CAPÍTULO VIII
A primeras horas de la mañana siguiente, cuando Orlith despertó a Moreta, la niebla había abandonado las laderas de las montañas del Weyr de Fort.
- ¿Y al noroeste? ¿En Nabol y Crom? -preguntó Moreta mientras se ponía la ropa de montar.
El cabalgador de barrido ha salido ya. El lo sabrá, replicó Orlith.
- ¿Y Sh'gall?
Despierto y vistiéndose. Kadith dice que está bien y descansado.
- ¿Qué opina Malth de Berchar?
La conversación se interrumpió mientras Orlith lo averiguaba.
Malth dice que el hombre se siente peor que ayer.
A Moreta le desagradó la noticia. Después de haber lomado raíces dulces, la fiebre de Berchar debía haber desaparecido con el sudor de su cuerpo.
Ni tú ni el Caudillo del Weyr estáis enfermos, observó Orlith para animarla.
Tras salir de su dormitorio, Moreta se echó a reír y codeó con sus brazos del cuello de su reina y le acarició cariñosamente los bordes de los ojos. No pudo menos de advertir las protuberancias que desfiguraban la curva de la panza de Orlith.
- ¿Estás segura de que debes volar hoy?
Puedo hacerlo, claro que sí. Orlith inclinó el cuello para observar los bultos. Desaparecerán en cuanto esté en el aire.
- ¿Holth y Leri?
Todavía duermen.
- ¡Han estado despiertos hasta la madrugada, examinando los Archivos!
Orlith parpadeó.
Después de la reunión del Weyr, Moreta había ido a devolver a Leri la correa reparada y había encontrado a la vieja Dama sumida en el estudio.
- La gente de los Weyrs no enferma -le había dicho Leri-. Dolor de estómago por haber comido mucho o por haber bebido vinos ácidos, cortes de las Hebras, estúpidos choques, peleas con navajas, abscesos, infecciones de riñón e hígado… todo eso en abundancia. Pero ¿enfermar? He repasado veinte Revoluciones después de la última Caída. -Leri hizo una pausa para bostezar-. Porque el deber lo exige. ¡Los cabalgadores de dragón son gente sana!
Moreta se había ido a la cama con esa seguridad, más tranquila. Aunque a Nesso le extrañara que Fortine estuviera enviando mensajes de tambor, Moreta dedujo lógicamente que Capiam estaría recuperándose del agotamiento producido por la visita a los fuertes afectados. Sh'gall decía que el Curador había viajado durante varios días. La excesiva alarma del Caudillo por la epidemia se agrandaba, seguramente, por su innato desprecio hacia las heridas y enfermedades menores. La reacción de Sh'gall era exagerada. Moreta estaba menos preocupada respecto a su contacto con el corredor muerto: ese contacto había sido tan breve que difícilmente podía afectarla.
En consecuencia, después de una buena noche de sueño, ella podría enfrentarse a la Caída con buen ánimo, y así se sentía cuando salió a la luz de un claro día de invierno. Moreta prefería levantarse temprano en los días de Caída; y aquel en especial porque, con Berchar enfermo, ella debería comprobar que los medicamentos para tratar dragones heridos estaban dispuestos.
Declan, Maylone y seis weryanos preparaban las cosas en el dispensario. Los dos primeros se habían criado en un reducto de corredores, igual que Moreta. Buscados la Revolución anterior para la descendencia de Pelianth, no habían sido Impresionados. Dado que Declan demostró ser un buen ayudante para Berchar y que Maylone era muy joven y podía aún ser Impresionado, los dos recibieron autorización para quedarse en el Weyr. Aunque Declan llegara a ser cabalgador de dragón, su pericia proporcionaría a Moreta una ayuda muy necesitada. Un Weyr nunca tenía suficientes curadores para hombres y dragones.
Declan ofreció a Moreta un vaso de klah mientras la Dama revisaba la tarea del candidato. Moreta había considerado brevemente la conveniencia de mandar un weyring al Taller del Curador, para que una persona más experta reemplazara a Berchar pero, dada la cuarentena y la eficacia demostrada por Declan y Maylone, decidió que el Weyr estaría suficientemente atendido. Casi todos los cabalgadores sabían como curar heridas de poca importancia, tanto en hombres como en dragones.
Moreta estaba sirviéndose del puchero del desayuno cuando entró Sh'gall en la caverna. El Caudillo fue directamente al estrado y apartó todas las sillas de la mesa excepto una. Se sentó, llamó a un adormilado weyrling y, cuando éste se disponía a subir a la plataforma, Sh'gall lo detuvo con una orden tajante. Mientras los ocupantes de la caverna le observaban con divertida sorpresa, el chico reapareció con una copa de klah y un tazón de cereales y dejó ambas cosas en el extremo más alejado de la mesa. Sh'gall esperó a que el muchacho se marchara antes de coger su desayuno.
Moreta sintió impaciencia ante precauciones tan absurdas. El Weyr ya tenía suficientes preocupaciones teniendo que enfrentarse a una Caída al mediodía. Por deferencia a la autoridad del Caudillo, Moreta se mantuvo inexpresiva. Nesso había agregado algo muy sabroso al cereal, y Moreta se concentró en la identificación del aditamento.
Empezaron a llegar jefes y subjefes de escuadrilla, para informar a Sh'gall de que sus grupos estaban dispuestos. Todos respetaron prudentemente el aislamiento del Caudillo.
Las tres cabalgadoras de reina llegaron juntas y buscaron a Moreta. Esta indicó a un weyrling que sirviera a las damas y volviera a llenar de klah su vaso. Kamiana, algunas Revoluciones más joven que Moreta, exhibía su típica indiferencia, su corto cabello negro erizado después del baño, su lisa y bronceada cara. Lidora, que había volado en suficientes Caídas para no mostrarse indebidamente inquieta, estaba claramente trastornada por algo; pero hacía poco tiempo que había cambiado de compañero de weyr y su talante solía ser variable. Haura, la más joven, nunca estaba tranquila antes de una Caída de Hebras, pero siempre se calmaba en cuanto la escuadrilla de reinas entraba en acción.
- No quiere correr riesgos, ¿eh? -dijo Kamiana tras notar el aislamiento de Sh'gall.
- Llevó a Capiam de Ista a la Vaina Meridional y luego al Fuerte de Fort.
- ¿Cómo está Berchar?
- Sigue con fiebre. -El gesto de Moreta dio a entender que eso era simplemente lógico.
- Espero que no haya heridas graves. -Kamiana dirigió la observación a Haura, una enfermera capacitada pese a su poco entusiasmo.
- Holth volará en cabeza -dijo Moreta, lanzando una mirada de reproche a Kamiana-. Es muy bravo en esa posición y todas podremos tenerlo vigilado. Haura y tú volaréis en la retaguardia. Lidora y yo nos ocuparemos del nivel superior. Ojalá que Nabol y Crom no estén influenciados por la niebla…
- ¿Ha salido algún cabalgador de barrido?
- De todos los Caudillos de Weyr que conozco, Sh'gall es el que menos se arriesgaría a volar a ciegas -contestó secamente Moreta a Lidora.
El weyrling volvió con los cereales y la bebida, y sirvió klah a la Dama del Weyr. Comenzaron a llegar grupos de cabalgadores que se dirigieron al hogar del desayuno y luego se repartieron las mesas. Los subjefes de escuadrilla iban de un lado a otro, buscando a sus cabalgadores y dando instrucciones. Todo de un modo normal, totalmente rutinario, con la excepción de la actitud de Sh'gall, que se mantuvo hasta que se presentó el cabalgador de barrido.
- El cabalgador de las Altas Extensiones dice que todo está despejado hasta la costa -anunció A'dan en voz alta y alegre, quitándose la capucha mientras caminaba hacia el hogar.
- ¡El cabalgador de las Altas Extensiones dice…! -exclamó Sh'gall-. ¿Has hablado con él?
- Claro. -A'dan se volvió bruscamente hacia el Caudillo, sorprendido-. ¿Cómo si no podía enterarme? Nos, encontramos en…
- ¿No se ordenó ayer…? -Sh'gall, cuyo cuerpo parecía estremecerse a causa de la ira, se levantó. Miró a Moreta con ojos claramente acusadores-. ¿No se dijo ayer que estaba prohibido el contacto con cualquier persona?
- Un cabalgador no es un cualquier…
- ¡Con otros cabalgadores! ¡Con cualquiera! Hemos de impedir que la enfermedad llegue al Weyr de Fort y eso significa mantenerse alejado de cualquier persona. Hoy, durante la Caída, ningún cabalgador de este Weyr se acercará a nadie, cabalgador o infante, de las Altas Extensiones. Todas las órdenes precisas se darán sin desmontar, preferiblemente en vuelo. No toquéis a nadie, no toquéis nada que pertenezca a gente que no es de este Weyr. ¿He dejado bien claras mis órdenes esta vez? -Sh'gall concluyó su arrebato con otra acusadora mirada dirigida a Moreta.
- ¿Y qué piensa hacer Sh'gall con los que no respeten sus órdenes? -preguntó Kamiana en voz baja dirigida únicamente a los oídos de Moreta.
Moreta hizo un enérgico gesto para que Kamiana se callara. Sh'gall no había terminado de hablar.
- Bien -prosiguió el Caudillo en un tono estentóreo, aunque no menos amenazador, que nadie de las Cavernas Inferiores podía pasar por alto-. ¡Hoy tenemos Caída de Hebras! Sólo los dragones y sus cabalgadores pueden mantener a Pern libre de las Hebras. Por eso vivimos separados, en Weyrs, y por eso debemos mantenernos apartados, en bien de nuestra salud. ¡Recordadlo! Sólo los cabalgadores pueden mantener a Pern libre de las Hebras. ¡Debemos ser capaces de desempeñar esa tarea!
- Está animándonos para la Caída, ¿no? -dijo Lidora-, inclinándose hacia Moreta-. ¿Cuánto tiempo piensa tenernos enjaulados aquí? -La irritación tiñó su voz y provocó un rubor en sus mejillas.
Moreta respondió a las quejas de la joven con una larga, escudriñadora mirada, y Lidora se mordió el labio inferior.
