Capitulo XIII
ALEX estaba muy atareada y no tenía tiempo para discutir con Byron sobre la falta de seriedad y puntualidad de los obreros que seguían las obras de remodelaron en la mansión Anderson. Tenía mucho que hacer y lo primero era subir a vestirse Y luego, tenía una cena que preparar, una cena muy importante porque sería la última que Teo pasaría en esa casa. Esa misma noche, con la marea alta zarparía rumbo a Europa con Phil. Se preguntó, sin prestar atención a las quejas del anciano, ya vestido de riguroso y sobrio negro, si lo volvería a ver algún día. Alex había tanteado el terreno con Jason, preguntándole si podrían hacer algún viaje de visita a Paris, si ella podría acompañarle alguna vez. Pero su recién estrenando marido se había mostrado más bien evasivo al respecto, incluso reticente y contrario, y Alex había preferido no insistir, no hasta que pasasen las fiestas. Era extraño, Jason parecía querer cumplir todos y cada uno de sus deseos, darle gusto... se quedaron a vivir en la mansión, le apoyaba en las reformas, iban donde ella quería... pero el tema de un viaje a Paris parecía simplemente ponerle de mal humor.
El barco de Phil era el último en partir antes de año nuevo. Solo unos días antes había dejado puerto el Reina Isabel, el barco de Paul. Ambos pensaban estar de vuelta para navidad, así los hombres podrían pasar las fiestas con sus familias. Jason había planeado volver a embarcarse después de año nuevo, y Alex aun meditaba el mejor modo de convencerle de llevarla con él a Europa. Las fiestas de navidad iban a ser algo tristes sin sus amigas, si a eso le añadía el hecho de separarse de Jason más de un mes, Alex estaba convencida de volverse loca. Una solución sería ir con él, podría pasar tiempo con su marido, ver a sus amigas y presentarles a Jason, quería que lo conociesen. Pero tenía que decidir cómo plantear el asunto, el mejor modo de convencer a Jason, aunque en ese mismo momento se le ocurrían unos cuantos bastante gratos. Pero ese tema era tabú para Jason. En realidad, todo lo relacionado con Paris lo era. Y Alex no conseguía saber el por que
Alex tenía que reconocer que era muy feliz, aunque esa felicidad se le antojase muy frágil la mayor parte del tiempo. Jason era atento con ella y disfrutaban de una gran intimidad. Habían retomado la relación que habían empezado en el viaje a Nueva York y no tenía ningún motivo de queja, más bien lo contrario. Si en un principio Alex temió que Jason y ella tuviesen cuartos separados y que él la visitase cuando creyese oportuno, como hacían algunos matrimonios, pronto le dejo claro que no sería así; Compartían dormitorio y cama y Jason hacía uso de sus derechos con más frecuencia de la que se podía considerar decente, para gran alegría de Alex. También hablaban y compartían confidencias. El miedo de Alex de verse completamente abandonada una vez que Jason se hiciese cargo de la naviera iba desapareciendo poco a poco.
Por las mañanas desayunaban juntos y si bien no podía venir a comer todos los días, era puntual a la cena, y compartía con ella todos sus momentos libres. Ella le acompañaba a todas partes, y Phil se quejaba de que le tenía abandonado, de que ya no salían juntos de juerga como antes. Alex sonreía, y disfrutaba sobremanera con sus discusiones y bromas. La complicidad y la ternura eran cada día mayores, y ella cada día más feliz. Jason se había hecho cargo de la empresa y la llevaba con mano de hierro ayudado por Morris, sin por ello privarle de sus derechos. Alex había dejado de lado sus prejuicios, ella no sabía nada de barcos y no tenía intención de aprender a esas alturas, lo dejo todo en manos de Jason y rezó para que no fuese eso lo único que le interesara. De hecho Morris y Jason intentaban involucrarla en ciertas decisiones, explicarle ciertas cosas y para su asombro, en todos los documentos oficiales seguía apareciendo como la dueña del 65% de la naviera y se seguía precisando su firma para todas las grandes operaciones. Un 10% era de Phil y el 25% restante de Jason. Poco a poco, y sin darse cuenta, iba aprendiendo, ciertos términos se volvían familiares, sabían cuando zarpaban los barcos, que cargamento llevaban o si necesitaban reparaciones. Jason había conseguido que, como algo natural, casi como algo propio de la vida diaria, el tema empezara a interesarle
Aunque su marido trabajaba duro la mayor parte del día, ella aún no había tenido tenía tiempo de aburrirse, estaba la decoración de la casa, Teo y, por supuesto, Hortense que la introducía poco a poco en la vida social neoyorquina. Eso suponía visitas sociales, fiestas y reuniones. Si, le gustaba su vida en Nueva York.
