CAPÍTULO XI
- ¡Cáscaras! -exclamó Jallora-. ¡Se ha desmayado!
Kadith, en la habitación externa del weyr, bramó. Moreta saltó de la silla para tranquilizar al asustado dragón mientras la oficiala curadora examinaba al mal dispuesto donante.
¿Qué ha pasado?, preguntó Orlith preocupada por lo que ocurría en su weyr.
- Sh'gall ha reaccionado mal -replicó Moreta, sabiendo muy bien que Leri tendría la instantánea información de Holth y conocería la realidad de los hechos-. ¡Tranquiliza a Kadith!
- Normalmente se desmayan los más corpulentos -estaba diciendo Jallora mientras Moreta volvía a sentarse-. No corre peligro alguno. Aunque necesitamos mucha sangre para preparar suero, yo no le expondría a ningún riesgo.
- Ni por un momento he pensado que hicieras eso, Jallora -replicó Moreta conteniendo la risa.
La oficiala había interrumpido una conversación entre Moreta y Sh'gall en la que el Caudillo se mostraba resuelto a encontrar fallos en todas las medidas tomadas por el Weyr desde el principio de la plaga. Sh'gall pasaba por alto totalmente el hecho de que Moreta no había tomado decisión alguna, ya que acababa de reponerse.
- Y esta clase de hombres tampoco son buenos enfermos -prosiguió Jallora sin darle más importancia al asunto, aunque su atención estaba centrada en la sangre que gota a gota caía en un recipiente de vidrio.
- ¿Irá a Ruatha su sangre?
- Casi toda, en cuanto el resto de vuestros cabalgadores estén vacunados. -Al ver que Moreta señalaba a Sh'gall a modo de advertencia, la oficiala agregó diplomáticamente-: Lo entiendo perfectamente, te lo aseguro. El ya ha salido de esto. ¡Listo! No extraeré más, aunque podría donar más sin ningún problema.
Jallora puso un pequeño tapón sobre la aguja de espino, sacó ésta e indicó a Moreta que siguiera apretando mientras ella se ocupaba del aparato.
- Recuperará el conocimiento en seguida. -Jallora recogió la bandeja y tapó cuidadosamente el recipiente-. F'durill me dijo que tú reparaste el ala de Dilenth. Excelente trabajo.
- El ala está sanando, ¿verdad? -Que otra curadora reconociera sus logros era grato para Moreta.
- Afortunadamente, también están bien F'durill y ese joven tan agradable, A'dan. Es la primera vez que visito un Weyr. Y… ¿sabes otra cosa? Nunca pensé que los dragones sufrieran tanto con las Hebras.
- Desgraciadamente no son invulnerables.
- ¡Podemos agradecer a nuestra buena estrella que ellos no contrajeran esta influencia viral!
En ese momento Sh'gall gimió. Jallora se apresuró a recoger el resto de sus instrumentos.
- ¡Ahí lo tenemos! ¿Ya de vuelta, Caudillo? -Jallora cogió de la mesa el vaso de anaranjado líquido y, tras arreglar los almohadones detrás de la espalda de Sh'gall con su mano desocupada, le llevó el vaso a los labios- Beba esto y se encontrará muy bien.
- No creo que haya sido prudente por su parte extraerme… -El Caudillo estaba malhumorado y cogió el vaso con brusquedad.
- Los cabalgadores de Fort la necesitan, Caudillo. Hay que vacunarlos a todos, compréndalo, para asegurar que ninguno sufra lo que usted acaba de pasar.
La oficiala adoptaba el tono justamente indicado al hablar con Sh'gall. Moreta se consideró muy aliviada cuando Sh'gall consintió que Jallora saliera discretamente.
- ¡No creo que ella haya hecho lo correcto! -repitió el Caudillo en cuanto estuvo seguro de que Jallora no podía oírle.
- Jallora extrajo mi sangre. -Moreta se levantó la manga para mostrar la minúscula herida en el ángulo del codo. Sh'gall apartó los ojos-. Tenemos ciento ochenta y dos cabalgadores inútiles, enfermos o incapacitados.
- ¿Por qué no nos visitó Capiam en lugar de esa… mujer?
- Jallora es una oficiala experta. Estaba preparando su examen de maestría cuando se inició la plaga. Capiam acaba de levantarse de la cama y tiene un continente entero del que preocuparse.
