CAPÍTULO X

X Weyr de Fort y Fuerte de Ruatha, Pasada Presente,3.16.43

Al despertar, Moreta notó en su mente la gozosa presencia de Orlith.

Estás mejor. ¡Lo peor ha pasado!

- ¿Estoy mejor? -Le inquietó el temblor de su voz, un residuo demasiado claro de la terrible lasitud que la había enervado el día anterior.

Estás muy mejorada. Hoy te vas a fortalecer minuto a minuto.

- ¿Hasta qué punto es eso sólo un deseo, cariño?

Aunque hablaba con su habitual tono despreocupado, Moreta comprendía que Orlith debía estar bien informada. Durante la enfermedad, la reina había estado tan cerca de su pensamiento que parecía que hubiera cambiado de residencia mental. Orlith había compartido todos los momentos desagradables de Moreta, como si por ese acto de compartir el dragón pudiera aminorar los efectos de la enfermedad en su cabalgadora. Ambas, compañeras en tantas cosas, habían alcanzado una nueva cima de conciencia, conciencia de la una en la otra. Orlith había aminorado la intensidad del dolor de cabeza, había suavizado la tensión de la fiebre y había aplacado la dura y agobiante tos. Lo único que se le ocurrió hacer durante el cuarto día de agotamiento físico y mental de Moreta, fue darle ánimos. Pero por entonces el dragón reina tenía pleno derecho a animar y a regocijarse.

¡Holth dice que hay otra buena noticia! El Maestro Capiam tiene un suero que evita la enfermedad.

- ¿La evita? ¿Puede curarla?

En el desarrollo de su mal Moreta no había estado tan inconsciente como para no enterarse del malestar de otros compañeros de Fort… y del fallecimiento de cabalgadores y dragones en otros Weyrs. También estaba enterada que, el día anterior, dos escuadrillas del Weyr de Fort habían salido para hacer frente a la Caída en socorro de Igen; de que el nuevo hijo de Berchar y Tellani había muerto; de que la epidemia había extendido su insidioso dominio en el continente. El momento preciso para que los curadores encontraran un medio específico para dominar el mal.

La plaga tiene nombre. Es una enfermedad antigua.

- ¿Y cómo la llaman?

No lo recuerdo, dijo Orlith en tono de excusa.

Moreta suspiró. Los nombres eran el punto débil de los dragones. Sin embargo Orlith recordaba algunos, pensó Moreta, orgullosa.

Holth pregunta si tienes hambre.

- Mis saludos a nuestro buen Holth y a nuestra graciosa Leri, y creo que tengo hambre -replicó Moreta con cierta sorpresa.

Durante cuatro días pensar en comida le había producido náuseas. Había tenido sed, sí, y una tos dura que desgarraba la garganta… y una debilidad tan intensa que llegó a creer en la imposibilidad de librarse de ella. Entonces fue cuando Orlith estuvo más cerca de su mente. Si hubiese habido espacio suficiente, la reina habría metido su hinchado cuerpo en la habitación de Moreta para estar físicamente cerca.

- ¿Cómo está Sh'gall? -preguntó Moreta. Se había sentido conscientemente enferma en la mañana en que Kadith, lleno de tristeza, despertó a Orlith y a Holth con la noticia de la enfermedad de su cabalgador.

Está débil. No se encuentra bien.

Moreta sonrió. El tono de Orlith estaba teñido de desprecio, como si la reina pensara que su cabalgadora era más fuerte.

- Recuerda, Orlith, que Sh'gall jamás había estado enfermo. Así que, esto debe haber sido un golpe terrible para la estima en que se tiene.

Orlith no respondió.

- ¿Qué noticias hay del Fuerte de Ruatha? Será mejor que me informes -añadió Moreta al notar la resistencia de Orlith.

Leri se acerca. El alivio se hizo patente en el tono de Orlith. Ella lo sabe.

- ¿Viene Leri hacia aquí? -Moreta trató de incorporarse, pero jadeó a consecuencia del mareo producido por su repentino movimiento. Se quedó inmóvil mientras escuchaba el ruido producido por unos pies que se arrastraban y los golpes del bastón de Leri-. Leri, no deberías…

- ¿Por qué no? -Leri proyectó su voz desde la entrada del weyr-. Buenos días, Orlith. Soy una valiente. He vivido mi vida, así que no temo a esta «influencia viral», como la califican los curadores.

