CAPÍTULO V

V Weyr de Fort, Pasada Presente, 3.11.43

Moreta estaba segura de haber dormido sólo unos minutos cuando Orlith la despertó.

Sólo has dormido dos horas pero Kadith está furioso.

- ¿Por qué?

A Moreta le fue difícil levantar la cabeza de la almohada. Pero no era la cabeza lo que le dolía, sino las piernas. A causa del baile o a causa del vino, Moreta no lo sabía, ni era probable que tuviera el tiempo necesario para averiguarlo ya que, al parecer, Sh'gall estaba dominado otra vez por su mal humor.

Hay una enfermedad en el territorio, replicó Orlith, en tono de confusión. Sh'gall ha ido a ver a K'lon y le ha despertado.

- ¿Qué ha despertado a K'lon?

Moreta se sentía muy preocupada cuando se puso la primera túnica que encontró. La prenda estaba ligeramente húmeda y el dormitorio frío. Debía haber cambiado el tiempo.

Una fina niebla cubre el Weyr, informó Orlith, servicial.

Moreta se estremeció mientras se vestía.

- ¿Cómo es posible que haya despertado a K'lon? Ese hombre está enfermo y necesita descanso.

Sh'gall está convencido de que K'lon trajo la enfermedad hasta aquí. Orlith estaba francamente confundida. K'lon estuvo en Igen.

- K’lon va muchas veces a Igen. Tiene un amigo que es cabalgador de verde allí.

Moreta se echó agua en la cara y se frotó los dientes con la varita de menta, cosa que apenas mejoró su mal sabor de boca. Pasó los dedos de una mano por su corto cabello mientras con la otra buscaba a tientas una pera goru en la fuente que tenía en la habitación. La áspera fruta quizá neutralizara los efectos secundarios del excesivo vino de Benden.

- ¡Moreta! -Los gritos de Sh'gall resonaron en la entrada del weyr.

Moreta aún tuvo tiempo de acariciar suavemente el hocico de Orlith antes de que Sh'gall irrumpiera en la habitación. La reina cerró los ojos, fingiendo que dormía. Sh'gall dio diez violentos pasos dentro el weyr y se detuvo, con la mano levantada como si se protegiera de la proximidad de alguien.

- Una enfermedad se ha extendido por Pern. La gente está muñéndose y no se puede hacer nada. También los corredores mueren. Nadie debe salir del Weyr.

Los ojos de Sh'gall estaban abiertos, reflejaban auténtico pánico, y Moreta los miró fijamente, con sorpresa, durante unos instantes.

- Las Hebras caerán mañana, Sh'gall. Los cabalgadores deberán abandonar el Weyr con sus dragones.

- No te acerques tanto. Es posible que también yo me haya contagiado.

Moreta no se había movido.

- ¿Y si me explicaras algún detalle? -preguntó tranquilamente.

- Ese animal que exhibieron en Ista… era portador de una enfermedad mortífera. El mal se ha extendido desde Igen y el Fuerte de Animales de Keroon hasta Telgar. ¡Incluso ha llegado a la Vaina Meridional! Personas y corredores han muerto en el fuerte de lord Ratoshigan. Y el Maestro Capiam ha ordenado la cuarentena de ese fuerte. ¡Y del nuestro!

- ¿Corredores, has dicho? -El aire se detuvo en la garganta de Moreta, que miró temerosamente a su dragón-. ¿Y dragones? -Ella había tocado a aquel corredor, y si había contagiado a Orlith…

- ¡No, no, dragones no! Capiam dijo que ningún dragón, así lo cree Talpan. Ordenaron que mataran al animal. ¡A mí no me pareció que estuviese enfermo!

- Explícame, por favor, cómo han muerto hombres en la Vaina Meridional si el felino seguía estando en Ista.

- ¡Porque hay una epidemia! Empezó cuando los marineros sacaron del mar esa bestia y la llevaron a tierra. Todo el mundo quería verla, así que la llevaron al Fuerte de Igen, luego a Keroon y a Ista antes de que ese tipo, Talpan, se diera cuenta de que era portador de una enfermedad. Sí, eso dijo Capiam: el felino era portador de una enfermedad.

- ¿Y lo exhibieron en la Fiesta de Ista?

- ¡Nadie lo sabía! No hasta que ese Talpan habló con Capiam. Había estado en todos los fuertes que sufrían la enfermedad.

- ¿Quién? ¿Talpan?

- ¡No, Capiam! Talpan es curador de animales.

- Sí, lo sé. -Moreta recurrió a toda su paciencia, ya que Sh'gall estaba tan alterado que por fuerza debía mostrarse incoherente-. Nada de esto se mencionó en la Fiesta de Ruatha.

Sh'gall le lanzó una mirada de ira.

- Naturalmente; no se sabía. Además, ¿quién habla de cosas desagradables en una Fiesta? Pero yo acabo de dejar a Capiam en su taller. Y tuve que llevar a Ratoshigan y a Capiam hasta la Vaina Meridional porque Ratoshigan había recibido un mensaje urgente ordenándole volver. Ha habido muertos en su fuerte. También había recibido nuevos corredores de Keroon. Seguramente fueron los que extendieron la enfermedad hasta el oeste. -La furia de Sh'gall se acentuó y, de improviso, sufrió violentos temblores-. Capiam dijo que si yo no había tocado al felino no enfermaría. No puedo ponerme enfermo. Soy el Caudillo del Weyr.

Sh'gall se estremeció de nuevo/

Moreta le miró con aprensión. El hombre tenía el cabello mojado y aplastado, formando un húmedo borde por encima de la frente, junto al casco de montar. Sus labios estaban ligeramente azulados y la piel, muy pálida.

- No tienes buen aspecto.

- ¡Estoy perfectamente! Estoy bien. Me he bañado en el Lago Helado. Capiam dijo que la enfermedad es como las Hebras. El frío las mata, y también el agua.

Moreta cogió la capa de piel, que estaba exactamente donde había caído de sus hombros apenas dos horas antes, y se acercó a Sh'gall con la prenda.

- No te acerques. -Sh'gall retrocedió, con las manos extendidas para detener a Moreta.

- ¡Sh'gall, no seas estúpido! -Moreta le lanzó la capa-. Ponte esto encima y así evitarás constiparte. Un resfriado te expondría más a esa enfermedad.

Se acercó a la mesa y sirvió vino, derramando un poco dada su prisa.

- Bebe esto. El vino también es antiséptico. No, no me acercaré.

Moreta se tranquilizó al ver más calmado a Sh'gall, con la capa sobre los hombros, y se alejó de la mesa para que el Caudillo pudiera coger el vino.

