Pati Chapoy

El imperio del escándalo

MAURICIO CARRERA

«Es una de las mujeres más importantes en la historia de la televisión mexicana, quizá la más admirable, un ejemplo a seguir[250]», afirma el crítico de televisión Álvaro Cueva a propósito de Pati Chapoy. La conductora de TV Azteca es, también, una de las más poderosas del medio. Su trabajo despierta admiración, enjundiosas polémicas y acerbas críticas en forma simultánea. En algunos casos, provoca una encendida animadversión. En otros, una necesaria cautela o un fuerte temor por lo que significa contar o no con su venia y simpatía. «No soy santa Patricia[251]», como ella misma lo reconoce. A través de su programa Ventaneando puede crear, mantener o destruir figuras del show bussines. Se encuentra plenamente respaldada por TV Azteca, que la ha convertido en un ícono de la libertad de expresión y de su lucha por ganar audiencia en un entorno mediático anteriormente dominado por Televisa. Antes de ella, como afirma Cueva, «la televisión mexicana era una especie de dictadura. Había miedos, premios, castigos, torturas, sumisión». Después de ella, sugiere, las opciones democráticas en los medios se multiplicaron, pues «Pati puso a temblar a una de las corporaciones más grandes de la comunicación en todo el mundo y ese temblor estimuló otros temblores; fue un aliciente, un estímulo, una demostración de que las cosas podían y pueden cambiar[252]».

Patricia Chapo y Acevedo, quien se define como «obrera, trabajadora y empleada» del mundo del espectáculo, tuvo un origen humilde. Nació en el Distrito Federal el 19 de junio de 1949, en el seno de una familia que incluía siete hermanos: Octavio, Gerardo, Lilián, Enrique, Ernesto y Jaime. Ella fue la cuarta, «la de en medio, de adelante para atrás y de atrás para adelante». Fue una niña corajuda y ordenada. Su niñez la vivió entre Cuernavaca, Torreón y la ciudad de México, donde Enrique Chapoy, su padre, trabajó en una fábrica de cemento, luego fue agricultor y empleado en una fábrica de botones. Los años en Torreón fueron difíciles. A su papá le fue mal con el cultivo del algodón y empezaron a experimentar muchas carencias. «No vivíamos al día sino al anteayer. En ocasiones no había dinero para satisfacer el hambre[253]». El clima era extremo y durante el invierno sólo alcanzaba a protegerse del trío con una camiseta de manga larga. «No recuerdo haber tenido suéter». A su regreso a la capital, a los diez años de edad, asistió al cumpleaños de una prima donde le preguntaron por qué usaba «chanclas de gallo» y no un calzado decente. «Les inventé una historia muy linda: que en el tren en que veníamos me habían robado la ropa y los zapatos». En Navidad unos tíos le regalaron un par que Pati Chapoy no se quería poner por temor a gastarlos. Tampoco había dinero para comprar el uniforme de la secundaria. Empezó a trabajar desde muy temprano. Fue niñera y vendedora de costales.

Su inclinación al periodismo nació, como ella misma lo ha contado, en la infancia. «Mi cuna estaba pegada a una ventana muy chiquita y me asomaba a ver qué había afuera. Desde entonces me dedicaba a ventanear[254]».

Estudió la carrera en la Carlos Septién García, que en ese entonces permitía el ingreso sin el requisito de la Preparatoria. Trabajaba y estudiaba. Iba a la oficina de nueve de la mañana a seis de la tarde y asistía a clases de seis de la tarde a diez de la noche. Fue mensajera en un despacho de economistas y telefonista en una compañía constructora antes de ser reportera de a pie. Al principio su interés no estaba puesto en el espectáculo sino en la política. Era joven, ingenua y atrevida. Una vez intentó entrevistar a María Esther Zuno, la esposa del entonces presidente Luis Echeverría. Lo hizo sin autorización previa, a la salida de un cine. El Estado Mayor Presidencial intervino con la prepotencia acostumbrada. Se dio una escena de empujones y jaloneos. Quisieron quitarle la grabadora, pero ella se opuso con firmeza. Se sintió agredida y, lo peor, indefensa. Desde entonces centró sus baterías en la cultura y los espectáculos. Trabajó en la revista Diseño, donde entrevistó a pintores y actrices como David Alfaro Siqueiros, Sofía Bassi y Dolores del Río. También colaboró en Contenido, Novedades y Vanidades. Tras una entrevista que le hizo a Raúl Velasco, éste la invitó a trabajar en su programa de radio Aún hay más en W y posteriormente en Siempre en domingo. Fue su entrada a la televisión.

«Me sentí muy protegida. El ambiente que había logrado Raúl Velasco en la oficina era muy lindo. Enfrentarme a la televisión fue otra cosa. Algo emocionante. Las primeras veces a cuadro representaron un verdadero dolor de cabeza. Me impresionaba saber que mis entrevistas eran vistas por millones de personas. Metí mucho la pata, me tropezaba en todos lados. Raúl Velasco siempre me salvaba. También me mandaba a cubrir la llegada de los vacacionistas en Semana Santa y eso significaba una gran responsabilidad: la de hacer a un lado los domingos familiares para dedicarme a trabajar. Fue un inicio fuerte en la televisión, pero lindo».

Se convirtió en asistente de Raúl Velasco. Fue conductora de México, magia y encuentro y se encargó de la coordinación del Festival OTI. Parte de su trabajo consistía en encontrar cantantes mexicanos que le hicieran frente a los extranjeros que ocupaban por entonces los primeros lugares de popularidad. «En esa época nadie creía en los mexicanos», recuerda Chapoy. «Los famosos eran Sandro, Julio Iglesias y otras luminarias. Poco a poco, mediante Siempre en domingo, se le fue dando vuelta a la tortilla. Las cosas empezaron a cambiar con la aparición de personalidades de gran talento como José José[255]».

Si bien es cierto que fue la entrada a nuestro país de muchos artistas extranjeros como José Luis Rodríguez «el Puma», Estefanía de Mónaco, José Luis Perales, Joan Manuel Serraty Julio Iglesias, el programa, en efecto, también le abrió las puertas a muchos jóvenes intérpretes como Vicente Fernández, Juan Gabriel, Yuri, Emmanuel, Mijares, Timbiriche y Lucero, entre muchos otros.

Siempre lo mismo

Siempre en domingo dio inicio el 14 de diciembre de 1969, en Canal 4. Fue tal su éxito que cinco semanas después comenzó a transmitirse a través del Canal 2, de cobertura nacional. Se planteó como un programa de variedades musicales que incluía sketchs humorísticos —como los de la India María en franca persecución amorosa de su güerito, el propio Raúl Velasco—, actos de magia realizados por Beto el Boticario o el Profesor Zovek y promociones turísticas y folclóricas a diversos destinos nacionales. Su duración llegó a ser de seis horas continuas. Era el pan y circo de la televisión mexicana, escudado en la acostumbrada filosofía mediática de «al pueblo lo que pida». Como lo dijo el propio Raúl Velasco, con su estilo acostumbrado: «El público es un conglomerado de seres humanos que se angustia y que espera de un programa de televisión lo que se le ha prometido y negado directa o indirectamente a través de los años[256]».

Dice José Agustín: «En la programación, aparte del impresionante peso político que adquirió Jacobo Zabludovsky con su programa 24 Horas, el caso más notable lo constituyó el éxito aparatoso y la institucionalización […] del programa en vivo, maratónico y de variedades, Siempre en domingo, que Raúl Velasco, para no variar, copió de un programa similar argentino. […] En un principio, Velasco había intentado un periodismo televisivo ligado a la cultura […] y luego, en el canal 8, hizo Medianoche, con la presencia de personalidades del arte, la intelectualidad y los espectáculos. Sin embargo, ya con Siempre en domingo, Velasco llevó el malinchismo a cimas insospechadas y promovió espectáculos cada vez más enajenantes[257]».

Para Carlos Monsiváis, Raúl Velasco cumplía con su deber profesional que era mostrar, no informar. «Él está ahí para decir lo que de él se espera […] no estudió para contradecir o impugnar o saber de critiquillas […] es —ni hablar— la reafirmación de las instituciones existentes[258]».

Con su sonrisa eterna, sus errores al hablar, su franco nerviosismo, su esmero en la formalidad de traje y corbata, sus playeras de cuello mano, su famoso «aún hay más» y la señal con la mano para anunciar un corte comercial, Raúl Velasco —primo, por cierto, del ex gobernador de Veracruz y ex presidente de Televisa, Miguel Alemán Velasco— se ganó al público, que lo consideraba como un miembro más de la familia reunida los domingos alrededor de la televisión. De nada importaban las críticas a su programa ya su persona. Popularmente, el ciclo comenzó a ser llamado «Siempre lo mismo», lo que redundaba en una queja debido a lo repetitivo de su fórmula televisiva. «¿Qué no le han dicho a Raúl Velasco?», se preguntaba Monsiváis y él mismo respondía. «Frívolo, superficial, banal, gacetillero, ejemplo de tontería». Una vez contestó así a una pregunta: «Aunque supongo que el programa que realizo los domingos no es enajenante, pudiera serlo[259]». Se le acusó de pedir dinero a las compañías disqueras —la famosa payola— para promover a sus artistas en su programa. La cantante Ga-bí, en su libro Como carne de cañón (2001) denunció la forma como Velasco se dedicó a apoyar más a los cantantes extranjeros que a los mexicanos. En una entrevista radiofónica lo definió como racista, tirano y culpable de haber hecho y deshecho muchas carreras artísticas. Puso el dedo en la llaga al emitir un boletín de prensa en el que señalaba: «Fue el tirano manipulador más traicionero del verdadero talento artístico mexicano. […] Fue el represor de Televisa en México, sacrificando a muchos artistas por sus intereses económicos, olvidándose —inclusive— de su primera esposa para servir al tirano de Azcárraga, siendo manipulado como un idiota por el poder del Tigre[260]».

