CAPÍTULO II
En la segunda carrera el recorrido era más largo. Los jinetes de la llegada se trasladaron más lejos de la salida y se dispusieron más separados para acomodar al mayor número de corredores de media distancia.
- ¿También tiene algún participante en esta carrera? -preguntó Moreta a Alessan en el momento de la estruendosa salida.
- No. Con mis cruces sólo consigo delgados velocistas o pesados animales de tiro. Pero hay un ruathano que posee un fuerte competidor… azul con sombreado rojo, son los colores. Claro que será imposible distinguirlos.
El pelotón de corredores ya había empezado a estirarse cuando de pronto un animal situado en el centro cayó e hizo caer a otros dos. Moreta era incapaz de presenciar ese tipo de caídas sin sentir angustia. Contuvo la respiración mientras instaba silenciosamente a los animales a que se levantaran. Dos lo hicieron, uno aturdido y sacudiendo la cabeza, el segundo continuando la carrera por la pista, sin jinete. El tercero no hizo esfuerzo alguno para levantarse.
Moreta se recogió la falda y echó a correr hacia el corredor caído.
- No entiendo cómo ha caído. ¡Orlith!
- Los participantes iban muy juntos. Tropezaron. -Alessan siguió a Moreta, afectado por la preocupación de ésta.
- No tan juntos, y no ha sido un tropezón.
Conservó el aliento para seguir corriendo pese a que vio a los dos jinetes examinando al animal caído y a los cuidadores que habían echado a correr desde la línea de salida. Orlith, ¿qué ocurre? ¿Por qué no se levanta ese corredor?
Al acercarse, Moreta vio la oscilación de los costados del animal. El hocico tocaba el suelo y sin embargo la bestia no hacía esfuerzo alguno para levantarse. Un detalle muy anormal. Los corredores siempre tratan de incorporarse.
- ¿Se ha roto una pata, Orlith?
- No recobra el aliento -estaba diciendo un jinete al otro-. Tiene sangre en el hocico.
- Seguramente se habrá roto una vena al caer. Hay que levantarlo. Venga, yo te ayudo.
El segundo jinete empezó a tirar de la brida.
¡Orlith, despierta! ¡Te necesito!
- Debería haberse levantado. ¡Lord Alessan! ¡Lady Moreta! -El primer jinete se volvió ansiosamente hacia ellos y Moreta reconoció a Helly, experto jinete de carreras y cuidador de corredores.
No puede respirar, fue la somnolienta respuesta de Orlith. La reina parecía malhumorada porque la hubieran despertado. Tiene los pulmones llenos de líquido.
Moreta se arrodilló junto a la cabeza del animal y reparó en el inquieto aleteo de las ventanas nasales y el sangriento derrame. Buscó el pulso en el cuello del corredor, un pulso débil y demasiado irregular para un animal que sólo había corrido varios largos de dragón en el momento de la caída.
Alrededor de Moreta los hombres indicaban a gritos que el corredor precisaba ayuda para levantarse. Varios se dispusieron a empujarlo. Moreta se lo prohibió imperiosamente.
- No puede respirar. No le llega aire a los pulmones.
- Un corte en la tráquea. ¿Quién tiene algo afilado?
- Demasiado tarde -dijo Moreta. Había levantado el labio superior y se veían las blanquecinas encías.
Los presentes sabían tan bien como ella que el animal estaba agonizando. Desde la meta llegó el sonido de los vítores hasta los que rodeaban al caído. El animal lo un último suspiro, casi una excusa, y su cabeza cayó hacia un lado.
- Nunca había visto algo parecido -dijo el segundo jinete-. Y soy jinete desde que aprendí a ceñir una cincha.
- ¿Lo montabas tú, Helly? -preguntó Alessan.
- Sí, lo hice como favor a Vander. Su jinete estaba enfermo. Era la primera vez que montaba a este corredor. Parecía tranquilo. -Helly se interrumpió y meditó-. Demasiado tranquilo, ahora que lo pienso. Participaba en la primera carrera, y este animal estaba preparado para mí… ¡Salió bien, como si quisiera esforzarse! -En el tono de Helly había una mezcla de cólera, desesperación y sorpresa.
- Quizá ha sido el corazón -sugirió un espectador tratando de aparentar una gran experiencia-. Eso los mata de golpe. Es imposible preverlo. El corredor está animado y de pronto cae. Hay personas que también mueren así.
No, pensó Moreta, no con un derrame nasal.
- ¡Eh, vosotros! -gritó alguien- ¿Qué pasa ahí? Por qué no se levanta ese…? ¡Oh, lord Alessan! No sabía que estaba aquí. -El organizador de las carreras se había abierto paso en el círculo-. ¿Está muerto? Excúseme, lord Alessan, pero tenemos que dejar libre la pista para la próxima carrera. Alessan cogió del brazo al conmovido Helly. Moreta se puso al otro lado del jinete y se fueron por el pasillo que cortésmente abrió el gentío.
- No lo entiendo. No, no lo entiendo.
Helly estaba claramente afectado. Moreta se dio cuenta de que aún llevaba la copa de vino y la puso ante Alessan, que rápidamente abrió la bota y sirvió una buena ración. Moreta ofreció la copa a Helly y éste la apuró de un solo trago.
- Helly, ¿qué ha sucedido? ¿Se trabó las patas o algo así?
El rechoncho espectador que había hablado, vestido con los colores ruathanos, se tambaleó al comprobar quién atendía a Helly. Se puso un trapo mojado en la frente y al mismo tiempo intentó inclinar la cabeza ante Alessan y Moreta. Y se tambaleó por segunda vez.