- No puedo creer que Leri desconociera mi preferencia por P'nine como Caudillo. -Sh'gall prosiguió sus quejas como si Jallora no hubiera interrumpido la anterior conversación.
- Leri tomó decisiones correctas basándose en su experiencia como Dama del Weyr. Te ruego que recuerdes que ella lo fue antes de que tú o yo hubiéramos sido Impresionados.
- Entonces ¿por qué me dice Kadith que T'ral sale hoy hacia Tillek con dos escuadrillas? -preguntó Sh'gall, enojado-. ¡T'ral es subjefe de escuadrilla!
- Con la excepción de las Altas Extensiones, todos los Weyrs están dirigidos por subjefes de escuadrilla en este momento. Cuanto más pronto recobres el mando, tanto más contentos estarán los Weyrs.
Ese comentario sorprendió a Sh'gall, pero el Caudillo no demostró estar complacido.
- He estado enfermo. Muy enfermo.
- Lo comprendo. -Moreta trató de no parecer satírica-. Créeme, te sentirás mucho mejor por la tarde.
- Yo no sé si ese… -La voz de Sh'gall se apagó.
- ¡Yo sí! Yo también he pasado por lo mismo, no lo olvides.
Sh'gall le dedicó una mirada fulminante, pero Moreta no podía darse por enterada. Había que quitar de la espalda de S'ligar parte de la carga de las continuas Caídas. Sh'gall era un Caudillo rematadamente bueno y se precisaba desesperadamente de su habilidad.
- Nerat se ocupa de Tillek -prosiguió Moreta-. Vas a tener suerte: ellos pueden preparar unidades de tierra.
- No creí a Kadith cuando me dijo que no había unidades de tierra. ¿Es que la gente de los fuertes no comprende que…?
- La gente de los fuertes comprende lo que supone esta epidemia con mucha más exactitud que nosotros, Sh'gall. Habla un momento con K'lon. El te dirá unas cuantas verdades muy desagradables. -Moreta se levantó-. Tengo mucho que hacer. Jallora ha dicho que debes descansar hoy. Mañana podrás levantarte. Kadith me llamará, por supuesto, si necesitas algo.
- No necesito nada de ti. -Sh'gall se volvió de espalda y se subió hasta las orejas las pieles con que se tapaba.
Moreta estaba muy deseosa de dejarlo a solas con su malhumorada convalecencia. Esperaba sinceramente que Sh'gall volviera a dirigir el Weyr pasados tres días, en vez de obsesionarse con sus caprichosas quejas. Gobernar los Weyrs unidos era una tentación muy fuerte para un hombre dotado del ansia de poder que tenía Sh'gall. Moreta se esforzó en considerarle de modo más caritativo él estaba asustado por la devastación causada por la epidemia e intentaba dejar a un lado, las impresionantes pérdidas preocupándose, en cambio, por los insignificantes detalles que podía resolver y entender, como por ejemplo quién iba a salir para la Caída, desde dónde, cómo…
Moreta bajó los escalones que llevaban al weyr de Leri a un paso bastante rápido, un ejercicio que no la cansó tanto como el día anterior. Iba a preparar a Holth ya que no podía convencer a Leri de que no volara en la escuadrilla de reinas, a pesar de que la anciana se encontraba muy cansada. Luego destilaría y prepararía medicamentos en el almacén del Weyr, peligrosamente vacío. Moreta sabía que K'lon lo había saqueado, pero no había tenido corazón para oponerse.
- Se ha desmayado, ¿verdad? -gritó Leri con malicioso júbilo-. Y no está satisfecho con las decisiones que he tomado durante su enfermedad, ¿eh?
- Holth ha estado otra vez escuchando…
- No le hace falta. No encuentro otra razón para el arrebol que muestran tus mejillas. ¡Ja!
- También tengo problemas para lograr que tú atiendas a razones. -Moreta hablaba con más acritud de la que pretendía y notó nuevamente el sonrojo de sus mejillas-. Sabes que estás excediéndote de tus fuerzas…
Leri agitó la mano.
- No renunciaré al placer de volar en la escuadrilla de reinas. No mientras sea capaz. ¡Y hoy soy tan capaz como no lo había sido desde hace Revoluciones! -Bebió un poco de vino.
- ¿Sí? -Moreta miró significativamente el vaso.
- No probaré más zumo de fellis hasta que tú me lo prepares, mi querida Moreta -le dijo Leri con melosa sonrisa.
- K'lon dice que sabe dónde conseguir fruta seca.
