capitulo XIX
EL viaje estaba siendo lento y pesado, los caminos estaban enfangados por las constantes lluvias y Jason temía que comenzase a nevar de un momento a otro. Ya estaban en diciembre y no sería tan raro. Ya empezaba a arrepentirse de haber aceptado desviarse para visitar a la amiga de Alex. Habían salido el día anterior por la tarde, hicieron noche en el camino y continuaron su ruta hasta Sainte Cecile. Acompañaban a Max y Chloe, iban en un coche alemán de lo más confortable y la conversación era bastante amena. Pero la falta de intimidad le irritaba un poco, ahora que volvía a encontrar a Alex quería tenerla solo para él. Sin contar que deseaba preguntarle por el robo del dinero desde el primer día.
La despedida había sido algo triste, y eso que las demás prometieron ir a Le Havre a decirles adiós solo unos días después. Alex lloró y Nicole le golpeó en la base de la cabeza enfadada, le espetó que se dejase de niñerías y le recoló el sombrero que se había movido con el golpe. Tess y Milly rieron divertidas. Chloe le informó que Alex siempre había sido una sentimental. Durante el viaje las dos amigas no pararon de hablar, Chloe más que Alex, aparentemente, y por el gesto de impotencia de su marido, Jason comprendió que nada podía callar a esa regordeta y rubia alemana. Jason tuvo que admitir que le divertía su cháchara, contó numerosas anécdotas de la infancia y adolescencia de Alex, de sus planes absurdos de intrépida y de cómo salían inevitablemente mal, de sus olvidos y sus ataques de genio. Finalmente Alex, sonrojada le ordenó que se callara y acurrucándose junto a él, se quedó dormida.
La visita a Sainte Cecile, fue muy corta, no podían quedarse a pasar la noche puesto que Jack les esperaba y ya iban con retraso. Jason no se había hecho una idea precisa del colegio, pero tuvo que reconocer que el imponente convento de piedra gris le sorprendió. Había niñas en uniforme, de todas las edades que corrían de un lado a otro, se acercaban las vacaciones y se preparaban para volver a casa. Alex le cogió de la mano y se la apretó con cariño, en señal de agradecimiento, mientras esperaban que fuesen a buscar a Maria, o Sor Maria como la llamó la religiosa que las recibió. Verla tan feliz ya hacía que valiese la pena retrasarse dos días más.
Sor Maria era una joven delgada y fina, no muy alta de ojos negros y tez blanquísima. Salió por la puerta del refectorio y las abrazó sin disimulo. Era evidente que se alegraba de verlas
—Mis dos cabecitas locas, no sabéis la alegría que me dais
Maria saludo con una amplia sonrisa a Max, Jason se presentó y la joven les felicitó por la boda, riñendo a Alex por no haberle escrito
—OH, pero te escribí, le di la carta a Teo pero no sé qué hizo con ella, la verdad
—¿Estas segura que se la diste? Tú y tus descuidos — Luego se volvió hacía Jason — Espero que me la cuide, cualquier día perderá la cabeza
Comieron juntos y al caer la tarde se marcharon en un coche alquilado. Chloe y Max seguirían camino a Viena al día siguiente. Ellos no se podían retrasar más.
Jason no se atrevió a mencionar el tema del dinero durante el trayecto. Alex estaba sumamente cansada e incluso pensó que caería enferma. En un mes no había parado de viajar de un lado a otro del mundo, sin contar los problemas emocionales; estaba más delgada, con enormes y negras ojeras bajo los ojos no quería preocuparla nuevamente. Finalmente llegó a la conclusión de que lo mejor y más seguro era plantearle el tema una vez llegados a Nueva York. Alex podría descansar toda la travesía de vuelta. Ambos se merecían ese descanso y quería disfrutar de ella a solas en su camarote sin más disputas ni peleas. De todas formas, no tenía sentido plantear la discusión en Francia, Jason había hablado con Teo y estaba convencido de que el dinero no lo tenía ni él ni las amigas de Alex. Si era necesario ponerlo de su bolsillo, lo haría sin pestañear, aunque eso le arruinase. Ese dinero estaba destinado a una serie de pagos necesarios para el mantenimiento de la compañía. No dejaría que la Naviera Anderson se hundiese, podía hacer frente si necesario. Nunca le había interesado en demasía ser rico, solo deseaba poder confiar en su esposa y saber que había hecho con tanto dinero.
Retrasaba el momento pero sabía que era una discusión inevitable. Era mucho dinero el que estaba en juego, dinero para pagar mercancías y acreedores y no tenían liquidez suficiente en ese momento para hacer frente a ese desembolso, a menos, por supuesto, que vendiesen uno de los barcos, pero eso sería un duro golpe para la empresa. Jason se culpaba a sí mismo, no debía traer tanto dinero a casa, pero con la proximidad de las fiestas y la inseguridad que reinaba en el puerto de Nueva York pensó que sería lo mejor. Por supuesto, no contó con Alex. En cuanto llegase instalaría una buena caja fuerte y otras medidas de seguridad.
En Le Havre les esperaban impaciente. Jack estaba nervioso porque las nieves no tardarían en llegar y ya llevaban retraso, los hombres estaban aún más nerviosos, querían volver a casa por navidad. Habían minimizado las perdidas comprando nueva carga y vendiendo lo poco que habían traído. Aun así el contrato de enero estaba perdido y eso era un duro golpe. Phil hacía días que se había marchado, y ellos tenían que zarpar esa misma tarde con la marea. Desde que llegó Jason empezó a dar órdenes en todos los sentidos, dejando a Alex en manos de Nicole, Tess y Milly que habían cumplido su promesa de venir a despedirla al puerto a pesar de que el viaje de ida y vuelta, era agotador.
