Capítulo 4
En el salón de Edith, Windy se sentía como en casa. Estaba decorado con muebles antiguos y cómodos y la casa en sí era una preciosidad y muy cuidada. Edith era viuda y no tenía hijos.
Windy se instaló en un sillón y cruzó las piernas mientras Edith servía el té.
—Algo huele bien —dijo Windy.
—He hecho pan frito con azúcar. Le gustan mucho a Sky. Dice que le recuerdan mucho al pan frito indio. Te traeré un plato y, los que no te comas, te los podrás llevar a casa.
Cuando la anciana volvió de la cocina Windy, ansiosa por llevar la conversación a su terreno, le dijo:
—Esto tiene pinta de ir muy bien con el té. Pero seguramente está lleno de calorías.
—Unas pocas de vez en cuando no te harán mal.
Windy sonrió.
—Tú siempre me has podido leer el pensamiento.
—Es cierto —dijo Edith mientras le echaba limón a su té—. Y es un pensamiento muy brillante.
—Gracias. Ahora, por favor, háblame del accidente de Sky. Cuéntame todo lo que puedas recordar.
—Oh, vaya. ¿Por dónde puedo empezar? Todo sucedió muy aprisa. En un momento dado yo estaba apretando el botón del semáforo esperando a cruzar la calle y, al siguiente oí el chirrido de unas ruedas.
Windy supo entonces que el accidente había sucedido cerca del Centro Ecuestre, lo que explicaba la presencia de Sky en la zona.
—Me habría atropellado si no hubiera sido por Sky —continuó Edith—. Corrió hacia mí gritando y me empujó. El coche no me dio por centímetros, pero Sky no tuvo tanta suerte.
—¿Resultó muy herido?
—Estuvo semanas en coma. Los médicos no sabían si se iba a recuperar. Pero lo hizo. El chico es un luchador.
—Sí, lo es —dijo ella pensando en el ojo morado de él—. ¿Así que cuando salió del coma lo hizo con amnesia?
Edith asintió.
—Sufrió un trauma, pero ningún daño cerebral. Lo que significa que es posible que, algún día, recupere la memoria.
—¿Cuánto recuerda?
—No mucho. Cuando recuperó el conocimiento sabía que su nombre era Skyler y que trabajaba para un hombre llamado Charlie.
—¿No le pudo ayudar ese Charlie? Sky debió hablarle de sí mismo antes del accidente.
—Desafortunadamente, Charlie no pudo aclarar mucho. En ese tiempo Sky sólo llevaba unas cuantas semanas trabajando para Él y los vaqueros suelen ser muy reservados, así que Charlie no le había hecho muchas preguntas personales. Hablaban sobre todo de caballos.
—¿Y la policía? Me refiero a que era un hombre que no sabía quién era ni de dónde venía. ¿No pudieron averiguar algo por su carné de conducir o su número de la seguridad social? ¿No pudieron encontrar a su familia de alguna manera?
—Ahí es donde la cosa se pone complicada —dijo Edith—. La policía dijo que la información que Sky tenía sobre él era falsa.
¿Falsa? el corazón le latió fuertemente a Windy.
—¿Te refieres a que tenía la documentación falsificada? ¿Por qué?
—Por lo que dijo la policía, podía haber muchas razones.
—¿Como cuáles?
—Por ejemplo, una actividad criminal...
Windy se quedó boquiabierta.
—¡Cielos! ¿Quieres decir...?
—Tranquila, querida. Sky no es un malhechor. La policía le tomó las huellas dactilares y no aparecía en los archivos.
—¿Por qué iba a usar alguien una identidad falsa si no tiene nada que ocultar?
—Tienes que recordar que esto fue hace dieciséis años, lo que significaba que Él podía ser menor de edad. Hay muchos menores que se cuelan en los bares usando identidades falsas. Y también cabe la posibilidad de que se hubiera escapado de su casa. Eso también explicaría esa identidad falsa.