Para muchos más fue un verdadero censor, un intocable protegido por Emilio Azcárraga padre. «Mis dos pilares de Televisa», así consideraba el dueño de la televisora más importante del país a Zabludovsky y a Velasco[261]. Fue un hombre poderoso e influyente. El16 de diciembre de 1986, durante una comparecencia en la Cámara de Diputados, un legislador comentó que Raúl Velasco tenía mayor influencia en la población que el propio Secretario de Educación Pública, a lo que Miguel Alemán Velasco —a la sazón presidente del consorcio televisivo—, bromeó: «Sería muy difícil contratar al Secretario de Educación como conductor de Siempre en domingo[262]». De 1969 al18 de abril de 1998,fecha en que terminan las transmisiones de este programa (un impresionante total de 1,480 programas y 10 mil 500 horas al aire), fue el verdadero Zar del espectáculo en México. Cuando murió —curiosamente, un domingo, el 26 de noviembre de 2006—, algunas figuras del espectáculo salieron a la luz criticando su labor televisiva. «No santifiquen a un señor que hizo daño a mucha gente», pidió Ricardo González «Cepillín». Humberto Cravioto lo acusó de haber vetado su carrera. Ga-bí denunció que había manipulado los festivales OTI para designar un ganador a su antojo. Gloria Trevi y Tatiana terminaron por estar fuera de Siempre en domingo, al parecer por sugerencia de la Liga de la Decencia, la una, y por problemas con su manejador la otra. El cantante y compositor Joan Sebastián recibió un trato vejatorio y humillante de parte de un Raúl Velasco «clasista, grosero y discriminatorio».

Por supuesto, algunos de estos rencores y malas opiniones quedaron atrás el día del homenaje de Televisa al conductor, un mes antes de su muerte. Se le veía mal, fatigado, aunque persistía a duras penas con la amplia sonrisa que llegó a caracterizarlo. Comenta Álvaro Cueva: «Hay muchas versiones que indican que la mayor parte de los invitados a esa fiesta privada en Acapulco fue obligada por Televisa y por sus disqueras, ya que era demasiada casualidad que a la hora de la cancelación de Siempre en domingo tantas luminarias le hubieran dado la espalda al señor Velasco y que años después todas ellas hubieran sentido un deseo irrefrenable de ir a decirle lo mucho que lo querían[263]».

Pati Chapoy fue una de las alumnas más destacadas de la escuela de televisión de espectáculos presidida por Raúl Velasco. Fue su mentor y también una muy importante figura paterna. Durante algún tiempo llegó a vivir en su casa, como si se tratara de una hija más del conductor. Para él fue «la hija mayor con quien reír, con quien llorar y con quien reñir, porque nunca hubiera despertado mi amor paternal, de no tener capacidad para confrontarse conmigo, para discutir con pasión los temas que nos hacen vibrar[264]». Ella le contagió su inclinación por coleccionar gnomos. De él aprendió el oficio. Durante el funeral de su antiguo jefe lo recordó como alguien a quien le gustaba controlar las situaciones a su alrededor, por lo que hasta su propia muerte había ocurrido en domingo. Al día siguiente, en una entrevista radiofónica, comentó: «Todos debemos estar muy agradecidos a Raúl Velasco por todo lo que hizo a través del entretenimiento y la diversión». Agregó: su programa «era una cita obligada para los mexicanos. Existía la expectativa sobre lo que iba a decir y a quién iba a presentar. A través de su programa fomentó vivir en familia. […] Su carisma y preparación lo hicieron crecer y se ganó el cariño de muchas personas». Aprovechó para criticar a Televisa, quien —según ella— terminó por olvidar al conductor. «Él estaba muy resentido y molesto porque no había recibido el reconocimiento ni la atención que se merecía una persona luego de veintiocho años de haber entregado su vida en aras de la diversión de un pueblo. La empresa que le dio la espalda[265]».

Años antes, sabedora de los dimes y diretes que pesaban sobre Raúl Velasco, aceptó que «alrededor de una persona con éxito se crean muchas historias. La verdad, sólo la tienen los protagonistas[266]». Fuera de este tipo de declaraciones, más para leer entre líneas que verdaderamente informativa, Pati Chapoy ha mantenido un rotundo respeto por el trabajo de quien por muchos años fuera su jefe y maestro. En su libro La indiscreta (2006), señaló: «Bajo el mando de Raúl no sólo aprendí cuestiones fundamentales para el desempeño de mi trabajo en televisión; Raúl resultó ser además un excelente guía y motivador personal. […] Echaba manos de recursos que él ya había experimentado y que constantemente nos compartía. […] Mis lazos con Raúl y su familia son ahora indisolubles y no concibo mi historia personal e incluso la de mi familia sin lo mucho que él me aportó profesional y humanamente».

Agrega: «Gracias a su consejo me inicié en el psicoanálisis y el estudio de la filosofía budista, que hasta hoy practico[267]».

El alcoholismo de mi madre

A través de la terapia psicoanalítica, dice Chapoy, «y de mi terquedad absoluta, empecé a tener muchos cambios en mi vida […] como el de hacer a un lado la flojera, la frustración, la indiferencia[268]». La periodista y conductora culpaba a sus padres de sus limitaciones personales hasta que entendió que ella era la única responsable de su vida. Considera que el psicoanálisis la ha convertido en una persona en constante aprendizaje. «Me ha costado muchísimo trabajo entender que puedo cambiar mi personalidad. Se puede nacer con un temperamento específico, pero se puede cambiar, porque la mente es tremendamente poderosa y hay muchas armas y muchos instrumentos para poder cambiarla».

Su psicoanalista es el doctor Federico Sanromán. «De la mano del psicoanálisis he logrado conocerme, tener una buena familia, superar los miedos, las inseguridades y reconciliarme con el pasado».

Parte de este pasado consiste en haber lidiado con una madre alcohólica. Aurora Acevedo bebía sin moderación. Pati Chapoy recuerda el impacto que le causó la primera vez que de manera consciente se percató de las decenas de botellas de cerveza vacías debajo del lavadero. «Esta situación la viví con mucha angustia. Para mí fue muy fuerte enfrentarme a esto de niña, de adolescente y de adulta. Me fue difícil entender que —el alcoholismo— no era un vicio sino una enfermedad». La relación con su madre fue complicada. No era una madre desobligada: la comida estaba hecha, las camas, la ropa lavada, nunca armó un escándalo, pero se refugiaba en el alcohol para hacerle frente a las enormes responsabilidades familiares que implicaba atender a siete hijos y a un marido, en medio de una situación económica poco favorable. «Era terrible llegar a casa y saber que mi madre estaba ahí, pero que en realidad no estaba ahí».

Esta situación duró casi toda la vida. A los setenta años se le detectó un problema en el corazón y dejó de beber. La madre de Pati Chapoy murió tres años después, en 1989, de cáncer de esófago.

Dice la conductora de Ventaneando: «Yo no bebo, no me gusta. Sé que puedo tener el gen del alcoholismo yeso me inhibe, me impide beber. Puedo tomar una copa de tequila, de vino, de champán, pero es una y ya, lo que ocurre una vez cada seis meses o una vez al año».

Es una señora que medita

En cuanto al budismo, todo comenzó en Siempre en domingo. Raúl Velasco efectuó unos cursos de meditación trascendental impartidos por miembros de la Universidad Maharishi. «Empecé a meditar y a interesarme en el hinduismo». No fue, sin embargo, hasta su ingreso a TV Azteca que su hermana Lilián y la conductora Mónica Garza la invitaron a una conferencia sobre budismo. Desde entonces abrazó esta filosofía, que «ha aportado cosas muy importantes y positivas a mi vida. Es algo que me da mucho beneficio».

Chapoy se acercó a la Casa Tíbet México, una fundación creada el6 de julio de 1989 bajo los auspicios del XIV Dalai Lama. Está presidida por Marco Antonio Karam, un «enamorado de la cultura y civilización tibetana desde temprana edad», dedicado a promover el legado espiritual, estético y filosófico del llamado «Techo del Mundo». A través de esta fundación se contribuye también a difundir la problemática que enfrenta el Tíbet desde la invasión china de 1950. Se dan cursos, conferencias y seminarios, con temas como «El reto de ser ético: perspectivas budistas sobre la conducta humana sana», «La ira, taller para el adicto», «Guru-Yoga, la unión con el mentor», «El arte de la felicidad», «Beneficios del desarrollo de una mente compasiva». También lleva a cabo viajes no turísticos sino de conocimiento budista. Pati Chapoy ha visitado Katmandú, el Tíbet, la India, Bhután, Myanmar, Indonesia, Cambodia. Tuvo la oportunidad de conocer en el Tíbet la llamada Cueva Blanca del Diente de Caballo donde meditó Milarepa, el plenamente iluminado. En Bhután vio de lejos la cueva de gurú Rimpoché, que llevó el budismo de la India al Tíbet. La cueva está ubicada en el nido del Tigre, un lugar de muy difícil acceso, a trescientos veinte metros de altura, donde pareciera que la única forma de llegar es volando. «Han sido en realidad lugares fantásticos», recuerda Chapoy.

La filosofía budista, forjada en el año 500 antes de Cristo por las enseñanzas del iluminado Sidartha Gautama, predica el dharma o sendero hacia la vida correcta. Para él, tal y como se observa en Las Cuatro Verdades de su sistema filosófico, la vida está impregnada de sufrimiento. Un sufrimiento causado por el anhelo de tener y poseer. Lo esencial es liberarse del sufrimiento mediante el desapego a las cosas materiales y del ego que las anhela. Para ello hay que llevar a cabo ocho acciones de liberación, que son: la comprensión correcta, la intención correcta, el habla correcta, la acción correcta, la forma de vida correcta, el esfuerzo correcto, la atención correcta y la concentración correcta.

Si bien Buda no aboga por una vida de pobreza para alcanzar estos fines y su filosofía se basa no en el dogmatismo sino en la flexibilidad de su sistema, para la percepción general el hecho de que Pati Chapoy se enarbole como budista es un sinsentido, una contradicción. Admira al Dalai Lama: «Es alguien a quien le debemos aprender todo el tiempo. Es una persona muy compasiva, una persona que merece el cariño, el respeto y el respaldo, porque ha logrado, afortunadamente, sacar adelante a su pueblo».