- Helly, ¿qué ha sucedido? ¡Oh, cáscaras! -Lo último lo dijo en voz baja mientras veía un carro que se llevaba de la pista al animal muerto.
- Vander, ¿estás bien? -preguntó Helly. Entregó la copa a Moreta y se acercó al aturdido propietario, al que sostuvo mientras se alejaba el carro.
Moreta, con Alessan junto a ella, observaron la actividad de las carreras de la Fiesta, la gente que como un remolino se apelotonaba más allá de la triste procesión. Hombres cargados con mantas o cubos de agua iban presurosos hacia la multitud. El ruido de urgentes conversaciones y gritos era interrumpido ocasionalmente por los chillidos de algún corredor excitado.
- No logro recordar una enfermedad respiratoria que produzca una muerte tan sumamente rápida -dijo Moreta.
- Yo habría jurado que el animal sólo estaba atontado por la caída y acabaría levantándose -observó Alessan-. ¿Cómo ha podido saber lo que pasaba con tanta rapidez?
- Mi familia siempre ha criado corredores -se apresuró a explicar a ella, por cuanto el hecho de que Moreta y Orlith actuaban unidos para curar apenas era conocido fuera de los Weyrs.
- Su instrucción anterior debe haber sido notable. Yo pensaba que sabría alguna cosa de los corredores.
- Si crió a ese velocista mientras buscaba animales resistentes, ya lo ha hecho.
En ese momento dos corredores, de distancias largas dado su aspecto, pasaron junto a la pareja, y Moreta mantuvo los ojos fijos en ellos hasta que se confundieron con multitud.
- ¿Les pasa algo a ésos?
- Oh, no. Parecen aptos para la carrera. Ni siquiera sudan de nerviosismo.
- ¿Ha pensado que el corredor de Vander puede haber caído muerto debido a una enfermedad?
- Lo he pensado -convino Moreta-; pero es muy improbable. Helly ha dicho que el animal quería correr, un corredor enfermo no habría estado dispuesto. Quizás sido el corazón.
- Bien, no deseo problemas. No hoy, en mi primera fiesta. -Alessan frunció el ceño y giró lentamente sobre el talón derecho, siguiendo con los ojos las hileras de congregados corredores-. Tiene que ser una casualidad. Conozco a Vander. Su reducto está al sur, a un día de viaje, reservaba a ese corredor para esta carrera. -Alessan suspiró-. Podríamos echar una mirada al resto de su cuadra. Sus corredores deben estar por aquí, si no recuerdo mal.
Alessan la cogió del brazo para llevarla hacia la derecha.
Si el animal estaba bien, pensó Moreta, ¿cómo han podido sus pulmones encharcarse con tanta rapidez? Su primera idea fue consular a Orlith pero presintió que la reina debía estar dormida otra vez. Los corredores no tenían tanto interés para el dragón como para su cabalgadora.
De pronto Alessan atrajo hacia sí a Moreta. Un animal de largas patas y cuerpo delgado corcoveaba cerca de ambos; sus inquietos ojos indicaban la inminencia de la carrera y el jinete apenas podía sostenerse en la silla. Dos cuidadores se mantenían junto al animal, precavidamente fuera del alcance de sus coces. Moreta lo observó mientras avanzaba hacia la línea de salida.
- ¿Y bien? -sonó junto a su oído la voz de Alessan.
Moreta se dio cuenta de improviso de que aún seguía protegida por el flojo abrazo del Señor del Fuerte.
- No, ese parece cualquier cosa menos un enfermo. -Se apartó de Alessan.
- Y ahí está el grupo de Vander. -Alessan contó los corredores-. Si mal no recuerdo, él inscribió siete. ¿No me dijo que procede de Keroon? Vander compró este corredor en Keroon la Revolución pasada.
Moreta se echó a reír mientras dejaba que el animal le olisqueara la mano. Acarició la cabeza del corredor hasta que éste aceptó el contacto. Luego tocó la caliente oreja para buscar el tatuaje de la cuadra.
- No, no procede del reducto de mi familia.
Alessan la miró de un modo muy raro mientras examinaba a los otros animales.
- Están en buena forma. Vander llegó hace dos días para que los animales estuvieran descansados antes de las carreras. Hablaré con él más tarde. Deberíamos volver a… ¡Cascarones! -Los gritos y movimientos del gentío indicaban que había empezado la carrera. Alessan parecía avergonzado-. Acaba de perderse otra carrera.
- Contemplo las carreras porque eso, dado mi ilustre cargo de Dama del Weyr, es mucho más digno que mezclarse con la gente, que es lo que en realidad me gustaría hacer. Ya que estamos aquí, ¿podría ver a su vencedor? Sospecho que lo único que le ha impedido visitarlo es tener que cumplir su obligación con esta invitada.
El alivio y el gozo que reflejaron los ojos de Alessan confirmaron la sospecha de Moreta. El acababa de indicarle la dirección apropiada, cuando un hombre bajito corrió hacia ellos. Tenía el pecho abultado, los brazos bien desarrollados y las piernas delgadas, los rasgos típicos de un jinete de carreras, y lucía en su semblante la más cordial de las sonrisas.
- ¿Lord Alessan? ¿Está buscando a Protestón?
- Ciertamente, Dag. ¡Muy bien! ¡Muy bien! -Alessan cogió la mano de Dag, lo zarandeó y le palmeó la espalda-. Magnífica carrera. ¡Perfecto!
Dag dedicó a Moreta una inclinación de cabeza rígida y nerviosa.
- Hay que felicitarle por haber entrenado a un ganador -dijo Moreta. Y no pudo resistir la tentación de añadir-: Pocas personas pudieron engañar a lord Leef.
