MORETA : DAMA DEL DRAGON DE PERN

CAPÍTULO I

I Weyr de Fort, Pasada Presente, 3.10.43-1541, y Fuerte de Ruatha

- Sh'gall ha salido a solventar otro asunto del Weyr -dijo Moreta a Nesso por tercera vez y, a modo de indirecta, empezó a desabrocharse la túnica, manchada de grasa y sudor.

- Ese asunto del Weyr debería solventarse después de que Sh'gall te acompañara a la Fiesta de Ruatha. -La voz de Nesso tenía un tono de lamento aún cuando su poseedora estuviera del mejor de los humores. Pero en aquel momento el Ama del Weyr de Fort se sentía penosamente indignada por el supuesto desaire que había sufrido la Dama de su Weyr, y su voz chirrió en los oídos de Moreta igual que una sierra para huesos.

- Sh'gall visitó ayer a lord Alessan. Una Fiesta no es momento apropiado para discutir temas serios.

Moreta se levantó, con la intención de dar por terminada una charla que no había deseado autorizar, una entrevista que podía prolongarse hasta que Nesso agotara sus quejas, reales o imaginarias, contra Sh'gall. Ama y Caudillo se aborrecían mutuamente, y Moreta se encontraba a menudo desempeñando el papel de pacificadora o mediadora entre ambos. Ella no podía hacer cambiar a Sh'gall y detestaba tener que reemplazar a Nesso, porque aquella mujer, pese a sus defectos, era un Ama sumamente eficaz y diligente.

- Debo bañarme ya, Nesso, o de lo contrario llegaré imperdonablemente tarde a Ruatha. Sé que has preparado una buena comida para los que se quedan. K'lon está bien, tiene menos fiebre. Berchar se ocupará de él. No lo molestes.

Moreta fijó sus ojos en Nesso a modo de advertencia para dar más fuerza a su orden. Nesso poseía el oficioso hábito de «ocupar» el lugar de Moreta siempre que ella se ausentaba, a menos que se le diera la orden concreta de no hacerlo.

- Vete ya, Nesso. Tienes mucho que hacer y yo deseo estar limpia. -Moreta acompañó sus palabras con una sonrisa y dio un suave empujón al Ama hacia la salida de su dormitorio.

- Sh'gall debería acompañarte. Es su obligación -murmuró la indomable mujer mientras Moreta apartaba la reluciente cortina de la entrada.

Nesso sólo interrumpió sus reniegos cuando estuvo cerca del dormido dragón reina. Con la pesadez que sentía por estar ovada, Orlith siguió dormitando, y no prestó atención al paso del Ama. El dragón dorado se había acomodado en el lecho de piedra con el cuidado de no empañar el fino brillo del aceite con que Moreta le había frotado la piel (uno más de los preparativos para la Fiesta de Ruatha). Cuando Moreta estaba ultimando los detalles necesarios para que todo funcionara durante su ausencia, le pidieron que examinara a K'lon y por tal motivo había llegado tarde a su entrevista con Leri en la que debía asegurarse de que la antigua Dama del Weyr tenía todo lo preciso para pasar el día. Leri no tendría que recibir cuidado alguno de manos de Nesso.

La entrevista con Nesso había sido inevitable. El Ama había «oído» que Sh'gall y Moreta habían sostenido una «discusión» concluida con la brusca marcha del Caudillo del Weyr, vestido con atuendo de cabalgar y no con las galas apropiadas para una Fiesta. Además había que convencer al Ama de que K'lon no sufría una fiebre virulenta que se extendería con rapidez por el Weyr, a tan sólo tres días de una Caída.

Moreta al fin se quitó la ropa. Tenía que haber llegado a la Fiesta mucho antes, para satisfacer las formalidades que precedían a las carreras.

- ¿Orlith? -dijo en voz baja, concentrando en su mente la fuerza de la suave llamada. Como de costumbre, la somnolienta respuesta de su reina la animó y le hizo olvidar a Nesso-. Despierta, preciosa. Dentro de poco iremos a la Fiesta de Ruatha.

¿Aún hay sol en Ruatha?, preguntó Orlith, esperanzada.

- Debería haberlo. T'ral hizo el barrido matutino -dijo Moreta mientras abría el baúl de la ropa. Allí estaba plegada la túnica nueva, de tenues y cálidos tonos castaños y dorados, los colores que mejor realzarían los ojos de Moreta-. Y ya sabes que T'ral tiene un sentido del tiempo muy preciso.

El dragón gruñó de satisfacción y Moreta oyó el ruido que hacía el animal al desperezarse y darse la vuelta.

- No te muevas mucho ahora -dijo amablemente Moreta.

Lo sé. No debo perder el brillo. Orlith se expresaba con paciente aceptación. Seguiré limpia hasta que lleguemos a Ruatha. Y luego tomaré el sol. Cuando tenga mucho calor, nadaré en el Lago Ruatha.

- ¿Será eso prudente, querida? Ese lago es tan frío como el inter. -Moreta se estremeció al recordar aquellas aguas llenas de hielo.

Nada es tan frío como el inter, fue la contundente respuesta de Orlith.

Una vez sacado el atavío para la Fiesta, Moreta se dirigió a tomar su baño. Cogió un puñado de blanca arena e introdujo las piernas en el saliente estanque, cuya superficie humeaba ligeramente. De pie, con el agua hasta la cintura, Moreta enarenó su cuerpo hasta que sintió comezón en la piel. Se sumergió un instante, salió a la superficie y ladeó la cabeza hasta que su corto pelo rozó el agua. Después volvió al borde del estanque para coger más arena, con la que se frotó el pelo y el cuero cabelludo.

Tardas mucho en limpiarte para lo poco que abultas, observó Orlith, con cierta impaciencia puesto que ya estaba completamente despierta.

- Quizás abulte poco, pero tenías mucho que limpiar y aceitar.

Siempre dices lo mismo.

- Igual que tú.

Las mutuas quejas iban revestidas de total afecto y comprensión. Reina y cabalgadura eran compañeras desde hacía casi veinte Revoluciones, pero eran la pareja dirigente del Weyr de Fort desde hacía poco tiempo, desde que Holth, el dragón de Leri, no emprendió el vuelo para aparearse el invierno anterior.

Moreta se frotó por última vez la cabeza antes de pasar los dedos por su cabello para que se formaran ondas naturales. Llevar un gorro de cuero durante las Caídas de Hebras provocaba tanto sudor que había tenido que cortarse las largas trenzas rubias, su orgullo de muchacha de fuerte. En cuanto terminara aquella Pasada… ¡se dejaría crecer el pelo!

En cuanto terminara la Pasada… Moreta se detuvo, sorprendida, mientras se ponía la ropa limpia. Bien, esta Pasada acabaría dentro de ocho Revoluciones. No, siete, si se tenía en cuenta el tiempo de la presente Revolución que ya había pasado. Moreta corrigió severamente su falta de realismo. Apenas habían transcurrido setenta días de la presente Revolución. Así pues, ocho Revoluciones. Dentro de ocho Revoluciones, ella, Moreta, no tendría que volar con Orlith para combatir a las Hebras. La Estrella Roja estaría tan lejos que cesaría la asoladora lluvia de parásitas Hebras sobre el fustigado continente de Pern. Los cabalgadores no tendrían que volar porque ninguna Hebra mancharía el cielo.