- Es exasperante, cierto, Lidora, pero los amores de Fiesta no suelen durar mucho.
Moreta había supuesto correctamente la fuente del descontento de Lidora y se preguntó de quién se habría enamorado la dama de weyr en la Fiesta de Ruatha. Moreta desvió la mirada, fingiendo desinterés, pero volvió a pensar en Alessan y en lo mucho que había disfrutado en su compañía. Se había exhibido demasiado, corriendo en socorro del corredor, esforzándose en atraer la atención del Señor de Ruatha.
El ruido de botas y zancos al correrse sobre la piedra despertaron a Moreta de su momentánea abstracción. Se apresuró a levantarse. La costumbre dictaba que ella recibiera de Sh'gall las últimas instrucciones concernientes a la escuadrilla de reinas. Se detuvo a poca distancia del estrado antes de que él la viera. La expresión del Caudillo le ordenó que no se acercara más.
- ¿Insiste Leri en volar?
- No hay razón para impedírselo. -Le recordarás, claro está, que no desmonte. -Nunca lo hace.
Sh'gall se encogió de hombros, eximiéndose de la responsabilidad de Leri.
- Atiende a tus dragones. La Caída está prevista para eI mediodía. -Se volvió para ordenar a los jefes de escuadrilla que salieran.
- ¿Ha vuelto a quejarse de Leri? -preguntó Kamiana, olvidando perversamente sus propias objeciones.
- No -replicó Moreta y salió de la caverna con las cabalgadoras reina detrás.
En el Cuenco, en los bordes y en el llano, los cabalgadores enjaezaban a sus dragones y disponían sacos de igípetra en el cuello de los animales. Algunos frotaban con aceite cicatrices recientes y examinaban partes rugosas de la piel y las membranas de las alas. Jefes y subjefes de escuadrilla se ocupaban de supervisar los preparativos. Los weyrlings realizaban diligencias para cabalgadores y dragones. El ambiente era activo pero no frenético. El bullicio tenía el tono exacto, pensó Moreta al acercarse al otro lado del Cuenco. La actividad era la de siempre, en idénticas ocasiones, casi un alivio si se consideraba la probabilidad de que, en otras partes de Pern, hombres y animales estuvieran muriendo debido a la plaga.
Un mal pensamiento, amonestó severamente Orlith.
- Es cierto. Y un pensamiento que no hay que llevar a la Caída. Perdóname.
No hay nada que perdonar. ¡El día está despejado! Combatiremos bien a las Hebras.
La firme confianza de Orlith imbuyó optimismo a Moreta. El sol fluía a raudales en el este y el despejado ambiente resultaba estimulante después del tiempo húmedo que había prevalecido. Una buena helada sería muy beneficiosa ahora, pensó Moreta al subir los escalones. Un intervalo de frío que no fuera muy largo, sólo lo suficiente para congelar a los perniciosos insectos y reducir la población de serpientes.
- Primero me ocuparé de las guarniciones de Holth.
Leri tiene ayuda.
Moreta sonrió ante la impaciencia de Orlith. Una buena actitud en un dragón. Al entrar en el weyr, Orlith se hallaba fuera del lecho, con los ojos chispeantes y moviéndose cada vez más inquietos en espera de la batalla. Orlith bajó la cabeza. En una oleada de afecto y amor a su compañera y amiga, Moreta echó los brazos al triangular hocico del dragón y lo apretó tanto como pudo, sabiendo que su fortísimo abrazo sería una caricia suave para el voluminoso animal. Orlith gruñó y Moreta notó la amorosa vibración. Dejó a Orlith de mala gana. Nuevamente animada, Moreta cogió la silla que colgaba de los clavos en la pared.
Mientras ponía las correas, Moreta hizo correr el cuero con sus expertas manos. El frío del inter corroía el material y muchos cabalgadores cambiaban las correas tres o cuatro veces cada Revolución. Tras comprobar que todo estaba en orden, Moreta examinó las alas de Orlith pese a la creciente impaciencia de la reina por estar en las alturas de las Rocas Estelares, supervisando los preparativos finales. A continuación Moreta comprobó el indicador del tanque de hachenotrés, se aseguró de que el pitón estaba limpio y ató el recipiente. Luego reina y cabalgador salieron al borde rocoso. En el saliente superior, Holth y Leri ya estaban a la espera.
Moreta agitó la mano y recibió un gallardo saludo de Leri. Tras ponerse las gafas, Moreta se ajustó el casco, aseguró el pesado lanzallamas y montó. Con un fuerte impulso, Orlith se lanzó hacia el Borde.
- Vaya esfuerzo, encanto -dijo Moreta.
En cuanto estoy en el aire, cesa el esfuerzo.
Para calmar la inquietud de Moreta, Orlith ejecutó un arriesgado viraje y se posó con precisión cerca de Kadith. El dragón era un animal de buen tamaño, tenía una tonalidad bronceada oscura y magnífica con matices verdes. No era el bronce de mayor tamaño del Weyr de Fort, pero en sus vuelos nupciales con Orlith había probado que era el más ágil, intrépido y vigoroso. Kadith miró a Orlith y frotó cariñosamente su cabeza en el cuello de la reina. Orlith aceptó la caricia modestamente y giró la cabeza para tocar el hocico de Kadith con el suyo.
En ese momento Sh'gall ordenó a los cabalgadores que dieran ignípetra a sus dragones azules, verdes, pardos y bronces, a pesar de que se trataba de una medida esencial para la destrucción de las Hebras, Moreta jamás podía considerar aquella orden con la seriedad debida. Mantuvo el semblante indiferente y los ojos fijos en el horizonte, pero era consciente de la expresión de los dragones: estarían abstraídos, con los ojos entrecerrados mientras llevaban la ignípetra hasta las triturantes superficies de sus fuertes dientes, cuidando de que la roca estuviera exactamente ahí antes de ejercer presión. La fuerza que pulverizaba la ignípetra también podría ocasionar grave daño a la lengua del dragón. Los dragones masticaban la piedra con sumo cuidado.
En cuanto terminaron de masticar la ignípetra, las doce escuadrillas de dragones fueron un panorama que, como siempre, estimuló a Moreta: pieles verdes, azules, pardas y bronceadas que relucían rebosantes de salud bajo la luz del sol, ojos cambiantes que adoptaban el tinte amarillo rojizo de la batalla, alas que se agitaban sin cesar, colas que golpeaban la roca del Borde…
Orlith movió las patas y tomó asiento sobre sus ancas. Moreta le dio cariñosos golpes en el lomo y le dijo que se calmara.
Todos están listos. Tienen la barriga llena de ignípetra. ¿Por qué no emprendemos el vuelo? ¿Kadith?
Moreta no era una de esas extraordinarias cabalgadoras de reina capaces de comprender a cualquier dragón. Kadith volvió sus angustiados ojos hacia Orlith y la reina lo tranquilizó. Orlith era reina de Pern, puesto que era la mejor reina, el dragón más potente del Weyr de Fort, y dado que Fort era el mayor Weyr del planeta, Orlith y su cabalgadora podían considerarse como la pareja más importante. Pero cuando caían las Hebras, el Caudillo del Weyr tomaba el mando y Orlith debía obedecer a Kadith y a Sh'gall. Y también Moreta.
De pronto la escuadrilla más alejada se lanzó hacia el cielo, en línea recta. De las tres escuadrillas iniciales del oeste la primera en volar fue la más alta. Después salió la del segundo nivel, luego la del tercero. En cuanto todas alcanzaron las altitudes asignadas, las tres escuadrillas entraron en el inter. Las escuadrillas del norte y del sur salieron a continuación para realizar un vuelo cruzado en la línea probable de la Caída. Desaparecieron en el inter. Las escuadrillas diagonales, que comenzarían en el noroeste, ascendieron y se esfumaron. Sh'gall levantó el brazo una vez más, y en esta ocasión Kadith, berreó, tan impaciente por partir como Orlith. El Caudillo conduciría a sus tres escuadrillas al este, a la línea que cruzaba la meseta de Crom donde se esperaba que estaría el inicio del velo de Hebras. La escuadrilla de reinas era la última, con todos los dragones volando a muy escasa altura, en el límite de la seguridad. Su planeo más lento y sus alas más potentes les permitía mantener mayor estabilidad en medio de las irregulares corrientes ventosas. Kadith saltó del Borde y Orlith le siguió con tanta rapidez que Moreta notó el tirón de las correas. Luego planearon para ponerse en posición. Leri y Holth ya estaban allí, tras una hazaña acrobática que a Moreta le había pasado desapercibida. Haura y Kamiana ocuparon sus posiciones, y Lidora se unió a Moreta en el nivel superior.
Kadith dice que entremos en el inter.
¿Tienes la visual?
Muy clara.
¡Vamos al inter, Orlith!
«Negro, muy negro, negrísimo,
inter más frío que las cosas heladas,
lugar donde sólo frágiles alas…»
Las abruptas montañas de Nabol estaban muy lejos, el cálido sol a la espalda describiendo el arco de la estación fría. Debajo se veían las áridas llanuras del este de Crom, con fragmentos y rayas relucientes que sugerían una helada o fuerte rocío.
La segunda mirada de Moreta fue para Leri y Holth, que estaban perfectamente. Haura y Kamiana permanecían alineadas detrás formando la V. Por encima iban las escuadrillas de combate; los grupos más elevados eran simples motas que flotaban lentamente hacia el oeste. En el resto de puntos defensivos asignados, otras nueve escuadrillas volaban hacia el aún invisible enemigo. Moreta volvió la cabeza.
¿Demasiado viento?
No tanto como para que sea un problema. Orlith viró suavemente a derecha e izquierda, observando.
De modo que las Hebras harán su aparición con una ligera brisa, pensó Moreta. Surgirían más preocupaciones en cuanto se acercaran a las montañas de Nabol, donde las corrientes de aire complicarían la Caída con repentinos ascensos y descensos. La densidad de la lluvia de Hebras era mayor en la estación fría y, aunque la temperatura era más baja que en otras Caídas de aquella misma Revolución, el ambiente no era frígido.
¡Ahí están!
Moreta miró atrás de nuevo. Vio la mancha plateada en el cielo, un oscurecimiento que se arrastraba inexorablemente hacia el suelo. ¡La Caída de Hebras!
