Gracias, siempre gracias.

A mis lectores, que me animáis y seguís en las redes sociales y en mi blog. Vuestro afecto y la ilusión que me transmitís a diario son mi mayor estímulo para seguir imaginando y escribiendo. Por muchas veces que os dé las gracias, nunca serán bastantes.

A Yolanda González por prestarle a mi protagonista su nombre y su sonrisa, a Eva Olaya por la bellísima portada y a Consuelo Olaya por hacer realidad el sueño de cualquier escritor al apostar por la historia cuando aún no había escrito ni una línea.

A Beatriz Cortijo Domínguez, maestra especializada en audición y lenguaje, por su cariñoso interés a la hora de resolver mis dudas y por sus sabios consejos.

A Francis Recio García y Brenda Martínez Vilinsky, su punto de vista fue clave a la hora de crear el personaje de Sylvie. La cordial atención que ambas me brindaron demuestra que no es necesario oír para saber escuchar.

Y a Ysabel Meseguer Serrano, bibliotecaria de El Perelló (Valencia), por su importante labor de promoción de la lectura de narrativa romántica española. Y muy en especial por todas esas imágenes de París con las que me ha animado, inspirado y hecho compañía mientras escribía esta quinta novela con final feliz.