A veces, cuando se despertaba, le sorprendía observándola, simplemente mirándola dormir. Se preocupaba de ella y la hacía sentir protegida y segura. Alex sabía que podía contar con Jason para lo que fuese. Sin embargo había algo que no iba bien, o no todo lo bien que debiera. Durante las veladas, o tumbados en la cama tras hacer el amor, mantenían largas conversaciones y discusiones de todo tipo y Alex siempre tenía la sensación de que Jason ocultaba algo, o más bien, que esperaba algo de ella, que dijese algo que ella no podía identificar. Notaba que el tema de Paris le ponía tenso, no era un tema agradable para él, y francamente, los últimos tiempos tampoco para ella así que intentaba evitarlo. No quería hablar de Napoleón, de la guerra o de la ocupación, de la pobreza y de la muerte de amigos y conocidos, a menos que fuese completamente necesario. No deseaba mezclar todo aquel horror con su nueva vida, con su felicidad. A veces dejaba caer alguna anécdota, de forma inconsciente, o le hablaba de sus amigas y el cariño que les tenía y era obvio que Jason deseaba preguntar algo que nunca llegaba a salir.
Alex se preguntaba el por qué. Amaba a Jason y estaba dispuesta a esperar lo que hiciese falta hasta que él se confiase a ella. Pero también deseaba ir a Paris. Las navidades serian un buen momento para intentar convencerle. En todo caso, no sería esa noche. Puesto que esa era la noche de la despedida de Teo y Phil y no deseaba enturbiarla con discusiones maritales.
Jason ya se había vestido, le había hecho algunas bromas acerca de lo que tardaba en arreglarse y había bajado al salón. Morris, Phil y Teo ya estaban allí. Alex se había retrasado expresamente, ocultaba algo a Jason y eso le hacía sentir culpable.
Había intentado convencer a Teo de aceptar el dinero para sus viñedos, pero fiablemente había tenido que admitir su derrota. Teo era demasiado orgulloso y cabezota, estaba dispuesto a dejar pasar esa oportunidad y buscar el dinero por otros medios, medios que Alex sabía que no tenía. Intentó que Jason la apoyase, pero el dinero era otro tema que Jason prefería evitar ¿Cómo explicarle que en Paris Teo no tendría ninguna oportunidad de reunir la suma necesaria? ¿Cómo decirle que sus amigas también necesitaban dinero para sobrevivir? Ella se lo había prometido. Pero Alex no podía disponer de ese dinero, Morris le había dejado claro que sin la firma de su esposo y representante legal, de Jason por tanto, no podía sacar dinero del banco, y cuando esa noche, le había insinuado a Jason la posibilidad de mandarles dinero su cara se había convertido en una máscara de cera. Tendría que abordar el tema tarde o temprano ¿que podría tener Jason contra sus amigas si no las conocía? Si le dejaba gastar a manos llenas, que podía importarle que mandar algo de dinero a Paris?