- Qué locura, zambullirte en el Lago Helado antes de que salga el sol y luego viajar por el inter… Bueno, siéntate y explícame otra vez lo que sucedió en la Fiesta de Ista. Dónde estuviste con Capiam y qué te dijo él exactamente.

Moreta no prestó total atención al ahora más sosegado relato de Sh'gall. Mientras programaba mentalmente las precauciones y medidas que habrían de tomarse para asegurar el bienestar del Weyr.

- ¡Nada bueno llega del Continente Meridional! -comentó gratuitamente Sh'gall-. Hay razones muy sólidas para prohibir que la gente vaya allí.

- Jamás se ha negado el permiso. Siempre he supuesto que en la Travesía llevamos todo cuanto nos es necesario. Bien, ¿cuáles son los síntomas de la enfermedad que está extendiéndose?

Moreta recordó el derrame de sangre del corredor muerto, el único signo externo del trastorno mortal. Sh'gall la miró fijamente, sin comprenderla, durante largos instantes; luego, por fin, ordenó sus pensamientos.

- Fiebre. Sí, se produce fiebre. -Miró a Moreta para asegurarse de su atención.

- Hay muchas clases de fiebre, Sh'gall.

- Berchar lo sabrá. Fiebre, dijo Capiam, dolor de cabeza y tos seca. ¿Cómo es posible que eso baste para matar a hombres y a animales?

- ¿Qué remedios especificó Capiam?

- ¿Cómo quieres que especifique algo si no sabe qué clase de plaga es esta? Ya lo averiguarán. Basta con que investiguen lo suficiente. Ah, él dijo que había que tratar empíricamente los síntomas.

- ¿Habló del período de incubación? No podemos estar en cuarentena en el Weyr eternamente, compréndelo.

- Lo sé. Pero Capiam dijo que no debemos reunimos. Recriminó a Ratoshigan por tener atestado su Fuerte. -Sh'gall hizo una desagradable mueca-. Hemos advertido a los Señores de los Fuertes, pero ¿qué caso nos han hecho? Ahora van a pagar por ello.

- Sh'gall, Capiam debió decirte cuánto tiempo tarda la enfermedad en incubarse

El Caudillo del Weyr había terminado el vino. Frunció el entrecejo y se frotó la cara.

- Estoy cansado. He pasado media noche esperando al Maestro Curador en la Vaina Meridional. Capiam dijo que la enfermedad tarda de dos a cuatro días en incubar. Me ordenó que averiguara dónde ha estado todo el mundo y que impidiera las reuniones. También el Weyr tiene sus obligaciones. Debo dormir un poco. Ya que estás levantada, asegúrate de que todos se enteren de esto. Explícales lo que puede haberles pasado ayer. -Lanzó a Moreta una mirada dura, de advertencia-. Cuando despierte no quiero descubrir que has estado animando.

- Una epidemia es algo totalmente distinto a tener que tranquilizar a un cabalgador cuyo dragón se ha herido en un ala.

- Y busca a Berchar. Quiero saber exactamente que enfermedad tiene K'lon. K'lon no lo sabe, ¡y Berchar no estaba en su habitación!

Sh'gall no aprobaba ese detalle. Con un carácter sumamente masculino y criado en un fuerte, Sh'gall jamás había sentido compasión, jamás había entendido a los cabalgadores de verdes y azules y sus relaciones.

- Hablaré con Berchar. -Moreta estaba casi convencida de que lo encontraría con S'gor, un cabalgador de verde.

- ¿Darás aviso al Weyr? -Sh'gall se levantó, aturdido a causa de la fatiga y el vino que había ingerido con el estómago vacío-. Nadie debe salir del Weyr, nadie debe entrar. ¡Asegúrate de que el encargado del vigilante difunda esa orden! -Sh'gall dirigió hacia ella un exhortativo dedo.

- Un poco tarde para gritar Hebras cuando ya están bajo tierra, ¿no te parece? -replicó amargamente Moreta-. Debisteis anular las Fiestas.

- Ayer nadie sabía la gravedad de la situación. ¡Transmite mis órdenes ahora mismo!

Con la capa de Moreta todavía apretada al cuerpo, Sh'gall salió del weyr tambaleándose. Ella le vio salir. La cabeza le vibraba. ¿Por qué no habían anulado las Fiestas? ¡Con la gente que había ido a Ruatha! Cabalgadores de todos los Weyrs, de Ista y de Ruatha. ¿Qué le había dicho S'peren? ¿Qué había una enfermedad en Igen, Keroon y Telgar? Pero no había hablado de epidemia. Ni de muertos. ¿Y aquel corredor de Vander? ¿No había mencionado Alessan a un nuevo corredor procedente de Keroon que estaba en el fuerte de Vander? Al pensar en las largas estacadas de la pista de Ruatha, Moreta suspiró. ¡Y toda aquella gente! ¿Hasta qué punto podía contagiar la enfermedad aquel corredor en el momento de su muerte, cuando ansiosos jinetes y serviciales espectadores se arremolinaron en torno al cadáver? Ella no debía haber intervenido. ¡No era un asunto de su incumbencia!

Estás trastornada, dijo Orlith. En sus inquietos ojos había un tranquilizador tono azulado. No debes trastornarte por una bestia corredora.

Moreta se apoyó en la cabeza, de su dragón y le acarició el borde del ojo más cercano. Calmó su ansiedad con eI suave tacto de la piel de Orlith.

- No es solamente ese corredor, cariño. Hay una enfermedad en el territorio. Una enfermedad muy peligrosa. ¿Dónde está Berchar?

Con S'gor. Dormido. Es muy temprano. Y hay niebla.

¡Y ayer fue un día tan hermoso! -Recordó los fuertes brazos de Alessan alrededor de su cuerpo durante la agitada danza, el desafío que había en los ojos verde claro de aquel hombre.

Te divertiste, dijo Orlith con profunda satisfacción.

- Sí, es cierto. -Moreta suspiró tristemente.

Nada cambiará el ayer, observó filosóficamente Orlith. De modo que ahora debes enfrentarte al presente.

Mientras Moreta sonreía ante la lógica del dragón, la reina agregó: Leri quiere hablar contigo puesto que ya estás despierta.

- Sí, y Leri puede saber algo de una epidemia como esta. También es posible que sepa la forma en que debo dar la noticia al Weyr un día antes de la Caída.

Ya que Sh'gall se había llevado su capa, Moreta se puso la indumentaria de montar. Orlith estaba en lo cierto, como de costumbre, respecto al tiempo. Cuando Moreta salió de su weyr y empezó a subir las escaleras que conducían a la vivienda de Leri, la niebla formaba remolinos montañas abajo. Las Hebras caerían al día siguiente, con niebla o sin ella, de modo que la Dama del Weyr ansió fervientemente que la atmósfera aclarara. Si el viento no conseguía despejar la niebla, la posibilidad de colisión sería triple. Los dragones veían pese a la niebla, pero no sus cabalgadores. A veces estos últimos no hacían caso a los dragones y se encontraban en lucha desigual contra cerros aislados.