Leri apartó la brillante cortina de la puerta y observó alegremente a la mujer joven.

- Ah, vaya… hoy tienes color en la cara.

Una olla tapada y la tirilla de cuero de un frasco oscilaban en su mano izquierda. Otros dos recipientes estallan apretados en su cinto para permitirle usar la mano derecha y el bastón. Cuando Leri entró en la habitación, Moreta reparó en que el modo de andar de la anciana parecía más ágil. Leri puso sus cacharros sobre el baúl situado junto a la cama de Moreta y se dejó caer cerca de los pies de ésta.

- ¡Perfecto! -dijo con gran contento, recogiendo el nudoso bastón-. Sí, te vas a curar.

- Hay algo que huele bien -dijo Moreta, inhalando el aroma de la olla.

- Un puré especial que he preparado. Ordené que me trajeran provisiones y un hornillo para poder ocuparme yo misma de tu alimentación. Nesso enfermó también y no podrá importunarme durante algún tiempo. Gorta la ha sustituido… y con buenos resultados, podría añadir si es que te interesa.

Leri miró astutamente a Moreta mientras servía puré en dos cuencos.

- Me quedaré contigo -prosiguió la anciana- puesto que también debo desayunar, y esto es tan bueno para mí como para ti. A propósito, obligué a comer a Orlith esta mañana para que no se quedara en los cascarones. Se ha comido cuatro cabras y un wherry. ¡Qué hambre tenía! Bueno, no te preocupes ahora. Durante estos días, apenas has tomado nada, y Orlith menos aún. Pero tu reina no se sentía desamparada. Me aprecia mucho, sí, Orlith me conoce muy bien. Al fin y al cabo, ¡salió de un huevo de Holth! Así que ha obedecido y se encuentra mejor. Orlith tenía que comer, Moreta. Su próxima meta es el local de Puesta, y teníamos que aguardar a que tú te recobraras. Ahora ya falta poco.

- Aún es pronto -se apresuró a añadir Moreta-. La puesta no será hasta dentro de cinco o seis días.

- Ha habido un poco de jaleo. No te preocupes. Come. Cuanto antes recobres las fuerzas, tanto mejor.

- Hoy estoy más fuerte. Ayer… -Moreta sonrió tristemente-.¿Cómo te ha ido a ti?

- Muy bien. -Leri reflejaba serena presunción-. Como te decía, ordené que me trajeran un hornillo y provisiones. ¡Yo misma preparé tus pócimas, debes saberlo! Con Orlith atenta a tu respiración y transmitiendo la información a Holth, apuesto a que no habrías estado mejor atendida con el Maestro Capiam junto a tu cama.

- Orlith dice que Capiam ha descubierto un remedio…

- Una vacuna, dice. Pero no dejaré que se haga con tu sangre.

- ¿Y por qué iba a hacer eso? -Moreta estaba atónita. Orlith lanzó un bramido agradeciendo la protección de Leri.

- Extrae sangre de gente que se ha repuesto y prepara un suero para evitar que otros enfermen. Asegura que es un remedio antiguo. ¡No puedo decir que me guste la idea! -La corta y erguida figura de Leri se estremeció-. Prácticamente atacó a K'lon cuando el hombre se presentó para continuar sus viajes. -Leri rió entre dientes y sonrió levemente-. K'lon estaba revoloteando demasiado el inter, haciendo recados del Taller del Curador. He asignado weyrlings para esas tareas. No les gustaba pero… han cumplido bien las órdenes. ¡Ah, han pasado tantas cosas que no sé por dónde empezar!

Tras la locuacidad de Leri, Moreta distinguió preocupación y cansancio. Pero la anciana Dama del Weyr parecía tener poder para superar la crisis.

- ¿Han habido más… muertos en el Weyr? -preguntó Moreta, preparándose para la respuesta.

- ¡No! -Leri hizo un desafiante movimiento de cabeza y por segunda vez sonrió complacida-. ¡No debería haber muerto nadie! La gente no ha usado el talento con ha nacido. ¿Sabes que los verdes y los azules están aterrorizados? Bueno, se aterrorizaban cuando sus cabalgadores estaban enfermos y débiles, en lugar de darles ánimos. En realidad, quizá hay algo de cierto en la teoría de Jallora, que afirma que ambas cosas estaban tan estrechamente relacionadas que llegaban a confundirse. Leri miró al vacío unos instantes, sumida en profundos pensamientos.

