González Suárez

TRES: DONDE SE DEMUESTRA QUE LA TIERRA ES ESFÉRICA

El hombre no tenía nariz, ni ojos, ni boca.

Y el rostro estaba cubierto de pelo.

Me llamaron a mí, para que investigara.

La encuesta no fue tan sencilla como posteriormente pudierais imaginar.

Me proporcionaron el pasaje de avión, y volé hasta los antípodas. Y de allí volví al punto de partida.

Por la otra cara del mundo.

Era preciso actuar con cautela, puesto que en ello estribaba el éxito de la empresa.

Sólo así pude averiguar lo que averigüé, y redacté un informe de setenta y siete páginas.

Del cual se deducía que: aquel hombre estaba de espaldas.

Gonzalo Suárez, Trece cases de cuya existencia física respondo, puesto que, por su brevedad, se pueden medir.

CINCO: LA DISTANCIA MÁS CORTA ENTRE DOS PUNTOS

La rica hija de un magnate americano del corcho llegó a su casa solariega de la Costa de Platino.

Al tercer día, se dio cuenta de que le habían robado un valioso y largo alfiler de oro con cabeza de diamantes.

Me llamo a mí, para que me encargara del caso.

La hija del magnate se había instalado en la casa solariega con: veinte invitados, siete fieles servidores, una cocinera negra, cuatro perros y su último marido.

Mi cliente me advirtió que respondía personalmente de la inocencia de sus invitados y demás servidumbre, e incluso de la cocinera negra. No tenía prejuicios raciales.

En seguida mis sospechas recayeron sobre el marido. No obstante, hice una radiografía de los cuatro perros. La prueba no arrojó ninguna luz sobre el misterioso suceso.

Como yo suponía desde un principio, pronto se puso de manifiesto que era el marido quien tenía el alfiler.

Lo tenía precisamente clavado en la espalda, bajo el omoplato izquierdo.

Después del entierro, los móviles del robo siguieron siendo una incógnita que ni yo mismo llegué a desentrañar.

Los acontecimientos ulteriores no nos ayudarán a ver más claro, pero al menos contribuirán a que esta historia, más bien triste, tenga un final feliz.

Dos semanas más tarde, la hija del magnate se casó con un importante rey a medio exiliar.

Y acabó ganando la gloria en Hollywood.

Gonzalo Suárez, Trece cases de cuya existencia física respondo, puesto que, por su brevedad, se pueden medir.

DIEZ: CÓMO GANAR UN COMBATE INÚTIL

El arte es un largo combate, perdido de antemano, con las sombras.

Eso es cosa sabida.

Porque el boxeador combatía con su sombra, era un artista.

Hacía muchos años que había iniciado aquel combate y, aunque su contrincante se arrastraba viscoso por el suelo, se adaptaba sinuoso a las esquinas y recodos, se agigantaba displicente hasta los techos, se deslizaba furtivo por las paredes, el boxeador no había todavía doblado el espinazo.

Y sucedió que un día desapareció la sombra, lo cual era en verdad insólito, y justificaba desde luego que me llamaran a mí, para que desentrañara el enigma.

Nada más llegar consideré resuelto el caso, al observar, no sin recelo, que la sala de entrenamiento estaba sumida en la oscuridad.

Nunca hubiera podido sospechar que la explicación fuera tan sencilla. Y encendí la luz.

Y entonces pude comprobar que la sombra del boxeador no estaba allí, ni camuflada tras el punching, ni agazapada bajo el saco, ni siquiera ahorcada en la comba.

Y sin embargo era evidente que nadie había salido y nadie había entrado. Así lo especifiqué en el informe.

Al encontrar al boxeador tumbado panza arriba en el centro de la sala deduje que: el combate había terminado.

Y, puesto que había caído sobre su sombra, le alcé el brazo en señal de victoria.

Gonzalo Suárez, Trece cases de cuya existencia física respondo, puesto que, por su brevedad, se pueden medir.

DOCE: LA VÍCTIMA EN LA ALFOMBRA

Cada día es más evidente que carecéis de imaginación para dar crédito a la verdad.

Os maravilláis ante las flores de plástico que parecen naturales y ante las flores naturales que parecen de plástico.

Os jactáis de no creer más que en lo que veis, pero no veis más que lo que os enseñan.

Y como demostración os contaré una historia.

La encontraron muerta encima de la alfombra. La habitación estaba cerrada con llave, y ella no llevaba puesto ningún vestido. Su cuerpo había sido brutalmente destrozado.

Nadie había abierto la puerta, y en la cama dormía un famoso hombre de negocios.

Me llamaron a mí para que investigara.

Aquel era un noveno piso, y resultaba imposible escalar la fachada. Sin embargo, nada más llegar comprendí que la víctima había entrado por la ventana.

Como dato marginal debo hacer constar que el hombre de negocios pesaba noventa y nueve kilos, y dijo haberse acostado a las cuatro de la madrugada. La muerte se produjo a primeras horas de la noche y por tanto ella ya estaba allí, encima de la alfombra.

El hombre de negocios aseguró no haberla visto. Cualquier jurado, incluso uno compuesto por personas ponderadas como ustedes, estaría dispuesto a no creerle. Posiblemente consideren que mi historia no es realista.

La explicación es más simple: se trata de una mosca aplastada por una zapatilla.

Si bien es verdad que se daba la circunstancia altamente agravante, de que encontraran además un cadáver de mujer debajo de la cama.

Pero ello ya no tiene relación con este caso.

Gonzalo Suárez, Trece cases de cuya existencia física respondo, puesto que, por su brevedad, se pueden medir.

TRECE: CADA ASESINO TIENE SU OPORTUNIDAD

En 1940 murieron entre otros un millón de soldados.

En 1948, M. C. R. conoce a una joven polaca al borde del Sena y se casa con ella en Lisboa.

En 1953, M. C. R. tiene tres hijos y vive en Madrid.

En 1964, una hija de M. C. R. es estrangulada en Londres por un carpintero austriaco.

El carpintero era joven y tenía familia.

Me llamó a mí para que demostrara su inocencia.

Todo le acusaba: la opinión pública, los trece testigos, y el cuerpo de la víctima.

Elabore un extenso informe, del cual se desprendía que: el joven carpintero austriaco habría sido culpable si: En 1964 una hija de M. C. R. hubiera venido a Londres. Y ello hubiera sucedido sin duda si: En 1953, M. C. R. hubiera tenido hijos en Madrid, cosa esta más que probable si:

En 1948, M. C. R. hubiera conocido a la joven polaca al borde del Sena y se hubiera casado con ella en Lisboa. Y todo ello habría sucedido indefectiblemente si:

En 1940, M. C. R. no hubiera sido uno, entre un millón, de los soldados muertos en la guerra.

Gonzalo Suárez, Trece cases de cuya existencia física respondo, puesto que, por su brevedad, se pueden medir.

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