—¿Qué pensaba la policía?
—Que había usado esa identidad para ambos propósitos. Que se había escapado de casa y necesitaba una identidad falsa y que, ya puestos, se había puesto que tenía veintiún años.
—¿Significa eso que Skyler Reed no es ni siquiera su verdadero nombre?
—Es difícil de decir. ¿Te imaginas cómo me sentí yo entonces? Ahí estaba ese valiente joven que había arriesgado su vida para salvar la mía. Y, salvo por Charlie, que sólo lo conocía desde hacía unas semanas, estaba completamente solo.
—¿Cómo era él entonces?
—Tenía un cierto encanto rebelde. Ya sabes, la sabiduría de la calle. Era normal que hubiera podido engañar a la gente con esa identidad falsa —dijo Edith sonriendo—. Y, por supuesto, también estaba ese lado vulnerable suyo. el niño a punto de ser hombre.
—¿Qué edad crees que tenía?
—La policía pensó que debía tener unos diecisiete.
Windy trató de imaginárselo como un joven curtido por la calle, con vaqueros y botas viejas, haciéndose el hombre. Se lo imaginó igual de alto pero más delgado, menos musculado. También entonces debía llevar el cabello largo. Y esos mismo ojos...
—¿Parecía atemorizado?
Edith asintió.
—Confuso y con miedo, pero intentado con todas sus fuerzas que no se le notara. Ha pasado mucho tiempo, pero aún sigue costándole mucho aceptar el afecto aunque yo creo que está ansioso por él.
—¿Crees que recuerda cosas que le pueden hacer sentirse incómodo? ¿Cosas de las que prefiere no hablar? —le preguntó Windy.
—Puede. Sé que no me lo ha dicho todo. Él es un joven y yo soy una anciana. Yo lo adoro, pero no soy tonta y sé que sigue siendo un poco salvaje.
—Un salvaje con una naturaleza heroica. Es un salvaje pero se puede confiar en él. Por supuesto, tú siempre lo has sabido, ¿no? Si no, no me lo habrías propuesto como compañero de piso —dijo Windy dándole un trago a su té—. No puedo evitar que me guste.
La anciana le dio unos golpecitos en la mano.
—Ya lo sabía yo...
—¿Te ha mencionado Sky alguna vez los halcones? Esta mañana vio a uno por la ventana y se puso muy nervioso.
—¿De verdad? Sky cree en los tótems animales. Yo sé que los cuervos representan la magia, pero no estoy segura de qué poder tienen los halcones, tendrás que preguntárselo a él.
—Lo haré. Tengo que hacer algunas compras, pero hablaré con él en cuanto vuelva.
Sky se acomodó en el sillón de cuero mientras veía la televisión. Cuando Windy entró por la puerta se volvió y la miró. Todavía no estaba acostumbrado a tener una compañera de piso, sobre todo a una rubia tan bonita.
—¿Qué has hecho, has comprado todo el mercado? —le preguntó al ver las bolsas que llevaba.
—Tal vez me haya pasado un poco. Hay más en el coche.
—Yo iré —dijo él.
Se levantó y le quitó las llaves.
—Yo lo puedo traer. Además, tú estás herido y tienes que permanecer quieto.
¿Quieto? Llevaba así todo el día, así que ignorando sus protestas, fue a recoger lo que quedaba.
Cuando volvió y lo dejó todo en el sofá, vio que Windy se había sentado en el sillón que había dejado vacante y lo miraba fijamente. ¿Qué se esperaba encontrar? ¿Integridad? ¿Sentido del honor? ¿Responsabilidad? Si miraba demasiado dentro se decepcionaría. No tenía nada que ofrecerle a una mujer como ella.
Miró una de las cajas y le dijo:
—¿Te has comprado unas botas?
Windy parpadeó.
—Puedes abrir la caja si las quieres ver —le dijo.
Él lo hizo y sacó una bota negra brillante.
—Hey, son bonitas.
