explícita, se entendía por introducida una cláusula según la cual todas las dudas y controversias se ventilarían de acuerdo con las leyes venezolanas y en los tribunales venezolanos.
En los contratos de la "Apertura Petrolera", violando ese principio, se estableció que las dudas y controversias se resolverían aplicando las normas de la Cámara de Comercio Internacional de París, esto es, a través de arbitraje internacional. A tal fin, se nombran miembros de los Comités de Arbitraje por cada una de las partes, en condición de igualdad. La sede para tales arbitrajes serían Londres, Roma o Nueva York, ya no los tribunales nuestros.
Hubo un fuerte debate acerca del control. Ellos decían que con la existencia de la llamada acción dorada70 o de un comité de control se resolvía el problema del control. Este no pasaría por la mayoría accionaria de Petróleos de Venezuela. Sencillamente bastaba que tuviésemos mayoría, porque con una "acción dorada" la República podría ejercer el veto sobre actividades que la Ley de Nacionalización, vigente en ese momento, reservaba al Estado venezolano.
Pero ocurre en la realidad que, en el día a día de las operaciones petroleras, quien tiene la mayoría accionaria posee también el control operativo. Y eso fue lo que se demostró posteriormente. Es decir, se cometieron todo tipo de barbaridades en esa "Apertura Petrolera". Desgraciadamente en esa batalla me encontraba prácticamente solo pues en La Causa R, cuya representación ejercía como presidente de la Comisión de Energía y Minas de la Cámara de Diputados, tampoco tenía mucha conciencia sobre la gravedad del problema que se estaba debatiendo, salvo un pequeño grupo de compañeros que se preocupaban por este importante asunto.
Pero usted era el presidente de la Comisión de Energía y Minas en ese momento, ¿no tuvo peso su opinión?
Ciertamente, era el presidente de esa Comisión en la Cámara de Diputados, pero el Congreso, completamente dominado por AD, COPEI y el MAS, simple y llanamente no me iban a apoyar. Todo lo contrario. Hubo diputados y senadores que me decían en privado que yo tenía razón, pero que la línea de sus partidos era votar a favor de la "Apertura Petrolera". Di un torrente de argumentos, porque era un absurdo por dondequiera que se mirara esa "apertura", que violaba la Constitución y violaba la Ley de la Nacionalización petrolera.
Llegamos a invitar hasta a una señora norteamericana de gran experiencia en materia tributaria minera en los Estados Unidos, para que explicara la legislación petrolera de su país. Ella explicaba que en los Estados Unidos, en algunos de sus estados, se cobraban regalías aun superiores al 16% que había sido lo establecido en Venezuela, ¡y que aquí se querían eliminar! Ella explicó el asunto de una regalía mínima. El Congreso ni se dio por aludido. Las regalías llegaron a ponerse en cero.
Luego de nuestra enérgica protesta, la subieron al 1%. Un verdadero escándalo. El impuesto sobre la renta lo bajaron, en el caso de la Faja, del 67% que se le cobraba a PDVSA, al 34% para los consorcios privados. "Incentivos" que sencillamente expresaban la abierta entrega a las empresas petroleras extranjeras.
Todo esto ocurría ante un Congreso impasible, que se limitaba a levantar la mano ante la orden del jefe de fracción con gran obsecuencia. Ahí sí hubo ejercicio del poder vertical.
Como ocurrió con el famoso Proyecto Cristóbal Colón.
Como ya había ocurrido en su primer mandato, Caldera nacionalizó el gas natural71 y el Proyecto Cristóbal Colón apareció de pronto para introducir la primera cuña a favor de la "Apertura".
¿Qué establecía exactamente?
A partir del descubrimiento realizado por Lagoven, filial de PDVSA, de grandes yacimientos de gas libre en el oriente venezolano, inmediatamente la Shell, Exxon y Mitsubishi, aliadas, promovieron la idea de exportar gas licuado a los Estados Unidos. Acto seguido, Lago ven pone en acción a dos de sus abogados y demanda ante la Corte Suprema de Justicia, la nulidad de varios artículos de la Ley de Hidrocarburos y de la Ley que Reserva al Estado la Industria del Gas Natural, que garantizaban el control del Estado y, además, la soberanía en materia de solución de controversias. Es decir, que PDVSA se alineaba de inmediato para tramitar la viabilidad del negocio propuesto por la Shell, echando por tierra todas las conquistas tras décadas en nuestra política petrolera.
Dos abogados de Lagoven, muy diligentes ellos, introdujeron un recurso ante la Corte Suprema de Justicia para pedir la nulidad de un artículo de la vieja Ley de Hidrocarburos,72 esa que establecía que las dudas y controversias se resolvían de acuerdo con las leyes y dentro de la jurisdicción de Venezuela. El colmo de los colmos es que en una de las cláusulas del convenio de asociación, Lagoven, una empresa del Estado venezolano, se comprometía a indemnizar a sus socios privados por cualquier incremento de los impuestos que acordara Venezuela, violando la soberanía tributaria del Estado venezolano.
Bueno, la Corte fue mucho más allá. Incurrió en lo que llaman los juristas una extra petita, que significa "por fuera de lo pedido", esto es, que la decisión judicial concede derechos que no fueron solicitados por la parte demandante. Se estableció así, completamente de espaldas al país, que ignoraba lo que ocurría, la imposición no solo del proyecto de gas licuado, sino cualesquiera otros similares, ya no solo en el negocio del gas, sino también de los hidrocarburos líquidos. No puede extrañar nada esto si se toma en cuenta que el juez que actuó como oponente de las sentencias sobre tales solicitudes, fue el doctor Román Duque Corredor, quien había sido por largos años abogado de la Shell y luego de PDVSA. En ese momento estaba actuando como miembro de la Corte Suprema de Justicia. Como decimos en Venezuela, se pagaban y se daban el vuelto.
El recurso recibió el nombre de "Cristóbal Colón" y fue aprobado por todo el Congreso, salvo mi voto y el de Álvaro Silva Calderón, quien en medio de aquel desastre tuvo siempre una posición nacionalista ante los viejos voceros petroleros, aportando datos y argumentos jurídicos y de hecho que demostraban no solo la ilegalidad, sino la inviabilidad de tal proyecto. No pasaron muchos años para que se demostrara lo que Silva Calderón y yo habíamos afirmado: que incluso desde el punto de vista técnico-comercial, el proyecto era inviable.
La casualidad quiso que, una vez que yo asumí el Ministerio de Energía y Minas,73 me correspondiera dejar sin efecto ese contrato, pues las empresas no habían realizado ninguna de las actividades que establecía el mismo, a las cuales estaban obligadas por algo que ellas mismas habían impulsado tras bastidores. Así lo comuniqué por escrito a las empresas extranjeras y a Lagoven. Mira las paradojas de la vida, ¿no? Ese proyecto quedó cancelado para siempre.
Claro, lo que también se corroboró, es que el objetivo de la empresa no era tanto la explotación del gas, sino establecer el precedente para algo mucho peor que vendría después. Se trataba literalmente de un "Caballo de Troya", para abrir una brecha en la estructura del régimen legal de los hidrocarburos en Venezuela, a través de la cual entraría, como un río crecido, toda la fuerza de las petroleras que buscaban reasumir el control total de nuestro inmenso recurso petrolero.
