Capítulo 10

Sky miró a la mujer que estaba junto a la cocina. Ella estaba silbando una canción popular que para él era como un afrodisíaco.

Windy se volvió y lo pilló mirándola.

—¿Desde cuándo llevas ahí? —le preguntó.

—No mucho.

—¿Por qué me miras?

—No te miro —dijo él poniéndose a la defensiva.

Ella puso los brazos en jarras.

—Sí. Lo haces todo el rato.

—¿Estás tratando de empezar una pelea o algo así?

—No, sólo estoy cansada de que te pases el tiempo mirándome.

—¿Qué te pasa?

—Tú. Eso es lo que me pasa —dijo ella señalándole con una espumadera como si fuera un arma—. Lo único que soy para ti es una fantasía sexual.

Sky frunció el ceño. Lo que ella decía no era cierto. Estar cerca de ella era una tortura. Sobre todo porque sus sentimientos hacia ella iban más allá de lo sexual. Ella le importaba. ¿Importarle? Estaba obsesionado con ella.

Se pasó las manos por el cabello. ¿Qué significaba todo eso? Nunca antes había estado obsesionado con una mujer, nunca había dejado que le afectaran tanto. ¿Es que Cupido había decidido jugar con él y castigarlo por sus pecados? ¿Habría hecho que el desarraigado vaquero que era él se enamorara de una mujer que nunca podría tener? ¿Una mujer a la que repelería su peor pecado?

¿Y qué importaba eso? Él nunca le pediría a Windy que fuera parte de su vida. No tenía nada que ofrecerle a una mujer como ella. Podía soñar con ella hasta que las ranas criaran pelo, pero eso no iba a cambiar nada.

—¿Es que no me vas a contestar? —le preguntó ella entonces.

—¿Y qué se supone que he de decir?

—Por lo menos podrías admitir que es cierto —dijo ella agitando la espumadera—. ¿Te crees que me gusta que me digas que en lo único que piensas es en echarte encima de mí?

—Lo siento, ¿de acuerdo? Y, para mí, no eres sólo una fantasía sexual. Me importas.

Ella abrió mucho los ojos.

—¿Sí?

Sky pensó que era el momento de cambiar de conversación. Si ella seguía mirándolo así, terminaría desnudándole el alma enamorada. Se acercó a ella y le dijo:

—¿Qué estás haciendo?

Ella sonrió.

—Sopa de verduras.

—Huele bien.

—¿Quieres un poco?

Él rara vez tomaba sopa. O verduras. Pero después de eso, ¿cómo podía negarse?

—Sí... bueno...

Windy le sirvió un plato y se lo pasó con una cuchara. Él la tomó y miró el contenido suspicazmente. Aquello estaba lleno de cosas que no reconocía. Probó una cucharada pensando que no le iba a gustar. Dos cucharadas más tarde ya había decidido que sabía tan bien como olía.

—El gran día está a punto de llegar, ¿no? —dijo.

Ella se encogió de hombros.

—Sólo es otro cumpleaños.

Sky terminó la sopa y le dijo:

—Estaba buena. No recuerdo haber tomado alguna vez sopa de verduras casera. Está mucho mejor que la enlatada.

Windy sonrió agradecida.

—Gracias —dijo tomando el plato sucio y lo dejó luego en la pila—. Sky, tú también me importas a mí.

—Ya lo sé. Somos amigos...

Ella apartó la mirada nerviosamente.

—Claro, somos amigos. Pero he de decirte la verdad, Sky. Siento más que eso por ti.

Él temió lo que ella le fuera a decir.

—Mira, ya hemos dejado claro lo nuestro. Nos sentimos atraídos el uno por el otro y, tarde o temprano, lo superaremos.

Ella suspiró.

—No estoy segura de que yo vaya a superar lo que siento. Créeme, lo estoy intentando, pero no es sencillo.

Como si él no lo supiera.

—Inténtalo un poco más fuerte, ¿de acuerdo? Porque yo no estoy por la labor. Ni tú tampoco.

—Sky —dijo ella mirándolo a los ojos—. Ya sé que tú eres un tipo solitario y que se te dan mal las relaciones, pero creo que es necesario que sepas que hay gente que ama...