De todas formas, no podría ser esa noche. Teo se marchaba Alex creía haber encontrado la fórmula para matar dos pájaros de un tiro. Esa misma tarde Morris había venido a entregar a Jason una gran cantidad de dinero, Jason la había guardado en el despacho a la espera de poder concluir un negocio importante y pagar unos créditos al día siguiente. Lo había oído comentar unos días antes durante la cena y no le había dado importancia, pero ahora... Era perfecto, Alex no tendría más que retirarse pronto, buscar ese dinero y ocultarlo en el equipaje de Teo, que para cuando lo descubriese ya estaría en alta mar y no podría echarse atrás. Había escrito una carta explicándole sus intenciones, una parte era para él y sus viñedos, se lo debía aunque él no se diese cuenta o no quisiese aceptarlo por un mal entendido orgullo, o su estúpida dignidad masculina, ¿qué haría al volver a Francia? No tenía dinero, ni proyectos y aquellos viñedos eran el sueño de toda una vida.
Podía considerarlo un préstamo si su orgullo no le dejaba ver más allá de sus narices, pero Alex le ordenaba en la carta que comprase los malditos viñedos y ya hablarían cuando ella fuese de visita a Francia. La otra parte debía entregarla a Nicole, era para el sustento de las chicas, ella lo había prometido y no podía dejarlas en la estacada ahora. Con ese dinero esperaba que pudiesen vivir tranquilamente hasta que ella convenciese a Jason de ir a visitarlas. Teo lo entendería.
Hacer las cosas a espaldas de Jason no era la mejor de las ideas. Sabía que era una locura, uno de esos planes de intrépida que le reprochaba tanto Nicole, pero no podía hacer otra cosa, Jason se negaba a hablar, tampoco deseaba forzar una conversación que de seguro acabaría en disputa, y el tiempo corría en su contra. Al día siguiente, con los hechos consumados y ante la desaparición del dinero tendrían que confesar, un escalofrío le recorrió la espalda, la reacción de Jason no sería buena, más bien tirando a violenta, pero no había otra opción. No tenía ningún deseo de ver a Jason enfadado, pero al menos así le obligaría a hablar de lo que le daba vueltas en la cabeza y aclararían las cosas. Además, sus discusiones terminaban siempre de una forma muy divertida. Sonrió para sí y se lanzó a terminar la carta.
La cena fue bastante agradable, sobre todo teniendo en cuenta que era una cena de despedida. Ya en el postre Teo pregunto a Alex si tenía cartas o encargos para las chicas, Alex había preparado una bolsa y se la había entregado a Byron para que la pusiese con el equipaje de su amigo, pero cuando iba a contestar se dio cuenta que Jason se había puesto algo tenso y Phil se removía incomodo en su silla. Siempre la misma reacción cuando hablaban de Paris o de sus amigas, no eran imaginaciones suyas, Teo también se había dado cuenta.
—No sé qué idea se hace tu maridín de la vida en Paris, Alex — le comentó cuando dejaban la mesa — pero creo que se impone una conversación, por los comentarios que me ha hecho, no sé qué pensar, ¿qué le has contado tú?
—Nada, yo también creo que es un tema que no es de su agrado por eso lo he evitado hasta ahora, pero no te preocupes, mañana mismo va a tener una sesión completa de vida y obras del Paris post-revolucionario
Teo río divertido ante la expresión y se disculpó, aun le quedaban varias cosas que arreglar antes de partir. Subió a su dormitorio y los demás se retiraron al salón a fumar y beber una copa. Alex les acompañó solo un momento, el tiempo justo de ver que estaban bien instalados. Luego ella también se disculpó, las damas debían retirarse después de la cena dejando solos a los caballeros. No es que ella observase muy a menudo esa costumbre, sobre todo siendo a única dama de la casa, pero esa noche le convenía hacerlo.
