Epílogo

Sky metió el coche de alquiler en la pista de grava. Era un bonito día en Oklahoma, a principios de primavera y razonablemente cálido. Los árboles daban sombra al camino y las flores daban su color a la fachada de la casa.

La casa en sí era de madera y rústica, con un gran porche delante. Sky se podía imaginar acunando a su hijo en ese porche, cantándole nanas.

Sonrió entonces a su esposa. Windy estaba muy embarazada. Llevaba bien ese embarazo e, incluso, estaba más guapa que antes.

—¿Estás nervioso? —le preguntó ella.

Sky miró a la casa y asintió. Esa casa era de Jesse, el hermano que había ido a conocer.

Windy lo tomó de la mano y justo entonces se abrió la puerta de la casa y un hombre salió al porche. Era alto, musculoso y de anchos hombros.

—Ése debe ser él —dijo Sky pensando que era demasiado grande como para decir que era su hermano pequeño.

Ayudó a salir a Windy justo cuando Jesse los vio. Incluso a esa distancia, Sky se fijó en el parecido que había entre ambos.

Momentos más tarde estaban uno delante del otro, mirándose en silencio. Ninguno de los dos parecía muy seguro de lo que decir o hacer. Los ojos de Jesse eran del color que Sky recordaba, de un gris metálico. Y su cabello, negro como la noche, le caía sobre los hombros.

Sky respiró profundamente. Por una conversación telefónica, sabía que Jesse era todavía un Hawk.

Sky levantó el osito de peluche que se había visto impulsado a llevar.

—Te he guardado esto —dijo mirando rápidamente a Windy en busca de apoyo.

Ella estaba a su lado, con lágrimas en los ojos.

Jesse lo tomó y le acarició la cabeza, observando cuidadosamente su juguete de niño.

—No lo recuerdo. Supongo que era demasiado joven —dijo y sonrió—. Pero llevo años imaginándome este momento, preguntándome cómo serías y lo que nos diríamos.

Sky sonrió también.

—Supongo que nunca te imaginaste que te daría un osito de peluche.

—No, pero me alegro de que lo hayas hecho.

Los dos hombres miraron el gastado juguete y se rieron, luego se dieron un fuerte abrazo.

Cuando se separaron, Sky se acercó a Windy y Jesse le dedicó una sonrisa de bienvenida.

—Hola, tú debes ser Windy.

Ella le ofreció la mano, pero Jesse la ignoró y le dio otro abrazo. Un segundo más tarde, ambos se estaban riendo.

—El niño le ha dado una patada —le dijo ella a Sky.

Sky se sintió como nunca. Su esposa, su hijo y su hermano. Una familia.

Vio como Jesse le ponía la mano en el vientre a Windy, esperando, al parecer, que el niño le diera otra patada. Jesse era veterinario. A Sky le pareció natural que le tocara la barriga a Windy. Tenía unas manos grandes y fuertes, pero a juzgar por la sonrisa de ella, también eran suaves y cariñosas.

—Debes estar orgulloso —le dijo Jesse a Sky—. Una esposa hermosa y un hijo de camino.

—Y lo estoy —respondió él mientras se miraban como viejos amigos.

O nuevos parientes. El abrazo que habían compartido le había parecido fuerte y fraternal.

Jesse agitó el osito.

—Vamos. Os enseñaré la casa. La acabo de comprar y todavía no me he venido a vivir en ella, pero es una casa antigua y magnífica.

Sky y Windy lo siguieron hasta el porche, pero antes de que llegaran a la puerta, Sky miró al cielo. Había un halcón volando sobre los árboles.

—Es un halcón de cola roja —dijo Jesse—. Un macho. Está protegiendo el nido.

Sky sonrió. No podía ver el nido, pero sabía por instinto que la pareja del halcón estaba allí incubando los huevos, que pronto eclosionarían. Unos halconcitos, pequeños mensajeros tan hermosos como el hijo que Windy llevaba en su interior.

Sky, entre su esposa y su hermano, le dio gracias al cielo. El mensaje era tan claro y hermoso como ese día de primavera. Skyler Hawk tenía ahora una familia. Seres queridos a los que amaría el resto de su vida.

Jesse abrió la puerta y, cuando entraron en la casa, Sky volvió a mirar a los árboles. El halcón se había reunido con su compañera en el nido.

Fin