Entre nosotros el amor

I

«Una agraciada muchacha, A.M., del Barrio del Calvario, fue requerida de amores de parte del señor J.V., del cantón Los Troncones, de 47 años de edad y bastante aficionado a las faldas. El individuo hacía frecuentes viajes a Panchimalco con el objeto de ver a su enamorada. Un día escribió una rara carta a los padres de la muchacha pidiendo que se la entregaran en matrimonio. A. M. se negó rotundamente a contraer matrimonio basándose principalmente en la gran diferencia de edades. “Búsquese a una de su edad, Ud. puede ser mi padre” —le dijo la muchacha al pretendiente. Éste se llenó de indignación y le dijo a la muchacha. “¿No sabes que puedo hacerte mucho mal? Todos mis enemigos han muerto, y vos no podrás ser mujer de nadie, pues si no sos mía tendrás que ser de la muerte”. Dos meses después A.M. caía enferma con graves dolores estomacales, su vientre se inflaba como si estuviera hidrópica y los dolores aumentaban. Al mismo tiempo sus parientes observaban que en la noche unos monos de color negro llegaban a hacer escándalo en el solar y el techo de la casa donde A.M. vivía. La muchacha entró en agonía y durante las convulsiones de que fue presa, vomitó, entre espumarajos blancos, tres sapos y una culebra de tres cabezas, según aseguraban firmemente la madre de A.M. y dos vecinas. Antes de morir, A.M. tuvo un delirio en que pronunciaba frases como éstas: “Me lleva J.V.” “Lo tengo frente a mí”, “Quítenmelo de enfrente porque me lleva y es un hombre muy malo”».

II

«Citaremos como ejemplo el siguiente aspecto de la vida en Panchimalco: los panchos creen aún ahora que la luna es el factor que decide en todos los aspectos de la vida de las plantas, de los animales y de los hombres. La luna es lo que produce todo lo que vive en la tierra, mientras que el sol es el gran alimentador de los seres vivos pero no su productor. Las fases de la luna tienen enorme importancia para el proceso de la siembra y el del engendro: hay una “luna de pintar” en la cual nuestros padres “nos pintan” [nos perfilan, nos esbozan] y otra “luna de producir” que es cuando nos conciben. Todos los animales están sometidos a la influencia lunar, excepto el gato, el perro y el cerdo. Todo este preámbulo lunar ha sido necesario para explicar una costumbre que regulaba las formas de la vida cotidiana en el seno de la familia. Consideraban los ancianos que el día “once de luna” era el más propicio para la fecundación de la mujer, porque los seres engendrados en ese día nacen fuertes y robustos, de mejor condición. El día “once de luna” se contaba a partir de la primera noche de aparición de la luna en el horizonte y, siendo el mejor día para tales relaciones de la fecundación, las autoridades estaban interesadas en que no se desperdiciara esa noche, pues si había un error y se engendraba un niño en luna tierna, por ejemplo, se tenía la seguridad de que después llegaría a ser un hombre cobarde. De ahí que el famoso día “once de luna” como a las nueve de la noche, los vigilantes al servicio de la Alcaldía recorrían las calles de Panchimalco tocando un tambor y gritando a intervalos: “Ya es la hora del engendro, señores”. A lo que tenían que contestar los vecinos con la frase: “Ya estamos en ello”. A partir de esa noche se autorizaba el contacto con la mujer en un lapso de ocho días. Pasado este período, los vigilantes debían controlar que no hubiera nuevos contactos sexuales entre los esposos y dicen los ancianos que el control era fácil de llevar debido a que todos los esposos dormían en tapexcos y la práctica del coito provocaba gran estrépito en las varas de dichos tapexcos y así los vigilantes podían determinar si los esposos se sometían o no a la regla de abstención. El marido que infringiera las disposiciones de la autoridad era castigado con la pena de cincuenta azotes, que se aplicaban en el atrio de la iglesia a la vista de todo el mundo».