Capítulo 15
•••
El dormitorio en el que estoy se asemeja a la habitación de un palacio. La cama de madera oscura, se encuentra en el centro de la gran alcoba. Sobre la cama, bajo la intimidad que ofrece el tul en tonos rosados del dosel, estoy tendida.
Llevo puesto un camisón transparente que deja entrever la delicada ropa interior llena de encajes y bordados.
A los pies de la cama, un arcón hermoso de color verde con adornos metálicos dorados. Frente a éste, una gran bañera con las patas doradas y ensortijadas acogen la porcelana blanca de la que está hecha. A un lado, junto a la ventana, un tocador con un intrincado diseño. Observo junto a éste el vestido pesado de tonos ocres y flores rojas. Al lado una especie de jaula que imagino que es la estructura que sostiene el vestido.
Al mirar hacia el techo me topo con la fantástica lámpara poseedora de miles de brazos de los que cuelgan piedras brillantes.
—¿Te gusta? —susurra una voz varonil que me obliga a centrarme.
Me tiende una fresa, roja y jugosa, con chocolate. Abro la boca y muerdo la punta sin dejar de observar esos penetrantes ojos negros.
Gime al verme comer y se acerca desatando la corbanda y la coloca sobre mis ojos, la tela es suave y siento placer. Sin poder ver me tienta, me da de beber algo que burbujea al pasar por garganta... champaña.
—Me encanta, ya lo sabes— musito.
—Te he echado de menos— confiesa acariciando mis piernas.
—Y yo a ti— suspiro.
—¿Sabes que si pudiera lo dejaría todo por ti, verdad?
—Sí, lo sé, no dejas de decirlo una y otra vez. Parece que necesitas convencerte a ti mismo...
—Pero es que necesito que sepas que es verdad. Que lo nuestro es real. Que lo que siento por ti es real.
Las manos acarician mi suave piel y gimo sin pudor cuando sus dedos frotan mi clítoris. Mis manos se dirigen a mis senos y me muerdo el labio retorciéndome por la pasión que despierta en mí.
Su tacto hace que me olvide de todo, que mi mente se transporte lejos para olvidarse de todo.
—¿Te gusta? —me pregunta mientras su mirada vaga por mi cuerpo.
—¿Y a ti, amor?
—Sabes que sí, que me vuelves loco; haces que pierda la razón… a veces desearía tener el valor de deshacerme de todo y huir contigo.
—No puedes y no debes —le riño entre jadeos.
—Lo sé. Aún así siento que contigo mi vida sería mejor.
—Pero lo perderías todo y yo también.
Sus dedos se entierran en mi cuerpo y mis manos acarician la suavidad de la tela que protege mi deseo. El saca su miembro erecto y húmedo de los pantalones y empieza a masturbarse mientras me acaricia.
No puedo ver, pero lo siento. Sé que le gusta hacerlo así.
Jadeo enloquecida por el placer que me hace sentir. Él cierra los ojos recreándose en los gemidos que escapan de mi boca.
Mi cuerpo enfebrecido está atrapado en un duermevela que me grita que es un sueño pero me niego a creerlo; sus caricias se sienten tan reales como en todos los otros sueños. Sus manos ásperas pero delicadas, su aroma dulce y a la vez picante, su voz, esa suave tortura que atormenta mis sueños... la locura del deseo me nubla, no soy capaz de distinguir los cuerpos mientras sus manos siguen acariciándome, deprisa. Mis jadeos se aceleran al ritmo de mi corazón a punto de salirse del pecho, mi cuerpo se arquea suplicando más, uniéndose al balanceo de sus dedos dentro de mí.
Pellizca mis senos para excitarme y para procurarse satisfacción a sí mismo y lo siento.
Dolor. Algo me hiere.