El camino de la lucha armada

LA LUCHA ARMADA EN VENEZUELA FUE INEVITABLE/ LA REVOLUCIÓN TRAICIONADA DE 1958/ WASHINGTON INTERVINO EN LOS ACONTECIMIENTOS/LA MARCHA DE BOLÍVAR A LA SIERRA MAESTRA/ LA INFLUENCIA DE LA REVOLUCIÓN CUBANA EN LA IZQUIERDA VENEZOLANA/ RÓMULO BETANCOURT, REPRESIÓN / LEY DE REFORMA AGRARIA/ DIVIDIDA LA IZQUIERDA: LEGALIDAD BURGUESA O GUERRILLA

Es preciso soñar, pero con la condición de creer en nuestros sueños. De examinar con atención la vida real, de confrontar nuestra observación con nuestros sueños, y de realizar escrupulosamente nuestra fantasía.

Vladimir I. Lenin1

Alí, comencemos sin muchos rodeos: ¿fue necesaria la lucha armada en Venezuela después del derrocamiento de la dictadura de Marcos Pérez Jiménez?

No sé si fue "necesaria", pero sí inevitable. Para tratar de entenderlo, no hay otra manera que ir a los antecedentes que dieron lugar a esos acontecimientos.

En enero de 1958 culminó una lucha de diez años por derrocar la dictadura de Marcos Pérez Jiménez.2 Una lucha donde confluyeron fuerzas estudiantiles, comunidades de los barrios, trabajadores, sectores campesinos, soldados, intelectuales y hasta religiosos, más precisamente, de un sector de la Iglesia católica. Esa dictadura había cerrado toda posibilidad legal para el desarrollo libre de las distintas organizaciones, no solamente políticas, sino también sociales y gremiales.

Pérez Jiménez había llevado adelante lo que llamó el Plan del Nuevo Ideal Nacional, encaminado al desarrollo de una infraestructura de carreteras, autopistas, ferrocarriles, instalaciones educativas, hospitalarias y otras del mismo orden. En ese sentido, a la luz de las obras físicas, si uno hace un balance histórico, podría pensar que ese fue un gobierno eficiente y progresista. Sin embargo, la característica más relevante de la dictadura consistió en una criminal represión contra todo signo de expresión democrática, con la tortura como práctica habitual, todo lo cual trajo como consecuencia el surgimiento de un creciente movimiento de protestas que tuvo como ejes fundamentales al Partido Comunista de Venezuela y al sector de la izquierda de Acción Democrática (AD) que permaneció en Venezuela, pues la mayoría de sus principales dirigentes huyeron al exterior, tal fue el caso de Rómulo Betancourt y dirigentes de otros partidos.

Mientras tanto, un grupo radicalizado, encabezado por Simón Sáez Mérida3 (AD) y Fabricio Ojeda4 del partido Unión Republicana Democrática (URD), así como de la Dirección del Partido Comunista, constituyeron la Junta Patriótica a la que se sumó un representante de COPEI. Esa junta encabezada por Fabricio Ojeda, dirigió todo el movimiento patriótico y de masas, incluyendo sectores de la Fuerza Armada Nacional (FAN), y condujeron la lucha para el derrocamiento de Pérez Jiménez.

¿Usted conoció a Fabricio Ojeda?

Supe de él la madrugada del 23 de enero de 1958, cuando se dirigió al país a través de la radio. Se identificó con su nombre completo y como presidente de la Junta Patriótica, para informar sobre la fuga del dictador, quien había escapado a República Dominicana con maletas repletas de dinero. Había dejado otras abandonadas en su rápida huida. Luego, lo conocí personalmente, pues desplegó una intensa actividad política, y participó en numerosos actos públicos. Fabricio tenía un enorme prestigio. Era un orador formidable, muy convencido y consecuente. Al disolverse la Junta, fue elegido al Parlamento en las elecciones celebradas ese mismo año. Allí, indignado por la traición a todo lo que había significado la lucha contra la dictadura y la situación represiva que nuevamente se desencadenaba en el país, declaró que se iba a la lucha armada, incorporándose a la guerrilla rural, no sin antes presentar su renuncia al Congreso, mediante una carta muy conocida en la cual cita a José Martí:

Cambiar la comodidad por el campamento y los goces de la familia por los azares de la guerra, el calor del hogar por el frío del bosque y el cieno y el pantano y la vida muy segura, por la vida nómada, perseguida y llagada y enferma y desnuda.

La Junta Patriótica por él dirigida, trabajó no solamente en la organización de la protesta y la movilización popular, sino que además, lo hizo intensamente en coordinación con oficiales progresistas y revolucionarios, en la formación de una fuerza patriótica constituida dentro de la Fuerza Armada Nacional, encabezada por los hermanos Carlos y Wolfgang Larrazábal. La coordinación por parte de la Junta Patriótica y de la fuerza estructurada dentro del ejército, aviación y la armada, permitió el éxito de una insurrección cívico-militar que culminó, luego de diversas incidencias, en el derrocamiento de la dictadura.

Este proceso —vivido por Fabricio— describe muy bien lo que ocurrió en el conjunto del movimiento revolucionario venezolano del cual formó parte sustancial.

¿Qué hacía usted antes del Pacto de Punto Fijo?5

Siendo todavía un adolescente, junto a otros jóvenes, participamos en distintas actividades en el liceo Lisandro Alvarado de Barquisimeto, capital del estado Lara. Naturalmente, ya comenzaban a producirse protestas de pequeña envergadura, pero muy importantes. Como ya lo mencioné, se contaba además con el apoyo de un sector de la Fuerza Armada que comenzaba a agruparse; igualmente con un pequeño sector de la Iglesia católica, coordinados por la Junta Patriótica.

¿Qué participación tuvo el Partido Comunista en este movimiento?

Decisiva. En la Junta Patriótica estaban representados los partidos que ya mencioné, pero el Partido Comunista tenía, sin lugar a duda, el rol protagónico. Contaba con la base más organizada, con una enorme mística y mantenía casi totalmente intacta su dirección. Había sobrevivido a la represión en todo el país y tuvo la virtud de trazar una táctica acertada para el derrocamiento de Pérez Jiménez, conocida como la política del "Bloque Único" contra la dictadura. Los cuadros, tanto del partido como de la Juventud Comunista, se caracterizaron siempre por su valor, su firmeza ante la represión y una mística que le granjearon una gran simpatía, no solo en amplios sectores populares, sino en las filas mismas de los otros partidos políticos. Importantes dirigentes suyos murieron bajo la tortura o purgaron largos años de prisión, como su secretario general, Jesús Faría.

La Junta Patriótica logró colocar al margen las grandes diferencias ideológicas y políticas existentes entre los distintos partidos, para unificar a todas las fuerzas en torno al objetivo común de derrocar la dictadura. El periódico del Partido Comunista, Tribuna Popular, fue un valiosísimo órgano que se mantuvo a lo largo de los diez años de dictadura, bajo la dirección clandestina de Pompeyo Márquez, que utilizaba el pseudónimo de Santos Yorme. Junto a Jesús Faría, secretario general del partido, sometido a larga prisión, eran nuestros símbolos en la lucha contra Pérez Jiménez y, mucho más, como revolucionarios. Jesús Faría ya murió. Pompeyo hoy enfrenta y niega todo lo que a lo largo de su vida útil predicó, encarnó e inculcó en miles y miles de jóvenes venezolanos, muchos de los cuales entregaron generosamente su vida por el ideal revolucionario.