- Jallora es la oficiala curadora que mandó el Taller Curador junto con dos aprendices. De este modo estamos informados de la mejoría de los cabalgadores enfermos. Tú has estado muy mal, ¿sabes? Agotada, creo, después de la Fiesta… sin dormir, con tanta excitación, la Caída, curar a Dilenth… El dragón está bien, ¡pero Orlith es tan fuerte y te necesita tanto que no tenías la menor posibilidad de morir! Tú y Orlith como equipo luchador contra la enfermedad disteis el ejemplo -Leri lanzó a Moreta una mirada fingidamente severa- y de ese modo pudimos informar a las demás damas que los dragones reina debían mantener vigilados a los enfermos y no permitir que murieran los cabalgadores. Los Weyrs no tienen el hacinamiento que es causa de tanta preocupación en los Fuertes. Es ridículo que un cabalgador de dragón muera por culpa de esta influencia viral.

- ¿Cuántos enfermos hay, teniendo en cuenta que los Weyrs deben unirse para hacer frente a la Caída?

Leri hizo una mueca.

- ¡Debes ser fuerte! Casi dos terceras partes de todos los Weyrs, excepto el de las Altas Extensiones, están incapacitadas. Entre la plaga y las heridas, nosotros sólo podemos reunir dos escuadrillas para atender la Caída.

- ¿Pero no has dicho que el Maestro Capiam dispone de un remedio?

- Un preventivo. Y aún no tiene la suficiente cantidad -Leri hablaba con preocupación y enfado-. Así que las Damas de Weyr decidieron que los cabalgadores de las Altas Extensiones debían vaqui… vacunarse -el poco conocido término la hizo dudar- puesto que todos debemos velar por S'ligar y Falga. Cuando se prepare más suero, se vacunará a otros Weyrs. Ahora mismo Capiam está quemando los tambores para encontrar más gen repuesta de la influencia viral. Primero los cabalgadores -Leri contó con los dedos-, después los Curadores, luego los Señores de los Fuertes y otros Maestros Artesanos, excepto Tirone, que yo creo, por más que se oponga Tolocamp, que es razonable.

- ¿Tolocamp no ha enfermado?

- Tolocamp no sale de su habitación.

- ¡Tú sabes muy bien lo que sucede para ser una mujer que permanece casi siempre encerrada en su weyr!

Leri rió entre dientes.

- ¡K'lon me informa! Es decir, cuando Capiam no dispone de sus servicios en exclusiva. Por suerte los azules tienen buen apetito y, aunque Capiam sostiene que los dragones, los wherries y los wher vigilantes no pueden contraer la enfermedad, los dragones han hecho bien consumiendo sólo comida procedente de sus weyrs. Por eso K'lon viene con Rogeth para comer. Todos los días.

- Los dragones no comen todos los días.

- Los dragones azules que deben entrar en el inter dos veces por hora, lo hacen. -Leri miró severamente a Moreta-. Recibí una nota de Capiam, casi no he podido entender la letra. Alaba la dedicación de K'lon…

- ¿Y A'murry?

- Mejora. Se ha salvado por poco, pero Holth estuvo constantemente en contacto con Granth en cuanto comprendí que la ayuda de los dragones podía ser vital. L'bol perdió a sus dos hijos y no deja de lamentarse. M'tani está imposible, pero es que ha estado combatiendo a las Hebras más que cualquier otro y considera este incidente como una afrenta personal. De no ser por K'dren y S'ligar, creo que habríamos tenido problemas con F'gal: también él está descorazonado.

- Leri, hay algo que me ocultas.

- Sí, querida niña. -Leri tocó suavemente el brazo de Moreta antes de llenar un vaso con el líquido de un frasco-. Bebe un poco de esto -dijo imperiosamente, tendiéndole la bebida.

Moreta obedeció, y estaba a punto de preguntar qué diablos había preparado Leri cuando notó en su mente la presencia de Orlith, a modo de amortiguación.

- El reducto de tu familia… -Su voz se hizo impersonal y sus ojos evitaron los de Moreta, concentrándose en el llamativo dibujo central de la cortina de la puerta-… resultó muy afectado.

La voz de Leri se quebraba habitualmente, pero en esta ocasión el hecho era muy notable, y Moreta contempló el alejado rostro de la anciana. Las lágrimas corrían por sus mejillas.

- No hay mensajes de tambor desde hace dos días. El arpista de las montañas de Keroon viajó río abajo… -Los dedos de Leri apretaron con más fuerza el brazo de Moreta-. No había nadie con vida.