La expresión de Dag era de miedo e indignación por haber sido traicionado.
- Lady Moreta, Yo no… yo no lo hice.
Alessan se echó a reír y propinó a Dag otro golpe en la espalda, para tranquilizarlo.
- Lady Moreta se ha criado en un reducto de corredores. Ella lo aprueba.
- ¿Donde está ese Protestón suyo, Dag? Me gustaría mucho ver de cerca a esa celebridad.
- Por aquí, lady Moreta. Y le advierto que no vale la pena verlo de cerca -replicó Dag con el tono modesto propio del cuidador consagrado-. A la derecha, por favor. Le he dado un paseo para refrescarlo, lord Alessan, lo he lavado con agua templada. La carrera no le ha afectado. Ese macho podría correr otra vez si… -Dag se interrumpió y lanzó una mirada inquieta al Señor del Fuerte y a la Dama del Weyr.
- Así que es un macho -dijo Moreta con naturalidad para tranquilizar a Dag de la indiscreción cometida.
- Sí, cierto. Como es tan flacucho, siempre he logrado convencer al maestro de animales de que Protestón aún es muy joven, o está demasiado enclenque para que lo castren, y que debemos esperar un tiempo. Luego lo llevo a escondidas a otra cuadra.
- ¿Revolución tras Revolución? -Moreta sentía admiración por el comportamiento de Dag respecto al animal.
- Protestón no tiene rasgos notables que lo identifiquen en la mente de una persona -dijo Alessan-. Ahí está.
De pronto Moreta se encontró ante un corredor huesudo, totalmente pardo, dotado de patas muy finas y abultadas rodillas, que estaba erguido al extremo de una casi vacía estacada. Durante una pausa en la que se estrujó el cerebro para encontrar algo loable en el animal, Moreta sólo pudo ver la longitud de las vacías estacadas.
- Parece simpático -dijo torpemente-. Tiene la cabeza bien constituida.
Como si supiera que estaban hablando de él, Protestón volvió la cabeza hacia Moreta.
- Inteligente, además. Cordial. Tranquilo.
Protestón agachó la cabeza, quizá para manifestar su acuerdo con las observaciones de Moreta, y los tres se echaron a reír.
- Realmente no puede decirse mucho en favor de la estampa de Protestón -comentó Alessan, dispensándola de más observaciones. Dio cariñosas palmadas en el cuello al corredor.
- Protestón ganó su primera carrera, lord Alessan. Es lo único que hay que decir de él. Ojalá gane muchas más. Claro que -agregó tímidamente Moreta- no todas el mismo día.
Dag gruñó y volvió la cabeza, mortificado.
- Lord Alessan, ¿esperaba más participantes? -preguntó Moreta, señalando las estacadas vacías.
- Dag, tú eras el ayudante de Norman…
- Bueno, esperábamos bastante concurrencia porque había hecho buen tiempo en el último septenario y porque en la ruta hay muchos reductos para cobijar a los animales. Ahora que lo pienso, esperaba que lord Ratoshigan trajera su velocista… ese corredor ha ganado carreras durante toda la temporada. Tiene un cuidador que en la Fiesta de la Vaina Meridional alardeó de…
- No me apena no haber tenido que enfrentar a Protestón a lo mejor del oeste, aunque es posible que la ausencia de Ratoshigan asegurara su victoria.
- Yo no he tenido nada que ver -protestó airadamente Dag… hasta comprender que se trataba de una broma-. Ya está fresco. Lo llevaré al reducto de animales.
- ¿Salida o meta? -preguntó Alessan a Moreta.
- Intentemos ver una llegada.
Caminaron con paso demasiado lento para alguien que deseaba presenciar una inminente llegada, pero tenían que pasar por las estacadas y eso tenía interés para Moreta.
- Me pregunto por qué no habrá venido Ratoshigan.
- Su ausencia es una bendición. -Moreta no se esforzó en disimular la causticidad de su voz.
- Es posible, pero me habría gustado enfrentar a Protestón a ese velocista.
- ¿Por la satisfacción de vencer a Ratoshigan? Bien, lo comprendo.
- La Vaina Meridional está adscrita al Weyr de Fort, ¿no es cierto?
- Eso no significa que deba gustarme Ratoshigan.
- Sin embargo usted bebe ese vino tan áspero que produce lord Diatis.
Moreta había abierto la boca para replicar cuando, de improviso, recibió una salpicadura de agua. Una llamativa y original serie de insultos, pronunciados en tono de enojo, le indicaron que Alessan había recibido el agua sucia.
¿Quién te ha molestado? La pregunta de Orlith fue inmediata y Moreta, confusa y con los ojos cerrados porque le chorreaba el cabello, precisaba el apoyo moral de su reina.
- ¡No lo sé, pero estoy mojada! -le transmitió a su reina.
Hay mucho sol. No tardarás en secarte.
- ¿Sólo mojada? -gruñó Alessan-. Está empapada.
El descuidado cuidador, al descubrir tardíamente que acababa de echar un cubo lleno de agua sucia a la Dama del Weyr y al Señor del Fuerte (que no debían estar paseando por las estacadas cuando todo el mundo se hallaba viendo las carreras) ofreció una toalla a Moreta, pero ésta ya había servido para muchos fines y simplemente agravó el problema. Alessan pidió a gritos agua, ropa limpia y una tienda desocupada.