Hay que agregar a todo esto un factor que pocas veces es registrado en la historia de esa época. Pérez Jiménez, muy presionado por acuciantes necesidades financieras, había otorgado varias concesiones petroleras a compañías extranjeras. Sin embargo, en lugar de privilegiar a las grandes empresas que habían mantenido hasta entonces el control de la industria, es decir, la americana Creóle Petroleum Corporation y la Shell angloholandesa, prefirió seleccionar a un conjunto de empresas independientes. Tal decisión provocó gran irritación entre esos poderosos monopolios y su abierta enemistad. Rómulo Betancourt, que siempre mantuvo una estrecha y preferente relación con la Creóle Petroleum, no tuvo mayor dificultad para trabar una alianza con esa transnacional con el propósito de desplazar a Pérez Jiménez y, como lo demostrarían los hechos posteriores, brindar sobradamente sus favores al gran consorcio norteamericano encabezado por David Rockefeller, sucesor de Nelson Rockefeller. Así, en paralelo con la acción decidida que desplegaba dentro del país la Junta Patriótica, desde los Estados Unidos se trazaban planes con objetivos que iban más allá del simple derrocamiento de Marcos Pérez Jiménez.

Como puede apreciarse de esta breve descripción, se había conformado un escenario para que coincidieran en un mismo guión, aunque con propósitos diferentes, los actores más disímiles, tanto revolucionarios como francamente reaccionarios. Circunstancias que condenaban la dictadura a una caída inexorable, hecho que se materializa el 23 de enero de 1958. Pero, al mismo tiempo, tal heterogeneidad preludiaba un inevitable conflicto de poder, pues el problema crucial consistía en quién, finalmente, asumiría el control de la situación una vez derrocada la dictadura. Fue un asunto que estuvo muy lejos de la comprensión de la dirección del Partido Comunista de Venezuela y de todos los revolucionarios sobre cuyos hombros descansó totalmente la lucha contra la dictadura, con las graves consecuencias que se vivirían poco después.

¿Dónde se encontraba usted el 23 de enero de 1958?

En Caracas, adonde había llegado después de unas cuantas peripecias.

¿Cuáles?

En los primeros días del mes de septiembre de 1957, en cumplimiento de nuestro compromiso en una reunión con Alfredo Maneiro6 la Juventud Comunista de Mérida había planeado e intentado llevar adelante una huelga en la Universidad de los Andes.

¿Ya tenía en ese momento una idea clara de qué era la guerra de guerrillas y que esta podía ser la alternativa para Venezuela?

En realidad no pensaba en eso. En los días en que intentamos la huelga estudiantil en Mérida, nos pasó por la cabeza la idea de formar una guerrilla.

Pero nunca podría decir que teníamos "una idea clara" de lo que era la guerra de guerrillas. La idea apareció y se fue afirmando como consecuencia de los acontecimientos que se fueron desarrollando a partir de la caída de la dictadura y las acciones emprendidas por Rómulo Betancourt desde el mismo momento en que fue declarado presidente, luego de las elecciones de 1958. Ya en agosto de 1959, puede decirse que Venezuela vivía un ambiente pre-insurreccional. Brotaban numerosos conflictos que habían sido represados por la política de la dictadura. Al caer esta, se desata un vasto movimiento reivindicativo y, en sectores de la vanguardia comienza a coger cuerpo la idea de que solo podía romperse la política engañosa, represiva y cínica de Rómulo Betancourt, quien proclamaba la democracia y aplicaba ya una política aún más represiva y sangrienta que la de la dictadura de Pérez Jiménez, a través de la violencia armada.

Ya para los años sesenta comienzan a organizarse los primeros grupos. De hecho, pequeñas unidades armadas que había organizado el Partido Comunista durante Pérez Jiménez, comenzaron a reactivarse.

Hacia las montañas de Falcón, occidente y oriente, al igual que hacia los llanos occidentales, se desplazaron grupos de revolucionarios, muchos de ellos estudiantes universitarios, con el propósito de instalar los primeros focos o núcleos de guerrilla rural en el país. La idea era que se incorporaran en las acciones insurreccionales planificadas por el PCV y el Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR) junto con los militares rebeldes.

¿Qué recuerda de esos primeros días de enero de 1958?

El primero de enero de 1958 se produjo el alzamiento de la aviación en Maracay, acción que reveló la existencia de una potente fuerza contra la dictadura en el propio seno de la Fuerza Armada y rompió la estabilidad de esta. Al mismo tiempo, tuvo lugar la rebelión de la unidad de blindados comandada por Hugo Trejo, quizás el Comandante del Ejército con mayor prestigio y autoridad. Sin embargo, no todos teníamos conciencia de cuánto se estaba aproximando el fin del régimen. Recuerdo un contacto que hice con un miembro del Buró Político del Partido Comunista en la Plaza Tiuna de Caracas, a mediados de enero. Allí me comunicó que, según el análisis del partido, con el fracaso del alzamiento de la aviación, así como del movimiento encabezado por Hugo Trejo, se retardaría no menos de uno a dos años el derrocamiento de la dictadura, por lo que había que prepararse para esa situación. Diez días después de ese encuentro, en la madrugada del 23 de enero, caía la dictadura con la huida precipitada de Marcos Pérez Jiménez hacia República Dominicana, donde sería protegido por el dictador Leónidas Trujillo. Son anécdotas que dan una idea bastante elocuente de la poca claridad que se tenía sobre la situación y las acciones a emprender una vez derrocada la dictadura.

¿Qué influencia tuvo en este contexto la Revolución Cubana?

Durante aquellos días la existencia de la guerrilla en Cuba y sus acciones eran un estímulo para quienes luchábamos contra la dictadura en Venezuela. Tanto que cuando lanzamos el intento de huelga en Mérida, habíamos acariciado la idea de tomar un cuartelillo, alzarnos en armas y retirarnos hacia Apure. Algunos llegaron a asomar la idea de que, si fracasábamos, podíamos irnos a Cuba para unirnos al Ejército Rebelde.

Luego del derrocamiento de Pérez Jiménez, las simpatías y el apoyo al movimiento guerrillero en Cuba creció exponencialmente en todo el país. La caída de Batista fue celebrada en toda Venezuela como una victoria propia. De allí que, dados los crecientes interrogantes que se planteaban para muchos de nosotros, luego del triunfo de Rómulo Betancourt en las elecciones de 1958, la influencia de la acción triunfal de la guerrilla y del movimiento popular en Cuba, fue enorme. Planteó una vía distinta para llegar al poder ante la traición del puntofijismo.

La Revolución Cubana tuvo una repercusión muy profunda en Venezuela, como en todo el continente. Y podría decir que fue más profunda en Venezuela que en el resto del continente, si se tiene en cuenta que el apoyo popular al movimiento guerrillero cubano fue muy intenso desde antes de su triunfo el Primero de Enero de 1959.

En lo que a mí corresponde, luego del derrocamiento de Pérez Jiménez, como también lo comenté, participé en la campaña de solidaridad con el Ejército Rebelde que protagonizó el pueblo venezolano, bajo la consigna de "La marcha de Bolívar a la Sierra Maestra". Se convirtió en un movimiento solidario de un país que se había liberado recientemente de la dictadura, con un pueblo hermano que luchaba en esos momentos, en montañas y ciudades.