Orlith, por favor, di al centinela que nadie, cabalgador o señor de fuerte, podrá entrar hoy en el Weyr. Y que nadie saldrá. La orden debe comunicarse a todos los cabalgadores de weyr vigilantes.

¿Quién va a visitar el Weyr con tanta niebla?, preguntó Orlith. Y después de dos Fiestas…

¿Orlith?

He transmitido el mensaje. Balgeth está demasiado dormido para poner pegas. Orlith se mostraba sospechosamente dócil.

- Buenos días, Holth -dijo cortésmente Moreta al entrar en la habitación de la anciana Dama del Weyr.

Holth volvió la cabeza ligeramente, a modo de respuesta, antes de cerrar los párpados y acomodar con más firmeza su testa sobre las patas delanteras. La vieja reina tenía un color muy parecido al bronce a causa de la edad.

Junto a ella, en el borde de la pétrea plataforma que era el lecho del dragón, Leri estaba sentada con un montón de almohadones como respaldo. Tenía el cuerpo envuelto en gruesas mantas tejidas a mano. Leri afirmaba que dormía junto a Holth tanto por el calor que el dragón almacenaba en su cuerpo después de haber tomado el sol durante muchas Revoluciones, como para ahorrarse la molestia de moverse. Durante las últimas Revoluciones, las articulaciones de Leri se rebelaban contra el excesivo uso. Moreta y el Maestro Capiam la habían instado en repetidas ocasiones a que aceptara la permanente invitación a trasladarse al sur, al Weyr de Ista. Leri se negaba inflexiblemente, argumentaba que ella no era una serpiente de túnel y que no podía cambiar la piel: había nacido en el Weyr de Fort y era su intención pasar las últimas Revoluciones en compañía de los escasos viejos amigos que le quedaban, y en el lugar en que había transcurrido su vida.

- Me han dicho que disfrutaste mucho después de la primera guardia -dijo Leri. Enarcó las cejas interrogativamente-. ¿Es ese el motivo de que Sh'gall te haya reprendido?

- No me ha reprendido. Ha estado lamentándose. Una epidemia anda suelta por Pern.

La preocupación eliminó la diversión del semblante de Leri.

- ¿Qué? Nunca hemos tenido una epidemia. Al menos, no que yo sepa. Y tampoco lo he leído.

Con el movimiento limitado por la enfermedad de sus articulaciones, Leri se ocupaba de los archivos del Weyr para que Moreta dedicara más tiempo a los niños. Leri solía ojear los documentos más viejos, para «tener chismes que contar», afirmaba ella. ,

- ¡Cáscaras! Esperaba que hubieras leído algo en alguna parte. ¡Algo que anime! Sh'gall tiene una agitación muy rara, y esta vez por causas justificadas.

- Quizá no he leído documentos antiguos que hablen de cosas tan interesantes como las epidemias. -Leri lanzó a Moreta un almohadón y señaló imperiosamente el pequeño taburete de madera dispuesto para las visitas-. Somos gente sana, en general. Tendemos a rompernos muchos huesos, a sufrir heridas con las Hebras, o padecer fiebres ocasionales… Pero un mal que se extiende por un continente entero, no. ¿De qué clase de enfermedad se trata?

- El Maestro Capiam no la ha identificado aún.

- ¡Oh, no me gusta nada eso! -Los ojos de Leri se movieron inquietamente-. Y ¡por el Huevo! ayer hubo dos Fiestas, ¿no es cierto?,

- El peligro no se apreció en su totalidad. El Maestro Capiam y Talpan…

- ¿El Talpan que fue amigo tuyo?

- Sí, bien, es curador de animales, ¿sabes?, y él comprendió que el felino que estaban exhibiendo en Ista era el portador de la enfermedad.

- ¿El felino del Continente Meridional? -Leri chasqueó la lengua-. Y un maldito necio ha llevado al animal por aquí, por allá y por todas partes para exhibirlo. ¡De manera que la enfermedad está aquí, allá y en todas partes! ¡Y los cabalgadores, incluido nuestro noble Caudillo del Weyr, han ido a echarle una ojeada!

- El relato de Sh'gall ha sido un poco incoherente, pero él fue a Ista con lord Ratoshigan para contemplar al felino. Capiam acababa de examinar a los enfermos del Fuerte Marítimo de Igen, de Keroon, de Telgar…

- ¡Por Faranth!

Moreta asintió.

- Y de Ista, por supuesto. Luego Ratoshigan recibió un mensaje de tambor, un mensaje urgente que le ordenaba volver a causa de la enfermedad, así que Sh'gall trasladó a Ratoshigan y al Maestro Capiam.

- ¿Por qué la enfermedad se ha propagado con tanta rapidez? ¡El animal sólo llegó hasta Ista!

- Sí, pero antes estuvo en el Fuerte de Animales de Keroon para que el Maestro Sufur lo identificara, y nadie se dio cuenta de que era portador de una enfermedad…

- Y como hemos tenido un buen invierno, ¡han mandado corredores a todo el continente! -concluyó Leri, y las dos mujeres se miraron con preocupación.

- Talpan informó a Capiam que la enfermedad no afecta a los dragones.

- Supongo que debemos estar agradecidas a las excepciones -dijo Leri.

- Y la Caída es mañana. Nos ocuparemos de eso antes de que alguien enferme. El período de incubación es de dos a cuatro días.

- Esa no es una gran ventaja, ¿eh? Pero tú no estuviste en Ista. -Leri arrugó la frente.

- No, pero Sh'gall sí. De todas formas, en la segunda carrera de Ruatha cayó un corredor y no es normal que…

Leri asintió, comprendía perfectamente.

- Y naturalmente tú estabas tan cerca que te acercaste a verlo. ¿Murió?

- Y no es normal. Su propietario acababa de recibir nuevos ejemplares de Keroon.

- ¡Lo que faltaba! -Leri miró al techo y suspiró, resignada-. Bien, ¿qué medicación recomienda Capiam? Seguramente tendrá alguna idea, después de haber visitado todo el continente.

- Recomienda que tratemos los síntomas empíricamente hasta que averigüe de qué se trata y cuál es el medicamento específico.

- ¿Y qué debemos tratar empíricamente?

- Dolor de cabeza, fiebre y tos seca.

- Eso no mata.

- Hasta ahora.