Estaba cansada y no deseaba oír las conversaciones de negocios, afirmó. Dedicó una amplia sonrisa a Jason, que le respondió con una cálida mirada, una de esas miradas que ya conocía tan bien y que hacían que un extraño calor le recorriese el cuerpo. Ya había notado que a su marido no le gustaban las demostraciones de afecto en público, y que una simple mirada, una leve caricia en una mano... podían tener un gran significado viniendo de él.
Una vez la puerta del salón cerrada, Alex se puso manos a la obra, fingió subir a su habitación y se ocultó en la penumbra del vestíbulo. Primero se cubrió con algo de abrigo, no había parado de llover en toda la tarde y no quería coger una pulmonía cuando saliese al exterior. Entro en la sala de baile sin hacer ruido y salió al jardín, desde allí le fue muy fácil bordear el salón, agachándose para que no la vieran, y entró en el despacho por la ventana con un único salto. El vestido de noche no le facilitaba la tarea, se había mojado el pelo y los bajos estaban llenos de barro del jardín. Era más que probable que dejara huellas por todo el escenario del crimen. No importaba, no tenía por qué ser la más discreta puesto que al día siguiente confesaría su robo.
Intentó no hace el más mínimo ruido. El salón y el despacho estaban separados solo por una puerta corrediza y si ella podía oír los ecos de la conversación que Jason, Phil y Morris tenían al otro lado estaba claro que al más mínimo error los tendría a los 3 allí pistola en mano, o incluso podría llevarse algún que otro golpe al ser confundida con un intruso. Busco a tientas el cajón, estaba cerrado con llave pero eso no era un problema para ella, en realidad ya lo esperaba, se hizo con el abrecartas de Jason y lo introdujo en la ranura, pegando al oreja al mueble, atenta al más pequeño indicio de que la cerradura había saltado.
Podía oír como discutían sobre las inversiones de Jason en el nuevo invento de Stevenson, el barco a vapor, Morris lo consideraba una locura pero Jason creía en él ciegamente. Sabía que tardaría aun en ser rentable, y más todavía en ser aplicables a la navegación marítima pero creía en sus posibilidades. Los hombres podían llegar a ser tan aburridos cuando se lo proponían. Jason estaba casi obsesionado con ese tal Stevenson. Decidió abstraerse, solo prestaba atención a sus manos y al sonido de la cerradura. Finalmente se abrió, sin un solo ruido. En la conversación del día siguiente, debía acordarse de recomendar a Jason la instalación de una caja fuerte, o al menos de unas cerraduras más seguras, aquellas eran un juego de niños, cualquier ladronzuelo de medio pelo podría abrirlas y no digamos colarse en el jardín y entrar por la ventana. Pensó en Milly y en como hubiese burlado de todas y cada una de las medidas de seguridad ideadas por el bueno de Morris.
Había varios fajos de dólares, de libras y títulos valores de los que utilizaban para pagar las mercancías y cargamentos en el extranjero. Aquello planteaba un problema. Alex nunca había sido muy buena con el dinero, en realidad era incapaz de calcular el valor y el precio de las cosas. Era un verdadero desastre en economía. No tenía ni idea del valor de aquellos bonos, el dólar ya le planteaba dificultades como para tener que ocuparse también de títulos bancarios. No tenía tiempo para pensar así que metió en una bolsa de viaje una cantidad que parecía suficientemente generosa y luego la cubrió con los regalos y cartas que Teo debería llevara a Paris.
Se puso en pie orgullosa, no había sido nada difícil. Sacó de su bolsillo la carta donde le explicaba a Teo su artimaña y luego suspiro, lo difícil sería contarle a Jason lo que había hecho y por qué. Jason. No pudo evitar acercarse a la puerta y prestar atención a lo que estaban hablando.
—... Me costó mucho encontrarla — terminaba una frase Morris — pero he de reconocer que no sabía nada de la casa donde vivía
—Pues así es, viejo — Ahora era Phil quien hablaba — La mayor cortesana de todo Paris — A Alex se le heló la sangre en las venas — Primero fue una gran cantante y luego...lo que no entiendo, Jason, es porque no le sacaste más información al franchute, él debe de saber bastante, mira sino como habla de las "Chicas"...