Le gusta leer El arte de la compasión, escrito por el Dalai Lama, del que hace suyas sus palabras: «Si miro hacia atrás, veo que no he tenido una vida fácil. Pese a todo, durante esos años he aprendido muchas cosas acerca de la compasión y de la preocupación por los demás. Esta actitud mental me ha llenado de fuerza interior[269]». Chapoy, sin embargo, a través de su labor al frente de Ventaneando, no parece cumplir cabalmente con las nociones de compasión y preocupación por los demás. La frivolidad del medio del espectáculo, con sus chismes, con sus egos, con las cantidades millonarias de dinero que se manejan, con sus escándalos, con la manipulación de sus públicos, no es exactamente propia de la actitud moral que pretende el budismo. La misma tradición mahayana del budismo, que es la que se practica en Tíbet, estipula que la liberación de uno mismo debe tener también la finalidad de liberar a todos los seres. Por supuesto, para la opinión pública en general —expresada, por ejemplo, en cientos de muy viscerales mensajes en la web— esto no se logra a través de programas como Siempre en domingo, El mundo del espectáculo o Ventaneando. «Cuando sé que hasta Pati Chapoy porta en su mano el famoso rosario budista, hallo lo contradictorio de que un principio de esta filosofía es no criticar y el trabajo de la señora consiste en ventilar la vida de otros», comenta Abril Pozos Espinoza en su blog.

En sentido estricto, Pati Chapoy no se distingue precisamente por ser budista en sus «ventaneadas». Álvaro Cueva la ha defendido, argumentando: «Ella no es lo que sale en Ventaneando. Es una señora que medita, promueve la visita del Dalai Lama, vive con sus bonsais y su familia. Y por el otro lado está en el chisme y los intereses corporativos[270]». Sin embargo, con el tipo de críticas, moralismo y periodismo que Chapoy practica en la televisión, parecería para muchos que más bien lleva a cabo uno de los principios del Mahjjirna Nikaya: «Sean morales y virtuosos sin estar hechos de morales y virtudes». Esto lo vio muy bien su propio mentor Raúl Velasco, quien a propósito de los cuestionamientos de la conductora hacia Gloria Trevi comentó: «La gente que está enterada de mi compadrazgo con Pati Chapoy me pregunta: “¿Qué le pasa a la señora Chapoy que habla con tanto coraje en contra de Gloria Trevi? ¿No que el Dalai Lama es el Buda de la compasión y ella su gran admiradora?”. Francamente, no sé qué responderles. Pero cada quién su conciencia y sus compromisos frente a la vida[271]».

Recientemente, la controvertida «cantante» Jolette —figura sobresaliente por sus altaneros desplantes en la Academia 2005— se quejó de la forma en que Chapoy la exhibió, tachándola de diva y de querer exigir un costoso ajuar y un elevado salario para su debut televisivo. Acusó a la conductora de mentirosa. Agregó: «Si así son los budistas, qué mala impresión me llevo de los budistas, porque sus bases, hasta donde yo he investigado, son totalmente distintas a la forma en que Chapoy lleva a cabo su religión. Qué sacón de onda me da. Vive de la calumnia, vive del escándalo, y si se enoja con un artista, le trata de destrozar la vida[272]», Para Chapoy, el budismo le dado las herramientas para soportar este tipo de críticas. Afirma: «Debido a que mi trabajo es público hace que la gente tenga todo tipo de comentarios en relación a mí. Se los agradezco muchísimo. Lo único que hago es trabajar todos los días porque estoy absolutamente consciente de que lo único que tengo es el día de hoy. Eso lo he aprendido en el budismo, que llevo practicando durante seis años[273]». Le gusta una frase dicha por el propio Buda: «Con el encuentro de dos personas o situaciones nace el desencuentro».

La que toma la decisión soy yo no mi marido

Pati Chapoy contrajo nupcias con el cantante Álvaro Dávila. Fue su segundo matrimonio. Antes estuvo casada brevemente con un diplomático, «Ese matrimonio sencillamente no funcionó. Me casé muy jovencita, a los veintiún años. Tres años después solicité el divorcio».

A Álvaro Dávila lo conoció a los veinticuatro años, durante uno de los Festivales OTI de la canción. Establecidos a partir de 1972 como una copia del Festival Eurovisión, el propósito del festival era que cada país perteneciente a la Organización de la Televisión Iberoamericana presentara a concurso una composición original. Fue una buena oportunidad para muchos compositores e intérpretes, que ganaron en proyección nacional e internacional. En México el certamen quedó en manos de Raúl Velasco. El peso de su presencia e influencia fue decisivo para que en 1973, el año de su debut en el Festival OTI, México se alzara como ganador con la interpretación de Qué alegre va María hecha por Imelda Miller, así como para que en 1974 nuestro país fuera sede del concurso y para que en 1975 Gualberto Castro, en Puerto Rico, resultara triunfador con La felicidad.

Los intérpretes eran seleccionados previamente en concursos con el mismo formato del festival, pero realizados en cada uno de los países participantes. Así surgieron figuras como José José —lanzado a la fama en el Festival de la Canción Latina, antecedente del OTI—, Eugenia León, José María Napoleón, Manoella Torres, Crystal, Sergio Esquivel, Felipe Gil, Lupita D’Alessio, Emmanuel, Yuri, Analí, Ana Gabriel, Carlos Cuevas, Yoshio, María Medina, Sergio Andrade y el esposo de Pati Chapoy, Álvaro Dávila.

Dávila se inició como intérprete y compositor en Guadalajara. A Pati Chapoy le ha compuesto, entre otras canciones, «La culpable» y «Amanece». A ella le gusta en particular esta última: «Es una composición no muy popular, pero linda y tierna».

Al principio, a Raúl Velasco no le agradó su relación con Dávila. La regañó: «Te vas a casar con un cantantito que está haciendo sus pininos en el OTI». De hecho, cuando se casó, Velasco no asistió a la boda. Después las cosas parecieron arreglarse. Velasco apadrinó al hijo menor de Chapoy, Pablo, e hizo las paces con su compadre Álvaro Dávila, a quien definió como «talentoso cantautor, hombre de bien», y de quien admiraba su capacidad de amar a Chapoy «en sus momentos tiernos y de conducirla en sus momentos temperamentales que, como toda mujer que triunfa en la vida, Pati vive con intensidad[274]». La relación con Velasco fue de altibajos y confrontaciones. De hecho, la despidió cuando estaba embarazada de su hijo Rodrigo. «Es que tenía un carácter que…», pretextó el rubio conductor.

La cerrada actitud paterna y de jefe de Velasco no fue el único problema que Chapoy tuvo a raíz de su decisión de casarse y hacer su vida. La conductora tuvo que sortear la misoginia propia del mundo del espectáculo. «Recuerdo una anécdota de cuando yo trabajaba en la coordinación periodística de Siempre en domingo. Me asignaron la dirección de un programa que se llamaba México, magia y encuentro, a causa del cual teníamos que viajar mucho. Cuando Raúl Velasco me nombró para que hiciera ese trabajo, inmediatamente el productor Raúl lozano reclamó que cómo iba a viajar si estaba casada, que tenían que hablar con mi marido. Le dije, “bueno, están como operados del cerebro, la que toma la decisión soy yo, no mi marido”». Agrega: «En mi caso, si mi marido me hubiera dicho que no quería que trabajara o me hubiera puesto trabas para esto, me hubiera divorciado, así de simple. Porque lo más importante que tengo soy yo, me quiero y me cuido mucho y no iba a permitir que nadie manejara mi vida. La única que tiene autoridad para manejar mi vida soy yo. El apoyo de mi marido ha sido determinante, es el primer admirador de las cosas que he logrado, es el primero que me apoya cuando tengo cargas de trabajo, ahí nos repartimos mucho la educación de nuestros hijos y la prueba de que eso se puede es que llevamos treinta años de casados y no ha habido ningún problema[275]».

En 1980, sin embargo, el matrimonio se puso a prueba. Según Gabí, en una discoteca de Mazatlán, Álvaro Dávila intentó sobrepasarse y ella le puso un alto. Prefirió a Jaime Moreno, su otro acompañante (famoso en ese entonces por haberse desnudado en una revista). «Herí el ego de Dávila al no querer sucumbir a sus caprichos y él se encargó de que su esposa [Chapoy], quien en ese entonces era asistente de Raúl Velasco para Siempre en Domingo, Festivales OTI y eventos especiales, me hiciera la vida imposible, negándome acceso a múltiples actividades dentro de Televisa y evitando así, mi realización como artista. Así se las gastan Dávila y Chapoy». En su libro Como carne de cañón, Gabí describe la ocasión en que Pati Chapoy la abofeteó y la tumbó al suelo para seguir golpeándola. La entonces conductora de El mundo del espectáculo no la bajaba de prostituta porque, según ella, pretendía quitarle el amor de Álvaro Dávila[276].

Chapoy ha descalificado ése y muchos comentarios más de Ga-bí, al considerar que se trata de una persona «totalmente desquiciada».

TV Azteca

Chapoy trabajó veinte años en Televisa, interrumpidos sólo por el nacimiento de su hijo Rodrigo, en 1979. Creó El mundo del espectáculo, un programa televisivo producido por Humberto Navarro. Se trató de una revista informativa que luchaba por tener su propia voz en un medio ampliamente controlado por Televisa. Dice el conductor Horacio Villalobos: «En los ochenta, cuando Televisa era la dueña y señora de la televisión mexicana, se ejercía un proteccionismo exagerado hacia sus estrellas o productos; eran pocas las voces que se atrevían a criticar, aunque en ese entonces ya había algunas revistas especializadas, periodistas con vocación y hasta el programa El mundo del espectáculo conducido por Patricia Chapoy y producido por Humberto Navarro, pero eran sólo intentos en un México aparentemente inocente y bastante maniatado[277]».

El mundo del espectáculo duró siete años al aire. Chapoy intentó un periodismo más atrevido, íntimo y personal. «Tuvimos mucho éxito porque en la emisión todos los artistas tenían voz y voto. Se hablaba más de la parte profesional que de la privada».

