Capítulo 12
Era una mañana gloriosa, pensó Windy mientras ponía el desayuno en la mesilla de noche y abría las cortinas.
Habían hecho el amor dos veces la noche anterior. Y luego se habían quedado dormidos en brazos del otro.
—Hey, dormilón —le dijo a Sky acariciándole la mejilla.
Él se despertó, gimió, la miró y sonrió.
—Hola, bonita.
—He hecho el desayuno —dijo ella.
Él olió el aire y se volvió a la bandeja.
—Rollos de canela. ¿Qué he hecho para merecer unas pastas recién hechas a...? ¿A las once? ¡Maldita sea, me he dormido!
—También hay café. Y lo que hiciste fue darme la mejor noche de mi vida.
—Una buena nota, ¿no profesora? ¿La pondrás en mi libreta?
Ella le devolvió la sonrisa.
—¿Qué tal un beso en vez de eso?
Intercambiaron un beso cariñoso y familiar.
—¿Era el teléfono lo que sonó antes? —preguntó él luego, mientras desayunaban.
—Eso fue hace unas horas ya, pero era una llamada importante.
—¿Lucy? ¿Va a dejar ya a Hank?
—No era ella. Era el oficial Mallory. Han detenido a los chicos que entraron aquí. Parece que anoche entraron en otra casa y los pillaron y han admitido que fueron los que entraron en las demás casas de la zona.
—Bueno, si que era una llamada importante. ¿De cuántos chicos se trataba?
—Dos. Y sólo tenían catorce años. No se me ocurre que puede haberlos provocado a hacer algo así. El policía me ha dicho que vienen de familias ricas. Niños ricos y mimados, pero yo creo que, probablemente, haya más que eso.
Sky agitó la cabeza.
—No te atrevas a sentir lástima por esos animales, Windy. ¿Qué clase de niños aterrorizarían deliberadamente a jóvenes solas? te dieron un susto de muerte.
—Ya lo sé. Y no siento lástima por ellos, pero no puedo evitar preocuparme. Sus familias se han ofrecido a pagar todos los daños. Me pregunto si lo habrán hecho para llamar la atención de sus padres o por alguna otra cosa.
—No lo sé, pero no lo vas a averiguar. Prométeme que no te vas a meter en esto, Windy. Deja que se ocupe la ley —dijo él tomándole la mano—. No se merecen que una chica dulce como tú se preocupe por ellos.
A pesar de que el policía le había asegurado que los chicos serían castigados por el tribunal de menores, también le dijo que serían evaluados por un psicólogo forense y que, como ella era una de las víctimas, si tenía algo que decir al respecto, admitirían su consejo.
Windy le apretó la mano a Sky.
—No me meteré en nada más que en mi papel de víctima defendiendo sus derechos, ¿de acuerdo?
—De acuerdo —dijo él aliviado—. Me alegro mucho de que la policía los haya atrapado. No me podría haber marchado sabiendo que esos vándalos seguían sueltos.
Inmediatamente, el dolor y el miedo se apoderaron del corazón de ella. Tenía menos de dos meses para convencerlo para que se quedara.
De repente pensó que tenía que intentarlo todo para convencerlo de que les iría bien juntos.
De repente se dio cuenta de que, sobre todo, para eso tenía que ganarse la confianza de Sky, así que no le quedaba más remedio que soportar a Tequila. Después de todo, esa serpiente era el animal espiritual de él, un aspecto importante de la vida de él.
Windy miró a Sky. ¿Podría hacerlo? ¿Sentirse cómoda cerca de una serpiente? ¿De una serpiente grande y viscosa con ojos fijos y colmillos?
Tomó aire y se obligó a decir lo siguiente:
—Sky, creo que deberías dejar abierto el terrario de Tequila de ahora en adelante.
Él se quedó boquiabierto.
—¿Sí? Creía que le tenías miedo.
Haciéndose la valiente, Windy continuó.
—La verdad es que no. Ya no. Creo que me he acostumbrado a ella.
«Siempre que me deje en paz», pensó.
Él se rió.
—Pues anoche parecías muy asustada.
—No era miedo. Era más bien... vergüenza, supongo. Estaba arruinando mi escena de seducción.
Él se acercó a ella y le agarró la bata.