—Este es un asunto entre mi esposa y yo, Phil, ella me lo contará un día por propia voluntad
—Si tú lo dices — El tono de incredulidad de Phil era más que evidente y molesto a Alex sobremanera
—¿¿¿Entonces tu sabía s de su pasado cuando decidiste casarte con ella...??? — Morris parecía no salir de su asombro
—Morris— La voz de Jason se debatía entre la diversión y el enfado — No sé qué hizo Alexandra en esa casa, pero puedo asegurarte que no trabajaba de prostituta, creo que me hubiera dado cuenta — Esto provoco la risa nerviosa del anciano gerente pero Phil le cortó
—Vamos viejo, sabes tan bien como yo que hay chicas que fingen esas cosas, o peor, que esperan y venden su virginidad al mejor postor...
Cada palabra, cada frase era como una bofetada. Hacía tiempo que no revivía esos insultos, debería estar ya acostumbrada y saber tratarlos pero no de Jason y Phil, no de los que cría su familia. Alex sentía como le hervía la sangre en las venas. Si en ese momento hubiese tenido un arma en las manos no hubiese dudado en disparar.
—Phil, porque eres mi amigo no te romperé los dientes inmediatamente—Su voz sonó dura y cortante — pero te lo advierto, no vuelvas a hablar de mi esposa en esos términos o te las veras conmigo. Alexandra no era prostituta, pero ha crecido en un burdel, no sé qué demonios le ha enseñado o hecho esa maldita mujer, pero ya te he dicho que espero que me lo cuente ella por su propia voluntad
—Si a ti no te importa su pasado...
—No — Alex oyó como Jason se levantaba — Me casé con ella con conocimiento de causa, sé de dónde venía y no me importa, No volverá a pisar Paris ni a ver a las chicas, ahora es mi esposa y con eso basta.
—¿Y por el dinero? Al fin y al cabo es por eso por lo que vino aquí... y parecía muy interesada
—Demasiado — La voz de Jason se hizo pesada — Pero del dinero me ocupo yo...Como que me llamo Jason Neville que conseguiré que se interese en mí y no en la maldita fortuna... Esa maldita zorra que la recogió, y las "chicas" son cosa del pasado y acabara por olvidarlas...
Aquello era demasiado, Alex ya no veía nada, le ardía la cara y sentía que la ira la inundaba por completo ¿Cómo se atrevía? ¿Cómo osaban simplemente nombrar a Madame Truchet? ¿Quién era él para prohibirle ver a sus amigas? ¿Interesada por el dinero? Ella? Y el qué? ¿Así que era eso lo que pensaba de ella? ¿Era esa la sombra que veía en sus ojos cuando la miraba? ¿Cómo había podido ser tan tonta e ilusa? Respiró hondo y abrió la puerta con decisión.
—Espero no molestar, pero estaba en el despacho y no he podido evitar oír vuestra agradable conversación. — Hablaba con lentitud, mesurando sus palabras para no estallar en gritos de histeria, pero echaba chispas por los ojos y tenía las manos crispadas
—¡Alex! — Jason parecía desconcertado — ¿Qué diablos hacías en el despacho? Estas empapada
—Había olvidado dar a Teo la bolsa de los regalos y cartas — Levantó la bolsa y la dejo caer junto a Morris que dio un salto ante el sonido sordo, la tensión podía cortarse con un cuchillo— Vaya, vaya, ahora me llamas Alex... decías que no era nombre de dama pero supongo que sí es apropiado para una puta...