—¡No! —gritó él y luego bajó el tono de voz—. Por favor, Windy. No lo digas. No te atrevas a hablarme de toda la gente que me ama. Ya estoy harto de tu tratamiento psicológico. Este huérfano no quiere ser amado.

Ella lo miró dolorida y él se maldijo a sí mismo a lo que acababa de decirle, pero no se arrepentía de haberlo hecho. Si le explicara por qué no quería que lo amara, tendría que admitir lo que sentía por ella. Y entonces saldría a la luz la verdad de su pasado y la cosa terrible que le había hecho a un niño que lo necesitaba. Todavía no estaba listo para que Windy lo odiara. Tal vez nunca lo estuviera. Tal vez prefiriera irse sabiendo que alguien lo amaba, alguien decente, amable y pura.

—Me voy de aquí —dijo y se marchó de la cocina.

Salió por la puerta de la calle sin mirar atrás. Necesitaba estar solo. La soledad era algo que podía soportar. Había estado solo toda su vida.

A las tres de la madrugada Windy estaba en la cocina con el teléfono inalámbrico en la mano, hablando con Edith por enésima vez esa noche.

—Estoy tan preocupada... Los bares cierran a las dos. ¿A dónde puede haber ido?

Edith le dijo tranquilamente:

—Skyler es un adulto, querida. Puede cuidar de sí mismo.

—Pero no viste su cara cuando traté de decirle lo que siento por él. Dijo que estaba cansado de mi tratamiento psicológico, pero yo no estaba...

—Ya lo sé. Te has enamorado de él y está en tu naturaleza el ayudar a la gente. No dijiste ni hiciste nada malo.

Windy parpadeó para que no se le escaparan las lágrimas.

—¿Y si no vuelve?

—Volverá —dijo Edith—. Ha prometido quedarse contigo hasta septiembre y lo hará.

Windy se sentó y pensó que eso era cierto. Podía dejarla a ella, pero no a Tequila, y la serpiente seguía allí.

—Esta espera me está volviendo loca —dijo—. ¿Dónde puede estar?

—Solo en cualquier parte, me imagino. Dudo que se haya visto en una relación sentimental anteriormente. Vas a tener que darle un poco de tiempo para que se haga a la idea

—Ya lo sé. Yo también soy nueva en esto, Edith. Él es el primer hombre del que me he enamorado.

—Estar enamorada es algo maravilloso, querida. Pero también puede ser agotador. Yo disfruté mucho cuando estuve casada, pero mi marido, que en paz descanse, a veces era un hombre muy difícil. Supongo que es algo que tiene que ver con las diferencias entre hombres y mujeres. Nunca parecemos entendernos.

—Oh, cielos... He oído a alguien afuera. Creo que puede haber vuelto.

Windy corrió a la puerta y el ruido de unas llaves hizo que se le acelerara el corazón.

—Es él...

—Muy bien —dijo Edith aliviada—. Recuerda que tienes que darle algo de tiempo. Y, si alguno de los dos me necesitáis, estaré en casa mañana.

—Gracias y adiós.

Colgó y se quedó mirando al hombre que apareció en la puerta.

—Hola —le dijo y dejó el teléfono sobre una mesita—. ¿Estás bien?

Él avanzó Un paso y luego se dirigió al sofá.

—¿Con quién estabas hablando? —le preguntó.

—Con Edith.

Parecía extremadamente cansado. O borracho.

—No deberías haberla metido en esto.

—Necesitaba hablar con alguien. ¿Estás borracho?

—No.

—Pensé que tal vez hubieras ido a un bar. Es tarde y estaba preocupada.

Sky se pasó una mano por el cabello. Sus ropas estaban muy desordenadas y sucias.

—¿Es ésta tu forma de preguntarme dónde he estado?

Lo era, supuso ella, pero odiaba admitirlo.

—Estabas molesto cuando te marchaste. Cuando se hizo tarde empecé a preocuparme. Pensé que tal vez hubieras ido a algún bar y te habías metido en alguna pelea.