«De Televisa siempre recibí buen trato», dice Chapoy. Emilio Azcárraga Mihno, sin embargo, la castigó en una ocasión. «Me sacó de El mundo del espectáculo porque hice dos comentarios que no le gustaban: uno, que Lila Deneken no sacaba un disco nuevo porque Rogelio Azcárraga la tenía vetada en Orfeón; y el otro, que cómo era posible que el gobierno no pusiera atención al hecho de que en el paso a desnivel de avenida Chapultepec a Parque Lira no había luces. Habló con mi productor, Humberto Navarro, para que me castigara. Humberto me dijo: “quédate tranquila y vete a tu casa en lo que se calman las cosas”. Para mí fue muy complicado porque nunca me dijeron cuál fue el enojo de Azcárraga. Esperé un mes y todo seguía igual. Un día recibí un ramo espectacular de flores enviado por Ricardo Rocha. Lo acompañaba con una carta muy linda donde me decía que todo iba a pasar y que al cabo del tiempo me iba a reír de lo sucedido. Le hablé por teléfono para agradecerle el detalle y me sugirió que le hablara a Azcárraga. Lo hice. Azcárraga me citó el mismo día que le hablé. Lo primero que me dijo él, muy astutamente, fue: “¿Por qué te regañaron, por qué te sacaron de la tele?”. Yo me reí muchísimo. Le dije: “así son las cosas, ni siquiera sé por qué me regañaron”. Entonces me dijo: “quiero que regreses a la televisión. ¿Por qué no regresas mañana? O ahora, si tú quieres”. Luego me enteré por Humberto de que era algo que Azcárraga hacía con frecuencia a todo aquel que apareciera a cuadro, para hacer saber que era él quien decidía lo que pasaba en la empresa y no alguien como yo con mis comentarios. Fue para que se me bajara la fama». Para 1993 Chapoy se encontraba, dice, «obligada por las circunstancias», fuera de Televisa. «Salí porque me corrió Raúl Velasco y nadie me volvió a contratar».

El conductor la despidió bajo el pretexto de que era una ejecutiva triple A y no tenía para pagarle el sueldo. La verdad es que opinaba que «dos personas mandonas no pueden estar en el mismo sitio[278]».

Pati Chapoy lo recuerda de la siguiente manera: «Yo le producía un programa que se llamaba Galardón a los grandes, y cuando me dijo eso me sentí muy mal, muy incómoda, pues se terminaba una etapa muy importante de mi vida. Me fue muy difícil separar la parte de amistad que yo tenía con él y su familia y la parte del trabajo. Hablé incluso con Emilio Azcárraga Mihno. Le pregunté qué tenía que hacer y me mandó con su hijo, le presenté algunos proyectos pero nunca me volvieron a llamar. Jamás».

Sus días en la televisión parecían terminados. Se dispuso a poner un negocio junto con su hermana Lily, el de «camas para hacer ejercicio sin esfuerzo». Pasaron seis meses, se dio cuenta que ese rubro de actividades no era el que quería y se retiró. Se fue de vacaciones a Oaxaca y a Cancún.

En este último lugar recibió una llamada que la colocó de nuevo en el mundo de las ondas televisivas y del espectáculo. Era de Ricardo Salinas Pliego, un joven empresario de treinta y siete años, heredero de las tiendas de muebles y artículos electrodomésticos Salinas y Rocha (ahora Elektra).

Salinas Pliego había dado la sorpresa al convertirse, el17 de julio de ese 1993, en dueño de Imevisión. Su oferta de 641 millones de dólares rebasó por cien millones la oferta de su más cercano competidor en la subasta pública que el gobierno de Carlos Salinas de Gortari había emprendido para vender los canales 13 y 7, sus repetidoras e instalaciones. Era parte de la estrategia sexenal de privatización que buscaba, en teoría, dotar de recursos económicos frescos a la Federación, y, más probablemente, de favorecer a determinados grupos e intereses económicos privados. La venta de Telmex a Carlos Slim se dio no sin la sospecha de que el verdadero beneficiado sería el propio presidente en funciones y lo mismo sucedió con la adquisición de Imevisión por parte de Salinas Pliego. La coincidencia en los apellidos despertó suspicacias y recelos. También, el hecho de que Salinas Pliego no tenía ninguna experiencia en medios electrónicos. Él mismo, medio en serio y medio en broma, había asegurado que lo más cerca que había estado de la televisión era de los aparatos que vendía en sus tiendas. Al principio no se le había tomado como un serio contendiente y, a pesar de todos los pronósticos en contra, se había alzado de pronto como el más firme ganador, por encima de grupos y familias con más conocimiento en medios electrónicos como los Vargas, los Aguirre, Cosmovisión, Medcom y GeoMultimedia. Se intuyó, con la malicia y la desconfianza a la que nos han tenido acostumbrados nuestros gobiernos, que Salinas Pliego no era más que un prestanombres de Salinas de Gortari. Éste, se suponía, estaba interesado en continuar en el poder detrás del poder una vez que dejara la presidencia y necesitaba hacerse de un excelente vehículo de comunicación que le hiciera frente a la presencia monopólica de Televisa. Las sospechas se hicieron en parte realidad al descubrirse que Raúl Salinas de Gortari, el hermano incómodo de Carlos Salinas de Gortari, le había ofrecido a Raúl Salinas Pliego dinero para llevar a cabo la compra de Imevisión.

Según Claudia Fernández y Andrew Paxman, autores de El Tigre Emilio Azcárracqa y su imperio Televisa, Azcárraga Milmo se sintió tan beneficiado con la venta de Imevisión a Salinas Pliego que abrió una botella de champaña para brindar. Lo prefería a él, sin experiencia, antes que a competidores más avezados en medios electrónicos. Durante algún tiempo despreció el poder de penetración de la naciente TV Azteca. Para él, «la competencia entre TV Azteca y Televisa era como la de una cucaracha con un Cadillac[279]».

Otra de las primeras beneficiadas con la compra de Imevisión fue Pati Chapoy. Ricardo Salinas Pliego era su vecino en la lujosa Zona residencial al sur de la ciudad conocido como Rancho San Francisco. La conductora llevaba a los hijos de los Salinas Pliego a la escuela San Angelín y su relación con él y su entonces esposa, Ninfa, era estupenda. Resultado de ello fue la contratación de Pati para trabajar en la recién comprada televisora.

El 5 de agosto de 1993, Pati Chapoy comenzó su labor, primero como asesora, luego como productora y, finalmente, como directora de espectáculos. Encontró nóminas infladas con personal inexistente, el sistema de drenaje deteriorado, programas buenos con pobres producciones, «una empresa con malas mañas» y con la animadversión de muchos trabajadores de Imevisión, que le echaron camorra, entre ellos José Ramón Fernández. Fue un claro enfrentamiento entre «aztecos» y «televisos». En una reunión, Fernández le reclamó de manera airada: «ningún televiso me va enseñar a hacer televisión[280]». Según Chapoy, al conductor deportivo le «trastornaba la sola idea de que alguien salido de Televisa llegara a poner orden y mucho menos que fuera mujer[281]».

El monopolio se sentía mortalmente amenazado

Para el 18 de julio de 1994 Pati Chapoy se puso de nuevo frente a la pantalla, dirigiendo y conduciendo En medio del espectáculo, en TV Azteca. Era un programa de noticias sobre hechos relevantes del medio artístico y duró hasta 2006. Contó, en distintos momentos de su historia, con la coconducción de Atala Sarmiento, Enrique Aguilera, Rafael Sarmiento y Mónica Garza. Para esta última, además de haberse convertido en una gran escuela para reporteros y conductores, En medio del espectáculo «logró abrir las puertas del mundo de la farándula, que insistían en cerrarse para nosotros: la nueva competencia». Televisa comenzó a sentir y resentir la presencia de la nueva televisora. Muchos de los artistas más importantes tenían contratos de exclusividad con la empresa de Chapultepec 18 y recibieron la consigna de no dar entrevistas a TV Azteca. «A unos cuantos días de estar al aire», informa Chapoy, «en medio del espectáculo obligó a ejecutivos de Televisa a sostener una reunión urgente con los principales empresarios disqueros del país: la consigna era cerrarnos las puertas. No concebían que un artista floreciera fuera de sus dominios; no tenía ese derecho, y nosotros menos a contarlo en nuestras filas. La advertencia para los disqueros fue clara: o estaban con ellos o contra ellos. El monopolio se sentía mortalmente amenazado y hoy sé que tenía motivos[282]».

En su libro La indiscreta, Chapoy reproduce el comentario que le hizo Alberto Ciurana, en ese entonces vicepresidente de programación de Televisa: «¿Sabes cómo me despierto en las mañanas? Pensando en cómo chingarlos».

Una buena oportunidad de llevar a cabo este conciso deseo la tuvieron, con creces, en 1997. Ya para ese momento Pati Chapoy se había convertido en la reina del periodismo televisivo de espectáculos a través de su programa Véntaneando. De hecho, junto con las telenovelas producidas por Argos —Nada personal (1996), Demasiado amor y Mirada de mujer (1997)—, Véntaneando era una de las cartas fuertes de TV Azteca para ir posicionando su presencia a nivel nacional. La primera emisión ocurrió el 22 de enero de 1996. Todo había surgido tras una comida con la productora Carmen Armendariz. La idea era hacer un programa de corte desenfadado e incisivo, con entrevistas y comentarios que abandonaran la complacencia de antes y profundizaran en temas de interés, con espíritu polémico y cuestionador. El equipo original de conductores incluía a la propia Chapoy, al frente de un equipo formado por Pedro Sola (amigo de Armendariz), Juan José Origel y Martha Figueroa (cuando Chapoy ya se había distanciado de ella, confesó que la había elegido para mostrar que una mujer no tan bonita podía merecer salir en TV). «Y en la calle nuestros reporteros también eran la novedad […] aguerridos ya veces hasta implacables sacaban de sus casillas lo mismo a Vicente Fernández que a Andrés García o Lupita D’Alessio, con preguntas que antes nadie les había soltado tan directo. Pero ¡qué lata! ¿Quién los manda, quién les ordena preguntar eso?»[283].