¿Cómo cesaría la caída de Hebras?, se preguntó Moreta mientras se ponía sus zapatos marrones. ¿Cómo cesa una repentina tormenta estival? ¿Desaparecían poco a poco igual que las lluvias invernales?

Moreta se puso el vestido. Lo alisó sobre sus hombros, más bien anchos, sobre su busto y sobre su estrecha cintura. La ropa ocultó aquellos musculosos muslos que a veces ella lamentaba tener, aunque eran el legado de veinte Revoluciones cabalgando en un dragón y el pequeño inconveniente de ser cabalgadora de una reina.

iOjalá que Sh'gall la hubiera acompañado! Ella no conocía bien al nuevo Señor del Fuerte de Ruatha, Alessan. Conservaba el vago recuerdo de un joven de largas piernas y ojos verde claro que contrastaban notoriamente con una tez oscura y un cabello negro y desordenado. Alessan siempre se comportó con suma corrección a las órdenes del viejo Señor del Fuerte, su padre. Lord Leef había sido un dirigente severo, aunque justo, del que. el Weyr siempre obtuvo el cumplimiento de los deberes tradicionales y el pago de hasta el último diezmo: la clase de hombre que el Weyr, y Pern, necesitaban al mando de un fuerte tan próspero como el de Ruatha. En Ruatha las tradiciones se habían conservado fielmente, y muchos miembros de aquella familia habían impresionado a reinas y bronces por igual.

Ninguno de los numerosos hijos engendrados por el viejo lord Leef supo hasta el último momento quién iba a ser el sucesor. Lord Leef los había mantenido a todos en la ignorancia, para evitar discordias. Pese a Caídas y demás peligros de una Pasada, lord Leef logró construir varias fortalezas en las laderas de los hondos valles de Ruatha para acomodar a las familias de sus hijos más capacitados. Esa expansión fue un de las muchas ideas del antiguo Señor del Fuerte para mantener el orden en sus dominios. Lord Leef planeó por adelantado el fin de la Pasada y una sucesión correcta. Moreta no podía hallar motivos de crítica en tales previsiones, pero Sh'gall y otros dragoneros estaban preocupados por la progresiva expansión de la población de los fuertes. Seis Weyrs, y dos mil trescientos dragones, se veían en apuros para mantener a salvo de las Hebras los cultivos durante aquella Pasada. En el Intervalo se habló de fundar otro Weyr. Pero ese problema no le incumbiría a ella.

Moreta se puso en el cuello el aro dorado y verde con piedras incrustadas y se colocó los pesados brazaletes. El hombre de los ojos claros debía ser Alessan. Ella lo había visto con frecuencia al final de la Caída, en tierra, con las escuadrillas de lanzallamas. De modales siempre correctos, Alessan se hacía notar pese a su reserva. Moreta podía jurar que no recordaba con tanta claridad a ninguno de los otros nueve hijos pese a que todos parecían haber heredado las marcadas facciones de su padre y no las de sus diversas madres.

Aquella iba a ser la primera Fiesta de Alessan desde que el Cónclave de Señores de Fuerte confirmara su ascenso a la alta dignidad ruathana en el principio de la Revolución. Días de sosiego, días sin Hebras y tiempo despejado eran una rara combinación.

- Puesto que hay dos Fiestas, yo debo asistir a la de Ista -le había dicho Sh'gall por la mañana-. Ayer se lo dije a Alessan, y no se mostró disgustado. -Sh'gall se rió burlonamente-. Las mejores galas de Pern estarán en sus carreras, así que tú vas a divertirte.

Sh'gall no aprobaba el franco gozo que las carreras producían a Moreta y además, en las pocas ocasiones en que ambos habían asistido a una Fiesta desde el vuelo nupcial de Orlith y Kadith, el Caudillo había conseguido enfriar el entusiasmo de la Dama del Weyr por aquel deporte.

- Yo gozaré del sol y del pescado. Lord Fitatric siempre ofrece soberbios festines. Espero que lo pases bien en Ruatha.

- Nunca he visto nada malo en la hospitalidad ruathana.

El tono de Sh'gall tenía un rasgo extraño, algo que impulsó a Moreta a defender el fuerte. Sh'gall había sentido un respetuoso temor por lord Leef, pero no lo sentía por el nuevo Señor del Fuerte. Moreta no siempre estaba de acuerdo con los radicales criterios de Sh'gall y por lo tanto prefería callar y formar su propia opinión.

- Además, he prometido llevar a lord Ratoshigan a Ista. El no tiene interés en ir a Ruatha. Desea ver ese extraño animal que exhibirán en Ista.

- ¿Qué animal?

- ¿No estabas enterada? -El tono del Caudillo indicaba que ella debería estarlo-. Marineros del Fuerte del Mar de Igen encontraron a la bestia a la deriva en la Gran Corriente, agarrada a un tronco. Nunca habían visto nada semejante y llevaron al animal al Maestro Pastor de Keroon.

¡Ah!, pensó Moreta, ésa era la razón por la que tenía que estar enterada. ¿Por qué suponía Sh'gall que ella debía estar al tanto de todo lo que acontecía en su fuerte natal? Moreta no lo estaba. Su compromiso con el Weyr de Fort era firme y total, desde hacía diez Revoluciones.

- Tengo entendido que es una especie de felino -agregó Sh'gall-. Seguramente un animal que quedó abandonado en el Continente Meridional. Una bestia bastante fiera. Habría sido más sensato dejarla donde estaba.

- Con lo que nos abruman las serpientes de túnel, un felino fiero y hambriento podría ser útil. Los canes no tienen la rapidez precisa.

Su comentario irritó a Sh'gall, que respondió con una de sus oscuras y ambiguas miradas de ira, saliendo a continuación del Weyr. Esta inesperada actitud enojó a Moreta. Ella lamentó en lo más profundo de su alma, y no era la primera vez que hacía tal cosa, que Kadith hubiera cubierto a Orlith por segunda vez. Luego Moreta se obligó a recordar que el anciano L'mal había considerado a Sh'gall como uno de los jefes de escuadrilla más capacitados. Y hasta que acabara la Pasada, el Weyr de Fort necesitaba al jefe de escuadrilla más capacitado. Todos pensaron que L'mal sobreviviría a la Pasada, por lo que su fallecimiento a causa de una repentina enfermedad fue una gran pérdida no esperada. L'mal siempre había complacido a Moreta, y Leri sólo tenía para él palabras de elogio como compañero de weyr. Sh'gall era joven, y el momento no era fácil para asumir el cargo de Caudillo del Weyr. A Sh'gall le perjudicaban las comparaciones con la superior edad y experiencia de L'mal. El tiempo le enseñaría tolerancia y comprensión. Mientras tanto ella debía recurrir a una buena dosis de esas cualidades para compensar sus deficiencias durante el período de aprendizaje.

