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Dignísimo y muy honorable amo mío:

Maguer se haiga quedado de nuevo solo, el fiel Salaì no quiere holgar a vuestra costa. Ya que naide me cree sabéis qué os digo pues que voy a hablar con quien me place y cuando me plazca y si Lionardo después protesta diréle padrino mío querido, huid si queréis de Roma cuando os asalte el julepe, pero de los asuntos míos me ocupo yo mesmo porque si viene a la fonda un caco con un puñal me mata a mí, no a vos.

Lo primero que hize fue visitar a Copérnico que en viéndome los ojos se le pusieron como platos a causa de la sorpresa y hízome pasar a su cuarto de huésped harto risueño. Al punto me ofreció agua y vino y pan y jamón ay qué esperaría obtener él de mí, pero yo acepté con placer el jamón y el vino aunque también empecé con brevedad a hazerle únicamente las demandas que me interesaban. A los principios Copérnico se mostró decepcionado pero luego me respondió muy felice, primero porque los putos son como las mugeres y les gusta el palique, segundo porque son jactanciosos y cuando saben algo no resisten la tentación de pavonearse y de dezir fijaos la de cosas que sé y lo bien que las digo, máximamente cuando tienen en su delante a mozos inorantes como Salaì.

Pues bien señor Copérnico, principié, con respeto a la facienda del otro día osea de la Germania de Tácito y de Poggio Bracciolini he de dezir que me dexasteis a media miel. Lo que me respondió Copérnico, señor amo, me hizo pensar que los homes de hoy no ven las cosas ni aunque se las plantifiques dentro de los ojos y son bestias de verdad y idiotas redomados. ¡Este Poggio Bracciolini no es ni por pienso el home honesto que cuentan! En primer lugar Poggio no escrebió sólo libros serios: publicó un montón de juguetes, osea chascarrillos y bromas picantes y sobre todo historietas de curas y frailes que hazen cochinadas con las mugeres; tuvo demás un montón de vástagos bastardos con las mugeres más surtidas acá y acullá, y cuando ya era clueco se desposó con una chicuela oh casualidad de diez y ocho años y rica y le desenfardeló otra carretada de hijos; por último jamaba y trincaba como un puerco y dezía un montón de mentiras y insultos y se peleaba con media umanidad.

En resumiendo cuentas Copérnico dixo que los Antigüistas italianos estavan todos prendados de lo antiguo y de la cultura y de las güenas letras y de esos que intitulaban valores umanos porque en la opinión suya en los siglos de antes los philósofos cristianos y los monjes y los curas y los homes toditos dellos habíanse desvelado en exceso por la Religión y por Dios y que era ya llegado el día de desvelarse por el home que es lo más importante del mundo, lo qual para mí señor amo es una memada porque Dios creó al home, es mucho mejor y inteligente que él y si le sale de las narices le zurra la badana, pero sigamos adelante. Como resultaba pues que era menester dezir que el home es importante y no ansí Dios, los Antigüistas se dedicaban a los escriptores latinos y paganos, que ni conoscían a Jesús, y los dichos Antigüistas dezían al unísono: pero qué grandes son estos antiguos romanos, y qué inteligentes y güenos y sabios. Mas la verdad es que a los Antigüistas les dava tres pitos la sabiduría y la umanidad y la bondad, inclusive de buen grado se lanzaban pollos a la cara unos a otros y se calumniaban y se insultaban públicamente: que tú no sabes escrebir en latín, que tú eres un mastuerzo, que tú eres un hideputa, y tú un echacuervos y tú un sablista y así sin parar y Poggio era prexisamente uno de los más dados a tocar las pelotas al prójimo y con un tal Giorgio de Trapezunzio una vez se insultaron y cruzaron bofetones en delante de todos sus colegas de la escriptoría pontificia.

