capitulo X
ESA noche no durmió absolutamente nada. Se paseaba por la habitación nerviosa intentando calmarse. Nunca se había encontrado en semejante estado de ansiedad, siempre se había considerado una persona tranquila, que podía hacer frente a todo tipo de situaciones. Ahora estaba al borde del colapso. Claro que nunca se había encontrado ante alguien como Jason, nunca se había enamorado. No podía recordar la última vez que había levantado la voz en una discusión mundana. Debía de estar aún en el colegio. Pero ese hombre tenía la virtud de sacar lo peor de ella. Había despedido a Mary rápidamente, nada más llegar, no podía soportar su expresión asustada y sus manos temblorosas.
Tras varias visitas al retrete, Alex se tumbó en la cama y respiró profundamente. Ese estúpido, engreído, egoísta y déspota ¿Quería una fiesta? Pues tendría su maldita fiesta. A fin de cuentas, Alex había vivido en una casa donde las recepciones, bailes y cenas estaban al orden del día, teniendo poco servicio, las chicas y ella misma habían colaborado en la preparación y organización de los eventos sin que por ello estuviesen autorizadas a participar. Daría una fiesta de la que se hablaría en todo Nueva York durante semanas, sería la mejor de la temporada. No sabía gestionar una naviera, ni llevar las cuentas, era incapaz de conseguir que un hombre le pidiera matrimonio... pero sabía hacer fiestas. Eso sí. Se hizo con papel y lápiz y empezó a escribir, lista de lo que tenía que hacer, del menú a servir, personal necesario, camareros, músicos...y por supuesto estaba el tema de la decoración.
A partir de la mañana siguiente, Alex se dedicó en cuerpo y alma a la preparación de la fiesta. Nada más bajar al salón, arrancó las pesadas cortinas, abrió las ventanas que daban al jardín y lo miro todo evaluando el tiempo y el dinero que tendría que dedicar a esa vieja casona hasta convertirla en la mansión más chic de toda la ciudad. 15 días no era tiempo suficiente pero no tenía que arreglarla entera, bastaba con renovar la planta baja, la entrada, el salón, el comedor y la sala de baile...quizás también el jardín, solo la parte visible para los invitados. El resto de la planta baja y al segunda planta, quedarían para más tarde.
Para cuando Morris llegó, acompañado de Wright, ambos preguntándose de que humor estaría la joven, Alex ya estaba vestida y preparada para salir y tenía una larga lista de cosas que hacer y que encargar a otros.
—¡AH!, Morris, al fin llega. Ya era hora, tenemos muchas cosas que hacer: Quiero que todos estos muebles desaparezcan,
—¿Que desaparezcan?
—Sí, lléveselos, quémelos, regáleselos a los pobres, si es que alguien los quieren, que lo dudo... el caso es que esta tarde no quiero verlos aquí. Puede dejar la mesa del comedor y el aparador, el resto lo quiero fuera para cuando vuelva. También las cortinas — Señaló el suelo mostrando las cortinas que acababa de arrancar — y esas horribles alfombras. Espero que tengamos un buen desván. Contrate los hombres que haga falta.
—Pero...
—No me discuta, Morris, no tengo tiempo y no estoy de humor. Volveré a la hora de comer y quiero que para entonces todo este hecho, también quiero que esta tarde se presenten aquí un equipo de pintores y cristaleros, elegiremos una pintura clara para la sala de baile y el comedor y una algo más alegre para la entrada y el salón. Del resto de la casa nos ocuparemos más tarde.
—Esto... — Morris parecía perdido y miraba a Wright en busca de ayuda pero el joven capitán parecía anonadado e incapaz de reaccionar
—Quiero que empiecen a pintar mañana mismo, y que también cambien los cristales, esos esmerilados son horribles, esto parece un mausoleo, es necesario que entre el sol. Quiero que la semana que viene puedan traer los muebles....
—¿Que muebles?
—No sea obtuso, hombre, los que voy a comprar ahora mismo, aquí tiene la lista de lo que tendrá que hacer mañana, antes de venir. Verá que hay que contratar camareros para la cena y músicos para el baile, pero no se preocupe, usted haga una primera selección y yo les entrevistaré para contratarlos, estoy segura que debe haber agencias dedicadas a ello...
