Capítulo 13
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Me despierto empapada en sudor, confundida y feliz. Consigo acabar el sueño y es tan real como las otras veces, tan real que mi cama tiene las sabanas mojadas de mi propio sudor y mis fluidos. Creo que algo ha cambiado y hace que piense que tal vez Jaime sea el elegido, quizá en ésta vida Luis sea nuestro obstáculo.
Estoy empezando a volverme loca de verdad, ya hago cábalas sobre el asunto. Siento envidia, es de locos, lo sé, pero es lo que siento. Envidia, deseo, anhelo... porque quiero que algo pase en mi vida, pero de verdad, no a través de un sueño. Quiero sentir despierta lo que vivo en sueños.
Tengo la sensación de que veo un trozo de una vida que no me corresponde, oculta tras las cortinas de una ventana oscura que me ayuda a espiar una intimidad que no me pertenece.
A pesar de todo, no puedo evitar sentirme bien, disfruto de ese deseo que me llena como si fuese mío. Quizá lo mejor es quedarme oculta en mis sueños, dejando que mi realidad triste se alimente de las fantasías de mis noches, me asusta. Me da miedo pensar que no voy a encontrar nunca a la persona adecuada, que cuando reúna fuerzas para intentarlo su recuerdo aparezca y el hombre real, no tenga la más mínima oportunidad de competir contra él.
Ahora mismo me siento frustrada, necesito llorar o hacer algo mejor que perder el tiempo llorando, necesito encontrar a ese hombre que me hace perder la razón, descontrolarme tanto que incluso en sueños es mejor que cualquiera de los que he conocido.
Me dirijo a la ducha, tengo que tener buen aspecto, hoy voy a poder hablar por fin con el abogado que defiende a la otra parte. Estoy agotada, tengo que olvidarme de todo. Necesito acabar con el asunto de mi madre de una vez por todas, quizá saber que queda tan poco tiempo y que va a llegar a su fin, sea la razón por la que he logrado acabar el sueño de una forma tan... placentera.
Sonrío, a pesar de todo, me siento bien, creo que va a ser el primer día desde hace mucho que nada va a poder borrarme la sonrisa de la cara.
Entro en la cafetería que hay cerca de mi oficina, necesito un café doble, solo y con azúcar para despejarme. Me pongo a la cola, hoy no hay demasiada gente. Saludo a algunos de los camareros que ya son conocidos y cuando llega mi turno pido un café para llevar y una magdalena. Le doy las gracias a la chica simpática que me ha atendido y me giro para salir del local y caminar hasta la oficina.
Al darme la vuelta, el café resbala de mis manos y cae el suelo manchándolo todo. Siento que desfallezco, que mis piernas no me sostienen, que voy a derrumbarme contra el suelo y esparcir mi sangre como le ha pasado al vaso con el café. Siento que el mundo se ha parado y que estoy de nuevo dentro de uno de mis sueños.
Es él, estoy segura. A pesar de que en mis sueños nunca veo su rostro con claridad, es él, me atrae con ese magnetismo suyo, me atrapa en su red de deseo. Las mariposas han salido a la vez de sus capullos y aletean con furia, deseando escapar.
Él me mira, parece que no sabe quién soy... ¿Y qué esperaba? ¿Qué él también tuviese esos sueños? Me siento ridícula, todo da vueltas a mi alrededor.
—¿Se encuentra bien, señorita?— escucho su voz. Es su voz, la de mis sueños, preguntándome si estoy bien. ¿Cómo estarlo cuando todo gira a mi alrededor?¿O tal vez soy yo la que gira como una peonza?
—Parece mareada— susurra llevando su mano hasta mi antebrazo.
Al tocarme sucede, la chispa se enciende con furia y arde rápido hasta prender mi corazón, late tan deprisa, tan estruendosamente que dejo de escuchar cualquier cosa que no sea ese sonido de tambores.
Abro los ojos y todos los sueños me golpean con fuerza, dejándome exhausta. Lo he encontrado. Ese es mi último pensamiento coherente.
Algo hace que regrese desde ese agujero negro que me tiene atrapada, abro los ojos y le veo. Su mirada es intensa, como en mis sueños, sus ojos marrones, su pelo oscuro. Su boca es perfecta, sus mejillas marcadas bajo una fina capa de vello, lleva barba, pero muy cuidada y me hace soltar un suspiro de satisfacción.
—¿Te encuentras bien, Irene?— pregunta.