- ¿Nadie? -Moreta estaba perpleja. El fuerte de su padre alojaba a cerca de trescientas personas, y otras diez familias tenían viviendas en las cercanías, en los barrancos del río.

- ¡Bebe eso!

Moreta obedeció, aturdida.

- ¿Nadie con vida? ¿Nadie pudo sacar a los purasangre?

Leri meneó la cabeza lentamente.

- ¡Ni siquiera eso! -Su confesión fue casi un murmullo.

Moreta apenas podía comprender la impresionante tragedia. De modo vago, lo que más lamentaba era la muerte de los purasangre. Veinte Revoluciones atrás, ella había accedido al deseo de su familia de que respondiera a la Búsqueda. Lamentaba la muerte de su familia, ciertamente, porque sentía cariño por su madre y por varios de sus hermanos y hermanas, y por un tío paterno. Su padre le causaba profundo respeto. Pero la pérdida de los animales corredores, los purasangre criados con tanto cuidado durante las ocho generaciones que su familia había ocupado aquel reducto… Esa pérdida hería más profundamente a Moreta.

Orlith berreó con suavidad, y la compasión del dragón se fortaleció aún más. Moreta notó que el terrible peso de la pena quedaba mitigado por un calmante de amor y afecto, de total comprensión de las complejidades de su pesar, de compromiso para compartir y suavizar las múltiples presiones de la desgracia.

Las lágrimas corrieron por sus mejillas hasta que se sintió vacía pero curiosamente apartada de su cuerpo y de su mente, flotando en una anormal sensación de lejanía. Leri había puesto algo muy fuerte en el vino, pensó Moreta con extraña claridad. Luego reparó en que Leri la miraba atentamente, con increíble tristeza y fatiga en los ojos, con todas las arrugas de sus muchas Revoluciones grabadas en relieve en su pequeña y redondeada cara.

- ¿Ni un solo corredor? -preguntó por fin Moreta.

- ¿Podía haber corredores jóvenes pastando en las llanuras? El arpista no pudo comprobarlo. No se sabe dónde buscar y no ha habido ocasión para enviar un cabalgador que lo haga.

- No, no. Claro que no ha habido ocasión… -Moreta entendía perfectamente esa imposibilidad dada la demanda de cabalgadores disponibles, pero aceptó la esperanzadora sugerencia-. Las crías y las hembras grávidas estarían en los pastos de invierno. Alguien del Fuerte estaría cuidándolas y habrá sobrevivido.

Las confortadoras presencias de su mente la envolvieron en amor y confianza.

¡Aquí estamos!

¿Está Holth contigo, Orlith?, preguntó Moreta. Naturalmente, fue la réplica de las dos, ya claras para Moreta, fuentes.

¡Oh! ¡Qué amable! La mente de Moreta flotaba, extrañamente distanciada de su cuerpo, hasta que notó la inquieta expresión de Leri.

- Estoy bien. Holth te lo confirmará. ¿Sabes que tu reina me habla?

- Sí, está bastante acostumbrada a interesarse por ti -dijo Leri con amable y serena sonrisa.

- ¿Qué has puesto en ese vino? Me siento… fuera de mi cuerpo.

- Ese era el efecto que esperaba conseguir. Zumo de fellis, hierbatonta y un eufórico. Para amortiguar el golpe.

- ¿Hay más? -La fluctuación de la sonrisa de Leri indicó a Moreta que sí-. Podrías explicarme toda la historia ahora que estoy tan distante. El reducto de mi familia… no puede ser el único. -Leri negó con la cabeza-. ¿El Fuerte de Ruatha? -Eso continuaría la línea catastrófica, pensó Moreta.

- Les ha afectado mucho…

- ¿Alessan? -Preguntó primero por él porque esa habría sido la peor pérdida allí, un hombre que ni siquiera habría tenido tiempo de ostentar su cargo de Señor del Fuerte.

- No, está recobrándose, pero los fallecimientos entre los asistentes a la Fiesta… sus hermanos, casi todos los jinetes de carreras…

- ¿Dag?

- No sé demasiados nombres. El Weyr y el Fuerte de Igen se han visto espantosamente reducidos. Lord Fitatric, su esposa, la mitad de sus hijos…

- ¡Por el Huevo! ¿No se ha salvado ningún sitio?