Cuando Moreta se echó la capa de piel sobre los hombros, los brazaletes se deslizaron por sus brazos. Eran un obsequio del viejo lord Leef por haber eliminado las Hebras que, peligrosamente próximas para la seguridad de Orlith, amenazaban los apreciados árboles frutales del Señor del Fuerte. Ayudada por las ágiles maniobras de Orlith, Moreta, armada con el lanzallamas, había convertido a las Hebras en inofensivos carbones. Entonces era muy joven, acababan de trasladarla de Ista al Weyr de Fort y estaba ansiosa de probar ante sus nuevos compañeros cuan astuta e inteligente era Orlith. Moreta no pensaba volver a correr un riesgo semejante, y no precisamente por el recuerdo del furor en los ojos de L'mal, Caudillo del Weyr por entonces, que le había reprochado su imprudencia. El obsequio de Leef no disminuyó su vergüenza ni tranquilizó su conciencia, pero los brazaletes eran un magnífico complemento para su nuevo vestido.

¿Vamos a ir a la Fiesta, o no?, preguntó, impaciente, Orlith.

- Sí, vamos a ir a la Fiesta -replicó Moreta, apartando de su cabeza aquellas reflexiones.

Se divertiría porque el Fuerte de Ruatha estaría jubiloso y brillante, dirigido por los jóvenes amigos del no menos joven Alessan. Sh'gall había dicho que ellos aún estaban ebrios de triunfo, que tendría que recordar a Alessan que las Hebras no eran portadoras de alegría y que las obligaciones de un Señor de Fuerte tenían prioridad sobre la diversión.

- Quizá no sea del todo malo que Sh'gall haya decidido ir a Ista… y llevar con él a lord Ratoshigan -dijo Moreta a Orlith, tratando de convencerse a sí misma con aquellas palabras.

El y Kadith están muy ocupados, contestó complacida Orlith mientras salía del weyr acompañada de su cabalgadora.

Orlith se detuvo junto al saliente y contempló el Cuenco del Weyr. Casi todos los rebordes batidos por el sol, habitualmente ocupados por dragones, estaban vacíos.

¿Se han ido todos?, preguntó Orlith, sorprendida, y estiró el cuello para observar los ensombrecidos salientes del oeste.

- ¿Con dos Fiestas? Claro. Espero que no lleguemos tarde a las carreras.

Orlith entrecerró sus enormes ojos de múltiples facetas.

Tú y tus carreras.

- Tú disfrutas tanto como yo y normalmente las ves mejor desde las ignicimas. No temas. Es divertido observar, pero sólo te montaré a ti.

Apaciguada por aquellas palabras, pronunciadas en son de broma, Orlith se agachó y dispuso la pata delantera para que Moreta pudiera trepar hasta los dos salientes de la parte inferior del cuello. Moreta se arregló la falda y se ciñó la capa. En realidad nada podía darle calor en el frío total del ínter, pero la transición sólo duraba unos instantes y cualquier persona podía soportarla.

Orlith saltó del saliente. Pese a estar ovada, no era un dragón torpe y no se lanzó al vacío sin antes hacer uso de las alas. La vieja reina, Holth, berreó a modo de despedida; el draguardián extendió las alas, tapando las Rocas Estelares de la cima. El dragonero del draguardián levantó el brazo y terminó el saludo en cuanto Moreta agitó la mano para corresponderle.

Orlith recibía el viento que soplaba en el oblongo Cuenco, el cráter de un volcán extinto que era el habitat del Weyr. Durante una distante Revolución, un deslizamiento del terreno había alterado la cordillera, quebrando la zona suroeste del Weyr y afectando al lago. Los albañiles limpiaron el lago y apuntalaron la orilla con un enorme muro, pero apenas pudo hacerse algo para recuperar las cavernas perdidas y restaurar la simetría del Cuenco.

- ¿Inspeccionas tu Weyr, Reina? -preguntó Moreta, tolerando el ocioso planeo de Orlith.

Desde lo alto, pueden verse muchos detalles con exactitud. Todo está bien.

El viento se llevó la risa de Moreta, que tuvo que agarrarse a las riendas. Orlith siempre la sorprendía con graciosas observaciones. Y cuando ella necesitaba consejo, Orlith siempre estaba dispuesta a dárselo ya que, según decía, sólo tenía una cabalgadora: Moreta. Podía contar con la reina para comentar los asuntos generales del Weyr y el estado de ánimo de las escuadrillas de combate, o para obtener información sobre el dragón del Caudillo del Weyr, Kadith. Orlith no era tan franca cuando se refería a Sh'gall. Pero después de veinte revoluciones de relación simbiótica, Moreta había aprendido a deducir de la imparcialidad o talante evasivo de la reina tantas cosas como de sus candidas observaciones. Ser cabalgadora de una reina nunca era fácil. Ser Dama del Weyr, tal como Leri había comentado más de una vez, duplicaba los honores y los horrores. Lo bueno y lo malo se unían y apenas se probaba el fellis.

Moreta imaginó las ignicimas del Fuerte de Ruatha, con el distintivo perfil de los faros y el muro oriental de vigilancia.

Vamos a Ruatha, dijo a Orlith y apretó los dientes previendo el frío del inter.

«Negro, muy negro, negrísimo,

inter más frío que la congelación,

lugar donde sólo las frágiles alas;

de dragón se agarran a la vida.»

Moreta solía considerar los versos de la vieja canción como un talismán contra el angustioso y terrible trayecto. Ruatha no estaba lejos del Weyr de Fort en ningún medio de transporte, y ella apenas se había «enfriado» cuando el cálido sol apareció brillando en lo alto de las ignicimas de Ruatha. La infinidad de dragones que haraganeaba en la cima rocosa, escuadrillas enteras, prorrumpió en saludos al ver a Orlith en el aire. Los pensamientos de la reina eran una muestra del placer que sentía por la bienvenida. Los dragones no suelen encontrarse para divertirse, meditó Moreta. Sólo ante el peligro de las Hebras. Pronto, dentro de ocho Revoluciones…

Mientras la reina descendía suavemente, Moreta reconoció algunos dragones de otros Weyrs por los tatuajes de cuerpos y alas.

Bronces de Telgar y las Altas Extensiones, informó Orlith, que estaba identificándolos por su cuenta. Pardos, azules y verdes. Pero los de Benden han estado y se han ido. Deberíamos haber llegado antes.

La última observación tuvo un carácter de reproche, porque Orlith sentía predilección por Tuzuth, un bronce de Benden.

- Lo siento, preciosa, pero ya sabes que he tenido muchas complicaciones.

Orlith resopló. Moreta notó el tirón de los músculos pectorales a través de las correas que sujetaban la silla. La reina estaba describiendo círculos, descendiendo hacia las ignicimas. En previsión del aterrizaje, Moreta se apretó con fuerza las correas. Orlith pasó sobre las cimas y se encaminó hacia el camino cubierto por los puestos de la Fiesta y una inquieta multitud elegantemente vestida para la ocasión. De pronto Moreta comprendió que Orlith pretendía posarse en la vacía plaza de baile circundada de estandartes, mesas de caballetes y bancos.

No olvido que ahora tenemos rango superior, dijo formalmente Orlith, ni que el Fuerte debe honrar a la Dama del Weyr de Fort.

