XXI
En la Casa de España dicto una novela a un joven de San Sebastián que maneja la máquina con facilidad y rapidez. Es joven decidido y valeroso. Estuvo en el cinturón de Bilbao, y dice que si no les hubiera traicionado el ingeniero que planeó y construyó las fortificaciones, haciendo a propósito para que fueran fácilmente expugnadas, allí se habrían podido defender durante mucho tiempo.
Por la mañana los nacionales bombardean con los aeroplanos las trincheras exteriores y las ocupaban, pero por las noches iban los gudaris y las volvían a recuperar. ¡Qué mundo más chico. Es el clásico pañuelo! Este vasco que ahora me sirve a mí para dictarle una novela, fue amigo del que yo conocía en San Juan de Luz, el cual me dice está ahora dirigiendo un periódico en Centroamérica.
Se comienza a hablar concretamente de la guerra de Francia con Alemania. Se hacen cálculos de probabilidades con base falsa y se puede suponer que nadie acertará en el desarrollo de la guerra y que cuando ésta termine será una sorpresa para todos. Los turcos de la Ciudad Universitaria, altos y corpulentos, no tienen ninguna tendencia a mezclarse con los demás y suelen ocupar dos o tres mesas sólo ellos. Al comenzar esta guerra parece que tienen tanto pánico o más que los otros estudiantes.
Todos creíamos que los turcos eran de un valor temerario y entusiastas de la guerra, pero, quizá sea por casualidad estos turcos que vemos aquí parece que se encuentran asustados con la perspectiva de un guerra.