—¡Alex! — Wright y Morris estaban francamente avergonzados y Jason empezaba a enfadarse, nunca le había gustado que usase un lenguaje soez, pero Alex ya no podía parar, iba a estallar de furia y sería peor que un volcán, tenía que hacer esfuerzos sobrehumanos para no tirarle algo a la cabeza o sacarle los ojos con las uñas.
—Pero, querido, tienes toda la razón nunca hemos hablado de mi pasado, del tuyo tampoco de hecho pero supongo que eso no tiene importancia ¿no? Solo importa si yo me he comportado decentemente antes de conocerte
—Este no es el momento ni el lugar
—Sí, sí que lo es — Ahora Alex había perdido la poca compostura que le quedaba y gritaba roja de furia — Eres un estúpido engreído, un soberbio insoportable y un patán insensible... y vosotros dos... aggggggggggg — Señalo a Morris y a Wright que inmediatamente bajaron la vista intentando pasar desapercibidos, encogiéndose como si quisiesen fundirse con el color de la pared. Alex volvió a concentrarse en su marido — Si tanta curiosidad tienes ¿por qué no preguntarme directamente en vez de hacer tontas suposiciones? Pero no, el gran Capitán Neville tiene que saber más que nadie
—¿No vivías con Olivia Truchet, quizás?
—Ni la nombres — La voz de Alex había bajado de varios tonos para convertirse casi en un susurro amenazante — Es cierto, Olivia Truchet era la madre de una de mis mejores amigas del colegio, cuando me quede huérfana y sin recursos me recogió, me dio el techo y el hogar mi abuelo el Gran Adam Anderson, al que tanto adoras, me negó, y jamás, óyeme bien, JAMÁS pidió nada a cambio. Era la mejor persona que he conocido, una segunda madre y no voy a permitir que ni tú, ni estos dos tipejos, mancilléis su nombre
—Alex, era una cortesana...
—Es cierto — Le cortó Alex. Y luego respiro profundamente — Nunca lo negó, ni yo te lo hubiese negado si te hubieses dignado a preguntarme. Cuando tenía 17 años se quedó embarazada de un caballero que no quiso hacerse cargo ni de ella ni del bebe y de la noche a la mañana se vio en la calle repudiada por su familia. Se convirtió en la amante de hombres ricos para poder sobrevivir y mantener a su hija y jamás ocultó su condición. Pero lamento aguaros la fiesta, yo solo le conocí un amante, que nunca dormía en casa cuando estábamos nosotras, tampoco teníamos permiso para bajar o participar en las fiestas, que, siento comunicaros, se alejaban mucho de las orgías que imagináis.
—Siento mucho...
—ohhhhh, cállate, no sientes nada. Me habías imaginado en un prostíbulo y te daba igual, ni siquiera te has tomado la molestia de preguntarme, de saber... y he de decirte otra cosas más — Ahora se acercaba a él señalándole con el dedo, las venas de su cuello a punto de explotar — Jason Neville, tú no eres nadie para prohibirme ver a mis amigas, esas chicas tan poco recomendables, han constituido y constituyen todavía mi única familia, las únicas personas que se preocuparon por mí y me ayudaron cuando lo necesité; no me hagas elegir porque saldrías perdiendo — En cuanto lo dijo vio que le había hecho daño pero eso no la detuvo — Si te hubieras interesado solo un poco sabrías que hay dos casadas con hombres de lo más respetables, una monja, la hija de un lord Ingles y la pobre Nicole, hija de Olivia Truchet a la que gente como tú, con tus estúpidos prejuicios ¡le hacen la vida imposible!... y sí, estoy muy interesada por el dinero, lo calculé todo hasta el milímetro, quería y quiero ese maldito dinero
—Ya basta Alex
—No, querido, ¿no quieres saber el final de la historia? Cuando Olivia Truchet murió nos dejó algo de dinero, muy poco, pero lo suficiente como para empezar una nueva vida... pero no contábamos con Napoleón, y el dinero se evaporó, nos quedamos en la ruina, en la miseria, sin familia, solo contábamos las unas con las otras. Y aunque no hubiese sido así, la guerra hizo que los precios en Paris se disparasen, y que la ciudad tuviese que racionar los alimentos...dime, Jason, ¿has hecho alguna vez una cola de dos horas para conseguir un kilo de harina? — Ante el silencio de este continuo — Entonces ¿cómo tienes la desfachatez de juzgarme? Yo he vivido al guerra, el hambre, yo he visto como los heridos de la guerra con Rusia llegaban en carretas con los miembros semi podridos o congelados, yo he tenido que huir de Paris a pie para evitar la ocupación, y volví solo para encontrarme con la misma situación unos meses después...Yo quería ese dinero, Jason, lo quería para no tener que preocuparme más de sí podría comer al día siguiente, de vestirme y de dormir, yo y mis amigas, que son mi familia. Y no tengo que avergonzarme, ¡era mi dinero! ¡La herencia de mi abuelo y de mi padre!... ¿O quizás debería haber intentado trabajar? ¿Sabes de que puede trabajar una chica sin referencias ni familia?