Poco después, al ser nombrado el doctor Silva Calderón ministro de Energía y Minas, procedió a redactar una nueva Ley de Hidrocarburos Gaseosos. Allí se estableció una regalía mínima del 20% para la explotación gasífera, en la explotación del gas no se pagaban regalías, hasta entonces. Los defensores de las empresas pusieron el grito en el cielo, diciendo que con tal condición, ningún empresario estaría interesado en invertir en Venezuela. Cuando se realizó la licitación de ocho yacimientos, los consorcios llegaron a aceptar un promedio superior al ¡22%!
Durante la "Apertura Petrolera", por ejemplo, el primer contrato de crudos pesados era para vomitar: cero regalía. Después de un debate tremendo, subieron la regalía al 1%. El Presidente Hugo Chávez subió la regalía al 30%. A la cual se agrega un 3,33 % mediante una reforma a la Ley de Hidrocarburos, con lo cual la regalía llega al 33,33% y las compañías están ahí, tranquilas, obteniendo un buen nivel de ganancias. Ocurre que, para tomar estas decisiones, existen modelos de simulación que se corren y te dan la respuesta que permite establecer los términos aceptables para ambas partes. Fue lo que hicimos. ¿Tú te imaginas los miles de millones que se convirtieron en ganancias extraordinarias para los consorcios extranjeros con esa reducción de las regalías, los impuestos y la participación en el negocio por parte del Estado? ¿Y cuánto perdió Venezuela?
El aumento de las regalías, fue acompañado de un aumento del impuesto sobre la renta desde el 34% que establecieron en los contratos de la "Apertura", hasta un 50%. Hay que tomar en cuenta que, para calcular las regalías, basta con medir cuántos barriles se produjeron a boca de pozo, determinar el precio del barril en el mercado y multiplicarlo por el número de barriles correspondientes a las regalías. Una operación de matemática elemental. "Chivo al corral, fuerte al sombrero", dicen nuestros campesinos. En tanto que para calcular el impuesto sobre la renta, se requiere realizar un proceso mucho más complejo para determinar la base imponible, proceso que pasa por la determinación de los costos y mil vericuetos más que facilitan la aplicación de mecanismos de evasión fiscal. Imagínate eso en una empresa tan compleja como PDVSA.
Usted, emocionalmente hablando, ¿cómo se sentía en medio de la discusión de la "Apertura Petrolera"?
Todos aquellos debates sobre la "Apertura" que se dieron en aquel Congreso me resultan verdaderamente inolvidables por la enorme pobreza argumental que, desde todo punto de vista, acompañaron a sus partidarios. En verdad que, viéndolo bien, no les importaba mucho la legalidad, ni las formas. Iban directamente al grano. En lo más profundo de mí mismo, tenía la convicción de que eso no podía durar demasiado tiempo. Era una traición abierta a los intereses elementales de la nación y al pueblo venezolano.
Por tantas razones legales y éticas, dos abogados, el doctor Agustín Calzadilla y yo, trabajando intensamente, a veces noches enteras, redactamos, con el apoyo de otros venezolanos opuestos a la "Apertura Petrolera" en 1998, una demanda de nulidad por inconstitucionalidad e ilegalidad ante la Corte Suprema de Justicia, la cual fue suscrita por un número importante de personalidades. La Corte retardó la decisión abrigando la esperanza de que no hubiese ningún giro en las fuerzas que controlaban el Estado pero una vez que el Comandante Hugo Chávez salió triunfante en las elecciones, decidió en contra nuestra, en 1999, con el voto salvado de la doctora Hildergard Rondón de Sansó. Una decisión que, por absurda, le para los pelos de punta a cualquier estudiante de Derecho.
Toda esa gente estaba jubilosa y pensaba que ya, como se dice en Venezuela, "el mandado estaba hecho". Pero ganó las elecciones Hugo Chávez y paró en seco ese proceso privatizador.
Se revirtió de un golpe, con nuevas leyes en una política de plena soberanía petrolera. Todos aquellos contratos leoninos fueron modificados y negociados, y las empresas aceptaron. Nunca se procedió manu militari para imponer condiciones a las empresas.
Hábleme del célebre "voto salvado" de Alí Rodríguez Araque en la autorización del Congreso al Esquema de Ganancias Compartidas.74
Como te dije, yo era presidente de la Comisión de Energía y Minas de la Cámara de Diputados y se presenta el "Marco de condiciones de los convenios de explotación a riesgo y ganancias compartidas", es decir, los requisitos mínimos para la "Apertura Petrolera". El informe era un absurdo. Se había redactado en PDVSA, y lo había suscrito el presidente Caldera.
El Congreso estaba totalmente entregado y yo sabía que no iba a prosperar ninguna oposición. Simplemente dejé constancia de un punto de vista que al final se impuso, con el gobierno del Presidente Chávez. Ese fue mi "voto salvado".
¿Qué propuso?
Que si se quería dar acceso al capital privado, era necesario proceder a la reforma legal. Estaba de acuerdo con la participación privada, pero el Estado debía mantener siempre, por mandato constitucional y legal, el control de los recursos petroleros y de las operaciones. Demostré todas las violaciones de nuestra legalidad en que se incurría, así como el grave daño económico al país. Pero, como era de esperar, a la hora de la votación, se alzó el bosque de brazos aprobatorios.
Esas, además, fueron decisiones que se tomaron a puertas cerradas en el Congreso. Se llegó a tal escarnio que el presidente de la Cámara Petrolera de ese entonces, que agrupaba a los empresarios, se plegó ante las posiciones de PDVSA, contrarias a sus intereses como productores. Poco después se lamentó de su error, porque los negocios que se aprobaron, los esquemas que se aplicaron para las licitaciones se demoraban y establecían tales requisitos que era imposible que un venezolano participara. Como dice una de nuestras expresiones populares: "No te vistas, que tú no vas para el baile".
Como caso extremo propuse entonces la reglamentación del famoso artículo 5o de la Ley de Nacionalización. Pero era tal la velocidad que le imprimieron a ese proceso, que me respondieron que esto retardaría mucho la decisión y no se podían desaprovechar las "ventanas de oportunidades" que, según los promotores de esa política, se abrían en el mercado petrolero internacional, dada la cantidad de dólares que las empresas estaban dispuestas a invertir. Por supuesto, con las ganancias y en las condiciones extraordinarias que se les estaban garantizando, no se requería demasiado encanto para que vinieran por nuestro petróleo.
Gracias a esta terminaron aprobándose 32 convenios operativos entre 1992 y 1997, que no pagaban regalía en absoluto, sino el impuesto de cualquier negocio particular. Las regalías terminaba pagándolas PDVSA, porque se decía que ese petróleo era suyo y que a la vez podía autorizar a otras compañías a comercializarlo. Aparte podían crear distintos esquemas contractuales. ¡Increíble!
Cuando se discutió el proyecto Cristóbal Colón, Álvaro Silva Calderón y yo fuimos dos voces solitarias, como te dije. Finalmente, fue aprobado por el Congreso, con los votos en contra de la Liga Socialista-Tendencia Revolucionaria, el MEP y el PCV. Luego, cuando se debatieron los convenios de ganancias compartidas, me quedé solo lidiando contra las propuestas. Yo era miembro de La Causa R, pero en torno a este tema había muchas reservas de buena parte de la dirección de LCR.