El programa constituyó todo un éxito. Desde sus inicios Pati Chapoy sentó las bases de algo impensable para la época: hablar de «lo que se hace aquí y lo que se hace allá». Fue el comienzo en la guerra de ratings que desde entonces ha caracterizado al duopolio televisivo en México. En Televisa hubo preocupación, voces de alarma. Los rumores en torno a la prohibición a sus artistas de dar entrevistas a Véntaneando se multiplicaron. Algunos rehuyeron a los reporteros, otros contestaban con nerviosismo, con temor de alguna represalia: el famoso veto que como castigo se imponía desde Chapultepec 18 y que significaba perder importantes fuentes de trabajo. Fue una época difícil para Televisa. Emilio Azcárraga Milmo —el mismo que se identificaba sin pudor como «soldado del presidente» y el que se jactaba de hacer una televisión para jodidos— había recibido con beneplácito y desdén la llegada de Salinas Pliego, pues no lo consideraba un serio competidor. De hecho, poco después de que se convirtiera en dueño de TV Azteca, Azcárraga lo felicitó personalmente: «Me da mucho gusto que seas tú. Conozco a tu familia y sé que son trabajadores. Enhorabuena, cabrón. Bienvenido[284]». En otra ocasión se refirió a TV Azteca como «esa pinche cosita[285]». Las cosas, sin embargo, fueron modificándose con el tiempo. Salinas Pliego comenzó a meterse en terrenos que Televisa consideraba suyos: la producción de telenovelas y de noticieros (Hechos inició sus transmisiones en 1994). Planteó, además, un esquema de compra de aire publicitario mucho más barato y flexible que el de su poderoso competidor. Para 1995, TV Azteca ya contaba con un 30 por ciento de la tajada del pastel de audiencia televisiva en el país, lo que por supuesto era motivo de preocupación en Televisa. Programas como Los Simpson y La niñera, las telenovelas de Epigmenio Ibarra, emisiones de nota roja como Ciudad desnuda, de comedia como Puro loco y la presencia de Brozo el payaso tenebroso y de Héctor Suárez en La cosa, así como de espectáculos como En medio del espectáculo y posteriormente Ventaneando, y la llegada de Christian Bach y Humberto Zurita mediante un jugoso contrato, contribuyeron a esta subida del rating de canal 13. Televisa, por lo demás, tenía una enorme deuda corporativa de más de mil millones de dólares, sus acciones en la bolsa se habían depreciado y, para colmo de males, Emilio Azcárraga Milmo veía su salud consumirse por el cáncer. El 3 de marzo de 1997 —tras consultarlo con Miguel Alemán Velasco— el Tigre tomó la decisión de retirarse y le pasó la estafeta a esa «sangre joven, agresiva y espero que inteligente[286]» que representó su hijo Emilio Azcárraga Jean, de apenas veintinueve años. El 16 de abril moría el Tigre y con él toda una época de la televisión en México.

Azcárraga Jean heredó Televisa con una deuda de mil 800 millones de dólares. Anunció un plan económico llamado Televisa 2000, para atraer inversionistas, reducir costos, adelgazar nóminas y revertir la deuda tan onerosamente contraída. Inició cambios en la programación, despidió a inamovibles como Jacobo Zabludovski y Raúl Velasco y convenció con buenas ofertas económicas para que productores y conductores de TV Azteca como Federico Wilkins, Carmen Armendáriz y Juan José Origel se pasaran a las filas de Televisa.

«Se fue como las chachas, sin despedirse», dijo Chapoycon respecto a la salida de Origel de TV Azteca. La contratación de Origel, por más superficial que pareciera, evidenciaba la preocupación de Televisa por los ratings alcanzados por Pati Chapoy con Ventaneando. Al ser una «fábrica de sueños», el éxito de las emisiones de Televisa se basaba en la contratación y construcción de ídolos, algunos duraderos y otros efímeros. Antes de TVAzteca la única fuente de trabajo era el imperio del Tigre Azcárraga. Cuando surgió la televisara del Ajusco, sin embargo, esta única opción quedó en entredicho. Algunos artistas fueron tentados por la nueva opción televisiva. Algunos fueron contratados y otros recibieron las cámaras de TVAzteca para ser entrevistados. Esto no fue del agrado en Chapultepec 18. De inmediato se elaboró una lista negra de artistas vetados, que los imposibilitaba de trabajar en Televisa. «Cada mes aparecía una lista actualizada, preparada por Gaspar Rionda, el coordinador de eventos sociales de Azcárraga, y ejecutivos de San Ángel. Como es natural, Televisa negaba su existencia, pero, después de que se reprodujera en El Financiero una copia de la lista, las negativas perdieron credibilidad». La cantante colombiana Shakira, por ejemplo, que aparecía en Oasis, una telenovela colombiana transmitida por TV Azteca, estuvo vetada en ese tiempo por Televisa[287].

Me querían tras las rejas

Los programas de espectáculos de TVAzteca pasaban verdaderos problemas para cubrir sus notas. El veto de Televisa ahuyentaba a los artistas. Escribe Chapoy: orillaron «a sus figuras a huir de nuestras cámaras; a cubrirse la cara; a dar respuestas poco inteligentes a nuestras preguntas, en el mejor de los casos, y en el peor, a contestar con agresiones».

Una vez que Atala Sarmiento quiso hacer una entrevista con Daniela Romo, el saldo fue una persecución, un forcejeo y un micrófono roto[288]. Una solución al veto consistió en apropiarse de fragmentos de entrevistas, programas diversos y telenovelas emitidos por la poderosa Televisa. «Algo que también hacía el canal cultural de Televisa, en Canal 9», recuerda Chapoy. En el caso de Ventaneando, los fragmentos videogramas se utilizaban para hacer comentarios y cuestionamientos, tales como «las pifias en sus telenovelas, los resbalones de sus conductores, lo exagerado de sus escenografías… no se nos escapaba nada». Era la manera que Chapoy encontró, se sugirió en un artículo publicado en la revista Contenido, para «saborear una implacable venganza contra Televisa: exhibir y criticar hasta el menor desliz de actores y actrices de la compañía rival[289]». Como quiera que sea, esta acción, que resultó efectiva en términos de audiencia, trajo sus consecuencias. Televisa entabló una demanda judicial en contra de Pati Chapoy por el uso indebido de sus imágenes. El 18 de julio de 1997 se giró una orden de aprehensión en su contra.

Por supuesto, se trataba de una enérgica e inusual respuesta de Televisa a TV Azteca. Los enfrentamientos entre las televisaras ya se habían dado cuando, por ejemplo, desde Chapultepec 18 se dio a conocer la presencia de Raúl Salinas de Gortari en la compra de Imevisión o cuando Salinas Pliego se negó a seguir el consejo de Azcárraga Milmo de no dedicarse a la producción de telenovelas y noticieros. La situación de Televisa parecía desesperada, entre enormes deudas, la llegada de un nuevo y joven dueño, ajustes de cuentas internos y la baja en el rating y la credibilidad. Hechos, con Javier Alatorre, había desplazado en la aceptación pública a24 Horas, con Jacobo Zabludovski; periodistas como Guillermo Ortega y Ricardo Rocha tenían que valerse de romper ciertos cánones de los códigos periodísticos de Televisa —como, por ejemplo, la transmisión del video en torno a la matanza en Aguas Blancas— para recuperar fuerza informativa y, por ende, la confianza del teleauditorio. El enemigo era TV Azteca, pero el blanco elegido para descargar la ira fue Pati Chapoy. Se le acusó de probable responsabilidad del delito previsto y sancionado en el capítulo V de la Ley Federal de Derechos de Autor.

En su artículo 137, dicha ley estipulaba que «el productor goza, respecto de sus videogramas, de los derechos de autorizar o prohibir su reproducción, distribución y comunicación pública». «Era un misil dirigido que llevaba escrito mi nombre con todas sus letras. […] Me querían tras las rejas y en consecuencia a Ventaneando fuera de combate[290]».

Chapoy recibió, por supuesto, todo el respaldo de su jefe Ricardo Salinas Pliego. Se negó a aceptar el trato que le ofrecía el Procurador General de la República: que Chapoy fuera detenida durante unas horas, para calmar los ánimos y luego liberarla. «Se montó toda una estrategia para que al salir de TV Azteca no me apresaran. Logré salir, literalmente pecho a tierra, escondida en un auto que no era mío. Me llevaron a mi casa con la consigna de no salir ni asomar la nariz por las ventanas».

Al día siguiente le esperaba una desagradable sorpresa. A la entrada del conjunto residencial que habitaba se habían apostado un total de treinta y siete patrullas de la policía judicial. Esperaban que saliera para conducirla ante el Ministerio Público. «¿Ya viste todo lo que estás ocasionando?», se comunicó Salinas Pliego por teléfono con ella para ponerla al tanto del operativo policial.

«Pasé por toda una gama de emociones», recuerda Chapoy: «primero la incredulidad; luego el asombro; la indignación; otra vez la incredulidad, la desesperación y el llanto». Se le mandó al día siguiente un helicóptero a su domicilio, y así, por aire, burló el cerco judicial para arribar como a las cuatro de la tarde a las instalaciones de TVAzteca.

Ese día se presentó en Ventaneando. A Chapoy le llamó la atención ver que Ricardo Salinas Pliego estaba muy alterado, al igual que otros ejecutivos y compañeros de trabajo. El director de TVAzteca le preguntó:

—¿Cómo te sientes?

Respondió Chapoy:

—Me siento muy extraña. ¿Cómo es posible que con mis cuarenta y siete kilos y mi uno sesenta me quieran meter a la cárcel?

La conductora trataba de mantener la calma pero se le notaba nerviosa, preocupada, la voz quebrada a ratos. Juan José Origel recuerda que aquélla fue la primera vez que la vio temerosa y a punto de llorar. Chapoy estaba vestida de largo y en medio de una vistosa escenografía, la de Ventaneando millonario. Dijo: «Este programa ha tenido una característica muy especial. Cuando salió le gustó mucho al público. Y luego de eso provocó una ira y una envidia realmente enorme en la competencia, que es Televisa. Llegó una orden de arresto a mi persona de la que fui notificada el día de ayer. Antes de salir al aire para hacer este programa de televisión decidimos que tenía que hacer este programa porque confío en las leyes de este país. Si alguna vez tengo que ir a la cárcel por ejercer mi trabajo de periodista, pues lo voy a tener que hacer. No lo voy a hacer con felicidad sino que lo voy a hacer con mucha tristeza, pero si ése es el precio que tengo que pagar por defender este país y la libertad que tenemos, lo voy a hacer. Pero ahora las cosas son diferentes. Ahora estoy en Televisión Azteca. Ahora estoy ejerciendo un trabajo. Y creo, como todas las mujeres que me están viendo en mi país, somos las mujeres trabajadoras, mujeres que creemos en la familia, mujeres que creemos en el amor, en el esfuerzo y en el trabajo de todos nosotros, no debemos permitir, nadie, que se hagan este tipo de atropellos. No puede ser que de pronto estén volando encima de mi casa cinco helicópteros y que sea tratada como una delincuente…».