La conmoción logró atraer a cuantos no estaban absortos en la carrera que acababa de empezar. Alguien ofreció ayuda y otros empezaron a correr de un lado a otro siguiendo órdenes de Alessan mientras Moreta permanecía inmóvil, con la maravillosa túnica marrón y oro pegada al cuerpo. Se esforzó en convencer al atribulado cuidador de que no estaba enojada, pese a saber que había perdido la tarde de carreras tanto tiempo esperada. Podía llamar a Orlith y regresar al Weyr. Y morirse de frío al entrar en el inter vestida con las empapadas ruinas de su traje de fiesta, pero… ¿qué otra opción tenía?
- Sé que lo ocurrido es muy molesto para usted, Moreta -estaba diciendo Alessan, tirándole de la manga para atraer su atención-. Pero está limpio y seco y le servirá para ver las demás carreras. No sé si las damas de mi madre o de mi hermana podrán tener su ropa seca para la noche, pero estoy seguro de que en el Fuerte podrán proporcionarle vestidos apropiados en cuanto termine la competición. Alessan sostenía una túnica marrón en una mano, unas sandalias y un bonito cinturón de cuerdas de colores en la otra. Estaba señalando la rayada tienda del organizador de las carreras, cuando el cuidador llegó corriendo con un cubo de agua limpia y humeante y un montón de toallas limpias al hombro.
- Vamos, Moreta, ¿no quiere poner en orden las cosas? -El suave tono de súplica y la muy auténtica congoja que reflejaba la mirada y los gestos de Alessan habrían convencido a cualquiera mucho más intransigente que Moreta.
- ¿Y usted, Alessan? -preguntó cortésmente mientras recogía la túnica para recorrer el corto trecho que los separaba de la tienda. La parte derecha del atavío de fiesta de Alessan estaba empapada. Creo que usted se ha llevado la peor parte. Yo me secaré al sol. Después, ¿podremos ver las carreras? -La tímida pregunta era en parte un ruego.
- Me daré prisa.
Cogió la ropa limpia, dejó que el cuidador pusiera el cubo y las toallas en la tienda y, a continuación, entró y corrió la tela de la puerta.
Su ropa interior también estaba húmeda, por lo que se alegró de que la túnica marrón tuviera un tejido tan poco transparente. El agua sucia le había dejado arena en el pelo; la que habían usado para lavar las polvorientas patas de un corredor. Moreta se apresuró a meter la toalla en el cubo, se lavó cuidadosamente brazos y cara haciendo abundante uso de las toallas. Estaba vestida y fuera de la tienda cuando los vítores anunciaron la terminación de la cuarta carrera. -Ahora ya puedo creer que antes fue una chica de fuerte-dijo Alessan conteniendo la risa. Ofreció a Moreta una copa llena de vino-. El Benden no se ha mojado.
- ¡Vaya, eso sí que es suerte!
El cuidador hizo una reverencia antes de acercarse, pidió excusas, bajó la cabeza y se agachó tanto que Moreta tuvo que frenar su gesto para poder ver las cosas que salían volando de una estacada y que hacían que ella se alegrara de haber recibido sólo agua sucia. Alessan la condujo hacia la meta.
- La última ha sido una carrera poco importante, sólo cinco corredores -comentó mientras caminaban.
- ¿Y no ha participado Protestón? -Moreta se echo a reír mientras Alessan ponía un gesto semejante al de Dag.
Las siguientes carreras fueron tan excitantes que compensaron a Moreta de las que no había presenciado y borraron la tragedia de la segunda. Ella y Alessan, que no parecía el Señor del Fuerte con sus ropas arrugadas y manchadas, encontraron un buen sitio cerca de la meta y bebieron vino. Hicieron apuestas entre si sobre los vencedores ya que Moreta se negó a tratar con los apostadores. Moreta también disfrutó de poder estar entre los espectadores, cosa que había hecho tantas veces durante su niñez en Keroon, acompañada por su amigo de la infancia, Talpan. Hacía Revoluciones que no pensaba en Talpan.
Un esforzado panadero pasó entre el gentío que se aglomeraba en la meta cargado con una bandeja de pasteles calientes y aromáticos. Moreta no fue consciente del hambre que sentía hasta que el aire llevó el aroma hasta ella.
- Hoy soy el anfitrión -dijo Alessan al reparar en la reacción de la Dama. La cogió del brazo y ambos se abrieron paso hacia el panadero.
Los pasteles hojaldrados tenían un relleno de sabrosa mixtura y Moreta devoró tres rápidamente.
- ¿No les dan de comer en el Weyr? -preguntó Alessan.
- Oh, la olla del guisado siempre está al fuego en la caverna -replicó Moreta mientras se chupaba los dedos disimuladamente-. Pero su contenido no es ni la mitad de bueno que estos bollos picantes. O, al menos, así me parece ahora. Alessan la miró con expresión de curiosidad.
- No es usted como yo esperaba que fuera la Dama del Weyr -dijo con una sinceridad que le hizo pensar a Moreta en la descripción de su persona que podría haber hecho Sh'gall. Alessan agregó-: A Leri llegué a conocerla bastante bien. Ella solía quedarse para cambiar palabras con las unidades de tierra…
- Yo haría lo mismo si pudiera -dijo Moreta, respondiendo a la tácita crítica del Señor del Fuerte-, pero debo regresar al Weyr inmediatamente después de la Fiesta.
- ¿Debe hacerlo? -La ceja derecha de Alessan se alzó.
- ¿Alguna vez se ha preguntado quién cura las heridas de los dragones? -Habló con una brusquedad incipiente porque había conseguido olvidar durante unas horas lo que tendría que hacer frente a la Caída que se avecinaba y a los dragones que serían heridos.
- Pensaba que el Weyr debía contar con el mejor curador, como es lógico.