Hablamos antes del robo de las elecciones a Andrés Velásquez.
Debió ganar en 1993 La Causa R, existían grandes posibilidades, como en efecto ganó las elecciones Andrés Velásquez, pero dieron ganador a Caldera tras un proceso fraudulento. Los dirigentes de La Causa pensaban que si entrábamos en conflicto con los Estados Unidos, no iba a ser posible que Velásquez asumiera la presidencia de la República.
¿Cómo hicieron para tratar de seguir saqueando al país?
Apoyarse en la empresa nacional creada en los mismos días de la nacionalización, PDVSA. La planta gerencial, en su inmensa mayoría, se había formado en la visión de las empresas norteamericanas e inglesas. Y tenían un instinto corporativo. El sueño de esta gente era una PDVSA convertida en una corporación internacional. Llegaron incluso a establecer como eslogan de PDVSA la frase: "Una corporación energética mundial por excelencia". Desapareció por completo la idea de ser una empresa nacional. Sí, se veían como una Standard Oil o una Shell, o cualquier otra de esas grandes transnacionales del petróleo.
Dentro de la empresa siempre hubo fuertes reservas, aunque no se hablara claramente, contra la concepción de que fuera puramente estatal. Eso por supuesto era alimentado también desde el exterior.
De hecho PDVSA llegó a convertirse en una corporación internacional, ¿no es así?
Exactamente. Aplicaron una estrategia envolvente: estimularon las inversiones de PDVSA en el exterior. Esto tiene sus antecedentes. En 1982, PDVSA tenía una reserva de 5.000 millones de dólares líquidos en el exterior. El gobierno de Luis Herrera Campins ordenó el retorno de ese dinero al país. Lo volvieron "alcanfor", lo disiparon todo y PDVSA se quedó sin reservas.
La política que siguió PDVSA a partir de 1985 fue la de mantener cero liquidez e invertirlo todo afuera. Ahí vino la compra masiva de refinerías en los Estados Unidos y en Europa. No había manera, digamos, de que el gobierno obtuviera liquidez de PDVSA más allá de los impuestos, las regalías y los dividendos, siempre que hubiera ganancias. Los dividendos estaban de esta manera limitados, al igual que el impuesto sobre la renta.
La estrategia que siguieron las empresas fue la de la "internacionalización", mediante la adquisición de refinerías y otras empresas en el exterior, principalmente en los Estados Unidos. PDVSA se convirtió en un árbol extremadamente frondoso: ¡189 compañías dentro y fuera del país! Muchas de estas de papel, pero en alto grado esa distorsión se tradujo en incremento de costos y una caída sostenida por años de la contribución fiscal petrolera. Su gran expansión la había convertido en un Estado dentro del Estado y, como quedó demostrado en 2002 con el paro petrolero, intentó convertirse a sí misma en el Estado, tratando de imponer su voluntad política sobre todo el país, hecho sin precedentes en el mundo moderno.
¿Qué es exactamente la "internacionalización"?
Al Estado venezolano le era casi imposible siquiera conocer los estados auditados, el manejo de dividendos, el pago de impuestos o el endeudamiento, como consecuencia de este "velo corporativo", que se interpuso entre los negocios internacionales y el control del Estado venezolano.
Esto condujo, entre otras violaciones, a descuentos en el precio del petróleo, liquidación de regalías sobre la base de precios con descuento, endeudamiento en el exterior y a la aplicación, a partir de 1989, del concepto de "renta mundial", con lo cual los costos financieros de la "internacionalización" terminaron como costos de PDVSA en Caracas, en detrimento del impuesto sobre la renta.
Así como las compañías petroleras y los grandes países consumidores diseñaron una estrategia para doblegar a la OPEP, concibieron otra para Venezuela. Esta política estaba orientada a la privatización de PDVSA y a estimular al máximo posible que esta incumpliera la cuota de la OPEP, hasta el punto de que llegó a producirse una virtual guerra de precios con Arabia Saudita.
¿Estamos hablando de qué año?
Finales de los 90 y llegó a su momento crítico precisamente en la transición del nuevo gobierno, entre 1998 y 1999.
Hay elementos que se me han quedado en el aire, y quisiera enmarcar mejor su participación en todo este proceso. En 1989 usted integraba el Parlamento Nacional. ¿Cómo llegó hasta ahí?
Cuando decidimos entrar a la vía legal, el primer paso lógico era influir en las decisiones políticas del país por la vía parlamentaria. En los días de la lucha armada y antes de eso, estando en la Universidad yo tenía estrecha relación con compañeros de la izquierda de Acción Democrática, que luego conformaron el MIR.
En 1969 se me encomendó la tarea de ir del occidente al oriente para tratar de establecer la unidad de las fuerzas guerrilleras. Hasta allí llegué, al destacamento Dante, que acampaba en una zona del estado Monagas, bajo la dirección de Gabriel Puerta Aponte.
Se produjo allí un intento de crear equipos de coordinación entre el PRV y el MIR, ya no solo en lo relativo a la lucha armada, sino también para activar en conjunto el trabajo sindical y político con los trabajadores de las industrias pesadas en Guayana, un trabajo que solo fructificaría más tarde con La Causa R.
Los conflictos que condujeron a la división del MIR, dejaron en simple idea ese proyecto que nunca llegó a concretarse con esa organización. La relación con Julio Escalona, quien sería el máximo dirigente de la Liga Socialista, se mantuvo y se profundizó. Luego de mi separación del PRV y la formación de la Tendencia Revolucionaria, procuramos entendimientos para las elecciones de 1983. De esta manera formé parte en la lista de la Liga Socialista al Congreso y salí como diputado suplente, condición en la que estuve durante dos períodos. El segundo de estos fui como suplente en la lista de La Causa R, a la cual ya me había incorporado. En 1993, me eligen diputado principal y esto me permitió vincularme a las comisiones del Parlamento que abordaban al tema petrolero, en mi condición de Presidente de la Comisión de Energía y Minas de la Cámara de Diputados.
La Causa R, desde los tiempos de su fundación por Alfredo Maneiro, había seleccionado como el terreno más propicio para su trabajo, la zona de Guayana, uno de los polos industriales más importantes de Venezuela por la gran concentración de empresas básicas que posee, y más concretamente la Siderúrgica del Orinoco (SIDOR), una de las principales industrias de la zona.
En SlDOR se inicia la publicación del periódico El matancero. Y, luego, alrededor de años de arduo y paciente trabajo en la base, el Movimiento Matancero gana la dirección del Sindicato Único de Trabajadores de la Industria Siderúrgica y sus Similares (Sutiss). El Movimiento Matancero yo creo que es una de las experiencias más importantes que ha tenido el movimiento obrero venezolano, experiencia de la que todavía no se ha hecho una síntesis, un buen estudio, pues se trata, así lo creo, de un verdadero modelo a seguir en la concepción y la relación con las bases de los trabajadores.
Eso convirtió a La Causa R en un movimiento nacional. Fue penetrando cada vez más en nuevos sectores de trabajadores y el hecho de que en su seno surgiera un dirigente obrero de proyección nacional como Andrés Velásquez, además con mucha garra en su discurso de entonces, determinó el gran éxito de La Causa R.
Carlos Andrés llega al poder en 1989 con una importante popularidad. ¿Podía haber evitado aquella aventura neoliberal que lo sepultó como político?