—Lo siento, Alex, no debí...
—OH, no te preocupes, ¿querías los barcos? ¡Pues son tuyos! Ya no merece la pena, no si tengo que vivir contigo para tenerlos, eres un miserable y me avergüenzo de estar casada contigo. No quiero verte nunca más, no quiero saber nada de ti, ni de estos dos mequetrefes que se atreven a comentar mi vida y juzgarme — Se volvió hacía los dos mudos testigos de su explosión — Morris, el testamento de mi abuelo decía claramente que no podía abandonar Nueva York en 1 año, ¿no es cierto? Que sino todo pasaría a manos de mi esposo — El pobre viejo asintió — Muy bien, Jason, todo es tuyo, me iré en el primer barco que zarpe para Europa. Y no te preocupes, encontraré la forma de sobrevivir, aparentemente, la opinión general es que sería una puta excelente.
Dicho lo cual se volvió y desapareció de la vista de los 3 asombrados caballeros, dando un portazo. Mientras subía las escaleras no pudo evitar las lágrimas de rabia y de dolor. Jason no movió un músculo hasta que oyó como se cerraba la puerta del dormitorio de un golpe seco. Solo entonces se dejó caer sobre un sillón, pasándose la mano por el negro cabello.
—Buena la hemos hecho, viejo — Phil rompió el silencio que se había instalado en la habitación
—Soy un imbécil, ... — Hizo ademán de levantarse pero Phil le retuvo poniéndole la mano sobre el hombro
—Espera a que se calme, ahora está muy alterada
—Con razón, diría yo...
—Estoy seguro que no piensa ni la mitad de lo que ha dicho — Jason le miro incrédulo, en su mente resonaban aun las palabras de Alex — De todas formas no irá a ninguna parte, el único barco que sale de puerto para Europa es el mío y yo me voy ahora mismo — Se hizo con su abrigo y pidió a Byron que fuese a buscar a Teo — No podrá irse antes de las fiestas, espera a mañana y habla con ella, viejo... y ve preparando una buena disculpa
Pero Alex no quería esperar a mañana, había enviado a Mary a la cama y se paseaba nerviosa por la habitación, aún estaba enfadada pero la cólera empezaba a dejar paso a la decepción y la pena. Una pena enorme que le taladraba el alma. Necesitaba actuar. Si no hacía algo se iba a poner a llorar de un momento a otro, y lo que quería era irse, necesitaba salir de allí, aquel ambiente le ahogaba, necesitaba estar en casa con sus amigas, en su cama, lejos de Nueva york, de Morris, de los barcos y de Jason ¿Que podía hacer? Se paseaba arriba y abajo como una fiera enjaulada. Empezaba a faltarle el aire, no podía pensar, que diablos, ¡No podía respirar!