La especialidad de Poggio era escrebir poesías preñadas de ofensas contra sus rivales, escrebir cartas que suscribía con otros nombres y que con ayuda de amigos suyos hazía circular para calumniar o para acusar a esos otros de cosas que él sabía pero que muy bien que no eran ciertas, en conclusión que le encantaba jorobar al prójimo y engañar. (Yo ya os había dicho que no me gustaba la faz de Poggio que se vee en su estatua, y ay cosas en las que yo nunca marro). Peleóse con todos los Antigüistas más encumbrados de Roma y de Florencia, y aquí miento exemplos que vuesa merced conosce seguramente porque algunos los he oído hasta yo mesmo: Lorenzo Valla, Guarino Veronese, Francesco Filelfo, Tomaso Morroni, inclusive el anciano maestro suyo Coluccio Salutai. Él los llamaba inorantes y ridículos, aunque tampoco ellos se quedaban cortos, verbigratia Tomasso Morroni dezía que Poggio yba mucho a pasear al Coliseo y a otras ruinas romanas, mas no a meditar sobre la Antigüedad como él ahirmaba, sino de noche a buscar putas. Lo curioso es que se acusaban todos unos a otros de traducir pésimo las obras de los autores latinos, y bien mirado no les faltaba razón, dixo Copérnico, pues todas las traducziones de los Antigüistas, así del griego como del latín, son una auténtica caca.

Perdonad señor Copérnico mas cómo es que estáis al cabo de todas las disputas entre Poggio y los otros Antigüistas, preguntéle, y respondióme que eso era fácil pues estavan en las cartas que se escrebían y que luego circulaban en copia.

Ya, ¿pero por qué los Antigüistas italianos se tenían que pelear tanto? repúsele. Copérnico me dixo que jamás se ha sabido eso bien y demás después de las disputas casi siempre hazían las paces como si no hubiese pasado nada de nada, lo qual no sucede lo que se dize mucho entre personas con la cabeza en su sitio, por eso todo el mundo dezía vaya con estos Antigüistas quizaes sean un poco estraños porque son inteligentes en demasía y la cosa quedaba ahí. Entonces yo le dixe dispensad señor Copérnico pero para mí que estos Antigüistas se peleaban adredemente porque no eran Ciruelos para sacarse los ojos como gañanes en delante de todo el mundo, y enzima por escrito, ansí que quizaes querían hazer creer que eran enemigos porque en realidad habían guisado algo todos juntos que no se devía descubrir.

Copérnico puso una cara como diziendo Caray no se me había ocurrido y sólo contestó: oye chico por qué no hablas con Ciolek que con seguridad puede ayudarte pues él sabe montones de cosas de los Antígüistas.

Al cabo Copérnico quedóse cuitado porque yo no hize más que preguntar y comerme su jamón y su vino y luego fuíme, y ay sabe Dios lo que esperaría él obtener de mí.

Cuando bolví a la fonda encontré a Grassi, que buscaba a Lionardo. Estava asaz preocupado por la ausencia de mi padrino, y asimismo un poco enojado, porque había ido a comunicarle algo que había sabido tras el encuentro en el gueto de los judíos. Refiriómelo bajo promesa y juramento solemne de no dezírselo a naide más que a mi padrino, y juré tan bien que me la dixo en seguida ansí que ya mesmo os esplico su consistencia.

Como seguramente vuesa merced se recuerda, una de las cosas que acá en Roma dizen sobre el Papa es que en secreto ha pactado, y de modo infamantísimo, con el sultán thurco. Cuando los thurcos desembarcaron en Calabria fue arrestado un enviado del Papa en Gonstantinopla, en la cuya posesión paresce tenía cartas del sultán Bayazid en las que se dize que el Papa apoquinará hartos cuartos al sultán, y harále muchos favores güenos y suculentos, si lucha contra los franchotes que siguen ocupando Italia. Los cizañadores, dize Grassi, van diziendo por ahí que ay pruebas desta traición del Papa, osea cartas a un emisario suyo, y las dichas cartas estarían depositadas en un notario de Florencia, que se llama Filippo Patriarchi. Me ha inquirido si lo conosco, y yo le he dicho que no, y me ha pedido que en Florencia me informe con un terciador de grande discreción: a naide se le deve pasar por las mientes que el Papa tiene el ánimo de encontrar los documentos que lo acusan o lo dexan en salvo, pues resulta que —dize él— estos papeles en realidad no esisten: sólo quiere saber quién es el dicho notario.

Por ello, dignísimo amo, os ruego que tengáis a bien dar con los güesos del notario Patriarchi, para saber con fehaciencia si entre sus papeles están aquestas escrituras. Y agora paso a hazer algo de sumo provecho que os revelaré dentro de poco, porque si no sólo escribo y no hago un carajo para servir a mi bonísimo amo.

Vuestro fidelísmo

SALAÌ