—¿Y si intentamos de nuevo esa escena? Solo que esta vez me seduces en la ducha.
—Puede...
—¿Puede? ¿Qué significa eso?
—Significa que, si accedes a participar en la Semana de los Trabajos en el parvulario, te seduciré dónde y cuándo quieras.
Él elevó las cejas.
—Creía que tenía tiempo para pensármelo.
Windy le acarició entonces el pecho.
—Y así es. Pero he pensado que querrías hacer un trato. Podríamos ducharnos juntos todas las mañanas.
—Esto es un chantaje...
—¿Lo es? Vaya, es sólo una ducha. Un poco de jabón y agua —dijo ella sonriendo lascivamente—. No creo que sea para tanto.
—¿De verdad? Desde el día en que me hiciste montar guardia en el cuarto de baño tengo esa fantasía sobre nosotros... en la ducha. Desnudos... nuestras bocas... lenguas.
—La semana de los Trabajos... —le susurró ella al oído.
Él la besó y, a continuación, la tomó en brazos y la levantó de la cama.
—Tú ganas —gruñó Él mientras la llevaba al cuarto de baño—. Maldita sea, tú ganas.
Dos días más tarde, Windy abrió la puerta de la calle.
—¡Gracias a Dios que estás aquí! —exclamó nerviosamente cuando vio a Melissa—. Tequila me ha estado siguiendo toda la tarde y tengo mucho miedo. No sé a quién más llamar.
Porque llamar a Sky estaba fuera de discusión. Él no tenía la clase de trabajo que podía dejar en cualquier momento para volver a casa si pasaba algo. Además, él le recordaría que la idea de dejar suelta a Tequila había sido suya. Windy la miró y se preguntó cómo se le habría ocurrido semejante cosa.
Melissa la miró con una expresión de auténtica compasión.
—A mi madre no le ha importado que venga. Y habría venido ella misma para ayudarnos, pero no le gustan las serpientes.
Una mujer inteligente, pensó Windy.
—Melissa, tú crees que eres suficientemente fuerte como para apartar de mi lado a Tequila.
—Claro.
La niña se arrodilló para sujetar a la serpiente, pero cuando trató de levantarla, Tequila se enroscó a un tobillo de Windy.
—Oh, cielos —gimió Windy—. ¿Y ahora qué?
—Sólo permanece tranquila. No te hará daño. Creo que está tratando de ser tu amiga.
Windy miró al reptil gris.
—Bueno, pues vaya forma de tratar de hacerse amiga de alguien. No me ha dejado en paz desde que volví del trabajo. Ni siquiera me ha dejado ir sola al baño. ¿Te puedes creer que me ha seguido hasta allí? Bueno, supongo que puedo acostumbrarme a tenerla por aquí. Pero no que esto me guste.
La niña se rió. Al parecer, lo del baño era mucho para ella.
Windy agitó la cabeza y sonrió, avergonzada por lo que había dicho.
—En ese momento no me pareció gracioso, pero supongo que ahora sí que lo es.
—Tal vez sea mejor que trates de hacerte amiga suya. No creo que te deje en paz hasta que lo hagas.
—¿Y qué debo hacer?
Windy movió el pie al ver que Tequila había aflojado un poco.
—¿Puedes ir al sofá? —le dijo la niña dándole la mano—. Estás muy pálida.
Con la ayuda de Melissa, Windy se dirigió al sofá sacando el pie de los anillos de Tequila con mucho cuidado. Temía que, si hacía un movimiento en falso, la serpiente atacara.
En el momento en que se sentó en el sofá, Tequila se le subió en el regazo.
—Ahora tranquila —le dijo Melissa de nuevo—. Recuerda que sólo quiere ser tu amiga.
—¿Estás segura?
—Deberías acariciarla —dijo la niña al tiempo que lo hacía ella—. ¿Ves? Le gusta.
A Windy se le puso la piel de gallina. ¿Podría tocar esa cosa viscosa?
—No sé...
—Vamos a acariciarla juntas.
Muy bien, se dijo Windy a sí misma. Sólo tenía que hacerlo. Tenía que superarlo y ser fuerte. Después de todo, la serpiente y Sky iban en el mismo paquete.