- Hummm. -Ambas mujeres sabían que casi todos los suministros de K'lon debían proceder de un reducto que ya no precisaba tales medicamentos-. Ah, bueno. -Leri alzó el vaso en silencioso homenaje.
Moreta se dirigió al estante de los arneses. Las lágrimas volvían a producirle picor en los ojos. Debía olvidarse del desierto reducto de su familia. Los recuerdos de aquel lugar, destellando bajo el sol estival, los niños que jugaban en el gran prado delante del Fuerte, viejos y viejas que tomaban el sol a lo largo de las pétreas paredes… todos esos recuerdos se mezclaban con los de una morada vacía y sin vida. Serpientes y wherries salvajes debían…
- ¿Moreta? -La voz de Leri era suave y apacible-. Moreta, Holth dice que acaba de llegar K'lon -añadió en tono más animado, el mismo de Orlith cuando comunicó a su cabalgadora idéntica noticia.
- A veces pienso que tengo más de dos orejas y una cabeza.
Yo no tengo orejas, observó Orlith.
K'lon entró rápidamente en el weyr, rebosante de energía y buen humor. A Moreta le sorprendió de pronto cálido el color castaño de la cara del cabalgador. Luego mientras K'lon se quitaba el casco de vuelo, Moreta notó que tenía el cabello más claro.
- Nerat tiene zumo de fellis de sobra, Moreta -anunció alegremente, sacándose de la espalda el abultado zurrón-. Y Lemos dice que tiene aconitina y salicina.
- ¿Y cómo estaba A'murry cuando pasaste por Igen? -Sonrió cordialmente para indicar que no desaprobaba el breve desvío.
- Está muy, muy mejorado. -K'lon irradiaba alivio-. Naturalmente continúa débil, pero toma el sol durante todo el día, cosa que le va bien para el pecho, y vuelve a tener apetito.
- Tú has tomado mucho el sol en compañía de A'murry, ¿eh?, K'lon? -preguntó Leri.
Moreta le lanzó una rápida mirada, porque la voz de la anciana era sospechosamente suave.
- Cuando he tenido tiempo -respondió el cabalgador con un ligero tartamudeo. Estaba manoseando nerviosamente el zurrón.
- Quieres decir -Moreta había llegado finalmente a la misma conclusión que Leri- ¡que has viajado en el tiempo para estar con A'murry!
- Cuando pienso en los esfuerzos que he hecho…
Rogeth berreó afuera del weyr.
- Nadie te culpa, K'lon -dijo rápidamente Leri. Holth canturreó para tranquilizar al jinete, con los ojos inquietos y muy azules-. Pero, mi querido muchacho, has corrido un riesgo terrible programando esos viajes. Podías haberte topado contigo mismo, con tantas idas y venidas…
- Pero no es así. ¡He tenido mucho cuidado! -El tono de K'lon reflejaba desafío y temor.
- ¿De cuántas horas exactamente han sido tus jornadas? -Leri hablaba con gran comprensión y compasión, incluso con un indicio de diversión.
- No lo sé. ¡Nunca cuento las horas! -K'lon alzó el mentón, rebelde-. No podía hacer otra cosa, tenéis que comprenderlo: realizar mi trabajo y disponer de tiempo para estar con A'murry. Le prometí que iría a Igen todas las tardes, a primera hora, aunque tuviera muchas cosas que hacer. Tenía que cumplir mi promesa. Y me sentía obligado a prestar al Maestro Capiam la colaboración que él precisaba…
- Créenos, K'lon -dijo Moreta cuando el cabalgador la miró con aire suplicante-, te estamos profundamente agradecidas por tu valor y dedicación en la última semana. Pero programar esas maniobras es un asunto muy delicado.
- Y algo que nuestro Maestro de Werylings no mencionó jamás -replicó K'lon con cierto nerviosismo.
- La información se da únicamente a los bronces y a las reinas, K'lon. Supongo que lo has descubierto por casualidad.
- Sí, puede decirse que sí. -La expresión de K'lon reflejaba su sorpresa-. Iba a llegar tarde. Sabía que A'murry estaría preocupado. Pensé en él, que debía estar esperándome, nervioso al ver que yo no llegaba puntual, y cuando me di cuenta… ¡ya lo había hecho!
- Un pequeño susto, ¿no? -Había una sonrisa en la redondeada y astuta cara de Leri.
K'lon le devolvió la sonrisa.
- Yo no estaba seguro de cómo lo había conseguido.
