Dedicatoria

 

 

   

   

  En memoria de mi suegra, Annegrete «Anna» Welfonder, Lemke de soltera. Una dama de voz suave que era el corazón y el alma de su casa, amada por su familia y por todos  los que la conocían. Convertía cada comida en un festín, cada visita en una celebración y tenía la sonrisa más bonita que he visto jamás.

  Aunque sus tartas de queso superaban a las mejores de Nueva York y la calidez de su sonrisa era capaz de derretir hasta los corazones más duros, lo que más recuerdo de ella es su discreción y su modestia. Ella era la suegra que toda esposa desearía tener y doy gracias porque haya sido la mía.