—Gracias.
Las había comprado pensando en la oferta que él le había hecho de enseñarla a montar.
—Pensé comprármelas de piel de serpiente, pero... no he querido ofender a nadie —dijo ella mirando al terrario donde estaba Tequila—. He visto a Edith hace un rato y me ha hablado de tu accidente y de lo que te pasó.
Sky la miró fijamente, percatándose de todos los detalles de su atractivo cuerpo.
—¿Has hablado de mí con Edith?
—Me dijiste que lo hiciera. ¿Recuerdas?
Recordó entonces sus propias palabras y no le gustó nada haberlas pronunciado.
—¿Así que ya sabes que tengo amnesia?
Ella asintió y decidió llevar la conversación en otra dirección.
—También le pregunté por los halcones y ella me dijo que tú crees en los tótems animales. ¿Qué significa eso?
Maldición. La Bonita Windy se había puesto en plan psicóloga y se dio cuenta de que iba a pasarse el resto del día analizándolo.
—Es cosa de la herencia. Los nativos americanos creen en esas tonterías.
—Pero tú no opinas que sean tonterías o no creerías en ellas.
—Los animales tienen su medicina, poderes sanadores. Ellos nos enseñan cómo vivir en armonía con la Madre Tierra. El tótem de uno lo protege y le da dones especiales.
Ella pareció intrigada y llena de curiosidad.
—¿Cómo puede decir alguien qué animal es su tótem?
—Alguna gente tiene más de uno —dijo él decidiendo no entrar en muchos detalles.
Siempre había sentido una conexión con los animales, pero había leído eso de la medicina animal en los libros.
—Aparecen en sueños o visiones —añadió—. Y a veces están cerca, guiándote y enseñándote. Los puedes sentir.
—¿Cuál es tu tótem?
En algunas tribus, preguntar eso era inapropiado, pero él no estaba de acuerdo con todas las tradiciones que había leído. Además, sólo recientemente había sabido a qué nación pertenecía. Señaló al terrario de Tequila.
—Medicina de serpiente.
Windy se quedó boquiabierta y él se dio cuenta de que se había esperado una respuesta distinta.
—¿Qué dones tienen las serpientes?
Tequila levantó la cabeza y Sky sonrió. De alguna manera él se comunicaba telepáticamente con Tequila, aceptando sus dones a través de su alma.
—Las serpientes representan el crecimiento y el cambio, el renovar la piel.
De repente Sky frunció el ceño y pensó en el ojo negro y las heridas que tenía. ¿Cuántas veces se había pegado en los bares? Demonios, no había cambiado nada, no había mudado la piel.
—Supongo que tengo mucho que aprender en eso.
En vez de pelearse con Hank tendría que haber conseguido el número de teléfono de la chica y pasárselo a Edith. La anciana la ayudaría encantada, ya que se dedicaba mucho a las mujeres maltratadas. Tal vez se pasara de nuevo por ese pueblo en su siguiente día libre y alguien le pudiera dar alguna información sobre ella. Y, ya que estaba en ello, llamaría a la policía local por si sabían algo de los que habían entrado en casa de Windy. Se sentiría mucho mejor si los hubieran atrapado. Le resultaría difícil marcharse de allí al cabo de tres meses si no era así.
Windy interrumpió sus pensamientos.
—¿Es el halcón otro de tus animales totémicos?
Demonios. Deseó que no se le hubiera caído ese plato delante de ella.
—No lo sé. Sólo los estoy viendo a menudo últimamente.
Y también soñaba con ellos. Más bien eran pesadillas, ya que el halcón que aparecía en ella siempre estaba con su hijo y el niño estaba siempre llorando.
—¿Qué representa el halcón? ¿Cuál es su medicina? —insistió ella.
—Son mensajeros.
Ella abrió mucho los ojos.
—¿Es por eso por lo que ese halcón te asustó esta mañana? ¿Crees que estaba tratando de enviarte un mensaje?