La muerte de Acción Democrática la dictó definitivamente el neoliberalismo. Ya desde los días de la nacionalización petrolera —es mi opinión— se inicia la decadencia de Acción Democrática, fenómeno que ya comenté. Ese partido, después de la nacionalización, quedó sin banderas. Inundado por la renta petrolera se dedica al pillaje del erario público, que enriqueció rápidamente a sus favorecidos. La estrecha sumisión de sus principales dirigentes a las políticas dictadas en Washington los dejaban completamente impotentes para responder a los reclamos populares.
Pero ese fenómeno no solo atrapaba a Acción Democrática, sino a toda la clase política que vivió como parásito del Estado desde el comienzo de los años 60 hasta finales de los 90 del siglo pasado. El menguado apoyo popular que le quedaba se esfumó cuando trató de imponer su "paquete" neoliberal. Poco después del ascenso de Carlos Andrés como presidente, recuerdo una reunión a la que nos convocó en el Congreso, donde yo era diputado y a la cual concurrí junto con Aristóbulo Istúriz y Pablo Medina.
Se discutían entonces las exigencias que hacía el Fondo Monetario Internacional en materia de la deuda privada que, en su criterio, debía asumir el Estado. Recuerdo claramente la enfática afirmación de Carlos Andrés Pérez: "El Fondo Monetario Internacional no es un camino, es el único camino". Mayor claridad con su convicción y su compromiso no se podía pedir. Pero lo importante no era solo el énfasis en tal definición, sino que esta indicaba el rumbo definitivo que marcaría su destino.
Tomemos en cuenta que hasta comienzos de los 70, los esquemas de distribución del ingreso se caracterizaban porque las remuneraciones al sector trabajo habían superado a las remuneraciones al sector capital. Fue en los días del llamado boom petrolero, cuando se comenzó a aplicar un sistema regresivo que provocó una fuerte caída de las remuneraciones al sector trabajo con mayores incrementos al sector capital, lo cual explica el violento proceso de concentración de riqueza frente a la creciente expansión de la pobreza.
Lo que más dramáticamente describe el cambio de situación es el muy sensible caso de la infancia, particularmente el de ciertas enfermedades que expresan el grado del empobrecimiento de la población venezolana. El ser humano es tan perfecto que la mujer puede desnutrirse mucho, pero el niño, el feto, no se desnutre. La madre tiene que pasar grados extremos de desnutrición para que comience a afectar el feto. Esto comenzó a ocurrir en esos años en Venezuela: desnutrición intrauterina. Lo que mide la profundidad que alcanzó el empobrecimiento de la población producto de ese nuevo esquema, aplicado desde el primer gobierno de Carlos Andrés Pérez, quien continuó en las administraciones sucesivas y que llegó a su extremo en su segundo gobierno.
Este esquema fue su propio cadalso político y moral. Porque si algo ha demostrado el pueblo venezolano es que puede pasar por períodos de gran pasividad, pero sus reacciones son súbitas y las situaciones cambian de un día para otro. Había que ver el júbilo que tenían los golpistas el 12 de abril de 2002, y cómo de un día para otro, el día 13, el pueblo se levantó y cambió la situación nuevamente. Así es esta sociedad.
La historiografía suele marcar un hecho factual, el aumento del precio de la gasolina, como la causa de la rebelión espontánea que se produjo el 27 de febrero de 1989. ¿Es así?
En la historia hay factores que actúan, a su vez, como catalizadores de distintas acciones que ya estaban allí, pero que no se conjugan para provocar una nueva situación. ¿A cuántos príncipes no habían asesinado en Europa antes del atentado contra el archiduque Francisco Fernando en Sarajevo?75 Cuando matan a Francisco Fernando, estalla la Primera Guerra Mundial, pero no fue la muerte de este hombre la causa real del inicio de la guerra, sino un conjunto de factores predeterminados los que se precipitaron tras este hecho.
En Venezuela se habían acumulado muchos problemas que ya describimos, que propiciaron una conflictividad social enorme con el aumento de la pobreza y el agotamiento de las instituciones políticas y sociales.
Al segundo gobierno de Carlos Andrés Pérez se le ocurrió establecer el aumento del precio del transporte un fin de semana de un fin de mes, cuando ya a la gente se le había acabado el dinero de sus salarios. Debo explicar primero que Caracas es un gran centro de servicios. Está ubicada en un valle muy estrecho que se ha saturado de población y oficinas. Por eso se han construido lo que llaman ciudades satélites, fuera de los límites de la capital. Guarenas es una de esas "ciudades satélites", ubicada a unos 20 kilómetros de Caracas. Todas las mañanas un importante contingente de trabajadores debe desplazarse en autobús hasta la capital. Pues bien, ese 27 de febrero, al tratar de abordar los autobuses en Guarenas para ir a trabajar en Caracas, se encuentran con que aumentó súbitamente el costo del pasaje. Así que lo que tenían dispuesto para pagar el transporte, no les alcanzaba. No los dejan abordar los autobuses y comienza una protesta, que rápidamente se extiende como un incendio a la capital y a otras ciudades del país.
Hasta ese momento se habían producido algunas protestas, pero sin mostrar alguna señal de la explosión social que se venía gestando. Y esta es, como ya lo comenté, una característica de los movimientos de masa en Venezuela: suelen ser sorpresivos, como esos aguaceros torrenciales que se desatan sin previo aviso. Nada indica que va a haber una tormenta social y en cuestión de horas se desatan los grandes movimientos. Así ocurrió con el inicio del proceso de independencia del imperio español, en el movimiento del año 1928 contra la feroz dictadura de Juan Vicente Gómez, y con el movimiento que provocó la caída del dictador Marcos Pérez Jiménez. Y el 27 de febrero de 1989 todos fuimos sorprendidos.
¿Dónde estaba usted ese día?
En mi oficina del Congreso y hasta ahí llegaron las primeras informaciones sobre una protesta que se estaba produciendo en la terminal de transporte conocida como El Nuevo Circo. Allí se encontraba la principal central de autobuses para el transporte colectivo. Pensé que era uno de esos frecuentes conatos que ocurrían en Caracas, pero como a la hora me dijeron: "Hay un problema serio allí, están quemando autobuses". Me fui para allá y me encontré con el comienzo del caos, pues nadie obedecía a nadie. La policía estaba desconcertada, como en estado de estupor, situación que paralizaba a los pocos agentes que allí había.
Viví momentos que me dejaron una viva impresión. Un grupo había incendiado un autobús, lo habían empujado y se fue rodando en llamas calle abajo, hasta que se detuvo al chocar contra un edificio. Las llamas eran muy intensas. Lo primero que pensé es que se iba a incendiar también el edificio donde habitaba un buen número de personas. Pero mi alarma fue mucho mayor cuando, al levantar la vista hacia los altos, observé a una cantidad de niños que con gran curiosidad se aglomeraban en los balcones de sus apartamentos, justo encima del fuego.