—He conducido mucho tiempo y he terminado en la playa.

Eso explicaba la arena de los vaqueros.

—¿Y te sentaste en la orilla a ver las olas?

—Sí. Era un sitio muy tranquilo para pensar.

—Edith me ha dicho que mañana estará en su casa, por si quieres algo de ella.

Sky se quitó las botas y las dejó bajo la mesita.

—No podría hablar de esto con ella.

Windy se acercó a él dudosa.

—¿Puedes hablar conmigo?

—Supongo que tendré que hacerlo, puesto que te concierne.

A ella se le hizo un nudo en la boca del estómago. No quería presionarlo, pero era necesario que arreglara la devastación emocional que había entre ellos. No podía disculparse por su admisión. No lamentaba haberse enamorado de él.

Los dos se sentaron en el sofá y ella esperó a que él dijera algo.

Sky la miró. Su mirada no fue dura, pero sí cautelosa.

—Sigue sin gustarme Los Angeles —dijo él.

—¿Significa eso que te vas a marchar antes de lo previsto? —le preguntó ella asustada.

—No. Significa que sólo porque haya pasado algunos buenos ratos en la playa mi opinión de la ciudad no ha cambiado. Se me ha ocurrido por qué me porto tan sexualmente contigo y no es por lo del celibato.

Ella hubiera preferido oírlo hablar de amor en vez de sexo, pero esperó a que él continuara.

—Nunca antes me había sentido atraído por una mujer con tanta moralidad —añadió Sky—. Me está volviendo un poco loco.

Windy no entendía nada.

—Vas a tener que explicarme eso.

—Sí, supongo que sí —dijo Sky mirándola a los ojos—. Creo que estoy celoso de ese tipo con el qué terminarás en su momento. Mi imaginación no me ha dejado en paz haciéndome verte a ti con otro y haciéndome saber que él te va a hacer todo lo que me gustaría hacerte yo.

Ella no se atrevió a preguntar qué cosas.

—En una relación hay más cosas que la parte física.

—Ya lo sé. Y ahí es donde entra el resto de mi explicación —afirmó él suspirando largamente—. Hay una parte en mí que se pregunta cómo sería ser el tipo para quien te estás reservando, ser ese tipo especial para ti. Ya sé que dices que sientes algo por mí, pero los dos sabemos que no hay futuro para nosotros. Es una tontería para los dos soñar con algo que nunca va a ser.

El corazón se le derritió a Windy. Él quería ser amado, pensó, y quería devolver ese amor. Pero no sabía cómo hacerlo. Sky estaba luchando con sus emociones. Se dio cuenta de que significaba para él mucho más que una simple compañera sexual. Sky había empezado a enamorarse de ella y ese sentimiento desconocido lo asustaba.

—Sólo nos conocemos de poco más de un mes —dijo ella midiendo las palabras—. Es demasiado pronto para hablar de un futuro.

—Yo me marcho en septiembre, Windy.

—Ya lo sé, pero podemos seguir en contacto —dijo ella aunque no le gustara nada la idea.

Quería que él viviera con ella para siempre.

—¿A dónde piensas ir? —le preguntó.

Sky se encogió de hombros.

—Normalmente yo no hago planes. Y todo depende de lo mucho que me vuelva la memoria, si es que lo hace alguna vez.

—Querrás buscar tus raíces...

—Sí, algo así —dijo él al tiempo que se levantaba—. Me voy a dormir. Lamento haberte preocupado, Bonita Windy. Y lo siento si te he hecho daño. No lo he hecho queriendo, es sólo que... Bueno, ya sabes.

Sí, ella lo sabía. Le sonrió y se quedo mirándolo mientras se alejaba por el pasillo. La amaba. A su manera, Sky la amaba.

Se llevó la mano al corazón y sintió cómo se le aceleraba. No iba a dejar que Sky se marchara, no ahora que sabía que se estaba enamorando de ella. De alguna manera lo convencería para que se quedara.

Se levantó y se dirigió a su habitación. Esa noche soñaría con un final feliz. Y antes de septiembre se habría asegurado de que ese sueño se hiciera realidad.