Orlith aterrizó con pulcra precisión en la plaza de baile, con las amplias alas abiertas en lo alto para evitar excesivas oscilaciones. Los estandartes se agitaron violentamente, pero apenas se levantó polvo en la plaza previamente barrida y aplanada.

- Muy bien, preciosa -dijo Moreta mientras rascaba afectuosamente el saliente dorsal de su montura.

Contempló el impresionante precipicio que albergaba al Fuerte de Ruatha, espléndidamente coronado por numerosos dragones que tomaban el sol. Las ventanas abiertas del Fuerte dejaban ver colgaduras y alfombras magníficamente tejidas. Había mesas y sillas dispuestas en el patio para que los visitantes distinguidos pudieran ver sin incomodidades los puestos de la Fiesta y la plaza de baile. Moreta miró rápidamente en dirección contraria, hacia el espacio llano donde se celebraban las carreras.

Las hileras de estacas estaban a la derecha. Los postes brillantemente pintados que señalaban la salida no se hallaban en la posición adecuada, de modo que no se había perdido ninguna carrera.

La Fiesta entera había cesado su actividad para observar el descenso de Orlith. En ese momento hubo agitación entre los espectadores, que se apartaron para dejar pasar a un hombre.

¡Mira! Se acerca el Señor del Fuerte, dijo Orlith.

Moreta pasó la pierna derecha sobre el cuello de OrIith y se arregló la falda antes de desmontar. Luego miró al hombre que se aproximaba. Apenas pudo distinguir sus facciones, que debían corresponder al hijo de ojos claros de lord Leef. Los amplios hombros del joven formaban una perfecta línea y sus grandes zancadas reflejaban seguridad, no timidez ni apresuramiento.

El Señor del Fuerte se detuvo bruscamente, inclinó la cabeza ante Orlith, que hizo lo propio para corresponderle. Luego el hombre se acercó rápidamente a Moreta para ayudarle a desmontar, con la mirada dirigida directamente hacia ella.

Sus ojos, de un color verde claro, anormal en un hombre de oscura tez, se encontraron con los de la Dama del Weyr. Su actitud fue tan formal y desinteresada como sus manos cuando agarraron la cintura de Moreta y la bajaron de la pata delantera del dragón. Alessan inclinó la cabeza, y Moreta no pudo menos que advertir que su descuidado cabello estaba pulcramente arreglado y peinado.

- Dama del Weyr, bienvenida al Fuerte de Ruatha. Empezaba a creer que ni usted ni Orlith vendrían. -Su voz era inesperadamente bronca para un hombre tan alto y delgado, y sus palabras se oían con suma claridad.

- Traigo las excusas del Caudillo del Weyr.

- El nos las ofreció por adelantado ayer. Pero lo que nos habría entristecido, a mí y a Ruatha, habría sido recibir las excusas de la Dama del Weyr. Orlith tiene un color espléndido -añadió, con inesperada cordialidad en su voz-, para ser una reina tan cerca de la puesta.

La reina cerró varias veces sus ojos, que tenían una tonalidad de arco iris, haciéndose eco de la sorpresa que Moreta experimentaba ante el apego a las formalidades de Alessan. Moreta no esperaba una forma de hablar tan refinada de un hombre tan joven aunque, al fin y al cabo, Leef había educado a su heredero en los cánones sociales. De todas formas, ella siempre estaba dispuesta a hablar de Orlith.

- Orlith está bien de salud y siempre tiene ese tono tan poco corriente.

Puesto que la réplica se apartaba de las normas, Alessan dudó.

- Bien, algunos dragones tienen tonalidades tan claras que en vez de dorados parecen amarillos, y otros son tan oscuros que pueden confundirse con los bronces. Pero Orlith no posee -Moreta, confusa, miró cándidamente a su reina- el color típico. -Alessan contuvo la risa-. ¿Tiene eso alguna importancia?

- Ciertamente no para mí. Poco me importaría que Orlith tuviera un tono verde dorado. Orlith es mi reina y yo su cabalgadora. -Miró a Alessan y se preguntó si el joven estaba burlándose de ella. Pero aquellos ojos verdes, con minúsculos reflejos marrones en las pupilas, sólo expresaban expectativa cortés.

Alessan sonrió.

- Y máxima autoridad del Weyr de Fort.

- Del mismo modo que usted es Señor de Ruatha.

Moreta estaba un poco a la defensiva, porque a pesar de la inocuidad y formalidad de la conversación, ella percibía que algo no estaba claro. ¿Acaso Sh'gall había hablado de la Dama de su Weyr con un Señor de Fuerte?

¿Orlith?

En la ignicima se está muy bien a pleno sol, replicó evasivamente el dragón, con la cabeza vuelta hacia su cabalgadora. Las múltiples facetas de sus ojos tenían el tono azul de la ansiedad. -Vete, preciosa.

Moreta dio un cariñoso golpe al dragón e inmediatamente, con Alessan junto a ella, se alejó de la plaza de baile. Cuando llegaron al borde, Orlith saltó, con las amplias alas rozando el suelo en el primer impulso. El dragón se había lanzado prácticamente sin ángulo hacia la pura roca de Ruatha. Mientras el dragón reina volaba casi a la altura de los puestos y los participantes en la fiesta, Moreta oyó como se producían gritos de sorpresa y miedo. Junto a ella, Alessan se había puesto muy rígido.

¿Sabes lo que estás haciendo, cariño?, preguntó Moreta, con tanta moderación como firmeza. Tienes huevos que poner, no es momento de travesuras.

Estoy demostrándoles la habilidad de su reina. Será bueno para ellos y nada malo para mí. ¿Entiendes?

Orlith había calculado bien el ángulo, aunque desde. el punto de vista de Moreta, el dragón se arriesgaba a cortarse las patas delanteras en los bordes rocosos. Pero Orlith salvó fácilmente el peñasco y, tras bajar la parte delantera de su espalda, giró casi sobre las puntas de las alas. El dragón posó las patas traseras justo sobre la entrada principal del Fuerte, en el espacio que dejaban libre sus compañeros. Luego plegó las alas, se acomodó y apoyó su cabeza triangular en las patas delanteras. ¡Exhibicionista!, le espetó Moreta sin enfado.

- Orlith está perfectamente ahora, lord Alessan.

- Había oído hablar de la habilidad de Orlith para volar en lugares cerrados -replicó Alessan. Sus ojos se entretuvieron por un momento en las joyas que llevaba Moreta.

De este gesto podía deducirse que el joven lord estaba enterado del obsequio del viejo lord.

- Es una ventaja en las Caídas.

- Esto es una Fiesta. -Recalcando suavemente el pronombre, Alessan hablaba como Señor del Fuerte.

- ¿Y dónde es más conveniente exhibir habilidad, pericia y belleza?

Moreta señaló los llamativos y adornados puestos y las túnicas y atavíos de brillante colorido de la multitud. Apartó la mano del brazo de Alessan, en parte para mostrar su irritación por la crítica y en parte para desabrocharse la capa. El frío del inter había sido sustituido por el calor del sol del mediodía.