¿Cómo sabe mi nombre? Me incorporo poco a poco y observo que ha abierto mi bolso y tiene el DNI sobre la mesa, ve mi mirada y sabe que lo que estoy pensando.
—Buscaba un número al que llamar, algún contacto de emergencias— se excusa. —Soy Adrián— se presenta.
—Gracias —es lo único que soy capaz de pronunciar al escuchar su nombre.
—¿Estás bien? Sigues muy pálida —comenta.
—Sí, es sólo que... ¿Eres real? —pregunto mientras llevo mis dedos a su rostro y acaricio despacio su cara, aún no me creo que esté ahí.
Al tocarlo, de nuevo la chispa eléctrica; es increíble como la siento, parece que incluso puedo verla recorriendo mis venas, pero ésta vez él ha abierto los ojos, solo un poco, pero me ha dado la sensación que algo se ha despertado en él también.
—Soy real y estoy aquí— murmura acariciando mi mano que sigue sobre su rostro.
Mi vello se eriza y entiendo que no es correcto, que no puedo comportarme así en la cafetería que hay cerca de mi trabajo.
—Te he pedido otro café— sonríe.
Su sonrisa es como en mis sueños y me hace sentir lo mismo, me siento en una nube, pensé que mi día no podía mejorar, pero sí. Ha mejorado y mucho. ¡Al fin le he encontrado! Ahora estoy segura que existe y que es él.
—Gracias— sonrío timida.
—¿Demasiado trabajo?
—Demasiado de todo— murmuro.
—Siempre hay malos momentos.
—Supongo, el problema es cuando se alargan demasiado en el tiempo.
Nos miramos sin decir nada más. El juguetea con sus dedos y mira sus manos. Yo también las miro, aunque él no lo sepa, son las mismas manos que me han acariciado muchas noches en secreto.
Sus manos se detienen, me mira a los ojos y sostiene una de mis manos entre las suyas.
—Perdona que sea tan directo, pero... ¿No tienes la extraña sensación de que nos conocemos?
Vale, tranquila Irene, ahora empiezo a hiperventilar. ¿Me recuerda? ¿Puede ser después de todo? Mi mente da vueltas y recuerdo que su nombre es igual al de mi sueño, al amante de Irene, ¿Tendrá algo que ver? ¿Se estará cerrando el círculo? No pienso más que bobadas. Todo es por el estrés.
—La verdad, es que a mi me sucede lo mismo— digo casi sin voz.
—Me gustaría verte en otras circunstancias; tal vez, ¿cenando?
¡Si! Quiero gritar, pero no debo.
—No lo sé, tengo mucho trabajo. Además no nos conocemos— miento.
—No estaré muchos días, solo hasta que termine un negocio que me traigo entre manos.
—Acabas de despertar mi curiosidad.
—Soy abogado— me informa mientras da un largo sorbo al café.
—Yo también— contesto con un nudo en el estómago.
Él me mira con sus ojos de largas pestañas entrecerrados, ha visto mi carnet, ¿Habrá visto más de lo que dice?
—Tengo entre manos un caso delicado, no me gustaría llevarlo pero estoy obligado moralmente.
—A mí me sucede algo parecido— contesto pensativa.
—¿Irene?¿Irene eres tú?¿Estás bien?— interrumpe mi fantasía Andrés.
—Sí Andrés, es sólo que me he desvanecido, el cansancio, supongo. Gracias a que no me ha dejado caer —digo dirigiéndome a mi acompañante.
—Deberías tomarte unas vacaciones— sonríe.
—Cuando acabe el juicio— contesto.
—Hablando de juicios, ya veo que os habéis conocido— dice mientras nos señala.
Trato de comprender, pero me niego, no puede ser verdad, no, no puede ser verdad...
—Adrián Silva— le presenta Andrés. —Es el defensor del imputado en el caso de tu madre.
Esa información parte mi alma en dos, acabo de descubrir cuál es el motivo por el que no podemos estar juntos y duele.
Debo darle la mano, sé que tengo que dársela pero no puedo, él defiende al hombre que acabó con la vida de mi madre por no coger un puñetero taxi.
Me levanto y me alejo sin mediar palabra, no sé que pensará ni me importa, solo sé que necesito poner algo de distancia entre los dos.
Camino sin detenerme hasta mi oficina y me dejo caer, derrotada en mi silla. ¿Así que ese era el significado de mi sueño? Me ha dejado saber cómo se siente porque el fin estaba próximo.