En general, había mucha disposición para apoyar el movimiento revolucionario en Cuba, tanto que el gobierno de Wolfgang Larrazábal envió un lote de armas para reforzar al Ejército Rebelde.7 Fue, más bien, un aporte simbólico, toda vez que ocurría cuando la dictadura de Batista entraba en estado agónico, pero todo eso nos vinculó fuertemente con la lucha del Ejército Rebelde y con su victoria. Tú seguramente sabes que existe un antecedente histórico muy importante que revela cuán identificados han estado Cuba y Venezuela en ideales comunes. Narra José Antonio Páez en su autobiografía, que Bolívar le envió instrucciones, después de la victoria de Ayacucho, para que organizara una expedición dirigida a liberar a Cuba y Puerto Rico del dominio español. Tal era la visión continentalista de nuestro

Libertador. Más adelante sería Martí quien estamparía aquella frase: "Deme Venezuela en qué servirla: ella tiene en mí un hijo".8

¿Por qué la derrota de Marcos Pérez Jiménez desemboca en la guerrilla?

Esto no fue una acción inmediata. Durante el período previo, aunque había una táctica correcta —la del Bloque Único—, no existía en realidad una estrategia de poder para las fuerzas populares. Inmediatamente después de la huida de Marcos Pérez Jiménez, se produjeron intensas reuniones en Miraflores con diversos sectores y en medio de un verdadero caos. Se improvisó una Junta de Gobierno que integraron incluso dos altos oficiales del gobierno de Pérez Jiménez, los coroneles Roberto Casanova y Abel Romero Villate. Bastó una concentración popular frente al Palacio de Miraflores para que esos dos oficiales fueran echados de la Junta y sustituidos por dos personajes de los tradicionales sectores dominantes del país. Así, mientras el Partido Comunista y las otras fuerzas de izquierda se movían en la calle para defender el triunfo democrático contra un hipotético retorno de la dictadura, los sectores de derecha, con mucha claridad de objetivos, se reunían en el Palacio de Miraflores para entenderse sobre la nueva organización del gobierno, hecho en el cual tuvo una activa participación la embajada norteamericana.

A partir de esos acontecimientos, la Junta Patriótica y el Partido Comunista, sobre cuyos hombros había descansado todo el peso de la lucha contra la dictadura, entró en un proceso de marginación. Uno de los errores claves en lo que ocurriría más adelante fue, en ese mismo año de 1958, aceptar la disolución de la Junta Patriótica que constituía un verdadero germen de poder popular paralelo y, como parte de esa política, aceptar las condiciones en que se inició de inmediato la campaña para ir a elecciones en diciembre de ese mismo año. Un llamamiento de la Junta Patriótica a la movilización y a la organización de un gobierno popular, hubiera roto las maniobras de los grupos que se orquestaron en Miraflores con la participación de la embajada norteamericana. Eso significó la liquidación del gobierno de Wolfgang Larrazábal, un hombre de pensamiento progresista que encabezó la unidad de las fuerzas de avanzada dentro de la Fuerza Armada Nacional, dando paso a la maniobra que ya había acordado Rómulo Betancourt antes de regresar a Venezuela desde Washington, pese a que el gobierno de transición estuvo presidido por un nacionalista como fue Edgar Sanabria.

Wolfgang Larrazábal se postuló como candidato a la presidencia con el apoyo de URD y del Partido Comunista, hecho por el cual cedió la presidencia de la Junta de Gobierno provisional. Betancourt, por su parte, había ocultado muy bien sus intenciones al regresar al país. Así, en las mismas escalerillas del avión que lo trasladó desde los Estados Unidos, había expresado que no tenía ninguna intención de participar en las elecciones. Simplemente buscaba ganar tiempo para neutralizar las fuerzas progresistas dentro de su propio partido, es decir, las que habían permanecido en el país, compartiendo los riesgos de la lucha y que habían logrado un gran prestigio en contraste con la vieja dirección que había huido, hurtándole el cuerpo a los riesgos de la lucha dentro del país. En Venezuela estas actitudes se expresan con un dicho: "Cachicamo trabaja para lapa".

Los sectores de derecha lanzaron consignas de aparente apaciguamiento, después del breve caos que sobrevino con el derrocamiento de Pérez Jiménez, debido a la falta de dirección. Preocupados por el desencadenamiento del movimiento popular y de una posible radicalización en las demandas, supieron maniobrar al conformar, de inmediato, una nueva alianza de la cual excluyeron sin ningún miramiento a quienes habían conducido el movimiento contra Pérez Jiménez. Fueron maniobras que el Partido Comunista y las otras fuerzas de izquierda no supieron captar y denunciar a tiempo, carentes como estaban de una política capaz de agrupar, organizar y movilizar las fuerzas populares muy radicalizadas y que se movían espontáneamente, sin una dirección propia después del derrocamiento de la dictadura.

Con la caída de esta se agotó la dirección revolucionaria, atrapada en la maniobra de las fuerzas más conservadoras que solo buscaban un maquillaje democrático para neutralizar la todavía poderosa fuerza popular que se movilizaba sin rumbo definido en las calles de las principales ciudades del país y en amplias zonas rurales.

"En rio revuelto ganancia de pescadores"...

Ciertamente, y particularmente de Washington, donde sí sabían lo que había que hacer en asuntos del poder real. Regresaron los viejos dirigentes exiliados. Era el momento de pasar a la ofensiva revolucionaria, que había sido el gran reclamo popular, pero no hubo ninguna claridad en las fuerzas de izquierda.

En lugar de convocar a la organización y a la movilización popular para tomar la iniciativa y pasar a la ofensiva, se hicieron constantes llamados a la calma y eso creó condiciones muy propicias para que los sectores dominantes consolidaran sus posiciones frente a lo que veían como una grave amenaza para sus intereses, particularmente aquel torrente de masas que, tras el derrocamiento del dictador, luchaban por sus reivindicaciones más elementales: en la ciudad, los trabajadores reclamaban sus derechos económicos y la democracia sindical; los desempleados se organizaron, emprendieron manifestaciones por el derecho al trabajo; el movimiento estudiantil estaba muy radicalizado y prácticamente todos los organismos de dirección estaban en manos de la Juventud Comunista o de la izquierda de Acción Democrática. En el campo surgieron rápidamente los llamados Frentes por el Derecho al Pan, que se expresaban en casi todo el país con la invasión de grandes latifundios para distribuir la tierra entre los campesinos, tratando de organizar por su cuenta la producción.

Me decía antes que Washington sacó importante provecho de esta coyuntura, ¿por qué?

Tuvo un rol fundamental otro hecho importante. Días antes de todo lo que hemos venido describiendo hasta ahora, frente al inminente derrocamiento de Pérez Jiménez, se reunieron en Nueva York los representantes del sector oligárquico de los partidos — COPEI, Acción Democrática y Unión Republicana Democrática— y suscribieron un acuerdo conocido como el Pacto de Nueva York.9 Expresamente, dejaron fuera de este acuerdo al Partido Comunista de Venezuela, que formaba parte fundamental de la Junta Patriótica dentro de la cual, como ya lo dije, había desempeñado el rol protagónico principal dado que había mantenido su dirección así como la organización casi intacta, al punto de que Tribuna Popular, su órgano central, fue el único periódico que logró mantenerse como vocero de los revolucionarios venezolanos en las más duras condiciones de la dictadura bajo la conducción directa de Santos Yorme.