- No me gusta nada -dijo Leri. Se tapó los hombros con la manta y se acurrucó en busca de calor-. Pero fíjate, aquí tuvimos un arpista (aunque L'mal nunca quiere hablar de él porque era muy triste) que solía decir «no hay nada nuevo bajo el sol». Una esperanza muy débil en estas circunstancias. Tráeme más archivos. Por ejemplo los que empiezan en la última Pasada. Afortunadamente no pensaba ir a ningún sitio esta mañana.

Dado que Leri sólo salía de su weyr para volar con la escuadrilla de reinas, Moreta dedicó a la anciana una sonrisa por tratar de suavizar los problemas.

- ¿Te ha dicho Sh'gall que informes tú al Weyr?

- A los que estén despiertos. Y a Nesso…

Leri resopló.

- Por ahí tienes que empezar. Asegúrate de que ella lo entiende bien o tendremos histeria además de resacas hasta el mediodía. Y ya que estás levantada, ¿tendrías la bondad de preparar mi vino, Moreta? -Leri se agitó, inquieta-. El cambio de tiempo me ha llegado a los huesos. -Observó la pereza de Moreta-. Escucha, si lo preparas tú, sabrás que no he puesto más zumo de fellis que el preciso.

Con chipas de desafío en sus ojos, Leri ladeó la cabeza ante la joven Dama del Weyr. Moreta desaprobaba que Leri tomase tanto zumo de fellis y sostenía que Leri, si viajaba al sur donde el tiempo era más templado mejoraría su estado y no precisaría ninguna dosis de bebida.

Pero Moreta no vaciló. Aquel frío pegajoso le hacía sentirse entumecida y seguramente Leri debía sentirse muy mal.

- Bueno, dime, ¿te divertiste en la Fiesta? -preguntó Leri mientras Moreta medía la cantidad de zumo que debía poner en el alto vaso de la anciana.

- Sí, me divertí. Bajé a la pista y vi casi todas las carreras desde un sitio muy bueno, acompañada por lord Alessan.

- ¿Qué? ¿Monopolizaste a Alessan cuando su madre y la madre de cualquier chica elegible capaz de arrastrarse para llegar a esa Fiesta…?

Moreta hizo una mueca.

- El cumplió su obligación con las chicas en la plaza de baile. Y nosotros -agregó con la mejor de sus sonrisas- ¡logramos mantenernos en pie en una danza acrobática!

Leri devolvió la sonrisa a Moreta.

- Alessan podría ser toda una tentación. Supongo que ha superado la muerte de aquella fiera con la que se casó. ¡Muy triste! Su abuelo, el padre de Leef… Ah, no, ya estarás enterada de todo eso. -Moreta no sabía nada, pero el comentario de Leri significaba que no debía enterarse-. Siempre charlo con Alessan mientras las patrullas de tierra presentan sus informes. Siempre lleva encima un odre de vino blanco de Benden.

- ¿De verdad?

Leri se echó a reír del alarmado tono de Moreta.

- No me digas que lo intentó también contigo… ¿En su propia Fiesta? -Leri rió entre dientes y dio a su voz un tono masculino-. Por casualidad tengo un odre de Manco de Benden…

Y la anciana rió mucho más al ver la reacción de More-la a su imitación.

- Alessan tiene una bodega de Benden, así lo creo. Pero me alegra que Leef lo nombrara sucesor. Tiene más agallas que ese hermano mayor suyo… nunca recuerdo su nombre. No importa. Alessan vale tres veces más. ¿Sabías que Alessan fue Buscado?

- Y que lord Leef se negó. -Moreta frunció el entrecejo. Alessan habría sido un soberbio cabalgador de bronce.

- Bueno, como el chico iba a ser su sucesor, Leef estaba autorizado a negarse. Eso fue hace doce Revoluciones. Antes de que tú llegaras de Ista. Alessan habría Impresionado a un bronce, estoy segura.

Moreta asintió mientras entregaba a Leri el zumo de fellis y el vino.

- ¡A tu salud! -dijo irónicamente, alzando el vaso ante Moreta-. Hummm… Descansa un poco hoy, Moreta -dijo más animadamente-. Dos horas de sueño no son suficientes cuando al día siguiente hay una Caída y quién sabe cuántos cabalgadores harán estupideces gracias a las dos Fiestas, por no hablar de la desconocida enfermedad de Capiam…

- Descansaré un poco en cuanto haya organizado algunas cosas.

- A veces me preguntó si hicimos bien, L'mal y yo, al monopolizar tus artes curativas para el Weyr.

- ¡Sí! -La rápida respuesta de Moreta fue imitada por Holth y Orlith.

- ¡Eso me pasa por hacer preguntas tontas! -Leri estaba tranquila y dio unos golpecitos en la cabeza a Holth.

- Cierto. Bien, ¿qué documentos quieres que te traiga?

- Los más viejos que encuentres que aún sean legibles.

Moreta arregló la almohada que Leri le había dejado y la echó hacia la anciana Dama del Weyr, que la atrapó diestramente.

- ¡Y come alguna cosa! -gritó Leri mientras Moreta daba media vuelta y salía del weyr.

Jirones de niebla se infiltraban por los valles, rezumaban hacia el borde oriental del Cuenco, y el centinela permanecía entre las patas delanteras de su dragón, protegiéndose de los elementos tanto como estaba a su alcance. Moreta se estremeció. No le gustaban las nieblas del norte, ni siquiera después de diez Revoluciones, aunque tampoco le gustaba la humedad de las latitudes meridionales de Ista. Y era demasiado tarde para regresar al confortable clima de las tierras altas de Keroon. ¿También habría llegado la enfermedad a las tierras altas? ¡Y Talpan descubriéndola! Qué extraño que él hubiera estado en sus pensamientos el día anterior. ¿Acaso la epidemia volvería a reunirlos?

Agitó un poco el cuerpo, deliberadamente, e inició el descenso hacia el suelo del Cuenco. En primer lugar vería a K'lon y luego buscaría a Berchar, aunque ello significara invadir la intimidad del weyr de S'gor.

K'lon estaba dormido cuando Moreta llegó al dispensario, y ni en su frente ni en su labio superior había una sola gota de sudor que indicara la existencia de fiebre. La blanca piel tenía un color saludable, oscurecida por el viento en las zonas de la cara no tapadas por los protectores oculares. Berchar había atendido a K'lon durante primeros días de fiebre, de modo que Moreta consideró absurdo despertar al cabalgador de azul.

Ya había gente en el Cuenco, gente que levantaba remolinos de niebla al iniciar los preparativos para la Caída de Hebras del día siguiente. Los gritos y las risas de los weyrlings que llenaban sacos de ignípetra quedaban amortiguados por la niebla. Moreta pensó en hablar con el Maestro de Weyrlings, F'neldril, para preguntarle cuántos de sus pupilos habían hecho transportes el día anterior.

