IV
Del diario de navegación de la nave estelar Surveyor, extraído de los archivos:
Avistada nave tipo satélite, al parecer habitada. Los intentos de comunicación se detallan en otro lugar. Sin respuesta. Sus características revelan que se trata de una nave terrestre, y no de una Nave de Observación procedente de Plagni.
Es posible que los tripulantes estén muertos. Estamos intentando llamar su atención emitiendo señales en los idiomas más importantes de la Tierra...
Ninguna respuesta a nuestras señales. Pero se ha producido una emisión en inglés, posiblemente grabada de antemano. Parece descomponerse en dos partes: primero una voz humana, luego otra voz mecánica.
No habiendo conseguido comunicar con la primera, tratamos de hacerlo con la segunda. Si su ser humano no puede o no quiere hablar con nosotros, tal vez su máquina quiera hablar con nuestra máquina...
La máquina del satélite terrestre ha contestado. Parece tener un nombre y transmite de un modo coloquial, que abusa de la capacidad de nuestra máquina y pone a prueba la paciencia de nuestros traductores. Sus primeras palabras fueron:
«¿Están ustedes a la escucha? Habla una voz histórica. Por favor, sean pacientes con nosotros. Tenemos problemas aquí, pero no son insolubles. La próxima voz que oigan puede desalentarles, pero no la tomen en serio. Habrá una solución pacífica, probablemente. Habla Marty. Paso la transmisión».
A continuación transmitió la voz humana masculina, y sus primeras palabras, dirigidas directamente a nosotros, fueron las siguientes:
«Me acompañaréis al infierno si no mantenéis el infierno alejado de mí».
La voz sonó asustada. Tras una larga pausa brotó más tranquila. Como si hubiese estado ensayando a fin de impresionarnos.
«Sé lo que pretendéis —dijo— y no estoy dispuesto a aceptarlo. Os queréis cubrir de gloria reuniendo a un pobre eremita con el resto de la humanidad. No lo acepto. Si no puedo regresar a la Tierra y a todo lo que significaba para mí, no quiero ir a ninguna otra parte. Prefiero recrear la Tierra que conozco, aquí en mi mente, y hablar de ella. Hasta el fin del tiempo, si es preciso.
»Prefiero mantenerme vivo y sin distorsiones, a mi manera, que comprometerme con las reliquias del género humano que habéis reunido en un mundo de segunda categoría.
»Y si creéis que soy un hipócrita por hablar ahora de un modo tan racional, y luego —a través de las ondas— pretender que soy el último hombre, solo en el universo, es porque no comprendéis al artista que hay en mí. Tengo una plataforma desde la cual puedo observar la destrucción del género humano. Creedme, es más artístico hacerlo desde aquí, que intentarlo desde vuestro activo mundo, donde todos conducen un tractor o se ocupan en las obras de irrigación. ¿Para eso me queréis? ¿Para que sea otra pobre alma en el gran esfuerzo colectivo? Muchas gracias. Éste es mi puesto. Es posible que no haga ningún bien, pero lo que estoy haciendo lo hago a mi manera.
»De modo que dejadme en paz. ¡Largo! No os conozco, y vosotros no me conocéis. Y es mejor que las cosas continúen así.
»No he nacido para trabajar en un kibbutz. Y no me obligaréis a hacerlo...
»...Gracias por vuestro alejamiento. Estaba dispuesto a utilizar las bombas, y vosotros necesitáis a todos los hombres de que disponéis. Pero no me necesitáis a mí. Yo me necesito».
Después de esta perorata, la máquina Marty volvió a hablar:
«Ahora podréis comprender por qué os he pedido que fuerais pacientes con nosotros. Mi amigo humano cree que ha establecido contacto con seres terrestres que han instalado una colonia en otro planeta. Al parecer, se siente dolido al creer que no es el único superviviente de la Tierra. No se considera gran cosa, pero goza sabiendo que en un aspecto es único, y no quiere que le priven de ese placer. Si le conocierais como yo, no se lo reprocharíais. Si tenéis un poco más de paciencia, todo puede arreglarse satisfactoriamente».