Alex las abrazó con fuerza, y no pudo retener las lágrimas.
—Os voy a echar terriblemente de menos, sobre todo en navidad
—Es hora de que te vayas acostumbrando a tu nueva vida — le reconvino Nicole componiéndole el abrigo correctamente, era evidente que se concentraba para no llorar — Ahora tienes un marido, pronto tendrás una familia y...
—Volveré en el próximo viaje que haga Jason, prometedme que vendréis a verme...estoy segura de que os gustará Nueva York
—Prometido — Le miro con cariño Tess, vestida de luto — Ahora tengo bastante tiempo...ya sabes
Alex no puedo evitar una risa nerviosa y las abrazó nuevamente. Hacía mucho frío pero retardaba el momento de embarcarse. Milly estaba en un segundo plano y la miraba con una sonrisa triste. Alex pensó que era algo extraño que su amiga no hiciese ningún comentario irónico
—Ha recibido carta de Londres, sobre su padre, y se ha quedado algo triste, no te preocupes, se le pasará — Le dijo Tess al oído aprovechando un último abrazo
Subió a bordo con lágrimas en los ojos, pero sus amigas no se movieron. Volvió a decirles adiós desde cubierta, mientras el barco se alejaba. Jason se acercó por detrás y la abrazó por la cintura. Alex apoyó la cabeza contra su pecho y, abrigada por sus brazos, se concentró en el puerto hasta que lo perdió de vista. Se sentía tan bien y tan protegida que se hubiese quedado en esa posición durante horas
—¿Estas triste?
—Un poco
—¿Te arrepientes de venir conmigo?
—¡Por supuesto que no! — Alex se volvió y lo abrazó con fuerza — Volveré a verlas pronto, vendré contigo en uno de tus viajes y ellas pueden venir a visitarnos. Ahora tengo una nueva vida contigo, Jason, y soy yo la que la ha elegido, para siempre — Él le besó el pelo emocionado
El viaje de vuelta fue tranquilo. Alex necesitaba descanso y a pasar de los temores de la tripulación no hubo ni nieves ni tormentas. Jason la presentó como su esposa, para aquellos que aún no lo sabían, y como tal dormía en su camarote, sin subterfugios ni mentiras. No hacía falta esconderse y Alex pudo disfrutar verdaderamente de su marido. Le gustaba despertarse con él para luego volver a dormirse. Daba largos paseos por cubierta, bien abrigada con una de las capas de Jason, era la tercera vez que hacía la travesía y empezaba a estar acostumbrada y a conocer las etapas. Empezaba a gustarle el mar, era evidente que llevaba el espíritu marinero en la sangre.
Los hombres estaban nerviosos, deseosos de llegar a casa y pasar las fiestas en familia, y Alex se sentía algo culpable de haberles hecho venir solo por ella. Jason le había pedido perdón por la pelea que tuvieron en Nueva York, por lo que había pensado de ella, por su falta de confianza, y aunque no habían vuelto a sacar el tema, Alex se daba cuenta que su marido aun lo tenía presente y que hacía esfuerzos por hacerse perdonar. Si hablaban de sus amigas él se apresuraba a hacerle ver que las apreciaba y se interesaba por cada una de sus anécdotas. En esos momentos se lo hubiera comido a besos. A fin de cuentas, ella había cometido una locura al escaparse y estaba segura de que aquel viaje del Spectre solo ocasionaría perdidas, también ella debía hacerse perdonar.
Alex tenía presente los consejos de Phil y Teo, si quería que él se abriese, primero tendría que hacerlo ella, aunque le costase. Intentó ser lo más sincera posible, contarle todos y cada uno de los capítulos de su vida, hablarle de Olivia, de la guerra, de los problemas de Nicole, de Max ... Jason le escuchaba con atención y Alex sentía como le quería más y más según pasaban los días. Antes de que terminase el viaje Jason sentía que conocía a aquellas muchachas desde hacía siglos, las admiraba por su inquebrantable amistad y por todo lo que habían pasado.
Para finales de la primera semana, Jason comenzó a abrirse, le habló de sus padres, del colegio, de la enfermedad y muerte de su madre y de su hermana pequeña, de su miedo al saberse solo, de su amor al mar, a los barcos y al viejo Anderson. Le costaba y no se sentía cómodo hablando de aquellos temas pero Alex no volvió a sacar el tema, ni hizo comentario alguno, dejaba que las cosas saliesen naturalmente. El hecho de que lo supiese y respetase su silencio le hizo quererla mucho más.
Sin embargo Alex notaba que algo no iba bien, Jason estaba preocupado por algo y ella no lo sabía definir exactamente. Algunas veces; había desconfianza en su voz, en su manera de tratarla y eso la mortificaba. Alex estaba convencida de que Jason aun no confiaba enteramente en ella y no podía adivinar el por qué. Estaba dispuesta a demostrarle lo contrario aunque le llevara años el conseguirlo. Con esta convicción se enfrentó a la visión a la lejos del puerto de Nueva York.
La tripulación lanzó gritos de júbilo. Empezaba a nevar y solo faltaba una semana para navidad.