—¿Hortensias? — Leyó la lista, algo perdido
—Flores, tendrá también que encargarlas para que las traigan el día de la fiesta por la mañana, las quiero frescas — Se puso los guantes con un movimiento decidido — Me decepciona Morris, me decepciona mucho, le creía más activo, vamos, vamos... — Luego se volvió hacía el Capitán que la miraba sin dar crédito — Wright, usted va a acompañarme, vamos a visitar tiendas de muebles y de telas, hay que cambiar las tapicerías, y ¡los uniformes de los criados! Son antediluvianos...como los criados mismos, todo sea dicho, pero que le vamos a hacer — Wright le lanzó una mirada desesperada — No ponga esa cara hombre de Dios, que no le llevo al calvario
—Preferiría la crucifixión
—No se preocupe. Es lo que tendrá si no empieza a moverse, también quiero una lista de invitados y un modelo de la invitación que se ha enviado a la imprenta...
Alex se volvió, estaba magnifica con su abrigo verde con bordados y su sombrero ladeado a la última moda de Paris. Todo comprado con la ayuda de Nicole antes de partir. Lanzó una mirada algo exasperada a los tres hombres que, pasmados, se encontraban plantados en el hall, sin saber cómo reaccionar: Wright, aun medio dormido, Morris con cara de niño perdido y pasándose un pañuelo arrugado por la sudorosa calva, y Byron con la boca medio abierta, no estaba acostumbrado a tanta actividad. Parecía que no la habían oído, o que Alex hablaba en otro idioma. Iba a perder la paciencia, y no era el momento.
—¡En movimiento! — Les gritó — Byron
—Señora
—Aun no he acabado con usted, no he olvidado lo de ayer
—No lo dudo, Señora
Cuando al fin cogieron el carruaje eran las 9 y media pasadas, el día había amanecido gris, como el humor de Alex, y empezaba a hacer frio. Wright no dijo nada durante el trayecto, era evidente que había dormido poco y mal. De hecho había esperado encontrarla dormida y poder desayunar a gusto. No se suponía que las fulanas dormían hasta media manan? Alex le pidió noticias de Teo y de su viaje, esperando, aunque no quisiese admitirlo, tener al mismo tiempo noticias de Jason. Una vez pasada la noche, el enfado se había calmado, y tenía que reconocer que no había sido la mejor anfitriona y que sabiendo como sabía lo que sentía Jason por su abuelo, quizás debiera haber sido más delicada. Phil le informó que habían partido al amanecer, iban a la capital. No lo dijo claramente pero Alex dedujo que no habían dormido ninguno de los tres. Se habían ido de juerga, el enfado volvía a subir. Tenía que controlarse, no podía alterarse de esa forma por cualquier cosa relacionada con Jason. Aunque la imagen de este en los brazos de una mujerzuela del puerto no se le borraba de la mente y le afectaba especialmente.
Compró de forma compulsiva, aunque tuvo que informarse donde estaban las tiendas de muebles y telas más importantes, Phil conocía los mejores artesanos de Nueva York, y no le fue difícil encontrar lo que buscaba. Además, una vez encontrada la primera tienda, el resto siguió sin problema, unos y otros iban recomendando y, además solían estar agrupadas y era fácil ir de una a otra. Alex iba apuntando en su pequeña libreta todas las direcciones, lo que le gustaba, lo que compraba y el plazo de entrega con una diligencia casi profesional. Phil estaba tan asombrado que casi no podía reaccionar. Por otro lado, no quería muchas cosas, le gustaban más los espacios abiertos y no las casas recargadas. Encontró igualmente pinturas y grabados que iban a la perfección con el color de las paredes... Las telas fue otro cantar, pasó más de dos horas eligiendo y discutiendo con los tapiceros, que pronto comprendieron que no era una dama fácil de tratar. Estaba orgullosa de sí misma. Si Morris había hecho todo lo que le había ordenado para el final de esa semana la fiesta estaría más que encarrilada. Además le encantaba comprar sin escatimar gastos, hacía siglos que no tenía que contar hasta el último céntimo para pagar, si en un principio lo hizo como venganza, pronto se dio cuenta de que disfrutaba decorando al casa y preparando al fiesta.