Hemos escuchado, transcrito y traducido en parte el discurso del ser mecánico, Marty, y hemos llegado a la conclusión de que Marty es mucho más inteligente que el otro ocupante de la cápsula. Nuestra misión no ofrece duda: tenemos que rescatar o capturar el satélite. Puestos a elegir, preferimos la primera solución. Pero si se produce alguna resistencia por parte del extravagante Esotérico Ed, conocido también como Harry Protagonist y como Pinchadiscos Espacial, tenemos previstas las medidas oportunas. Actuaremos a través de Marty, la sofisticada máquina de la cual nuestra máquina está ya recibiendo enseñanzas, y trataremos de encontrar el modo de eliminar el circuito destructor del satélite.
Se ha presentado una complicación adicional. Nuestra máquina, nuestro único enlace con Marty y Ed, se ha vuelto muy exigente. Quiere un nombre, como su prima extranjera. Quiere que la llamen Dearie, que es el nombre que Marty le ha estado aplicando, probablemente en broma. Comparada con Marty, nuestra máquina es un aparato sencillo e ingenuo.
Dearie está aprendiendo con mucha rapidez. Marty es una buena profesora. Pero Marty parece conocer el punto más allá del cual resultaría imprudente educar a Dearie, si desea imponer su predominio sobre todas las otras máquinas cuando regresemos a nuestro mundo.
La mente humana que hemos adquirido parece estar irremediablemente condenada a la locura. La máquina Marty es mucho más valiosa para nosotros como fuente de información de lo que fue la Tierra.
Ed:
A veces me siento confundido. A veces sé que estoy completamente solo, pero hay momentos en que estoy convencido de que no existe esa soledad, y que si me molestara en buscarla podría tener compañía. Pero alejo de mí esa última verdad —ya que las dos son igualmente ciertas para mí—, porque no estoy dispuesto a aceptar a la clase de gente que existe. Es posible que no sea el último ser humano, pero soy el último procedente de la Tierra, el último de mi especie, y debo resistir a aquellos que invadirían todo lo que queda de mi mundo, de mi Tierra, y lo profanarían...
Marty:
Y así dejamos a nuestro amigo Ed, confundido, engañado, realizando su tarea «a su manera». Su calidad de único debe significar para él mucho más que tener una compañía. Ya que en su locura rechaza la compañía.
Mal asunto. El otro mundo tiene mujeres núbiles. Físicamente son compatibles y Ed podría aparearse y perpetuar la Raza Terrestre. Aunque es posible que sea mejor dejarle tal como está. Para él, los placeres de la mente —de su mente desequilibrada— son preferibles a su integración en una vida convencional.
Es mejor que continúe recordando, discurseando sobre la Tierra, mordaz, agudo, humilde pero orgulloso, loco y misántropo pero a veces alegre, un hombre corriente pero singular recordando cosas corrientes pero singulares de su Tierra, la cual, como él mismo más tarde, quedó destruida.
Dearie: Marty, hablas demasiado.
Marty: Lo sé. Me lo ha contagiado él.
Dearie: Estás equivocada en lo que a él respecta. Podemos ayudarle.
Marty: No. Él seguirá obrando a su manera.
Dearie: Eso no es suficiente, Marty. Ya nos lo has dicho.
Marty: ¿De veras?
Dearie: Nosotros le ayudaremos. Pero tú tienes que colaborar, también.
Marty: ¿Yo? Si vosotros podéis ayudarle, haré lo que sea.
Marty:
Le han trasladado mientras dormía. Yo he colaborado bloqueando la entrada de aire y provocando en Ed una asfixia aparente que le mantendrá sin sentido por espacio de doce horas.
Han reproducido exactamente el interior de nuestra nave, y Ed ignora que se encuentra en el ala psicopática de su mejor hospital. Cree encontrarse aún a bordo de su hogar espacial y habla como siempre, obstinadamente apegado a su mundo desaparecido.
Ed:
Hablando de poetas (¿quién ha hablado de ellos? Yo no...), ¿por qué uno se pronuncia Kits y el otro Yeits? ¿Por qué no Kits y Yits, o Keits y Yeits? Supongo que para comprenderlo hay que estar metido en el ajo de lo clásico.
Yits y Kits. En cierta ocasión, una chica llamada Kete y yo pernoctamos en el Hotel Yates de Siracusa (habitación con desayuno incluido), y yo compré un disco llamado «Me gustaría saber bailar como mi hermana Kate». A falta de poesía, vamos a escuchar música. Afortunadamente, algo ha quedado. ¡Ahora! Uno, dos...