- Sí, en realidad Bitra, Lemos, Nerat, Benden y Tillel han tenido relativamente pocos casos, y los aislaron en seguida para evitar el contagio. Esos fuertes han sido muy generosos al enviar gente a los lugares afectados.

- ¿Por qué? -Moreta apretó los puños, se acurrucó a causa de una repentina convulsión que era más mental que física-. ¿Por qué? ¡Estamos tan cerca del fin de la Pasada! No es justo con un Intervalo tan cerca. ¿Sabías -la voz de Moreta era dura e intensa- que mi familia se inició tras el fin de la última Pasada? ¿Que mi casta empezó entonces? ¡Y ahora, poco antes del siguiente Intervalo, está aniquilada!

- Eso no se sabe con certeza, si es cierto lo que dices sobre los corredores que invernan. Considera esa posibilidad. Esa probabilidad.

Los dragones reforzaron el optimismo de Leri.

La explosión de Moreta terminó casi tan rápidamente como se había iniciado. Se recostó, debilitada, con los párpados repentinamente pesados, con el cuerpo flácido. Leri parecía irse alejando, aunque Moreta sabía que la Dama de Weyr continuaba sentada en la cama.

- Así está bien. Ahora duerme -dijo Leri en un suave canturreo que encontró eco en los dos dragones.

- ¡No puedo permanecer despierta! -musitó Moreta y, suspirando, se entregó al sueño inducido por la poción.

Fuerte de Ruatha, Pasada Presente, 3.16.43

K'lon sintió un intenso alivio cuando el oficial curador Follen, con los labios fruncidos en una pesarosa línea, salió de la habitación de lord Alessan. El hedor a muerto del frío pasillo inquietaba a K'lon, pese a estar acostumbrado a reductos azotados por la plaga.

- He vacunado a la hermana y al arpista, y me he ocupado también de ese pobre tipo. Lord Alessan dice que quizá haya más enfermos a lo largo de este corredor, no han logrado despejar los pisos altos. No sé cómo se ha arreglado ese hombre. Yo no tenía la menor idea de que la situación fuera tan mala, de lo contrario habría insistido en que el Maestro Capiam nos diera más suero.

- No hay mucha cantidad para la distribución, ¿sabe?

- ¡No tengo por qué saberlo!

Follen dedicó a K'lon una suave sonrisa. La tarde anterior el cabalgador azul había trasladado al oficial al Fuerte de la Vaina Meridional, donde los tambores hablaban de supervivientes de la plaga. Puesto que la oportuna visita a la Vaina Meridional y las recomendaciones de Capiam a los curadores del Fuerte habían evitado de hecho que la plaga hubiera alcanzado la misma propagación que en el centro del continente, era justo que los supervivientes donaran sangre para elaborar suero. Lord Ratoshigan lo había hecho, aunque el siempre irascible Señor del Fuerte tenía la idea, hábilmente alimentada por el cabalgador y el oficial, de que la extracción de sangre formaba parte del tratamiento prescrito.

- Las donaciones pueden aceptarse aquí -prosiguió Follen, peinándose el cabello con los dedos-. Primero les daré un poco del brebaje de Dresda, pero a juzgar por las provisiones de lord Alessan, el Fuerte tendrá capacidad para atender -Follen resopló hoscamente- a los que quedan. Pida a lord Shadder que busque más voluntarios. Estoy seguro de que podemos salvar a buena parte de los enfermos con infecciones secundarias, si podemos contar con suficientes donantes. Debemos intentarlo. Este Fuerte está devastado.

K'lon reconoció la certeza de la afirmación con una lenta inclinación de cabeza. El desamparo y la ruina del Salón del Fuerte habían hecho mella en el grupo de socorro. K'lon y tres dragones verdes de Benden había trasladado a Follen, aprendiz de curador, y a seis voluntarios del Fuerte de Benden. El espectáculo ante el que encontró el grupo, cuando salieron del ínter en lo alto del Fuerte, fue el peor que K'lon había contemplado. Los monstruosos montículos funerarios de la ribera, el amplio círculo formado por las hogueras de incinerado cerca de las pistas de carreras, las abandonadas tiendas levantadas sobre los armazones de los puestos de la Fiesta… todo ello indicaba la magnitud del esfuerzo de Ruatha para sobrevivir. Los tristes andrajos qué ahora eran las llamativas banderas de la Fiesta, colgados en la parte más alta de las cerradas ventanas, le parecieron a K'lon un detalle grotesco, una burla de la fastuosidad de la Fiesta contemplada desde la tragedia que padecía el Fuerte. Residuos y basura revoloteaban en la desierta plaza de baile y en la senda, mientras una olla oscilaba ruidosamente en su trípode sobre una hoguera apagada hacía tiempo; el cucharón resonaba de vez en cuando impulsado por las ráfagas del frío viento.