La réplica de Alessan fue tan formal que Moreta lamentó haber respondido con tanta rapidez. Apoyó una mano en el brazo del Señor del Fuerte con la esperanza de recobrar el sosiego en el trato con aquel hombre.
- Nunca habría imaginado que fuera usted quien debía hacerlo. -Alessan sonrió y puso su mano sobre la de Moreta-. ¿Le apetece otro pastel aromático antes de que los demás acaben con todos?
- Lord Alessan… -Dag se presentó ante ellos-. Runel insiste en que Protestón es un fraude. Le he dicho de quién desciende, pero él no quiere creerme, a mí no.
Alessan adoptó expresión de contrariedad y cerró los ojos un instante.
- Esperaba poderme librar de Runel en esta Fiesta.
- Con cualquier otro podría entenderme, lord Alessan, pero con este sólo puede entenderse usted.
Alessan suspiró resignadamente.
- ¿Quién es Runel? -preguntó Moreta.
Los dos hombres la miraron con asombro.
- ¿Pretende decir que no conoce a Runel, que hasta ahora se ha librado de él? -La diversión inundó el semblante de Alessan, barriendo cualquier otra cosa-. Bien, tiene que verlo al menos una vez.
De la garganta de Dag surgió un sonido, en parte de protesta, en parte de temor.
- Y la carrera está a punto de empezar -recordó Alessan a Dag-. Dama del Weyr, eso es lo único, aparte de una Caída, que impedirá las manifestaciones de Runel.
Moreta ya estaba intrigada.
- Está allí, con sus compinches -indicó Dag.
Moreta observó en primer lugar que los tres hombres se hallaban separados del resto de espectadores por un espacio vacío. Dos eran señores de fuerte a juzgar por sus distintivos, uno de Fort y el otro con los colores ruathanos; el tercero era un enjuto cuidador de animales cuya vestimenta apestaba a su oficio pese al hecho de que aparentaba estar bien limpia. El más alto, el ruathano, se irguió orgullosamente al ver llegar al Señor del Fuerte. Sólo dedicó una fugaz mirada a Moreta.
- Respecto a ese velocista mío, Runel -dijo vivamente Alessan, dirigiéndose al cuidador-, debo aclarar que yo mismo crié a ese animal. Procede de un cruce de la hembra velocista Dextra de lord Leef y el semental pardo de Vander, Evest.
La expresión de Runel varió de forma notoria. Echó la cabeza hacia atrás y sus ojos, muy abiertos, contemplaron el vacío.
- El velocista de Alessan, Protestón, ganó la primera carrera de velocidad en la Fiesta de Ruatha, tercer mes, cuadragésima tercera Revolución de la Sexta Pasada, criador Alessan e hijo de Dextra de Leef, cinco veces vencedora en carreras cortas en el oeste, y de Evest de Vander, que fue nueve veces vencedor en distancias cortas. Dextra desciende de Dimnal, dos veces vencedor, y Tran, diecinueve veces vencedor. Dimnal desciende de Fairex y Crick. Fairex…
- Ya estamos -dijo Dag a Moreta en voz baja, moviendo la cabeza resignadamente.
- ¿Seguirá mucho rato?
- Eternamente. Recitará la ascendencia de Protestón hasta remontarse a la Travesía -murmuró Alessan, que estaba con los brazos cruzados y parecía conceder a Runel el honor de su atención.
- Pero sólo sirve para carreras del oeste -añadió críticamente Dag.
- ¿Es un eidético? Había oído hablar de ellos, pero nunca había oído hablar a uno de ellos.
- Basta darle el nombre de un corredor y se dispara. El problema es que debe partir del principio.
- ¿Y no está empezando por el final con la victoria Protestón hoy?
La voz de Runel proseguía la cantinela de vencedores, padres y madres.
La última carrera es el principio de Protestón, lady Moreta.
- Y este hombre… ¿asiste a todas las Fiestas?
- A todas las que puede. -Dag dirigió la mirada a Alessan.
Mucho me sorprendería que el Señor del Fuerte conociera la mitad de carreras a las que asiste Runel, pensó Moreta.
- El no sirve para otra cosa, eso es cierto -dijo Alessan, indiferente-. Mi padre se preocupó de que los hijos mayores fueran buenos aprendices. La memoria de Runel tiene un objetivo…
- Matarte de aburrimiento, seguro -murmuró desconsideradamente Dag mientras miraba la pista por encima del hombro-. ¡Ha empezado una carrera! -gritó directamente a Runel, aliviado.
Los acompañantes de Runel se pusieron a tirarle de los brazos.
- ¡Una carrera, Runel! ¡Acaba de empezar una carrera!
Runel salió del trance y miró a su alrededor, sorprendido.
- Ha empezado la carrera, Runel -dijo tranquilizadoramente el fortiano mientras guiaba al eidético hacia la meta.
Alessan apartó a Moreta y Dag se escabulló detrás del Señor del Fuerte mientras el trío se alejaba. Moreta no pudo menos que pensar que ante Runel se apartaba la gente con más rapidez que si Alessan y ella hubieran solicitado paso.
- Tendría que oírle cuando habla de una familia.
- ¿Usted lo ha oído?
- Sí, ciertamente, en todos los banquetes de nacimiento. -Alessan se expresaba con calor y había levantado los ojos al cielo.
- Yo habría opinado que ese hombre era más valioso en el Taller del Arpista que en un fuerte.
- Mi padre tuvo el sentido común de impedir eso.