Comencé a arengar a los furiosos manifestantes, usando como único megáfono mi mano derecha y como tribuna la base de un poste eléctrico para colocarme un poco por arriba de la gente: "¡Esos niños se van a morir, hay que mover el autobús al centro de la avenida!", les grité casi con desesperación. Al instante, como si estuvieran entrenados para eso, se volcaron sobre el autobús en llamas, hasta que lo pusieron en un lugar donde los niños y el edificio quedaban fuera de peligro. Todos salieron ahumados, mientras los policías miraban asombrados. Nadie estaba lesionado, pese a las llamas. Ni los bomberos mejor entrenados hubieran logrado esa proeza. "Las fuerzas del orden" no podían controlar nada. La cantidad de situaciones que, como esta, se reprodujeron esos días, es inenarrable.
Algunos historiadores afirman que Carlos Andrés Pérez dejó que la rebelión ocurriera deliberadamente para desatar la represión.
Si esa fue su intención, cometió un error enorme porque esa rebelión tomó una fuerza impresionante. Se desató toda la furia del pueblo, sin conducción. Fue el detonante emocional que catalizó todo el descontento popular. En una reflexión posterior a todo aquello, recordaba la expresión de César Vallejo: "Pero un día el pueblo encendió su fósforo cautivo, oró de cólera". Y eso, literalmente, fue el Caracazo: el pueblo oró de cólera.
La situación se le escapó de las manos al gobierno para, luego, emplearse a fondo con gran saña y de manera despiadada, y descargar el poder de fuego de la Fuerza Armada sobre decenas de miles de personas que protestaban y parte de las cuales saqueaban. En dos días, según algunos cálculos, se dispararon millones de proyectiles. Hubo edificios en barriadas populares, donde buena parte de las fachadas resultaron derrumbadas a tiros. Según algunos cálculos, más de tres mil muertos y desaparecidos fue el saldo final de esta rebelión sin dirección ni control alguno, algo bastante parecido al Bogotazo, resultante del asesinato del líder colombiano Jorge Eliécer Gaitán. Fue una matanza horrible.
Como el gobierno no tenía previsiones para situaciones de esta naturaleza, utilizaron a la Fuerza Armada. Una gran cantidad de soldados del interior fueron conducidos a controlar los barrios. Ni siquiera tenían una logística para alimentar a las tropas. Eran los pobres habitantes de esas zonas, las amas de casa y los señores del pueblo, quienes les preparaban café y les llevaban algo de comida a los soldados que de otra forma habrían sufrido de hambre, además del horror al cual los obligaban sus mandos.
¿Aprovecharon el momento para asesinar a algunos líderes de la izquierda?
No, ahí se generó un gran desconcierto. Disparaban a ciegas, porque fue evidente desde el primer momento que aquella insurrección no había sido preparada por nadie. Sin embargo, hay bastantes motivos para pensar que el caos se hizo propicio para asesinar al mayor Acosta Caries, uno de los dirigentes militares juramentados en el Samán de Güere para conformar la primera dirección del Movimiento Bolivariano 200, liderada por Hugo Chávez. El caos y la ausencia de dirección, de cualquier tipo de dirección, fueron totales.
¿No te digo que nosotros mismos, los de La Causa R, fuimos los primeros sorprendidos? Nadie, absolutamente nadie, esperaba aquello.
Volvamos a 1998, año en que los precios cayeron en picada. Con Chávez en el poder, en diciembre, usted encabeza, en nombre de Venezuela, las negociaciones con la OPEP que revierten la situación del mercado petrolero de una manera asombrosa. ¿Exactamente qué fue lo que ocurrió?
Yo había formado parte de la comisión que elaboró el programa de gobierno del Presidente Chávez en los días de su campaña electoral y, luego, de la comisión de enlace para la entrega de las instituciones relacionadas con la energía, minería y petróleo. Casi inmediatamente después de ganar las elecciones, Chávez recibió a una delegación de alto nivel de México y me invitó al encuentro con los visitantes, junto a Héctor Ciavaldini y Jorge Giordani, quien presidió la mencionada Comisión de Programa y también la de Transición. La reunión ocurrió en La Viñeta, la residencia provisional del presidente electo.
¿Cuál era la preocupación de los mexicanos? Los precios iban en caída libre por efecto de la reducción de la demanda y la sobreproducción de la OPEP. En el caso de Venezuela, la cesta petrolera promediaba los siete dólares por barril — ten en cuenta que la cesta incluye un porcentaje importante de productos refinados que la valorizan, lo que significa que el petróleo crudo valdría unos cinco dólares e incluso, algo menos, por debajo de su costo de producción. De mantenerse tal precio, PDVSA no podría declarar dividendos, ni pagar impuestos sobre la renta y las regalías caerían a niveles críticos.
Fíjate si la situación financiera era grave, que poco después de asumir Chávez, PDVSA plantearía la necesidad urgente de contratar un crédito por 3.000 millones de dólares, para poder cubrir sus propios gastos y los requerimientos financieros mínimos del país, como te dije antes.
A esta situación de bajísimos precios del mercado petrolero había contribuido notablemente la posición venezolana en el seno de la OPEP, pues se había empeñado en una política de incremento de la producción y había entrado en conflicto con otros productores, particularmente con Arabia Saudita. Estábamos al borde de una guerra de precios.
Esto lo percibía con mucha claridad y preocupación el gobierno de México. De ahí que su delegación propuso una reunión urgente en Madrid, a la que asistirían representantes de Arabia Saudita. El encuentro se realizó, aunque sin mayores resultados, puesto que los representantes oficiales de Venezuela eran todavía los del gobierno de Caldera. Cuando Chávez asume el mando, se logró convocar a otro encuentro más amplio en La Haya, con representantes de cinco países productores: Venezuela, México, Arabia Saudita, Argelia e Irán.
Luego de dos días de negociaciones algo tensas, pudimos llegar a un acuerdo que tendría los efectos más saludables para los países de la OPEP y también para otros productores fuera de la organización.
¿Cómo fue la negociación en La Haya?
Yo había discutido el asunto con el Presidente Chávez y habíamos acordado recortar la producción en unos 50.000 barriles, pero apenas comenzó la reunión, me proponen recortar 260.000 barriles. En ese momento los sistemas de comunicaciones con Caracas eran pésimos. Comienzo a llamar al Presidente primero y no me lograba comunicar, hasta que al fin logré hablar con él. Le expliqué y me responde: "Yo creo que haciendo una concesión muy grande podemos recortar 100.000 barriles". El primer día de negociaciones, como no llegamos a un acuerdo, los precios bajaron aún más: dos dólares. Era una supuesta reunión secreta, y los alrededores de la residencia estaban rodeados de periodistas que comenzaron a preguntar.
Después me comuniqué con Roberto Mandini, quien era entonces el presidente de PDVSA: "Mira — me dijo — el problema es que no podemos recortar la producción violentamente... Pero estirando a lo bárbaro, podemos hacerlo...". Pedí un teléfono prestado y volví a comunicarme con el Presidente Chávez, ya en la madrugada. Me dijo: "Mándame la propuesta por un fax". Lo hice y, finalmente, la respuesta fue: "Bueno, chico, yo confío en ti, decide lo mejor que pueda lograrse". Negociamos rebajar 125.000 barriles. Terminamos negociando solos, Alí Ibrahim Al-Naimi, ministro de Petróleo de Arabia Saudita, y yo, en un cuarto de la residencia del embajador de Argelia en La Haya. Había una expectación tremenda, con todos los demás esperando afuera. Cuando salimos, Al-Naimi dijo a los demás: "Señores, destapen el champaña", y todo el mundo aplaudiendo. Expresión meramente simbólica en un grupo que no consumía bebidas alcohólicas. En realidad, celebraban el retorno de Venezuela a la política de la OPEP.