Alguno de ellos podía haber sentido curiosidad por el raro animal de Ista, pese a las estrictas órdenes de hacer el transporte y regresar sin dilación.

- Poned interés en la tarea, muchachos. La Dama del Weyr ha venido a ver si los sacos estarán bien llenos para la Caída de Mañana.

Numerosos cabalgadores de Fort insistían en que F'neldril era el único al que obedecían todos los dragones, una impresión que conservaban desde los días que habían pasado bajo su tutela en calidad de werlings. F'neldril debía poseer un instinto sobrenatural, pensó Moreta, puesto que podía verla a ella a través de la espesa niebla. El Maestro se le acercó. Era un hombre de duras facciones que las Hebras habían dejado una cicatriz que iba desde la frente a una oreja, y le faltaba el lóbulo, pero a Moreta siempre le había gustado F'neldril, y él fue uno de sus primeros amigos en el Weyr de Fort.

- ¿Estás bien, Dama del Weyr? ¿Cómo le va a Orlith? Debe estar muy cerca de la puesta, ¿no es cierto?

- ¿Más weyrlings sometidos a tu tiranía, F'neldril?

- ¿Mi tiranía? -El hombre se llevó al pecho su pulgar, largo y curvado, en un gesto de fingida consternación-. ¿Yo? ¿Un tirano?

Pero aquellas frases no animaron a Moreta.

- Hay problemas, F'neldril…

- ¿Qué problemas? -preguntó el Maestro.

- No, no se trata de tus weyrlings. Hay una enfermedad de proporciones epidémicas que está propagándose por el sudeste y viene hacia el oeste. Quiero saber cuántos weyrlings hicieron transportes ayer y dónde recibieron pasajeros, y cuánto tiempo estuvieron en el territorio de Ista. El Weyr entero tendrá que responder a las mismas preguntas. Si queremos evitar que la epidemia llegue aquí, tenemos que saberlo.

- Lo averiguaré con todo detalle. ¡Puedes estar tranquila en eso, Moreta!

- Lo estoy, pero debemos evitar el pánico aunque la situación sea muy grave. Y Leri quiere tener en su weyr ciertos documentos antiguos, los más antiguos que todavía sean legibles.

- ¿Y en qué está empleando su tiempo el Maestro Curador, y todos sus aprendices, para que nosotros tengamos que hacer su trabajo?

- Cuanta más gente interviene, más pronto averiguaremos las causas. Y cuanto más pronto, mejor -replicó Moreta. F'neldril podía ser muy intolerante.

- Leri tendrá los documentos en cuanto los chicos hayan terminado de llenar los sacos y se laven un poco. Mal sería que nuestros Archivos se llenaran de polvo de piedra… ¡Eh, tú, M'barak, ese saco no está precisamente lleno! ¡Hasta arriba!

Otra peculiaridad de F'neldril era que nunca iniciaba una tarea sin antes acabar la anterior. Pero Moreta se alejó, sabiendo con certeza que Leri no tendría que esperar los documentos durante mucho tiempo.

Se acercó a las Cavernas Inferiores y se detuvo un momento en la entrada. Había reparado en la poca gente que ocupaba las mesas, casi todos tratando de aclarar sus nebulosas mentes y sus pesadas cabezas. ¡Qué embarazoso y difícil era todo!, pensó Moreta en un acceso de depresión. ¡Que se produjera una epidemia después de dos Fiestas, cuando la mitad de los cabalgadores podían considerar la noticia como un chiste de mal gusto y los demás no estarían lo suficientemente sobrios para comprender lo que sucedía! ¡Y con una Caída al día siguiente! ¿Cómo podía informar a la gente del Weyr, si la gente del Weyr no estaba en condiciones de ser informada?

Si comes, se te ocurrirá algo, llegó la calmada, imperturbable voz de su dragón.

- Excelente idea.

Moreta se acercó al pequeño hogar del desayuno. Se sirvió un vaso de klah, añadió una enorme cucharada de dulcificante, cogió un bollo recién hecho en el ardiente horno y miró alrededor en busca de un sitio donde poder sentarse y pensar. Entonces vio a Peterpar, el cuidador de animales del Weyr, que estaba afilando un cuchillo hecho con una pezuña. Tenía el cabello revuelto y en su semblante se veían las señales del sueño. En realidad no estaba atento a su tarea.

- No te cortes -dijo Moreta tranquilamente. Y se sentó.

Peterpar parpadeó al oír aquella voz pero siguió en lo suyo.

- ¿Estuviste en Ista o en Ruatha?

- En ambos sitios. Soy un insensato. Cerveza en Ista. Y ese horrible vino ácido de Tillek en Ruatha.

- ¿Viste al felino en Ista? -Moreta pensó que era mejor dar la noticia con suavidad a un hombre que se hallaba en el estado de Peterpar.

- Sí. -Peterpar arrugó la frente-. El Maestro Talpan estuvo allí. Me dijo que no me acercara mucho al animal aunque estuviera enjaulado. Te envía saludos. Después, no sé por qué -la frente de Peterpar se arrugó más, como si el hombre no confiara en sus recuerdos de los hechos- acabaron con el animal.

- Por buenas razones. -Y Moreta se lo explicó. Peterpar mantuvo el cuchillo suspendido, sin terminar de afilarlo, tal era su asombro. Cuando ella concluyó el relato, el cuidador había recobrado su ecuanimidad.

- Si ha de suceder, sucederá. -Dijo, y continuó afilando.

- El último envío de bestias corredoras que recibimos como diezmo, ¿de dónde vino? -Preguntó Moreta. Después sorbió un poco de klah, satisfecha del calor y el estímulo que le proporcionaba aquella bebida.

- Era parte de la contribución de Tillek. -La expresión de Peterpar reflejaba el alivio que experimentaba-. Oí decir en Ista que los corredores de Keroon tienen una enfermedad. ¿Es la misma? -El tono de voz imploraba una negación.

Moreta contestó que sí.

- Bien, ¿cómo es posible que un felino del Continente Meridional nos produzca una enfermedad a hombres y a corredores?

- El Maestro Talpan piensa que así es. Al parecer ni hombres ni corredores están inmunizados contra la infección que ese felino llevaba en su cuerpo.

Peterpar ladeó la cabeza y contrajo el rostro.

- Entonces, ese corredor que murió de repente en las carreras de Ruatha… ¿estaba enfermo?

- Es posible.

- Tillek no recibe animales criados en Keroon. Estupendo. Pero en cuanto termine mi klah, examinaré a los animales. -Enfundó el cuchillo, recogió la piedra afiladora y se la metió en el bolsillo de la túnica-. Los dragones no enferman de esto, ¿verdad?