Ese acuerdo, antesala del Pacto de Punto Fijo, fue una grosera traición a los sectores populares que habían encabezado la lucha contra la dictadura. Si consideramos el triunfo del 23 de Enero como el producto de una amplia alianza entre las masas populares, el sector progresista y revolucionario de la Fuerza Armada y la burguesía venezolana, no cabe la menor duda de que, a fin de cuentas, la victoria de aquella gloriosa jornada fue capitalizada por esta última bajo la conducción del gran imperio.

Los integrantes del Pacto de Nueva York se reunieron en Caracas y criollizaron este acuerdo bajo otra denominación: Pacto del Punto Fijo —nombre de la residencia de Rafael Caldera donde se realizó la reunión que parió tal engendro. Habían establecido muy firmes compromisos con el gobierno norteamericano. Así, desde el primer momento, ese pacto anunció una política explícitamente anticomunista y antipopular. Pero más aún, como lo demostraría la dolorosa experiencia de los años siguientes, el país entero fue arrastrado a la cola de la política norteamericana, completamente alineado con las acciones emprendidas desde Washington, con el correspondiente daño que dejó sobre todo nuestro país.

Dejó a un lado a dirigentes como Fabricio Ojeda, Guillermo García Ponce, Simón Sáez Mérida, Domingo Alberto Rangel, y muchos otros, los verdaderos líderes de la lucha contra Pérez Jiménez. No pasaría mucho tiempo sin que hicieran lo mismo con uno de sus componentes, URD, cuando asumió ciertas posiciones independientes, como ocurrió con la digna posición asumida por el doctor Ignacio Luis Arcaya quien, en su condición de canciller, se opuso firmemente a las sanciones contra Cuba impuestas por Washington mediante la OEA, posición que le valió el justo título de Canciller de la Dignidad. Más aún, tampoco pasaría mucho tiempo sin que Betancourt echara de Acción Democrática a los principales dirigentes de la resistencia contra la dictadura y también a otros que simplemente mantenían una posición nacionalista, como los casos de Raúl Ramos Jiménez y Luis Beltrán Prieto Figueroa, a quien le escamotearon una clara victoria cuando se postuló en las elecciones internas de Acción Democrática como candidato presidencial por ese partido.

Antes de que todos estos hechos ocurrieran, el simple anuncio de la victoria de Betancourt en las elecciones de 1958, provocó una masiva protesta en Caracas que poco faltó para que tomara carácter insurreccional. Era la fuerte expresión de la intuición popular, mucho más sabia que su dirección, que adivinaba las muchas desgracias que le esperaban con los gobiernos de Acción Democrática y COPEI. Pero ya el daño estaba hecho. Esas elecciones de 1958 le dieron una fisonomía democrática a regímenes tanto o más criminales, tanto o mucho más rastreros, tanto o más crueles en la persecución, la tortura y el asesinato, que todo el horror que había representado la dictadura de Marcos Pérez Jiménez. De allí que cualquier protesta ante su política era deformada y presentada en un principio como una "amenaza a la estabilidad democrática y un peligro para el retorno de la dictadura" para, luego, atribuirlas a "la amenaza castro-comunista". Poco después ya no requeriría de pretexto alguno.

¿Es en este momento en que se hace inevitable la lucha armada?

Efectivamente. Se inició un período tormentoso. El movimiento obrero cobró un auge tremendo en esos días. Hubo multitud de asambleas. Los comunistas conquistaron, elección tras elección, la dirección de muchos sindicatos, incluyendo los muy sensibles de la industria petrolera. De igual manera, en el campo se organizaron incontables ligas campesinas bajo la dirección de los comunistas, a veces en alianza con los sectores progresistas y revolucionarios dentro de Acción Democrática, en tanto que el movimiento estudiantil apoyaba abrumadoramente a los jóvenes del Partido Comunista y también de esa izquierda de Acción Democrática, que más adelante daría origen al Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR).

Casi de inmediato aparecieron bandas armadas de carácter fascista organizadas por Acción Democrática bajo la dirección política de Rómulo Betancourt. Se inicia así la práctica rutinaria de asaltar los sindicatos donde perdían las elecciones. Hubo muertos y numerosos heridos como consecuencia de los asaltos de esas bandas fascistas contra asambleas pacíficas e inermes. De allí que, de nuestra parte se iniciara la organización de grupos armados de autodefensa, aunque muy pobremente dotados. En algún momento, incluso yo mismo estuve envuelto en aquellas situaciones.

¿Qué le ocurrió?

Ante esa feroz represión, en la Juventud Comunista comenzaron a organizarse los grupos armados que recibían algún entrenamiento militar y que, más tarde, darían lugar a las Unidades Tácticas de Combate (UTC) como respuesta a esta situación. En algunas oportunidades me vi envuelto en refriegas con las bandas armadas de Acción Democrática que se habían formado para asaltar sindicatos, agredir manifestaciones y tratar de aterrorizar a las organizaciones populares, afortunadamente sin mayores consecuencias personales. Pero se trataba de acciones meramente defensivas, con armamento muy elemental y sin un plan coherente, como ocurrió en los primeros enfrentamientos durante los días de la huelga nacional decretada por los sindicatos progresistas contra el aumento de los precios de la gasolina. Las UTC librarían multitud de acciones de diversa naturaleza en las ciudades, principalmente en Caracas, pero con efectos más propagandísticos, sin que afectara lo más mínimo la fuerza viva del adversario.

Lo que quiero decir es que la acción guerrillera no vino de la nada. Se conjugaron una serie de factores de distinta naturaleza, que fueron determinando la respuesta armada.

Usted ha escrito que la oligarquía, a diferencia de la vanguardia revolucionaria, vio con mucha claridad todo lo que se venía encima.

Betancourt, desde un comienzo, proclamó como su consigna: "Segregar y aislar a los comunistas", a quienes identificó como el mayor peligro, muy en línea con la visión de los Estados Unidos, toda vez que los comunistas habían salido con un enorme prestigio de la lucha contra Pérez Jiménez, lo que se traducía en una serie de victorias en el movimiento obrero y entre los jóvenes. Decidió golpearlos y, con ello, acabar con el movimiento popular mediante la represión, acompañando esa política con una maniobra muy hábil.

¿Qué hizo?

Entre muchas otras, hizo aprobar la Ley de Reforma Agraria,10 que no fue otra cosa que la adquisición de grandes latifundios, generosamente pagados por el Estado, que contaba ya con crecientes recursos.

Sin embargo, ese gobierno tenía por entonces crecientes problemas financieros.

En efecto, pero es oportuno recordar que Betancourt tuvo la suerte, en los dos gobiernos que presidió, de disfrutar un auge significativo en los precios del petróleo. Si bien a comienzos de su gobierno tropezó con dificultades financieras que lo llevaron a aplicar medidas como la reducción de salarios y el congelamiento de la contratación colectiva, finalmente pudo contar con un apreciable incremento del ingreso y con suficientes recursos para desplegar esta maniobra.

Dijo que repartiría la tierra entre 250.000 familias. Compró grandes latifundios, pagando sumas generosas y repartiendo las tierras entre varios miles de campesinos. Pero hasta ahí llegó su Reforma. Los supuestos beneficiarios no tenían mercado para su producción, ni asistencia técnica, ni financiamiento. Comenzó para ellos un verdadero calvario, tratando de encontrar mercado para vender sus productos, encontrar financiamiento, ayuda técnica y, en general, apoyo para la producción y colocación de sus productos. Fracasaron y, finalmente, abandonaron las tierras que se reconcentraron progresivamente en manos de nuevos latifundistas.11 Terminaron formando los llamados barrios marginales que rodean a las grandes ciudades y que se convirtieron en verdaderos depósitos de la pobreza generada por la política de la coalición formada entre Acción Democrática y COPEI.

