Capítulo 7

Horas más tarde e, incapaz de dormir, Windy se hizo una infusión.

Acercarse a Lucy no había sido fácil, ya que la chica se había puesto nerviosa y agresiva. Y se había negado a que le diera el número de la casa de ayuda diciendo que no la necesitaba.

La conversación terminó con Windy dándole su número de teléfono y diciéndole que la llamara si alguna vez necesitaba hablar.

Salió de la cocina recordando que Lucy se había referido a Sky como el Buen Samaritano de ojos azules. Y tenía razón.

Cuando pasó por delante de su puerta y oyó su voz se detuvo, incapaz de descifrar sus palabras y, dado que la puerta estaba entreabierta, la abrió más y se quedó helada. Sky estaba sentado en la cama sujetando con los brazos extendidos a un osito de peluche.

—¿Sky?

Él la miró y dejó caer el juguete aterrorizado.

—Maldita sea, Windy. ¿Es que no sabes que hay que llamar a las puertas antes de entrar?

—Yo...

El osito parecía viejo y gastado. Incluso su sonrisa parecía cansada.

—Lo siento —dijo—. No he querido interrumpirte. Creía que sabías que estaba en el pasillo y que me hablabas a mí.

Él frunció el ceño.

—Bueno, pues no lo estaba haciendo.

Windy pensó marcharse, pero la curiosidad no la dejó.

—¿Es él importante? —le preguntó refiriéndose al osito.

Sky frunció más aún el ceño.

—Sí. Algo así. Supongo que lo tengo desde siempre.

Intrigada, ella se acercó más. Al parecer, ese juguete era un vínculo con su infancia.

—Mucha gente guarda recuerdos de su pasado.

—¿Tú lo haces?

Ella le dio un trago a su té y asintió.

—Tengo muchos.

Él se apartó un mechón de la frente. Llevaba su ropa habitual para dormir, unos pantalones cortos grises y nada más.

—Pero supongo que no hablas con tus ositos de peluche.

Ella sonrió. Le había parecido curioso verlo hablándole a su osito.

—Yo no tengo amnesia. Si hablarle te ayuda a recordar...

—Y así es —admitió él.

Luego tomó el osito y se lo dio a Windy.

—Creo que se llama Jesse.

Ella lo tomó de sus manos.

—¿Qué te hace pensar que se llama así?

—Cada vez que lo miro, pienso en ese nombre. Creo que solía hablarle cuando era niño. Ya sabes, cuando vivía en casas de adopción. Supongo que estaba tratando de recordar lo que le decía. Ridículo, ¿eh?

—No, en absoluto. Los objetos de nuestro pasado pueden hacernos sentirnos más cerca de los recuerdos, a la gente que hemos conocido, a los sitios donde hemos estado. Y, en tu caso, creo que eso es extremadamente importante.

Él se encogió de hombros y Windy se preguntó si recordaría algo de su familia biológica.

Se sentó en el borde de la cama de Sky y trató de pensar en algo que decir.

—¿Sabe Edith que recuerdas lo de haber estado en casas de adopción?

—No. Te lo he contado a ti por Lucy. De otra forma, seguramente no lo habría mencionado. Quiero decir que, ¿qué importa?

Al parecer, para él importaba lo suficiente como para haber sacado a Jesse de su armario o donde lo hubiera metido.

—Tu pasado es importante, Sky.

—Ya lo sé. Pero hasta que recuerde quién soy en realidad, no puedo buscar a nadie o...

Se interrumpió y se levantó de la cama antes de añadir:

—Hablar de esto es una pérdida de tiempo.

Windy no podía dejar así aquello.

—¿A quién estás buscando? ¿Crees que tus padres pueden seguir vivos? No todos los niños que van a casas de adopción son huérfanos.

Él le quitó entonces a Jesse.

—Maldita sea, ¿es que soy un objeto de estudio para ti o una persona? La mitad del tiempo me siento como si me estuvieras investigando el cerebro o algo así.