- No, el Maestro Talpan piensa que no. -Moreta se levantó-. Pero los cabalgadores, sí pueden enfermar.

- Oh, somos gente fuerte, los del Weyr -dijo orgullosamente Peterpar, agitando la cabeza para que Moreta no dudara-. Ahora tendremos cuidado. Espera y verás. No habrá muchos de nosotros que enfermen. No te preocupes por eso, Moreta. No, habiendo una Caída mañana.

La confianza llega de quien menos se piensa, meditó Moreta. Pero las palabras de Peterpar le recordaron que una de las razones de que la gente de los Weyrs fuera tan Inerte era que comían bien y con sensatez. Numerosas enfermedades podían evitarse, o aminorarse, mediante una dieta adecuada. Uno de los deberes más importantes de Moreta como Dama del Weyr consistía en alterar la dieta alimenticia estación tras estación. Moreta miró hacia la Caverna, para comprobar si Nesso se había levantado. Sería mejor que no pospusiera el dar la noticia al Ama, que gozaría teniendo que difundir una información de ese calibre.

- Nesso, quiero que añadas puerros y bulbos blancos a los guisados durante algún tiempo, por favor.

Nesso respondió con una de sus típicas muecas de desdén.

- Ya había pensado hacerlo, y hay cidro en los bollos del desayuno. Si hubieras probado uno, lo sabrías. Una pizca de previsión equivale a cien medicinas.

- ¿Ya habías pensado hacerlo? ¿Te has enterado de la enfermedad?

Nesso hizo otra mueca de desprecio.

- Como me han despertado al amanecer…

- ¿Te ha informado Sh'gall?

- No, él no me ha informado. El ha estado haciendo ruido junto al hogar nocturno, murmurando, medio loco, sin consideración a los demás, sin pensar que había gente durmiendo allí cerca.

Moreta sabía muy bien por qué Nesso se imponía la obligación de cuidar del hogar nocturno durante una noche de Fiesta. A la entrometida mujer le encantaba espiar a la gente que entraba o salía a escondidas; ese conocimiento la hacía sentirse poderosa.

- ¿Quién más lo sabe en el Weyr?

- Todos con los que has hablado antes de venir a verme. -Y el Ama lanzó una mirada sombría por encima del hombro a Peterpar que salía pesadamente de la Caverna.

- ¿Qué es exactamente lo que oíste decir a Sh'gall? -Moreta conocía la afición a los chismes del Ama, y también su facilidad para repetirlos correctamente.

- Que hay una epidemia en Pern y que todo el mundo morirá. -Nesso lanzó una mirada indignada a Moreta-. Cosa que es simplemente una sandez.

- El Maestro Capiam afirma que hay una epidemia.

- ¡Bien, pues aquí no la tenemos! -Nesso señaló el cucharón que estaba en el suelo-. K'lon está bien y sano, durmiendo como un bebé pese a todas las veces que lo han despertado y a todos los interrogatorios que le han hecho. La epidemia mata a los del de los fuertes. -Nesso despreciaba a cualquiera que no estuviera íntimamente relacionado con los Weyrs-. ¿Qué otra cosa podía esperarse? ¡Con tanta gente apiñada en un espacio que no serviría ni para un wher vigilante!

La indignación del Ama se agotó en cuanto alzó los ojos y vio la expresión de Moreta.

- ¿Hablas en serio? -Los ojos de Nesso se abrieron desmesuradamente-. ¡Pensaba que Sh'gall había bebido demasiado! ¡Oh! ¡Y toda la gente del Weyr estuvo en Ista o en Ruatha!

Nesso podía ser aficionada a los chismes, pero no era estúpida y sí muy capaz para comprender la enormidad de la situación. Agitó su cuerpo, recogió el cucharón, lo limpió con un trapo y removió el guiso con tanta fuerza que varias gotas cayeron a la ardiente y ennegrecida piedra.

- ¿Cuáles son los síntomas?

- Dolor de cabeza, fiebre, escalofríos y tos seca.

- Lo que mandó a la cama a K'lon.

- ¿Estás segura?

- Claro que estoy segura. Y a pesar de eso, K'lon está bien. ¡La gente del Weyr es gente sana! -La afirmación de Nesso reflejaba tanto orgullo como la de Peterpar y representó cierto consuelo para Moreta-. Y salvo tu visita de ayer por la tarde, sólo Berchar ha estado con él… aunque ya se había recuperado. Escucha, no puedo informar de los síntomas de repente a todo el mundo. Esta mañana tendremos muchas cabezas doloridas y lo único que pasó ayer por la noche es una epidemia de vino, nada más. -Removió por última vez el guisado y se volvió completamente hacia Moreta-. ¿Cuánto tarda la enfermedad en aparecer en la gente?

- Capiam dice que de dos a cuatro días.

- Bien, al menos los cabalgadores podrán concentrarse en la Caída con la mente despejada.

- No habrá reuniones. Ninguna visita al Weyr y ninguna salida. Así se lo he dicho al centinela.

- De todas formas no es muy probable que haya visitas. Con dos Fiestas ayer y una niebla tan espesa que no se ve el otro lado del Cuenco… Encontrarás a Berchar en el weyr de S'gor, ¿sabes?

- Así lo imaginaba. Nadie debe molestar a Sh'gall.

- ¿Ah, sí? -Las cejas de Nesso se alzaron casi hasta su cabello-. ¿Está pensando que ya tiene la enfermedad? ¿Y con una Caída de Hebras mañana? ¿Qué les digo a los jefes de escuadrilla si preguntan por él?

- Diles que hablen conmigo. En cualquier caso Sh'gall no está enfermo, trasladó al Maestro Capiam ayer y está agotado.

Dicho esto, Moreta se alejó de Nesso. Durmiendo, Sh'gall se recobraría del primer ataque de pánico y estaría tan animado como de costumbre por el estímulo que para él suponía una Caída. El Caudillo siempre estaba pletórico en el desempeño de su misión específica: dirigir las escuadrillas de combate del Weyr.

La niebla formó remolinos alrededor de Moreta cuando ésta salió de las Cavernas Inferiores.

Orlith, ¿quieres hablar a Malth en mi nombre y pedirle que me lleve a su weyr?

Yo te llevaré.

Sé que lo harías, cariño, pero estás ovada, la niebla es espesa y yo, con esta solicitud, doy el apropiado aviso de mi llegada.

Malth viene hacia aquí.

El tono de Orlith hizo pensar a Moreta que Malth quizá se mostraba reacio a realizar aquel servicio. Malth debería saber que la Dama del Weyr no se entrometía sin necesidad…

Malth lo sabe, fue la rápida réplica de Orlith, dando a entender que el culpable era el cabalgador.