De acuerdo con esta Ley de Reforma Agraria, el Estado entregaba la tierra, pero no el título de propiedad. Si era abandonada, la ley preveía que volviera otra vez a manos estatales lo que, en principio, lucía como una disposición correcta. Empero, en la realidad, se convirtió en un impedimento para que la banca privada otorgara créditos a los campesinos que estaban asfixiados por todos lados, toda vez que no podían dar garantías prendarias o de otra índole, única forma de garantizar el financiamiento de los bancos. Y eso fue otro factor que contribuyó a lo que fue un fenómeno característico del siglo xx en Venezuela: la emigración masiva del campo hacia la ciudad. Hoy la población urbana en Venezuela se encuentra alrededor del 90%. Se ha producido así un fenómeno de consecuencias severas, tanto en la economía como en nuestra realidad social y cultural: los campos quedaron completamente despoblados en tanto las ciudades padecen de una asfixiante sobrepoblación.

Esto ha generado consecuencias terribles, particularmente en materia de producción de alimentos. De por sí representa un serio problema, pero, dicho sea de paso, sus consecuencias han sido mucho más profundas. Me refiero a lo que algunos economistas venezolanos han caracterizado como rigidez o inflexibilidad del mercado interno.

El abandono de la producción en el campo, puede decirse que esterilizó la demanda industrial y de servicios agrícolas, traduciéndose en freno para la expansión del mercado interno y, en consecuencia, para el desarrollo de nuevos factores productivos. Paralelamente, el acelerado proceso de expansión urbana, factor que contribuyó significativamente al desarrollo económico durante varias décadas, terminó tocando techo, con lo cual se frena tal desarrollo. Datos tan simples como elocuentes para tomar en cuenta en nuestra planificación económica.

De modo que la razón de esta Ley de Reforma Agraria betancourista, de ninguna manera radicaba en mejorar la situación del campesinado e incrementar la producción agraria. Fue una jugada política de Betancourt para evitar que a la insurgencia, que ya hervía en las ciudades, se sumara la rebelión en el campo.

¿Qué explica que el Partido Comunista de Venezuela no tuviera un plan para conducir la fuerza popular?

En esta carencia inciden distintas causas, pero la más importante radica en que no logró concebir un proyecto nacional que permitiera fortalecer, concretar, organizar, dirigir y profundizar las conquistas populares luego de derrocar la dictadura de Marcos Evangelista Pérez Jiménez. No tuvo la más mínima claridad sobre el rol decisivo del Estado como factor central del poder y de la política en general, y que lo que se estaba decidiendo ese mismo 23 de enero en el Palacio de Miraflores, no era simplemente la conformación de un gobierno de transición, sino la transición misma. Esto, para los sectores dominantes, comportaba una nueva alianza donde no tenían cabida las fuerzas revolucionarias. Todo lo contrario. Debían ser totalmente excluidas. Como efectivamente lo fueron. Y no solo excluidas, sino también reprimidas. Lo que no vacilaron en hacer, desplegando todo tipo de acción represiva y crímenes de la peor especie.

Recordemos que los partidos comunistas en el mundo —a pesar de que el Partido Comunista de Venezuela fue en cierto sentido una excepción— seguían ciegamente el modelo soviético y se orientaban por la visión con que se concebía la situación mundial, así como del llamado Tercer Mundo, desde la Unión Soviética. Esto originó distintas contradicciones que, a la larga, desembocaron en varias divisiones. De allí que, por ejemplo, la decisión de desplegar formas de lucha armada, nunca fue una decisión unánime de la dirección.

Lo anterior no quiere decir que en Venezuela no hubiera un programa. Pero mira este ejemplo: la máxima reivindicación de todos los programas políticos era la nacionalización del petróleo en términos de la estatización pura y simple. Más allá de eso no había un proyecto nacional que sirviera de guía estratégica para las transformaciones revolucionarias de la sociedad venezolana. Por ello, cuando se produce la nacionalización de la industria petrolera venezolana, prácticamente todos los partidos se quedan sin programa y sobreviene una especie de estupor político en cuanto a los nuevos pasos que debían emprenderse de inmediato. Ya la misma Ley de Nacionalización, como se conoce popularmente la Ley Orgánica que Reserva al Estado la Industria y el Comercio de los Hidrocarburos (Loreich), aprobada en 1975, introdujo en su artículo 5o un artificio para dejarla sin efecto, tal y como ocurrió años más tarde. Pero ese es un tema para dedicarle un tiempo que ojalá dispongamos.

El caso es que eso afectó a todos los partidos, incluyendo a Acción Democrática. Un análisis somero de los partidos políticos en Venezuela nos revela un punto de inflexión a partir de las nacionalizaciones de 1976, lo que explica que, desde entonces, todos quedaran sin rumbo. Sin tener claridad sobre lo que representa el fenómeno de la renta petrolera, como renta de la tierra, factor clave en cualquier interpretación de nuestra realidad nacional del siglo xx, nada más podrá entenderse. Pero hay algo más en la respuesta a tu pregunta.

Sí, ¿podría explicar un poco?

La poca comprensión de la naturaleza del ingreso petrolero y su enorme significado, ya no solo en la economía nacional, sino en la economía mundial, impedía una suficiente comprensión sobre lo que la renta petrolera representaba y representa para las grandes potencias, principalísimas consumidoras de energía en el mundo. Venezuela, que por varias décadas se había convertido en el segundo país exportador de petróleo y, luego, en principal exportador, significaba una fuente vital, demasiado importante como para permitir el más leve asomo de independencia económica. A fin de cuentas, para los grandes capitalistas y los grandes consumidores de energía y particularmente de petróleo o gas natural, el interés primordial es el libre acceso al recurso, sin que se interponga obstáculo alguno.

Hay que tomar en cuenta que, históricamente, el capital ha considerado el pago de renta de la tierra como un obstáculo para el desarrollo de las fuerzas productivas y, sin duda alguna, como la apropiación injustificada de parte de su ganancia, por el simple hecho del monopolio que ejerce el propietario del recurso. Eso explica la expropiación violenta de los propietarios de la tierra durante el nacimiento del capitalismo europeo, tan bien documentado por Marx en su capítulo dedicado a la "acumulación originaria", así como el derrocamiento violento de la clase feudal europea por la emergente burguesía.

En efecto, cuando el capitalista enfrenta a unos propietarios que imponen una contribución por el acceso al recurso natural por el simple monopolio del mismo sobre el cual ejercen un derecho de propiedad, ese capitalista considera que lo están despojando de una parte de su ganancia. En el caso de Europa, la lucha por el poder político pasó por privar a la clase terrateniente de su base económica fundamental, el monopolio de la tierra. La revolución agraria burguesa fue el arma más poderosa con su impresionante incremento de la productividad agrícola, representada por la introducción del tractor y las cultivadoras a vapor, la aplicación de la química y de las grandes obras de infraestructura y transporte masivo de mercancías con la introducción de los ferrocarriles. Con ello mataron dos pájaros de un tiro: arrinconaron y redujeron a la nobleza feudal y, al mismo tiempo, "liberaron" a millones de campesinos, "liberados" de toda propiedad al ser despojados de la tierra y desplazados por esta maquinaria. Se vieron forzados a migrar hacia los centros urbanos donde se convirtieron en fuerza de labor industrial muy barata y en mercado de consumo para una parte de lo que ellos mismos producían. El sector no empleado conformó el "ejército industrial de reserva" en competencia con el activo, presionando a la reducción de salarios y a la formación de una miseria impresionante, esa que con tanta genialidad recogió Charles Dickens en sus obras. En Venezuela, el desplazamiento de los campesinos se realizó, si lo quieres, con mayor "refinamiento", pero con los mismos efectos sociales y sin los efectos económicos de Europa.