- ¿Por qué? Con esa memoria…
- Porque su tío abuelo fue arpista aquí y en muchas ocasiones recordaba más de lo que era prudente. -Alessan sonrió con malicia-. Creo que mi abuelo trató de encauzar esa cualidad hacia… ¿debo decir «asuntos menos conflictivos»? Tengo entendido que siempre han existido relaciones de sangre en el Taller del Arpista, e indudablemente en las Salas de los Archivos, para escrutar las pieles y aprenderlas de memoria antes de que la tinta desaparezca por completo.
Encontraron sitio cerca de la meta y contemplaron el reñido final de la sexta carrera. Mientras esperaban la siguiente escucharon fragmentos de conversaciones y frases aisladas. Las referencias al nuevo Señor del Fuerte y a la calidad de la Fiesta eran en esencia elogiosas, aunque Moreta se divirtió ante el embarazo de Alessan tras escuchar algunos comentarios. El tiempo estaba presente en buena parte de las conversaciones.
- Demasiado calor para la época en que estamos. Este verano nos vamos a derretir.
- No te diré que no me gusten más los días templados que los de lluvia y las ventiscas, pero esto no es nada. Altera el ritmo de la Revolución.
Mis rebaños no estarán tranquilos con tantos insectos rondando por ahí por culpa del calor. Es un fastidio. Hay terribles casos de llagas. Las bestias no quieren correr. No quieren moverse. Están atontadas, se quejan. Un poco de frío nos iría muy bien. Para congelar a serpientes de túnel. Este año se están desarrollando como nunca, no hay frío para matarlas.
- No sé si cortarles el pelo ahora para que no pasen tanto calor o dejarles que se agoten y suden con ese pelo tan largo.
- Necesitamos nieve. La necesitamos para matar a los gusanos que hay bajo tierra, los que chupan la vida de las semillas y arruinan los campos. Necesitamos hielo y nieve en gran cantidad.
Debería sentir alivio, Alessan, ya que solamente se ocupan del tiempo. Después de todo, ningún granjero espera que el Señor del Fuerte pueda cambiar el clima. En los Weyrs se hace eso, ¿sabe? -Moreta hizo un gesto con la boca que provocó la sonrisa de Alessan.
La última carrera tuvo un final sorprendente, ya que dos corredores cruzaron la meta, delante mismo de Moreta y Alessan, separados por menos de un hocico. La discusión respecto a qué animal había vencido fue tan acalorada que Alessan intervino, llevando a Moreta con él. Para resolver una situación que podía hacerse desagradable, el Señor del Fuerte anunció en voz alta que doblaba la bolsa para que ningún contendiente se sintiera defraudado. Por tanto, cobrarían los apostantes a los dos corredores finalistas.
Fue la decisión apropiada para poner fin a las competiciones con un digno remate. Propietarios, jinetes, cuidadores y espectadores abandonaron las pistas con el mejor humor.
- Es usted un hombre muy generoso, Alessan.
- Gracias, lady Moreta. Ah, justo a tiempo -dijo él, y Moreta se volvió. Un cuidador conducía a un enjuto animal corredor de largo lomo que llevaba una gruesa silla con los colores de Ruatha-. Lady Moreta, su montura.
- ¿Este es el tipo de animales que su padre esperaba criar?
- Es lo que yo crié para mi padre -replicó Alessan, muy sonriente-. Protestón fue una bonificación.
Alessan la ayudó a montar y esperó a que ella metiera la pierna en la amplia perilla. Después montó también.
- Creo que prefiero a su Protestón -comentó Moreta cuando el animal comenzó a caminar estimulado por Alessan.
- Lo dice la entusiasta de las carreras, no un granjero prudente.
Alessan volvió la cabeza mientras el animal recorría el rastrojal, y Moreta comprendió que el Señor del Fuerte había olvidado el misterio de las estacadas vacías únicamente mientras duraron las carreras.
- Es increíble que Ratoshigan pierda una oportunidad de ganar en Ruatha. Pudieron llegar navegando por río Ruatha -dijo Alessan, con una tensa sonrisa para culpar su preocupación-. Soover, al que usted debió conocer en la Vaina Meridional, tenía que haber venido contra Caída, fuego y niebla. No había pensado que el tiempo, aunque usted tenga tan pocas ganas de que cambie, fuera una preocupación tan extendida. -En esta Fiesta no falta gente -dijo Moreta. Los puestos de venta continuaban haciendo un buen negocio debido a la gran atracción que representaban las carreras. La gente ya estaba acomodándose en las mesas que daban la plaza de baile. El aroma de carne asada flotaba tentadoramente sobre el viento, predominando el de curry con especias.
Alessan, que había estado cabalgando por el centro del campo, en aquel momento condujo a la montura hacia la senda. Moreta alzó los ojos a las ignicimas, cubiertas de dragones que dormitaban al sol. Al parecer había aumentado su número, y Moreta vio que Orlith estaba junto a otra reina. Tamianth de las Altas Extensiones, a juzgar por su tamaño y su color.
- Algunas criaturas adoran el sol y el calor -dijo Alessan-. ¿Será que el sol les ayuda a soportar el frío inter?
Moreta se estremeció involuntariamente, y notó que brazos de Alessan la sujetaban con más fuerza. De pronto se sintió satisfecha por la inesperada intimidad.
- Cuando volamos contra las Hebras, doy las gracias al frío del inter -respondió, con el pensamiento puesto en la Caída que se produciría al cabo de dos días. Alessan tiró de las riendas del animal en la parte alta de la rampa del patio; los pesados pies del corredor resonaron huecamente y alertaron a los invitados. Moreta saludo alegremente a Falga, la Dama del Weyr de las Altas Extensiones.
- ¿Aún no estaba acabada tu nueva túnica, Moreta? -preguntó Falga mientras se acercaba a saludarles.