¡El borde anterior! Y Orlith empezó a sacudir sus enormes alas, lanzándose hacia adelante para hacer frente a la devastadora lluvia.
Moreta contuvo el aliento, como siempre, entre animada y recelosa. Se acordó de exhalar mientras se acomodaba en las correas. Pasarían unos segundos antes de que las escuadrillas más elevadas se echaran sobre las Hebras. Y minutos antes de que Orlith y las otras reinas tuvieran que intervenir. Moreta dirigió otra mirada a Holth.
¡Vuela bien!, confirmó Orlith. y además el sol les da en la espalda.
El borde anterior era visible y el cielo, a ambos lados, se teñía de rápidas llamaradas. Moreta vio que las hileras de dragones en diversas altitudes cubrían bien la mancha. Luego se dio cuenta de que entre las líneas de llamaradas la Caída era irregular. Habría brechas donde ningún dragón proyectaba su aliento para abrasar a las Hebras.
Kadith dice que la Caída es desigual. Hay que ensanchar la formación. El segundo grupo se acerca. Las escuadrillas del sur tienen contacto.
Orlith iba a proseguir sus comentarios hasta que se ordenara a la escuadrilla de reinas que hiciera uso de los lanzallamas. A partir de ese momento la atención del dragón se centraría totalmente en evitar ser herido y que fuera su cabalgadura.
El nivel superior está descendiendo ahora. Ninguna baja.
Lo contrario habría sido muy extraño, pensó Moreta, en los primeros momentos de excitación de la Caída, por muy terrible que ésta fuera. Todos los cabalgadores estaban frescos, todos los dragones, belicosos. Los fallos comenzarían a producirse en cuanto se intensificara la Horda: densa o fina, veloz o lánguida… La segunda hora una Caída era la más peligrosa. Cabalgadores y dragones perdían la agudeza inicial, erraban los tiros o cometían errores de cálculo. Las Caídas no siempre seguían la pauta del borde anterior, en particular al final de una Parada.
Kadith apunta. Kadith lanza una llama. ¡Blanco! La excitación teñía el hasta entonces sosegado tono de Orlith. Ha entrado en el inter. Vuelve. Lanza la llama. Todas las escuadrillas están en combate. El primer nivel se dispone a efectuar la segunda pasada.
El viento tiraba de su cuerpo y Moreta se agitó ligeramente para asegurar la correa del lanzallamas en su hombro. El viento impulsaba pequeños fragmentos de negras, chamuscadas Hebras. A veces, en días de tormenta, las gafas de Moreta se cubrían de una película de lodo. Las reinas habían llegado al borde anterior de la Caída.
Nada ha escapado a las escuadrillas, dijo Orlith. En ocasiones enormes salpicaduras de Hebras descendían junto con el borde anterior y los cabalgadores encontraban grandes dificultades para cumplir su cometido.
Algunos cabalgadores veteranos preferían que la primera mancha fuera muy espesa, ya que juraban que de ese modo era más fácil eliminarla. Había tantas Caídas, tantas formas de borde anterior, tantísimas variantes posibles, tantísimas comparaciones… Ni siquiera dos relatos, aunque provinieran de cabalgadores de la misma escuadrilla, concordaban.
El viejo L'mal había dicho a Moreta que la eficacia del dragón sólo estaba entorpecida por la capacidad del cabalgador. No obstante, volara como volara un cabalgador, la maniobra era magnífica siempre que ninguna Hebra llegara al suelo.
Las llanuras de Crom se deslizaban bajo ellos. Moreta mantuvo la mirada concentrada ante sí, igual que Orlith, en una vigilancia sincrónica perfeccionada hacía tiempo. Moreta captaba la visión superior de Orlith del mismo modo que el dragón captaba la suya. Moreta solía sentir el deseo de flotar sobre las Hebras igual que los dragones combatientes, caer en picado sobre el blanco y no tener que aguardar la aparición de ocasionales Hebras. A veces envidiaba a los verdes, que podían masticar ignípetra. Esos dragones quedaban esterilizados en el proceso, cosa muy conveniente porque de lo contrario los verdes habrían ocupado todo el planeta. En la lucha había peligro, pero también excitación, y las reinas doradas no podían entregarse en demasía.
¡Hebras!
- ¡Haura!
¡Werth las ha visto! ¡Werth ataca!
Moreta se dio cuenta de que la jovencísima reina comenzaba a virar, daba la vuelta y se introducía en la maraña del mortífero parásito. El lanzallamas entró en acción. Las cenizas se dispersaron en el aire en cuanto Werth terminó su breve misión.
Todos están alerta, informó Orlith a Moreta.
Diles que se dispersen, ya ha pasado el borde anterior. Kantiana debe quedarse con Leri y con Holth. Nosotros iremos hacia el sur. ¡Haura, hacia el norte!
Orlith viró obedientemente y, poco a poco, fue cobrando velocidad y altitud.
Era la parte dura de la Caída, ir de un lado a otro. El rico suelo de la meseta contenía alimentos minerales suficientes para mantener a las Hebras y permitir que éstas devastaran campos cuya fertilidad había costado cientos de Revoluciones de cuidados.
Ya estaban cerca de la primera fila de colinas y de Ios primeros fuertes de Crom. La simetría de las ventanas y sus postigos metálicos bien cerrados se divisaba sobre el fondo de la protectora ladera. Mientras pasaban sobre las ardientes ignicimas, Moreta se preguntó si estarían sanos todos los habitantes del fuerte.
- Pregunta al wher vigilante, Orlith.
Ese no sabe nada. El tono de Orlith era ligeramente leñoso. La reina no aprobaba las conversaciones con bestias estúpidas.
- Los wher vigilantes tienen su utilidad -dijo Moreta-. Podríamos pedirles información. Quizá Sh'gall no quiera que nos comuniquemos, pero de esa forma podemos averiguar algo.
Orlith ganó altura en cuanto vio el segundo pliegue montañoso. Cabalgadora y reina no perdían de vista la rociada de plata, moviéndose en ángulo de un borde a otro de su línea asignada. Sobre la siguiente meseta vieron a Lidora y a Ilith, que oscilaban a lo largo de su ruta.
Kadith dice que converjamos sobre el Fuerte de Crom, informó Orlith tras varios largos barridos.
- Vamos allá.
Moreta se concentró en las ignicimas de Crom, pronunció su frase talismán contra el inter y al llegar a «negrísimo» se encontró sobre el Fuerte principal de Crom. Estaba situado cerca de un río, cuya primera cascada podía verse desde las ventanas del Fuerte, siempre que estas permanecieran abiertas. Los animales, que normalmente pastaban en los prados, estaban recogidos. Morera recordó los llamativos y fantasiosos decorados de las montañas de Ruatha y pidió a Orlith que hablara con el wher vigilante.
Lo único que le preocupa son las Hebras. No sabe nada de una enfermedad. Orlith parecía disgustada. Kadith dice que la Caída es muy densa en estos momentos y que debemos tener cuidado. Hay tres heridos leves. Todos los dragones flamean bien y las escuadrillas están en orden. ¡Cruce!
Moreta contempló la espectacular exhibición: todas las escuadrillas de combate se sobrepusieron sobre el Fuerte de Crom. ¡Qué pena que los habitantes del Fuerte no pudieran verlo! El cruzado era algo magnífico pero la concentración de las escuadrillas en un solo punto aéreo dejaba muchas brechas para las Hebras.
Orlith viró de improviso. Moreta vio la mancha de las Hebras. Un cabalgador de azul se dirigía hacia allí.
- ¡Nosotros estamos mejor situados! -gritó Moreta, sabiendo que Orlith avisaría al atacante azul.
Moreta abrió la boquilla del lanzallamas, acomodándose bien en las correas mientras Orlith se situaba bajo la maraña. Apretó el botón. La llamarada acertó el blanco pero Moreta también tuvo una visión confusa de las alas y la panza del azul.
- ¡Demasiado cerca, necio! ¿Quién era ese? N'men, Cabalgador de Jelth, dijo Orlith. Un joven azul. No lo has chamuscado.
- Una chamusquina le enseñaría ha comportarse dentro de la disciplina -refunfuñó Moreta, aunque se alegró de que el joven Cabalgador no hubiera sufrido quemaduras-. Volar tan bajo es una estupidez temeraria. ¿Es que no nos ha visto? Ordenaré que le gradúen la vista.
¡Más Hebras! Orlith se lanzó en un nuevo ángulo. Lidora también había visto a las Hebras y estaba más cerca. Orlith desistió. Kadith está separándose del cruzado. Los demás vienen hacia aquí.
La escuadrilla de reinas adoptó una nueva formación, rumbo al norte, extendiéndose en abanico mientras porciones de Hebras dispersas caían en el extraño orden causado por las distorsiones de las corrientes de aire por los dragones. ¡Ciertamente una tarea para las reinas!
Moreta y Orlith persiguieron briosamente diversas marañas, varias manchas, sabedoras de que Sh'gall había enviado secciones de varias escuadrillas a cubrir los niveles superiores. Los cruzados eran difíciles de evitar con las diferentes hileras de dragones volando a distintas velocidades, en especial cuando la primera exigencia era que las escuadrillas mantuvieran la adecuada altitud y la separación más conveniente. Después Sh'gall mandó cabalgadores de barrido al norte para asegurarse de que no se habían producido brechas.
La Caída continuó mientras las escuadrillas adoptaban de nuevo posiciones de largo alcance. Algunos cabalgadores reclamaron más ignípetra y concertaron reuniones con el grupo de suministros de los weyrlings. Moreta comprobó su lanzallamas y vio que le quedaba medio depósito. Y la Caída prosiguió.
Orlith informó de nuevos heridos, ninguno de ellos grave: puntas de ala y colas. Orlith y Moreta volaron a nivel de vigilancia sobre la primera montaña con nieve en la cima, a lo largo de la irregular frontera que separaba Crom y Nabol. Las Hebras se helarían y se consumirían en aquellas laderas, pero las reinas se alinearon mientras Sh'gall ordenaba que las escuadrillas entraran en el ínter para llegar al otro lado de la cordillera y a Nabol.
