XIII

Se ve que en la época actual el entusiasmo no es de abajo para arriba, como antes, sino de arriba para abajo. En una época así es cuando se han producido el comunismo y el fascismo.

En Francia, país de tendencia militarista tradicional, el año 40 se veía que no había entusiasmo militar ninguno, que el desbarajuste reinaba en los servicios del Estado. Yo tenía un amigo, Jorge Pillement, empleado al comenzar la guerra en la Censura. Me dijo que fuese a verle a un gran edificio, antiguo hotel, donde tenía su despacho. Fui a verle. Esperé en la antesala del piso bajo.

Mandé varios recados al amigo, y en vista de que no aparecía ni me avisaban, me volví a casa.

Luego me dijo Pillement que no le habían indicado que alguien le esperaba.

Otra vez fui a la misma oficina y conseguí ver a Pillement, porque llegó al mencionado hotel el jefe de la censura, que era el escritor Juan Giraudoux, el autor de Siegfried, y dijo a los conserjes que avisaran a los empleados quiénes les estábamos esperando. En aquel enorme edificio había doscientos despachos con un empleado cada uno y dos o tres mecanógrafas; eso sí, muy guapas todas ellas, muy bien vestidas, que andaban taconeando por los corredores. Yo creo que todo lo que hacían aquellos doscientos empleados y las cuatrocientas mecanógrafas, lo hubieran hecho, desahogadamente, treinta empleados trabajadores y entusiastas.

Pero, naturalmente, cada ministro, tendría que colocar a sus amigos y partidarios; cada jefe de oficina, a sus hijos y sus hijas de mecanógrafos, y con ese sistema toda dependencia del Estado se convertía en una colmena de gente inútil. Era el triunfo de la burocracia de la época moderna.

La moral corriente es una mixtura de ideas antiguas y de ideas modernas, adaptadas al ventajismo de la gente.

Esta evoluciona no siempre de una manera ascendente, y termina en ser una sociedad de beneficencia para los paniaguados.

Creer que el camarada López, el ciudadano Dupont o el compañero Meloni, va a ser distinto a todos los demás hombres, es una tontería.

Son iguales, poco más o menos, unos y otros. Las etiquetas serán distintas, pero el fondo humano y deleznable es idéntico.

La maldad y la crueldad tomarán un carácter y una retórica distinta, pero el fondo vital es el mismo.

Entre la cordura exagerada de los unos, demasiado humilde, y la rebeldía intransigente de los otros, un tanto energúmenos, será difícil que la vida tenga algo de benevolencia y de comprensión.

La educación colectiva no puede llegar más que a la enseñanza elemental, a producir un mundo en mangas de camisa, ninguna afición a la lectura, diversiones infantiles, deportes, movimiento, cinematógrafo, fútbol, etc. El ideal es ser como todos, la admiración va hacia el que tiene dinero y hacia el que manda, se considera igual ser que parecer. Las convicciones no cuentan o cuentan poco.

El hombre dice a su mujer:

—Es un autor ese que vale poco.

—Sí, tú dices eso —replica ella—, pero es el que más gana, por algo será.

Lo uno puede ser envidia, lo otro, exceso de conformismo.

Todo el mundo va con el que triunfa. Este es un maquiavelismo bajo y de poca monta. Es una consecuencia del mundo de las multitudes y de las gentes jóvenes. Todo es primario y elemental. ¿Cuántos saben lo que es esto? El materialismo no tiene nada que ver con la política, ni con el comunismo ni con el anarquismo. Cierto que la teoría de Marx se las da de materialista, pero más que materialista se podría decir que es sensualista, y con un sentido principalmente económico. Si se quiere encontrar a estas sectas políticas un origen, es mucho más fácil encontrárselo en las religiones que en Newton, en Laplace, en Claudio Bernard, en Planck o en Einstein.

En la Revolución Francesa hubo descamisados que llamaron a Jesucristo el sans culotte Jésus, pero en las revoluciones más próximas a nosotros a nadie se le ha ocurrido hablar del camarada Kant o del camarada Darwin. Generalmente lo que acusan los reaccionarios en su «slogan» contra el materialismo no es de verdad el materialismo científico, sino el sensualismo práctico, el realismo, y esa confusión no es legitimada por nada. En los países totalitarios el materialismo triunfa hoy con el culto del deporte, de la belleza física, y de la fuerza, todo es materialismo en el sentido sensual.

El materialismo y el determinismo, como formas de lo agnóstico, son creaciones de la ciencia antigua y moderna.

El comunismo, para organizar un país, es una verdadera calamidad. Se ve que allí donde entra todo se viene abajo. Es una peste de procedencia judaica.

Aquí París
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