- Así que seguiste practicando al día siguiente.
K'lon asintió, imperceptiblemente más tranquilo al ver que las Damas de Weyr aceptaban, o así lo parecía, su hazaña con buen humor.
- Me presento al Maestro Capiam por la mañana y él me indica el horario. Estoy en Igen después del mediodía y voy a otros lugares de Pern por la mañana y por la tarde. Tengo mucho cuidado. -Su sonrisa reflejaba puro deleite.
- Tendrás más cuidado a partir de ahora -dijo Leri con voz austera y tono amenazador-. A'murry ha mejorado, eso nos has dicho. Pero tú no puedes seguir comprometiéndote a estar en dos sitios a la misma hora. Por lo tanto, en lugar de salir hoy para la Caída pasarás esta tarde, y sólo esta, con tu amigo. A partir de ahora te conformarás con el número normal de horas que tiene un día. Holth será tu supervisor. Y nosotras nos preocuparemos de que el Maestro Capiam disponga un horario que te permita pasar frecuentemente por Igen.
- Pero… pero…
- Un simple error, K'lon -Leri le señaló con el dedo índice, extrañamente retorcido por la enfermedad de sus articulaciones, agitándolo ante el cabalgador para dar horrenda fuerza a sus palabras-, y ten en cuenta que estás demasiado cansado para comprender los riesgos que corres… un simple error y privarás a A'murry de tu compañía para siempre. No sólo durante una tarde.
Leri hizo una pausa para juzgar el efecto de su advertencia. El cabalgador bajó los ojos. Holth berreó en tono amonestador y Rogeth respondió, sorprendido. K'lon miró a Leri, con los ojos muy abiertos de asombro.
- Oh, sí, podemos hacerlo, ¿sabes?, cuando se trata de un asunto disciplinario. Creo que para ti será preferible Holth a Sh'gall y Kadith por lo que respecta a esta infracción.
K'lon lanzó una mirada de súplica a Moreta, que movió la cabeza en lenta negativa. El cabalgador parecía desamparado, era muy distinto del hombre enérgico y confiado que había entrado en el weyr. Pero era preciso restringir sus actos.
- Me necesitarán esta tarde en la Caída -dijo por fin en voz baja e insegura-. ¿Cómo voy a explicárselo a A'murry? Apenas podemos organizar dos escuadrillas tal y como están las cosas, e Ista sólo puede disponer de una escuadrilla y diez relevos.
- Debes explicar a A'murry que nos preocupa mucho tu ritmo de trabajo. Que consideramos más sensato que descanses esta tarde porque con tantas ocupaciones tu criterio podría no ser claro en la Caída… ¡y no podemos perderte!
- K'lon, también nosotros te necesitamos -añadió Moreta.
- De hecho, el Taller del Curador y el Weyr están profundamente endeudados contigo -dijo Leri con voz y tono nuevamente amables-. Vete ahora, y manda a ese bribón, M'barak, a cualquier otro encargo que Capiam haya programado para ti. Y nunca, K'lon, nunca digas a nadie, en especial a A'murry, que los dragones pueden hacer pequeños retrocesos y avances en el tiempo.
Los ojos de Holth brillaban con un matiz rojo mientras extendía su cuello hacia K'lon. El cabalgador irguió el cuerpo, asustado por el fiero aspecto del dragón.
- Sí, Leri.
- ¿Y? -Leri señaló a Moreta.
- ¡Sí, Moreta!
- Nunca más hablarás de esto. Saluda a A'murry de nuestra parte. -Leri era toda afabilidad-. Si aquí no hiciera este maldito frío, te sugeriría que los trasladaras, a él y a Granth, ¡pero supongo que él está mejor tomando el sol en Igen!
El escarmentado cabalgador salió del weyr con paso pesado. Las dos mujeres oyeron los gorjeos de Rogeth.
- Va a hacerse el mártir durante un rato -dijo Leri, suspirando.
- Mejor eso que no un mártir definitivo.
Leri rió entre dientes.
- He pasado un rato malísimo para mantener la postura apropiada, Moreta. K'lon ha sido muy listo programando esos viajes, debo reconocerlo. Si no hubiera adquirido ese sospechoso bronceado y el pelo no se le hubiese aclarado, nunca lo habríamos sabido.
- ¡K'lon mostraba demasiada energía! ¡Eso es francamente desconsiderado teniendo en cuenta lo agotada que estoy yo! ¿Podrá vigilarle Holth?