En cuanto terminó de hablar la reina, la niebla se agitó violentamente y el dragón verde se posó junto a Moreta, de tal modo que la Dama del Weyr sólo tenía que dar un paso para montar.

Expresa mi gratitud, Orlith, y felicita a Malth por su vuelo.

Lo he hecho.

Moreta pasó una pierna sobre el reborde del cuello de Malth. Siempre se sentía un poco extraña cuando montaba un dragón más pequeño que su enorme reina. Era ridículo pensar que ella era demasiada carga para el verde, cuyo cabalgador, S'gor, era un hombre alto y fornido. Pero Moreta jamás podía disipar ese temor en las infrecuentes ocasiones en que montaba sobre los dragones inferiores del Weyr.

Malth esperó respetuosos instantes para asegurarse de que Moreta estaba acomodada y, acto seguido, dio un salto hacia arriba. Sumergirse a ciegas en la niebla desorientó a Moreta, pese a su absoluta confianza en Malth.

No deberías preocuparte por mí, dijo quejumbrosamente Orlith. Todavía no estoy tan abrumada por los huevos.

¡Lo sé, cariño!

Malth revoloteó unos instantes en la grisácea penumbra y después Moreta percibió un ligerísimo tirón a través del esbelto cuerpo del animal al aterrizar al borde de su weyr.

- ¡Gracias, Malth!

Moreta había proyectado con fuerza su voz para advertir a los ocupantes del weyr. Después desmontó y se acercó al resplandor amarillo que surgía de la vivienda en dirección al pasillo. No pudo ver sus pies, ni el borde de la roca. Vio, tras ella, al dragón que parecía estar suspendido en la niebla, pero los ojos de Malth se movieron rápidamente para darle ánimo.

- No entres -le dijo S'gor en tono apremiante, y su silueta obstruyó la luz.

- S'gor, no puedo quedarme aquí, en medio de la niebla. Te ha dado suficientes avisos. -No era el momento oportuno para que un cabalgador se mostrara receloso.

- Es la enfermedad, Moreta. Berchar está enfermo. Está terriblemente mal y me ha dicho que no deje entrar a nadie en el weyr.

S'gor retrocedió mientras hablaba, por lo que Moreta avanzó resueltamente a lo largo del pasillo y entró en el weyr. S'gor se metió en el dormitorio y lo protegió con los brazos extendidos.

- Debo hablar con él, S'gor. -Moreta siguió caminando hacia el dormitorio.

- No, de verdad, Moreta. No te servirá de nada. Berchar está delirando. Y tampoco debes tocarme. Seguramente me he contagiado…

S'gor se hizo a un lado antes que arriesgarse a ser tocado por la Dama de su Weyr. Los incoherentes murmullos de un hombre poseído por la fiebre pudieron oírse en la breve pausa de la conversación.

- ¿Lo ves? -S'gor creía estar justificado.

Moreta apartó la cortina que separaba el dormitorio del weyr y permaneció en el umbral. Incluso en la penumbra pudo distinguir el cambio que la enfermedad había producido en Berchar. Sus facciones parecían deformadas y su piel estaba blancuzca y húmeda. Moreta vio la caja de medicamentos de Berchar, abierta sobre la mesa, y se acercó.

- ¿Desde cuándo está enfermo? -Levantó la primera botella que encontró.

- Ayer se sentía destrozado… tenía terribles dolores de cabeza, así que no fuimos a las Fiestas tal como habíamos planeado. -S'gor jugueteó nerviosamente con las botellas de la mesa-. Estaba perfectamente durante el desayuno de ayer. Queríamos ir a Ista, a ver a ese animal. Y luego Berchar dijo que iba a estallarle la cabeza de dolor y que debía acostarse. Al principio no le creí…

- ¿Tomó raíces dulces para el dolor de cabeza?

- No. Tomó salicaria, claro. -S'gor levantó un bote que contenía cristales.

- ¿Y también raíces dulces?

- Sí, aunque no le sirvió de nada. Al mediodía estaba ardiendo e insistió en que debía tomar esto. -S'gor leyó la etiqueta-. Aconitina. Me pareció muy extraño, porque yo, a pesar de que le he atendido varias veces, no conocía este remedio. El me reprochó con bastante brusquedad por dudar de un curador. Pero esta mañana me pidió que le preparara una infusión de helechos pinados, cosa que hice, y me dijo que añadiera diez gotas de zumo de fellis. Se quejaba de que le dolía todo el cuerpo.

Moreta asintió, deseando tranquilizar a S'gor. ¿Aconitina para el dolor de cabeza, para la fiebre? La infusión de helechos pinados y el zumo de fellis eran perfectamente comprensibles.

- ¿Tenía mucha fiebre?

- Sabía lo que hacía, si es que te refieres a eso. -S'gor estaba a la defensiva.

- Naturalmente. El es Maestro Curador y el Weyr de Fort tiene la fortuna de contar con Berchar. ¿Qué otras cosas te pidió que hicieras?

- Impedir cualquier visita. -Miró resentidamente a Moreta, que no parpadeó ni eludió la mirada, sino que se limitó a esperar que S'gor se controlara-. Esencia de helechos pinados diluida cada dos horas hasta que la fiebre baje y zumo de fellis cada cuatro horas, pero no antes de cuatro horas.

- ¿Pensaba él que había contraído la fiebre por culpa de K'lon?

- ¡Berchar nunca habla de sus pacientes conmigo!

- Ojalá lo hubiera hecho esta vez.

S'gor estaba asustado.

- ¿No me dirás que K'lon está empeorando?

- No, está durmiendo del modo más natural. -Moreta ansiaba poder disfrutar del mismo privilegio-. Me gustaría hablar un rato con Berchar en cuanto tenga menos fiebre, S'gor. No dejes de informarme. Es muy importante.

Contempló al enfermo llena de angustiosas dudas. Si tenía la enfermedad que el Maestro Capiam había diagnosticado como epidémica, ¿por qué K'lon se había recobrado y en cambio los enfermos del sudeste de Pern se estaban muriendo. ¿Quizá debido a las circunstancias de la vida de los fuertes? ¿Acaso el hacinamiento en los reductos y el tiempo anormalmente cálido favorecían la propagación del mal? Moreta se dio cuenta que su silencio estaba alarmando a S'gor.

- Sigue las instrucciones de Berchar. Me preocuparé de que no se os moleste. Ordena a Malth que informe a Orlith en cuanto Berchar quiera hablar conmigo. Y da las gracias a Malth por traerme aquí. Sé que no tenía deseos de hacerlo.

Los ojos de S'gor adquirieron la concentración en el vacío indicativa de que estaba conversando con su dragón. Pero sonrió cuando volvió a mirar a Moreta.