Poco después, en marzo de 1999, se convocó la Conferencia de Ministros de la OPEP, la reunión oficial más corta, creo yo, en la historia de esa organización.76 Duró 15 minutos. Todos estuvimos conformes con el recorte de la producción y firmamos la Resolución.
El acuerdo consistió en la aplicación de un mecanismo ya establecido desde la fundación de la OPEP: la regulación de la producción para estabilizar los precios. Cada uno se comprometió a cumplir con los recortes aprobados, como una cuestión de honor. Luego, en una visita del Presidente Chávez a la sede de la OPEP, cuando ya yo ocupaba la Secretaría General, seguida de una gira por los países miembros, se consolidaron aún más esos acuerdos con el consecuente fortalecimiento de la organización, que superó así los escollos que había abierto la política liberal petrolera aplicada por el anterior gobierno venezolano. Los resultados no se hicieron esperar. El barril de la cesta venezolana que se encontraba a siete dólares a comienzos de 1999, cerró ese año por encima de los 16 dólares. Ni PDVSA ni el país tuvieron que endeudarse.
En este y en muchos órdenes, la política petrolera del gobierno del Presidente Chávez ha demostrado su justeza y un éxito inocultable.
Me hablaba hace un momento de su participación en la Comisión de Programa del Presidente Chávez, durante su campaña presidencial. ¿Tenían una sede, cómo funcionaba esa comisión?
Era una comisión errante. Dondequiera que estuviera Chávez, ahí se hacían las reuniones. Recuerdo una primera reunión en un sitio que se llama El Laurel, perteneciente a la Facultad de Agronomía de la Universidad Central de Venezuela, en las afueras de Caracas. Después de eso hicimos varias reuniones en la capital, en San Cristóbal, en el estado Bolívar, antes y durante la campaña presidencial. Casi siempre nos movíamos con Jorge Giordani, presidente de la Comisión, que trabajó con mucha armonía.
¿Cuáles eran las líneas maestras del programa que se propuso el candidato Chávez en materia de energía y petróleo?
La primera fue desmontar la "Apertura Petrolera" para recuperar la soberanía venezolana sobre sus recursos petroleros y la política fiscal. Defender una política de precios de acuerdo con el mercado internacional. Obligar a PDVSA a gastar menos y a pagar más impuestos y, en general, alinearse con las políticas del Presidente de la República y no al revés, como venía ocurriendo cada vez más en el pasado reciente. Fortalecer la OPEP. Básicamente esos eran los postulados en materia petrolera. Recuerda que aquella estrategia general comprendía lo que Chávez llamó los cinco equilibrios: el equilibrio económico, cuyo eje era la política petrolera; el equilibrio social; el equilibrio político; el equilibrio territorial y el equilibrio internacional.
La clave en la cuestión petrolera era el control de PDVSA, por eso el Presidente me planteó que formara parte de su gabinete al frente de la empresa. Le respondí que donde debería asumir era en el Ministerio de Energía, responsable de la elaboración y ejecución de la política petrolera. Y esta política había que dictarla de nuevo.
¿Y qué encontró en el Ministerio?
Un Ministerio empequeñecido frente a PDVSA, la que había adquirido mucho poder económico y había formado, con gran nivel técnico, a buena parte de sus cuadros en los Estados Unidos, Inglaterra, Alemania, Francia, en todas las ramas vinculadas a la cuestión petrolera. La plana mayor de PDVSA hablaba dos, tres idiomas.
El Ministerio era otra cosa: mal pagado, disminuido, burocratizado. En algún momento la fuga del personal del Ministerio era tal, que se produjo un acuerdo entre este y PDVSA, para que la empresa les pagara bonos a sus empleados. Imagínate, en vez de ser el Estado el que le pagaba a PDVSA, era PDVSA quien le pagaba a los empleados del Estado. Cuando yo llegué al Ministerio descubrí, por ejemplo, que la comida que me llevaban a mí por ser el ministro venía de PDVSA.
Durante los debates de la "Apertura Petrolera" en el Congreso Nacional, no era el ministro quien iba a discutir con nosotros las políticas, sino los representantes de PDVSA. El Seniat (Servicio Nacional Integrado de Administración Aduanera y Tributaria, adscrito al Ministerio de Finanzas), lo organizó PDVSA, y así otras dependencias. La reforma del Estado estaba siendo hecha por cuadros de PDVSA.
Es decir, PDVSA llegó a ser no solamente el Estado dentro del Estado, sino quiso ser un Estado sobre el Estado y sobre la nación.
Supongo que inmediatamente se hicieron sentir también las reacciones en contra de estos cambios.
Al principio no eran notables las contradicciones. Había una efervescencia con la llegada de Chávez al poder y no habían salido a flote todos los problemas. La embajada norteamericana y los sectores dominantes tradicionales pensaban que, al igual que había ocurrido con otros presidentes, podrían repetir la experiencia con Hugo Chávez. Todo parece indicar que se equivocaron, ¿verdad?
Comienzan a alarmarse cuando se dan cuenta de que la nacionalización petrolera ahora sí iba en serio, y eso que empezamos por medidas tan justas y elementales, como las consagradas en la Ley de Hidrocarburos, de 1943: restablecer los niveles de regalías de un 16,2/3%, en el caso de los crudos extrapesados de la Faja del Orinoco. Significaba corregir una de las aberraciones políticas y jurídicas más flagrantes de la "Apertura Petrolera", que ya te he explicado.
También se aprobó la nueva Ley de Hidrocarburos Gaseosos y la nueva Ley de Hidrocarburos Líquidos. Debo destacar el rol que, en todo este proceso, Rafael Ramírez Carreño viene ejerciendo desde 2001 en el Ministerio de Energía y Minas y en la Presidencia de PDVSA. Así lo hizo durante el paro petrolero, coordinando desde el Ministerio muchas de las acciones emprendidas para restablecer las operaciones petroleras. Igualmente, en el diseño de la política y los planes petroleros; así como la redacción, tanto de la Ley de Hidrocarburos Gaseosos, como en la Ley de Hidrocarburos Líquidos. En estas actividades, también ha tenido una activa participación nuestro amigo, el doctor Álvaro Silva Calderón.
¿Y cómo se las arregló el Ministerio con los cuadros comprometidos con la anterior política?
Sencillamente no se pudo arreglar, hasta el paro petrolero. Porque producto de los cambios estructurales que estaba planteando el gobierno del Presidente Chávez y de las políticas que comenzaron a aplicarse en materia petrolera, sobrevino una reacción brutal de los grupos oligárquicos. PDVSA tuvo una participación muy importante en el primer paro que condujo al golpe de Estado de abril de 2002.
Después de este golpe, la política del Presidente se dirigió al país con un discurso conciliatorio. En su alocución el mismo día de su retorno a la presidencia, Chávez hizo pública la renuncia de la Junta Directiva de PDVSA que se le presentara el mismo día 11 de abril. Yo, que me encontraba en mi oficina de la Secretaría General de la OPEP en Viena, regresé de inmediato al país y me reuní con el Presidente Chávez, quien me propuso la Presidencia de PDVSA77, cargo que en los días iniciales del gobierno yo consideré que no debía ocupar, por lo que fui al Ministerio.