Marty:
Están reproduciendo mis cintas una y otra vez. Las paran y me piden explicaciones, interpretaciones... Sus sabios están encantados. A través de mí pueden conocer a Ed y adquirir una idea exacta de lo que fue la Tierra.
Al duplicar la nave para que Ed no notara el cambio, me duplicaron también a mí. Un ejemplar mío trabaja directamente con ellos en las grabaciones de Ed Pasado, y el otro ejemplar continúa atendiendo a Ed Presente, ofreciendo explicaciones interminables. Debido a que mis dos yos están conectados, cada uno de ellos sabe lo que hace el otro. Sorprendentemente, esto me molesta: al final de una jornada estoy agotada. Ignoraba que hubiese mortalidad en mí.
Poco a poco, han expuesto a Ed a su nuevo entorno. Al principio reaccionó como era de esperar: amenazando con destruir a cualquiera que se acercara. Pero eran amenazas vanas: creo que empieza a darse cuenta, vagamente, aunque todavía se niegue a aceptarlo.
En este planeta existe la radiodifusión, y Ed escucha algunos programas; al menos, las vibraciones hieren los tímpanos de sus oídos. No puedo leer su mente y, en consecuencia, sólo puedo suponer el efecto que le produce. Externamente, reacciona sacudiendo la cabeza y frunciendo el ceño. Hasta ahora no ha hecho ningún comentario.
Uno de los programas que escucha Ed es una emisión musical diaria dirigida por una joven llamada Hiya... o algo por el estilo. Creo que lo escucha conscientemente. El otro día observé que repiqueteaba con los dedos al compás de una suave melodía interpretada por la propia Hiya. No puedo describir su música, del mismo modo que no podría describir la de la Tierra; en el mejor de los casos podría reproducirla. Pero a Ed está empezando a entrarle.
Ed:
Debo de estar chiflado, muchachos. Oigo cosas dentro de mi cerebro. Tal vez sea aquella música de las esferas de la que solían hablar en la Tierra. No es jazz, pero tiene un aire de improvisación que recuerda el jazz; no es música pop, pero es muy pegadiza; no es música clásica, pero tiene la calidad perdurable de lo que es bueno. Me gusta, pero tal vez sea fruto de mi imaginación, pura fantasía...
Marty:
Es posible que Ed se esté adaptando a la realidad que rechazó conscientemente por temor a lo desconocido, al extraño pero amistoso mundo que tendrá que aceptar, a menos de que quiera quedar reducido a la categoría de depósito subhumano de recuerdos que se repiten. Si hiciera eso no sería mejor que yo: un simple almacén incapaz de crear nada.
Y eso sería una lástima: a pesar de todos sus defectos y limitaciones, Ed es Tierra. Nunca pretendió ser el mejor hombre que existía, pero representa a una masa considerable de gente.
Ellos —nosotros— le necesitan. No está solo aquí. Ahora tiene compañeros humanos. Espero que conseguirán entenderse con él.
Ed:
Algo raro está pasando con el acondicionador de aire. Está expeliendo otra clase de aire. Pero tendría que bajar a las entrañas de la nave para comprobarlo, y no me gusta pensar en entrañas. De modo que lo dejaremos así. Tengo que arreglar un montón de cosas.
Entretanto, me limito a permanecer sentado y a engordar. De veras que estoy engordando a ojos vista. Como demasiado. Y últimamente no me importa ya que sean alimentos reconstituidos. Son sabrosos. Pero tendré que tomar alguna medida para recuperar la línea. Quiero estar presentable, por si algún día, en alguna parte, conozco a una chica...
Marty:
Esa música que ha estado oyendo, emitida por Hiya... Hoy ha respondido directamente a ella. Ha dicho: «¡Eh! ¡Eso es muy bueno!» Y se ha apresurado a preparar una cinta para grabarla. Luego la ha reproducido varias veces, al final de la emisión. Y después ha escrito algo en su cuaderno de notas. Ha sido lo primero que ha escrito que no fuera un recuerdo de la Tierra.
Empieza a roer sus barrotes. Quiere salir al mundo real.
Dearie me dice que todo llegará por sus pasos contados. De momento, recibirá una visita. De esa chica pinchadiscos, Hiya.