- Malth dice que está complacido y que te llevará abajo.

Caer hacia el Cuenco entre la densa niebla fue una terrible sensación.

Malth no osaría dejar caer a la Dama del Weyr, dijo Orlith, convencida.

Sinceramente, confío en que no, pero no puedo ver mi mano delante de mi nariz.

El dragón verde se posó delicadamente para dejar a Moreta en el mismo lugar, junto a las Cavernas Inferiores, donde la había recogido. La niebla formó enormes remolinos en cuanto Malth remontó para regresar a su weyr.

Ninguna raíz dulce, pensó Moreta, puede eliminar la fiebre de un organismo. Los helechos eran lo adecuado. ¿Aconitina para tranquilizar el corazón alterado a consecuencia de una fiebre muy mala? Y zumo de fellis para el dolor. Sh'gall no había hablado de dolores en los síntomas de Capiam. Ojalá ella tuviera oportunidad de hablar con Berchar. Quizá debería comprobar si K'lon estaba despierto.

Está durmiendo, dijo Orlith. Y tú deberías dormir un rato.

Moreta ya podía sentir el cansancio, pues el estímulo proporcionado por el sorprendente anuncio de Sh'gall se había consumido. Lo que había empezado siendo bruma era ya impenetrable niebla. Moreta podía extraviarse mientras trataba de localizar el dispensario.

Siempre me encontrarás a mí, le aseguró Orlith. Gira ligeramente a la izquierda y lo único que tendrás que hacer es caminar en línea recta hacia mí. Me preocuparé de que llegues sana y salva al weyr.

- Dormiré un par de horas -dijo Moreta.

Necesitaba el descanso que había interrumpido la precipitada llegada de Sh'gall. De momento había hecho todo lo posible, y examinaría sus medicinas antes de subir las escaleras de su weyr. Moreta se desvió ligeramente a la izquierda.

Ahora camina en línea recta, le aconsejó Orlith.

Para el dragón era muy fácil decirlo, para Moreta muy difícil hacerlo. Después de dar unos pasos ni siquiera pudo distinguir la brillante luz amarilla de las Cavernas Inferiores. Pero el contacto mental con Orlith le dio fuerzas y caminó confiadamente; la niebla remolineó detrás de ella y se alejó de sus rodillas conforme las levantaba.

K'lon se había recobrado; la mente de Moreta se aferró a ese pensamiento. La gente de los fuertes podía morir, pero K'lon el cabalgador había sobrevivido. Sh'gall estaba muy cansado y no había dormido ni un minuto cuando irrumpió en el weyr de Moreta, quizá no acababa de comprender bien los hechos. No, S'peren había mencionado una enfermedad. La Caída era el día siguiente y Moreta se había divertido mucho, dejando aparte la muerte de la bestia corredora.

No estés tan inquieta, aconsejó Orlith. Has hecho todo lo posible, con tan poca gente despierta… Seguro que habrá algo en los Archivos. Leri lo encontrará.

- La culpa es de la niebla, tonta. Es depresiva. Me siento como si nunca fuera a ninguna parte.

Ya estás cerca de mí. Casi has llegado a las escaleras.

El momento preciso para que Moreta se mostrara más precavida. Tocó el primer escalón con el pie derecho. Detrás, la niebla se agitó. Palpó la pared con la mano y encontró el armazón de la entrada del almacén. La cerradura era tan vieja que Moreta se extrañaba con frecuencia de que aún sirviera. En cuanto terminara la Pasada hablaría con un maestro herrero. Ni siquiera le hizo falta luz, porque; oyó el clic de los pestillos al abrirse. Empujó la enorme puerta para que girara sobre sus bisagras. Ni la niebla pudo disimular la mezcla de olores que surgió al abrir la puerta. Moreta extendió un brazo y abrió la cesta de fulgor, mientras sus sentidos sufrían el agradable asalto sosegador del acre picor de las hierbas almacenadas. Al entrar en la habitación, Moreta identificó las fragancias y aromas más sutiles. No hacía falta destapar la luz central; ella sabía dónde estaban guardados los febrífugos. A juicio de Moreta, los bien repletos estantes y los montones de helechos pinados que se secaban en su recipiente eran más que suficientes aunque enfermara el Weyr entero. Oyó el suave y furtivo culebrear de las serpientes de túnel. Aquellas alimañas tenían medios propios para entrar y salir en la sólida roca. Moreta tendría que decir a Nesso que pusiera más veneno. La aconitina estaba a la izquierda: un recipiente de vidrio de base cuadrada lleno de raíces trituradas. Había mucha salicaria, y cuatro grandes jarras de zumo de fellis. Sh'gall había mencionado la tos. Moreta buscó los remedios correspondientes: tusílago, consuelda, hisopo, timol, borago… Había más que suficiente. Cuando efectuaron la Travesía, los Antiguos llevaron con ellos todo tipo de hierbas y arbustos medicinales con que aliviaban enfermedades y trastornos. Seguramente algunos de esos remedios serían la respuesta al problema de la nueva enfermedad.

Moreta retrocedió hasta la puerta, cerró la cesta de fulgor y apoyó la mano un momento en el marco de la puerta, liso después de tantas generaciones de manos que habían hecho lo mismo. ¡Generaciones! Sí, generaciones que sobrevivieron a toda clase de extraños incidentes y enfermedades desconocidas… ¡y que sobrevivirían a esta!

La niebla no se había disipado, y Moreta distinguió las escaleras como una simple sombra más oscura. Su pie tocó el primer escalón.

Ten cuidado, dijo Orlith.

- Lo tendré.

La mano derecha de Moreta se arrastró por la pared al iniciar la subida. Le pareció estar ascendiendo en la nada hasta que el pie más adelantado descubrió la seguridad del siguiente escalón y la niebla se agitó alrededor. Pero Orlith siguió musitándole «¡ánimo!» hasta que Moreta se echó a reír y contestó que sólo le faltaban unos pasos para llegar al weyr y a la cama. Pese a todo, estuvo a punto de tropezar al llegar a la parte alta, ya que la luz del weyr se reducía a un debilísimo resplandor.

El weyr estaba notablemente más caliente. Los ojos del dragón dorado chispearon cuando Moreta se acercó para acariciarlo, para rascar los bordes de sus ojos. Se apoyó complacida en la cabeza del animal y pensó que el olor que exudaba Orlith era como una mezcla de las mejores hierbas y especias.

Estás cansada. Debes dormir un poco.

- ¿Otra vez dándome órdenes, eh?

Pero Moreta ya estaba acercándose al dormitorio. Se quitó la túnica y los pantalones, se metió en la cama, estiró las pieles hasta que cubrieron sus hombros y se durmió rápidamente.