- ¿Una túnica nueva? -La asombrada pregunta de Alessan sólo llegó a los oídos de Moreta.
- La verás la próxima Fiesta, Falga -replicó despreocupadamente Moreta-. Este es mi vestido para asistir a las carreras.
- ¡Oh, tú y tus carreras! -Falga sonrió, tolerante, y volvió a los granjeros con los que estaba conversando.
De repente apareció Tolocamp. Su cordial sonrisa no acababa de ocultar su desaprobación por el polvoriento y despreocupado aspecto de Moreta.
- Sólo tengo que deslizarme, gracias, lord Tolocamp -dijo, rechazando cortésmente la oferta de ayuda.
- Venga conmigo, lady Moreta -dijo lady Orna, que se había abierto paso entre los reunidos para asumir el mando de la situación.
Aliviada por poder alejarse airosamente de la crítica mirada de Tolocamp, Moreta siguió a la madre de Alessan. En el instante que sus ojos se encontraron con los de lady Orna, Moreta comprendió que la mujer la desaprobaba tanto como Tolocamp, aunque más por haber alterado el plan de diversión que había preparado para su hijo que por la inadecuada conducta de la Dama del Weyr de Fort. Mientras se adentraban en el Salón, espléndidamente adornado para la Fiesta, y mientras subían las escaleras que conducían a los pasillos privados del Fuerte, Moreta notó el peso del rechazo en el silencio de lady Orna. Una vez en las habitaciones de la dama, no obstante, Moreta vio que la mujer había reunido apresuradamente diversas túnicas, faldas y vestidos. Del cuarto de baño brotaba el húmedo aroma de agua perfumada y las risitas de las jóvenes que estaban preparándola.
- Han lavado su túnica, lady Moreta -dijo lady Orna, que cerró la puerta en cuanto entró Moreta-. Pero dudo que esté seca antes del baile. -Miró evaluativamente a Moreta, sin prestar atención al polvo de la túnica marrón-. Es más delgada de lo que pensaba. Tal vez ese vestido rojizo… -Lady Orna señaló un vestido, pero rechazó su propia sugerencia con un impaciente gesto de la mano, un gesto que recordaba los de Alessan-. De ningún modo es comparable con su túnica. Esta verde es más apropiada a su categoría.
Moreta se acercó a la prenda rojiza y pasó los dedos por eI tejido, sencillo aunque suave. La sujetó sobre sus hombros y su cintura. Se ajustaría bien a su cuerpo, aunque la saya no le tapaba los tobillos. Observó el fino tejido de la túnica verde. Sudaría mucho bailando, si bailaba tanto como pretendía para compensarse de la pérdida de algunas carreras.
- La roja servirá perfectamente. Le agradezco que me la preste. -Sonrió a todas las mujeres de la habitación, tratando de localizar a la propietaria de la prenda, pero no miró a Moreta-. Esta será magnífica. No tardaré mucho tiempo -agregó, de nuevo sonriente, entró en el cuarto de baño y echó la cortina. Confiaba en que comprendieran la indirecta y se fueran, Moreta se demoró en la templada y perfumada agua más tiempo del necesario para tonificar sus músculos, puestos en tensión por la excitación de la tarde. Por fin y se frotó el pelo para secarlo, y sólo entonces un ruido en la habitación contigua le hizo comprender que alguien estaba aguardándola.
- ¿Lady Orna? -gritó, temerosa de la respuesta.
- No, soy Oklina -replicó una voz joven en tono de excusa-. ¿Ha encontrado la ropa?
- Estoy poniéndomela.
- ¿Quiere que le ayude a arreglarse el pelo?
- Lo llevo tan corto que no tardará en secarse.
- ¡Oh!
Moreta sonrió al notar la contrariedad en la voz de la joven.
- Soy tremendamente independiente, lady Oklina -dijo Moreta mientras se metía la túnica rojiza por la cabeza-, pero no puedo arreglarme la espalda del vestido.
Apartó la cortina en el mismo momento que Oklina se disponía a entrar apresuradamente. La muchacha estuvo a punto de chocar con Moreta y casi se desmayó de vergüenza por su torpeza.
Oklina se parecía mucho a su hermano pero nada a su madre, lady Orna, suponiendo que ésta fuera realmente la madre de la joven. La oscura tez, similar a la de Alessan, no favorecía a Oklina, aunque la sensibilidad que reflejaba su semblante y sus graciosos movimientos tenían especial atractivo. Y Moreta reparó no sin envidia en las largas y gruesas trenzas que relucían en la bien iluminada habitación.
- Lamento muchísimo estar sola para atenderla, lady Moreta, pero es la hora de servir el asado y con tantos invitados… -Oklina apretó el corpiño a las caderas de Moreta con enérgicos movimientos y empezó a atar los lazos de la parte trasera.
- Si yo hubiera mirado por donde andaba…
- Oh, Mari quiso que se lo tragara la tierra cuando tiró el agua sucia, lady Moreta. Vino corriendo a vernos con su túnica y se metió como un loco en el lavadero, asustado por las manchas que había producido. Usted debió ponerse furiosa. Un vestido nuevo manchado la primera vez que se lo pone, antes de tener oportunidad de lucirlo o bailar con él. -La voz de Oklina reflejaba espanto, cosa muy comprensible puesto que ella llevaba ropa obviamente desdeñada por alguna hermana mayor.
- Bailaré con más facilidad con este. -Moreta tiró de las sayas rojas a modo de ensayo.
- Alessan ordenó que le ofreciéramos un vestido muy bonito para obligarla a participar en el baile.
- ¿Ah, sí?