La crestomatía

Debidamente amparada y con todo el respaldo legal por parte de TV Azteca —sus abogados fueron, entre otros, Adolfo Aguilar Zínser, Ulrich Richter y Francisco Borrego—, la defensa de Chapoy se basó en el artículo 151 de la Ley Federal del Derecho de Autor, que especifica los casos en que no se constituye una violación a los derechos de los artistas, intérpretes, ejecutantes y productores: I, cuando «no se persiga un fin económico directo», y II, cuando «se trate de breves fragmentos utilizados en informaciones sobre sucesos de actualidad». Los abogados argumentaron el concepto de crestomatía para defender el uso de imágenes de otras televisoras en sus propias emisiones y que pueden ser transmitidos sin pagar derechos a los emisores originales. El procedimiento legal duró tres años. «Me percaté de la lentitud de la justicia», comenta Chapoy. Fueron tres años de sobresaltos y temores. Cada vez que se vencía un amparo, la conductora se escondía en un lugar secreto —ni sus compañeros de Ventaneando lo sabían— a fin de no ser detenida entre el vencimiento y la renovación del amparo. Por fin, en junio de 2000, la Suprema Corte de Justicia de la Nación falló a su favor. Al ser cuestionada sobre este fallo, Chapoy respondió: «De alguna forma estaba segura de que iba a ganar porque me culpaban de un delito que no existe en la Ley de Derecho de Autor. No tengo que tener muchos conocimientos de leyes para saber que eso no procedía y, cuando me dijeron que habíamos ganado, mi reacción inmediata fue no creerles a los abogados porque durante mucho tiempo estuve detrás de ellos pidiéndoles información y no me la daban. Qué bueno que no me la dieron porque me preocupaban más. Después de que se me pasó el soponcio de que habíamos ganado, me dio muchísimo gusto».

—¿Fue una sorpresa? —le preguntó la reportera Alejandra Mendoza Lira, de El Universal.

—Por supuesto, porque los abogados me daban fechas, se vencían y no pasaba absolutamente nada. Hasta que entendí que ellos eran los expertos y tenían que manejarlo según sus propios conocimientos. Sí, fue una sorpresa. No me lo esperaba. Creí que se iba a llevar mucho más tiempo y aun cuando se llevó tres años, porque parece que los casos legales no tienen final, a final de cuentas me siento muy contenta y tranquila.

—¿Nunca dudó en que ganaría?

—Jamás, porque a la hora en que planeamos el programa para salir al aire, leímos la Ley de Derechos de Autor, me senté con los abogados, vimos cuáles era los pros y los contras. Cuando vi los contras que tenía enfrente mío, dije: me aviento, no vaya quedarme con los brazos cruzados. Estaba segura de que iba a causar un enojo, una molestia, pero esto ocurre cuando implementas algo nuevo, cuando te portas audaz, cuando piensas un poquito adelante de los demás. Siempre ocurre algo. Pisas los talones, los callos. Pero yo sabía que fuera de una molestia natural, dada la competencia que teníamos, no iba a pasar otra cosa y pasó. Me dolió mucho. Fueron momentos muy difíciles, situaciones que nadie se las espera, pero me libré de ser fichada, de ir al bote, de pagar una fianza. Me libré de muchas cosas[291].

La demanda contra Chapoy no prosperó. Al contrario, fue un tiro que les salió por la culata a los ejecutivos de Televisa que la planearon y ejecutaron, pues esta acción, lejos de lastimar la credibilidad de su demandada, la afianzó. La convirtieron en un paladín de la libertad de prensa. En una defensora del derecho a la información. En un ícono indiscutible de TV Azteca. En una mujer valerosa que se enfrentaba, ella sola, al imperio mediático. Para Álvaro Cueva, Pati Chapoy «ha logrado que las más altas instancias volteen a ver que en la prensa rosa y de espectáculos también debe lucharse por la libertad de expresión».

El caso Trevi: la mano en la ingle y las islas Caimán

Mientras Pati Chapoy ofrecía su propia batalla para no ir a la cárcel, contribuyó a dar a conocer y hacer más grande uno de los escándalos más sonados en la historia de la farándula mexicana. Lo protagonizó el llamado «clan Trevi-Andrade», con la ayuda indudable de TV Azteca, que cubrió con singular esmero y parcialidad muchos de los ángulos de esta tristemente célebre historia.

«El espectáculo se hace, invariablemente, a partir de los escándalos», ha dicho Pati Chapoy «Si ahorita digo cualquier nombre, de inmediato se nos van a venir a la cabeza los divorcios, los amantes, o si le pegaban o si estaba gorda o flaca[292]».

El escándalo del «clan Trevi-Andrade» reunía todos los elementos propios del periodismo rosa y de nota roja. Todo inició en abril de 1998, con la aparición del libro Aline. La gloria por el infierno, escrito por Rubén Aviña con base en el testimonio de Atine Hernández Ponce de León, una joven cantante que había sido esposa de Sergio Andrade y parte del grupo de Gloria Trevi. El libro retrataba el supuesto maltrato que sufrió desde los trece años, en que por hacer realidad su sueño de convertirse en una artista famosa, entró a formar parte del séquito de jovencitas que rodeaba a Andrade, por aquel entonces un destacado compositor y productor musica1. Pati Chapoy escribió el texto de la cuarta de forros, donde se puede leer: «Aprovechándose de su posición y de la inocencia de ésta aún niña, Andrade la envuelve poco a poco y, prácticamente, la obliga a alejarse de su familia, para adentrarla en un mundo en el que más tarde, esta niña, totalmente manipulada y confundida, llega a perder su virginidad, su amor propio, su dignidad, su familia y hasta su libertad[293]». El libro, en términos generales, era una denuncia del abuso sexual, psicológico y económico que no sólo Aline sino otras jovencitas habían sufrido como supuestas víctimas de Andrade y de Trevi…

A través de Ventaneando y otros programas de TV Azteca, como El ojo del huracán, Pati Chapoy se encargó de ventilar este asunto. Se puso del lado de Aline, a quien consideraba valiente y como todo un ejemplo de lección moral para la juventud en peligro de dar un mal paso. Escribió: «Que sirvan este libro y la terrible experiencia de Aline para que muchos adolescentes —y sobre todo sus padres— se enteren que en el medio artístico existen algunas personas que los pueden llevar a vivir las peores pesadillas y, de paso, cambiar la gloria por el infierno».

La evidente toma de posición de Pati Chapoy y la enorme dimensión que le dio a la cobertura televisiva de este escándalo, contaba con motivos y antecedentes dignos de destacar.

El primero, un supuesto romance entre la propia Chapoy y Sergio Andrade, en los tiempos del Festival OTI. Él mismo hizo público lo anterior en una entrevista con Adela Micha, y Gloria Trevi lo cuenta en su libro Gloria. De acuerdo a los dimes y diretes, él promovió la ruptura. Tenía reputación de mujeriego y cortó a Chapoy para andar con otras. Según estas versiones, la conductora estaba resentida, lo que explicaba parte de su interés en atacar a Andrade y a Trevi. Para esta última todo era muy claro: la conductora «me puso en la mira para realizar contra mí su venganza de Sergio y aliviar su despecho[294]».

En el libro Amiga seducción. La verdadera historia de Sergio Andrade y sus caperucitas, escrito por Claudia de Icaza, el otrora productor y cantante confiesa los amoríos que tuvo con Chapoy y su indignación por lo que llama la hipocresía de la conductora: «Aunque ya callé por muchos años, pues no es de caballeros publicar sus relaciones, esta tipa ha sido tan mentirosa, tan criminal y tan baja en sus ataques a nosotros, que merece un poco de ubicación a sus intentos por aparecer como mujer fiel, leal y madre de familia ejemplar. Todos los que me rodeaban en aquella época (1983-1984) se daban cuenta de lo apasionada que andaba por mí, cómo me buscaba, me seguía, me llamaba, me festejaba e iba conmigo a muchas partes. Nos veíamos en cualquier punto de la ciudad y se iba a mi casa que está en Burgos, Cuernavaca, y regresábamos ya tarde. En otras ocasiones, sólo salíamos a comer a un restaurante discreto o ella iba a mi oficina y hasta se permitía bromas tontas, como, al pasar por Tres Marías, decir: “Ay, no vaya a estar el carro de Álvaro ahí. Déjame ver”, y se reía. Iba toda acelerada, sin soltarme de la mano o el cuello mientras manejaba». Agregó: «yo en aquella época iba por todas, tenía veintiocho años y aunque traté de evitarla, sucumbí a la tentación, y no porque me hubiera enamorado; es más, a mí nunca me ha gustado involucrarme con mujeres casadas, me incomodaba mucho, pero ocurrió… Ahora que lo pienso, no debí acabar la relación como lo hice, de un modo impropio», señaló reflexivo. «Un día en que al despedirme de ella en aquel estacionamiento le dije que la vería o la buscaba a la siguiente semana, quedando muy formal de hacerlo, no lo cumplí, típico en mí y lo aceptó, sin previo aviso. Así se tratara de una grabación, junta de negocios o amorosa, dejaba plantados a todos: uno de mis rasgos más negativos[295]».

Pati Chapoy siempre ha negado este romance. Toda su relación, ha dicho, se reducía al terreno amistoso y profesional. «Con Sergio tuve una amistad. Hacíamos trabajos en paralelo. Él como representante y yo como periodista. Me pasaba información de la gente que manejaba. Incluso, en alguna ocasión, fue a comer a mi casa. También produjo discos con mi esposo, así que no tengo nada que esconder», comentó al periódico Reforma. En el programa Historias engarzadas relativo a su vida, Álvaro Dávila defendió a su esposa sobre este particular. Tildó a Andrade de muy inteligente y descartó sus comentarios al considerarlos una hábil orquestación sin fundamento. A la misma Chapoy, lo dicho por Andrade le ha parecido siempre absurdo y muy infantil. «Suponiendo que yo fui novia de Sergio Andrade, ¿eso qué tiene que ver con las violaciones que hizo o con el maltrato a todas las niñas? No tiene nada que ver».