- ¿Lady Pendra? -empezó a decir K'lon.

Un rápido movimiento de cabeza por parte de Follen hizo innecesario que K'lon prosiguiera.

- No, como tampoco ninguna de las hijas que la acompañaron a la Fiesta de Ruatha. A ese respecto, lord Tolocamp no ha salido mejor parado que lord Alessan. A este le queda viva su hermana.

- ¿Sólo quedan dos vivos de todos los hijos de Leef?

- Lord Alessan está preocupado por la joven. Y por sus corredores. Sobrevivieron más animales que invitados, creo. Hable con él -sugirió Follen. Dio unas palmadas en la espalda del cabalgador y se fue por el oscuro pasillo para entrar en la habitación siguiente.

K'lon irguió los hombros. En los últimos días había aprendido a dominar su expresión para ocultar sus emociones, procurando no mostrarse alegre, cosa que habría podido resultar ofensiva, pero sí positivo y animado. Al fin y al cabo, con la vacuna existía la esperanza de mitigar la plaga y evitar la enfermedad en las personas aún no contagiadas. K'lon dio unos comedidos golpes en la pesada puerta, pero entró sin esperar permiso.

Lord Alessan se hallaba arrodillado junto a una colchoneta, lavando la cara del que yacía sobre ella. Había otra improvisada cama junto a la pared donde se hallaba entrada a los dormitorios. K'lon reprimió una involuntaria exclamación de sorpresa al comprobar el cambio se había producido en el joven Señor del Fuerte. Era posible que Alessan estuviese recuperando el peso perdido y el saludable color de su piel, pero la preocupación que reflejaba su semblante quedaría plasmada para siempre en él.

- Es usted muchas veces bienvenido, K'lon, cabalgador de Rogeth. -Alessan inclinó la cabeza en señal de gratitud y plegó el humedecido trapo antes de apoyarlo en la frente del hombre al que atendía-. Puede decir al Maestro Tirone que sin la insuperable colaboración e ingeniosidad de sus arpistas, en Ruatha estaríamos mucho peor. El comportamiento de este hombre, Tuero, fue magnífico. El oficial curador… ¿cómo se llama? -Alessan se llevó una temblorosa mano a la frente como si quisiera forzar la identificación.

- Follen.

- Es extraño, recuerdo muchos nombres pero… -Alessan guardó silencio y miró por la ventana.

K'lon sabía que el Señor del Fuerte podía ver los montículos funerarios y se preguntó si el angustiado joven se estaba refiriendo a los nombres de los que yacían bajo la tierra revuelta de las fosas comunes.

- Eso es lo que pasa, estás en la cama, aguardando a que… -Alessan agitó la cabeza y, apoyándose en la mesa se puso en pie lentamente-. Ustedes nos han traído socorro. Follen opina que Tuero, Deefer -señaló fatigadamente la otra cama- y mi hermana se repondrán. Incluso se disculpó por no haber traído más… ¿vacuna? ¿Si llama así? Sí, bien…

- Siéntese, lord Alessan…

- ¿Antes de que me caiga? -Alessan formó una tímida sonrisa con sus exangües labios pero se acomodó en la silla y suspiró pesadamente bajo los efectos de un agotamiento que superaba cualquier fatiga física posible.

- Han encendido los hornillos y pronto dispondremos de un caldo reparador. Desdra lo ideó. Ella atiende Maestro Capiam y, según éste, el caldo obró maravillas en su organismo.

- Confiemos en que también obre maravillas en nosotros.

Ambos hombres oyeron un ruido producido por alguien al toser y Alessan volvió la cabeza bruscamente hacia la puerta de su dormitorio, con recelo.

- ¿Su hermana? Bueno, ya verá -dijo K'lon lleno de convencimiento-. La vacuna provocará una gran mejoría en su estado.

- Sinceramente, eso espero. Ella es toda la familia que me queda.

Aunque Alessan hablaba con voz suave, casi indiferente, K'lon notó la gran magnitud de su pena.