- ¡Oh! -Oklina abrió desmesuradamente los ojos al comprender su indiscreción y parpadeó para reprimir lágrimas inoportunas, con una expresión muy solemne-. El no ha estado en ninguna Fiesta, ni ha bailado cantado, ni ha sido él mismo desde la muerte de Suriana. Ni siquiera cuando lo nombraron Señor del Fuerte. Dígame, ¿se puso contento cuando ganó Protestón?
- ¡Se exaltó! -Moreta sonrió dulcemente dada la obvia adoración que la joven sentía por su hermano-. Y fue una victoria importante. Por cinco largos.
- Y él… ¿sonrió? ¿se alegró? -La respuesta afirmativa de Moreta hizo que Oklina se pusiera ambas manos en la barbilla. Sus ojos negros brillaron-. Vi la salida -su expresivo semblante se nubló un momento- y oí gritos. Seguro que el más fuerte fue el de Alessan. ¿Ha visto a Protestón después? ¿Ha conocido a Dag? Dag nunca se aleja de ese corredor. Se ha dedicado tanto al animal… Sabe mucho de carreras porque corrió para lord Leef antes de envejecer. Siempre descubre a los vencedores. Tuvo fe en el corredor de Alessan cuando todo el mundo pensaba que tendría que desistir, antes de que Leef… -Oklina se interrumpió y quedó con la boca abierta-. Hablo demasiado.
- Y yo te he escuchado. -Moreta estaba acostumbra a estallidos de emociones contenidas-. Creo que Protestón compensará todo el tiempo y todos los esfuerzos que Alessan y Dag le han dedicado.
- Oh, ¿de verdad lo cree? -La perspectiva provocó nuevo espasmo de satisfacción en Oklina-. Escuche, los músicos han empezado.
Con el sonido de la música, la joven se acercó a la ventana, cuyos postigos metálicos se abrían a un cielo vez más oscuro.
- Pues vamos a bailar. Es hora de que nos divirtamos. Durante un instante, Oklina reflejó recelo, como si la diversión estuviera prohibida para ella. Era frecuente que los miembros más jóvenes de las familias de los fuertes tuvieran que responsabilizarse de las tareas más onerosas de una Fiesta, pero Moreta iba a preocuparse de que Oklina bailara. La joven sonrió graciosamente e hizo un gesto para que Moreta saliera de la habitación antes que ella.
Los pasillos y el Salón estaban desiertos. Algunos sirvientes estaban abriendo las cestas de fulgor en el patio cuando Moreta y Oklina lo cruzaron con rapidez. Moreta se detuvo en la rampa para contemplar las ignicimas. Orlith dormía, tenía los ojos cerrados bajo el sol poniente y era muy probable que siguiera adormecida hasta que la brisa nocturna enfriara el ambiente. Otros dragones, con sus multicolores ojos relucientes, observaban la escena.
- ¡Oh! -La exclamación de Oklina osciló entre la admiración y el miedo-. Son unas criaturas tan impresionantes. -Hizo una pausa antes de preguntar-: ¿Tuvo usted mucho miedo?
- ¿En la Impresión? Mucho. La Búsqueda llegó al reducto de mi padre el mismo día de Impresión. Me cogieron y me llevaron a Ista. En un abrir y cerrar de ojos, me ordenaron que me cambiara de ropa y me metiera en la Zona de Incubación antes de que yo supiera con exactitud qué estaba ocurriendo. Orlith -y Moreta nunca podía reprimir una sonrisa de alegría cuando lo recordaba- me perdonó el retraso.
- ¡Ohhhh!
Hubo un largo suspiro de admiración por parte de Oklina. Moreta sonrió; había identificado el anhelo de la joven de que la encontraran en la Búsqueda, de impresionar a un dragón reina. Cuando satisfizo su curiosidad, Moreta experimentó una inexplicable sensación de culpabilidad por su buena suerte al impresionar a Orlith, su amiga, su seguro consuelo, su vida. Aquella reacción fue cambiando, poco a poco, por el conocimiento de la gran brecha que separa deseo, satisfacción y aceptación. Por eso Moreta podía sonreír dulcemente a Oklina mientras mentalmente buscaba al dormido dragón.
- Si mi hermano no hubiera sido el sucesor de mi padre quizá habría sido cabalgador -dijo Oklina en un repentino susurro, como si fuera una confidencia.
- ¿De veras? -Moreta se sorprendió. Nunca había que se hubiera solicitado a un hijo del Fuerte de Ruatha, no desde que ella llegara al Weyr hacía diez Revoluciones. -Dag me lo dijo. -Oklina subió y bajó la cabeza enfáticamente para reforzar su afirmación-. Fue hace doce Revoluciones. Dag dijo que lord Leef estaba furioso porque Alessan iba a ser el heredero, y contestó a los cabalgadores que eligieran a cualquier otro miembro del fuerte. Pero, según Dag, los dragones no podían aceptar a otra persona… ¿Cómo podían saberlo los dragones?
- Lo saben los dragones buscadores -dijo Moreta, con tono misterioso, una rutinaria respuesta después de tantas repeticiones-. Todos los Weyrs tienen dragones que perciben las posibilidades de los jóvenes. -Moreta dosificó el tono misterioso de su voz-. Hay personas nacidas en los Weyrs, gente que ha conocido dragones y cabalgadores durante toda su vida y sin embargo no es Impresionada. Los dragones siempre saben a quién elegir.
- Los dragones siempre saben… -El susurro de Oklina era en parte plegaria, en parte maldición. Miró rápidamente las ignicimas, como si temiera que los adormecidos dragones pudieran ofenderse por sus palabras.
- Vamos, Oklina -dijo Moreta, muy animada-. Me muero de ganas por bailar.