Las finanzas de Dios

(«Al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios…»)

I

(1896-1908)

En el año de 1896 el Muy Ilustrísimo Señor Provisor y Vicario General Canónigo Tesorero doctor don Miguel Vecchiotti, de tan grata memoria, quien en su actividad y celo construyó nuestra hermosa y bella Catedral, en su deseo ardiente de obtener para ella un magnífico órgano, obtuvo de la piadosa matrona doña Carmen Ungo viuda de Rosales la suma de cuatro mil pesos oro.

La tesorería de la Catedral completó la suma de 24 mil pesos plata que costaría el mejor órgano de la fábrica Farrand y Votey, de Nueva York.

Vino el nuevo órgano con tan mala suerte, que en su desembarque y traslación a esta capital se mojaron algunas de sus principales piezas. El empleado de la fábrica encargado de armarlo no cumplió del todo su compromiso y abandonó la obra. Al poco tiempo de armado el órgano, se notaba que cada día sonaba menos, hasta el grado de perder el sonido doce voces del primer teclado. Las del segundo, pedalier y los registros, sin hacer cambio alguno, quedaron completamente arruinadas.

En vista de esto el M.I. señor Provisor y Canónigo Deán, Doctor don José Antonio Villacorta, de inolvidable memoria, hizo todo lo posible por reparar el órgano haciendo contratos sucesivos con tres afinadores pero sin resultado satisfactorio, antes bien dejándolos ello en peor estado.

En el año de 1906, el Ilustrísimo y Reverendísimo Señor Obispo, doctor don Antonio Adolfo Pérez y Aguilar, a quien Dios nos conserve por muchos años, lamentando el triste estado del órgano, aprovechando las circunstancias de la venida a esta capital del Sr. don José Von Jenney, que se manifestaba como constructor y competente reparador de órganos, tanto por la prensa como por referencias particulares, y deseando salvar la responsabilidad de que más tarde se atribuyera a morosidad el que presentándose un sujeto idóneo no se diera paso a tratar de reparar el órgano, comisionó al Infrascrito, y aprobó el contrato que éste hizo con Von Jenney, elevado a escritura pública ante los oficios del Dr. don Belisario Suárez. Von Jenney se comprometió a componer el órgano por la cantidad de tres mil pesos oro, que le fueron entregados.

Teniendo que ausentarse de esta república, el Sr. Von Jenney, para poco tiempo, según se dijo, se hizo una segunda escritura pública ante el Dr. Belarmino Suárez, cediendo Von Jenney como caución a la Catedral por valor igual recibido, un piano, cien pesos en oro americano y 150 rollos de música automática. Von Jenney fracasó en el cumplimiento de sus obligaciones, yéndose del país y dejando en Nueva York seis cajas de útiles del órgano.

Caducados los plazos, se hizo la rifa del piano que produjo la cantidad líquida en 2 mil 600 pesos.

En Octubre del año pasado, el Ilustrísimo señor Obispo recibió aviso de que en las bodegas de Nueva York estaban seis cajas de útiles del órgano de la Catedral y el Infrascrito solicitó al señor don Herbert de Sola para ver si se conseguía un experto que se hiciera cargo de la compostura del órgano y que hiciera venir las cajas. El señor de Sola, con la mejor buena voluntad y apropiándose del asunto, escribió a la casa de Sola, Pardo y Cía, sobre el particular y estos señores, con asombrosa actividad, revisaron fábricas y bodegas hasta dar con las cajas y con un experto, que cabalmente, había trabajado en nuestro órgano.

Este experto o fabricante pedía nada menos que diez mil pesos oro para venir a componerlo, y sin garantía alguna.

El Infrascrito, insistiendo siempre en la reparación del órgano, y asociado a la pena moral que molestaba al amantísimo y dignísimo señor Obispo, insinuó la idea de que se hiciera cargo de la compostura del órgano el señor don Francisco Bonilla, que había trabajado con Von Jenney y que mostraba aptitud para realizar el proyecto. En efecto, aceptado el pensamiento y mediante contrato con el Venerable Cabildo Eclesiástico, el joven artista Bonilla ha hecho esfuerzos supremos para arreglar el órgano, dejándolo a entera satisfacción y causando grata sorpresa en este día memorable.