- Oh, ese suero anulará los efectos del virus, se lo aseguro. He visto las curas sorprendentes que ha producido. En realidad el suero que Follen inyectó a su hermana debía proceder de la sangre que yo doné - comentó K'lon sin convicción alguna. Otras personas se habían sentido confiadas ante esta declaración y por eso él se la ofrecía a aquel hombre tan angustiado.

Alessan miró al cabalgador con expresión ligeramente sorprendida y sus labios mostraron una sonrisa entre divertida e irónica.

- Ruatha siempre se ha enorgullecido de sus vínculos de sangre con los cabalgadores de dragón, aunque jamás habían sido tan directos.

K'lon respondió a Alessan con una breve carcajada.

- Prácticamente es lo único que me queda.

- Ciertamente, lord Alessan, tiene ánimos de sobra -dijo firmemente K'lon-. Y obtendrá toda la ayuda que puedan ofrecer los Weyrs, los Fuertes y los Talleres. -Mientras la que ya me han ofrecido sea eficaz… -Una vez más Alessan volvió la cabeza hacia la habitación donde descansaba su hermana.

- Tengo que echar una ojeada a su almacén y ver qué es lo que más necesitan -dijo K'lon, pensando para sus adentros que una de sus primeras tareas sería descolgar las banderas de la Fiesta. Si su presencia le había impresionado a él mismo como grotesco testimonio del infortunado acontecimiento, ¿qué sentimientos provocarían en lord Alessan?

El Señor del Fuerte se levantó con más rapidez de la debida y tuvo que agarrarse a la silla.

- Sé exactamente lo que necesitamos…

Se acercó tembloroso al escritorio, situado cerca de la ventana, y distraídamente fue amontonando platos sucios mientras buscaba algo. Pronto localizó la hoja de piel que deseaba.

- Medicinas, eso en primer lugar. No tenemos aconitina, no queda ni un gramo de febrífugos, sólo un jarabe ineficaz para esa maldita tos, no hay tomillo, ni hisopo, falta harina y sal. La piedra negra está casi agotada y, desde hace tres días, no hay verduras ni carne. -Entregó la hoja a K'lon, con una sonrisa en los labios-. ¿Ve qué oportuna es su llegada? Tuero envió el último mensaje por tambor esta mañana, antes de enfermar. Dudo que yo hubiera tenido fuerzas para subir a la torre de los tambores.

El cabalgador cogió la hoja con una mano que temblaba, aunque un poco menos que la de Alessan. Bajó la cabeza para ocultar la expresión de su rostro, pero cuando la levantó de nuevo vio que Alessan miraba por la ventana en actitud indiferente.

- Follen me ha dicho que situaciones como esta se producen en todo el continente.

- No exactamente -dijo K'lon con voz insegura.

- Follen no entró en detalles… ¿Hasta qué punto el tan afectados los Weyrs?

- Bien, hemos tenido bajas, es cierto, pero los cabalgadores han hecho frente a todas las Caídas.

Alessan le dedicó una mirada larga, de perplejidad, luego continuó mirando por la ventana.

- Sí, supongo que lo habrán hecho, si podían. ¿Usted es del Weyr de Fort?

Puesto que estaba seguro de que Alessan conocía su origen, K'lon percibió que el joven trataba de averiguar otra cosa. Entonces recordó algo que le había dicho Nesso: Moreta había estado bailando, monopolizando notoriamente al joven Señor del Fuerte.

- Lady Moreta se está reponiendo, y también el Caudillo del Weyr. En Fort sólo tuvimos una baja, un cabalgador de pardo entrado en años y su dragón, Koth. Las víctimas fueron quince en Igen, ocho en Telgar y dos en Ista. Pero teniendo la vacuna, tenemos esperanza.

- Sí, hay esperanza.

¿Por qué Alessan paseaba la mirada del campo a la montaña? K'lon no lo sabía, pero al parecer aquello excitaba al joven.

- ¿Está enterado de que aquí, hace pocos días, tuvimos ciento veinte de los mejores corredores del oeste y setecientos invitados que vinieron a disfrutar del baile, del vino, de la Fiesta… y de la plaga?…

- ¡Lord Alessan, no se torture sin necesidad! De no haberse celebrado la Fiesta aquí, el Fuerte entero podría estar destrozado ahora. Usted logró evitar la propagación de la plaga. Todos los reductos ruathanos que tienen tambores han presentado informes. Han hablado de algunos muertos y enfermos, pero usted hizo lo que debía hacer ¡y con buenos resultados!