Haura dijo que ella y Leri necesitaban nuevos depósitos de combustible para los lanzallamas y que iban a descender hacia el reducto minero.
- ¡Leri, por favor, habla con el wher vigilante!
Holth dice que los wher vigilantes son estúpidos y que no saben nada de utilidad. Seguiré preguntando.
Cualquier aterrizaje representaba esfuerzo para Holth, que ya no era ágil. Moreta observó inquieta, pero Leri había previsto las dificultades de su montura y dirigió a la vieja reina hacia un amplio claro próximo al reducto minero. Un weyrling con un verde salió del inter; varios tanques pendían a ambos lados del cuello de su dragón, que hizo un magnífico aterrizaje. El weyrling separó un tanque y desmontó. Corrió hacia Holth, llegó junto a una pata delantera, cogió las correas del cilindro con una mano y se aferró a la silla con la otra. Se efectuó el intercambio de tanques mientras Moreta y Orilth planeaban en lo alto. Holth dio varios pasos, se lanzó al aire y realizó la primera pasada.
Están situándose. Todo va bien, dijo Orlith.
- ¡Volvamos con Kadith!
Entraron en el inter y salieron sobre un abrupto valle en el mismo momento en que una masa de Hebras caía sobre el cerro más próximo.
¡Tapeth va hacia allí!
El dragón verde, con las alas apretadas a su cresta dorsal, cayó en el punto de impacto, con el flamígero aliento dirigido a la loma. Cuando parecía que iba a chocar con ella, el verde desplegó las alas y se desvió bruscamente.
¡Vamos allí! Moreta contempló el indicador del tanque. Necesitaba más combustible para inundar el cerro. Ninguna unidad de tierra podría llegar al cerrado valle.
Sobrevolaron la ennegrecida roca. Obediente a las instrucciones mentales de su cabalgadora, Orlith planeó para que Moreta pudiera quemar el otro lado del cerro. Zarzillos de Hebra emitieron un silbido y se arrugaron hasta convertirse en cenizas negras. De modo metódico, Moreta arrojó llamas sobre la zona, ensanchando el arco para asegurarse de que no escapaba ni una sola brizna de parásito.
- Aterrizaremos un poco más lejos, Orlith. Necesito otro tanque.
¡Ahí va! Orlith aterrizó sin problemas.
- Quiero examinar ese cerro. No he podido ver si el suelo era de roca o de esquisto.
Moreta soltó las correas y bajó. Sus pies, entumecidos después del largo viaje y ligeramente ateridos pese al grueso forro de las botas, vibraron con el impacto del salto. Se acercó lentamente a la ennegrecida zona, tambaleándose, sin notar nada en las plantas de los pies, con el dedo preparado sobre el botón del lanzallamas. Empezó a notar el calor residual de los dos ataques de llamas sobre la roca y avanzó con más lentitud tanto para reanimar sus ateridos pies como para tomar precauciones. Nunca le había gustado ir corriendo por lugares donde habían caído Hebras. No a pie. A pesar de ello, la tarea debía hacerse, y cuanto antes mejor. Las Hebras se enterraban en cualquier grieta o abertura.
La zona este del cerro era de roca pura ninguna hendedura o grieta la desfiguraba y por tanto no podía albergar Hebras. La cara oeste también era una masa sólida. Las llamas de Tapeth debían haber alcanzado al invasor mientras se posaba en el suelo.
Los pies de Moreta empezaron a cobrar vida cuando ésta regresó junto a Orlith. En ese instante apareció un weyrling a lomos de un azul. Sus garras no estaban a más de un dedo de la parte superior del saliente rocoso. Un Instante más tarde el azul echó atrás las alas para posarse. Orlith gruñó y el azul se estremeció ante la reprimenda de la reina. La expresión del cabalgador se alteró bruscamente, pasando de placer a temor.
- ¡No te pases de listo, T'ragel! ¡Seguridad! -le gritó Moreta-. ¡Podías haber salido dentro del cerro, no encima! Es la primera vez que vienes a este lugar. ¿Es que F'neldril no te ha metido en la mollera que tengas espacio aéreo para aterrizar y para despegar?
El joven cabalgador manoseó las cintas que sostenían el depósito en el costado de su dragón azul mientras Moreta le reprendía, todavía ardiendo de ira por el susto que le había dado.
- Prefiero la precaución a la agilidad.
Moreta casi le arrancó el tanque de la mano.
- Desmonta. Para compensar tu error de juicio, quédate hasta que el cerro se enfríe. Comprueba si quedan Hebras. Ahí abajo hay musgo. ¿Sabes usar el lanzallamas? Bien. Lo que queda en ese tanque te será suficiente. Pero ordena a tu dragón que informe en cuanto vea cualquier cosa que se mueva en ese cerro. ¡Cualquier cosa!
Una hora de intensa vigilancia y temor enfriaría el ardor del joven cabalgador y le haría recapacitar en su temerario aterrizaje. Pese a las constantes advertencias del Maestro de Weyrlings y del Caudillo del Weyr, los weyrlings desaparecían inexplicablemente y los dragones más viejos se lamentaban. Las bajas representaban un enorme derroche de los recursos del Weyr.
Moreta volvió a montar a Orlith, sabedora de que el muchacho había aceptado su misión de centinela, aunque manteniéndose tan cerca como le era posible de su dragón azul. Ambos estaban afectados y afligidos.
¡Kadith llama!
- ¡Debemos estar cerca del final de la Caída!
Moreta se abrochó las correas, sin olvidar de ponerlas tensas. La arenga perdería su fuerza si ella se desataba al remontar el vuelo.
¡B'lerion está volando!
Moreta sonrió mientras ordenaba a Orlith que ascendiera, para entrar en el inter y reunirse con las escuadrillas. Se preguntó, en el negrísimo frío, cómo le habría ido a B'lerion con Oklina.
Después aparecieron en el lado occidental de la Cordillera de Nabol, donde la Caída de las Hebras era densa y rápida. Moreta no tuvo tiempo de expresar su gratitud por la presencia de dragones y cabalgadores de refresco.
Ella y Orlith estaban acabando con una baja maraña de Hebras, cuando Orlith hizo su repentino anuncio:
¡La Caída ha terminado!
Mientras la reina frenaba su movimiento de avance hasta planear ociosamente, Moreta se apoyó en las correas, fatigada, y notó el peso de la boquilla del lanzallamas en su cansada mano. En la cabeza sentía el soterrado dolor producido por tener que observar muchas cosas al mismo tiempo, por su concentración en el vuelo y en el planeo, y en el ángulo de las llamas.
- ¿Heridos?
Treinta y tres, casi todos de poca importancia. Dos alas con lesiones graves. Cuatro cabalgadores con las costillas rotas y tres con dislocación de clavícula.
- ¡Costillas y clavículas! ¡Eso ocurre por volar sin el debido cuidado! -Pero Moreta experimentó alivio al conocer el total. Claro que… ¡dos alas! Odiaba tener que recomponer alas, aunque tenía mucha experiencia en ello.
B'lerion nos saluda. El bronce Nabeth ha volado bien.
Orlith estiró admirablemente el cuello mientras el bronce de las Altas Extensiones igualaba la velocidad y la altitud de la reina. B'lerion agitó el brazo a modo de saludo.
- Pregúntale si tuvo una buena Fiesta. -Cualquier nadería para no pensar en las alas destrozadas por las Hebras que habría de curar.
La tuvo. Orlith parecía divertida. Kadith dice que deberíamos ir al Weyr para ver esas alas heridas.
- Antes pregunta a B'lerion que sabe de la epidemia,
Sólo que existe. Y en seguida añadió: Kadith dice que | Dilenth está mal herido.
Moreta se despidió de B'lerion, deseando que Sh'gall o Kadith, o ambos, no consideraran como rivales a B'lerion y Nabeth. Aunque quizá lo fueran. A Orlith le gustaba el bronce de B'lerion, y Moreta pensaba que sería mucho más agradable pasar el Intervalo con alguien tan divertido como B'lerion.
- Volvamos al Weyr.
La extremada quietud y frialdad del inter fue un estimulante para Moreta. Después se encontraron a poca altura sobre el Cuenco, ya que Orlith juzgó la reentrada con tanta precisión como el weyrling del azul. El terreno estaba tachonado de dragones heridos, todos rodeados por grupos de asistentes. Los agudos gritos de los animales heridos e inquietos llenaba el ambiente y produjeron en Moreta un gran deseo de reducir el lamento a un nivel soportable.
- Quiero ver a Dilenth -ordenó Moreta a Orlith mientras la reina viraba sobre el Cuenco.
Tiene herida la parte principal del ala. ¡Yo lo calmaré!
La pena se mostraba en el tono de la reina, estaba sobrevolando al agitado azul tan cerca como dictaba la prudencia. Cabalgadores y gente del Weyr intentaban aplicar hierbatonta al ala herida, pero Dilenth se retorcía de dolor y la operación era imposible. Orlith continuó sobrevolando al herido de acuerdo con las instrucciones de Moreta y ésta tuvo una clara vista del ala lesionada; la punta batía torpemente el polvo.
Era una herida grave. Desde el codo hasta la punta, el borde anterior del ala había soportado lo más duro del estrago ocasionados por las Hebras. Los destrozados cartílagos se habían arrugado y estaban encogidos en la masa de la parte principal del ala; Moreta creyó ver también una herida en la otra parte del ala, entre la articulación y las magulladas costillas, donde habían rebotado las Hebras mientras Dilenth, demasiado tarde, emprendía la retirada. Las lesiones afectaban más a la parte delantera que a la trasera. La parte central parecía estar relativamente bien. Moreta no pudo distinguir si la articulación central estaba rota. Deseó ardientemente que no, porque si no llegaba icor a la parte principal del ala, el dragón no podría doblarla ni hacer pleno uso de ella.
