Dos poemas sobre nuestro más famoso escritor
I. El conflicto salvadoreño-nicaragüense
«… ya podemos perdonar a Darío».
J.P. Pacheco
Rubén:
los salvadoreños (¡ejem!) perdonamos en ti
al nicaragüense genial,
es decir
al discípulo de don Chico Gavidia.
II. El año de Gavidia
Viejito
a punto siempre de ahorcarte con las hilachas de tu pelo
de indio:
de nepente en nepente
a saber si tuviste tiempo para pensar en tu papel moral.
Mario asegura que recibías una pensión de trescientos
pesos,
que caíste en un país de tontos a tu medida
y que te construiste un túnel exclusivo
hacia el bunker de la métrica
y otro hacia el refugio antiaéreo de los Olimpos
de Grecia y de Tlapallan.
Pero a tus compatriotas les caía el fuego del cielo
y les subía el fuego de la tierra,
y les batía el fuego del Norte
y les remataba el fuego del Sur.
Nadie habrá odiado a Darío como tú, digo yo,
pero ésas son babosadas muy humanas.
Hoy Pepe y Armjio dicen que fuiste hegeliano
e Italo que eres un catecismo para todos nosotros.
Por mi parte nada debo agradecerte
porque no me importa lo que has hecho:
para mí siempre fuiste poco más que el tío-abuelo
enfermo
de Pepe Luna Gavidia, un mi compañero del Externado
Y no es que te saque la lengua y te haga musarañas:
tampoco actúo así con mi hijo, el chiquitío.
Lo que yo digo es que el año de Gavidia no fue 1966
sino 1932.
(Que en realidad fue el año de todos y cada uno
de los salvadoreños de este siglo.
Por ahora).