En el caso de Venezuela, ¿cómo se produjo ese fenómeno? ¿Qué características tuvo?

En nuestro caso, la relación del capital-tierra, esta vez ya mundializada, ocurre en torno a otro recurso natural: el petróleo. La diferencia con el ejemplo que comentaba antes es que, esta vez, el propietario es el Estado venezolano. Este, como la casi totalidad de los Estados modernos, impone una contribución por el acceso a cualquier yacimiento minero, particularmente en el caso de los yacimientos petrolíferos. Pero hay algo más: explorar para buscar petróleo, extraerlo, transportarlo y exportarlo, implica ocupación de territorio, pues el petróleo, como todo recurso natural, está alojado en la tierra. Está envuelto, pues, un problema territorial y, como tal, de soberanía. Esa contribución tiene, ya lo dije, la forma conocida como regalía minera. El capitalista contabiliza el pago de la regalía como un costo y lo traslada al precio, es decir, al consumidor final. Como, a su vez, los Estados de los mayores consumidores cobran impuestos, también influyen en el precio final. Encima de todo esto los especuladores en los mercados de futuros que suelen embolsillarse enormes ganancias a través de la simple y muy lucrativa compra y venta de contratos, se conforma un tejido de intereses capitalistas concurrentes en la eliminación de toda contribución tributaria, bien sea que esta asuma la forma de regalía o de impuesto sobre la ganancia.

Muchos gobiernos imponen fuertes impuestos al consumo de hidrocarburos con lo cual financian sus presupuestos, recargándolos en los consumidores finales como ocurre, por ejemplo, en el Reino Unido, Italia o Alemania.

Puede entenderse así el derrocamiento de gobiernos progresistas que defendían la soberanía sobre ese recurso natural, incluyendo brutales y sangrientas invasiones, como el caso de los martirizados Iraq y Libia.

Esta elemental explicación permite comprender que no es absolutamente ninguna casualidad que el Pacto de Punto Fijo llegara ya, listo, firmado y sellado desde el Pacto de Nueva York establecido bajo la dirección y la muy atenta mirada del gobierno estadounidense. No es tampoco ninguna casualidad que la posterior política petrolera de Rómulo Betancourt y la derechizada Acción Democrática, se inclinara muy favorablemente, cada vez más y más, hacia los intereses de los grandes consorcios petroleros, principalmente norteamericanos y muy particularmente de la Creóle Petroleum Corporation. El clímax de las posiciones rastreras de Acción Democrática y COPEI lo viviría yo décadas después como presidente de la Comisión de Energía y Minas de la Cámara de Diputados del extinto Congreso Nacional, cuando debí oponerme en solitario a la aprobación de la llamada "Apertura Petrolera", que no era otra cosa que la eliminación de las regalías, el abatimiento del impuesto sobre la renta y, finalmente, la privatización de la industria petrolera y la abdicación de la soberanía nacional ante tribunales extranjeros.

Son factores para analizar cuidadosamente a fin de comprender las alianzas que se conformarían de inmediato en torno a los intereses de los Estados Unidos y de los sectores más reaccionarios del país, con el fin de actuar en correspondencia y con la mayor energía posible. En su lugar, predominó el temor, hábilmente inducido por esa alianza reaccionaria, del retorno de la dictadura, cosa ya imposible dada la nueva realidad política del país. En otras palabras, se desvió totalmente el sentido de las orientaciones que debían darse al pueblo cuando estaban dadas todas las condiciones objetivas para avanzar hacia cambios de carácter revolucionario y no de simples arreglos, más que reformas del sistema político, como ocurrió en esos días.

A todo ello se sumó muy pronto la represión, la práctica sistemática de la tortura que terminaría convirtiéndose en una rutina por la que pasaba todo aquel que cayera detenido, la asfixia a la que se sometían todas las organizaciones populares, la indignación provocada entre la gente de pensamiento progresista y muchos otros factores que contribuyeron a que, tardíamente, el III Congreso del Partido Comunista,12 por mayoría, decidiera ir a la lucha armada, tesis que también siguió la izquierda de Acción Democrática — convertida en MIR. Tiempo después, un sector de Unión Republicana Democrática, liderada por José Vicente Rangel y José (Cheíto) Herrera Oropeza, que se convirtió en Vanguardia Popular Nacionalista (VPN), enfrentaría también la ratificación de la alianza de ese partido en lo que llamaban "la ancha base", dominada por Acción Democrática durante el gobierno de Raúl Leoni.

Hubo sectores que consideraron un error ir a la lucha armada. Otros, se inclinaban por una estrategia insurreccional en las ciudades con apoyo de la Fuerza Armada. Pero la determinación de ir a la lucha armada, además de no ser unánime, tampoco estuvo acompañada de una estrategia coherente.

Así, pues, la decisión además de tardía, cuando ya se iniciaba una declinación del movimiento de masas, quizá por esa misma razón, asume un carácter más defensivo que de firme decisión para derrotar al adversario, doblegar su voluntad y conquistar el poder para emprender los cambios que requería el país desde entonces. Eso mismo influyó en una suerte de dilapidación de la enorme y creciente influencia alcanzada en el seno de la Fuerza Armada Nacional.

Usted ha mencionado varias veces la existencia de corrientes revolucionarias en el seno de la Fuerza Armada de Venezuela. ¿Cómo se explica esto?

—Aquí, dada la enorme importancia de este factor, creo necesario que nos detengamos un momento para comentar un aspecto muy resaltante de nuestro país. A lo largo de la historia del siglo xx venezolano, siempre hubo un sector de la Fuerza Armada opuesta a la instauración de fórmulas dictatoriales, aún bajo las apariencias de las democracias formales, planteándose alcanzar una democracia profunda y en muchos casos, incluso, de transformaciones revolucionarias, identificándose claramente con un cambio de signo socialista. Es un carácter de nuestra Fuerza Armada que tiene mucho que ver con su origen durante el proceso de independencia, la experiencia de la Guerra Federal donde su máximo conductor, Ezequiel Zamora, acentuó aún más la identificación del ejército con "el pueblo soberano". Pero además, y esto es quizás lo más importante, el grueso de nuestra oficialidad proviene de los sectores populares con los cuales mantienen un estrecho vínculo. Un número muy importante de oficiales, ya para aquel entonces, habían recibido educación universitaria en distintas especialidades. A ello se unía el hecho de que rara vez rompían los vínculos con su origen popular. Por eso han sido tradicionalmente receptores de los problemas del pueblo, facilitando su rápida transformación en una fuerza revolucionaria. Esto no implica negar que algunos privilegiados formaran pequeñas élites desclasadas que terminaron identificándose con la alianza reaccionaria.

¿Entre todos estos caminos para la lucha armada, cuál se impuso?