Las heridas de Dilenth eran las peores que un dragón podía sufrir, ya que afectaban tanto a la parte anterior como a la posterior del ala. La membrana cicatrizada podría formar tejido queloide y el ala perdería sensibilidad, desequilibrando así el vuelo del dragón. En primer lugar Moreta tendría que componer el rompecabezas de los trozos de tejido restantes, y reforzarlo, en la esperanza de que quedara suficiente membrana para reparar el conjunto. Dilenth era joven, capaz de regenerar sus tejidos, pero iba a estar en la lista de heridos durante mucho tiempo. Moreta vio que Nesso iba de un lado a otro entre el grupo que atendía a Dilenth. El cabalgador del azul, F'duril, hacía todo cuanto podía para calmar al dragón pero Dilenth se zafaba continuamente del abrazo del hombre y agitaba la cabeza, angustiado.
Orlith se posó delante mismo del azul. En cuanto sus patas traseras tocaron suelo, Moreta se soltó las correas y se deslizó hasta el suelo. Llegaron varios weyrlings para coger el tanque de hachenotrés y el resto del equipo.
- ¿Dónde hay hierbarroja para lavarse? -preguntó en voz alta, sobre todo para apagar el sonido de los lamentos que le destrozaba los oídos. ¡Orlith, cálmalo!
La intensidad de los gritos de Dilenth menguó bruscamente en cuanto la mirada de la reina se concentró en sus ojos. La cabeza, del herido se estabilizó y Dilenth se sometió a los cuidados de su cabalgador. El aliviado F'duriI no cesó de animar al dragón para que fuera valiente y de dar las gracias a Orlith y a Moreta.
- Buena parte de los gritos se debe al susto -dijo Moreta a F'duril mientras se frotaba las manos en la palangana de hierbarroja. La solución le produjo picor en sus fríos dedos.
- Las heridas son importantes. La parte principal del ala ha quedado reducida a fragmentos y jirones -le dijo Nesso en voz baja-. ¿Cómo es posible arreglar eso?
- Ya lo veremos -replicó Moreta, resentida porque Nesso estaba expresando las dudas que ella misma albergaba-. Tráeme un rollo de tela blanca y los mimbres de cesta más finos que tengas. ¿Dónde están Declan y Maylone?
- Declan está con L'rayl. Sorth recibió una masa de Hebras en el lomo. Maylone está con un dragón, no sé dónde. -Nesso hablaba distraída ya que había muchísimas tareas urgentes-. He tenido que dejar a los cabalgadores heridos y sólo los están atendiendo sus compañeros de weyr y las mujeres. ¡Oh!, ¿por qué se habrá puesto enfermo Berchar?
- No podemos remediarlo. Haura volverá dentro de poco y te ayudará con los cabalgadores. -Moreta reprimió violentamente su frustración y se prohibió a sí misma la impaciencia: eran lujos que no podía permitirse-. Tráeme la tela y los mimbres. Quiero tener mi mesa aquí, delante del ala. Mándame a alguien que tenga manos firmes, aceite y hierbatonta fina y luego podrás volver con los cabalgadores. Y mi estuche de agujas y el carrete de hilo especial.
Mientras Nesso se iba corriendo, pidiendo a gritos ayudantes, Moreta prosiguió su inspección del ala herida. Los huesos principales estaban ilesos, lo cual representaba una ventaja, pero habían aplicado tanta hierbatonta que era imposible ver si se estaba formando icor. Fragmentos de la parte principal del ala colgaban del codo y la articulación. Quizá bastaran para la reconstrucción. Y los jirones serían de utilidad. Moreta flexionó los dedos, todavía rígidos tras la fría excursión de la Caída.
Los lamentos de Dilenth habían disminuido, pero otro sonido, un sonido humano, traspasó la concentración de Moreta.
- ¡Sabes que lo presentí! Sabes que ambos estábamos intranquilos. ¡Pensé que estábamos volando bien! -La letanía de reproches con que se castigaba F'duril llegó a oídos de Moreta-. Debí quedarme en el inter un instante más. Tú no pudiste hacer nada. No fue por tu culpa, Dilenth. ¡La culpa fue mía! Tú no tenías espacio para eludir aquellas Hebras. Y yo te dejé salir demasiado pronto. Toda la culpa fue mía.
Moreta se acercó al hombre y le sacudió los hombros para sacarlo de aquella histeria.
- F'duril, domínate. Estás molestando a Dilenth mucho más que si… -Moreta se interrumpió al reparar bruscamente en las heridas del cuerpo del cabalgador-. ¿Aún no te ha atendido nadie, F'duril?
- Le obligué a beber vino, Moreta. -Un cabalgador con la ropa manchada de hollín apareció a la izquierda de Dilenth-. Tengo vendajes con hierbatonta para él.
- ¡Pues pónselos! -Moreta miró alrededor, irritada, ¿Dónde está Nesso ahora? ¿Es que hoy no sabe organizar nada?
- ¿Cómo está Dilenth? -preguntó el cabalgador mientras arrancaba diestramente los restos de la chaqueta de montar de F'duril. Moreta identificó entonces al apuesto joven como A'dan, el compañero de weyr de F'duril. Halaba en voz baja, preocupada.
- ¡Bastante mal! -Miró con más atención a A'dan, que manejaba hábilmente los vendajes que estaba poniendo a F'duril-. ¿Eres tú su compañero de weyr? ¿Tienes firme el pulso?
Era preferible un solícito compañero de weyr que nada, y ciertamente más aceptable que los lamentos y el pesimismo de Nesso. Gotas de icor estaban comenzando a rezumar sobre la hierbatonta en los huesos alares de Dilenth.
- ¿Dónde están mis cosas, Nesso? Moreta había dado ya un paso hacia la caverna, con idea de recoger el material, cuando la terca Ama apareció de repente, cargada de cañas, un pote de hierbatonta líquida, una jarra de aceite y la caja de agujas de Moreta. Detrás de ella marchaban tres weyrlings, uno con un rollo de tela envuelto en piel que abultaba tanto como el muchacho y una palangana. Los otros dos pugnaron con la mesa para ponerla cerca del ala del dragón.
- Oh, tardará mucho tiempo en sanar si es que sana -se lamentó Nesso en un deprimente susurro mientras meneaba la cabeza. Observó un solo instante la expresión de Moreta y se fue corriendo.
Moreta inspiró profundamente para tranquilizarse, echó el aire y cogió el aceite. Empezó a dar instrucciones a A'dan y a los weyrlings mientras se untaba las manos para evitar el contacto directo con la hierbatonta.
- Tú, D'ltan. -Señaló al weyrling que tenía aspecto más fuerte-. Corta trozos de tela tan largos como el borde delantero del ala de Dilenth. A'dan, lávate las manos con este aceite y sécatelas. Luego repite la operación dos veces. Después de la tercera solamente las agitarás, sin secártelas. Tendremos que ponernos aceite muchas veces o la hierbatonta nos paralizará las manos mientras trabajamos. Tú, M'barak. -Moreta señaló al weyrling más alto-. Enhebra agujas con este largo de hilo -separó sus grasientas manos para indicar la longitud conveniente- y no pares hasta que yo te lo diga. Tú, B'greal -miró al tercer muchacho-, me darás las tiras de mimbre cuando te las pida. Pero antes todos tenéis que lavaos las manos con hierbarroja.
Moreta habló después con A'dan, mirándole a la cara para ver si comprendía.
- Reforzaremos el ala por debajo con tela atada al hueso y extendida desde la vértebra dorsal a la articulación posterior. Luego tendremos que… Si has de vomitar, A'dan, hazlo ahora y termina pronto. A Dilenth y a F'duril les tranquilizará que tú me ayudes. F'duril sabe que tú eres el enfermero más cariñoso y gentil que puede tener Dilenth. ¡A'dan!
Moreta hablaba apremiantemente porque necesitaba la ayuda del cabalgador.
- No pienses que es un ala de dragón. Considérala como una fina túnica de verano que precisa compostura. Porque eso es lo único que vamos a hacer. ¡Una compostura!
Con las manos impregnadas de aceite, Moreta cogió la aguja de fina punta que le ofrecía el weyrling y confió en la entereza de A'dan.
¿Orlith?
Lo único que puedo hacer es hablar con su verde, D'grath, dijo Orlith con cierta aspereza. Dilenth precisa toda mi concentración y ninguna otra reina ha regresado para ayudar.
En los instantes siguientes, empero, A'dan agitó el cuerpo, terminó de lavarse las manos y se acercó resueltamente a Moreta. El color de su tez había mejorado y su mirada era firme, aunque tragaba saliva de modo convulsivo.
- ¡Magnífico! Comencemos. ¡Recuerda! ¡Esto es una compostura!
Moreta subió de un impulso a la sólida mesa, indicó al cabalgador que hiciera lo mismo y después cogió el primer trozo de tela. Mientras Moreta pasaba los primeros hilvanes a lo largo de la vértebra dorsal, Dilenth y A'dan se crisparon casi al mismo tiempo. Con el control de Orlith y mucha hierbatonta en el hueso, Dilenth no podía experimentar dolor alguno. A'dan había contado anticipadamente con la reacción del dragón. Moreta le habló mientras cosía, pidiéndole de vez en cuando que estirara o aflojara la fina tela.
- Ahora aseguraré esto por debajo. Tira a la izquierda. El borde delantero del ala será grueso, es imposible evitarlo… pero si podemos salvar una buena parte del ala principal… ¡Ya está! Ahora A'dan, coge la paleta y unta la tela con hierbatonta. La usaremos como base para los fragmentos que quedan. Es una túnica de verano muy frágil. Con suavidad. M'barak, corta otro trozo. Ese tendón se ha estirado demasiado, pero por fortuna aún está cogido al codo. Orlith, dile que deje de mover la cola. Cualquier movimiento hace más difícil la operación.
Moreta se alegró de que la resistencia de Dilenth a dejarse curar cesara de improviso. Seguramente había llegado otra reina para ayudar a Orlith. Creyó ver a Sh'gall, pero el Caudillo no se detuvo. Aquel aspecto de la Caída de Hebras no le atraía.