En esta oportunidad, me preocupaba la situación de la OPEP, dadas las dificultades que se habían presentado para la selección del secretario general. De manera que procedí a una consulta rápida con los Ministros a fin de! cumplir con un gesto elemental. Todos respondieron con comprensión, lo cual comuniqué al Presidente al día siguiente. Una semana después él designó una nueva Junta Directiva, producto de acuerdos que todavía expresaban el deseo de reconciliación. Poco tiempo fue necesario para entender cuán empecinados estaban los sectores que habían impulsado el golpe de Estado de abril que, nuevamente, comenzaron a movilizarse en otro intento para derrocar al Presidente Constitucional.
Hábleme de su nombramiento primero como presidente de la Conferencia de Ministros de la OPEP y luego como su secretario general.
Como ya lo referí, desde los mismos días en que el Presidente Chávez hacía los preparativos para asumir el mando, hubo reuniones, primero con los mexicanos y con ministros de Arabia Saudita en España. Ya en el gobierno, se produjeron las referidas reuniones de La Haya y Viena. Una vez designado ministro, yo participaba oficialmente como representante de Venezuela ante la Conferencia de Ministros, que es la máxima instancia inmediatamente después de la Cumbre Presidencial.
La posición de Venezuela y el fiel cumplimiento de los compromisos asumidos por el Presidente Chávez, facilitó decisivamente la aceptación de todos los gobiernos para la realización de la Segunda Cumbre realizada en Caracas. Esta, como fue evidente, se realizó en un clima extraordinario de unidad y de fraternidad, pese a que todavía existían problemas nada despreciables en su seno.
No olvidemos que habían ocurrido dos guerras entre países integrantes de una organización donde participan miembros con ideologías y políticas nacionales bastante disímiles, para expresarlo en el tono más suave. La gran virtud de la OPEP es la clarísima visión del absoluto interés común entre países que ejercen su soberanía sobre un recurso que les es vital.
En medio de esa realidad, fui elegido como vicepresidente de la Conferencia y, luego, como presidente para el año 1999 y 2000 respectivamente. El cargo de presidente es rotativo cada año, en orden alfabético y no requiere dedicarse a tiempo completo, como es el caso del secretario general. Este, además, tiene que ser designado por unanimidad de los miembros.
Las dificultades para ese entonces habían creado una situación tal que, pese a haber cumplido ya dos períodos el doctor Luckman en el cargo el secretario general, no se lograba un acuerdo para designar al sustituto, pues Arabia Saudita, Iraq y Libia habían hecho postulaciones de candidatos cuyos méritos personales todos reconocían pero que eran objetados por las diferencias mencionadas.
En tales circunstancias, el ministro de Qatar, Al-Attiyah, me preguntó si no estaría dispuesto a aceptar el cargo, pues él pensaba que los países del Golfo lo verían con simpatía. Yo, que todavía ejercía la Presidencia de la Conferencia y que no podía dar asomo de respuesta sin hablar previamente con el Presidente Chávez, me mantuve en reserva.
De regreso a Venezuela conversé el asunto con el Presidente a quien le pareció positivo. En la siguiente Conferencia, nuevamente se planteó el asunto. Y otra vez aparecieron las diferencias. En medio de la reunión, Bernardo Álvarez, hoy embajador nuestro en España, quien me acompañaba como director de Hidrocarburos que era, no soportó el deseo de fumar por lo cual se retiró a una terraza del hotel, donde transcurría la reunión informal que suele anteceder a las reuniones formales. Al-Attiyah, igualmente fumador, hizo lo mismo, haciéndole compañía a Bernardo. Entre ellos, según me lo comentó Bernardo posteriormente, surgió la conversación sobre el tema en cuestión.
Bernardo, recordando el comentario del ministro qatarí, le preguntó si no le parecía que yo podría ser el punto de acuerdo. Al-Attiyah, tal vez recordando el comentario informal que me había hecho meses antes, llamó a Alí Al-Naimi y le preguntó si no consideraba que la solución al problema podía ser mi designación. El respondió positivamente y, juntos, reingresaron a la reunión.
Sin mayores preámbulos, Al-Naimi, hombre muy directo en sus planteamientos, me preguntó si yo estaría dispuesto a aceptar la Secretaría General y trasladarme a Viena a partir del primero de enero de 2001. Como no entendí muy bien lo que me planteaba, le pedí que repitiera la pregunta. Lo hizo con más énfasis. Al responderle positivamente, exclamó de inmediato: "¡Entonces, tenemos nuevo Secretario General!". Todos los demás aplaudieron y me felicitaron.
Terminada la reunión, me comuniqué con el Presidente Chávez para informarle de la situación, quien había comenzado ya un programa radial, que más adelante se transformaría en el Aló Presidente. Por ello, la conversación telefónica fue radiada inmediatamente al país.
El primero de enero llegué a Viena para ocupar el cargo que recibí del doctor Luckman y que ejercí hasta el golpe de Estado de 2002. Todavía por un breve tiempo ejercía el cargo juntamente con la Presidencia de PDVSA, pero la distancia hacía imposible mantener la situación, por lo cual presenté la renuncia ante los ministros, aunque debí hacer una gira para proponer al doctor Silva Calderón como mi sustituto lo cual, finalmente, fue aceptado por los soberanos y jefes de Estado, con quienes me reuní.
En agosto de 2000 se produjo la gira del Presidente Chávez a los países de la OPEP y el famoso encuentro con Saddam Hussein. Y usted lo acompañó.
Sí. El motivo de la gira del Presidente era extender personalmente la invitación a los gobernantes de los países del Medio Oriente a la Segunda Cumbre de la OPEP, cuya sede sería Caracas en septiembre de 2001, por acuerdo de los países miembros de la Organización. En parte era un reconocimiento a la política petrolera venezolana del Presidente Chávez, que había intervenido en un momento de peligro para la OPEP, con graves presiones internas.
En este sentido, la gira tuvo logros jamás pensados. Irán e Iraq comenzaron a aproximarse nuevamente en aras de un interés petrolero común. Para cimentar esta política, Chávez no dudó en visitar al jefe de Estado de Iraq, Saddam Hussein, para lo cual viajamos en avión hasta Kermansha, una ciudad a cierta distancia de la frontera con Iraq. De allí llegamos en un helicóptero iraní hasta la frontera. El vuelo nos permitió apreciar parte de las huellas que había dejado la guerra entre los dos países.
Cruzamos la frontera en vehículos y, nuevamente, nos desplazamos en helicópteros iraquíes hasta el aeropuerto de Bagdad, en medio de un calor muy intenso, tanto que en la frontera el termómetro marcaba ¡61 grados centígrados! Cuando caminaba, sentía en los brazos como que pasaba frente a un horno de la siderúrgica.
El Presidente venezolano se convirtió en el primer mandatario del mundo en entrevistarse con Saddam, después del conflicto bélico, lo que desató las iras del Departamento de Estado. Estando él en Irán precisamente lo llamaron para informarle que los Estados Unidos no veían con buenos ojos que visitara Iraq. Su respuesta fue muy categórica, como Presidente de un país soberano e independiente. Aunque no dio ninguna explicación, era obvio el motivo del viaje a Iraq, pues se trataba del mismo que lo había movido a cada uno de los países de la OPEP, extender la invitación a todos los presidentes, soberanos y jefes de Estado para que vinieran a la reunión de Caracas. No ir a Iraq era desconocerlo como miembro fundador de la OPEP y ceder ante la presión de otro país, precedente que hubiera sido nefasto tanto para Venezuela como para el propio Presidente. Se trataba de un asunto de principios y de elemental cortesía.