No habían comido nada y eran más de las 4. Wright nunca se había sentido peor, no solo tenía resaca y no había dormido ni comido en más de 32 horas, sino que además era arrastrado de tienda en tienda para discutir sobre muebles y telas. El infierno debía parecerse en algo a ese momento. Había prometido a Jason no dejarla ni a sol ni a sombra, cuidar de ella y ayudarla. Jason no se fiaba de su futura esposa, Phil estaba dispuesto a dar la vida por su mejor amigo pero no estaba seguro de poder seguir ese ritmo mucho más tiempo. Este favor se lo tendría que pagar, y muy caro...
—Güisqui, Byron — Clamó nada más entrar por la puerta; pero para su desolación no había donde sentarse.
El hall, el salón y el comedor estaban vacíos, no había mueble alguno. Tampoco quedaban cortinas ni alfombras. Ni cuadros ni pinturas sobre las paredes. Cogió el vaso que le tendía el viejo mayordomo y sintió como le ganaba la desolación. En el salón unos hombres trabajaban. Dos daban brochazos de pintura rosa y crema a modo de pruebas y un tercero colocaba unas cristaleras nuevas para las puertas del jardín. Morris corrió a su encuentro angustiado
—Tienes que ayudarme muchacho, yo sé mucho de barcos pero esto me supera — Le enseño dos muestras de pintura — ¿Cuál es el color gris niebla?
Alex sonrió al oírlo. Por ese día ya se había vengado bastante de aquellos dos traidores, pero aún le quedaba Byron, aunque su castigo ya estaba en marcha. Se quitó los guantes y el abrigo y les miro de reojo.
—Puede descansar Morris, ya me encargo yo...y el gris niebla es el de la derecha, aunque no me convence, demasiado triste — Les dirigió una sonrisa radiante — han sido los dos muy amables, a partir de ahora puedo ocuparme de todo yo sola. Les pediré ayuda si lo necesito, mañana hablaré con los camareros, con los músicos y con la florista que el Sr. Morris tan amablemente me ha buscado, porque me la ha buscado, verdad? — Morris tragó saliva angustiado y asintió — y luego buscaré una buena modista para las cortinas y los uniformes del servicio, ah Morris, supongo que podrá buscarme un buen jardinero que arregle ese desastre...— Dijo señalando el jardín, y al decirlo se dio cuenta que estaba cansada, muy cansada...y hambrienta por ende.
—Vendré mañana a la misma hora — Suspiró Wright con resignación
—No hace falta, ya le digo que puedo ocuparme yo sola
Pero Phil se presentó al día siguiente y al siguiente. Alex empezaba a sospechar que lo hacía siguiendo las órdenes se Jason y aunque apreciaba su compañía le molestaba sobremanera saberse vigilada. No estaba acostumbrada, a parte de sus amigas, llevaba sola desde los 15 años y el tener carabina no entraba en sus planes. Al finalizar la primera semana empezó a perder paciencia y le dejo claro que no deseaba volver a verle rondando por la casa como alma en pena. No hacía más que entorpecer los trabajos, seguro que tenía cosas más interesantes que hacer. Por eso cuando el lunes de la segunda semana oyó que alguien se llamaba la puerta y preguntaba por ella, sintió ganas de dar un buen grito.
Salió al hall dispuesta a empujar a Phil a la calle si era necesario, los pintores ya habían terminado al igual que el cristalero, los muebles llegarían el miércoles, una vez la pintura seca, ya tenía camareros y doncellas, vajilla y cristalería, manteles y músicos, faltaban los candelabros y las alfombras, las cortinas estaba en confección y para el miércoles estarían listas. El despacho también estaba en reforma, pero corría menos prisa. En ese momento se ocupaba del menú y luego podría pensar en descansar.
—Buenos días, Miss Anderson — Para su sorpresa no era Phil sino el ser más guapo que Dios había osado poner sobre la tierra — Mi nombre es Longtown, Capitán Paul Longtown
—Capitán..., — Hizo un leve moviendo con la cabeza a modo de educado saludo. Era alto y delgado, con un fino bigote rubio y un cuerpo digno de un Apolo griego, tenía los ojos azules y una sonrisa blanca y perfecta. En realidad todo en él era perfecto. Tanto que daba grima si se paraba a pensarlo.