- Bien, lord Alessan -y Moreta volvió a enlazar su brazo con el del joven-, no recurramos a palabras severas en su primera Fiesta como Señor de Ruatha y mi primer paseo desde el solsticio de invierno.

Habían llegado al camino y a los puestos donde la gente examinaba y compraba objetos. Moreta sonrió a lord Alessan para demostrarle su firme intención de divertirse. El la miró, parpadeando y enarcando suavemente sus oscuras cejas. Su expresión se suavizó hasta la sonrisa, todavía reservada pero mucho más genuina que la rígida formalidad del Señor del Fuerte.

- Temo no poseer las virtudes de mi progenitor, lady Moreta.

- ¿Y los defectos de su progenitor?

- El buen lord Leef no tenía defectos -dijo Alessan con suma corrección, aunque en sus ojos había aparecido un brillo de diversión indicativo de que el joven poseía al menos un vestigio del humor de su padre.

- ¿Aún no han empezado las carreras?

Alessan tropezó y miró bruscamente a Moreta.

- No, aún no. -Su voz era circunspecta-. Aguardábamos la llegada de los retrasados.

- En las estacadas parecía haber mucha gente. ¿Cuántas carreras? -Moreta dirigió una rápida mirada a Alessan. ¿Aprobaba él las carreras?

- Están previstas diez, aunque la participación es inferior a mis previsiones. ¿Le gustan las carreras, lady Moreta?

- Procedo de un reducto de corredores de Keroon, lord Alessan, y nunca he perdido el interés por esa raza.

- En ese caso sabrá a quién apostar.

- Lord Alessan -dijo Moreta con una voz que mostraba indiferencia-, yo nunca apuesto. Ver una buena carrera proporciona placer y excitación suficiente. -La postura de Alessan seguía siendo incierta, por lo que Moreta cambió de tema-. Creo que ya no podré ver a los visitantes del este.

- La Dama y el Caudillo del Weyr de Benden acaban de dejarnos. -Los ojos de Alessan chispeaban por haber sido anfitrión de invitados tan prestigiosos.

- Esperaba intercambiar impresiones con ellos. -El pesar de Moreta era sincero, pero también se sentía aliviada. Ni los gobernantes de Benden ni ella aprobaban la fascinación de Orlith por Tuzuth, el bronce de Benden. Ese interés por un cruce de weyrs sólo era bien visto cuando se trataba de reinas jóvenes, no de reinas adultas-. ¿Vino también el Señor del Fuerte de Benden?

- Sí. -La satisfacción matizaba la voz de Alessan-. Lord Shadder y yo sostuvimos una charla brevísima aunque muy agradable. Muy agradable. El este y el oeste no tienen muchas oportunidades de encontrarse. ¿Conoce a lord Shadder?

- Lo conocí cuando estaba en el Weyr de Ista. -Moreta sonrió a Alessan, porque Shadder de Benden era indudablemente el Señor de Fuerte más popular de Pern. Su cordialidad y su interés siempre parecían sinceros y personales. Moreta suspiró-›. Ojalá hubiera podido llegar más pronto. ¿Quién más ha venido?

Un fugaz gesto de preocupación apareció en las facciones de Alessan.

- De momento -dijo animadamente-, señores y maestros artesanos de Ruatha, Fort, Crom, Nabol, Tillek y las Altas Extensiones. Un largo viaje para algunos, pero todo el mundo parece muy complacido de que el buen tiempo se prolongara para la Fiesta. -Observó los atestados puestos y señaló algunos que estaban preparándose para abrir-. Es posible que el Señor del Fuerte de Tillek llegue más tarde con el Caudillo del Weyr de las Altas Extensiones. Lord Tolocamp vino hace una hora y está… hablando.

Moreta sonrió para indicar que entendía a Alessan. Lord Tolocamp era un hombre vigoroso e impresionante que hablaba sin rodeos y opinaba de cualquier tema como si él fuera el experto universal. Puesto que carecía del mínimo sentido del humor, las conversaciones con él tendían a ser embarazosas y aburridas. Moreta prefería evitar su compañía siempre que era posible. Pero como ella era ahora Dama del Weyr, pocas excusas tendría para poder evitarlo.

- ¿Cuántas de sus damas le acompañan?

- Cinco. -La voz de Alessan era precavidamente neutra-. Mi madre, lady Orna, siempre se alegra con las visitas de lady Pendra.

Moreta tuvo que contener la risa y volvió la cabeza disimuladamente. Pern entero sabía que lady Pendra estaba tramando el matrimonio de Alessan con una de sus numerosas hijas, sobrinas o primas. La joven esposa de Alessan, Suriana, había fallecido la Revolución anterior durante una Caída. En aquella época, lord Leef no presionó a su hijo para que volviera a casarse, hecho que muchos consideraron indicativo de que Alessan no sería el sucesor. Dado que las muchachas del Fuerte de Fort eran sumamente vulgares, Moreta consideraba escasas las posibilidades de Fort, aunque Alessan se vería obligado a casarse pronto si deseaba perpetuar su estirpe.

- ¿Complacería a la Dama del Weyr de Fort que lord Alessan tomara por esposa a una joven de este fuerte? -La voz de Alessan era fría y tensa.

- Seguramente podrá tomar una decisión mejor -replicó rápidamente Moreta antes de echarse a reír-. Lo siento. En realidad es un tema que no admite frivolidades, pero si usted viera el aspecto que tiene…

- ¿Y qué aspecto tengo? -Los ojos de Alessan chispeaban.

- El de un hombre muy presionado en una dirección que él no desea seguir. Esta es su primera Fiesta. También usted debería disfrutarla.

- ¿Querrá ayudarme? -En ese momento sólo había malicia en su rostro.

- ¿Cómo?

- Usted es mi Dama de Weyr. -Su semblante asumió el oportuno respeto-. Puesto que Sh'gall no la ha acompañado, yo debo ser su pareja.

- Francamente, no puedo monopolizar todo su tiempo. -Mientras hablaba, Moreta comprendió que eso precisamente sería lo que más le gustaría hacer. El talante poco convencional de Alessan le resultaba atractivo.

- ¿Y una buena parte de mi tiempo? -Su voz era casi suplicante, discrepaba notoriamente con su gesto y su mirada autoritaria-. Conozco mis obligaciones pero…

- Habrá muchachas de todas partes…

- Sí, una Búsqueda realizada en mi provecho.

- ¿Qué otra cosa esperaba, lord Alessan, siendo un partido tan adecuado?

- A Suriana le gustaba yo, no mis perspectivas -dijo Alessan en voz baja, débil-. Cuando se convino nuestro matrimonio, yo no tenía perspectiva alguna, por supuesto, de modo que pudimos compenetrarnos. Y lo hicimos.

Eso explicaba por qué Alessan había pospuesto una y otra vez su segundo matrimonio. A Moreta no se le había ocurrido que lord Leef hubiera tenido tanta comprensión por los sentimientos de su hijo.

- Tuvieron más suerte que la mayoría de los matrimonios -dijo, con cierta envidia. Desde el momento en, que Impresionó a una reina, Moreta había carecido de iniciativa en lo personal. Desde el momento en que Impresionó a Orlith, el cariño que se profesaban dragón y cabalgadora compensaba muchas cosas. El amor a otro ser humano palidecía si se lo comparaba con aquel cariño.