Desde Irán dio una respuesta muy enérgica: aunque fuera en camello llegaría a Iraq. Finalmente, llegamos —exhaustos— al aeropuerto donde nos recibían con un acto oficial, con himnos y parada militar. Como el helicóptero nos dejó a cierta distancia del acto oficial a Jorge Giordani, al general Jacinto Pérez Arcay y a mí, tuvimos que caminar bajo un sol quemante. Yo, por mi lesión de la rodilla, tenía que caminar más lento, por lo cual me retrasé, y tuve que mantenerme erguido mientras terminaba la ceremonia, con parada militar e himnos, bajo aquel sol que hacía reverberar la arena.
¿Cómo transcurrió la reunión con Hussein?
Muy cordial, como lo fue con todos los demás jefes de Estado.
¿Se habló de la inminencia de la invasión norteamericana?
No, se habló de petróleo. Hubo reuniones privadas entre los presidentes, pero básicamente lo que se discutió fue de los temas de la Cumbre. Hussein dijo que no podría asistir, pero que iría su segundo, como en efecto hizo.
¿Qué ha pasado con la presencia de Iraq en la OPEP después de la invasión?
En el momento de la gira de Chávez, Iraq producía dos millones de barriles. La producción cayó mucho. Iraq era el segundo productor dentro de la OPEP, con una de las reservas más grandes de todo el Medio Oriente después de Arabia Saudita y un petróleo de tanta calidad como el Saudita. En ese momento se encontraba bajo las restricciones de los acuerdos que solo les permitía cambiar petróleo por alimentos. Como viajé varias veces como ministro y como secretario general, pude ver la situación estremecedora de los niños en aquellos días. No es difícil imaginar cómo será ahora. Espantoso. Sí, ya en ese momento era crítica la situación.
Por supuesto, bajo esta situación Iraq no estaba obligado a cumplir los acuerdos de la OPEP, producía lo que pudiera y sigue siendo así, aunque leí que ya están planteando retornar al sistema de cuotas.
Leí recientemente que han llegado a la misma producción que tenían antes de la guerra.
Es posible que lleguen, aunque es difícil que puedan sostenerla debido a los sabotajes. Extrañamente no hay muchos, porque la actividad petrolera es sumamente vulnerable. Es muy difícil la situación que se ha creado allí.
Volvamos a la renta, el delirio que posee al venezolano, como diría Úslar Pietri: "Ser ricos sin trabajo, ni ahorro. Alcanzar todo sin esfuerzo, los inmigrantes, los especuladores, los intermediarios, los traficantes de influencias, los peladeros que se convierten en urbanizaciones, la sensación de poderse topar en cualquier desván con una lámpara de Aladino".78
Hay que tener mucho cuidado con esa visión de Úslar Pietri. Para él, toda utilización del ingreso que no se tradujera en capital, era dispendio. El bienestar de la población no existía en su análisis. Esto fue parte del gran debate que se inició en los años 30, comenzando con una confrontación muy interesante entre dos personajes de esa época: Alberto Adriani y Vicente Lecuna. Más adelante lo haría Rómulo Betancourt, quien, en sus comienzos como dirigente político, planteaba la utilización de ese ingreso para mejorar las condiciones de la población, lo que se tradujo en el notable apoyo popular que acompañó durante décadas a Acción Democrática, ideas que terminaron siendo traicionadas por su dirigencia, con las consecuencias de afectar severamente a la población, y llevarla a su destrucción como organización partidista.
Ahora bien, volviendo a Úslar Pietri, el ingreso petrolero venezolano tiene un elevado componente de renta. Lo característico del capitalismo es el predominio de la ganancia como categoría económica, como lo hemos repelido tantas veces.
¿Si se desploman los precios del petróleo, se desploma el socialismo en Venezuela?
No necesariamente. Para í999 habían sufrido una grave caída. Los encontramos literalmente en el piso. Luego de un proceso de recuperación, se volvieron a desplomar en 2009 como consecuencia de la crisis financiera internacional norteamericana y europea, e impactaron negativamente en la economía venezolana. Y ¿qué pasó? Aquí estamos.
El vaivén de los precios es el resultado de muchos factores, el primero, los llamados fundamentos del mercado, esto es, el juego de la oferta y la demanda. Las crisis en los países capitalistas de mayor desarrollo industrial, por los impactos que provocan en la economía mundial, suelen generar caídas en la demanda. A esto se suma la caída en la actividad especulativa en los mercados de futuro y, por supuesto, la sobreoferta, tentación en la que caen algunos países productores para luego sufrir las consecuencias de caídas aún más pronunciadas, pues lo que ganan hoy, lo pierden mañana, afectando a todos.
Por eso hay que estar preparados, siempre, para no pasar estrecheces en los movimientos de esta montaña rusa. Todo pareciera que se hace necesario volver a una especie de banda de precios, distinta a la que aplicamos en 2001-2002, por supuesto que tomando en cuenta las nuevas realidades. Pero, además, en lo que corresponde a nosotros, siempre es recomendable contar con un fondo anticíclico.
Pero lo cierto es que los pueblos siempre han demostrado un alto grado de conciencia y, cuando esto existe, no hay dificultad que no puedan enfrentar y superar. Pienso en el ejemplo de Cuba. Cuando se desplomó la Unión Soviética, cayeron las exportaciones de la isla, si mal no recuerdo, de 8.000 a 2.000 millones de dólares. Las importaciones de petróleo decrecieron en millones de toneladas, pero la Revolución se sostuvo. En eso juega mucho el factor moral, el factor ideológico, la politización, la identificación entre el liderazgo y el pueblo.
Es decir, no solo de renta vive el hombre, ¿no? De manera que no creo que eso provocaría un desplome, pero sí grandes problemas y un retraso en los proyectos que tenemos hasta este momento. Por eso hay que estar muy atento a las tendencias de los precios del petróleo, que no dependen solamente de las decisiones que se toman internamente en el Estado venezolano. Dependen de un conjunto de factores internacionales. Por ejemplo, la recesión que vive la economía de los Estados Unidos provoca la caída en la demanda del petróleo, en las exportaciones y en los ingresos de los países productores y exportadores de petróleo. Eso afecta la economía que tiene tan alta dependencia en el ingreso petrolero y sin duda Venezuela no es una excepción en este caso.
Por eso es que siempre es aconsejable tener reservas, tener fondos anticíclicos que permitan poder encarar situaciones de caídas bruscas de los precios. Pudimos soportar el paro petrolero, que fue una experiencia que yo viví directamente, gracias a la existencia de un fondo de estabilización que existía en Venezuela. Pudimos acudir a esas reservas para encarar un fenómeno inédito en Venezuela, que de país exportador de petróleo, de un día para otro se convirtió en país importador de gasolina, de diesel, de distintos componentes para producir gasolina y para producir lubricantes. Tomando en cuenta esas experiencias, es sumamente importante tener a mano una alcancía.