—He venido a presentarle mis respetos, soy el capitán del "Reina Isabel" — Al ver su cara de extrañeza continuo — Uno de sus barcos
—Es un placer Capitán — Ahora le tendió una mano amistosamente
—Veo que está muy ocupada — Él se limitó a fingir un delicado beso en el dorso
—Si, era necesario cambiar la decoración de la casa. Voy a dar una fiesta y...
—¡Por supuesto! — río divertido y sus ojos brillaron con una luz especial — La famosa fiesta, no se habla de otra cosa en todo Nueva York — Alex levantó una ceja divertida — ¿No lo sabía? ¡Todo el mundo quiere conocerla!
—¿Incluido usted?
—Incluida mi humilde persona, si — Tenía una sonrisa encantadora
—Siendo no poder ofrecerle gran cosa, pero si le apetece un café o un te...
—Será un placer...
Paul Longtown pasó con ella una buena parte de la mañana, era un excelente conversador y un hombre de mundo, que tuvo la virtud de hacerla reír, como no lo hacía desde hacía mucho tiempo. Al día siguiente le envió un enorme ramo de flores rojas y una nota invitándola a pasear en Landau descubierto y conocer así la ciudad. Era un plan tentador. Llevaba más de una semana teniendo como única compañía al Sr. Morris y a Wright y ambos le recordaban a Jason, necesitaba hablar y reír, olvidarse de todo lo que estaba pasando. Los trabajos en la casa iban muy adelantados y su presencia no era ya absolutamente necesaria. Aun dudaba si aceptar puesto que no sabía si sería conveniente o no que una dama fuese sola... cuando comprendió que ni Morris ni Phil aprobaban su amistad con el joven y guapo capitán, incluso Byron estaba contra. No había más que hablar, iría de paseo con Paul Longtown.
El paseo fue más que agradable, Paul era un sinvergüenza, pero un sinvergüenza encantador. Le hacía reír y le ponía al día de los últimos y más jugosos cotilleos de toda la ciudad. También le habló de Jason y sus innumerables aventuras, Alex comprendió que solo deseaba ver su reacción y no le dio importancia, no se dejaría provocar. No iba a permitir que un paseo tan agradable se echara a perder por unas murmuraciones que, en teoría, no debían importarle. Paul se despidió unas horas más tarde proponiéndole volverse a ver al día siguiente.
Tanto el miércoles como el jueves Alex amaneció con un magnifico ramo de flores y el ceño fruncido de Byron, y no sabía cuál de las dos cosas le hacía más gracia. Para el jueves todo estaba ya en su sitio, solo faltaban las flores, Paul le había invitado a pasear por el parque esa mañana y había decidido aceptar. Empezaba a apreciar su compañía, pero debía ser sincera con ella misma, cada gesto, cada expresión, cada palabra que el joven capitán pronunciaba, Alex lo comparaba con los que Jason hubiese dicho o hecho en una situación parecida. Al final tuvo que admitir que, a pesar de los pesares, seguía pensando en él, que le seguía queriendo, no le había olvidado y lo que era aún peor, le echaba tremendamente de menos, contaba los días que faltaban para verle. No sabía si Paul se estaba enamorado de ella, o si tenía un cierto interés en que su relación fuese más allá de la simple amistad, pero si era así debía dejar las cosas claras lo antes posible. Debía ser honrada.
El otoño ya estaba bien avanzado y empezaba a hacer frío, el parque era inmenso, el más grande que Alex viese jamás, como casi todo en aquel país, y algo salvaje también. Todo en aquella ciudad, en aquel país era enorme y desmesurado. Las hojas secas inundaban los senderos y todo tenía un color gris y parduzco. Alex había ido sola y andando, pese a que no debía hacerlo puesto que no estaba bien visto, necesitaba volver a tener un poco de libertad y no creyó molestar a nadie. Estaba sentada en uno de los bancos pensando. Pensaba que aquella ciudad podía llegar a gustarle, era grande y nueva, pero hermosa, su casa podía llegar a gustarle, sobre todo ahora que la estaba redecorando y haciéndola suya, pensaba que sería muy bonito compartir todas aquellas pequeñas cosas con Jason. Hacerlas juntos. Aunque quizás debería dejar de soñar y aceptar que Jason y ella jamás tendrían una vida normal. No, no podía quedarse en Nueva York sin más, si Jason se lo pidiese....