Sí, un mensaje que decía que él era un cerdo y que había abandonado a su hijo. Eso lo irritó.
—No lo sé. He aprendido todo esto en los libros. No soy una autoridad en la materia.
—No tenemos que hablar de ello en este momento, pero tengo la sensación de que tú sabes mucho más de lo que cualquier libro te puede enseñar.
—Bueno —dijo él contento por poder cambiar de conversación—. ¿Cuándo vas a desempaquetar todos esos cacharros de cocina?
Cinco minutos más tarde estaban en la cocina colocándolo todo.
—Te agradezco la ayuda —dijo ella—, pero no quiero que te esfuerces mucho. Esas heridas necesitan tiempo para curarse.
—Estoy bien, no te preocupes. Vamos a terminar con esto.
Mientras seguían abriendo cajas y colocando cacharros, Windy le dijo:
—Edith ha hecho pan frito y me dijo que te trajera un poco. Pero me lo he dejado en su casa porque iba a ir luego de compras y no sabía si aguantaría bien en el coche. Hoy hacía mucho calor. Lo traeré más tarde.
—Puedo ir yo mismo. Vive a sólo unas manzanas de aquí.
Algo dulce le vendría muy bien. Había incrementado su consumo de azúcares desde que había dejado de fumar. Aunque ahora que lo pensaba, un cigarrillo le vendría incluso mejor. Sacó el paquete que llevaba en el bolsillo.
—¿Qué haces?
—¿Tú qué crees que estoy haciendo? estoy organizando la cocina.
Ella miró el paquete de cigarrillos que tenía en la mano.
—Edith me dijo antes de que vinieras aquí que habías dejado de fumar. No permito fumar en mi casa.
Y él no se iba a permitir enamorarse de una rubita charlatana.
—Lo he dejado.
—¿Entonces qué haces con ésos?
No le apetecía nada explicarle su método para no fumar, no lo entendería. Además, un hombre tenía derecho a hacer cosas a su manera sin que lo interrogaran.
—No te metas en mis asuntos, Windy.
—El que fumes en mi casa es asunto mío.
—¿Sabes que eres un incordio?
—Y tú te estás comportando como un chulo. No te importa tener cerca a una mujer siempre que la puedas mirar como si te la fueras a comer. Pero en cuanto ella dice lo que piensa, es un incordio —dijo ella enfadada—. No me merezco esto. He sido amable contigo desde que te has venido a vivir aquí.
¿Amable con él? Lo había estado volviendo loco de lujuria. ¿Por qué se creía ella que la miraba como si se la fuera a comer?
Con un gesto de cabezonería, Sky se sentó a la mesa y se cruzó de brazos.
—Lo que has estado haciendo es meter las narices en donde no debes.
Windy agitó irritada la cabeza y Sky sintió un destello de deseo. Tenía que seguir enfadado para así no abrazarla. Apretar la boca contra la de ella...
Windy entornó los párpados.
—Bueno, ¿fumas o no?
Como Sky estaba sentado en la silla sobre sólo las dos patas traseras, Windy sintió el impulso de hacerlo caer de espaldas al suelo.
—Ya te he dicho que lo he dejado —dijo él metiéndose el paquete en el bolsillo.
Ella decidió no preguntarle por qué llevaba entonces un paquete si no fumaba. Seguramente él volvería a decirle que estaba metiendo las narices en sus asuntos. Él problema real no eran sus hábitos con el tabaco. Lo que le preocupaba era la amnesia... no lo que había olvidado, sino lo que recordaba. Ella sabía que algo de su pasado había salido a la luz, algo que él no quería que supiera nadie más.
—Deberías hablar de lo que te está preocupando, Sky. Se me da bien escuchar.
Él se levantó y se puso a colocar más cacharros. Seguía visiblemente enfadado.
—No empieces con esas tonterías psicológicas. El que haya perdido la memoria no significa que tengas que tratarme como a uno de tus pacientes.
