CAPÍTULO 37

Cuando volvió al trabajo, Johnny Nolasco la llamó a su despacho. Estaba sentado a su escritorio con las gafas de leer apoyadas en la punta de la nariz, estudiando el borrador del informe de Tracy, y, al verla entrar, lo dejó en la mesa y sostuvo las gafas en la mano.

—¿Tengo que entender que has dejado a la mujer en libertad sin más ni más?

—Sí —respondió ella.

—¿Estás de broma? —Al ver que Tracy no respondía, dijo—: Dos cuerpos de policía han estado buscándola en vano durante más de dos meses, a su marido se le ha acusado injustamente y han muerto dos mujeres, ¿y tú la dejas irse? ¿Me lo puedes explicar?

—A Devin Chambers la mató Stan Fields —dijo Tracy con calma—, según me confesó. Ese era mi caso, mi investigación.

—¿Y Chen?

—También la mató él, pero ese caso era de Portland.

—¿Pero qué pasa con Strickland? ¿La dejas que se vaya y ya está?

—Como se ha encargado usted de recordarme a menudo, capitán, se trata de un caso de personas desaparecidas y, por tanto, se encuentra fuera de mi jurisdicción: es, más bien, problema del condado de Pierce.