Oyó como Byron llamaba a Teo y le recordaba que tenían que irse en 10 minutos. El barco de Phil debía partir o perderían la marea de la noche. Una idea luminosa le atravesó la mente. Se iría con ellos. Se quitó el traje de noche, y se puso uno de los de diario, de los que usaba en Paris y que no había vuelto a ponerse desde que llegara a Nueva York, mucho más simple. Se recogió el pelo y se calzó unas buenas botas de invierno. Hizo un petate con algunas mudas y un traje limpio. No necesitaba nada más, no quería nada que le recordase a Nueva York... y sobre todo a Jason. Dejo sobre el tocador todas las joyas que Jason le había regalado, pero no pudo desprenderse de su anillo de compromiso. No, se llevaría ese anillo. Era suyo, ella era la esposa de Jason aunque a él le pesase. Una voz le avisaba desde el fondo de su cabeza de que estaba haciendo una tontería, una más, pero la acalló con un gesto decidido y no se detuvo. Lo único que contaba era salir de allí, alejarse todo lo que pudiese.
Cerró la puerta por dentro y dejo la luz apagada, como si se hubiese ido a dormir, se cubrió con una gruesa capa y se recogió las faldas, atándolas a la cintura para no enredarse y caer. Se deslizó por la ventana hasta el jardín y de allí a la calle. No tenía ni idea de cómo llegar al puerto o de cómo reconocer el barco de Phil una vez allí, pero no tuvo necesidad de improvisar. El carruaje de Phil y Teo estaba en la puerta, el cochero se había refugiado de la incesante lluvia dentro de la casa, así que no tuvo dificultad alguna en introducirse y meterse en el compartimiento para equipajes que había bajo el sillón. Teo y Phil llegaron solo unos minutos después, se acomodaron y el coche se puso en marcha. Alex sentía su corazón latir a un ritmo desaforado y frenético y tuvo miedo de que ellos también pudiesen oírlo, pero nada de eso ocurrió y el viaje discurrió sin problemas. Ni un solo instante se paró a pensar en lo que hacía o sus consecuencias.
Llegaron al puerto y descargaron el equipaje, oyó a Phil subir al barco y gritar algunas órdenes. Al cochero pedir algo de tabaco a uno de los marineros y a Teo alejarse por la pasarela hacía el barco. Solo entonces osó salir. Sobre la dársena, junto al barco se amontonaban unos bultos informes, prontos a ser embarcados, no tuvo más que meterse entre ellos y dejarse transportar a bordo. La mercancía apestaba, Alex no podía decir exactamente que era pero suponía que algodón. Si conseguía entrar en lal bodega, estaría a salvo, allí podría dormir entre las balas de algodón y pasar la noche y una parte de la mañana, tiempo suficiente para que el barco se alejase de tierra y no pudiese volver. Oyó como uno de los hombres se quejaba del peso, pero en menos de 10 minutos se encontró a si misma entre balas de algodón en la bodega de carga del Lady Anne. Sola, completamente sola.
No podía creer lo fácil que había sido, en realidad durante todo el trayecto estuvo convencida de que la descubrirían y que tendría que enfrentarse de nuevo a Jason. Ahora tenía miedo, más bien pánico, pero ya no había marcha atrás, se iba y nunca más volvería a ver a Jason; Era uno de esos planes de intrépida que siempre salían mal y de los que siempre se arrepentía ¿Por qué ese cabeza hueca no había subido a hablar con ella? ¿Por qué no la había descubierto? En las novelas siempre descubrían a la dama en fuga y la llevaban a rastras de vuelta a casa, ¿Por qué se la había metido en la cabeza huir de polizón en el barco de Phil? ¿Qué le iba a decir al día siguiente? No iba a volver a ver a Jason. Nunca más. De repente estalló en sollozos, señor, que patética era. Se dejó caer sobre una de las balas de algodón, se acurrucó bajo su capa y lloró hasta quedarse dormida.