- Me di perfecta cuenta de mi buena suerte. -Con esa sosegada frase, Alessan no sólo hablaba de la pérdida que había sufrido sino que además afirmaba tener derecho a que se le eximiera de ciertas responsabilidades de su nuevo cargo.

Moreta se preguntó cuál sería el origen de la antipatía que sentía Sh'gall por aquel hombre.

Estaban avanzando entre el gentío congregado junto a los puestos. Moreta percibió intensos aromas de especias, guisados y pasteles de fruta, el olor a cuero bien curtido, el acre efluvio del puesto de los sopladores de vidrio, los mezclados vahos de perfumes, hierbas y ropas, el sudor de hombres y animales… Y sobre todo, la placentera excitación que impregnaba el ambiente.

- Dentro de los límites que impone el decoro en la Fiesta, le acepto como pareja. Siempre que le gusten las carreras y el baile.

- ¿En ese orden?

- Puesto que las unas son antes que el otro, sí.

- Aprecio su cortesía, Dama del Weyr. -Su voz era fingidamente formal.

- ¿Han llegado ya los arpistas?

- Llegaron ayer… -Alessan hizo una mueca.

- Ellos comen, ¿no?

- Ellos hablan. Pero hay suficientes para que la plaza de baile esté llena hasta el amanecer, ahora que Orlith la ha dignificado. Y nuestro siempre jovial Maestro Arpista ha prometido honrar la Fiesta con su presencia.

Moreta se sorprendió al oír lo que podía ser una nueva indirecta de su anfitrión. ¿Acaso Tirone no gozaba de la simpatía de Alessan? El Maestro Arpista era un cordial hombretón dotado de una fuerte voz de bajo que destacaba en cualquier coro en el que cantaba. Tirone prefería las vehementes baladas y excitantes sagas que mejor demostraban su talento personal, pero se trataba de su único capricho y Moreta nunca lo había considerado un defecto. Sin embargo ella era Dama del Weyr desde hacía muy poco tiempo y no conocía al Maestro de Pern tanto como Alessan. En cualquier caso a ella no le habría gustado enemistarse con Tirone.

- Tirone tiene una voz magnífica -dijo sin comprometerse-. ¿Ha venido el Maestro Capiam?

- Eso creo.

¡Cascarones!, pensó Moreta tras la tensa réplica de Alessan. Dejando aparte a lord Shadder, Alessan no compartía las preferencias de Moreta en lo que concernía a los dirigentes de Pern. Nunca había conocido a una persona que sintiera antipatía por Capiam, el Maestro Curador. ¿Acaso Alessan culpaba a Capiam de no haber curado la rota columna vertebral de su esposa?

- Esa clase de ejercicio… ¿es buena para Orlith en este momento, Moreta? -preguntó lord Tolocamp, que se había acercado de repente. Que hubiera localizado tan fácilmente a Moreta y Alessan sólo podía explicarse en el caso de que el Señor del Fuerte de Fort hubiera estado siguiendo a la pareja en su paseo por la senda.

- Aún le quedan diez días para la puesta. -Contestó Moreta tensa, tanto por la pregunta como por el hombre que la formulaba.

- Orlith ha volado con gran precisión -dijo Alessan-. Su destreza es muy apreciada en Ruatha.

Lord Tolocamp se contuvo, tosió y no se tapó a tiempo la boca. Era evidente que no entendía del todo el sentido de las palabras de Alessan.

- Orlith no tiene reparo alguno -dijo Moreta- en cuanto puede demostrar sus habilidades ante un nuevo público. Nunca ha sufrido ni una simple magulladura en la pata.

- Sí, bueno… Lady Pendra está por aquí -prosiguió Tolocamp con la pesada complacencia que le caracterizaba-. Alessan, me gustaría que conocieras mejor a mis hijas.

- En este momento, lord Tolocamp, estoy obligado a conocer mejor a la Dama del Weyr, ya que Sh'gall no está aquí para acompañarla. Sus hijas -Alessan miró a las muchachas, que hablaban plácidamente con algunos de sus subordinados- parecen estar muy entretenidas.

Tolocamp resopló varias veces.

- ¿Un vaso de vino, Moreta? Por aquí.

Alessan empujó firmemente a Moreta lejos de lord Tolocamp, que se quedó mirándoles, algo asombrado por la brusca despedida.

- Nunca sabré lo que pensará él de esto -dijo Moreta mientras se dejaba empujar.

- En ese caso puede ahogar sus penas en un vino blanco de Benden, que está enfriándose. -Alessan llamó a un servidor y le indicó por señas su deseo.

- ¿Blanco de Benden? ¡Estupendo, es mi favorito!

- Yo pensaba que prefería el de Tillek.

Moreta hizo un gesto que apoyaba su respuesta.

- Me veo forzada fingir preferencia por los vinos de-Tillek.

- A mí me parecen ásperos. Hay una tierra muy acida en Tillek.

- Cierto, pero Tillek entrega sus vinos al Weyr de Fort como pago de los diezmos. Y con lord Diatis es mucho más fácil estar de acuerdo que discrepar.

Alessan se echó a reír.

Cuando volvió el servidor con dos copas espléndidamente talladas y un pequeño odre, Moreta vio que lord Tolocamp, lady Pendra y lady Orna se dirigían hacia ellos, en ese instante una voz potente anunció el principio de las carreras.

- Nunca nos libraremos de lady Pendra. ¿Adonde podemos ir? -preguntó Moreta, pese a que Alessan tenía la mirada fija en la pista.

- Tengo motivos especiales para querer ver la primera carrera. Si nos damos prisa… -Alessan señaló la torcida senda que llevaba al llano dedicado a pista de carreras, pero siguiendo aquel camino no lograrían despistar a la gente de Fort.

- Si no pedimos la ayuda a Orlith, nunca lo conseguimos. Y mi reina está dormida. -Entonces Moreta vio el andamio que estaban levantando en el muro, en el borde sur del patio-. ¿Por qué no vamos allí arriba? -Señaló el lugar.

- Perfecto… ¡y a usted le van bien las alturas! Alessan la cogió de la mano y la condujo resueltamente entre los invitados, lejos de los fortianos.

Los que ya estaban junto a las inacabadas pistas del muro hicieron sitio para el Señor del Fuerte y la Dama del Weyr. Alessan puso su copa en la mano libre de Moreta y saltó hábilmente a la pista superior. Luego se arrodilló e hizo gestos a Moreta para que le diera ambas copas.

Moreta vaciló un instante. L'mal la había reprendido muchas veces por no comportarse con la dignidad que se esperaba de una Dama de Weyr, en especial fuera de límites del Weyr, donde artesanos, arpistas y pobladores de los fuertes podían observarla y criticarla. Seguramente la había estimulado la extravagante exhibición de Orlith. Lo que gustaba al dragón gustaba a la cabalgadora. Era una fiesta simpática, cordial, el respiro que Moreta precisaba en las onerosas responsabilidades durante Revolución entera. Había carreras y vino de Benden y más tarde habría baile. Moreta, Dama del Weyr de Fort, iba a divertirse.