—¿Nadie le ha dicho que el azul marino le sienta muy bien, Alexandra?
—OH — Se asustó saliendo de sus ensoñaciones — Paul, no le había visto venir, ¿Como esta?
—Perfectamente — Sonrió— Adoro ese ligero acento francés, no cambie — Se sentó a su lado regalándole una de esas maravillosas y deslumbrantes sonrisas blancas — Le he traído algo
Del bolsillo de su abrigo saco un pequeño paquete en papel de periódico. Alex le miro interrogativa, y luego lo abrió, era un cartucho de castañas asadas. El día anterior al ver a una vendedora ambulante había manifestado su deseo de probarlas, le recordaban a su niñez en Londres, a su madre y a su tía. Paul era un encanto. Tenía detalles y atenciones que la hacían sentirse querida e importante. Nuevamente lo comparó con Jason y sintió el frío de la decepción. Esto lo hacía todo más difícil.
—Paul...
—Aja — Le miro con una sonrisa de comprensión en el rostro — Así que este es el momento en el que me dice que no está enamorada de mí y que no es justo que abrigue determinados sentimientos que nunca se verán correspondidos — No había dejado de sonreír, y lo había dicho todo con tal tono de solemnidad que Alex estaba anonadada. Le ofreció una castaña que Alex cogió sin rechistar.
—¿Cómo sabía lo que le iba a decir?
—Porque soy un mujeriego empedernido y conozco a las mujeres como la palma de la mano — Era de una suficiencia espeluznante — Pero he de reconocer que no me sueltan esa frase muy a menudo, normalmente soy yo quien...
—Estoy prometida, Paul...
—Pero no es a ese francés al que ama...
—¿¿¿Cómo se atreve???
—Porque soy terriblemente guapo y no puede enfadarse conmigo — Alex abrió la boca para protestar, pero al ver su sonrisa radiante y su pelo perfectamente peinado, se dio cuenta de que era cierto y acabo por soltar una magnifica y anti femenina carcajada
—Tiene toda la razón, es usted insufrible, pero no puedo enfadarme, es más se lo agradezco Paul, creí que sería terriblemente violento y usted lo ha hecho mucho más fácil...¡¡¡incluso lo ha expresado mejor que yo!!! — cogió otra castaña y le miro divertida — Bien, hablemos claro, pues: Si sabe que no tiene nada que hacer conmigo desde el principio ¿por qué persevera? ¿No será uno de eso hombres obsesionados con el amor romántico y esas cosas? — Levantó una ceja sabiendo que la respuesta seria negativa y esta vez fue él el que rompió a reír
—Dios me libre de convertirme en un triste sentimental, Señora mía
—Empiezo a apreciarle Paul
—Y yo a usted, Alexandra...pero no nos pongamos sentimentales
—Llámeme Alex
—Con gusto y placer, Alex
—Bien, y ahora que somos amigos, ¿puedo saber por qué persevera cuando podría tener a media Nueva York a sus pies con solo mostrar su sonrisa?
—Me gusta su estilo, Alex, es usted una observadora
—Gracias, ¿otra castaña?
—-Si, gracias ¿Quiere toda la verdad?
—Y nada más que la verdad
—¡Que solemnidad! Bueno, pues primero tenía cierta curiosidad por conocerla, la mujer que ha conquistado a Neville, como para que la llevara en su barco, tenía que ser más que interesante.
—No le he conquistado, no tenía más salida que llevarme, pero...¿lo soy?
—¿Interesante? Mucho, mucho más de lo que me esperaba, querida, mucho más. Pero no se llame a error, Neville nunca se ve obligado a nada, hace lo que le viene en gana, si no hubiese querido llevarla no lo hubiese hecho. Lo que demuestra...
—¿Lo que demuestra?
—Que es usted terriblemente interesante, querida
—Es usted un hipócrita adulador, Paul
—Lo sé, lo soy desde niño, no puedo evitarlo.
—Continúe
—Luego comprobé que el bueno de Wright velaba por usted como si fuese la niña de sus ojos...