Hay más antecedentes. Uno en particular se remonta a finales de 1995 y principios de 1996, en el marco de la guerra entre Televisa y TV Azteca. Esta última televisara, en su lucha por ganar rating, coqueteó con la idea de contar entre sus artistas con Gloria Trevi. La artista rebelde, de pantalones rotos y pelo suelto era un imán atractivo para jóvenes audiencias. Pati Chapoy invitó a comer a la Trevi y a su representante, el ya mencionado Sergio Andrade, para invitarlos a formar parte de la televisora del Ajusco. «Pensé que estaría sentida conmigo —dijo Sergio—, pero ahora reaparece en mi vida en el mejor de los planes. Han pasado seis o siete años y el tiempo cierra heridas y cura cicatrices[296]». Chapoy habló con entusiasmo de TV Azteca, que representaba la nueva opción y marcaba el fin del monopolio. «La Chapoy se colgaría una medalla si lograba firmarme […] y se desvivía adulándome, me decía “mi muñequita[297]”», intuía Gloria Trevi. La cantante, sin embargo, no se sentía muy cómoda entre los altos ejecutivos de la empresa. Un día, lo cuenta con lujo de detalles en su libro autobiográfico, el propio Ricardo Salinas Pliego trató de verse seductor con ella: «“Ay, Gloria, sería capaz de darle todo lo que quisiera, poder, amor, todo, a la mujer que…” y no escuché más porque sentí en la ingle el ligero roce de una de sus manos. Pegué un salto, le aventé la mano y crucé la barrera que formaba con el otro brazo y el cuerpo. ¡Con razón se le enojaba la señora![298]».

En TV Azteca se transmitió un programa especial del calendario de Gloria Trevi y un concierto en vivo. Parecía que la batalla por su exclusividad estaba ganada. De hecho, lograron que Trevi firmara el contrato para una telenovela. Las cosas, sin embargo, no marcharon. El contrato se revocó y se reiniciaron las negociaciones. Trevi pidió un millón de dólares. Salinas Pliego, según las declaraciones de la cantante, le ofreció trescientos mil y otros quinientos mil depositados en donde fuera, «en las islas Caimán, donde tú digas».

Explicó: «Mira, si recibieras por contrato un millón de dólares, tendrías que pagar a Hacienda el treinta por ciento y te quedarían setecientos mil. Lo que te propongo es lo mismo. Trescientos mil dólares por contrato, menos cien mil que entregas a Hacienda, te quedan doscientos mil. Más los quinientos mil por fuera, son los setecientos mil que quieres[299]».

El trato no fue del agrado de Trevi, quien a lo largo del libro aparece por supuesto como francamente recatada y moralista, incapaz de hacer o avalar algo malo. Le pidieron renunciar al pago por veinte años de las repeticiones de la telenovela y tampoco aceptó. Su actitud exasperó a un ejecutivo de TV Azteca, quien le dijo: «Las yeguas de mi corral no me dicen que no tantas veces». A lo que la Trevi respondió: «No sé si tienes casa o corral, yeguas o vacas, pero te repito que, así como quieren, ¡no!»[300].

La gloria por el infierno

Gloria Trevi se negó «a ser tratada como una licuadora y un tostador» y terminó por firmar con Televisa. «Me dio mucho gusto y me divertí como loca ese día, dejando a los de TV Azteca con un palmo de narices[301]».

La osadía le costó cara. «No sabía que firmaba mi desgracia», aseguró en su libro. En TV Azteca se desató una intensa campaña mediática en contra de Andrade y de Trevi. Desde Ventaneando Pati Chapoy criticó con creces el fracaso que representó para Televisa el programa XETU con Gloria Trevi como conductora. Hizo un programa completo sobre la Trevi que tituló El ocaso de una estrella, primer round Para la cantante, «Patricia Chapoy, de mi principal aduladora, se había convertido en mi principal detractora. […]No sólo atacaba al programa y a mi persona en lo profesional, sino que me llamaba sucia, decía que no me bañaba, que no tenía talento. […] Que yo estaba embarazada que estaba en centros de rehabilitación para drogadictos y también dio la noticia de que había tratado de suicidarme y estaba en un hospital de Los Ángeles. […] Me inventaron noviazgos, hijos, romances con quien se les antojó y una sarta de estupideces sólo dignas de ella[302]».

Para 1998, a partir de la publicación de Aline. La gloria por el infierno, las críticas arreciaron. Los reporteros de TV Azteca «(calumniadores, debería llamarles) concedían total credibilidad a lo que Aline decía[303]». En junio, Gloria Trevi aseguró que era víctima de un pleito entre televisoras debido a contratos de exclusividad. «No le temo a Ricardo Salinas Pliego ni a Emilio Azcárraga Jean», declaró. Agregó, con su habitual y juvenil desparpajo: «Yo no me he comprado ni un chicle con dinero prestado por Raúl Salinas de Gortari, tampoco he tenido una demanda de Hacienda o una orden de formal prisión de la PGR, ni tengo chorrocientas mil tiendas de electrodomésticos[304]».

No dejaba de quejarse de Chapoy, quien «hablaba de órdenes de aprehensión, para hacernos aparecer como fugitivos, lo cual no era cierto, y en su programa Ventaneando, que debería llamarse Calumniando, se dedicaba a difamarme diciendo que cómo era posible que le hubiera llevado a Sergio niñas de ocho, nueve, diez y once años para que abusara sexualmente de ellas[305]».

En Brasil, donde vivía el clan Trevi-Andrade, con todas las jovencitas que se disputaban los favores románticos del compositor y productor, la ingenuidad de la Trevi y el desinterés o cinismo de Andrade, contribuyeron a que el escándalo creciera. La muerte de Ana Dalai, la hija recién nacida de Trevi y Alldra de a finales de 1999, así como su aprehensión y encierro en cárceles brasileñas, contribuyeron a dar más leña al fuego mediático.

Para Trevi, el papel de Pati Chapoy era claro: el «acoso y persecución por parte de TVAzteca» era «una forma de tenerme, de robarme a Televisa, de usar mi imagen para hacer un novelón, ganando millones y elevando los ratings sin pagarle a la estrella, o sea a mí[306]».

Para Pati Chapoy, en cambio, la cobertura de este caso por TV Azteca fue hecha a fondo y con profesionalismo. «La información que recabamos se le entregó a la AFI porque ya había muchas demandas de mamás. Gracias a nuestra investigación se logró que las autoridades voltearan a ver el caso. ¡Y qué bueno! Imagínate si nos hubiéramos quedado callados. La primera que habló fue Aline Hernández. A partir de ahí nos seguimos nosotros. Fue un caso trágico. Ojalá los padres lo recuerden para no permitir que le suceda eso a sus hijos».

Con respecto a lo dicho en Gloria, el libro de Gloria Trevi, la conductora afirmó: «En lo personal me da una flojera horrible leer un libro basado en tantas mentiras y, segundo, no pienso perder mi tiempo ni gastar mi dinero… que diga misa, son puras mentiras[307]».

Difícil, lidiar con una persona como yo

Pan y circo. Antes que una televisión para educar o promover la cultura, la televisión mexicana se distingue por la lucha del rating a través de programas ligeros de entretenimiento. TV Azteca, lejos de representar una opción, siguió los pasos de su poderosa competencia. Así lo estableció Ricardo Salinas Pliego desde el principio, al considerar a la televisión como «un instrumento mediante el cual la gente se distrae y se relaja y debe desenfatizar el contenido político, ideológico y noticioso; quien no entiende eso no entiende de televisión[308]».

El trabajo de Pati Chapoy incide poderosamente en esta noción televisiva. El rating como dogma. El periodismo rosa. La consigna comercial de dar al público lo que quiere. «Yo pienso en ratings», dice. «Estoy aquí para dar resultados. No porque sea simpática, flaca o porque sea mujer. No es angustioso sino muy divertido. A mí me encanta estar adivinando lo que la gente quiere. Mi rating es el humor de las personas. Tengo que lograr que se enganchen con entretenimiento, que se emocionen y que permanezcan en el programa».

Un día típico en la vida laboral de la conductora consiste en lo siguiente: «Me levanto muy temprano, entre las cinco y media y seis de la mañana. Lo primero que hago es meditar, después me aseo y salgo.

Generalmente, en las mañanas desayuno con alguna cita de trabajo. Llego a TV Azteca a las diez. Me pongo a revisar los ratings. El lunes reviso los del fin de semana y entre semana los ratings del día anterior. Checo también las notas que vamos a dar en Ventaneando. Tengo tres juntas semanales, una con los productores de todos los programas, que son como catorce; otra es una junta de Consejo y otra una junta de producción donde vemos qué está funcionando y qué no. A veces salgo a comer a casa y a veces me quedo a comer en TV Azteca. Recibo gente hasta las cuatro de la tarde. A partir de esa hora todo es Ventaneando. Me maquillo y arreglo para hacer Ventaneando América, primero, y Ventaneando México, después. Termino a las siete y media. Los lunes tomo clases de baile con toda mi gente, para relajarnos. Bailo de todo. Un día nos dan belly-dance, otro cumbia, otro salsa y así. Y después me voy a casa».

Tiene dos hijos: Rodrigo y Pablo, de veintiocho y veinticinco años, respectivamente. «Ambos son muchachos estudiosos, trabajadores». Pablo estudió cine y se dedica a la producción y dirección de videos musicales de rock y de baladas. «Está trabajando muy bien. Recientemente le pidieron un video para Nike». Rodrigo es músico. A los doce años ya había compuesto sus primeras canciones. Estudió en Berkeley y a su regreso a México creó el grupo musical Motel, junto con sus amigos Guillermo Méndez, José Damián (baterista) y Rubén Puente (bajista). De acuerdo a sus declaraciones en la revista In Style, le gusta comprar ropa en tiendas como Channel, Hugo Boss y Diésel, aunque también en La Lagunilla, «pues considera que es lo mejor que hay para conseguir ropa usada con mucha onda». Rodrigo escribió el tema musical de programas como Historias engarzadas y Ventaneando. Paradójicamente, firmó un contrato con Warner Music que lo mantiene como artista de Televisa y no puede hacer presentaciones en TV Azteca.

«Debe de ser difícil para ellos tener una mamá como Pati Chapoy, porque tienen una mamá muy polémica», afirma ella misma.