El señor Bonilla percibirá por su trabajo mil 700 pesos, proporcionándosele por separado los materiales y el valor del trabajo del cobrista y del carpintero.

Cuesta el órgano hasta la fecha cerca de 30 mil pesos.

Posee dos manuales pedalier y cuenta con treinta registros sonantes que hacen el conjunto de cuatro mil flautas. Uno de sus registros más poderosos es el de principal basso. Los dos teclados manuales constan de cinco octavas, comenzando por el do subgrave. Pero lo que mejor tiene nuestro órgano es el registro automático, el cual ejecuta sin necesidad del organista. Figuraos que estáis en escarpado montículo en que presenciáis el desarrollo paulatino de una inmensa vegetación sonora que comprende desde los brotes minúsculos del piccolo hasta el añoso corpulento tronco, representado por el gigantesco bajo de seis metros, figuraos la variedad más pasmosa de diámetros y dimensiones, de estructura y material en aquella serie de tubos que semejan tallos, y aquellos conductores del aire que semejan raíces, todo ello diseminado con la desordenada simetría que parece copiada de la naturaleza, y tendréis apenas idea de lo que es tan admirable mecanismo. Pero la impresión visual resulta insignificante comparada con la auditiva: cuando la savia gaseosa comienza a circular por aquel organismo y al empuje de un cerebro que piensa y de un alma que siente, toda aquella masa inerte va naciendo a la vida y comienza a articular sonidos que son el germen de una idea, y ésta va desarrollándose pausada y noblemente con toda la gravedad y elevación del caso pidiendo a cada sonido la vibración, a cada timbre un color, y a cada matiz un sentimiento; cuando aquel monstruo de mil voces pónelas todas en acción y en unísono colosal, como ninguna orquesta lo puede producir, refunde la idea grandiosa o el pensamiento sublime y, debidamente preparados, los expone con todas las galas del saber y de la inspiración, entonces os sentís subyugados, anonadados por la potencia inmensa del arte musical y, siendo o no artistas, sabios o ignorantes, cultos o incultos, os entregáis a la emoción estética causada por las lágrimas que pugnan por brotar de vuestros ojos. El órgano es algo inmenso, es una tempestad en manos de un hombre. En sus tubos gimen, duermen o cantan todas las armonías de los orbes. Ahí está lo que dice un árbol a otro árbol en alas de la brisa que despierta su cimera; lo que dice una nube a la otra nube, un mar a otra mar, un viento a otro viento y una estrella a otra estrella; en fin, lo que dice la creatura a su Creador. Duermen en esos tubos o cantan por sus breas doradas, risas de niños, voces de ángeles, apóstrofes de profetas, cánticos de bienaventurados. Un soplo de aire y basta: la eternidad habla, la humanidad llora, la tristeza suspira, el ministro del altar entona y la alegría canta. ¡Gloria in excelsis Deo! ¡Porque sólo Tú eres santo, Tú sólo el Señor, Tú sólo el altísimo Jesucristo!

En nombre del Ilustrísimo y reverendísimo Señor Obispo, y del Venerable Cabildo Eclesiástico, damos las más expresivas gracias a todas las personas que tan generosamente te contribuyeron con sus limosnas y se dignaron enterar el valor de los billetes de la Rifa del Piano.

El Divino Salvador premiará su caridad.

 

Santiago R. Vilanova,

Canónigo Tesorero, Provisor y Vicario General.

II

(1950-1972)

San Salvador no tiene Catedral desde hace más de veinte años.

En 1950 la Catedral de San Salvador fue destruida por un Incendio. Desde entonces, los gobiernos de Osorio, Lemus, Junta Cívico Militar, Directorio Militar, doctor Cordón, Julio Rivera y Fidel Sánchez, y cientos de miles de salvadoreños, han dado su aporte económico para la reconstrucción. A finales de 1971 y principios de 1972 aún no se termina la nueva Catedral y se ha dicho de nuevo que ello se logrará, si Dios quiere, «en un par de años más».

Para evitar cualquier confusión hay que decir que la reconstrucción se hace con materiales corrientes, es decir, granito cemento, piedra común, hierro, madera, etc.