- Mientras K'lon piense que sí, lo demás no importa. Tú controlarás a Rogeth de vez en cuando, ¿eh, inteligente cariño mío? -Leri golpeó afectuosamente a su reina-. Bien, si preparas a Holth, Moreta, estaremos listas para la Caída.
Moreta contempló a su amiga largo rato hasta que Leri alzó los hombros, impaciente.
- ¡Ah, hierve el fellis! -Y Leri se levantó trabajosamente del lecho de piedra.
Mientras enjaezaba a la vieja reina, Moreta se preguntó, de modo muy íntimo, si Orlith podría imponer alguna restricción a Holth para evitar el martirio de la pareja.
No.
Moreta pestañeó, sorprendida porque había ocultado con sumo cuidado su preocupación. Y no sabía qué dragón había hablado, Orlith o Holth. Después se concentró en la correcta colocación de las correas de combate. En cuanto Leri estuvo dispuesta, Moreta acompañó al saliente a reina y cabalgadora y contempló como se incorporaban a las dos escuadrillas, la contribución de Fort a la protección de Pern contra la Caída. La berreante despedida de los dragones que no podían moverse del Weyr, mientras las escuadrillas entraban en el inter, fue una curiosa, devota mezcla de nostalgia, desafío y ánimo. Ver tan pocos dragones en el Borde le indicó a Moreta que el Weyr era vulnerable, igual que todos los Weyrs… igual que Pern. Era muy duro pensar en el reducto de su familia, desierto, vaciado por la pandemia en cuestión de días. Ella sabía, aunque era incapaz de asimilar el hecho, que su pérdida personal se duplicaba en Igen, Ista, Telgar y Keroon… y en Ruatha. ¡Aquella maravillosa Fiesta! ¡Seguida de inmediato por un desastre de tal magnitud!
Moreta dio la espalda con decisión al helado cielo azul y se dedicó a pelar frutas de fellis para preparar el zumo. Sus manos no temblaban tanto como el día anterior; y se alegró de ello, porque el cuchillo estaba bien afilado y la dura piel era difícil de quitar. Mientras dejaba a hervir la gruesa pulpa, Moreta hizo un inventario de provisiones, asombrada de que unas reservas que había considerado amplias hacía sólo seis días hubieran quedado reducidas a unos cuantos sacos de esto o aquello. Con todos los cabalgadores vacunados, el Weyr no precisaba de grandes cantidades de febrífugos, estimulantes y remedios para la tos. Y esto era algo bueno, porque en aquella estación del año hubiera sido imposible aprovisionarse.
- ¿Dónde está K'lon? -preguntó a Orlith.
En Igen.
- ¿Cómo se encuentra Sh'gall? -preguntó Moreta llevada por el sentido del deber.
Duerme profundamente. Y Kadith dice que ha comido bien. Está reponiéndose.
A Moreta le divirtió la indiferencia del tono de Orlith… El dragón no se preocupaba, ni tampoco ella, y eso le parecía muy bien. Cuando Orlith hiciera su próximo vuelo de apareamiento…
¡VIENE HOLTH! ¡Valga y Tamianth están gravemente heridos!
Moreta se entretuvo un momento para quitar del hornillo el humeante zumo de fellis. Después se apresuró. Holth emergió sobre las Rocas Estelares y descendió en línea recta hacia su saliente. Moreta subió corriendo las escaleras. Con una agilidad que Moreta no podía ni imaginar, Leri saltó de su dragón y se deshizo del engorroso tanque de hachenotrés, de tal modo que el recipiente resonó huecamente al topar con piedra y rodó hasta chocar con la pared.
- Tamianth tiene una herida terrible, Moreta -dijo Leri, pálida a causa del susto y el nerviosismo-. Los curadores pueden ocuparse de la pierna de Falga, pero el ala de Tamianth… -Las lágrimas formaban surcos en el polvo que cubría la cara de Leri después del vuelo-. Toma. ¡Usa mi chaqueta! Mi casco te sentará bien, y las gafas. ¡Oh, vete!
- ¡Orlith no puede volar! -Moreta experimentó angustia. Percibía la inquietud de Leri a través de Holth.
- ¡Orlith no, pero Holth sí! -Leri estaba metiendo la manga de su chaqueta en el extendido brazo de Moreta-. Tú puedes ser más útil a Falga y a Tamianth que cualquier otra persona. ¡Debes ir! A Holth no le importa, y tampoco a Orlith. ¡Es un caso urgente!