Ha estado casada durante treintaiún años con Álvaro Dávila, actual presidente del Club Deportivo Morelia, propiedad de Tv Azteca. Su paso como directivo de un equipo de fútbol ha sido empañado con la sospecha de que su mujer lo ayudó a conseguir ese puesto, que no tiene nada que ver con su carrera como cantante y compositor.

«Para que un matrimonio funcione», ha dicho Chapoy, «por supuesto que se necesitan varias cosas: el amor, claro, el respeto, la admiración, pero debe haber también mucha complicidad. Conozco muchas relaciones en las que la mujer se asume ante su esposo como su mamá y entonces las patologías de ambos se combinan porque el hombre quiere ser el hijo y ella la mamá, entonces se genera una situación bastante desagradable, que es cuando los hombres son mantenidos por las mujeres[309]».

El resumen que Chapoy hace de su matrimonio es «bueno, con sus altibajos. Cuando hemos tenido esos “bajos” nos hemos sentado a platicar. Álvaro es una persona psicoanalizada yeso ayuda mucho porque hablamos el mismo idioma. Para Álvaro ha sido difícil lidiar con una persona como yo, por el tipo de trabajo que tengo. Por ejemplo, si vamos a una obra de teatro y es estreno y hay periodistas, a él no le gusta, se siente incómodo. Entonces hemos tomado la decisión de que él no va y yo voy con una amiga. Pero ha sido muy inteligente en ese aspecto y yo he sido en eso muy sumisa. No llevo nada de trabajo a mi casa. En eso soy muy especial. Atiendo a mi casa como debe ser, a mi marido, a mis hijos. O a veces ellos me atienden a mi. El tener una buena relación no es nada más que salgan las cosas ya, sino el estarlas hablando».

De las más odiadas/odiosas

En los últimos años Pati Chapoy, ya sea a través de Ventaneando o de programas como El ojo del huracán o Con un nudo en la garganta (que inició transmisiones el3 de septiembre de 2000) ha cubierto casos como la acusación de robo de autos a Gerardo Gómez Borbolla, ex novio de Alejandra Guzmán; el secuestro de Ernestina Sodi; el arrebato de furia contra la prensa de Fernando Guzmán López, guardaespaldas de Lucero («su carrera va en picada, en caída libre, sin que se haya dado un tiempito para replantear su ruta», diagnosticó con respecto a la ex Chispita); la sorpresiva muerte, tras un intento de robo, de Mariana Levy, hija de Talina Fernández; los desplantes por hacerse de publicidad de Paty Muñoz; la salida de José Ramón Fernández de Tv Azteca; la muerte de José López Portillo y los problemas de Sasha Montenegro; la vida de Héctor Suárez Gomis; los desplantes de Julio Zabala (a quien llama «negrito cucurumbé»); el cáncer de huesos de Joan Sebastian; la hija con Síndrome de Down de Roxana Chávez, los problemas de salud de Rossy Mendoza, el libro Volcán apagado con la biografía de Anel, el alcoholismo de Francisco Céspedes, la boda de Lisset y Demián Bichir, el romance de Silvia Pinal con Emilio Azcárraga Milmo, la presunta adicción a las drogas de Adal Ramones y los líos de Ana Bárbara contra Daniel Bisogno (quien dijo de ella que parecía marciano) y la relación de esta cantante con el Pirru, viudo de Mariana Levy, entre muchos otros casos y escándalos.

Por su labor ha sido demandada por Televisa y, por difamación, por Ana Vanessa Peniche y por Lucero León, madre de la cantante Lucero. Chapoy aseguró públicamente que la señora León había sostenido un romance con el chofer de la familia. Escribió a este respecto Ernesto Hernández Villegas, el 26 de abril de 2001 en El Universal: «Todos sabemos que doña Lucero no es “una perita en dulce”. Lo que no es justo es que se dediquen a atacarla cuando ellos tienen un medio para hacerlo y mamá Lucero no cuenta con un medio público. Ya va siendo hora de que alguien ponga en su lugar a Bisogno, que de prepotente y majadero nadie lo baja».

El 25 de julio de 2003, una encuesta on line de El Universal, colocó a Daniel Bisogno, Juan José Origel y Pati Chapoy, respectivamente, entre los personajes más odiados del momento. Lo mismo sucedió con una lista no exhaustiva de los más odiosos de la escena pública mexicana, dada a conocer por la revista Día Siete. Para Jorge Zepeda Patterson, su director, el resultado de este tipo de votaciones intuitivamente pone el dedo en la llaga del verdadero problema: «un pueblo que dedica desvelos y ansiedades a los rumores de actores de segundo nivel, salidos de las telenovelas de la tarde, es un pueblo que paulatinamente va perdiendo capacidad para entender, discutir y participar en los asuntos públicos que verdaderamente atañen a todos. Visto así, el daño que han podido causar los Bartlett, los Fernández de Cevallos o los Salgado Macedonio podrían ser menores que la erosión que este tipo de programas provoca en la atención de la opinión pública del país a los asuntos de mayor importancia. Más aún, el éxito de los programas construidos a partir de “polvo de las estrellas” (en más de un sentido) ayuda a explicar la despolitización que favorece la impunidad con la que los funcionarios y políticos manejan al país en nombre de todos. Mientras ellos actúan a su libre albedrío, los mexicanos vivimos y penamos por el escote de Lorena Herrera, los excesos de Thalía y los romances de Luis Miguel[310]».

Pati Chapoy no se considera odiada sino respetada. «También quiero decirles que de pronto esta encuesta puede generar lo que se llama efecto espejo, que el público ve en mí lo que no quieren ver en sí mismos[311]». Para ella, Ventaneando es la pasión de su vida. «Me encanta, me divierte, me entretiene, me apasiona. Me gusta mucho, porque a través de este programa hemos logrado que muchas personas crezcan a su alrededor y empiecen a ser pilares importantes de la empresa».

En junio de 2002 fue nombrada Directora de Espectáculos de TV Azteca. En 2007, durante el festejo de los once años de Ventaneando, Jacobo Zabludovski dijo de ella: «Pati Chapoy es el claro ejemplo de que se puede hacer periodismo de espectáculos con dignidad y profesionalismo». En 2008 se encargó del segmento de entretenimiento de la televisora del Ajusco durante las transmisiones de los Juegos Olímpicos de Beijing.

Devorada por los zopilotes

La primera ocasión en que Chapoy recibió una crítica a su trabajo periodístico fue por intermedio de Gustavo Rivera, del periódico Novedades. «Me acuerdo que trabajaba con Raúl Velasco. Cuando me enteré fue por mi mamá y esa primera vez no me enojé, al contrario me dio mucha tristeza porque cuando mi mamá me lo platicó se puso a llorar porque la nota decía que yo era una persona soberbia y me puse a analizar si en verdad era así[312]».

No ha sido la única crítica ni la será. Polémica, controvertida, su trabajo lo mismo persiste en el gusto que en el disgusto del público. La quieren y la odian. Es congruente en su trayectoria profesional y contradictoria en la mezcla de budismo en su vida interior y de chisme y escándalo en su vida en la pantalla televisiva. Es talentosa y astuta, trabajadora, implacable y en constante búsqueda del rating. Para ello ha tenido que profundizar en los entretelones de la farándula y en la vida privada de las personas públicas. A ratos con morbo, a ratos con amarillismo, a ratos con equilibrio, a ratos con profesionalismo, a ratos con verdadero ahínco personal, como en los casos de Gloria Trevi y Sergio Andrade.

A pesar de su gran influencia mediática, no cree tener el poder de destruir una figura pública. «Eso no existe. Cada persona es responsable de lo que haga en su vida. Si un artista es alcohólico y lo da a conocer, lo va a destruir el alcohol, no yo. Si una persona es malagradecida, le va a ir mal, y no porque yo lo diga, sino porque esa persona está obrando mal. Por ejemplo, en el caso de Pablo Montero, que ha estado enredado en esa cantidad de situaciones, no es que yo lo diga, es que él está cometiendo errores. En el caso de Ludwika Paleta y Plutarco Haza, no se divorcian porque yo lo diga sino porque tienen problemas. Que yo lo comente hace parecer que tuviera algo que ver, pero no es así. No tengo nada que ver».

Tampoco se considera una mujer poderosa: «Es lo que dicen, que soy poderosa. Pero creo que el poder tiene que ver con que eres una persona que trabaja permanentemente yeso da como resultado el calificativo que quieras. Yo creo que el poder está en el trabajo. Y que a través de ese trabajo des resultados. ¿Cómo te vuelves poderosa? Haciendo bien lo que tienes que hacer».

¿Intocable? Tampoco. «No, para nada. Tan es así que el otro día, viniendo de Los Ángeles, me preguntaron cuánto había gastado en ropa y dije que mil dólares. Ah, pues pague impuestos, me dijeron. Yo nunca leo la declaración de impuestos y ahí se especifica que se pueden comprar hasta trescientos dólares en el extranjero. Tuve que pagar los impuestos de los setecientos dólares que me excedí. Para mí eso es ser tocable, ¿no? Una persona común y corriente».

No cree en Dios: «La idea de Dios es muy bonita, pero no comulgo con la idea del Dios del catolicismo. Creo más en que uno tiene que trabajar para salir adelante».

No le teme a la muerte, pues el budismo la ha venido preparando para afrontarla. Desearía, eso sí, morir de la siguiente manera: «devorada por los zopilotes. Pero en México va a estar un poco difícil. Me van a tener que incinerar, supongo».

MAURICIO CARRERA es escritor y periodista, estudió Comunicación Colectiva en la UNAM y la maestría en Letras Españolas en Washington. Es colaborador de la revista Día Siete. Es autor de más de quince libros, los más recientes: Volcán apagado, mi vida con el Príncipe de la Canción, en coautoría con Anel (Diana, 2007), Travesía, crónicas marineras (Premio Nacional de Testimonio 2005), Azar (Premio Nacional de Cuento Efrén Hernández 2006) y Soy diferente: emos, darketos y otras tribus urbanas en coautoría con Marisa Escribano (2008). Ha obtenido el Concurso Latinoamericano de Cuento Edmundo Valadés, el Premio Nacional de Periodismo Cultural Fernando Benítez, el Premio Nacional de Cuento Agustín Monsreal, el Premio Nacional de Cuento Inés Arredondo, el premio Nacional de Novela Jorge Ibargüengoitia y el Premio Nacional de Cuento Rafael Ramírez Heredia.