—Ya le dije que me dejase tranquila — Suspiró hastiada
—Inútil, él la sigue por todas parte, todos nuestros paseos, incluido el presente, están siendo vigilados atentamente — Alex abrió la boca ofendida mirando a ambos lados esperando ver a Phil agazapado tras un árbol como un vulgar ladrón — No, no se preocupe, el bueno de Phil no está locamente enamorado de usted, ha recibido órdenes precisas de Neville de no perderla de vista ni un momento...y él es un buen amigo
—¡¡¡Jason!!!! No me lo creo
—El mismo que viste y calza, no tengo pruebas, por supuesto, pero lo sospecho...con fundamento creo — le sonrió de forma malévola y cogió otra castaña
—¿Y qué motivos tendría él? Y ¿A usted que le importa a fin de cuentas?
—OH, él está interesado en usted y no quiere que se disperse en su ausencia así que el bueno de Wright la vigila y le dará un informe preciso a su vuelta. En cuanto a mí, digamos que Neville y yo nos tenemos cierta antipatía
—¿Puedo preguntar la razón?
—Es evidente querida, yo soy muchísimo más guapo
—Sin lugar a dudas. No hay comparación
—Gracias — No pareció percatarse del tono irónico de ella y esto aún hizo más gracia a Alex
—Pero no creo q esa sea la razón
—Creo que va a llover — Cambio de tema sin más — ¿Andamos? Le acompaño a casa — Unió las palabras a los hechos y la ayudo a ponerse en pie, Alex se incorporó y decidió seguir aquella estimulante conversación. — En todo caso no nos soportamos y si conquistándola a usted podía molestarle a él... comprenderá que no podía perder esa oportunidad, nada personal, entiéndame. Y si no lo conseguía al menos le molestaría saber que nos habíamos hecho buenos amigos, ¿no cree?
—Su plan era deleznable, Paul — Alex no sabía por qué pero todo aquello le parecía terriblemente divertido cuando en realidad era horrible, aquel hombre había jugado con ella solo para molestar a Jason, como si ella y sus sentimientos no tuvieran importancia, sin embargo solo podía pensar que a Jason le importaba lo suficiente como para poner a Wright a seguirla y como para que sus enemigos intentaran conquistarla. Además Paul era tan terriblemente simpático que no había forma de enfadarse.
—Lo sé y lo lamento — Dijo aunque no parecía en absoluto arrepentido— Usted me gusta, Alex, me ha caído bien— se había detenido y en su cara se leía el asombro ante esta revelación, como si el hecho de que Alex le gustase fuese todo un acontecimiento, algo nuevo e inesperado para él
—OH, y usted a mí, Paul, ahora que las cosas están claras, puedo incluso seguirle la corriente si quiere, dudo que tenga mucho efecto sobre el Capitán Neville, pero si quiere, puedo dedicarle dos o tres bailes y una o dos sonrisas de enamorada mañana en la fiesta y...
—Pero yo no estaré en la fiesta, querida
—¿Por qué no? — Sed paró en seco dirigiéndole una mirada ofendida
—Mi presencia no ha sido requerida— Al ver la confusión pintada en al cara de Alex el joven continuo con una cándida sonrisa — Fue Neville quien hizo la lista, ¿no? — Se detuvo un instante dirigiéndole una mirada de complicidad
—Pero yo creí que todos los capitanes de mis barcos estaban invitados — Alex reanudó la marcha lentamente y con cautela
—Todos menos uno...
—¡Eso es inaudito!
—Yo diría que incluso miserable
—¿Cómo se ha atrevido?
—Ya le he dicho que no nos tenemos el menor aprecio, digamos que le he robado varias conquistas y algún que otro cargamento... pero no entremos en detalles innecesarios...
—Si, mejor, no entremos, porque he de suponer que sus métodos no fueron nada honestos
—Nada en absoluto, ¿por quién me ha tomado?
—Merecería usted que le dejase sin ir a la fiesta, Paul, estoy avergonzada y decepcionada de su conducta —Le miro con expresión severa y él puso cara de fingida contrición
—Lo lamento de veras, su opinión cuenta mucho para mi....
—No vuelva a adularme, Paul...
—¿Lo hago bien? — La tristeza había desaparecido de su rostro para volver a mostrar su sonrisa de pícaro, una sonrisa encantadora.
