ESCENA PRIMERA
Popova (de luto riguroso, sin apartar los ojos de una fotografía) y Luká.
LUKÁ. Eso no está bien, señora... Así, acabará usted con su salud... La doncella y la cocinera han ido a recoger bayas, todo lo que está con vida retoza, hasta el gato sabe darse gusto y corre por el patio cazando pajaritos; en cambio, usted se pasa el día entero en la habitación, como si estuviera en un monasterio, sin la más pequeña alegría. ¡Es la pura verdad! Calcule, ¡ha transcurrido ya un año desde que no sale usted de casa!...
POPOVA. Ni saldré jamás... ¿Para qué? Mi vida ya ha terminado. Él yace en la tumba, yo me he sepultado entre cuatro paredes... Los dos hemos muerto.
LUKÁ. ¡Vaya, por Dios! ¡Lo que uno tiene que oír! Nikolái Mijáilovich ha muerto, es cierto, y no hay remedio, tal es la voluntad divina; que Dios le tenga en la gloria... Usted le ha llorado y basta, hay que tener sentido de lo que se hace. No va a pasarse la vida entera llorando y vistiendo luto. También a mí, a su hora, se me murió la vieja... ¿Qué iba a hacer yo? Me apené, la lloré un mesecito y basta; no iba a lamentarme hasta el fin de mis días, ni se lo merecía la vieja. (Suspira.) Usted se ha olvidado de todos los vecinos... Ni va de visita ni quiere recibir a nadie. Vivimos, y usted perdone, como las arañas, sin ver la luz del sol. Mi librea se la han comido... los ratones... Si no hubiera buenas personas, aún se comprendería, pero el distrito está lleno de señores... En Riblov tenemos acantonado un regimiento y los oficiales son un puro caramelo; da gusto mirarlos. En los campamentos no hay viernes sin baile y, calcule, todos los días toca la banda militar... ¡Ah, señora y dueña mía! Usted es joven, hermosa, de piel blanca y sonrosada, está en la flor de la vida... y ya sabe que la belleza no dura siempre. Pasarán unos diez añitos y entonces querrá pasear como una pava y fascinar a los señores oficiales, pero ya será tarde.
POPOVA (con decisión). ¡Te ruego que no vuelvas a hablarme nunca más de esto! Tú sabes que desde la muerte de Nikolái Mijáilovich, la vida ha perdido para mí todo valor. A ti te parece que yo estoy viva, pero esto sólo te lo parece. Me he jurado a mí misma no quitarme este luto ni ver la luz del sol hasta la tumba... ¿Oyes? Que su sombra vea lo mucho que le amo... Sí, ya lo sé, para ti no es un secreto que él a menudo era injusto conmigo, despótico y... y hasta infiel, pero yo le seré leal hasta la tumba y le demostraré de qué modo sé amar. Allí, al otro lado de la sepultura, me verá tal como era antes de su muerte...
LUKÁ. En vez de hablar de este modo, mejor haría que se diera una vuelta por el jardín o que mandara enganchar el Tobi o el Gigante y que fuera de visita a casa de algunos vecinos...
POPOVA. ¡Ay!... (Llora.)
LUKÁ. ¡Señora!... ¡Mi ama!... ¿Qué le ocurre? ¡Dios le valga!
POPOVA. ¡Él estaba tan encariñado con el Tobi! Siempre lo tomaba para ir a casa de los Korchaguin y de los Vlásov. ¡Qué bien conducía! ¡Cuánta gracia en su figura cuando tiraba de las riendas con todas sus fuerzas! ¿Recuerdas? ¡Tobi, Tobi! Manda que le den hoy doble ración de cebada.
LUKÁ. ¡Bien, señora!
(Suena violentamente la campanilla.)
POPOVA (sobresaltada). ¿Quién será.? ¡Di que no recibo a nadie!
LUKÁ. ¡Bien, señora! (Sale.)