Metió al osito en un cajón y sintió lástima por Sky. Por el pobre niño solitario que debió de ser alguna vez.

—No es eso lo que estoy haciendo. Si te hago tantas preguntas es porque me importas. Sé que algo te preocupa de tu pasado y quiero ayudarte.

—Entonces tranquilízate, ¿de acuerdo? Deja de tratar de ser mi psicóloga. Ya he pasado antes por eso. Y, por supuesto que algo me preocupa. Tengo amnesia. No sé dónde nací ni cuál es mi apellido. Cosas como ésas pueden preocupar a la mayoría de la gente.

—Tienes razón. Lo siento.

Lo qué él necesitaba era a una amiga, no una psicóloga. Dio unas palmaditas en la cama a su lado y añadió:

—Siéntate un momento conmigo.

Él se acercó y se cruzó de brazos.

—¿Por qué? ¿Qué quieres?

—No mucho —dijo ella sonriendo—. Me gusta tu colonia. Sólo quería estar cerca para poder olerte.

Él le dedicó más que una sonrisa.

—¿Estás ligando conmigo, Bonita Windy?

—¿Por qué piensas eso?

—Porque no llevo ninguna colonia.

—¿No? —dijo ella oliendo—. Pues debe ser tu habitación.

—¿Te das cuenta de cuántas veces has estado aquí?

Demasiadas, deseó decir ella.

—Tres.

Sky asintió.

—La primera vez llevabas puesta una toalla, la segunda un camisón rosa —dijo él sonriendo y le señaló la camisa de pijama que llevaba ella ahora—. Y ahora eso.

La mente se le quedó en blanco de repente a Windy y miró hacia abajo. Cielo santo. Una camisa de pijama con gatos y ratones estampados, sin sujetador debajo y con los pezones completamente endurecidos.

—Me gustan los dibujos animados clásicos.

—A mí también. Pero si yo fuera ese gato, me olvidaría del ratón e iría a por la chica.

Windy no tuvo que mirar otra vez y se le secó la boca.

—¿Quién está ligando ahora, Sky?

—Yo. Él tipo que piensa en el sexo cada vez que te mira.

Ella miró nerviosamente al reloj y dijo:

—Es tarde, debería marcharme.

—No —dijo él pareciendo repentinamente ansioso—. Quédate conmigo. Sólo un rato. Ninguno de los dos tenemos que trabajar mañana.

—No debería estar así en tu habitación.

—¿Cómo?

Excitada, vestida para la cama y deseando volverle a besar.

—Creo que será mejor que, en vez de eso, pasemos algún tiempo juntos mañana —dijo ella sin poder ignorar el cuerpo semidesnudo de él, el olor masculino de su habitación.

Esa noche necesitaba apartarse de la confusión que le producía desearlo.

—Buenas noches, Sky. Te veré por la mañana.

Sky frunció el ceño cuando la vio dirigirse a la puerta.

—Te vas por lo que te he dicho, ¿verdad? Eso acerca del sexo.

Ella se detuvo y se volvió.

—Me ha hecho sentirme incómoda. No es de la clase de cosas de que deberíamos estar hablando.

Sobre todo en tu habitación y a estas horas.

—Lo siento. Ha sido sólo mi forma de ligar. Los dos sabemos que no va a pasar nada. Demonios, ya hemos dormido juntos en la misma cama...

Y se habían besado, le advirtió su mente.

Ella se cruzó de brazos tratando de taparse los senos.

—No lo podemos hacer otra vez.

—Sí, ya lo sé.

—Muy bien, entonces... Supongo que es mejor que me vaya.

—No puedo dormir, Windy. Era por eso por lo que estaba hablando con el osito. Y por lo que quiero que te quedes. No quiero estar solo ahora.

Los rasgos de ella se suavizaron.

—Oh, Sky. ¿Qué te pasa?

—Supongo que tiene que ver con Lucy. No exactamente con ella, pero sí con lo que me recuerda.