Levantó la mano cuidadosamente, buscando la parte sin dientes. En ese momento, la cabeza de Tequila estaba oculta en un pliegue de su camiseta, haciendo que el reptil pareciera una masa continua y retorcida de color gris.
Melissa mantuvo su promesa y extendió la mano, animando a Windy a que hiciera lo mismo.
—¡Vaya! —exclamó Windy, sorprendida.
Se había esperado que la piel fuera húmeda y viscosa o rasposa y con escamas. Pero Tequila era tan suave como la seda. Trazó instintivamente toda la longitud del reptil, maravillándose de su belleza. Un tremendo sentimiento de orgullo se apoderó de ella.
Pensó que aquello era una buena señal. Tequila la había aceptado como la compañera de Sky. Y, dado que, supuestamente, la serpiente le había mandado ese sueño espiritual, tal vez Sky se diera cuanta también de que ella y él estaban hechos el uno para el otro, de que Tequila había tenido razón desde el principio.
Melissa sonrió.
—Ya te dije que sólo quería ser amiga tuya —le dijo.
—Y tenías razón.
Entonces a Windy le hizo un ruido el estómago y añadió mirando a la niña:
—Lo siento, no he comido nada desde el almuerzo y me muero de hambre.
—Yo también —afirmó Melissa levantándose del sofá—. Vamos a hacernos algo de comer.
—De acuerdo.
Pero ahora se sentía mal por tener que molestar a Tequila. La amigable serpiente parecía tan contenta en su regazo...
—Tequila —le dijo—. Voy a la cocina. ¿Quieres venir?
Melissa permaneció en silencio como ella mientras esperaban la respuesta de la serpiente. Naturalmente, el animal no hizo nada.
Finalmente, Melissa la tomó con las dos manos y la levantó.
—Ya te puedes levantar —le dijo a Windy.
—Gracias.
Cuando Windy sintió el frío suelo de la cocina bajo los pies descalzos, se volvió para ver si Tequila la había seguido. Y, por supuesto, su leal nueva amiga estaba allí.
Sky condujo a Windy a su camerino, situado detrás de la arena del Rodeo Knights. Ya la había presentado a sus compañeros de trabajo, incluyendo a los que él llamaba los artistas principales, los caballos.
La había presentado como su novia. No como su amiga o compañera de casa, sino su novia. Incluso Charlie había sonreído ante eso y le había guiñado un ojo.
Sky cerró la puerta y tiró su sombrero sobre una silla.
La habitación era pequeña y estaba abarrotada de ropa, pero tenía un espejo de cuerpo entero, un sofá y cuarto de baño.
—¿Quieres sentarte? —le preguntó.
—Gracias —respondió ella sonriendo y sentándose en el sofá—. ¿Así que es aquí donde te cambias?
—Sí —dijo él al tiempo que se desabrochaba la camisa—. Charlie tiene una encargada del guardarropa y es ella la que se encarga de la ropa y la lava.
Sky se quitó la camisa y ella se quedó mirándolo fijamente.
Para apartar la mente de esa visión, le dijo:
—Has estado magnífico ahí fuera. ¿Dónde aprendiste a montar así?
—No lo se. Lo cierto es que no lo recuerdo. Charlie me dijo que ya lo hacía cuando me conoció. Por supuesto, al parecer, no tenía un estilo muy pulido, así que se imaginó que era uno de esos chicos que lo hacen naturalmente.
—Debes haber vivido en casas de adopción donde la gente tuviera caballos.
—Sí. Tengo un vago recuerdo de un gran rancho. Creo que allí vivían muchos adolescentes. Tal vez fuera que los dueños tomaran a niños huérfanos para que ayudaran allí.
—Creo que ahora ya me estoy acostumbrando a estar cerca de los caballos —dijo ella—. Es posible que la próxima vez pueda montar sola. La verdad es que me muero de ganas de hacerlo.
—Sí, lo estás haciendo muy bien. Charlie tiene una yegua que me ha dicho que te puede dejar. Es la que monta Melissa y creo que lo harás bien con ella.
—¿Gingersnap? —le preguntó Windy recordando el nombre de la yegua.
Charlie y su esposa los habían invitado a cenar la semana anterior y ella había encontrado a los padres tan encantadores como la hija.