Deberías hacerlo, ¿sabes?, contentó la somnolienta Orlith.

- Deprisa -dijo Alessan-. Están agrupándose en la salida.

Moreta se volvió hacia el jinete más próximo.

- ¡Ayúdame a subir, R'limeak, por favor!

- ¡Moreta!

- Oh, no te escandalices. Quiero ver el principio de la carrera. -Se arregló la falda y dobló la rodilla izquierda-. Que sea un buen tirón, R'limeak. No me gustaría que las piedras me arañaran la nariz.

El tirón de R'limeak no fue vigoroso. Si las fuertes manos de Alessan no la hubieran sostenido, Moreta habría resbalado.

- ¡Qué sorprendido se ha quedado! -dijo riendo Alessan, con sus verdes ojos llenos de alegría.

- Esto le irá bien. ¡Los cabalgadores de azules son tan convencionales a veces! -Moreta recuperó la copa de vino-. ¡Ah, qué vista tan maravillosa!

Tras observar que la carrera aún no iba a empezar, Moreta fue volviendo la cabeza lentamente para apreciar la prolongación del terreno desde el pie del rocoso baluarte de Ruatha, sobre los toscos techos de los engalanados puestos, hasta la vacía plaza de baile, los campos que había a lo lejos, los amurallados huertos a ambos lados y la pendiente que descendía poco a poco hacia el río Ruatha. El origen de este río era el lago Helado, en lo alto de las montañas. Sí, los huertos estaban yermos y los campos tenían el color tostado producto de las heladas que se habían producido durante aquella Revolución, pero el cielo tenía una vivida tonalidad verde azulada, no se veía una sola nube y el ambiente era agradablemente cálido. Dotada de excelente vista, Moreta observó que tres jinetes retrasados todavía tenían que reunirse con los participantes.

- Ruatha tiene un paisaje muy pintoresco -dijo-cuando vengo aquí, normalmente, las ventanas están todas cerradas por culpa de las Hebras, no se ve un alma, ni un animal. Hoy es un lugar totalmente distinto.

- Solemos proporcionar buena compañía -dijo Alessan. Sus ojos estaban fijos en lo que sucedía en los postes de salida-. Ruatha está considerado como uno de fuertes mejor situados. Fort puede ser más antiguo, que lo es, pero no está tan bien proyectado.

- Los arpistas nos cuentan que el Fuerte de Fort nació casualmente como acomodo temporal después de la Travesía.

Un acomodo temporal que dura desde hace mil cuatrocientas Revoluciones. Mientras que los de Ruatha siempre hemos sido previsores. Incluso disponemos de acomodo especial para los entusiastas de las carreras que visitan.

Moreta sonrió. Se daba cuenta de que ambos estaban divagando, excitados por la inminente carrera.

- ¡Atención! ¡Ya están alineados! La suave brisa cooperó llevándose el socarrado polvo de las pistas lejos de la irregular línea que formaban las excitadas bestias. Moreta vio caer la bandera blanca y contuvo la respiración al observar el increíble salto de los animales para iniciar la carrera.

- ¿Es la carrera corta? -preguntó mientras se esforzaba por identificar prematuramente al futuro líder de competición entre la confusión de inquietas cabezas, agitados cuerpos y alborotadas patas. Tan apiñados estaban los corredores que era imposible distinguir los colores de los gorros de los jinetes y las sillas de montar. -Como de costumbre -replicó Alessan, distraído, protegiéndose los ojos con una mano para ver mejor. -La participación también es buena. Están alargándose y… ¡juraría que el corredor de cabeza lleva los colores de Ruatha!

- ¡Eso espero! -gritó Alessan, sumamente excitado.

Vítores y gritos de ánimo sonaron en los alrededores y en la pista.

- ¡Fort no se rinde! -dijo Mareta. Un segundo animal se había separado del resto- ¡Y cómo corre!

- ¡Sólo tiene que mantenerse! -Las palabras de Alessan eran en parte una amenaza y en parte una súplica.

- ¡Lo hará! -La sosegada seguridad de Moreta provocó una rápida mirada de incredulidad de Alessan, que siguió tenso debido a la ansiedad hasta que los primeros corredores pasaron junto al poste de llegada-. ¡Ha ganado!

- ¿Está segura?

- Ciertamente. Los postes están paralelos a esta ventajosa posición. ¡Tiene un ganador! ¿Lo crió usted?

- Sí, sí, yo lo crié. ¡Y ha ganado! -Parecía que Alessan precisaba que Moreta confirmara su logro.

- Claro que ha ganado. Por más de dos cuerpos si no me falla la vista. Y no me falla la vista en las carreras. ¡Por su vencedor! -Moreta alzó la copa.

- ¡Por mi vencedor! -Su voz era curiosamente fiera y el brillo de sus ojos reflejaba más desafío que triunfo.

- Le acompañaré a la meta -sugirió Moreta al observar que los corredores se detenían por fin en el rastrojal.

- Puedo saborear este momento aquí con mayor intensidad -dijo Alessan inesperadamente-. Y sin inhibiciones -agregó sonriente-. Dag está allí. El es el cuidador de mis animales y esta victoria le pertenece tanto como a mí. No deseo menguar su gloria. Además, sería incorrecto que el Señor del Fuerte que organiza la Fiesta dé brincos como un loco por una simple victoria en una carrera corta.

Moreta consideró muy acertada la conducta de Alessan.

- No será su primera victoria…

- A decir verdad, lo es. -Alessan estaba contemplando el recinto y de pronto hizo urgentes gestos a un servidor en petición de más vino-. La crianza dedicada a obtener cualidades especiales fue el proyecto que lord Leef encargó hace ocho Revoluciones. -Alessan prosiguió con voz más serena, aunque todavía con cierta excitación-. La crianza de animales corredores es una tradición muy arraigada en Pern.

- ¿Hace ocho Revoluciones? -Moreta miró fijamente al Señor del Fuerte-. Si se ha dedicado a la crianza tanto tiempo, es imposible que ésta sea su primera victoria.

- En una carrera, sí. La cualidad que lord Leef deseaba perpetuar era el aguante en acarreos de larga distancia, combinado con un consumo inferior de forraje.

- ¿Obtener más trabajo de menos animales con menos alimento? -A Moreta no le resultaba tan difícil creer eso del antiguo lord, pero contempló a Alessan con asombro-. Y con ese tipo de crianza ha conseguido un corredor para carreras cortas…

- No intencionadamente. -Alessan sonrió-. Ese animal procede de una raza de corredores defectuosos del proyecto original. Son activos, duros, esforzados incluso con poco alimento, pero tienen el cuerpo pequeño y son muy delgados. No comen mucho y todo lo que consumen se transforma en breves aumentos de energía… en distancias cortas de cincuenta largos de dragón, para ser preciso. Más allá de la señal de noventa largos, son inútiles. Concédales una hora de descanso y podrán repetir la misma hazaña. Y viven mucho tiempo. Fue Dag el que descubrió las posibilidades que tenían estos animales en las carreras cortas.