Ambos dragones reina estaban agitados. Orlith se dirigió a su saliente para berrear y aullar, con el cuello extendido hacia su cabalgadora, Leri y Holth. Moreta se puso la chaqueta. Puesto que ella era mucho más alta que Leri, la prenda no le llegaba a la cintura, y tuvo que atarse el cinto de la anciana en el último agujero. Moreta se puso el casco y las gafas y saltó a la silla antes de poder reconsiderar la situación.
¡Perdóname, Orlith!, gritó, saludando con la mano a su reina.
¿Qué debo perdonarte?
- ¡Moveos! -gritó Leri.
Holth saltó, casi con la misma torpeza que la ovada Orlith. Moreta experimentó confusión, vinculada como había estado durante tantas Revoluciones a una mente de dragón concreta. ¿Cómo demonios iba a entender a Holth? Y en aquel momento tenía que hacerlo. Holth estaba allí, con ella, y Moreta percibió la protección de Orlith. ¿Celos? No, ella no captaba nada negativo en la mente de su dragón, sólo la preocupación de que Moreta no supiera entenderse con su amiga Holth. La reina de Leri ya estaba en el aire, y la primera relación íntima que Moreta tuvo con la vieja Holth se basó en el cansancio y la urgencia de ayudar a Tamianth.
Despacio y con calma lo conseguiremos, dijo Moreta a Holth dándole el máximo ánimo y comprensión de que era capaz.
El dragón vigilante las saludó, transmitiendo sus mejores deseos a Holth y a Leri. Como el dragón centinela era un weyrling verde, confundir a la cabalgadora de Holth era perdonable, pero el detalle se fijó en la mente de Moreta mientras la reina, valerosamente, ascendía, poco a poco, venciendo las violentas ráfagas de viento.
Moreta imaginó el característico borde del Weyr de las Altas Extensiones, un peine mellado con siete desiguales cimas.
Sé adonde vamos. Confía en mí, dijo el dragón.
Confío en ti, Holth, replicó Moreta, sabedora de que la experiencia de Holth era muy superior a la de Orlith pese al vigor de la reina más joven. Vamos a las Altas Extensiones.
En lugar de su acostumbrada letanía sobre el inter, Moreta trató de analizar la diferencia entre los dos dragones reina. La voz mental de Holth era vieja y cansina, aunque firme, rica y profunda, muchas capas más densa que la de Orlith. También ésta quizá, cuando alcanzara la magnífica edad que Holth disfrutaba, tendría su profunda sensibilidad.
Inmediatamente se encontraron en el ambiente más cálido de las Altas Extensiones, y Holth planeó sobre las melladas agujas y descendió velozmente hacia la izquierda, hacia un montículo, de modo que Moreta vio claramente el terreno y los dragones heridos que allí había. La Dama de Fort parpadeó al ver los grupitos que atendían a los heridos. Tamianth gozaba de la ayuda de casi todos los asistentes. Mientras Holth proseguía el descenso, Moreta vio que Tamianth había perdido el borde anterior de las tres partes de su ala. Y la reina tenía graves heridas en el costado izquierdo.
¿Cómo ha sucedido? Moreta estaba consternada.
Una posición de cruzado y muchas cosas que hacer. Tamianth quiso ayudar a las escuadrillas, dijo Holth. El eco de la tristeza brotó en el interior de Moreta mientras Holth introducía el incidente en sus pensamientos. Tamianth había ascendido oblicuamente para que Falga pudiera hacer uso del lanzallamas, pero la reina se encontró en una corriente ascendente antes de poder corregir su posición. Un gran conglomerado de Hebras la alcanzó el ala y el costado. Y la pierna de Falga.
Holth no podía virar pivotando sobre la punta de un ala como Orlith, pero la vieja reina realizó un muy preciso descenso y planeó hasta detenerse a un ala de distancia de la herida Tamianth.
¿Puedes ayudarme a mitigar su dolor, Holth?, preguntó Moreta mientras se apresuraba deslizarse fuera del dragón. Había que enmudecer los aullidos del dragón herido.
Orlith nos acompaña, dijo Holth con gran dignidad; sus ojos ardían con un brillante y chispeante tono amarillo.
Falga estaba a un lado tendida en una camilla, con la cara vuelta hacia su reina, pero apenas consciente. Dos curadores estaban envolviéndole la pierna con vendajes empapados en hierbatonta.