De pronto Alessan apartó la vista de la ventana.

- Traslade a lord Tolocamp mi más profundo pésame por la pérdida de lady Pendra y sus hijas. Cuidaron de los enfermos hasta que ellas mismas enfermaron. Fueron valerosas. -El mensaje de Alessan era totalmente sincero pese a lo brusco de su tono.

K'lon acogió el mensaje con una rápida inclinación de cabeza. Él no era el único que culparía para siempre a lord Tolocamp por haber salido corriendo de Ruatha. Había quien sostenía la opinión de que el Señor de Fort obró de modo totalmente correcto al poner el bienestar de su Fuerte por encima del de su esposa e hijas. Pero Lord Tolocamp se había acogido a la seguridad de su vivienda en el Fuerte mientras Ruatha sufría y moría. Tolocamp se salvaría de la enfermedad porque había insistido con vehemencia en que le vacunaran, pese a las prioridades dispuestas por las Damas de Weyr y el Maestro Capiam.

- Transmitiré su pésame. La totalidad de las provisiones que hemos traído -explicó K'lon casi sin darse cuenta- procede de los Fuertes de Benden y Nerat.

Los ojos de Alessan chispearon un momento y observaron a K'lon como si le vieran por primera vez.

- Me alegra que me lo diga. Transmita mi profunda gratitud por la generosidad de lord Shadder y lord Gram.

El paisaje que se divisaba desde la ventana atrajo de nuevo la mirada de Alessan. Su obsesión empezaba a perturbar a K'lon.

- Debo irme -dijo el cabalgador de azul-. Hay mucho que hacer.

- ¡Cierto! Gracias por responder a los tambores… por sus palabras de ánimo, K'lon. Mi reconocimiento a Rogeth, que le ha traído a usted. -Alessan extendió la mano.

El cabalgador cruzó la habitación para estrechar aquella mano entre las dos suyas. Casi tuvo miedo de apretar aquellos dedos sin fuerza, pero sonrió con amplia cordialidad, pensando que si Ruatha se enorgullecía de tener vínculos de sangre con los cabalgadores de dragón, él también se enorgullecía de ser uno de ellos. Quizá parte de su sangre estaba en aquel lote de suero. K'lon deseó' fervientemente que así fuera.

Salió del edificio con tanta rapidez como permitía la cortesía, porque no deseaba ceder a las emociones que le dominaban. Atravesó corriendo el oscuro corredor -había que colocar cestas de fulgor- y salió al Salón Principal, donde dos voluntarios de Benden estaban haciendo limpieza. Los ruidos que producían en su tarea tan cotidiana fueron un alivio tras el tiempo pasado en el recinto.

El cabalgador habló con los voluntarios sobre la necesidad de las cestas de fulgor y les pidió que quitaran las banderas de la Fiesta tan pronto como fuera posible. Oyó que Rogeth berreaba afuera.

Este lugar es muy inquietante, dijo quejumbrosamente el dragón azul. Es el lugar más inquietante que hemos visitado. ¿Cuánto tiempo vamos a seguir aquí?

K'lon dio cordiales gracias a los bendenitas y se apresuró a salir al patio. Rogeth corrió y voló rampa arriba para recoger a K'lon, con los ojos reflejando su inquietud. Este lugar también te angustia a ti. ¿Podemos ver a Granth y A'murry ahora? El «ahora» fue acompañado por un bufido de queja.

- Ya podemos irnos.

K'lon subió al lomo de Rogeth y su mirada, involuntariamente se fijó en el espantoso panorama, los cobijos destrozados, las pistas de carreras y los montículos funerarios. ¿Eran los montículos los que atraían la atención de lord Alessan? ¿O el puñado de corredores que pastaban en lejanos campos? El estruendo del carro funerario, con una pareja de recalcitrantes animales entre las varas, sobresaltó a K'lon.

- Vámonos de aquí -dijo a Rogeth, asqueado hasta eI alma de la epidemia, la muerte y la desolación-. Debo charlar un rato con A'murry. Luego podré hacer frente a todas estas cosas.

El cabalgador estaba abrumado por el anhelo de ver a su buen amigo, por el respiro que ofrecía la compañía. Pero debía volver de inmediato al Taller del Curador. Había mucho que hacer.

No obstante, K'lon proyectó a Rogeth las cimas salpicadas de sol del Weyr de Igen, la brillante chispa del lago. Rogeth saltó al aire alegremente y entró en el inter.