—¿Tu pasado?

—Sí. Odio recordar sólo pedazos de él. Me confunde.

Windy se sentó de nuevo en la cama, junto a él.

—Me encantaría tratar de ayudarte a juntar los trozos que recuerdes.

—No es tan fácil. No hay suficiente información.

Se llamó mentiroso a sí mismo. Recordaba a su hijo. Pero no a la madre. ¿Por qué no lo podía hacer?

—Lo que dijo de mí la policía es cierto. Me escapé de casa.

¿Por qué le estaban volviendo ahora los recuerdos? ¿Sería por Windy?

Tomó aire y continuó.

—También sé por qué me escapé.

Windy lo miró fijamente.

—¿Sí?

—No lo estaba llevando muy bien en una de las casas de adopción, así que me amenazaron con llevarme a un correccional. Así que me escapé antes de que lo pudieran hacer.

Ella le acarició compasivamente una mano y ese contacto fue como un bálsamo para él.

—¿Te das cuenta de lo mucho que estás recordando? Sky, no tardarás mucho en recordarlo todo.

Aún centrado en sus años de adolescente, él la miró a los ojos.

—Incluso recuerdo por qué me querían encerrar. Decían que era incorregible, que me metía en muchas peleas y que faltaba mucho al colegio; que bebía mucha cerveza y andaba con demasiadas chicas.

—Los niños que van a esas casas suelen salir muy rebeldes. No es una existencia fácil. No eres el primero en rebelarte.

—No me busques excusas.

Entonces se le vino a la cabeza una imagen de su hijo, un niño de cabello negro y ojos grises casi color plata. Todavía podía oír las disculpas que le había dado.

«Lo siento. Ya sé que dije que siempre cuidaría de ti, pero no puedo. No soy suficientemente mayor. No sé cómo hacerlo».

No suficientemente mayor. Vaya cosa. Era lo suficientemente mayor como para ser padre, así que estaba seguro de serlo lo suficiente como para aceptar la responsabilidad. Sin excusas. Si no hubiera sido un delincuente no lo habrían amenazado con encerrarlo.

Windy le acarició el cabello y él deseó apretarse contra sus senos para tomar consuelo de su suavidad femenina.

—Cuando recuerdas algo, ¿son imágenes o sensaciones? —le preguntó ella.

—La dos cosas. Algunas veces son sólo sensaciones, otras imágenes. Es como verme a mí mismo en un sueño. Aunque nada está claro. Como lo que recuerdo de la casa de adopción. No recuerdo dónde vivía, pero sé por qué huí. Es raro que pueda recordar lo que me decía la gente, pero que no pueda recordar ni sus nombres ni sus rostros.

—Tu mente necesitará tiempo para rellenar todos los huecos.

—Sí. Eso es la amnesia. Un hueco en la memoria.

Windy asintió y cruzó las piernas debajo de su cuerpo. La imagen graciosa de ella sentada en su cama lo hizo pensar en Lady Godiva y se sintió enormemente tentado.

—De repente nos hemos quedado callados —dijo ella.

—Sí.

Habían estado mirándose el uno al otro, consumidos por la intimidad del momento, por la cercanía que acababan de compartir. Sky nunca le había dicho a nadie más todo lo que le acababa de contar a ella. Por supuesto, no se lo había contado todo. Aunque ahora creía que, tal vez algún día, lo haría. Y, cuando lo hiciera, ella no querría sujetarle la mano para consolarlo.

Incluso se alegraría de verlo marchar.

Sky cambió sus pensamientos para que Windy no se diera cuenta del dolor que lo embargaba.

—¿Te he contado que Melissa va a venir aquí el viernes que viene? —le dijo.

—¿La hija de Charlie?

—Sí.

Windy sonrió.

—Háblame de ella.

—De acuerdo.

Sky miró el reloj, agradeciendo la compañía temporal de Windy. Para el final del verano volvería a estar solo. Como siempre. No había sitio en su vida para una mujer como Windy.