CAPÍTULO 3

A veces pienso que me he quitado la rabia de encima, pero aún me siento perseguido por un perro dispuesto a morderme para contagiarme otra vez. Supongo que para no sentir más rabia debería arrancarme los ojos para no ver nada, aunque la ceguera terminaría por enloquecerme.

Estoy harto de historias universales, edulcoradas, empalagosas. También estoy harto de tener que estar justificándome siempre, de tener que probar a los demás que soy mucho más que un marica, de tener que hacerme valer el doble para que no se me juzgue según mi sexualidad. Pero me he dicho que ya basta. No quiero ser como los otros hombres, los que montaron esta sociedad e hicieron sus reglas. Si soy alguien al margen lo seré hasta sus últimas consecuencias, sin mirar atrás aunque a veces me tiemble el pulso.

Acepto la marginalidad que me han impuesto y me radicalizaré si eso supone no traicionarse con la edad. Voy a comportarme como esperan que haga: de la manera más escandalosa posible para que puedan justificar sus quejas, sus reproches, sus insultos, sus lamentos. ¿Acaso no es eso lo que se nos dice? Sé tú mismo, encuentra tu camino, sé sincero, pero si cruzas la línea que separa lo global de lo particular, iremos a por ti. Tus padres tuvieron mejor trabajo que tus abuelos, una casa más grande y un coche más caro, y tú también tienes que superarlo. No nos defraudes.

Nada de lo que digo es nuevo: también repito el discurso de otros, siento lo que sintieron otros, actúo como actuaron otros pero no pretendo ser trascendental, ni único, ni original ni exquisito. No soy especial ni voy a pasar a la Historia: tampoco lo pretendí nunca. De todos los millones de personas que habitaron, habitan y habitarán el planeta sólo se estudiarán un centenar. Mis ojos miran igual que los ojos de los demás pero a lo mejor mi cabeza procesa las imágenes de forma diferente.

Soy un cliché con conciencia de sí mismo, una contradicción constante que teme su propia naturaleza. Un chico joven que está perdido, enrabiado, alienado, que teme el rechazo, que se muestra disconforme. Soy uno de tantos, de los que viven en tu escalera, en tu edificio, en tu calle, en tu barrio, en todas partes. Soy el que se sentó en el banco a comer pipas y a beber cerveza, el que ha echado algún polvo entre los matorrales de un parque, el que se ha colado en el cine y ha robado discos en El Corte Inglés, el que ha llegado tarde a clase, tarde al trabajo, tarde a todas partes, el que no se ha presentado a una cita, al que le han dejado plantado, el que ha fumado a escondidas de sus padres, el que ha saltado la verja del instituto para hacer novillos, el que se ha emborrachado con calimocho las tardes de sábado y el que se ha dormido colocado en las aceras un viernes de madrugada.

Soy quien ha imitado creyendo que decidía por cuenta propia para acabar rechazando y rechazado por lo que imitaba. Fui un adolescente en busca de una multitud de cosas que se ha convertido en un adulto que sigue buscándolas. Soy un chico de dieciséis años que sabe que se merece algo mejor, sólo que más viejo.