- Conservar ese tendón es una ventaja -dijo Moreta al darse cuenta de que estaba fallando su ánimo oral a A'dan-. Quiero esos mimbres ahora, B'greal. El más largo. Mira, A'dan, podemos reforzar el borde trasero de esta forma, usando gasa como apoyo. Y creo que hay suficientes trozos de membrana. Sí. Ah, sí, él volará otra vez. ¡Dilenth volará! Ahora muy despacio, con suavidad, pongamos los trozos sobre la gasa. M'barak, ¿me das la aguja más fina? Pasaremos por encima de los trozos… así…
Mientras remendaban pacientemente la parte principal del ala, Moreta vio con exactitud cómo la masa de Hebras había afectado a Dilenth. Si el cabalgador y el dragón azul hubieran salido del inter un instante antes, F'duril habría sido derribado por la ardiente masa. Debía acordarse de explicar a F'duril que la buena suerte les había acompañado en la vuelta al espacio normal.
Salvaron más fragmentos de ala de los que en principio se había atrevido a esperar Moreta. La confianza de ésta aumentó al atar una caña al tendón. El conjunto sanaría con el tiempo, aunque el nuevo tejido que creciera, por encima del viejo, sería más grueso y tendría un aspecto desagradable durante varias estaciones, hasta que la arena que arrastraba el viento lo rayara. Dilenth aprendería a compensar la alteración de la superficie del ala. l a mayoría de los dragones se adaptaban bien a tales desventajas en cuanto volvían a volar.
Dilenth volverá a volar, dijo plácidamente Orlith mientras Moreta se apartaba un poco de la ala reparada. Ya has hecho todo lo que podías hacer.
- Orlith opina que hemos hecho un buen trabajo, A'dan -dijo al cabalgador del verde con una sonrisa fatigada-. Habéis sido unos maravillosos ayudantes, M'barak, D'ltan y B'greal. -Señaló muy contenta a los tres weyrlings-. Ahora hay que llevar a Dilenth a los weyrs de abajo… ¡y todos podréis desmayaros!
Saltó de la mesa y no cayó al suelo cuan larga era porque A'dan la sujetó. La burlona sonrisa del cabalgador la animó. Se apoyó un momento en la mesa. Llegó Nesso, que sirvió vino. Primero a Moreta, y luego a los demás.
Dilenth, libre del rígido control de Orlith, empezó a tambalearse, inclinándose peligrosamente hacia la derecha. Orlith restableció su dominio mientras Moreta miraba alrededor en busca de F'duril.
- Ese no podrá ser útil a nadie -dijo tristemente Nesso mientras todos observaban al cabalgador de azul, que se desplomaba lentamente. Se había desmayado.
- Ha sido por la tensión y por sus heridas -le disculpó A'dan, que corrió hacia su compañero de weyr.
Dilenth gimió y bajó el hocico hacia su cabalgador.
- Está bien, Dilenth -dijo A'dan, volviendo suavemente a F'duril-. Un poco pálido…
- ¡Y muy borracho! -murmuró M'barak mientras indicaba a los otros muchachos que ayudaran a A'dan.
- ¡Lo peor ha pasado! -dijo A'dan con viva alegría.
- Este no sabe qué es lo peor -murmuró lóbregamente Nesso junto a Moreta.
El dragón azul se alejó dando tumbos, ayudado por un lado por Tigrath de A'dan y, por otro, por K'lon y el azul Rogeth.
Moreta tardó unos segundos en darse cuenta de que K'lon y Rogeth no debían estar allí.
- ¿K'lon?…
- Se ha presentado voluntario. -Nesso reflejaba irritación-. Ha dicho que se encontraba bien y que no podía permanecer ocioso cuando tanto se precisaba su ayuda. ¡Y él era el único!
- ¿El único?
Nesso evitó la mirada de la Dama del Weyr.
- Era una orden que el Weyr no podía ignorar. Una emergencia, si lo miras bien. Entre F'neldril y él decidieron que debía responder al mensaje de tambor.
- ¿De qué mensaje de tambor estás hablando, Nesso?' -De pronto, Moreta comprendió por qué Nesso evitaba su mirada. Se había propasado en su autoridad como Ama, otra vez.
- El Fuerte de Fort solicitó un cabalgador de dragón que llevara a lord Tolocamp de Ruatha a Fort. Urgentemente. Hay enfermos en Ruatha, y más en el Fuerte de Fort, que no pueden estar sin el Señor de su Fuerte durante un desastre como este. -Nesso estaba dando su explicación con una verborrea torrencial, lanzando fugaces, ansiosas miradas a Moreta para calibrar la reacción de ésta-. El Maestro Capiam está enfermo… debe estarlo, porque los mensajes los firma Fortine, no el Maestro Curador.
Nesso hizo una mueca y empezó a frotarse las manos y a llevárselas poco a poco a la boca, como si quisiera ocultar sus palabras.
- Y hay cabalgadores enfermos en Igen y en Ista, y muchos más en Telgar. Dentro de dos días habrá una Caída en el sur… Y yo te pregunto, ¿quién combatirá a las Hebras si ninguno de los tres Weyrs tiene cabalgadores que enviar?
Moreta se esforzó en respirar lenta y profundamente para captar el sentido de la cháchara del Ama. Nesso se puso a gimotear. ¿Por el alivio que sentía después de su confesión, o por remordimiento? Moreta no lo sabía.
- ¿Cuándo llegó ese mensaje?
- Hubo dos. El primero pedía transporte para lord Tolocamp, ¡cuando acababan de salir las escuadrillas! -Nesso se secó las lágrimas, solicitando mudamente el perdón de Moreta-. ¡Curmir dijo que debíamos responder!
- ¡Así que respondisteis! -El llanto del Ama irritaba a Moreta-. Claro, no podíais esperar que regresáramos de la Caída. Y naturalmente Curmir respondería que esa era la situación del Weyr, ¿no?
- Bueno, ellos ya lo sabían. Pero F'neldril y K'lon estaban allí… no, allí. -Nesso tenía que indicar el lugar exacto, cerca de la caverna-. Así que todos oímos el mensaje del tambor. K'lon dijo inmediatamente que él podía ir. Dijo, y tuvimos que darle la razón, que puesto que él ya había pasado la fiebre, era improbable que la contrajera. El no iba a permitir que F'neldril, un weyrling o un enfermo corriera el riesgo. -Los ojos de Nesso imploraron comprensión-. Intentamos preguntar a Berchar cuál era el riesgo de contagio, pero S'gor no permite que nadie hable con su compañero y él no podía responder. ¡Y nosotros teníamos que responder a la petición de lord Tolocamp! Es totalmente obligado que un Señor esté en su Fuerte durante una crisis como esta. Curmir razonó que nosotros, en circunstancias tan anormales, estallamos obligados a colaborar con el Señor del Fuerte aunque ello significara desobedecer al Caudillo del Weyr.
- Por no hablar del Maestro Curador y de que hay una cuarentena general.
- Pero el Maestro Capiam está en Fort -protestó Nesso como si así quedara zanjado el problema-. ¡Y no puedo ni imaginar lo que estará pasando en ese Fuerte en ausencia de lord Tolocamp!
Lo que preocupaba más vivamente a Moreta era la situación en el Fuerte de Ruatha, y el segundo mensaje de tambor.
- ¿Qué es esto de cabalgadores enfermos? ¿Ha llegado el mensaje en código normal?
- ¡No, claro que no! Curmir tuvo que buscar en su archivo. Nosotros no intervenimos. Ni siquiera lo retransmitimos, porque el mensaje no incluía la cadencia de retransmisión. F'neldril y K'lon dijeron que tú debías saberlo. ¡Solamente en Telgar hay cuarenta y cinco cabalgadores enfermos! -Nesso se llevó la mano al pecho en un dramático gesto-. ¡Nueve muy graves! En Igen hay veintidós y en Ista otros catorce.
Las cifras parecían complacer oscuramente a Nesso.
¿Ochenta y un cabalgadores enfermos, afectados por la epidemia? La desesperación y el miedo brotaron en el interior de Moreta. Su mente empezó a dar vueltas. ¡En plena Caída! Se requería el servicio de todos los cabalgadores de dragón. Las fuerzas del Weyr de Fort se habían reducido en treinta unidades desde la penúltima Caída, y en treinta y tres después de la última. Pasaría una Revolución entera antes de que Dilenth pudiera volar. ¿Por qué esto? Sólo quedaban ocho Revoluciones de aquella Pasada y luego los cabalgadores se librarían de la devastación causada por las Hebras en dragones, en ellos mismos y en Pern. Moreta sacudió la cabeza esforzándose en aclarar sus pensamientos. Debió haber prestado más atención al miedo de Sh'gall en lugar de rechazar la verdad porque era desagradable. Ella sabía que el Maestro Capiam no tenía la costumbre de dar órdenes arbitrarias Pero los cabalgadores eran sanos, capacitados, menos susceptibles a trastornos secundarios. ¿Por qué los cabalgadores, con su espléndido aislamiento, realizando su histórica tarea, eran vulnerables a una enfermedad que se propagaba en superpoblados reductos y entre los animales?
Sin embargo, opinó la parte racional de Moreta, el mal, ya estaba extendiéndose cuando Sh'gall trajo la noticia. Incluso ella, despreocupadamente, se había expuesto al hacer gala de su sensibilidad, para impresionar a Alessan más que por auténtica compasión. Ninguno de los asistentes a la Fiesta de Ruatha podía suponer el peligro que existía en acercarse al moribundo corredor. Porque cuando Talpan relacionó la enfermedad con los viajes de la bestia enjaulada, ellos seguramente estaban presenciando las carreras.
Tú no tienes la culpa de nada, dijo la tierna, afectuosa voz de Orlith. No hiciste ningún daño al corredor. Tenías derecho a disfrutar en la Fiesta.
- ¿Hay algo que debamos hacer respecto a los otros weyrs, Moreta? -preguntó Nesso. Había dejado de llorar pero seguía retorciéndose y frotándose las manos con una indecisión que irritaba casi igualmente a Moreta.
- ¿Ha vuelto Sh'gall?
- Ha estado aquí y se ha ido en busca de Leri. Estaba enfadado.
¿Orlith?
Están preocupados pero ilesos.
- Nesso, ¿le has hablado de los mensajes de tambor?
Nesso lanzó una desesperada mirada a Moreta y sacudió la cabeza.
- No ha estado aquí mucho tiempo… de verdad, Moreta.
- Entiendo.