—Sí, Gingersnap. Esa misma. Creo que fue Missy la que le puso el nombre.
—¿Por qué tú no tienes tu propio caballo, Sky? —le preguntó ella entonces.
—A Charlie no le importa dejarme el suyo. Y, cuando no estoy trabajando para él, lo hago como peón de rancho o como entrenador cuando alguien necesita uno. Siempre hay muchos caballos para que yo los use.
—¿Nunca has tenido uno propio?
—No. Tequila es la única compañía que he tenido nunca. Y a veces ya es suficientemente difícil viajar con ella. Ya sabes, llevar ese terrario y demás. Aunque, por supuesto, no me importaría tener mi propia casa, con mis propios caballos, pero ya sabes...
No, ella no lo sabía.
—Tal vez ya sea hora de cambiar, Sky —le dijo ella con la voz más tranquila que los latidos de su corazón.
Cada semana que pasaba se acercaban más a septiembre y a la partida de él.
—Estoy segura de que a Tequila le gustaría tener un hogar permanente. Y un hombre con tus habilidades podría tener su rancho propio, aunque fuera pequeño. Por aquí hay muchos donde se pueden tener caballos. Claro que Burbank es demasiado caro, pero la zona donde vive Charlie es bastante asequible.
Y ella ya se había dedicado a mirar en los periódicos por los que se alquilaran por la zona, preparando su futuro.
—Tú y yo podríamos alquilar juntos uno. A Edith no le importaría. No tendría problemas para encontrar a otro inquilino.
Sky se pasó una mano por el cabello.
—Ah, Windy, querida. Ya sabes lo que pienso de California. No encajo bien aquí.
Windy pensó que, si el problema era California, ya encontraría la forma de solucionarlo.
—Podemos irnos a cualquier otra parte. Hay parvularios por todo el país.
—Vamos a no pensar en el futuro, ¿de acuerdo? Para mí es más fácil vivir día a día. Sin promesas, ¿recuerdas?
—De acuerdo —susurró ella.
Sky le tomó las manos, se las llevó a los labios y se las besó.
—¿Comiste bastante antes? Puedo invitarte a cenar si quieres.
—Comí lo que le han dado al público.
—Sí, pero a ti no te gustan las chuletas.
—La ensalada estaba bien. También el maíz.
Él frotó entonces su nariz con la de ella.
—No te pongas triste, Bonita Windy.
—No lo estoy —dijo ella orgullosa—. Por mí está bien lo de vivir día a día. Sólo estaba pensando en un poco de aventura. Ya sabes, los caballos y todo eso.
—De acuerdo, bueno. Ahora debería cambiarme.
—Deja que te desnude yo.
Sky la miró fijamente.
—No hay problema —dijo. Ella le desabrochó el cinturón y luego le deslizó una mano dentro de los vaqueros y él se estremeció. Luego Windy le dio un beso en el pecho y tiró de él hacia el sofá.
Él sonrió mientras caía.
—¿Es esto lo que quieres de mí? —le preguntó.
—Sí. —Windy se arrodilló delante de él y le dio un beso en el vientre. Le abrió más los vaqueros, exponiendo la parte de él que quería saborear, excitar...
Él gimió entonces.
—¿Qué estás haciendo?
—Amarte —susurró ella—. De la forma en que tú me amas a mí.
Él la agarró por el cabello, listo tanto para apartarla como para hacerla acercarse más.
—Windy, no tienes que...
Pero entonces ella lo lamió y respondió:
—Quiero hacerlo.
Sky no cerró los ojos y la observó como ella había esperado que hiciera. Le acarició el rostro mientras ella lo amaba. Sabía a sal y a hombre, a deseo y ansia.
—Oh, Windy —gimió él tirando de ella para poder besarla.
Se libraron enseguida de la ropa y se recorrieron los cuerpos con las manos.
Windy tiró luego de él hacia el suelo y él la poseyó allí mismo, sobre la alfombra, lamiendo y besando allá a donde podía llegar.
Jadeando como animales salvajes, llegaron juntos al clímax, en el suelo, entrelazados en un abrazo primitivo.
Sky le dijo entonces, tembloroso: —¿Cómo voy a poder vivir sin ti?
—No lo vas a hacer —respondió ella abrazándolo fuertemente.