—Fantásticamente, que es lo peor. Vendrá a mi fiesta, déjeme su tarjeta de visita y esta tarde mismo tendrá la invitación. Espero que no sea demasiado tarde para preparar su traje de etiqueta para mañana por la noche
—Ya me las arreglaré — Ahora sonreía como un niño al que se le regala un caramelo.
—Prométame que se comportará como es debido, Paul, no quiero escándalos
—OH, yo lo haré pero dudo que Jason haga lo mismo
—¿A qué se refiere?
—Cuando Wright le haga su informe acerca de mis visitas y cuando me vea en la fiesta... creo que le saldrá humo por las orejas
—¿Humo por las orejas? ¿Qué clase de expresión es esa? — Río divertida, luego le palmeó el brazo — No diga más tonterías, a Jason no le intereso de esa manera que usted sugiere solo quiere asegurarse de que no hago tonterías con la empresa de mi abuelo y...
—Buenos días, Capitán Longtown
Alex casi se cae de la impresión, tan sumida iba en la conversación. Ante ella se alzaba la mujer más gorda que había visto en su vida. Era completamente redonda, la única persona redonda por todos sus lados que Alex conociese. Si se caía al suelo saldría rodando. Iba elegantemente vestida con un traje color lavanda y un enorme y altísimo moño gris. A su lado un hombrecillo de largos bigotes blancos. Paul les presento como el Juez Whitewater y su esposa. A pesar de la interrupción no parecía contrariado en absoluto. Y eso a pesar de que la dama en cuestión le miraba con ojos claramente reprobadores. Inmediatamente se hizo con el brazo de Alex apartándola de Paul que quedó más atrás hablando con el juez.
No pudieron andar mucho, para gran alegría de Alex. Estaba empezando a llover y los Whitewater tenían un coche cerrado, así que se propusieron acompañarla a casa dejando a Paul abandonado en el parque con su permanente sonrisa. Alex le dirigió una mirada asustada, pidiéndole auxilio, pero no hubo nada que hacer. Era evidente que La señora Whitewater era una cotilla sin redención, la quería tener en su poder para sacarle toda la información posible sobre su fiesta, Paris, su familia, su prometido... Cualquier elemento era bueno para la enorme señora Whitewater y no estaba dispuesta a dejarla partir con el bueno de Paul. Antes de darse cuenta Alex se encontró dentro del carruaje de los Whitewater, frente a la enorme señora. Por un momento tuvo la impresión de encontrarse ante un gran dragón vestido de lavanda y pronta a devorarla.
Durante todo el trayecto la atosigó a preguntas y recomendaciones, la buena mujer no veía con buenos ojos a Longtown, al que calificó de calavera, libertino y poco recomendable. Alex le aseguró por dos veces que no había de que preocupares, que por el momento solo conocía a los capitanes de sus barcos y por eso solo se la veía en compañía de Ruth o Longtown, pero la anciana no parecía muy convencida. Miro a su marido buscando ayuda, el pobre anciano se limitó a tocarse el bigote con una infinita compasión por la pobre Alex que había caído en las redes de su mujer.
Alex escuchaba sus recomendaciones sin comprenderla. En su mente solo bullían planes malévolos para hacer sufrir a Jason durante la fiesta, ¿podría verdaderamente hacerle morir de celos, como pretendía Paul? No, no era posible, Jason no le amaba. Seguramente lo tomaría como una afrenta personal por venir de la parte de Longtown pero no por ella. De todas formas, y fuese por lo que fuese, hacerle sufrir, darle celos... era una idea maravillosa, ¿cómo no se le había ocurrido a ella mucho antes?
Habían llegado a su casa, tan contenta iba que olvidó todas su reticencias y dio un beso a la Señora Whitewater sin pensarlo y otorgó una enorme sonrisa al juez, les expresó su agradecimiento por la buena acogida y por sus maravillosos consejos, se mostró compungida por no tener familia en la ciudad, y aseguro a la henchida señora que había tomado sus recomendaciones como si viniesen de su propia madre.
Para cuando bajó del coche, la Señora Whitewater ya la había adoptado y era su más ferviente admiradora. Que poco costaba hacer feliz a los demás cuando ella también lo era.
La fiesta era al día siguiente y tenía mucho que hacer todavía.