Antología de los poetas salvadoreños (V)
1. El perro y el gato
La señora Política tenía
un perrillo faldero
y un gato zalmero,
a los que acariciaba todo el día.
Por razones que ignoro hasta la fecha,
cambió de domicilio
y buscó en el auxilio
una senda de luz menos estrecha.
Al compañero gato dijo el perro
antes de la partida:
nuestra suerte está unida
a la que tenga el ama en el destierro.
El gato le contesta: Yo no puedo
seguirla caro amigo
porque en verdad te digo
que soy fiel a la Casa. Aquí me quedo.
El mismo cuento exactamente pasa
en cuestiones morales
donde hay perros leales
y gatos que se quedan en la casa.
¿Cambia doña Política de puesto?
El perro no la deja
y con ella se aleja;
pero el gato es leal al Presupuesto.
2. El águila y el pato
El águila voló hacia el infinito
llevando entre sus alas poderosas
al aventurero pato, favorito
sobre todas las cosas.
Viéndose tan arriba, el pobre pato
sintió tener las alas muy ligeras,
y creyó el insensato
que él había volado a las esferas
de la región bellísima del cielo,
como un pájaro audaz que de este suelo
al levantarse hiende
el viento y lo domina a golpes de ala.
¡Esto les ha pasado
a muchos funcionarios insensatos
que águilas se creyeron, siendo patos!
3. El tigre y el canario
Sepa Ud., señor mío,
que me vanaglorío
de que a su mismo lado
me tengan enjaulado
—le dijo el tigre al pávido canario
que también se encontraba prisionero
soportando ese mísero calvario
ni más ni menos como el tigre fiero.
—Yo también, señor tigre,
y mientras no peligre,
celebro que a su lado
me hayan colocado
—le contestó el canario un poco serio.
Y luego le pregunta: —Diga, amigo,
¿por qué es que nuestro pérfido enemigo
lo tiene en tan penoso cautiverio?
—Porque soy sanguinario
—le contestó al canario
el temible felino—.
Y sobre usted, vecino,
¿cuál es la seria acusación que pesa
que lo tienen sumido en tal quebranto?
Y contestó el canario con tristeza:
—A mí me tienen preso porque canto.
En vida, más o menos,
a todos nos dan palos:
a los unos por malos
y a los otros por buenos.
4. El canario y el talapo
—¿Y por qué tú no cantas? —le decía
un canario a un talapo que vivía
en jaula refulgente de puro oro
que valía un tesoro.
—Porque no puedo hacerlo y soy un papo
—de esta manera contestó el talapo—
y además porque el dueño de esta jaula
sólo quiere lucirme aunque soy maula.
Suspenso se quedó mi buen canario
del gusto extravagante y ordinario
de aquel amo que en jaula tan vistosa
tuviese cualquier cosa.
Yo me quedo lo mismo cuando veo
que ocupan un empleo
en las altas esferas oficiales
soberbios animales.
León Sigüenza (1894-1941).