Y Moreta lo entendía. Nesso jamás se habría decidido informar de noticias tan malas al Caudillo aunque hubiera tenido todo el tiempo del mundo. Así que ella tenia que exponer el asunto a Sh'gall y en seguida, y sus informes provocarían una nueva tensión en un día en que ambos tenían más problemas que horas.
- ¿Cómo está Sorth?
- Bueno, se pondrá bien -dijo Nesso con mucho más entusiasmo por ese tema-. Está allí. He pensado que te gustaría examinar mi trabajo.
El sol, en su camino hacia el oeste, arrancaba destellos del Peñasco del Diente, en lo alto del Weyr de Fort, y el resplandor hirió los cansados ojos de Moreta cuando ésta miró en la dirección indicada por Nesso. La compostura del ala de Dilenth había durado mucho más tiempo que el imaginado por Moreta.
Aún hay sol en tu saliente, Orlith. Deberías disfrutarlo. Quítate del pellejo el frío del inter y de la Caída.
Tú estás igualmente cansada. ¿Cuándo vas a descansar?
Cuando termine lo que debo hacer.
A pesar de todo, la preocupación de su dragón era confortadora. Moreta se rascó las puntas de los dedos, insensibles en los puntos donde la hierbatonta se había filtrado en el aceite. Se lavó las manos en hierbarroja y se las secó bien con el trapo que Nesso le ofrecía.
Un dragón azul aullaba quejumbroso en su saliente y Moreta alzó los ojos, preocupada.
- El cabalgador sólo se ha roto la clavícula -dijo Nesso con expresión de desdén-. Se le rompieron las correas.
Moreta se acordó de otro cabalgador de azul.
Orlith, ese weyrling que iba con un azul… ¿ha vuelto del cerro?
Sí, no había Hebras. Se presentó al Maestro de weyrlings. El quiere hablar un momento contigo respecto a poner en peligro a un jovencísimo cabalgador.
Ese chico habría corrido más peligro de haber continuado con sus extravagancias, y yo se lo haré saber ni Maestro de Weyrlings, para que vea las cosas de un modo muy distinto.
- Vamos a visitar a Sorth -dijo a Nesso.
- Es un dragón viejo. No creo que quede bien. -Nesso estaba hablando con el nervioso deseo de recuperar el favor de Moreta, porque ella no sabía tanto mucho de heridas de dragón pero en cambio sabía perfectamente cuáles eran las ideas de Moreta sobre cómo gobernar el Weyr.
En los últimos instantes Moreta había llegado también a la conclusión de que ella misma, de haber estado en el Weyr cuando llegó el mensaje, habría ordenado que alguien trasladara a lord Tolocamp, pese a las protestas que hubiera formulado Sh'gall por no respetar la cuarentena. El Fuerte de Fort necesitaba a Tolocamp más que Ruatha precisaba un huésped con deseos de dejar de serlo. Moreta se planteó de pasada si habría algún enfermo en Ruatha. Y si se había dado ese caso, ¿cómo era posible el consentimiento de Alessan para que Tolocamp no respetara la cuarentena?
Sorth había sido herido por un grumo de Hebras enmarañadas justo en la primera estría; el hueso estaba fracturado casi en el centro. L'rayl no cesaba de agradecer la colaboración de Declan, e incluyó tardíamente a Nesso en su recital mientras ésta le lanzaba una colérica mirada. Habían hecho un buen trabajo el entablillado del hueso, observó Moreta profesionalmente; mejoró la posición de varias cañas en la entumecida carne.
- Bastante fastidioso ¿verdad? -comentó Moreta mientras Sorth bajaba delicadamente el ala herida para que la Dama la examinara.
- Un poco más cerca del centro y Sorth habría perdido la movilidad de la punta -dijo L'rayl con loable despreocupación. El cabalgador tenía la costumbre de apretar los dientes después de hablar, como si recortara las palabras para no ofender a nadie.
- Un remojón en el lago mañana reducirá la hinchazón en cuanto el icor cubra la herida -dijo Moreta, acariciando el lomo del viejo pardo.
- Sorth opina -respondió L'rayl tras una pausa- que flotando se sentirá mucho mejor. El agua le sostendrá el ala y no le dolerá tanto.
L'rayl no supo si sonreír o hacer una mueca por el valor de su dragón y, para ocultar su embarazo, se volvió y rascó rudamente el cada vez más verde hocico de Sorth.
- ¿Cuántos cabalgadores están heridos? -preguntó Moreta a Nesso al encaminarse hacia el dispensario. Con ochenta y un enfermos a causa de la plaga, quizá habría que enviar ayudantes.
- Más de los que deberían estar -replicó Nesso, que ya había recobrado el habla crítica que la caracterizaba.
El Ama fue de un lado a otro mientras Moreta hacía su esperada y breve aparición en el dispensario. Casi todos los cabalgadores heridos estaban atontados por el zumo de fellis, o dormidos, por lo que no había necesidad de perder tiempo. Además, Moreta se sentía incapaz de librarse de la compañía de Nesso.
- Moreta, lo que te hace falta en este momento es un buen plato de mi exquisito guisado.
Moreta no tenía hambre. Sabía que debía comer, pero deseaba aguardar el regreso de Sh'gall y Leri. En un breve ataque de malicia, Moreta cruzó el Cuenco en dirección a las Cavernas Inferiores, con tal paso que Nesso se vio obligada a correr para no quedarse rezagada. Irritada consigo misma, la Dama del Weyr se resignó a los cuidados de Nesso. El Ama quería asegurarse de que el cocinero le servía a Moreta un impresionante plato. Nesso, solícita, cortó pan y colmó de rebanadas un plato junto al de Moreta para terminar ofreciendo asiento a la Dama con gran alarde de cortesía. Por fortuna, antes de que concluyera la penitencia de Moreta, llegó corriendo un niño para decir que Tellani necesitaba a Nesso «inmediatamente».
- El parto, no hay duda. Los dolores empezaron al principio de la Caída. -Nesso alzó manos y ojos al techo, resignada-. Seguramente nunca sabremos quién es el padre, porque ni Tellani lo sabe.
- Recién nacido el niño, tendremos alguna pista que seguir. Deséale lo mejor a Tellani de mi parte.
En su interior Moreta bendijo a Tellani por haber elegido aquel momento; ella tendría un respiro, el Ama se estaba cansando, y un nacimiento después de una Caída se consideraba un buen auspicio y el Weyr precisaba una buena dosis de suerte. Un niño, aunque de paternidad incierta, complacería a los cabalgadores. Moreta tendría que hablar seriamente con Tellani para que siguiera el rastro de sus amantes… una tarea bastante sencilla aunque Tellani fuera una mujer tan amorosa. EI Weyr debía mostrarse precavido con la consanguinidad. Criar a los hijos de Tellani en otros Weyrs podía ser la solución más sensata.
Era mejor pensar en un parto inminente que abrumar su fatigada mente con problemas tales como los referentes a cabalgadores enfermos en tres Weyrs, un Maestro Curador que no firmaba los mensajes, castigar a un cabalgador y a un arpista que desobedecían a su Caudillo, un dragón con el ala desgarrada que estaría atado al weyr durante varios meses, un curador enfermo que tal vez estuviera agonizando…
Malth dice que Berchar está muy débil y S'gor muy preocupado, le informó Orlith en voz suave y apagada. Nosotros hemos estado de acuerdo en que la mujer lleva un varón en las entrañas, prosiguió Orlith.
Moreta estaba asombrada. Puesto que su reina raramente usaba una forma plural de pronombre, debía referirse a otros dragones.
¡Qué amable eres, mi encanto dorado!
Moreta se tapó la cara con las manos para que ningún ocupante de la caverna viera las lágrimas que asomaban a sus ojos por el inesperado y atento consuelo que le había ofrecido su dragón, y por su sempiterno agradecimiento después de que Orlith, entre tantas chicas como había en el Local de Puesta de Ista aquel día, hubiera elegido como cabalgadora a la última en llegar.
- ¿Moreta?
Sorprendida, Moreta alzó los ojos y vio a Curmir, K'lon y F'neldril, los tres de pie ante la mesa, con un aire muy formal.
- Fui yo el que insistió en trasladar a lord Tolocamp -dijo firmemente K'lon, con el mentón erguido y los ojos muy brillantes-. Podría decirse que yo no oí la orden de cuarentena del Caudillo del Weyr ya que Rogeth y yo estábamos durmiendo en un weyr inferior.
K'lon hizo un descarado guiño a Moreta. Cabalgador veterano, criado en el Weyr, K'lon no se había alegrado en absoluto cuando Kadith de Sh'gall cubrió a Orlith, convirtiendo al mucho más joven cabalgador del bronce en Caudillo heredero de L'mal. El descontento de K'lon con el cambio de dirección se agravó con el franco desacuerdo de Sh'gall respecto a su relación con A'murry, cabalgador de verde de Igen.
Moreta trató de asumir una expresión natural, pero el semblante de Curmir le hizo saber que había fracasado.
- ¡Hiciste lo que dictan las costumbres! -Moreta estaba dispuesta a tolerar esa libertad-. El Señor del Fuerte de Fort debe ser trasladado por este Weyr. ¿Llevaste también a su familia?
- No, aunque me ofrecí a hacerlo. Rogeth no se oponía, pero lady Pendra decidió que ella y sus hijas debían respetar la cuarentena.
Moreta miró de nuevo a Curmir y comprendió que el arpista conocía, como cualquier persona del oeste, la razón de que lady Pendra quería respetar la cuarentena. Moreta se hacía cargo de la difícil situación de Alessan, no sólo le imponían a las chicas de Fort sino que adema el resto de aspirantes de la Fiesta continuaba en Ruatha.
- Lady Pendra dijo que esperaría los cuatro días enteros.
- Cuatro días o cuatro Revoluciones. Es lo mismo -dijo desdeñosamente F'neldril-. Ellas ni cambiaron de cara ni tendrán más posibilidades con Alessan.
- ¿Viste al Maestro Capiam, K'lon? La expresión de K'lon se alteró, reflejando irritación y cierta ofensa que había recordado.
- No, Moreta. Lord Tolocamp me ordenó que le dejara en el patio del Fuerte, y eso hice. Pero inmediatamente lord Capiam y el Maestro Fortine, y otros hombres cuyos nombres no recuerdo, se lo llevaron a una reunión. No me dejaron entrar en el Salón… para protegerme, dijeron, del contagio. Y no me hicieron caso cuando expliqué que había contraído la enfermedad y me había recobrado.