- Pero, claro, fue muy difícil llevarlos a las carreras en vida de su padre. -Moreta contuvo la risa al comprobar la expresión de Alessan.

- Más bien imposible.

- Imagino que sus ganancias, con un animal inexperto que participa en su primera carrera, serán importantes.

- Debería ser así. Si consideramos el tiempo que Dag y yo hemos perdido en preparar a esa desdichada criatura para una ocasión como esta…

- ¡Mis sinceras felicitaciones, lord Alessan! -Moreta alzó la copa, llena otra vez-. Por engañar a lord Leef y por ganar su primera carrera en su primera Fiesta. No sólo es usted tortuoso, es una amenaza para los expertos en carreras.

- De haber conocido su entusiasmo por ellas, le habría indicado que apostara por…

- Soy espectadora, no jugadora. ¿Inscribirá a ese animal en la Fiesta de Fort?

- Considerando su habilidad, podría hacerlo correr en la última carrera corta de hoy y estar seguro de su victoria, pero eso no sería correcto. -El brillo de sus ojos sugería que Alessan, de no haber sido Señor del Fuerte, no se habría mostrado tan escrupuloso-. Para colmo, muchos supondrán que es una victoria casual. Sólo ha participado en una carrera, guste o no guste. -La voz de Alessan imitó el tono y la inflexión de la voz del inveterado jinete de carreras, quejicoso y escéptico-. De modo que tendré que llevarlo a todas las Fiestas que sea posible. Me gusta ganar. Es una nueva experiencia.

Tanta sinceridad sorprendió a Moreta.

- ¿Está seguro de que su padre no estaba al tanto de esto? Lord Leef siempre me causó la impresión de que estaba enterado de todo cuanto ocurría en su Fuerte, y en todo el oeste.

Alessan la miró fija y prolongadamente mientras meditaba la respuesta.

- ¿Sabe una cosa? No me extrañaría nada que él hubiera averiguado la verdad. Nosotros, Dag y yo, tomamos extraordinarias precauciones. Creo que eliminamos cualquier posibilidad de que nos descubrieran. -En ese momento Alessan agitó la cabeza y rió entre dientes-. No puede imaginarse todo lo que hicimos… pero quizá tenga razón. El viejo Señor pudo haberse enterado.

- Supongo que él no le habría designado sucesor simplemente por sus méritos como criador de corredores. ¿Qué otras cosas hacía?

Alessan hizo un guiño a Moreta.

- El Weyr exige mis servicios, lady Moreta, no mis secretos.

- Ya he averiguado uno. ¿Debo…? -Moreta se interrumpió de repente al darse cuenta de que aquella conversación estaba despertando enorme interés a su alrededor. ¿Por qué no estar simplemente alegre en una Fiesta? Miró con severidad a R'limeak y el cabalgador de azul apartó la vista.

Al notar el cambio de expresión de Moreta, Alessan miró en torno suyo y maldijo en voz baja.

- ¡Ni siquiera se puede estar tranquilo en un muro, a medio construir, en plena Fiesta! -dijo amargamente, maldijo de nuevo mientras observaba a lord Tolocamp y al grupo de mujeres que avanzaban con resolución hacia el muro.

- ¡Cáscaras! -exclamó Moreta-. No quiero que me estropeen las carreras con parloteos y chismes. Escuche, desde allí podríamos verlas tan bien como desde aquí. Moreta señaló una suave pendiente en el campo, por debajo de la senda. Luego se recogió la falda y empezó caminar cuidadosamente sobre el montón de piedras, con intención de llegar al muro-. Y coja ese odre de vino blanco.

- ¡Tenga cuidado o se romperá el cuello! Alessan llamó rápidamente al servidor para que cogiera el odre y acto seguido marchó detrás de Moreta antes de que alguien pudiera comprender sus intenciones.

Con las piedras resbalando bajo sus pies, Moreta y Alessan llegaron a la senda sin más contratiempos y se apresuraron a cruzar los puestos y el campo para llegar a la pendiente. Los espinos se enganchaban en la falda de Moreta y ésta se la recogió aún más.

- Hoy no le preocupan los buenos modales. -Alessan movió la cabeza como si desaprobara las poco dignas zancadas de Moreta, aunque él iba evitando que sus elegantes botas pisaran las partes más escabrosas del terreno.

- Estamos en una Fiesta. Un acontecimiento informal.

- Su vestimenta no es informal. -Alessan la sujetó por el codo al ver que tropezaba-. Ese vestido no está pensado para excursiones campestres. ¡Ah! Ya hemos llegado. -Se detuvo bruscamente-. Una magnífica vista de la salida y la llegada. Si me permite, llenaré su copa.

- Por favor. -Moreta levantó la copa.

- ¿Cómo es posible que yo no supiera que la Dama del Weyr de Fort adora las carreras tanto que está dispuesta a renunciar al patio y a sus placeres?

- He estado en todas las Fiestas de Ruatha desde hace diez Revoluciones.

- Pero allí. -Alessan señaló el patio.

- Naturalmente, como corresponde a mi categoría. A L'mal no le gustaba que yo vagara por los montes.

- Los sitios en que yo solía estar. -Alessan sonrió.

- ¿Aprendiendo a criar corredores?

- Claro que no. -Alessan fingió sorpresa e inocencia-. Yo debía criar corredores fuertes, no veloces. Mis obligaciones durante una Fiesta se limitaban a prestar ayuda a Norman, el encargado de la pista de carreras.

Moreta alzó la copa una vez más.

- ¡Por el hombre que perseveró y ganó la carrera!

Alessan era perspicaz y acogió la sutileza con una sonrisa. Los ojos de ambos se encontraron. Moreta sentía cada vez más simpatía por el nuevo Señor del Fuerte y no sólo porque ambos tuvieran un mutuo interés por las carreras. Los pensamientos de Alessan eran impredecibles, no correspondían a un Señor de Fuerte normal como Tolocamp, Ratoshigan o Diatis. El era una buena compañía y tenía sentido del humor. Si baila tan bien como hace cualquier otra cosa, pensó Moreta, quizá monopolizara su tiempo esta noche.

Cuando apartó la mirada de los penetrantes ojos de Alessan, vio que llegaban otros dos dragones. Luego se dedicó a mirar a Orlith, acomodada encima mismo de la entrada principal del fuerte, y pensó que la dorada piel de su dragón era un magnífico complemento de las colgaduras de la hilera superior de ventanas. Al darse cuenta de que Alessan estaba observándola, Moreta desvió la mirada de Orlith.

- Sí, es un hábito -dijo, encogiéndose tímidamente de hombros.

- Después de veinte Revoluciones como compañeras…

- ¿Ya está acostumbrado a ser Señor del Fuerte de Ruatha?

- Todavía no. Sólo hace… -Alessan se interrumpió, fijó sus ojos en la expresión, en la sonrisa de orgullo de Moreta-. ¿Aún después de veinte Revoluciones?

- ¡Ah, mire! ¡La bandera para la próxima carrera!

Moreta había desviado del asunto la atención del Señor del Fuerte. Era imposible explicar el vínculo a una persona que no estaba sujeta a él. La impresión era un milagro personal, un milagro muy personal.