No hubo una clara estrategia política y, en consecuencia, para la lucha armada. Betancourt, que sí tenía muy claros sus objetivos y un gran apoyo externo en medio de un nuevo auge de los precios del petróleo, organizó provocaciones en las que cayó el movimiento revolucionario por carecer de

una visión precisa sobre las maniobras que la lucha política comportaba, lo que se expresó muy negativamente en el campo de la acción armada, a pesar de la innegable valentía y abnegación de miles de camaradas que participaron directamente en dicha acción. Muchos de ellos entregaron su vida, pereciendo en la acción, otros bajo las torturas a las que fueron sometidos o desaparecidos por esos gobiernos "democráticos", despreciables e hipócritas.

¿Cómo se evidenció tal ausencia de estrategia?

Puede concluirse con toda certeza, que la carencia de una estrategia de poder se evidenció en la actitud defensiva, que buscaba evitar la destrucción total por parte de Rómulo Betancourt. Esto no niega que hubiesen algunas acciones ofensivas, pero sin articulación con una estrategia. No se trató de una defensa activa, dirigida a desgastar, dispersar, debilitar y dividir al adversario para luego pasar a la ofensiva. Esto, unido a la división de opiniones en el propio seno de la dirección, resultó uno de los factores claves de la derrota al decidirse, muy tardíamente, ir a la lucha armada sin verdadera unidad de criterios, ni claridad de metas en la acción que se emprendía y sin que la acción armada fuese el resultado del incremento en la acción organizada del pueblo, política esta que era perfectamente posible en las extraordinarias condiciones que se dieron en la Venezuela de finales de los años cincuenta. Al no existir claridad de metas, ni unidad de pensamiento y, mucho menos, la voluntad de vencer, la derrota era cuestión de tiempo.

¿Y en lo económico?

En lo económico el gobierno de Betancourt logró superar las graves dificultades que se le presentaron luego del derrumbe de la dictadura. Como ya lo mencioné, sus dos gobiernos contaron con un auge de los precios petroleros. En efecto, desde 1943 hasta 1957, la producción petrolera creció a un ritmo superior al trece por ciento, y como en este período la tendencia de los precios era ascendente, la renta petrolera del Estado venezolano creció vertiginosamente. Mediante la aplicación de una política populista, Rómulo Betancourt supo sacar provecho ya que el pueblo las identificaba como un progreso para el país. Sin embargo, pronto enfrentaría una traición de su principal cómplice en el golpe de Estado contra el presidente Medina Angarita. Marcos Pérez Jiménez decidió asumir el mando a través de una Junta Militar que encabezara inicialmente un brillante oficial de la Fuerza Armada, Carlos Delgado Chalbaud, asesinado en un oscuro incidente, después de haber sido objeto de un secuestro. Siempre quedó la duda de si este hecho fue el producto de una acción criminal de Pérez Jiménez, toda vez que

Delgado Chalbaud era un hombre de ideas progresistas y, en consecuencia, un estorbo a sus planes dictatoriales.

Mientras tanto, ¿qué ocurría en el sector petrolero?

Siguiendo con nuestro comentario, debido a las circunstancias particulares de la guerra y de la posguerra, los efectos económicos de la renta petrolera se hicieron sentir con toda su fuerza a partir de 1948, al iniciarse la dictadura. Pero en 1957, los gastos de Pérez Jiménez se habían extralimitado y esto coincidió con el inicio de una recesión en el mercado petrolero mundial. Factor que, como ya señalamos, lo llevó a firmar contratos con las petroleras independientes. Desde 1957 hasta 1970, la producción petrolera solo creció algo más de un dos por ciento por año y, además, los precios bajaron paulatinamente. Así, para 1958 las perspectivas económicas de Venezuela lucían bastante más sombrías de lo que más tarde ocurriría. En un principio, Betancourt trató de obtener lo que llamó "un trato hemisférico" por parte del gobierno norteamericano que encabezaba Dwight Eisenhower. En tal intento, fracasó seriamente al ser rechazada la iniciativa por parte de ese gobierno.

Rómulo Betancourt se encontró así, literalmente entre la espada y la pared, al encontrar serias limitaciones fiscales y, en consecuencia, tener que restringir el gasto en tanto que crecían las demandas sociales. Como única respuesta solo le quedaba la represión a la que, por lo demás, era muy inclinado.

Un hecho histórico vino en su ayuda: la creación de la OPEP.

Para entender el asunto, debe tomarse en cuenta un hecho muy significativo. Ya, durante la misma dictadura de Pérez Jiménez, en septiembre de 1951, se había realizado el Primer Congreso Nacional de Petróleo en nuestro país. A dicho Congreso habían sido invitados Arabia Saudita, Iraq, Irán, Kuwait, Siria y Egipto. Posteriormente en 1959, se realiza el Primer Congreso Árabe de Petróleo, en la ciudad de El Cairo. En correspondencia con aquella invitación al Primer Congreso Petrolero de Venezuela, nuestro país es invitado junto con Irán al Congreso de El Cairo. Como es un hecho bastante conocido, en el curso de este Congreso se acordó realizar una reunión secreta ya que al mismo habían sido invitadas también las compañías petroleras. El principal acuerdo que allí se tomó, fue el de constituir "tan pronto como fuese posible, una Comisión Petrolera de Consulta" a fin de discutir asuntos comunes y "llegar a conclusiones concurrentes". En septiembre de 1960 se fundaría la OPEP, durante una reunión sostenida entre los días 10 al 14 de septiembre en Bagdad adonde acudieron representantes de Venezuela, Arabia Saudita, Irán, Iraq y Kuwait. Los resultados de esa decisión asumida por un grupo de países del llamado Tercer Mundo, tiene una trascendencia verdaderamente histórica pues establece como principio rector, la soberanía de los Estados propietarios sobre sus recursos naturales y sustrae literalmente las decisiones en materia petrolera de la voracidad que caracteriza a los grandes monopolios capitalistas, muy particularmente de los monopolios petroleros.

¿Quiere decir entonces que la OPEP le vino a Betancourt como anillo al dedo?

En efecto. Betancourt se benefició de los logros de la OPEP. Y no precisamente porque fuera un nacionalista. La OPEP logró frenar la caída de los precios y, más importante aún, contener el deterioro de la renta por barril, aun cuando los precios estuviesen en baja. Ello fue posible por la introducción de los mecanismos de control coordinado de la producción a fin de evitar una competencia dañina entre los países miembros. Este importante éxito de la OPEP en sus primeros años de existencia —desde 1960 a 1963 — fue esencial para estabilizar la situación económica en Venezuela, permitiéndole a Rómulo Betancourt beneficiarse de la acción de esta Organización.

Aún así, en medio de todo esto, arreció la represión dirigida a debilitar el movimiento popular y golpear severamente a los revolucionarios. Betancourt logró así, establecer una democracia formal, bautizada con sangre y padecimientos de decenas de miles de venezolanos, en la que las libertades políticas de la mayoría se limitaron al simple voto cada cinco años. Algo que no fue simple descuido, pues se trataba de enderezar y desplegar la estrategia económica del país con arreglo a lo orientado por el Pacto de Nueva York y su versión del Pacto de Punto Fijo. Restringió severamente el derecho a la huelga, a la sindicalización, a la libertad de expresión, de movilización y de organización. Apenas promulgó la Constitución, fueron suspendidas las garantías políticas. Las garantías económicas, por su parte, estuvieron suspendidas hasta el primer gobierno de Rafael Caldera.

En todo este proceso se fue desgastando progresivamente el movimiento popular en general y, a la larga, condujo a una caída del auge de masas que había sido factor fundamental en la derrota de Pérez Jiménez, más aún, yo diría que este auge prácticamente se extinguió. Fue así como se agotó toda la posibilidad de éxito por la vía armada, dado el extremo debilitamiento de las luchas tanto en el campo, ya bastante despoblado y que se fue despoblando cada vez más, como en las ciudades donde las organizaciones populares habían sido virtualmente diezmadas.