Tamianth, dijo Moreta, corriendo hacia el costado herido del dragón y esperando que éste la oyera y prestara atención. ¡Soy Moreta, vengo a curarte!
Tamianth estaba agitando la cabeza y las patas delanteras, movimientos que dificultaban el esfuerzo de la gente que intentaba aplicar hierbatonta a los huesos del ala. Moreta notó con una rápida ojeada que se había logrado untar la profunda herida del costado de la que fluía icor. EI ala era la causante de la agonía del dragón.
- ¡Sujetadlo! -gritó Moreta con toda la potencia de su voz y de su mente.
Los otros dragones heridos y el dragón vigilante berrearon en respuesta. Holth se levantó sobre las patas traseras, bramando y con las alas extendidas. De los weyrs salieron dragones de las Altas Extensiones cuyos cabalgadores estaban demasiado enfermos para hacer frente a la Caída. Y de pronto Tamianth se encontró inmovilizada por las voluntades unidas de los dragones que la rodeaban.
- ¡Seguid! -instó Moreta a la gente de los weyrs que observa atontada, perpleja-. Poned hierbatonta. ¡Deprisa!
Cogió una paleta y un cubo del suelo y, mientras trabajaba velozmente, valoró la gravedad de la herida. Tenía cierto parecido con la de Dilenth. Este había perdido parte del borde anterior y sufrido lesiones en huesos y articulaciones, pero Tamianth había perdido más membrana. La reina tendría que estar mucho tiempo sin volar.
- ¿Podemos hacer algo para ayudar al dragón?
Había hablado un hombrecillo de ojos brillantes dotado de un mentón notable y una nariz prominente. Estaba junto a Moreta. Otro hombre, no mucho más alto, tenía la frente arrugada por la preocupación en lo que parecía ser un gesto permanente y se había colocado al lado del primero. Ambos lucían el color púrpura del Taller del Curador y las hombreras de oficiales. Moreta echó un vistazo a la camilla de Falga.
- Ella ha perdido el conocimiento y tiene la herida vendada. No podemos hacer nada más, de momento. Necesito aceite, cañas, gasa fina, agujas, hilo…
- Yo no soy de este Weyr -dijo el hombre de ojos brillantes y miró al más alto, que inclinó la cabeza ante Moreta y salió corriendo hacia el bajo edificio de piedra que era la vivienda principal de las Altas Extensiones- Me llamo Pressen, Dama de Weyr.
- Siga poniendo hierbatonta, Pressen. Por todos lo huesos. Quiero que estén bien impregnados, en especial las articulaciones. Igual que haría con cualquier herida de Hebra de un hombre. Y además otra gruesa capa en la herida del cuerpo. No quiero que el dragón pierda mucho icor.
Una anciana llegó de repente cargada con una cesta de hierbarroja, con tres niños detrás a los que pidió a gritos que trajeran el aceite y que no tardaran. Dos cabalgadores, ambos con heridas vendadas, se acercaron a Moreta; sus dragones, un azul y un pardo también heridos se acomodaron en el rocoso suelo moviendo los ojos sin cesar, inquietos por Tamianth.
De pronto Moreta tenía más ayuda de la que podía usar con eficacia, de modo que mandó a los cabalgador a ayudar al otro curador en la búsqueda del material preciso y a los niños a buscar una mesa donde ella pudiera subirse. La anciana le informó de que los curadores del Weyr habían muerto y que los dos nuevos eran voluntariosos pero no tenían la menor idea sobre dragones. A ella le gustaba ayudar, aunque sus manos tenían «un temblor».
Moreta le ordenó que buscara gasa: era lo más urgente. Mientras Moreta completaba los preparativos para reparar el ala, el violento dolor de Tamianth se había reducido a un vibrante dolor (según decían Holth-Orlith). El ala del dragón era mucho más voluminosa que la de Dilenth y había escasos fragmentos de membrana. Los dos cabalgadores fueron de gran ayuda para componer los trozos sobre la gasa.
- Nunca habría pensado en usar gasa -murmuró Pressen, fascinado por la reconstrucción.
El oficial curador ayudó a Moreta en las puntadas más delicadas, ya que sus pequeñas manos eran sumamente hábiles. Nattal, la anciana Ama de las Altas Extensiones, obligó a Moreta a hacer un alto para tomar un tazón de caldo; afirmó saber que la Dama de Fort acababa de sanar y que las Altas Extensiones tendrían mala fama si Moreta se desmayaba allí. Y además, ¿qué pasaría entonces con Tamianth? Moreta no tardó en comprender que el caldo contenía un ingrediente estimulante, porque cuando reanudó la delicada reparación lo hizo con renovada concentración y precisión.