—Todavía no estoy practicando la psicología. Soy una profesora de preescolar y, en este momento, tú estás actuando de una forma más inmadura que cualquiera de mis alumnos.
Sky soltó una maldición pero no le hizo caso. Luego siguieron trabajando los dos en silencio. Windy se dio cuenta de que él tenía demasiado orgullo como para marcharse sin más, dejando algo sin terminar.
Una hora más tarde, cuando terminaron, Sky se dirigió a la puerta.
Ahora sí que se iba, pensó ella.
Agitó las llaves para llamar su atención.
—Voy al mercado —dijo él—. Necesito algunos cereales para desayunar mañana.
Windy lo miró mientras se marchaba, preguntándose si eso significaba que no quería que ella le hiciera la comida. Bueno, muy bien. Era como un niño grande. Por ella, podía bloquearse a gusto las arterias. ¿A quién le importaba? Mientras él se tomaba la guarrería que comprara, ella se haría un desayuno lo más apetitoso posible.
Frustrada, se metió en su cuarto y se tiró sobre la cama, diciéndose a sí misma que lo que necesitaba era una buena siesta que la liberara del estrés. Cerró los ojos. ¿Por qué perder el tiempo pensando en Sky? En ese momento él no se merecía sus esfuerzos para comprenderlo ni su bien intencionada preocupación.
Horas más tarde, Windy se despertó y vio que había dormido toda la tarde y parte de la noche. El reloj marcaba las dos de la madrugada y afuera estaba todo oscuro. ¿Qué iba a hacer ahora? Las dos de la madrugada no era precisamente la hora de levantarse, pero los ruidos que le hacía el estómago le recordaron que no había cenado. Tal vez una taza de leche caliente los acallara.
Encendió la luz y se miró al espejo. Estaba hecha un asco. La ropa que llevaba parecía como... como si hubiera dormido vestida. Y su cabello...
Sonrió y se lo arregló un poco con los dedos.
Odiaba ese cabello con sus rizos indomables. Pero a Sky le encantaba.
Siguió mirándose al espejo. ¿Qué vería Sky cuando la miraba? La llamaba Bonita Windy. ¿Era eso parte de su naturaleza de ligón o es que realmente la encontraba atractiva?
Sabía que la encontraba sexualmente atractiva. El deseo se reflejaba intensamente en sus ojos azules.
Era curioso, pensó al verse en el espejo. Ese mismo deseo y necesidad se reflejaba en los suyos también. Una necesidad que nunca se vería satisfecha. A ella no le iban los ligues de verano, pensó mientras se cambiaba y se ponía el camisón.
Bajó a la cocina y el corazón le dio un salto. Sobre la mesa había un ramo de flores junto a una nota manuscrita.
He llamado a tu puerta, pero no has contestado. Lamento haberme portado como un animal.
Tomó el ramo, lo apoyó contra el pecho y sonrió. Seguía sonriendo mientras ponía las flores en un jarrón.
Su intuición femenina le dijo que, seguramente, Sky nunca antes le había regalado flores a ninguna chica.
Mirando el ramo pensó que nunca olvidaría a Skyler ni a su conmovedora disculpa.
Se había olvidado por completo de la leche. Decidió que, antes de que se marchara, tenía que haberlo ayudado. No podría vivir consigo misma si él continuaba sufriendo.
Decidió también que ese verano era su verano. Que pasarían juntos todos los momentos del día y, después de tres meses, se separarían y Sky sería emocionalmente más fuerte. Con suerte, lo suficientemente fuerte como para afrontar su pasado y esos recuerdos que tanto le afectaban.
Contenta con su plan, Windy salió de la cocina y, guiándose por la luz roja del terrario, empezó a dirigirse a su habitación.
Pero entonces se paró en seco y se volvió para asegurarse de que había visto bien.
Así había sido. El terrario tenía la tapa levantada y estaba vacío. Una vez más, Tequila se había escapado.