¿Por qué se expresa en este período tan notable división de la izquierda venezolana?

Así como las victorias suelen expresarse en mayor unidad de las fuerzas triunfantes, las derrotas suelen expresarse en la dispersión de las fuerzas derrotadas, a menos que haya una dirección muy clara y muy firme. Nuestra propia historia está cargada de ejemplos.

Fueron muchas las derrotas sufridas por Bolívar, pero siempre hubo claridad no solamente del objetivo final, sino de la estrategia, unida a una indoblegable voluntad de vencer. Por eso, después de cada derrota, como ocurrió después de la caída de la Primera República, vino la Campaña Admirable que, desde Cúcuta en Colombia, en apenas siete meses, le permitió entrar vencedor a Caracas.

En el caso que nos ocupa, el PCV y el MIR, carentes de una estrategia de poder y de una táctica capaz de mantener y ensanchar su vinculación con el movimiento popular, se lanzaron en una desesperada política que ante el pueblo fue presentada como una simple acción golpista, sin articulación con el movimiento popular. Se apoyaron en la considerable influencia que tenían dentro de la Fuerza Armada al punto de controlar unidades completas, pero sin un plan bien definido. Prueba de esto es que en los dos grandes alzamientos militares de Carúpano y Puerto Cabello, no hubo ningún plan de acompañamiento nacional. Tampoco hubo un plan ordenado de retirada en caso de que fracasara el levantamiento militar.

Uno puede imaginarse la situación de las fuerzas revolucionarias, simplemente con haber conservado el poder de fuego que podía resguardarse con una retirada ordenada de las fuerzas y la posibilidad cierta de emprender una defensa activa con el apoyo de la población y otras unidades en el resto del país a raíz de los alzamientos de Carúpano y Puerto Cabello. Ambas localidades portuarias están rodeadas de montañas y, a comienzos de los años 60, aún contaban con una población rural que mostraba gran simpatía por los revolucionarios. Probablemente, otra muy distinta hubiese sido la historia, aun a pesar del retardo que ya comenté en cuanto a la decisión de tomar las armas. En lugar de eso, la acción militar se limitó a una especie de lucha de posiciones y a esperar el contraataque enemigo, gravísimo error que se tradujo, en ambos levantamientos, en el total aniquilamiento de las unidades revolucionarias, aun cuando se opuso una resistencia heroica, como ocurrió en Puerto Cabello.

¿Qué fue lo peor que ocurrió tras el descalabro de los alzamientos?

La separación cada vez más profunda de las organizaciones de masas que fueron cayendo, una tras otra, bajo la acción represiva, y el control político y orgánico de los partidos dominantes, principalmente de Acción Democrática. Con el propósito de provocar el colapso del gobierno mediante la acción militar, se encaminaron las acciones de los grupos armados en la ciudad y en el campo, y se fue produciendo una separación cada vez más profunda con las organizaciones de masas.

El movimiento revolucionario sufrió entonces una serie de derrotas políticas, más que militares, que mermaron sus fuerzas de tal modo que, ya para 1963, el reflujo popular se hizo sentir con el triunfo de Acción Democrática en las elecciones nacionales realizadas en diciembre. De nada valió el heroísmo desplegado por un buen número de revolucionarios y el apreciable esfuerzo que realizamos, empecinados en lograr un cambio profundo de aquella realidad, sin que las condiciones políticas pudieran permitir la cristalización de aquella encomiable voluntad de lucha. Como es bien sabido, las derrotas suelen ser huérfanas y conducen generalmente a la división, salvo que exista una dirección muy firme, con claridad de metas, capaz de convertir las derrotas en victorias, por las enseñanzas que dejan. Lo puedes encontrar completamente expresado en la nutrida y formidable experiencia del Hombre de las Dificultades, nuestro Simón Bolívar quien, después del fracaso de la Primera República realiza un análisis crítico, mas no para abjurar de la lucha, sino para corregir errores y emprender inmediatamente una acción ofensiva brillantemente ejecutada como la llamada Campaña Admirable. Espíritu que mantuvo hasta la completa erradicación del imperio español de Nuestra América y que lo llevó a idear la liberación de Cuba y Puerto Rico.

A partir de los años 60 y 70, se inició un proceso de dispersión que a lo largo de cuarenta años, hasta la llegada de Hugo Chávez al poder, no pudo mostrar ni una sola victoria de significación, en el sentido de romper con el sistema de "conciliación política" establecido desde los días de Rómulo Betancourt y que Fabricio Ojeda definiera con toda propiedad como "la revolución permitida", algo así como la idea del Gatopardo.

¿Qué consecuencias tuvo todo este proceso en la izquierda venezolana?

Las concepciones y conductas políticas de la izquierda estuvieron marcadas por dos signos opuestos: la mayor parte termina adoptando la vía puramente parlamentaria, mientras que una minoría seguiría ratificando la vía armada. Por eso las luchas de masas estuvieron signadas en casi cuatro décadas por su carácter espontáneo, a merced de las manipulaciones y la represión de la casta dirigente.

La izquierda que abandonó la lucha armada e intentó la vía parlamentaria, no pudo identificarse con las luchas populares que apuntaban más allá del estrecho margen de la legalidad burguesa y a duras penas logró pequeños éxitos en su competencia con los partidos oligárquicos establecidos. La única experiencia que, por un corto período se mostró como una posibilidad de cambio, la representó la formación del Movimiento Matanceros, nutrida principalmente por los trabajadores de la industria del acero y del aluminio en el estado Bolívar, bajo la inspiración de Alfredo Maneiro del cual surgiera posteriormente La Causa R.13 Esa experiencia fue un soplo de aire fresco en la asfixiante atmósfera que caracterizaba el ambiente político venezolano.

Este movimiento alcanzó una pujanza tal que Andrés Velásquez, un obrero siderúrgico erigido en candidato presidencial, triunfó durante las elecciones de 1993. Una vez más, las hábiles maniobras de los sectores dirigentes se las arreglaron para bajarlo al tercer lugar mediante una no tan diestra manipulación de los resultados, burlando lo que, sin duda alguna, fue una victoria motivada en grado decisivo, tanto por la explosión popular de febrero de 1989 como, principalmente, por la acción insurreccional que encabezara el Comandante Hugo Chávez en febrero de 1992. Las posiciones conciliadoras de un sector dominante en la dirección de La Causa R crearon las condiciones para que aquello ocurriera sin que se levantara, al menos, un poderoso movimiento de protesta nacional que pusiera al descubierto la burla descarada a la voluntad popular expresada en esas elecciones. Yo fui testigo presencial, al llegar cuando ya había terminado una reunión en la cual estaban Andrés Velásquez, Lucas Matheus, Ramón Escovar Salom y Andrés Sosa Pietri. David Paravisini, quien había estado en la reunión, se estaba retirando después de darle un puntapié a una silla, indignado por lo que acababa de ocurrir: la aceptación del triunfo de Rafael Caldera, cuando los datos en manos de La Causa R indicaban lo contrario, la victoria de Andrés Velásquez. Lo que ha ocurrido posteriormente con esa organización es historia triste y bien conocida. Hoy aparece estrechamente aliada con los sectores más reaccionarios y proimperialistas del país y del continente. Nada menos que eso.

Antes de que se me olvide
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