Antes de que Moreta pudiera hablar, el dragón del centinela berreó fuertemente. Sh'gall y su escuadrilla regresaban por fin. Al levantarse apresuradamente de la mesa, Moreta vio los remolinos de polvo producidos por el aterrizaje de los dragones.
Todos están bien, le aseguró Orlith. Kadith dice que la Caída terminó bien, pero está furioso porque había muy pocas unidades de tierra.
- Ninguna unidad de tierra -dijo Moreta a los tres hombres, a título de información.
Sh'gall cruzó a grandes zancadas la segunda nube de polvo creada por los dragones al saltar hacia sus weyrs.
Los cabalgadores de la escuadrilla de Sh'gall siguieron a su caudillo a discreta distancia. Sh'gall fue directamente hacia Moreta, con un aire tan amenazador que K'lon, Curmir y F'neldril se apartaron prudentemente.
- Crom no destacó unidades de tierra -gritó Sh'gall, y lanzó a la mesa guantes, casco y gafas, con tal fuerza que los objetos resbalaron en la superficie y cayeron al suelo-. ¡Nabol preparó dos después de que Leri los amenazara! No había enfermos, ni en Crom ni en Nabol. ¡Holgazanes, ignorantes, estúpidos montañeses! ¡Han usado la plaga de Capiam como excusa para eludir sus obligaciones conmigo! ¡Si este Weyr puede combatir, ellos pueden cumplir con su parte, maldita sea! Y voy a decirle cuatro cosas al Maestro Capiam, sobre esos mensajes de tambor que aterrorizan a los forteños.
- Ha habido otro mensaje de tambor -empezó a explicar Moreta, incapaz de suavizar la noticia-. Ista, Igen y Telgar tienen cabalgadores enfermos. A los Weyrs quizá les resulte difícil cumplir con su obligación.
- ¡Este Weyr siempre cumplirá con su obligación mientras yo sea Caudillo! -Sh'gall la miró, iracundo, como si ella estuviera contradiciéndole. Luego dio media vuelta y miró a los que escuchaban en las mesas de la caverna-. ¿Me he explicado bien? ¡El Weyr de Fort cumplirá con su cometido!
Su afirmación fue subrayada por el sonido que todos los cabalgadores temían, el agudo, estridente chillido que raía los nervios cuando los dragones anunciaban la muerte de un miembro de su raza.
Ch'mon, cabalgador de bronce de Igen, murió a causa de la fiebre y su dragón, Helith, no tardó en entrar en el ínter. Fue el primer cabalgador de los dos que morirían en aquel Weyr. Durante la tarde, otros cinco fallecieron en Telgar. El Weyr de Fort se sentía conmocionado.
Sh'gall estaba lívido cuando arrastró tras él a Curmir para enviar un mensaje urgentísimo al Taller del Curador, solicitando saber la situación del continente, qué se estaba haciendo para contener la propagación de la enfermedad y qué remedios eran válidos para curarla. El Caudillo se mostró aún más trastornado cuando Fortine replicó que la enfermedad se consideraba ya pandémica. La respuesta repitió que se habían producido curas: el aislamiento era imperioso. El tratamiento sugerido era más febrífugo que diaforético, juicioso uso de aconita para las palpitaciones, salicina o zumo de fellis para el dolor de cabeza, consuelda, tusílago o el remedio preferido en la localidad para la tos. Sh'gall ordenó a Curmir que solicitara urgentemente una contestación del Maestro Capiam. El Taller del Curador aceptó la solicitud pero no mandó explicación alguna.
- ¿Alguien sabe -preguntó Sh'gall con toda la fuerza de sus pulmones mientras iba rabiosamente hacia las Cavernas Inferiores- si esto es lo mismo que tuvo K'lon? -Miró furioso al perplejo cabalgador de azul, con unos ojos que brillaban con una intensidad que superaba la mera rabia-. ¿Qué se ha recetado Berchar? ¿Lo sabéis?
Estaba a punto de abalanzarse sobre Moreta.
- Sh'gor me asegura que Berchar ha seguido las sugerencias del Maestro Fortine. K'lon se ha recobrado.
- ¡Pero Ch'mon ha muerto!
La frase era una acusación, y Moreta la culpable.
- La enfermedad está entre nosotros, Sh'gall -dijo Moreta, cobrando fuerza de una fuente interna cuyo nombre era Orlith-. Nada que hagamos o digamos puede alterar eso ahora. Nadie nos obligó a ir a las Fiestas, ¿sabes? -Su avieso humor hizo aparecer torvas sonrisas en varias caras de los que la rodeaban-. Y la mayoría nos divertimos.
- ¡Y mira lo que ha pasado! -El cuerpo de Sh'gall vibraba de furia.
- No podemos cambiar los hechos, Sh'gall. K'lon sobrevivió a la plaga como nosotros hemos sobrevivido a las Hebras hoy y durante todas las Caídas desde hace cuarenta y tres Revoluciones, como hemos sobrevivido a los demás desastres naturales que nos han visitado desde la Travesía. -Moreta sonrió cansadamente-. Tenemos buenas condiciones para sobrevivir, puesto que lo hemos hecho durante tanto tiempo en este planeta.
La gente de los weyrs y los cabalgadores empezó a animarse con las palabras de Moreta, pero Sh'gall lanzó otra larga y furiosa mirada a la Dama y salió de las Cavernas Inferiores.
El enfrentamiento había afectado a Moreta. Se encontraba carente de energía, incluso había agotado la de Orlith, y mantenerse erguida ya significaba un esfuerzo. Se agarró al borde de la silla, temblando. La causa no era la actitud de Sh'gall sino la desagradable e inevitable certeza de que ella, muy probablemente, era la próxima víctima de la plaza en el Weyr. Le empezaba a doler la cabeza y no era el dolor que seguía a la tensión o a la fatiga, ni a la concentración de curar heridas de dragón.
Seguramente no he estado bien desde que acudí en socorro de aquel corredor, replicó Moreta. L'mal siempre decía que los corredores serían mi ruina.
No has caído en la ruina. Has caído enferma, corrigió Orlith, en un tono amargamente humorístico a su vez. Ven al weyr y descansa.
- Curmir. -Moreta hizo un gesto al arpista para que se adelantara-. En vista de la enfermedad de Brechar, creo que deberíamos solicitar otro curador del Taller. Un Maestro Curador y al menos otro oficial.
Curmir asintió con lentitud, pero miró a Moreta larga e inquisitivamente.
- S'peren debe procurarse un cabestrillo para Dilenth. No podemos esperar que T'grath lo tenga bajo su cuidado hasta que sane. ¡Esos sacrificios agrian a los compañeros de weyr! -Moreta logró levantarse, apoyando con cuidado los pies para no hacer vibrar su dolorida cabeza. Jamás había sufrido un dolor tan repentino e intenso. El malestar casi la cegaba-. Creo que esto es todo por ahora. Ha sido un día difícil y estoy cansada.
Curmir le ofreció ayuda pero ella la rechazó con un gesto de la mano y salió muy lentamente de la Caverna Inferior.
Sin el constante ánimo que recibía de Orlith, Moreta no hubiera podido cruzar el Cuenco, que con el brusco cambio del viento nocturno parecía haberse ensanchado perversamente. Al llegar ante las escaleras, Moreta tuvo que apoyarse varias veces en la pared interior.
- Así que has caído -dijo inesperadamente Leri. La vieja Dama estaba sentada en los escalones que conducían a su weyr, con ambas manos apoyadas en su bastón.
- No te acerques.
- ¿Acaso has visto que me mueva de mi sitio, eh? Probablemente me contagiarías. Pero Orlith ha apelado a mí. Ahora veo el porqué. Métete en la cama. -Leri blandió su bastón-. Ya he medido la medicina que deberás tomar, de acuerdo con ese mensaje de Fortine. Salicina, aconitina, helechos pinados. Ah, y el vino tiene un poco de zumo de fellis de mi provisión. Los sacrificios que hago por ti… ¡Bueno! No puedo cogerte en brazos, ¿sabe? Tendrás que apañártelas tú sola. Lo harás. Siempre lo haces. ¡Y hoy ya he hecho suficiente por este Weyr! El fastidio de Leri proporcionó a Moreta el ímpetu para subir dando tumbos los últimos escalones y entrar el pasillo de su weyr. Al final distinguió los ojos de Orlith que brillaban con el tono amarillo claro de preocupación. Moreta se detuvo un momento, sin aliento, con una insoportable vibración en la cabeza.
- Supongo que nadie de las Cavernas Inferiores sospecha que estás enferma…
- Curmir. Pero no hablará.
- Muy sensato por tu parte con un muerto en Igen. Ella no necesita ayuda, Orlith. -Leri agitó el bastón, enojada-. No, tú no puedes hacer nada. Taparías todo el pasillo con esa panza llena de huevos. Muévete, Moreta. No pienso pasar la noche entera en estos helados escalones. Necesito descansar. Mañana va a ser un día muy ajetreado para mí.
- Confiaba en que te ofrecerías voluntariamente.
- Estoy lo bastante cuerda para no permitir que Nesso se descarríe. ¡Venga! Deseo que te pongas bien -agregó en tono más amable, haciendo un esfuerzo para levantarse.
Orlith recibió a Moreta en el extremo del pasillo, con la cabeza extendida para que la mujer pudiera agarrarse a algo y cruzar la alcoba. Orlith canturreaba ánimo, amor, devoción y consuelo en oleadas casi palpables. Después Moreta llegó a su dormitorio, con los ojos fijos en la medicina dispuesta en la mesa. Bendijo a Leri, sabedora del gran esfuerzo hecho por la anciana Dama del Weyr para subir las escaleras. Bebió de un trago el vino con el zumo, haciendo una mueca por el amargo sabor del zumo que ni siquiera el vino conseguía ocultar. ¿Cómo podía Leri pasarse el día bebiendo aquello? Sin desnudarse, Moreta se deslizó bajo las pieles y, con gran cuidado, apoyó la cabeza en la almohada.