Sin embargo Moreta temblaba de fatiga cuando terminó.
Debemos regresar, le dijo Holth en tono que no admitía réplica.
Moreta estaba más que ansiosa de volver, aunque extrañamente inquieta a causa de un motivo indefinido. Miró a Falga, sin conocimiento o dormida bajo las pieles de la camilla. Muy preocupada, Moreta observó el rocoso Cuenco y vio a los demás dragones heridos.
- Está muy pálida, Moreta -dijo Pressen, tocando suavemente el brazo de la Dama con su mano manchada de rojo-. Estoy convencido de que podemos ocuparnos de los demás heridos. Esto ha sido… ¡un ala entera! Su trabajo ha sido inspirador.
- Gracias. Mantenga los huesos saturados de hierbatonta. En cuanto las articulaciones produzcan icor, el líquido cubrirá las heridas y se iniciará el proceso curativo.
- Nunca había pensado que los dragones sufren heridas de Hebra -dijo Pressen, con respetuoso gesto mientras desviaba la mirada hacia los dragones de los salientes y los siete pináculos.
¡Vamos! ¡Monta! El tono de Holth era más urgente, y no había en su voz ningún rasgo de Orlith.
- Debo irme.
Moreta montó a lomos de Holth, reparando vagamente en que la reina de Leri era más delgada que Orlith y tenía un lomo menos largo que alto. O quizá era la forma en que Holth se encogía a medias…
Mientras la vieja reina se preparaba, Moreta reprimió el temor de que el dragón estuviera demasiado cansado para emprender erguido el vuelo. Sus patas traseras… La cabeza de Moreta sufrió un brusco tirón hacia atrás cuando Holth dio un potente brinco. La Dama de Fort deseó fervientemente que la reina no hubiera descubierto sus secretas dudas. Para ocultar su embarazo, Moreta imaginó las Rocas Estelares del Weyr de Fort, el mayor de esa clase de monumentos, y el pico que sobresalía más allá de las Rocas.
¡Por favor, vamos a Fort, Holth!
Holth obedeció sin salir del límite del Weyr de la Altas Extensiones. Durante el horrible instante de frío inter, Moreta notó el picor de sus manos dentro de los guantes. Tenía que habérselas lavado en aceite otra vez. Siempre se hacía cortecitos y arañazos de aguja durante las reparaciones. El weryling verde las saludó cuando volvieron, berreando en tono inesperadamente gozoso.
Holth planeó hasta su saliente. Le sobra una pizca de velocidad, pensó Moreta, agarrándose para el aterrizaje.
Te necesitan, dijo Holth mientras Moreta soltaba las correas y saltaba.
- Te quitaré las guarniciones…
¡Te necesito ahora mismo! La voz de Orlith era petulante. ¡Te estaba esperando!
- Claro que sí, cariño, y has sido muy generosa dejándome ir…
Leri dice que no debes perder ni un segundo, añadió Holth. Las facetas de sus ojos giraban con más velocidad.
- ¿Le pasa algo a Orlith?
Moreta bajó los escalones de piedra tan deprisa como pudo, con el corazón latiéndole fuertemente. Dobló a la carrera la esquina de su weyr, dándose un golpe en el hombro al topar con el canto de la pared.
Orlith tenía la cabeza ladeada, atenta al primer vislumbre posible de su cabalgadora. Cuando Moreta entró bruscamente, el dragón berreó sin cesar.
Al echarle los brazos al cuello a la reina, Moreta vio que Leri estaba cerca, envuelta en las pieles de dormir, con aire excesivamente complacido.
- Nos las hemos apañado bastante bien -explicó Leri entre las efusiones de Orlith-, pero cuanto antes la lleves al Local de la Puesta, tanto mejor. No creo que tu reina hubiera aguantado mucho más, pero tu presencia era muy necesaria en las Altas Extensiones, ¿no es cierto?
Entre excusas y palabras de ánimo a su dragón, Moreta asintió.
- Nadie se enteró de que estabas fuera -dijo Leri-, pero dudo que yo hubiera soportado la misión de llevar a Orlith al Local de Puesta.
Debo ir, de verdad, dijo quejumbrosamente Orlith.